Siempre se dice que la familia es la
base de la sociedad. Y no tengo dudas de que así sea. Basta ver el estado de
las familias y el elevadísimo número de “familias” desmembradas y
disfuncionales a nuestro alrededor para entender el estado tan caótico de la
sociedad. Si la familia es la base de la sociedad, ¿cuál es entonces la base de
la familia? Bueno, quizás muchos dirían que lo es la pareja matrimonial. Muy
bien, ¿y cuál es la base del matrimonio? Quizás no estaríamos tan seguros qué
responder, pero sospecho que de alguna manera estaríamos pensando en algo
relacionado a Dios y su Palabra. Y con eso estaríamos totalmente en lo cierto.
Precisamente el mundo a nuestro alrededor está en el estado en que está por no
tener familias estables, y las familias están como están por no estar basadas sobre
la Palabra de Dios. Así que, ¿qué debemos hacer para que la Palabra de Dios
pueda impregnar nuestras vidas y nuestras familias y conducir a una sociedad
menos corrupta? Esto queremos tratar de responder en esta mañana, pero les adelanto
que tiene que ver con la Palabra de Dios.
Realmente la Biblia, la Palabra de
Dios, es central para la vida personal y familiar. Dios se manifiesta y se
comunica con nosotros de diversas maneras, pero su Palabra escrita es la manera
por excelencia. Todas las demás manifestaciones y revelaciones que percibimos deben
coincidir con la Biblia para tener a Dios como fuente de las mismas. Si no lo
hacen, no provienen de Dios. He escuchado en numerosos testimonios de hermanos que
buscaron la orientación de Dios en cuanto a algún asunto, que él siempre los
llevaba a pasajes de la Biblia donde encontraron la respuesta a la pregunta que
tuvieron. En algunos casos volvió a la memoria un versículo determinado, en
otras oportunidades recibieron sólo una cita, y al buscar esa cita en su
Biblia, encontraron la respuesta anhelada. Pero siempre la Biblia era clave en
sus comunicaciones con el Padre. Dios no necesita volver a hablar si lo que
necesitamos saber está escrito en la Biblia. Si cerráramos la Biblia y esperáramos
que Dios nos hable por medio de una manifestación sobrenatural, probablemente
estaríamos esperando en vano. O, en todo caso, Dios nos dirá: “Revisá tu
Biblia. Ahí está la respuesta.” Como lo expresa un meme que circuló esta semana
entre las IEBs y que —supongo— habrá llegado también a ustedes. Consiste en una
supuesta conversación por WhatsApp entre una persona y su pastor. Y la persona
dice: “Quiero escucharle a Dios.” Y el pastor contesta muy sabiamente: “Leé tu
Biblia.” Pero la persona contesta: “No, me refiero a escucharlo hablar
audiblemente.” “Bueno”, dice el pastor, “entonces leé tu Biblia en voz alta.”
Dios ya ha hablado. ¿Por qué debería volver a hacerlo?
Cuando Jesús anunció la llegada del
Espíritu Santo, él les dijo a sus discípulos que el Espíritu les haría recordar
todo lo que él (Jesús) les había dicho (Jn 14.26). Para “recordar” algo, lo
debemos haber sabido antes, ¿no es cierto? Puedo escuchar o aprender algo
totalmente nuevo, pero no puedo recordar algo que nunca estuvo en mi cabeza.
Así que, las palabras de Jesús, o la Palabra de Dios, debe estar en nuestra
mente para que el Espíritu Santo pueda valerse de ese depósito para sacar a
nuestro consciente la palabra correcta para el momento. Así que, cuanto más nos
ocupamos de la Palabra de Dios, tanto más y mejor escucharemos la voz de Dios. Pero
si este depósito está vacío, ¡difícil tarea le queda al Espíritu Santo para
transmitirnos el mensaje de Dios! Por eso Dios le dio a Josué la instrucción de
meditar en la ley de Dios de día y de noche y de no apartarse de ella ni a la
izquierda ni a la derecha.
La Palabra de Dios es vida para
nosotros. Pero una relación vital con ella no surge por arte de magia. Es algo
que se aprende a cultivar. Y este aprendizaje empieza en la familia. Una
familia que se relaciona consciente e intencionalmente con la Palabra de Dios,
que tiene a la Biblia como el centro de la familia, dejará un legado invaluable
para las siguientes generaciones. Los hijos tomarán en su momento sus propias
decisiones —a veces en contra de la voluntad de los padres y la enseñanza de la
Palabra de Dios—, pero la herencia recibida de su hogar paterno dejará sus
huellas imborrables en ellos.
¿Cómo podemos implantar la Palabra
de Dios en nuestra vida diaria familiar? ¿Cómo podemos hacer de ella la base de
nuestra vida, de nuestra familia y de toda la sociedad? El versículo lema que
ustedes como iglesia han puesto para este año les da pautas importantísimas.
Encontramos ahí ciertos pasos que se deben dar, y en qué orden deben darse,
para que la Palabra de Dios realmente pueda convertirse en presencia
transformadora de nuestras vidas y familias.
Esdras 7.10
Con su propio ejemplo, Esdras nos da
aquí el camino para que la Palabra de Dios pueda ser el centro de nuestras
familias:
1. En primero lugar, dice el
versículo que él “se había entregado de corazón.” Es decir, para él no
era un mero deseo o sueño piadoso (“Ay, ¡qué lindo sería…!”). Tampoco no era simplemente
una decisión emocional: “El pastor me habló tan bonito, así que, ahora yo voy a
leer toda la Biblia en 3 meses.”, – para que al salir por la puerta del templo haberse
olvidado ya de su “decisión”. Lo que hizo Esdras era entregarse con cuerpo,
alma y espíritu a una causa; convertirla en su objetivo principal en la vida.
La suya era una decisión que requiere consagración (compromiso), determinación
y perseverancia. Sin una dedicación con cuerpo, alma y espíritu; sin una
determinación de lograr su objetivo, cueste lo que cueste; sin perseverancia
que nos hace seguir y seguir contra vientos y marea, todo proyecto muere en el
intento. Peor todavía si es un proyecto espiritual que cuenta, además de
nuestra flojera, con una férrea oposición de parte del enemigo.
En la Reina-Valera 95 dice que
Esdras “había preparado su corazón.” Esto despierta la idea de un
cultivo. Primero hay que preparar la tierra para que la semilla pueda dar el
fruto deseado. Con nuestro corazón es exactamente lo mismo. Preparar su corazón
para que la semilla de la Palabra de Dios pueda dar su fruto es esperar que
Dios me va a hablar. Antes de abrir la Biblia, le pido conscientemente que me
hable. Preparar su corazón es darnos cuenta que el protagonista de nuestra
devocional diaria no soy yo, como pudiendo marcar la devocional como una
actividad lograda en el día, y que Dios debería estar contento con alguien tan
cumplido como yo. ¡No, el protagonista es Dios! Él ha preparado la mesa
espiritual para que podamos sentarnos y disfrutar de los manjares y de su
presencia que él nos brinda. Viéndolo de esta manera, la devocional pasa de ser
algo obligatorio (“Se espera que un cristiano lo haga todos los días.”) a una
aventura con el Señor. Nos vamos a nuestro encuentro con el Señor con la
expectativa de ver qué será lo que ha preparado hoy para mí; qué será lo que me
tiene para decir hoy; qué será lo que él quiere que yo aprenda hoy. Lo mismo
vale también como preparación para ir al culto. Si lo hacemos de esta manera,
se cumplirá en nosotros la promesa de Dios: “…mi palabra que sale de mi boca
no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero y será prosperada en
aquello para lo cual la envié” (Is 55.11 – RV95). ¡Aleluya! ¡Que así sea,
Señor! Esdras nos enseña a entregarnos de corazón a preparar nuestro espíritu
para un encuentro con el Señor.
2. Esdras se había entregado de
corazón, pero, ¿a qué? El segundo paso nos da la respuesta: “al estudio de
la ley del Señor”. Esto quiere decir leer la Biblia con la firme intención
de aprender algo. No toda lectura de la Biblia será estudio. Estudiar la Biblia
significa aplicar herramientas para una interpretación teológica profunda de
cierto texto; cavar; sacarle el jugo al texto. Tiene su momento y es importante
hacerlo, según la capacidad de cada uno. Pero también es importante leer la
Biblia como devocional. Esto es una lectura de corrido de un texto, sin
detenerse en cada palabra y frase para descubrir su significado más profundo.
Quizás el Espíritu Santo me lleve a eso en algún momento, pero no siempre es el
propósito inicial. Es leer el texto y dejar que haga su efecto sobre mi
espíritu. La Palabra de Dios tiene poder, y con sólo leerla nos exponemos a su
poder. Esto puede ser una experiencia muy inspiradora.
Otra forma de interactuar con la
Palabra de Dios es memorizándola. Con esto, llevamos una buena carga a nuestro
depósito mental, de la cual el Espíritu Santo pueda valerse después para
hacernos recordar “las palabras de Jesús”. Pero sea lo que sea que estamos
haciendo con la Palabra de Dios, lo importante es estar en constante
interacción con ella; moverla en nuestra mente, hablar con el Señor respecto a
lo que leemos. Esto es lo que significa “meditar” en la Palabra de Dios. Es rumiarla,
como lo hace el ganado que, a la tardecita a la sombra de los árboles, con su
cara extremadamente inteligente, muele y muele el pasto juntado durante el día
en su estómago.
Alguien dijo una vez que todos
sabemos meditar. Lo hacemos en sentido negativo cada vez que estamos enojados
con alguien y durante horas el asunto da vueltas y vueltas por la mente, desarrollando
películas enteras de lo que le vamos a decir y hacer a esa persona que tanto
provocó nuestro enojo. En vez de “rumiar” todo el día la ofensa recibida y
llenar nuestro corazón de amargura, ¿por qué no “rumiar” la Palabra de Dios y
llenar nuestro corazón de luz y amor?
3. Un tercer paso sumamente
importante que nos muestra Esdras y que nos olvidamos demasiadas veces es “cumplirla”.
Todo lo demás no tiene sentido si no llegamos a este punto. ¿De qué me sirve
dedicarme de corazón a estudiar la Biblia, si después no le permito transformar
mi vida? Dice Santiago: “El que solamente oye el mensaje, y no lo practica,
es como el hombre que se mira la cara en un espejo: se ve a sí mismo, pero en
cuanto da la vuelta se olvida de cómo es. Pero el que no olvida lo que oye,
sino que se fija atentamente en la ley perfecta de la libertad, y permanece
firme cumpliendo lo que ella manda, será feliz en lo que hace” (Stg 1.23-25
– DHH). ¿Tú quieres ser feliz en lo que haces…? Para no ser oidores
olvidadizos, como el que decidió leer toda la Biblia en 3 meses, pero se olvidó
de este asunto ni bien salió por la puerta del templo, necesitamos precisamente
de esa determinación de la que hablamos hace rato, de entregarse de corazón a
ese objetivo. La Biblia no es algo meramente mental, sino afecta a todo el ser
humano. Es una orientación a cómo desenvolvernos en la vida cotidiana. Sin
obediencia, la Palabra de Dios es letra muerta. Recién al ponerla en práctica
adquiere vida. Al cumplirla, aprendemos. Los trabajos prácticos que los
docentes nos dieron en la universidad, tenían el propósito de afianzar el
contenido de la materia en nosotros y mostrarnos cómo se aplica la teoría a la
práctica. Si en clase el docente nos preguntaba: “¿Entienden lo que les estoy
enseñando?”, todos unánimemente decíamos: “¡Sí, profesor!” Pero cuando nos
tocaba hacer los trabajos prácticos, nos rascábamos la cabeza, nos miramos unos
a otros y nos preguntamos: “¿Cómo era?” Por eso es tan absolutamente vital y
necesario vivir según lo que uno entiende de la Palabra de Dios.
Alguien le dijo una vez a su pastor
que estaba muy preocupado, porque había tanto en la Biblia que él no entendía.
Entonces el pastor le contestó: “A mí me preocupa mucho más aquello que sí
entiendo.” Para que ustedes no me digan hoy: “¡Amén, pastor, así es!”, y el
miércoles ni se acuerdan más del tema siquiera, al final les voy a dar una
tarea, un trabajo práctico para hacerlo durante la semana. Únicamente el haber
comprobado en carne propia las enseñanzas de la Palabra de Dios nos da la
autoridad para pasar al siguiente escalón:
4. Es fundamental que hagas los
anteriores pasos. Pero para que la Palabra de Dios pueda ser realmente una
presencia transformadora en tu familia, debes cumplir también el cuarto paso de
Esdras: “enseñarla”. El ejemplo de nuestra obediencia a los principios
bíblicos será una enseñanza poderosísima para nuestros hijos. Ellos verán que
la Biblia no es sólo un libro, sino que es fuente de sabiduría para la vida. La
Biblia es algo que se vive.
En un grupo de cristianos se estaba
discutiendo acerca de cuál era la mejor traducción de la Biblia. Cada uno tenía
su versión favorita y expuso con vehemencia sus argumentos a favor de tal o
cual versión. Una persona en el grupo hasta ahí no había participado de la
discusión. En un momento él dijo: “La mejor traducción es la de mi mamá.” Los
demás le miraron sorprendidos, porque no sabían que ella había trabajado en la
traducción de la Biblia. “Sí”, dijo él, “mi mamá la tradujo a la vida
cotidiana.” Eso fue precisamente lo que hizo también Esdras. Se dedicó por completo
a estudiar la Palabra y a practicarla, para luego poder enseñarla con su
ejemplo y con sus palabras.
Y es precisamente nuestra propia
vivencia diaria de las enseñanzas bíblicas lo que nos dará la autoridad de
enseñarlas a otros. Únicamente lo que hemos comprobado en carne propia tendrá
poder para enseñarlo a otros. Si no, es pura teoría y carece de poder.
En el caso de este versículo del
libro de Esdras, esta enseñanza la realizó él, un descendiente del sacerdote
Aarón, hermano de Moisés. En la familia, el sacerdote es el hombre. Varón, tú
eres el responsable directo de que estos cuatro pasos se den en tu familia. Tú
eres el “Esdras” de tu familia. La esposa es la ayuda idónea también en esta
área, pero la responsabilidad principal recae sobre el hombre. Por la dureza
del corazón, la mujer muchas veces es obligada a cumplir esta función, pero no
es la voluntad de Dios que la esposa se responsabilice por la vida espiritual
de la familia.
Cada mañana preparar tu corazón y
dedicarte con entrega a descubrir los tesoros de la Palabra de Dios, ponerlos
en práctica y enseñarlos a otros. ¿Describe esto a tu persona? ¿En cuál de
estos cuatro pasos necesitas hacer correcciones? En caso de admitir la
necesidad de hacer correcciones, ¿qué concretamente piensas hacer para enmendar
tu falta en uno o varios de estos puntos? Esta es la tarea, el trabajo
práctico, que te dejo para esta semana. Si tenés algo para escribir, anotate
dos o tres cosas concretas que esta semana vas a hacer para parecerte a Esdras.
Si la Palabra de Dios es la base de tu vida y familia, tu familia aportará
solidez a la sociedad – algo que esta necesita desesperadamente.
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