lunes, 30 de mayo de 2022

La base de la sociedad

 






            Siempre se dice que la familia es la base de la sociedad. Y no tengo dudas de que así sea. Basta ver el estado de las familias y el elevadísimo número de “familias” desmembradas y disfuncionales a nuestro alrededor para entender el estado tan caótico de la sociedad. Si la familia es la base de la sociedad, ¿cuál es entonces la base de la familia? Bueno, quizás muchos dirían que lo es la pareja matrimonial. Muy bien, ¿y cuál es la base del matrimonio? Quizás no estaríamos tan seguros qué responder, pero sospecho que de alguna manera estaríamos pensando en algo relacionado a Dios y su Palabra. Y con eso estaríamos totalmente en lo cierto. Precisamente el mundo a nuestro alrededor está en el estado en que está por no tener familias estables, y las familias están como están por no estar basadas sobre la Palabra de Dios. Así que, ¿qué debemos hacer para que la Palabra de Dios pueda impregnar nuestras vidas y nuestras familias y conducir a una sociedad menos corrupta? Esto queremos tratar de responder en esta mañana, pero les adelanto que tiene que ver con la Palabra de Dios.

            Realmente la Biblia, la Palabra de Dios, es central para la vida personal y familiar. Dios se manifiesta y se comunica con nosotros de diversas maneras, pero su Palabra escrita es la manera por excelencia. Todas las demás manifestaciones y revelaciones que percibimos deben coincidir con la Biblia para tener a Dios como fuente de las mismas. Si no lo hacen, no provienen de Dios. He escuchado en numerosos testimonios de hermanos que buscaron la orientación de Dios en cuanto a algún asunto, que él siempre los llevaba a pasajes de la Biblia donde encontraron la respuesta a la pregunta que tuvieron. En algunos casos volvió a la memoria un versículo determinado, en otras oportunidades recibieron sólo una cita, y al buscar esa cita en su Biblia, encontraron la respuesta anhelada. Pero siempre la Biblia era clave en sus comunicaciones con el Padre. Dios no necesita volver a hablar si lo que necesitamos saber está escrito en la Biblia. Si cerráramos la Biblia y esperáramos que Dios nos hable por medio de una manifestación sobrenatural, probablemente estaríamos esperando en vano. O, en todo caso, Dios nos dirá: “Revisá tu Biblia. Ahí está la respuesta.” Como lo expresa un meme que circuló esta semana entre las IEBs y que —supongo— habrá llegado también a ustedes. Consiste en una supuesta conversación por WhatsApp entre una persona y su pastor. Y la persona dice: “Quiero escucharle a Dios.” Y el pastor contesta muy sabiamente: “Leé tu Biblia.” Pero la persona contesta: “No, me refiero a escucharlo hablar audiblemente.” “Bueno”, dice el pastor, “entonces leé tu Biblia en voz alta.” Dios ya ha hablado. ¿Por qué debería volver a hacerlo?

            Cuando Jesús anunció la llegada del Espíritu Santo, él les dijo a sus discípulos que el Espíritu les haría recordar todo lo que él (Jesús) les había dicho (Jn 14.26). Para “recordar” algo, lo debemos haber sabido antes, ¿no es cierto? Puedo escuchar o aprender algo totalmente nuevo, pero no puedo recordar algo que nunca estuvo en mi cabeza. Así que, las palabras de Jesús, o la Palabra de Dios, debe estar en nuestra mente para que el Espíritu Santo pueda valerse de ese depósito para sacar a nuestro consciente la palabra correcta para el momento. Así que, cuanto más nos ocupamos de la Palabra de Dios, tanto más y mejor escucharemos la voz de Dios. Pero si este depósito está vacío, ¡difícil tarea le queda al Espíritu Santo para transmitirnos el mensaje de Dios! Por eso Dios le dio a Josué la instrucción de meditar en la ley de Dios de día y de noche y de no apartarse de ella ni a la izquierda ni a la derecha.

            La Palabra de Dios es vida para nosotros. Pero una relación vital con ella no surge por arte de magia. Es algo que se aprende a cultivar. Y este aprendizaje empieza en la familia. Una familia que se relaciona consciente e intencionalmente con la Palabra de Dios, que tiene a la Biblia como el centro de la familia, dejará un legado invaluable para las siguientes generaciones. Los hijos tomarán en su momento sus propias decisiones —a veces en contra de la voluntad de los padres y la enseñanza de la Palabra de Dios—, pero la herencia recibida de su hogar paterno dejará sus huellas imborrables en ellos.

            ¿Cómo podemos implantar la Palabra de Dios en nuestra vida diaria familiar? ¿Cómo podemos hacer de ella la base de nuestra vida, de nuestra familia y de toda la sociedad? El versículo lema que ustedes como iglesia han puesto para este año les da pautas importantísimas. Encontramos ahí ciertos pasos que se deben dar, y en qué orden deben darse, para que la Palabra de Dios realmente pueda convertirse en presencia transformadora de nuestras vidas y familias.

 

            Esdras 7.10

 

            Con su propio ejemplo, Esdras nos da aquí el camino para que la Palabra de Dios pueda ser el centro de nuestras familias:

            1. En primero lugar, dice el versículo que él “se había entregado de corazón.” Es decir, para él no era un mero deseo o sueño piadoso (“Ay, ¡qué lindo sería…!”). Tampoco no era simplemente una decisión emocional: “El pastor me habló tan bonito, así que, ahora yo voy a leer toda la Biblia en 3 meses.”, – para que al salir por la puerta del templo haberse olvidado ya de su “decisión”. Lo que hizo Esdras era entregarse con cuerpo, alma y espíritu a una causa; convertirla en su objetivo principal en la vida. La suya era una decisión que requiere consagración (compromiso), determinación y perseverancia. Sin una dedicación con cuerpo, alma y espíritu; sin una determinación de lograr su objetivo, cueste lo que cueste; sin perseverancia que nos hace seguir y seguir contra vientos y marea, todo proyecto muere en el intento. Peor todavía si es un proyecto espiritual que cuenta, además de nuestra flojera, con una férrea oposición de parte del enemigo.

            En la Reina-Valera 95 dice que Esdras “había preparado su corazón.” Esto despierta la idea de un cultivo. Primero hay que preparar la tierra para que la semilla pueda dar el fruto deseado. Con nuestro corazón es exactamente lo mismo. Preparar su corazón para que la semilla de la Palabra de Dios pueda dar su fruto es esperar que Dios me va a hablar. Antes de abrir la Biblia, le pido conscientemente que me hable. Preparar su corazón es darnos cuenta que el protagonista de nuestra devocional diaria no soy yo, como pudiendo marcar la devocional como una actividad lograda en el día, y que Dios debería estar contento con alguien tan cumplido como yo. ¡No, el protagonista es Dios! Él ha preparado la mesa espiritual para que podamos sentarnos y disfrutar de los manjares y de su presencia que él nos brinda. Viéndolo de esta manera, la devocional pasa de ser algo obligatorio (“Se espera que un cristiano lo haga todos los días.”) a una aventura con el Señor. Nos vamos a nuestro encuentro con el Señor con la expectativa de ver qué será lo que ha preparado hoy para mí; qué será lo que me tiene para decir hoy; qué será lo que él quiere que yo aprenda hoy. Lo mismo vale también como preparación para ir al culto. Si lo hacemos de esta manera, se cumplirá en nosotros la promesa de Dios: “…mi palabra que sale de mi boca no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero y será prosperada en aquello para lo cual la envié” (Is 55.11 – RV95). ¡Aleluya! ¡Que así sea, Señor! Esdras nos enseña a entregarnos de corazón a preparar nuestro espíritu para un encuentro con el Señor.

            2. Esdras se había entregado de corazón, pero, ¿a qué? El segundo paso nos da la respuesta: “al estudio de la ley del Señor”. Esto quiere decir leer la Biblia con la firme intención de aprender algo. No toda lectura de la Biblia será estudio. Estudiar la Biblia significa aplicar herramientas para una interpretación teológica profunda de cierto texto; cavar; sacarle el jugo al texto. Tiene su momento y es importante hacerlo, según la capacidad de cada uno. Pero también es importante leer la Biblia como devocional. Esto es una lectura de corrido de un texto, sin detenerse en cada palabra y frase para descubrir su significado más profundo. Quizás el Espíritu Santo me lleve a eso en algún momento, pero no siempre es el propósito inicial. Es leer el texto y dejar que haga su efecto sobre mi espíritu. La Palabra de Dios tiene poder, y con sólo leerla nos exponemos a su poder. Esto puede ser una experiencia muy inspiradora.

            Otra forma de interactuar con la Palabra de Dios es memorizándola. Con esto, llevamos una buena carga a nuestro depósito mental, de la cual el Espíritu Santo pueda valerse después para hacernos recordar “las palabras de Jesús”. Pero sea lo que sea que estamos haciendo con la Palabra de Dios, lo importante es estar en constante interacción con ella; moverla en nuestra mente, hablar con el Señor respecto a lo que leemos. Esto es lo que significa “meditar” en la Palabra de Dios. Es rumiarla, como lo hace el ganado que, a la tardecita a la sombra de los árboles, con su cara extremadamente inteligente, muele y muele el pasto juntado durante el día en su estómago.

            Alguien dijo una vez que todos sabemos meditar. Lo hacemos en sentido negativo cada vez que estamos enojados con alguien y durante horas el asunto da vueltas y vueltas por la mente, desarrollando películas enteras de lo que le vamos a decir y hacer a esa persona que tanto provocó nuestro enojo. En vez de “rumiar” todo el día la ofensa recibida y llenar nuestro corazón de amargura, ¿por qué no “rumiar” la Palabra de Dios y llenar nuestro corazón de luz y amor?

            3. Un tercer paso sumamente importante que nos muestra Esdras y que nos olvidamos demasiadas veces es “cumplirla”. Todo lo demás no tiene sentido si no llegamos a este punto. ¿De qué me sirve dedicarme de corazón a estudiar la Biblia, si después no le permito transformar mi vida? Dice Santiago: “El que solamente oye el mensaje, y no lo practica, es como el hombre que se mira la cara en un espejo: se ve a sí mismo, pero en cuanto da la vuelta se olvida de cómo es. Pero el que no olvida lo que oye, sino que se fija atentamente en la ley perfecta de la libertad, y permanece firme cumpliendo lo que ella manda, será feliz en lo que hace” (Stg 1.23-25 – DHH). ¿Tú quieres ser feliz en lo que haces…? Para no ser oidores olvidadizos, como el que decidió leer toda la Biblia en 3 meses, pero se olvidó de este asunto ni bien salió por la puerta del templo, necesitamos precisamente de esa determinación de la que hablamos hace rato, de entregarse de corazón a ese objetivo. La Biblia no es algo meramente mental, sino afecta a todo el ser humano. Es una orientación a cómo desenvolvernos en la vida cotidiana. Sin obediencia, la Palabra de Dios es letra muerta. Recién al ponerla en práctica adquiere vida. Al cumplirla, aprendemos. Los trabajos prácticos que los docentes nos dieron en la universidad, tenían el propósito de afianzar el contenido de la materia en nosotros y mostrarnos cómo se aplica la teoría a la práctica. Si en clase el docente nos preguntaba: “¿Entienden lo que les estoy enseñando?”, todos unánimemente decíamos: “¡Sí, profesor!” Pero cuando nos tocaba hacer los trabajos prácticos, nos rascábamos la cabeza, nos miramos unos a otros y nos preguntamos: “¿Cómo era?” Por eso es tan absolutamente vital y necesario vivir según lo que uno entiende de la Palabra de Dios.

            Alguien le dijo una vez a su pastor que estaba muy preocupado, porque había tanto en la Biblia que él no entendía. Entonces el pastor le contestó: “A mí me preocupa mucho más aquello que sí entiendo.” Para que ustedes no me digan hoy: “¡Amén, pastor, así es!”, y el miércoles ni se acuerdan más del tema siquiera, al final les voy a dar una tarea, un trabajo práctico para hacerlo durante la semana. Únicamente el haber comprobado en carne propia las enseñanzas de la Palabra de Dios nos da la autoridad para pasar al siguiente escalón:

            4. Es fundamental que hagas los anteriores pasos. Pero para que la Palabra de Dios pueda ser realmente una presencia transformadora en tu familia, debes cumplir también el cuarto paso de Esdras: “enseñarla”. El ejemplo de nuestra obediencia a los principios bíblicos será una enseñanza poderosísima para nuestros hijos. Ellos verán que la Biblia no es sólo un libro, sino que es fuente de sabiduría para la vida. La Biblia es algo que se vive.

            En un grupo de cristianos se estaba discutiendo acerca de cuál era la mejor traducción de la Biblia. Cada uno tenía su versión favorita y expuso con vehemencia sus argumentos a favor de tal o cual versión. Una persona en el grupo hasta ahí no había participado de la discusión. En un momento él dijo: “La mejor traducción es la de mi mamá.” Los demás le miraron sorprendidos, porque no sabían que ella había trabajado en la traducción de la Biblia. “Sí”, dijo él, “mi mamá la tradujo a la vida cotidiana.” Eso fue precisamente lo que hizo también Esdras. Se dedicó por completo a estudiar la Palabra y a practicarla, para luego poder enseñarla con su ejemplo y con sus palabras.

            Y es precisamente nuestra propia vivencia diaria de las enseñanzas bíblicas lo que nos dará la autoridad de enseñarlas a otros. Únicamente lo que hemos comprobado en carne propia tendrá poder para enseñarlo a otros. Si no, es pura teoría y carece de poder.

            En el caso de este versículo del libro de Esdras, esta enseñanza la realizó él, un descendiente del sacerdote Aarón, hermano de Moisés. En la familia, el sacerdote es el hombre. Varón, tú eres el responsable directo de que estos cuatro pasos se den en tu familia. Tú eres el “Esdras” de tu familia. La esposa es la ayuda idónea también en esta área, pero la responsabilidad principal recae sobre el hombre. Por la dureza del corazón, la mujer muchas veces es obligada a cumplir esta función, pero no es la voluntad de Dios que la esposa se responsabilice por la vida espiritual de la familia.

            Cada mañana preparar tu corazón y dedicarte con entrega a descubrir los tesoros de la Palabra de Dios, ponerlos en práctica y enseñarlos a otros. ¿Describe esto a tu persona? ¿En cuál de estos cuatro pasos necesitas hacer correcciones? En caso de admitir la necesidad de hacer correcciones, ¿qué concretamente piensas hacer para enmendar tu falta en uno o varios de estos puntos? Esta es la tarea, el trabajo práctico, que te dejo para esta semana. Si tenés algo para escribir, anotate dos o tres cosas concretas que esta semana vas a hacer para parecerte a Esdras. Si la Palabra de Dios es la base de tu vida y familia, tu familia aportará solidez a la sociedad – algo que esta necesita desesperadamente.

 


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