lunes, 30 de mayo de 2022

Crisis espiritual

 






            Desde hace más de un año el mundo entero está sumergido en angustia, incertidumbre, dolor y desesperación a causa del coronavirus. Cuando al principio creíamos que en dos o tres semanas todo habría terminado, y la suma total de 10 infectados confirmados era una cifra aterradora, hoy vemos que fuimos muy ingenuos y que a más de un año de la aparición del virus en nuestro país todavía no hay una desaparición a la vista. Mis redes de contactos se llenan más y más de luto, dolor e impotencia. Muchas personas tienen, además, varias otras tormentas en su vida: la situación económica, la pérdida de empleo, enfermedades diversas, crisis matrimoniales y familiares, etc. ¡Desesperante! Para muchos cristianos, esto se convierte en una verdadera crisis espiritual, una crisis de fe, sin precedentes. Algunos, incluso, amargados contra Dios, llegan a tirar su cristianismo por la borda. ¿Les sorprendería si les dijera que el salmista Asaf estaba en este grupo? ¿Y que, incluso, la Biblia registra su duda de Dios y las acusaciones que lanza contra él? Sí, lo encontramos en el Salmo 77.

 

            FSalmo 77

 

            Ya el inicio del Salmo tiene un espíritu de alerta máxima. De entrada, el salmista Asaf deja notar claramente su desesperación. A voz en cuello él clama por ayuda al Señor. Algunas versiones expresan una seguridad de que Dios le escuchará, otras dan a entender que el salmista grita tan fuerte para estar seguro de que Dios lo haya escuchado. Él está muy angustiado. No indica la razón, por lo cual este Salmo fácilmente se deja aplicar a cualquier angustia que podamos tener durante la vida. Aparentemente ha sido un tiempo más prolongado en que se encontraba clamando por la intervención de Dios, sin que suceda lo que realmente anhelaba. Estoy seguro que más de una vez todos hemos pasado por momentos así. Pero a pesar de tanto clamor, “mi alma no encontró consuelo” (v. 2 – NTV), testifica Asaf. Ese silencio de Dios hace que el peso de la aflicción dispare hasta lo infinito – por lo menos así nos parece, porque no logramos ver que en realidad Dios nos sostiene firmemente en medio de este trance.

            Pero este tiempo prolongado sin recibir ni la menor señal de que Dios esté haciendo algo, lentamente empieza a pasarle la factura a Asaf. Su fe en Dios empieza a tambalear: “Pienso en Dios y gimo, abrumado de tanto anhelar su ayuda” (v. 3 – NTV). Si a un siervo de Dios le pasa esto con un Dios omnipotente, ¿nos extraña que la gente experimente sensaciones mucho peores con un gobierno que lucha con tremendas limitaciones?

            La angustia que siente Asaf no lo deja ni dormir (v. 4). Los que han pasado por esto saben lo tremendamente desgastante que es esto. Luchar todo el día con sus ocupaciones y preocupaciones consumen toda energía, y cuando uno anhela poder recargar otra vez esa energía gastada, estas preocupaciones crecen todavía más y se convierten en verdaderos monstruos nocturnos. De dormir ni rastro. Y a la mañana uno se levanta más cansado que la noche anterior, para que todo este espiral que nos lleva cada vez más abajo siga girando sin parar. Algunas traducciones de este versículo dan a entender que ni para orar no hay fuerzas. Además, ¿para qué orar si tanto gritar y clamar por la ayuda de Dios no sirvió de nada? Es fácil pensar de ese modo cuando uno está física y mentalmente agotado.

            Después Asaf empieza a recordar las glorias de los tiempos pasados, los cantos que solía elevarle a Dios. Esto puede ser muy reconfortador, pero es, a la vez, muy peligroso porque generalmente sólo despierta la nostalgia y hace subir aún más la congoja del presente. Conozco gente que casi solamente habla de tiempos pasados. Mental y emocionalmente quedaron trancados en el pasado y lo lindo que era. Esto es una trampa del enemigo sumamente exitosa y peligrosa. ¿Saben por qué? Porque, primero, todos los tiempos tienen sus momentos gloriosos y sus momentos penosos. El pasado no ha sido sólo color de rosa. Sí, hay cosas que antes eran mejores que ahora, como también hay cosas que ahora son incomparablemente mejores que antes. Mucha gente cree que el pasado era por lejos mejor que el presente. ¡Mentira! Quizás no disfrutan de los momentos gloriosos del presente porque le dieron la espalda a la vida mirando a los tiempos antiguos: “¡Ay, si volviera el tiempo con el pastor Ernesto…!” Bueno, el que quiera seguir siendo siempre el bebé espiritual que fue en tiempos del pastor Ernesto, considerará que aquel tiempo fue cuando el cielo tocó la tierra. Pero el que se da cuenta que la vida no puede basarse sobre las emociones típicas de estar iniciando algo nuevo, y que el crecimiento se da cuando uno aprende a superar obstáculos y a luchar duro y parejo contra las aflicciones presentes, ese tiene buena perspectiva de convertirse en una persona madura emocional y espiritualmente.

            En segundo lugar, lamentarse por las supuestas glorias del pasado que se fueron para no volver nunca más, es una trampa del enemigo porque hace a la persona huir de la realidad presente para refugiarse en los recuerdos del pasado. Así se convierte en un enajenado, alguien que vive en otro planeta, sin conexión con la realidad – y sin aporte para la realidad actual.

            Y en tercer lugar es una trampa porque me hace perder toda oportunidad del presente. Así que, podemos recordar el pasado, glorificar a Dios por los lindos momentos que nos ha permitido vivir, sacar lecciones de los errores cometidos, para entonces avanzar con seguridad hacia el futuro que tenemos por delante.

            Vemos en la vida de Asaf el efecto de un estancamiento momentáneo y de la depresión: él empieza a dudar de Dios: “¿Me ha rechazado para siempre el SEÑOR? ¿Nunca más me mostrará su buena voluntad” (v. 7 – NBD)? Nuestro cerebro muchas veces nos hace una mala jugada: hace aparecer selectivamente “glorias” del pasado, ocultando las nubes y tormentas que aquel tiempo también tuvo. El mirar entonces hacia atrás, contrastar las “tinieblas” de ahora con las escenas brillantes del pasado, tienen un efecto espiritual muy dañino: les pone una venda a los ojos de la fe y no les permite mirar al futuro; no les permite mirarle a Dios. Esto hace que las tormentas del presente parezcan aún más negras y furiosas, porque ni esperanza ya no hay más. La esperanza siempre tiene que ver con el futuro, con algo que espero. Pero si sólo miro hacia atrás, no tengo esperanza. Encima, hasta Dios parece habernos dado la espalda definitivamente: “¿Se habrá agotado para siempre su misericordia? ¿Habrá puesto fin para siempre a su promesa” (v. 8 – RVC)? “¿Se ha olvidado Dios de lo que es la compasión? ¿Ha reemplazado su compasión por furia” (v. 9 – PDT)? ¡Estas dudas que se apoderan de Asaf no son poca cosa! Ponen en tela de juicio el ser mismo de Dios con sus atributos sobresalientes. Asaf sí que está en una crisis de fe muy, muy seria. ¿Pero saben qué? Dios lo aguanta. Dios no lo reprende por dudar de él. Dios no lo fulmina con un rayo por haber dicho esto. Es más: hasta permitió que estas expresiones de dudas entren como parte del texto inspirado por el Espíritu Santo, al que hoy llamamos “Biblia”. Porque Dios sabe que Asaf no es el único que tiene esas dudas. La experiencia de él puede más bien ayudar a millones de personas en situaciones parecidas a encontrar consuelo en medio de su desconsuelo, y esperanza en medio de su desesperanza. Porque ese Salmo no muestra solamente el valle de profunda agonía emocional y espiritual por la que tuvo que transitar Asaf, sino muestra también la salida de este valle. Nos puede ayudar a abrir nuestro corazón ante Dios y dejar fluir toda la amargura, las dudas, las acusaciones contra él y todo lo demás que luchamos por mantenerlo encerrado y escondido bajo un caparazón espiritual, aludiendo que un hijo de Dios no puede pensar y sentir semejantes cosas. ¡Más vale que canalicemos esto hacia Dios mismo en vez de que siga envenenándonos a nosotros y a los que están alrededor de nosotros! Esta es la única salida que hay del valle de “sombras de muerte” y que Asaf también transitó.

            En el versículo 10 empieza a perfilarse un cambio en la mentalidad y el enfoque de Asaf. La mayoría de las traducciones lo reproducen todavía como un resumen pesimista de sus reflexiones anteriores al decir: “¡Qué doloroso es darse cuenta de que Dios ya no es el mismo, que ya no nos trata como antes” (v. 10 – TLA)! Pero también se puede entender este versículo como que Asaf haya empezado a darse cuenta que se está hundiendo cada vez más en la autocompasión y el enojo contra Dios, para reconocer: “Debo estar enfermo. ¿Cómo puedo pensar que la diestra del Altísimo ha cambiado” (v. 10 – RVC)? De cualquier forma, el versículo 10 es como la bisagra que empieza a girar para abrir el paso a un nuevo panorama. En vez de concentrarse en los recuerdos de las glorias del pasado, él empieza a concentrarse en los recuerdos de las grandes obras de Dios en el pasado: “Es mejor que haga memoria de las obras del Señor. ‘Sí, haré memoria de tus maravillas de antaño; meditaré en todas tus obras, y proclamaré todos tus hechos’” (vv.11-12 – RVC). Este cambio en su mentalidad trajo consecuencias sorprendentes. En vez de hundirse cada vez más en la crisis emocional y espiritual, él empieza a alabar a Dios y a exaltar sus maravillas: “Santo es, oh Dios, tu camino; ¿qué otro dios es tan grande como tú, Dios nuestro” (v. 13 – RVC)? Si hace instantes nada más había considerado a Dios como alguien que no hace nada y que más bien le ha dado la espalda, ahora él exalta precisamente las grandes obras de Dios: “Tú eres el Dios que hace maravillas; has manifestado entre los pueblos tu poder” (v. 14 – RVC). ¡Qué cambio se produjo en él al reenfocar su concentración! Es una ilustración de lo que Pablo escribiera siglos después: “Cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir” (Ro 12.2 – DHH). Como botones de muestra del poder de Dios, Asaf menciona a varios ejemplos de la historia de su pueblo: la liberación de la esclavitud en Egipto (v. 15), el cruce del Mar Muerto (v. 19) y la guía sobrenatural que les dio a Moisés y Aarón al frente de un numeroso pueblo (v. 20). También Asaf menciona varios ejemplos del poder de Dios manifestado en la naturaleza. Aunque no lo asocia explícitamente al éxodo de Egipto, estas manifestaciones bien pueden haberse dado a lo largo de la peregrinación hacia la Tierra Prometida: manifestaciones en el mar (v. 16), los rayos refulgentes, los truenos y la lluvia torrencial (vv. 17-18). Y con esto el Salmo termina abruptamente, como si continuara en el siguiente poema. Y, de hecho, me hizo revisar el siguiente Salmo, para darme cuenta que no hay la película “Crisis espiritual 2”. Me puedo imaginar a Asaf, que vino de una profunda depresión y que ahora se concentra en las maravillas de Dios, que él ha quedado tan impactado y admirado de Dios, que su espíritu entra en un estado de profunda contemplación y adoración; cosa que es imposible reproducir en palabras, de modo que el Salmo queda ahí en forma inconclusa.

            Pero también este “final sin final” es como puntos suspensivos, como diciendo: “Continúen ustedes la lista. Den ustedes sus propios ejemplos de manifestaciones del poder de Dios.” Y esto es precisamente el desafío que les quiero dejar: continúen ustedes el Salmo. Sigan escribiendo las maravillas de nuestro Señor manifestados en sus vidas y las de la gente a su alrededor. En estos tiempos difíciles seremos estirados irremediablemente hacia el fondo si sólo nos concentramos en todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor; en todas las desgracias que vemos en las redes sociales y en los noticieros. Es urgente y vital para ti mismo y tus seres queridos que levantes la mirada de estas adversidades —en muchos casos infladas monstruosamente con media verdades y abiertas mentiras— y que te concentres en las maravillas que hace nuestro Dios. Esta es la única manera de salir de este torbellino que te estira al fondo del río de problemas. No negamos nuestro entorno y sus circunstancias. No nos fugamos de nuestra realidad como si no existiera. La reconocemos, pero no nos dejamos atrapar por ella. Así que, reitero, compone tu propio Salmo con la grandeza, el esplendor y las obras portentosas de nuestro Dios. ¿Será que alguien se animará en los próximos días a compartir su composición con los demás en el grupo de WhatsApp?


No hay comentarios:

Publicar un comentario