Hoy realizamos como iglesia
nuestra asamblea anual que gira principalmente alrededor de los diferentes
ministerios y sus respectivos líderes, que conforman, a su vez, el equipo
pastoral. Junto con este equipo buscamos coordinar todas las actividades de la
iglesia. Sin embargo, por más que muchas decisiones las tomamos dentro de este
grupo de personas comprometidas, somos muy conscientes de que nadie es dueño de
la iglesia. Por eso buscamos continuamente sujetarnos al que sí es su dueño: el
Señor Jesucristo. El cielo gobierna – también sobre la iglesia. De esto nos
habla precisamente el Salmo 33 acerca del cual queremos reflexionar hoy.
La versión de la Biblia Dios
Habla Hoy pone como comentario al Salmo 33 lo siguiente: “Himno o canto de
alabanza al Señor, que gobierna todas las cosas con sabiduría, justicia y amor.”
Si “el cielo gobierna” sobre todas las cosas, como acabamos de cantar, también
gobierna a la iglesia. ¿Qué nos puede enseñar este Salmo acerca del gobierno de
Dios sobre su iglesia?
Salmo 33
El autor —que en este caso no
se especifica quién es— empieza este Salmo con una exhortación a los justos a
alabar al que gobierna todo. La iglesia la componen personas que hemos sido
justificados por Cristo, así que, esta es una exhortación a todos nosotros. Nosotros
los justos, los justificados, somos llamados a alabar a Dios. Es más, la
alabanza al Señor es el propósito de nuestra justificación y salvación. Pablo
lo expone magistralmente en su carta a los efesios, describiendo cómo la
Trinidad obró para abrirnos la posibilidad de la salvación con el único
propósito de que seamos “para alabanza de la gloria de su gracia” (Ef
1.6, 12, 14 – RVC). Así que, su primer y principal ministerio como hijo/a de
Dios es la alabanza. Más que una actividad durante el culto, más que integrar
un grupo de músicos, esto se refiere a un estilo de vida que dé honra y gloria
al Señor. El salmista dice que “es propio de los íntegros alabar al SEÑOR”
(v. 1 – NBD). O sea, es algo natural de un verdadero hijo de Dios. Un cristiano
que no honra al Señor con su manera de ser, de hablar y de reaccionar pone muy
en duda su cristianismo. Además, dice este versículo, en otra traducción: “¡Hermosa
es la alabanza de los hombres íntegros” (v. 1 – RVC)! Y creo que, sin temor
a equivocarme, también puedo reordenar estas palabras para decir: “La alabanza
hace hermosos a los hombres y mujeres íntegros.” Así que, si quiere verse
radiante y hermoso/a, alaba al Señor, porque alabar a Dios purifica el alma y
hermosea el rostro.
En los siguientes versículos
encontramos la mención de varios instrumentos musicales, se habla de destreza para
tocar, de cantos nuevos, de gritos de júbilo, etc. Esto nos hace pensar en cuando
en el pueblo hebreo algunos espontáneamente empezaban a tocar sus instrumentos musicales,
mientras los demás danzaban con mucha alegría. Nuestra alabanza en la iglesia
debe ser caracterizada también por mucha alegría, gozo y deleite. Los músicos
que tocan con destreza, como dice este Salmo, ya los tenemos, y hay mucho más
potencial en la iglesia por descubrir y desarrollar. El repertorio de canciones
también se amplía constantemente con canciones nuevas, sin dejar de cantar las
canciones que ya conocemos de antes. Y es importante que disfrutemos también al
máximo el tiempo de canciones. Es cierto, nuestra alabanza debe ser para el
Señor y no para nuestro propio deleite, pero, ¿creen que el Señor va a disfrutar
nuestra alabanza si la hacemos con cara larga y por obligación? Dudo mucho de
ello. Así que, si nosotros disfrutamos de la alabanza, él también lo hará.
Nuestro Rey, el dueño de esta iglesia, merece ser alabado en gran manera. El
cielo gobierna, y nosotros cantamos: “aleluya a nuestro Rey”.
¿Por qué él se merece esta
alabanza? Según este Salmo, porque su palabra es recta; porque él es confiable
(v. 4); porque él ama la justicia y el derecho; porque él llena la tierra de su
misericordia (v. 5); porque él creó todo el universo (v. 6) con el mando de una
sola palabra (v. 9); y porque él determinó las leyes naturales para que todo
funcione en armonía y coordinación (v. 7). Este es el Dios que gobierna este
mundo y esta iglesia. Por lo tanto, “¡Que toda la tierra tema al Señor! ¡Que
le teman todos los habitantes del mundo” (v. 8 – RVC)! ¡Que le teman los
miembros de la IEB Costa Azul! Porque el Dios, el Rey y Dueño de la iglesia
Costa Azul no es cualquier cosa, sino todas las naciones del mundo están
sujetas a él. Dios gobierna con justicia y autoridad: “El Señor anula los
planes de las naciones; frustra las maquinaciones de los pueblos. Pero los
planes y pensamientos del Señor permanecen por todas las generaciones” (vv.
10-11 – RVC). ¡Aleluya!
Ante este Dios omnipotente
que gobierna este mundo con autoridad, pero también con misericordia, lo mejor
que podemos hacer es someternos a su autoridad: “Dichosa la nación cuyo Dios
es el Señor, ¡el pueblo que él escogió como su propiedad” (v. 12 – RVC)! Feliz,
bienaventurada la nación que tiene a Dios como su gobernante; feliz la ciudad
cuyo Dios es el Señor. ¿Y feliz también la iglesia que tiene a Dios como su
Señor? Bueno, dudé un poco ante esto porque se supone que toda iglesia tiene a
Dios como su gobernante. Es más, la agrupación que no lo tiene a Dios
como su Señor es cualquier cosa menos iglesia. Así que, felicitar a una iglesia
que tiene a Dios como Señor es igual a agradecer efusivamente a una fábrica por
haber puesto un motor en el auto que he comprado. Un auto sin motor no sirve de
nada, como también una iglesia sin Dios no tiene sentido ni propósito. Pero, de
todos modos, vale la pena enfatizarnos una y otra vez que Dios es y debe ser el
Señor y dueño de nuestras vidas y de toda la iglesia.
Como nuestro gobernante, Dios
vela por su iglesia con mucho cuidado. El salmista sigue diciendo que el Señor
mira a todo ser humano y conoce la intimidad de su corazón. Suena aterrador
para el que quiera esconder algo, pero para el que busca continuamente agradar
y servir a su Señor, es tremendamente consolador. Estamos tranquilos porque
sabemos que él está al tanto de todo lo que nos pueda suceder. Tampoco no
necesitamos ocultar nada, ya que de todos modos él conoce todo y nos guía paso
a paso. A veces, en el equipo pastoral no sabemos qué decisión tomar en cuanto
a algún asunto, porque no sabemos cómo se presentará el futuro o cómo se van a
desarrollar ciertas circunstancias. Por eso nos es tan grato poder
encomendarnos una y otra vez en manos del Señor y darle a él las riendas de la
iglesia, ya que él conoce todo y sabe los planes que tiene para su iglesia. Y
él es mucho más celoso de su iglesia de lo que cualquiera de nosotros lo podría
ser. Él se encargará de guiar a su pueblo a puerto seguro. Definitivamente el
cielo gobierna. Ninguna amenaza de afuera ni ningún potencial interno pueden cambiar
los planes del Señor para su pueblo. El salmista lo ilustra aquí con la figura
de un rey que busca protegerse con su gran ejército o que echa mano de sus
armas y recursos, como lo eran en tiempos del Antiguo Testamento los caballos.
Pero nada de esto le va a dar el éxito verdadero sin Dios. En cambio, “el
Señor cuida siempre de quienes lo honran y confían en su amor” (v. 18 –
DHH). Aunque como iglesia nos sintamos indefensos a veces ante las amenazas del
mundo con sus estrategias diabólicas, el Señor nos ve de cerca y nos guiará en
medio de estas aguas turbulentas “para salvar[nos] de la muerte y dar[nos]
vida en épocas de hambre” (v. 19 – DHH). Por eso, este Salmo termina con
una gozosa declaración de absoluta confianza y dependencia del Señor, ya que él
es la única fuente de seguridad y bienestar: “Nosotros confiamos en el
Señor; ¡él nos ayuda y nos protege! Nuestro corazón se alegra en el Señor; confiamos
plenamente en su santo nombre. ¡Que tu amor, Señor, nos acompañe, tal como
esperamos de ti” (vv. 20-22 – DHH)!
¿Podemos declarar esto mismo
también como iglesia? El cielo gobierna. El Señor es el Rey de todo el universo
y también de una pequeña congregación en Costa Azul. Si buscamos continuamente
su rostro y su guía, en lo personal y como iglesia, estaremos en buen camino.
Igual habrá turbulencias y problemas, pero el Capitán nos hará cruzar con
absoluta seguridad. Sometámonos, entonces, conscientemente bajo su autoridad,
bajo el señorío de Cristo. Hagamos que él sea verdaderamente el Dueño de la IEB
Costa Azul. Aunque establezcamos hoy el liderazgo humano de esta iglesia, permitamos
que el cielo gobierne nuestra vida y congregación.
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