sábado, 28 de mayo de 2022

El cielo gobierna

 






                   Hoy realizamos como iglesia nuestra asamblea anual que gira principalmente alrededor de los diferentes ministerios y sus respectivos líderes, que conforman, a su vez, el equipo pastoral. Junto con este equipo buscamos coordinar todas las actividades de la iglesia. Sin embargo, por más que muchas decisiones las tomamos dentro de este grupo de personas comprometidas, somos muy conscientes de que nadie es dueño de la iglesia. Por eso buscamos continuamente sujetarnos al que sí es su dueño: el Señor Jesucristo. El cielo gobierna – también sobre la iglesia. De esto nos habla precisamente el Salmo 33 acerca del cual queremos reflexionar hoy.

                   La versión de la Biblia Dios Habla Hoy pone como comentario al Salmo 33 lo siguiente: “Himno o canto de alabanza al Señor, que gobierna todas las cosas con sabiduría, justicia y amor.” Si “el cielo gobierna” sobre todas las cosas, como acabamos de cantar, también gobierna a la iglesia. ¿Qué nos puede enseñar este Salmo acerca del gobierno de Dios sobre su iglesia?

 

                   Salmo 33

 

                   El autor —que en este caso no se especifica quién es— empieza este Salmo con una exhortación a los justos a alabar al que gobierna todo. La iglesia la componen personas que hemos sido justificados por Cristo, así que, esta es una exhortación a todos nosotros. Nosotros los justos, los justificados, somos llamados a alabar a Dios. Es más, la alabanza al Señor es el propósito de nuestra justificación y salvación. Pablo lo expone magistralmente en su carta a los efesios, describiendo cómo la Trinidad obró para abrirnos la posibilidad de la salvación con el único propósito de que seamos “para alabanza de la gloria de su gracia” (Ef 1.6, 12, 14 – RVC). Así que, su primer y principal ministerio como hijo/a de Dios es la alabanza. Más que una actividad durante el culto, más que integrar un grupo de músicos, esto se refiere a un estilo de vida que dé honra y gloria al Señor. El salmista dice que “es propio de los íntegros alabar al SEÑOR” (v. 1 – NBD). O sea, es algo natural de un verdadero hijo de Dios. Un cristiano que no honra al Señor con su manera de ser, de hablar y de reaccionar pone muy en duda su cristianismo. Además, dice este versículo, en otra traducción: “¡Hermosa es la alabanza de los hombres íntegros” (v. 1 – RVC)! Y creo que, sin temor a equivocarme, también puedo reordenar estas palabras para decir: “La alabanza hace hermosos a los hombres y mujeres íntegros.” Así que, si quiere verse radiante y hermoso/a, alaba al Señor, porque alabar a Dios purifica el alma y hermosea el rostro.

                   En los siguientes versículos encontramos la mención de varios instrumentos musicales, se habla de destreza para tocar, de cantos nuevos, de gritos de júbilo, etc. Esto nos hace pensar en cuando en el pueblo hebreo algunos espontáneamente empezaban a tocar sus instrumentos musicales, mientras los demás danzaban con mucha alegría. Nuestra alabanza en la iglesia debe ser caracterizada también por mucha alegría, gozo y deleite. Los músicos que tocan con destreza, como dice este Salmo, ya los tenemos, y hay mucho más potencial en la iglesia por descubrir y desarrollar. El repertorio de canciones también se amplía constantemente con canciones nuevas, sin dejar de cantar las canciones que ya conocemos de antes. Y es importante que disfrutemos también al máximo el tiempo de canciones. Es cierto, nuestra alabanza debe ser para el Señor y no para nuestro propio deleite, pero, ¿creen que el Señor va a disfrutar nuestra alabanza si la hacemos con cara larga y por obligación? Dudo mucho de ello. Así que, si nosotros disfrutamos de la alabanza, él también lo hará. Nuestro Rey, el dueño de esta iglesia, merece ser alabado en gran manera. El cielo gobierna, y nosotros cantamos: “aleluya a nuestro Rey”.

                   ¿Por qué él se merece esta alabanza? Según este Salmo, porque su palabra es recta; porque él es confiable (v. 4); porque él ama la justicia y el derecho; porque él llena la tierra de su misericordia (v. 5); porque él creó todo el universo (v. 6) con el mando de una sola palabra (v. 9); y porque él determinó las leyes naturales para que todo funcione en armonía y coordinación (v. 7). Este es el Dios que gobierna este mundo y esta iglesia. Por lo tanto, “¡Que toda la tierra tema al Señor! ¡Que le teman todos los habitantes del mundo” (v. 8 – RVC)! ¡Que le teman los miembros de la IEB Costa Azul! Porque el Dios, el Rey y Dueño de la iglesia Costa Azul no es cualquier cosa, sino todas las naciones del mundo están sujetas a él. Dios gobierna con justicia y autoridad: “El Señor anula los planes de las naciones; frustra las maquinaciones de los pueblos. Pero los planes y pensamientos del Señor permanecen por todas las generaciones” (vv. 10-11 – RVC). ¡Aleluya!

                   Ante este Dios omnipotente que gobierna este mundo con autoridad, pero también con misericordia, lo mejor que podemos hacer es someternos a su autoridad: “Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, ¡el pueblo que él escogió como su propiedad” (v. 12 – RVC)! Feliz, bienaventurada la nación que tiene a Dios como su gobernante; feliz la ciudad cuyo Dios es el Señor. ¿Y feliz también la iglesia que tiene a Dios como su Señor? Bueno, dudé un poco ante esto porque se supone que toda iglesia tiene a Dios como su gobernante. Es más, la agrupación que no lo tiene a Dios como su Señor es cualquier cosa menos iglesia. Así que, felicitar a una iglesia que tiene a Dios como Señor es igual a agradecer efusivamente a una fábrica por haber puesto un motor en el auto que he comprado. Un auto sin motor no sirve de nada, como también una iglesia sin Dios no tiene sentido ni propósito. Pero, de todos modos, vale la pena enfatizarnos una y otra vez que Dios es y debe ser el Señor y dueño de nuestras vidas y de toda la iglesia.

                   Como nuestro gobernante, Dios vela por su iglesia con mucho cuidado. El salmista sigue diciendo que el Señor mira a todo ser humano y conoce la intimidad de su corazón. Suena aterrador para el que quiera esconder algo, pero para el que busca continuamente agradar y servir a su Señor, es tremendamente consolador. Estamos tranquilos porque sabemos que él está al tanto de todo lo que nos pueda suceder. Tampoco no necesitamos ocultar nada, ya que de todos modos él conoce todo y nos guía paso a paso. A veces, en el equipo pastoral no sabemos qué decisión tomar en cuanto a algún asunto, porque no sabemos cómo se presentará el futuro o cómo se van a desarrollar ciertas circunstancias. Por eso nos es tan grato poder encomendarnos una y otra vez en manos del Señor y darle a él las riendas de la iglesia, ya que él conoce todo y sabe los planes que tiene para su iglesia. Y él es mucho más celoso de su iglesia de lo que cualquiera de nosotros lo podría ser. Él se encargará de guiar a su pueblo a puerto seguro. Definitivamente el cielo gobierna. Ninguna amenaza de afuera ni ningún potencial interno pueden cambiar los planes del Señor para su pueblo. El salmista lo ilustra aquí con la figura de un rey que busca protegerse con su gran ejército o que echa mano de sus armas y recursos, como lo eran en tiempos del Antiguo Testamento los caballos. Pero nada de esto le va a dar el éxito verdadero sin Dios. En cambio, “el Señor cuida siempre de quienes lo honran y confían en su amor” (v. 18 – DHH). Aunque como iglesia nos sintamos indefensos a veces ante las amenazas del mundo con sus estrategias diabólicas, el Señor nos ve de cerca y nos guiará en medio de estas aguas turbulentas “para salvar[nos] de la muerte y dar[nos] vida en épocas de hambre” (v. 19 – DHH). Por eso, este Salmo termina con una gozosa declaración de absoluta confianza y dependencia del Señor, ya que él es la única fuente de seguridad y bienestar: “Nosotros confiamos en el Señor; ¡él nos ayuda y nos protege! Nuestro corazón se alegra en el Señor; confiamos plenamente en su santo nombre. ¡Que tu amor, Señor, nos acompañe, tal como esperamos de ti” (vv. 20-22 – DHH)!

                   ¿Podemos declarar esto mismo también como iglesia? El cielo gobierna. El Señor es el Rey de todo el universo y también de una pequeña congregación en Costa Azul. Si buscamos continuamente su rostro y su guía, en lo personal y como iglesia, estaremos en buen camino. Igual habrá turbulencias y problemas, pero el Capitán nos hará cruzar con absoluta seguridad. Sometámonos, entonces, conscientemente bajo su autoridad, bajo el señorío de Cristo. Hagamos que él sea verdaderamente el Dueño de la IEB Costa Azul. Aunque establezcamos hoy el liderazgo humano de esta iglesia, permitamos que el cielo gobierne nuestra vida y congregación.


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