Hay
veces en que busco afanadamente algo. Ando por toda la casa, removiendo cosas,
tratando de encontrar cierto objeto. Pero no resulta. Hasta que viene alguien y
me lo señala. He pasado por ahí cantidades de veces, quizás inclusive lo he
tocado y removido, pero no lo he identificado como el objeto de mi búsqueda.
No sé
si esa “habilidad” de no identificar lo que uno busca es exclusiva de los
hombres, pero lastimosamente es característica de demasiada gente cuando esa
búsqueda se da en lo espiritual. Se remueve lo que uno considera un “detalle
insignificante” sin poder reconocer su verdadero valor. Así les pasó a los
protagonistas de nuestra parábola del día. La encontramos registrada en tres
evangelios del Nuevo Testamento, pero nos concentraremos hoy en el relato según
Marcos. Él la registró en estas palabras:
“Jesús comenzó a hablarles por
medio de parábolas: «Un hombre plantó una viña; le puso una cerca, le cavó un
lagar, levantó una torre, y la arrendó a unos labradores. Luego se fue lejos.
A su debido tiempo, envió un
siervo a los labradores para que le entregaran la parte de lo que la viña había
producido. Pero los labradores lo agarraron y lo golpearon, y lo mandaron con
las manos vacías. Volvió a enviarles otro siervo, pero a éste lo descalabraron
y lo insultaron. Volvió a enviar otro más, y a éste lo mataron. Después mandó a
muchos otros pero a unos los golpearon y a otros los mataron.
Todavía le quedaba uno a quien
enviar, que era su hijo amado, y finalmente lo envió a ellos, pues pensó: ‘A mi
hijo lo respetarán.’ Pero aquellos labradores se dijeron unos a otros: ‘Éste es
el heredero. Vamos a matarlo, y la herencia será nuestra.’ Y lo agarraron y lo
mataron, y luego arrojaron su cuerpo fuera de la viña.
¿Qué hará entonces el dueño de
la viña? ¡Pues irá y matará a los labradores, y dará su viña a otros! ¿Ni
siquiera han leído la escritura que dice: ‘La piedra que desecharon los
constructores ha venido a ser la piedra angular. ¡Esto lo ha hecho el Señor, y
a nuestros ojos es una maravilla!’?
Al darse cuenta de que Jesús
había contado esta parábola por causa de ellos, quisieron aprehenderlo; pero
como temían a la multitud lo dejaron y se fueron” (Marcos 12.1-12 – RVC).
Esta
parábola se trata acerca de un empresario agrícola. Él preparó un terreno nuevo
para el cultivo de la vid. Es llamativo aquí el esmero y la delicadeza con que
este hombre preparó el lugar. Se entiende que ya plantó las vides con todo el
soporte que ellas necesitan. Para resguardarlo, construyó un cerco alrededor.
También preparó un lugar donde se solía prensar las uvas para hacer el vino. Y,
también, construyó una torre de vigilancia para un guardia que desde un lugar
más elevado podía supervisar y cuidar a toda la plantación. Este hombre pensó
en todo. No se le escapó ningún detalle. Pero no era que él mismo iba a
cultivar las uvas aquí, sino que lo preparó para alquilarlo a otros. Era una
costumbre muy común alquilar su campo a cambio de cierto porcentaje de la
cosecha. Hasta hoy en día se trabaja así, también aquí en Paraguay. Conozco
gente que así lo hace.
Hoy
en día en Paraguay no hablaríamos quizás de un viñedo. En el Chaco se hablaría
de alguien que ofreció en alquiler una estancia completamente instalada y
desarrollada.
O también
lo podríamos compararlo con un empresario inmobiliario que construye casas y
apartamentos totalmente amoblados para alquilarlos después.
Jesús
usó aquí esta imagen del viñedo porque era algo muy común en el país y, además,
el viñedo es usado en la Biblia como una representación de Israel.
Luego
de hacer el contrato de arrendamiento del viñedo, el dueño se fue de viaje,
lejos del lugar (v. 1). Desde allá él envió a uno de sus empleados a recoger la
parte de la cosecha que le correspondía según el contrato de alquiler. Pero
este siervo se encontró con la sorpresa muy desagradable, por cierto, de que
los que alquilaron el viñedo no estaban muy deseosos de pagarle algo. Más bien
lo agarraron y lo pegaron todo mal. Algunas versiones incluso traducen que “lo
apalearon” (v. 3 – NBE). Lo único que este siervo podía mostrarle a su amo
eran las heridas en todo su cuerpo que había sufrido.
¿Qué
habría hecho usted si fuera el dueño del campo? Posiblemente hubiéramos armado
un escándalo en contra de estos maleantes que se creían con autoridad de
decidir sobre el campo. Probablemente los habríamos denunciado ante las
autoridades, deseando que se pudran en la cárcel. Pero este hombre de la
parábola no hace nada de eso. Más bien envía a un segundo siervo. Pero él corrió
una suerte aún peor que el primero: lo golpearon de tal modo que “le
rompieron la cabeza y lo humillaron” (v. 4 – NVI).
¿Qué
hizo el dueño? Nada. Envió a un tercero, pero este ya no volvió más. Los
labradores lo mataron. Y así, dice Marcos, envió a muchos más. A algunos “sólo”
les pegaron, a otros los mataron. Pero para el dueño, el resultado siempre era
el mismo: no cobró nada, como si el arrendatario hubiera sido don Ramón…
Lo
que muestra este obrar del dueño del campo es su enorme paciencia para con
estos labradores ingratos. Nosotros los hubiéramos mandado a la luna después de
su rechazo al primer enviado. Pero este señor sigue y sigue procurando a las
buenas. ¿Por qué?
Este
dueño del campo representa a Dios. Los siervos son los profetas del Antiguo
Testamento. Ellos sufrieron en muchos casos exactamente lo que esta parábola
describe de los siervos. Dios había preparado una nación para que sea de
bendición para todos los pueblos de la tierra. Pero Israel se consideró
autónomo, independiente de Dios, usando su situación como pueblo elegido para
sus propios fines. Cuando Dios envió a sus profetas con el fin de juntar alguna
cosecha para el Señor, estos emisarios fueron vilmente rechazados. Muchos
sufrieron grave maltrato y hasta la muerte. Cuando Nehemías guió a su pueblo en
un arrepentimiento y avivamiento nacional, él expresó exactamente lo que Jesús
estaba explicando en esta parábola: “…tú les tuviste paciencia por mucho
tiempo, y por medio de tus profetas les diste muestras de tu espíritu. Pero
ellos no quisieron escucharte. Por eso los dejaste caer en manos de otros
pueblos” (Neh 9.30 – RVC).
Finalmente,
el hombre de esta parábola puso su último cartucho: un integrante de la misma
familia propietaria de este viñedo: su hijo. “Sólo le quedaba su hijo, a
quien amaba mucho. Finalmente decidió enviarlo, pues pensó: ‘A mi hijo sí lo
respetarán’” (v. 6 – TLA). Si con los demás enviados no había logrado lo
esperado, este recurso ahora era de peso pesado. Me llama la atención aquí una
palabra —o una frase— que Jesús agrega a este relato que lo hace mucho más
dramático todavía. No dice simplemente que era el hijo del dueño del viñedo,
sino que era su hijo “a quien amaba mucho”. Esto le da un peso mucho más pesado
todavía a este enviado.
¿Pero
resultó su plan? Al ver llegar al hijo, los viñadores conspiraron contra él,
así como lo habían hecho los hermanos de José cuando él fue enviado por su
padre a buscar información acerca de su bienestar. Estos arrendatarios
argumentaron que, si matarían a ese heredero, una vez que muera el propietario,
ellos como legalmente autorizados de usufructuar el viñedo, se quedarían como
dueños de todo. Con este relato, Jesús pone de manifiesto la profunda maldad
que había en los corazones de estos viñadores. El plan parecía perfecto. Por
más que era malvado, tenía cierta lógica. Lo he vivido también en cierto país
que la misma ley permite a alguien que alquila una casa, registrarse en la
instancia oficial correspondiente como el inquilino de esa propiedad. Con esto,
él se convierte en una especie de “segundo dueño”. Así que, el plan de estos
hombres parecía ser bueno, incluso con pinta de ser legal – siempre y cuando no
se los descubra como asesinos. Pero, el plan tenía un punto débil: el
propietario no había muerto todavía. ¿Acaso creían que él no iba a accionar
contra ellos? Por lo visto que no les importó ese “detalle insignificante”, y
ejecutaron su plan: “Dicho y hecho: lo agarraron, lo mataron y arrojaron su
cadáver fuera del viñedo” (v. 8 – NBD). Con una frialdad absoluta como si
hubieran matado a una mosca.
Creo
que ya nos damos cuenta que ese hijo del dueño representa a Jesús mismo. Con él
hicieron precisamente esto. El dato de que echaron el cadáver fuera del viñedo
puede hacer alusión a que Jesús murió fuera de Jerusalén. Los que le dieron
muerte no querían “contaminar” su ciudad con el cadáver de un enemigo suyo.
El
relato de Jesús termina con que ese “detalle insignificante”, como lo habían
considerado los viñadores, fue precisamente su ruina. El dueño, que tanta
paciencia había tenido con ellos, cayó con toda la fuerza sobre ellos, los mató
y entregó el viñedo a otros. Marcos pone esta condena en la boca de Jesús, pero
en el relato de Mateo vemos que Jesús se valió de una estrategia comunicativa
igual a la del profeta Natán cuando confrontó a David por su adulterio: él les
preguntó a sus oyentes acerca de su veredicto (Mt 21.40). Fueron ellos los que
sugirieron este proceder de parte del dueño de la viña. Según el contexto de
este relato en Mateo, los oyentes principales de esta parábola eran los
fariseos y escribas, los líderes religiosos de Israel. Recién al final cayeron
en cuenta de que Jesús estaba hablando por ellos; es decir, que ellos eran los
arrendatarios de este viñedo en el relato de Jesús. O sea, se acaban de
condenar a sí mismos sin darse cuenta.
Por
eso Jesús les lanza al final esta advertencia: “¿No han leído el pasaje de la
Escritura que dice: La piedra que rechazaron los constructores ha llegado a ser
la piedra principal del edificio” (v. 10 – BLA)? En otras palabras: ¿no se dan
cuenta que el “detalle insignificante” se convirtió en el asunto más importante
de toda la vida? La imagen es de unos constructores que erigen un edificio. Hay
una piedra en particular que ellos desecharon como inservible, pero que en
realidad era la piedra principal del fundamento, ubicada en un lugar
estratégico, sobre la cual descansaba todo el resto del edificio. Era una
equivocación dramática de no saber identificar aquello que realmente importa.
Los fariseos tenían ante sí al Salvador del mundo, enviado por Dios mismo, pero
lo desecharon como inservible, como “detalle insignificante”. En realidad, esta
parábola era otra vez como un último siervo enviado por Dios para que los
arrendatarios asientan cabeza y respondan adecuadamente según el contrato. Pero
no había caso. En vez de arrepentirse, se enojaron con Jesús y buscaban cómo
deshacerse de él. Pero como eran cobardes y tenían miedo de que el pueblo se
volviera contra ellos, se fueron. Pero no descansarían hasta lograr su
objetivo: matar al Hijo del Dueño.
¿Y
tú? ¿Quién es Jesús para ti? ¿Lo has hecho ya la “piedra de ángulo” de tu vida?
¿O sigues siendo un constructor de tu vida que lo desecha como “detalle
insignificante”? No seas tan ciego como estos arrendatarios que despreciaron la
paciencia tan grande de este dueño del viñedo, hasta que él tuvo que caer con
juicio severo sobre ellos. No seas como los fariseos que se enojaron contra
Jesús y no consideraron la última oportunidad que les dio de cambiar su vida. Dice
la Biblia: “¿No te das cuenta de lo bondadoso, tolerante y paciente que es
Dios contigo? ¿Acaso eso no significa nada para ti? ¿No ves que la bondad de
Dios es para guiarte a que te arrepientas y abandones tu pecado” (Ro 2.4 –
NTV)? “No es que el Señor se tarde en cumplir su promesa, como algunos
suponen, sino que tiene paciencia con ustedes, pues no quiere que nadie muera,
sino que todos se vuelvan a Dios” (2 P 3.9 – DHH). Así que, dile en este
momento: “Señor Jesús, yo me identifico con estos arrendatarios y con los
constructores ciegos e imprudentes. No quiero seguir desechando como ‘detalle
insignificante’ a lo que debe ser la base de toda mi vida. Te pido que tú me
perdones mi terquedad, que me limpies de todo pecado, y que seas mi Señor y
Salvador. Necesito que tú seas quien sostenga toda mi vida y quien le da
sentido y significado verdaderos. Gracias por tu paciencia y misericordia
conmigo. Amén.”
Si necesitas ayuda u orientación, o si quieres compartir conmigo tu decisión de convertir a Cristo en la “cabeza de ángulo” de tu vida, entonces escríbeme a mi WhatsApp. Será un placer recibir tu comunicación. Gracias por acompañarnos, y será hasta otro video más por este canal. Dios te bendiga.
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