sábado, 28 de mayo de 2022

Detalle insignificante

 



Hay veces en que busco afanadamente algo. Ando por toda la casa, removiendo cosas, tratando de encontrar cierto objeto. Pero no resulta. Hasta que viene alguien y me lo señala. He pasado por ahí cantidades de veces, quizás inclusive lo he tocado y removido, pero no lo he identificado como el objeto de mi búsqueda.

No sé si esa “habilidad” de no identificar lo que uno busca es exclusiva de los hombres, pero lastimosamente es característica de demasiada gente cuando esa búsqueda se da en lo espiritual. Se remueve lo que uno considera un “detalle insignificante” sin poder reconocer su verdadero valor. Así les pasó a los protagonistas de nuestra parábola del día. La encontramos registrada en tres evangelios del Nuevo Testamento, pero nos concentraremos hoy en el relato según Marcos. Él la registró en estas palabras:

“Jesús comenzó a hablarles por medio de parábolas: «Un hombre plantó una viña; le puso una cerca, le cavó un lagar, levantó una torre, y la arrendó a unos labradores. Luego se fue lejos.

A su debido tiempo, envió un siervo a los labradores para que le entregaran la parte de lo que la viña había producido. Pero los labradores lo agarraron y lo golpearon, y lo mandaron con las manos vacías. Volvió a enviarles otro siervo, pero a éste lo descalabraron y lo insultaron. Volvió a enviar otro más, y a éste lo mataron. Después mandó a muchos otros pero a unos los golpearon y a otros los mataron.

Todavía le quedaba uno a quien enviar, que era su hijo amado, y finalmente lo envió a ellos, pues pensó: ‘A mi hijo lo respetarán.’ Pero aquellos labradores se dijeron unos a otros: ‘Éste es el heredero. Vamos a matarlo, y la herencia será nuestra.’ Y lo agarraron y lo mataron, y luego arrojaron su cuerpo fuera de la viña.

¿Qué hará entonces el dueño de la viña? ¡Pues irá y matará a los labradores, y dará su viña a otros! ¿Ni siquiera han leído la escritura que dice: ‘La piedra que desecharon los constructores ha venido a ser la piedra angular. ¡Esto lo ha hecho el Señor, y a nuestros ojos es una maravilla!’?

Al darse cuenta de que Jesús había contado esta parábola por causa de ellos, quisieron aprehenderlo; pero como temían a la multitud lo dejaron y se fueron” (Marcos 12.1-12 – RVC).

Esta parábola se trata acerca de un empresario agrícola. Él preparó un terreno nuevo para el cultivo de la vid. Es llamativo aquí el esmero y la delicadeza con que este hombre preparó el lugar. Se entiende que ya plantó las vides con todo el soporte que ellas necesitan. Para resguardarlo, construyó un cerco alrededor. También preparó un lugar donde se solía prensar las uvas para hacer el vino. Y, también, construyó una torre de vigilancia para un guardia que desde un lugar más elevado podía supervisar y cuidar a toda la plantación. Este hombre pensó en todo. No se le escapó ningún detalle. Pero no era que él mismo iba a cultivar las uvas aquí, sino que lo preparó para alquilarlo a otros. Era una costumbre muy común alquilar su campo a cambio de cierto porcentaje de la cosecha. Hasta hoy en día se trabaja así, también aquí en Paraguay. Conozco gente que así lo hace.

Hoy en día en Paraguay no hablaríamos quizás de un viñedo. En el Chaco se hablaría de alguien que ofreció en alquiler una estancia completamente instalada y desarrollada.

O también lo podríamos compararlo con un empresario inmobiliario que construye casas y apartamentos totalmente amoblados para alquilarlos después.

Jesús usó aquí esta imagen del viñedo porque era algo muy común en el país y, además, el viñedo es usado en la Biblia como una representación de Israel.

Luego de hacer el contrato de arrendamiento del viñedo, el dueño se fue de viaje, lejos del lugar (v. 1). Desde allá él envió a uno de sus empleados a recoger la parte de la cosecha que le correspondía según el contrato de alquiler. Pero este siervo se encontró con la sorpresa muy desagradable, por cierto, de que los que alquilaron el viñedo no estaban muy deseosos de pagarle algo. Más bien lo agarraron y lo pegaron todo mal. Algunas versiones incluso traducen que “lo apalearon” (v. 3 – NBE). Lo único que este siervo podía mostrarle a su amo eran las heridas en todo su cuerpo que había sufrido.

¿Qué habría hecho usted si fuera el dueño del campo? Posiblemente hubiéramos armado un escándalo en contra de estos maleantes que se creían con autoridad de decidir sobre el campo. Probablemente los habríamos denunciado ante las autoridades, deseando que se pudran en la cárcel. Pero este hombre de la parábola no hace nada de eso. Más bien envía a un segundo siervo. Pero él corrió una suerte aún peor que el primero: lo golpearon de tal modo que “le rompieron la cabeza y lo humillaron” (v. 4 – NVI).

¿Qué hizo el dueño? Nada. Envió a un tercero, pero este ya no volvió más. Los labradores lo mataron. Y así, dice Marcos, envió a muchos más. A algunos “sólo” les pegaron, a otros los mataron. Pero para el dueño, el resultado siempre era el mismo: no cobró nada, como si el arrendatario hubiera sido don Ramón…

Lo que muestra este obrar del dueño del campo es su enorme paciencia para con estos labradores ingratos. Nosotros los hubiéramos mandado a la luna después de su rechazo al primer enviado. Pero este señor sigue y sigue procurando a las buenas. ¿Por qué?

Este dueño del campo representa a Dios. Los siervos son los profetas del Antiguo Testamento. Ellos sufrieron en muchos casos exactamente lo que esta parábola describe de los siervos. Dios había preparado una nación para que sea de bendición para todos los pueblos de la tierra. Pero Israel se consideró autónomo, independiente de Dios, usando su situación como pueblo elegido para sus propios fines. Cuando Dios envió a sus profetas con el fin de juntar alguna cosecha para el Señor, estos emisarios fueron vilmente rechazados. Muchos sufrieron grave maltrato y hasta la muerte. Cuando Nehemías guió a su pueblo en un arrepentimiento y avivamiento nacional, él expresó exactamente lo que Jesús estaba explicando en esta parábola: “…tú les tuviste paciencia por mucho tiempo, y por medio de tus profetas les diste muestras de tu espíritu. Pero ellos no quisieron escucharte. Por eso los dejaste caer en manos de otros pueblos” (Neh 9.30 – RVC).

Finalmente, el hombre de esta parábola puso su último cartucho: un integrante de la misma familia propietaria de este viñedo: su hijo. “Sólo le quedaba su hijo, a quien amaba mucho. Finalmente decidió enviarlo, pues pensó: ‘A mi hijo sí lo respetarán’” (v. 6 – TLA). Si con los demás enviados no había logrado lo esperado, este recurso ahora era de peso pesado. Me llama la atención aquí una palabra —o una frase— que Jesús agrega a este relato que lo hace mucho más dramático todavía. No dice simplemente que era el hijo del dueño del viñedo, sino que era su hijo “a quien amaba mucho”. Esto le da un peso mucho más pesado todavía a este enviado.

¿Pero resultó su plan? Al ver llegar al hijo, los viñadores conspiraron contra él, así como lo habían hecho los hermanos de José cuando él fue enviado por su padre a buscar información acerca de su bienestar. Estos arrendatarios argumentaron que, si matarían a ese heredero, una vez que muera el propietario, ellos como legalmente autorizados de usufructuar el viñedo, se quedarían como dueños de todo. Con este relato, Jesús pone de manifiesto la profunda maldad que había en los corazones de estos viñadores. El plan parecía perfecto. Por más que era malvado, tenía cierta lógica. Lo he vivido también en cierto país que la misma ley permite a alguien que alquila una casa, registrarse en la instancia oficial correspondiente como el inquilino de esa propiedad. Con esto, él se convierte en una especie de “segundo dueño”. Así que, el plan de estos hombres parecía ser bueno, incluso con pinta de ser legal – siempre y cuando no se los descubra como asesinos. Pero, el plan tenía un punto débil: el propietario no había muerto todavía. ¿Acaso creían que él no iba a accionar contra ellos? Por lo visto que no les importó ese “detalle insignificante”, y ejecutaron su plan: “Dicho y hecho: lo agarraron, lo mataron y arrojaron su cadáver fuera del viñedo” (v. 8 – NBD). Con una frialdad absoluta como si hubieran matado a una mosca.

Creo que ya nos damos cuenta que ese hijo del dueño representa a Jesús mismo. Con él hicieron precisamente esto. El dato de que echaron el cadáver fuera del viñedo puede hacer alusión a que Jesús murió fuera de Jerusalén. Los que le dieron muerte no querían “contaminar” su ciudad con el cadáver de un enemigo suyo.

El relato de Jesús termina con que ese “detalle insignificante”, como lo habían considerado los viñadores, fue precisamente su ruina. El dueño, que tanta paciencia había tenido con ellos, cayó con toda la fuerza sobre ellos, los mató y entregó el viñedo a otros. Marcos pone esta condena en la boca de Jesús, pero en el relato de Mateo vemos que Jesús se valió de una estrategia comunicativa igual a la del profeta Natán cuando confrontó a David por su adulterio: él les preguntó a sus oyentes acerca de su veredicto (Mt 21.40). Fueron ellos los que sugirieron este proceder de parte del dueño de la viña. Según el contexto de este relato en Mateo, los oyentes principales de esta parábola eran los fariseos y escribas, los líderes religiosos de Israel. Recién al final cayeron en cuenta de que Jesús estaba hablando por ellos; es decir, que ellos eran los arrendatarios de este viñedo en el relato de Jesús. O sea, se acaban de condenar a sí mismos sin darse cuenta.

Por eso Jesús les lanza al final esta advertencia: “¿No han leído el pasaje de la Escritura que dice: La piedra que rechazaron los constructores ha llegado a ser la piedra principal del edificio” (v. 10 – BLA)? En otras palabras: ¿no se dan cuenta que el “detalle insignificante” se convirtió en el asunto más importante de toda la vida? La imagen es de unos constructores que erigen un edificio. Hay una piedra en particular que ellos desecharon como inservible, pero que en realidad era la piedra principal del fundamento, ubicada en un lugar estratégico, sobre la cual descansaba todo el resto del edificio. Era una equivocación dramática de no saber identificar aquello que realmente importa. Los fariseos tenían ante sí al Salvador del mundo, enviado por Dios mismo, pero lo desecharon como inservible, como “detalle insignificante”. En realidad, esta parábola era otra vez como un último siervo enviado por Dios para que los arrendatarios asientan cabeza y respondan adecuadamente según el contrato. Pero no había caso. En vez de arrepentirse, se enojaron con Jesús y buscaban cómo deshacerse de él. Pero como eran cobardes y tenían miedo de que el pueblo se volviera contra ellos, se fueron. Pero no descansarían hasta lograr su objetivo: matar al Hijo del Dueño.

¿Y tú? ¿Quién es Jesús para ti? ¿Lo has hecho ya la “piedra de ángulo” de tu vida? ¿O sigues siendo un constructor de tu vida que lo desecha como “detalle insignificante”? No seas tan ciego como estos arrendatarios que despreciaron la paciencia tan grande de este dueño del viñedo, hasta que él tuvo que caer con juicio severo sobre ellos. No seas como los fariseos que se enojaron contra Jesús y no consideraron la última oportunidad que les dio de cambiar su vida. Dice la Biblia: “¿No te das cuenta de lo bondadoso, tolerante y paciente que es Dios contigo? ¿Acaso eso no significa nada para ti? ¿No ves que la bondad de Dios es para guiarte a que te arrepientas y abandones tu pecado” (Ro 2.4 – NTV)? “No es que el Señor se tarde en cumplir su promesa, como algunos suponen, sino que tiene paciencia con ustedes, pues no quiere que nadie muera, sino que todos se vuelvan a Dios” (2 P 3.9 – DHH). Así que, dile en este momento: “Señor Jesús, yo me identifico con estos arrendatarios y con los constructores ciegos e imprudentes. No quiero seguir desechando como ‘detalle insignificante’ a lo que debe ser la base de toda mi vida. Te pido que tú me perdones mi terquedad, que me limpies de todo pecado, y que seas mi Señor y Salvador. Necesito que tú seas quien sostenga toda mi vida y quien le da sentido y significado verdaderos. Gracias por tu paciencia y misericordia conmigo. Amén.”

Si necesitas ayuda u orientación, o si quieres compartir conmigo tu decisión de convertir a Cristo en la “cabeza de ángulo” de tu vida, entonces escríbeme a mi WhatsApp. Será un placer recibir tu comunicación. Gracias por acompañarnos, y será hasta otro video más por este canal. Dios te bendiga.

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