Hay momentos en la vida que valen la
pena ser recordados. Ciertos sucesos o experiencias nos marcan profundamente.
Pero como la mente humana y la memoria son tan frágiles, desde la antigüedad
las personas acostumbran poner cierto elemento como recordatorio. Es por eso,
por ejemplo, que en las iglesias celebramos la Santa Cena como un recordatorio
de la obra de Cristo a favor de nosotros. También encontramos en las diferentes
ciudades monumentos que representan a cierto personaje de la historia o algún
evento trascendental en la historia de esa ciudad.
Como iglesia estamos de aniversario.
Este martes cumplimos 18 años; alcanzamos mayoría de edad. No tenemos un
monumento físico para marcar un hito en la historia de nuestra iglesia, pero el
evento en sí es siempre una oportunidad para detenerse y mirar el camino
recorrido. ¿Qué experiencias hemos tenido con el Señor, tanto en lo individual
como también como iglesia? ¿Qué nos ha marcado en estos 18 años? ¿Qué lecciones
hemos aprendido? ¿Por cuáles luchas hemos pasado? Preguntas como estas nos
ayudan a analizar nuestro pasado y sacar conclusiones y enseñanzas valiosas
para nuestras vidas.
Había un momento en la vida del
pueblo de Israel en que éste tuvo una profunda experiencia con el Señor. El
pueblo experimentó un avivamiento, y Dios se manifestó de una manera
sobrenatural. Fue ahí que el profeta Samuel edificó un monumento. No era una
enorme construcción sofisticada, sino simplemente una piedra. Mi esposa nos va
a recordar ahora ese momento y qué fue lo que dijo Samuel en relación a este
hecho.
Mercedes: “Tomó luego Samuel una
piedra, la colocó entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, porque
dijo: ‘Hasta aquí nos ayudó Jehová’” (1 S 7.12 – RV95).
“Hasta aquí nos ayudó Jehová.” ¡Qué
tremendas palabras! Son expresiones de alguien que declara su total dependencia
del Dios todopoderoso. Son expresiones de alguien que reconoce sus propias
limitaciones y de que nada puede hacer por sí mismo. Todo lo hizo Dios. Era por
su ayuda y su intervención que el pueblo de Israel pudo, en el contexto de este
versículo, volver a dirigir su corazón al Señor y también vencer a los
filisteos. En toda su historia hasta ese momento, Dios les había ayudado.
Si miramos atrás como iglesia, si
algo ha pasado en estos 18 años, fue única y exclusivamente por la obra de Dios
a favor de su pueblo. Los seres humanos, lo único para lo que somos buenos, es
para obstaculizar la obra de Dios; para “ponerle piedras en el camino”. Así
que, nadie puede atribuirse la gloria de nada, sino dirigir toda alabanza y
gloria a nuestro Dios, Dueño, Fundador y Salvador de su iglesia. ¿Podemos
reconocer sus “huellas” en la historia de esta iglesia? Si como iglesia estamos
donde estamos, también ha sido porque Dios nos ha ayudado. Y al igual que el
pueblo de Israel que experimentó un avivamiento después de humillarse y
arrepentirse, nosotros podemos hallar también gracia y perdón por los
obstáculos que hemos puesto al obrar de Dios, si nos arrepentimos de nuestros
pecados y desaciertos. Pueden ser obstáculos de indiferencia hacia Dios y su
iglesia, tibieza en la relación con Dios, desobediencia a sus mandatos, etc.
Cuando nos volvamos en serio hacia él, también experimentaremos su
intervención, y también podremos decir: “Hasta aquí me ayudó Jehová. Por su
gracia estoy donde estoy.”
Dijimos que un aniversario es un
buen momento para mirar atrás y observar el camino recorrido. Pero no podemos
quedarnos ahí. Seríamos de quienes Jesús dijo: “Nadie que mire hacia atrás,
después de poner la mano en el arado, es apto para el reino de Dios” (Lc
9.62 – RVC). La mirada retrospectiva sólo debe servirnos como orientación para
detectar de dónde venimos y cómo ha sido nuestro camino. No debemos quedarnos
estancados en el pasado, llorando las glorias que vivimos en aquel entonces y
que ahora supuestamente ya no hay. La información que recogemos del pasado nos
debe servir para determinar si vamos por buen camino o si es necesario hacer
alguna corrección. La huella que hemos caminado hasta aquí nos muestra la
tendencia que está tomando el rumbo de mi vida. A lo mejor, mirándome hoy,
pienso que no estoy tan mal. Pero comparado con cómo estuve, puedo detectar una
curva que estoy dando en mi caminar y que a la larga me apartará lejos del
camino correcto. Así que, nuestro enfoque debe ser el camino delante de
nosotros, nuestro objetivo, el plan de Dios para nosotros en lo individual y
como iglesia.
Además, como dije al principio,
cumplimos 18 años, que en la vida de una persona sería mayoría de edad, según
las leyes nacionales. Para muchos, llegar a ser mayor de edad significa
licencia para hacer lo que le dé la gana. En cambio, para nosotros, llegar a
ser mayor de edad significa asumir mayor compromiso. ¿En qué podemos —o
debemos— crecer como iglesia? Al final volvemos otra vez a este punto.
Por lo tanto, ¿qué hay en cuanto al
futuro de la iglesia? Si Jehová nos ayudó hasta aquí, ¿qué será de
esto en el futuro? Encontramos en cuanto a esto un versículo muy consolador en
Hebreos 13.8 que nos recitará Mercedes ahora:
Mercedes: “Jesucristo es el mismo
ayer, hoy, y por los siglos” (He 13.8 – RVC).
Jesús nunca cambia. Dios jamás será
diferente de lo que fue en el pasado. Si hasta aquí nos ayudó, nos seguirá
ayudando también en el futuro, ¡sin lugar a dudas! Que en lo particular o como
iglesia experimentemos su ayuda depende ya si nos dejamos ayudar o no. El
orgullo está tan profundo en nosotros que siempre queremos ser autosuficientes.
Todo lo queremos resolver por nosotros mismos – y así nos va. Si Jehová te
ayudó a ti hasta aquí, ¿en qué sentido o en qué área te gustaría que te ayude
en el futuro? ¿Dónde ves que tu autosuficiencia tan sólo te embarró más de lo
que ya estabas? ¿En qué dirección deseas que Dios ayude a nuestra iglesia? Como
cumpleañera que es la iglesia, ¿qué buen deseo le podrías expresar? Puedes
publicar tus deseos luego en el grupo de WhatsApp. Y puedes agregar también en
qué te comprometes a colaborar para que este tu deseo se cumpla. Como dije
recién, llegar a cumplir mayoría de edad implica asumir mayor compromiso. Este
compromiso debe empezar por cada uno. Es cierto, la iglesia es del Señor y todo
lo hace él – generalmente a través de nosotros sus hijos. “La iglesia” no es un
ser con vida propia. Es la suma de todos los miembros que la componemos. Por lo
tanto, cuanto más compromiso asume el individuo, tanto mayor compromiso,
madurez y crecimiento alcanza la iglesia. Así que, en vez de ser piedras en el camino
de Dios, seamos instrumentos en sus manos para que su obra pueda progresar en
este lugar. ¿Qué deseas para esta iglesia? ¿Qué compromiso asumes para que este
tu deseo se cumpla? Compártalo en el grupo.
He pedido esto mismo también al
equipo pastoral. Como grupo de líderes tenemos nuestros deseos para la iglesia.
En seguida algunos de los integrantes del equipo pastoral les darán sus regalos
para este aniversario. Pero quiero empezar yo: Mi deseo es lo que expreso de
una u otra manera en casi todos los saludos de cumpleaños que envío a cada uno
de ustedes a lo largo del año, y es este: que tu vida sea para honra y gloria
del Señor. Y eso en las diferentes áreas: que tu vocabulario honre a Dios; que
tus pensamientos sean puros y santos y glorifiquen a tu Señor; que tu
testimonio, tu estilo de vida, muestre a los demás quién es tu Dios; etc. Eso
es lo que deseo para cada uno y lo que pido constantemente al Señor para cada
miembro de Costa Azul y para mí mismo. ¡Que Dios sea glorificado a través de ti
y a través de mí! ¿En qué me comprometo a que este sueño se cumpla? En primer
lugar, intento dar el ejemplo; segundo, de alguna forma está presente este tema
en todas mis prédicas; tercero, proveo continuamente de contenido (reflexiones,
textos bíblicos, etc.) en el grupo de la iglesia y en mi estado que todo quiere
colaborar a que conozcamos más la Palabra de Dios y vivamos de acuerdo a ella;
y cuarto, estoy disponible para todo el que me deje ser su pastor y quiera ser
guiado y acompañado en este proceso lento y largo de crecimiento para dar más y
más gloria a Dios.
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