lunes, 30 de mayo de 2022

El Salmo 91, ¿es un amuleto?

 






            Cuando empezó la pandemia, el Salmo 91 adquirió fama mundial. Miles de veces se ha citado este poema. Casi se convirtió en una especie de amuleto que con su poder mágico cubriría a quien lo recite como con un cascarón impenetrable para el Covid-19.

            Otro caso: Hace muchos años atrás tuvimos bastante contacto con una hermana torturada por poderes demoníacos. Ella ya sabía el Salmo 91 de memoria, y cada vez que le llegaban los ataques del mundo de las tinieblas, ella recitaba todo el Salmo en su lucha por protegerse.

            ¿Cumple el Salmo 91 esa función? ¿Es este Salmo un amuleto? Hoy queremos analizar este texto, y con esto contestar estas preguntas.

 

            FSalmo 91

 

            ¡Qué hermoso Salmo!, ¿no es cierto? Realmente, al leerlo una y otra vez, pareciera que nos estuviera metiendo en un tipo de burbuja en la cual ningún poder maligno tiene posibilidad alguna de tocarnos. Con razón que tanta gente lo ha citado innumerables veces durante esta pandemia, sea para infundirse ánimo a sí mismos, o para justificar con él su propia imprudencia disfrazada de fe. Pero, ¿es este realmente su mensaje de este Salmo? Veamos.

            El salmista, que en este caso no tenemos indicación alguna de quién podría haber sido, empieza estableciendo dos de los atributos más conocidos de Dios: que es el Dios altísimo y el Dios todopoderoso. Estos atributos son la traducción y el significado de dos de los nombres con los que Dios se ha dado a conocer: “Elyon” y “El Shaddai”. Estos nombres indican que no hay ser ni circunstancia ni poder más alto o más grande que Dios. Nada ni nadie puede contra él. Él tiene la autoridad, el poderío, el gobierno absoluto sobre absolutamente todo. Esto es muy importante para entender el resto de este Salmo. Esa descripción es la razón de la completa confianza mostrada por el salmista a lo largo de todo el Salmo. Él puede expresarse en términos tan absolutos porque se sabe cubierto por un ser tan absoluto. Y, de hecho, ya en el primer versículo él lo dice expresamente: “El que habita a la sombra del Altísimo, se acoge a la protección del Todopoderoso” (v. 1 – PDT). “Habitar” significa permanencia. Donde yo habito, yo echo raíces. No estoy de paso. No estoy de visita. Es donde yo me establezco y donde desarrollo mi rutina diaria. En lo espiritual, “habitar a la sombra del Altísimo” es un estado continuo de estar bajo la cobertura de este Dios. La sujeción a Dios es un estilo de vida para esa persona. Ella no trata a Dios como si fuese un bombero al que sólo lo llama cuando las papas queman. No es alguien que recita este Salmo cuando se siente amenazado por un virus.

            Tenemos que entender muy claramente que esta frase es una declaración, un reconocimiento del ser de Dios, pero también es una condición: recibe protección sólo él que “habita” en la presencia de Dios. Nadie puede reclamar el socorro de Dios si todo el resto del tiempo no le da atención alguna, o sólo cuando le conviene. En su misericordia, Dios igual muchas veces nos protege, aun cuando hemos estado lejos de su voluntad. La gracia de Dios es inmensa.

            Esta experiencia de comprobar en carne propia la protección de Dios hace que el salmista lo describa a Dios como su “refugio” y “fortaleza” (v. 2). Ya nos hemos encontrado varias veces en los Salmos con esta imagen. En el versículo 4 habla, además, de las plumas y las alas con las que Dios lo cubre para protegerle. Esto nos da la imagen de una clueca que cubre a sus pollitos, o de los querubines que cubrían con sus alas el arca de pacto en el templo. ¿Qué implica que el salmista tenga que refugiarse en Dios? Significa que estaba en graves peligros por amenazas externas, y que, si no se refugiaba rápidamente para ponerse a salvo, estas amenazas podrían afectarlo seriamente. Es lo que hacemos cuando de pronto se levanta una feroz tormenta. Si estamos afuera, vamos corriendo a la casa, cerramos firmemente puertas y ventanas y clamamos a Dios que mantenga el techo en su lugar. ¿Pero para qué nos refugiaríamos, sea en la casa o en Dios? ¿Acaso no bastaría con lanzarles a gritos el Salmo 91 a esos nubarrones atemorizantes para que se den media vuelta y se vayan por donde vinieron? El salmista indica en este poema que él sí necesita un refugio; que sí atraviesa graves problemas. Por tal motivo él está agradecido por vivir bajo la protección del Dios todopoderoso.

            Casi todo el resto del Salmo consta de diferentes imágenes que ilustran esa protección de Dios y que expresan la absoluta confianza que el salmista tiene en su Dios. Antes de entrar a revisar estas imágenes, déjenme aclarar lo siguiente: este Salmo es un ejemplo magnífico para ilustrar o ejemplificar las diferencias entre los variados géneros literarios de la Biblia.

            Por ejemplo: Las narraciones del Antiguo Testamento, como las historias de José, de Moisés, de David, etc. tienen el propósito de transmitir información de cómo sucedieron los hechos. Su énfasis no está en enseñar doctrina. Tampoco pretenden presentar modelos a seguir. A veces aprendemos de las historias lo que no debemos hacer.

            Por otro lado, los Salmos son canciones, poemas u oraciones, muchas veces escritos para el culto en el templo. Es poesía, y el lenguaje poético exalta ideales, a veces con muchas flores y moñitos que le pone. Basta con sólo revisar el folclore paraguayo. Todos cantan a la mujer, a su pueblito natal, a la vida del campo, al amor, a su maestro, etc., pero en expresiones de lo más románticos: “India, bella mezcla de diosa y pantera…”; “Una noche tibia nos conocimos junto al agua azul de Ypacaraí…”; “Un tierno canto quiero brindarte al recordarte, mi Santaní, vergel florido, cuna de amores, donde he vivido siempre feliz.”; “¿Quiere escuchar mi historia, señor? Soy de la Chacarita. Con permiso del camalotal, con adobe alcé mi casita. No hay paisaje más bello, señor, que el de nuestra bahía. Ni el pincel del más bueno y más noble pintor pintó cosa más linda…”; “La carreta es el rancho que camina. Con el tiempo ha dormido en su rodar en el alma apacible del labriego, con su ansia fatigada de esperar.” Y así podríamos seguir por mucho tiempo más. A juzgar por la letra de estas canciones, sus compositores parecieran haber vivido en un paraíso de eterna gloria. Sus textos muchas veces no reflejan los problemas que con seguridad también han tenido. Damos por sentado que la realidad no siempre ha sido tanto así como lo describen estas canciones. Bueno, así los Salmos muchas veces también exaltan el ideal. Pero no debemos olvidar que el lenguaje poético quiere ilustrar algo sin que se tenga que entenderlo en forma literal. Porque si fuera así, ¿cuándo fue la última vez que te fuiste al campo a comer pasto? Sí, porque el Salmo 23 dice que Jehová es tu pastor que te hace descansar en delicados pastos y que te pastorea junto a aguas de reposo. En lugar de decir: “Dios me cuida tiernamente”, el poeta expresa esa misma idea usando la imagen de un pastor velando por el bienestar de su oveja. Algo muy parecido pasa con las parábolas. El reino de los cielos no es una semilla de mostaza, pero esa semilla sirve de imagen para ilustrar una verdad espiritual.

            Entonces, este Salmo 91 muestra con múltiples imágenes que Dios, el refugio seguro, es totalmente digno de toda confianza. El versículo 3 dice que Dios libra del lazo del cazador y de la peste destructora al que habita bajo su sombra protectora. Quizás entendemos esto como que nada ni nadie nos podrá tocar jamás. Pero el “librar” también se puede entender como que ya caíste en la trampa, como que el cazador ya te atrapó con el lazo, ya caíste en cama con la peste del momento, pero ahí viene Dios, abre la trampa y te libera otra vez, corta el lazo que te tenía atado y restaura otra vez tu salud. O sea, no es que uno vive en una burbuja en que nada le puede pasar al hijo de Dios. Pero sí tenemos a nuestro lado alguien que nos ayuda en medio de todas estas aflicciones. Es por eso que no hay motivo para tener miedo (v. 5). Claro, cuando uno está así enredado en los lazos de personas malintencionadas, cuando uno da positivo al test de Covid, uno sí tiene miedo. Pero es ahí justamente el momento para dirigir su mirada a su refugio y castillo, al Dios todopoderoso. Y cuando nos concentramos en él, el alma puede alcanzar la paz aun en medio de la peor tormenta que nos toca atravesar en la vida.

            “A tu izquierda caerán mil, y a tu derecha caerán diez mil, pero a ti no te alcanzará la mortandad” (v. 7 – RVC). Quizás este ha sido uno de los versículos más citados durante la pandemia. ¿Será literalmente así? Bueno, miren a su alrededor en el marco de las IEBs. Hasta este momento ha habido relativamente pocos casos positivos de Covid entre miembros de las IEBs, y ni un solo muerto. A diestra y siniestra vemos caer muertos a personas jóvenes, fuertes, sanos, y una hermana Claudia, con sendas enfermedades de base, sale ilesa de esta aflicción. La pasó mal, por supuesto, pero ni siquiera llegó a internarse. Estuvo lado a lado con otra persona por la que estamos orando en este momento como iglesia, pero ella pudo regresar a su casa mientras que la otra persona quedó internada con oxígeno en estado delicado. La hermana Sonia nos ha compartido en varias oportunidades los milagros sobrenaturales que ha vivido en su familia. ¿Acaso no somos testigos presenciales de lo que dice este versículo? Pero entiéndanme bien: este versículo no dice que jamás nos vamos a enfermar. Ya lo hemos visto en los versículos anteriores y lo hemos visto en los ejemplos que cité. El curso normal del ser humano es que va decayendo con el tiempo, y en algún momento el cuerpo dice: “No puedo más.”, y nos vamos al más allá. Así que, este Salmo no quiere indicar que no habrá enfermedad y muerte para los hijos de Dios. Y hay muchos cristianos que han fallecido a causa del coronavirus, pero son excepciones que confirman la regla: Dios está con nosotros y nos protege en medio de todo esto. El salmista dice que hasta envía un ejército de ángeles para protegernos (v. 11). Yo digo que ningún hijo de Dios muere de Covid, sino de la voluntad de Dios. Si el plan de Dios es que viva, ni mil virus mortales lo podrán llevar al otro lado. Y si el plan de Dios para esa persona ya se completó, entonces ningún estado vigoroso y saludable de la persona ni ningún avance de la ciencia lo podrán mantener con vida. Dios tiene la última palabra en todo.

            Y es precisamente Dios mismo que al final del Salmo toma la palabra y confirma las expresiones de fe y confianza del salmista: “Yo lo pondré a salvo, porque él me ama. Lo enalteceré, porque él conoce mi nombre. Él me invocará, y yo le responderé; estaré con él en medio de la angustia. Yo lo pondré a salvo y lo glorificaré” (vv. 14-15 – RVC). ¡Qué preciosa promesa! Dios no dice que él desviará todas las angustias de los que lo aman, sino que él estará con nosotros en medio de esa angustia que nos toca vivir. Frecuentemente lo sentimos tan lejos a Dios en estos momentos. Hasta nos preguntamos si se interesa por lo que estamos pasando; si siquiera se enteró de nuestra aflicción. Y miramos arriba a ver si lo podemos encontrar en algún lado, y no nos damos cuenta que está bien al lado nuestro, sosteniéndonos y fortaleciéndonos para que podamos soportar y salir vivos de esa aflicción. ¡Gloria a Dios!

            Vuelvo a la pregunta del inicio: ¿Es el Salmo 91 un amuleto? Si prestaron atención a la prédica podrán dar la respuesta. No es ningún amuleto que por simplemente recitarlo aleja todos los males. Tampoco es una promesa que jamás nos tocará ningún mal. Nuestra propia experiencia y la de todos los cristianos del mundo nos demuestra lo contrario: los hijos de Dios también pueden sufrir tremendas desgracias. El Salmo 91 es una expresión sublime de absoluta confianza en Dios, su refugio y fortaleza. Podemos testificar que es cierto lo que Dios dice al final: que él está siempre a nuestro lado en medio de las peores tormentas. De mejor manera no podría terminar este Salmo. Empezó con nuestra declaración de Dios como nuestro refugio y fortaleza, y termina con Dios confirmando que efectivamente lo es. Y entre medio están todas las vivencias que nos toca vivir a diario. Refúgiate en Dios, sea que estés alegre y victorioso o que estés pasando por un calvario. Él es tu amparo y fortaleza. Habita al abrigo del Altísimo.


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