sábado, 28 de mayo de 2022

El epitafio

 



¿Qué te gustaría que diga el epitafio sobre tu tumba? ¿Cómo quisieras que termine tu vida? O, mejor dicho: ¿cómo quisieras que transcurra tu vida de hoy en adelante hasta el final de la misma? Tengo hoy dos opciones para presentarte, y de la cual debes elegir una. Estas dos opciones encontramos en el Salmo 1, con lo que empezamos una nueva serie de predicaciones acerca de una selección de Salmos. Veamos qué opciones nos presenta el autor de este Salmo.

F Salmo 1

En la vida nos toca vivir momentos buenos, agradables, edificantes, productivos, y también esos otros que quisiéramos que no existan: momentos frustrantes, desagradables, aplastantes, improductivos, en fin, momentos para el olvido. Y usted sabe muy bien que para un cristiano eso no es diferente. Incluso en nuestra relación con Dios no siempre es todo viento en popa. Vienen las tentaciones y pruebas, se mete nuestro egoísmo y voluntad propia, recibimos el ejemplo o consejo desacertado de otros y nos vamos apartando de lo correcto. No importa si te apartaste totalmente de Dios, si caíste en alguna tentación, si te enfriaste espiritualmente, si estás creyendo algo que no concuerda con la Biblia, en cada caso de apartarse de lo correcto, de la verdad, el proceso es siempre el mismo. Y siempre es un proceso. No sucede que estás apasionado por Dios un día, y al siguiente frío como hielo. No estás en una vida en santidad hoy, y mañana embarrado de pecado hasta la coronilla. Siempre es un proceso. Puede ser un proceso más rápido en algunos casos y más lento en otros, pero siempre sigue un patrón que el salmista nos describe en el primer versículo de este Salmo.

Este versículo —y en general todo el Salmo— declara inmensamente feliz a una persona correcta. Y para ilustrar lo que es lo correcto, utiliza lo que es completamente lo opuesto. Entonces este versículo felicita de todo corazón a toda persona que es lo suficientemente prudente y sabio como para no entrar en este proceso cuesta abajo. Es humanamente casi imposible salir de este desliz hacia la destrucción, la desobediencia, la caída en pecado, el sucumbir ante la tentación, una vez entrado en este camino. Este proceso resbaladizo se inicia con “andar en compañía de malvados” o “seguir el consejo de los malvados” (v. 1). Esto ocurre cuando uno aparta la vista de la meta, de lo correcto, de lo divino para concentrarse en lo que es lo opuesto. Fíjense que está andando todavía. Está todavía en movimiento. Pero su enfoque ha cambiado. No está centrando más su atención y sus pensamientos “…en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo puro, en todo lo agradable, en todo lo que tiene buena fama … en toda clase de virtudes, en todo lo que merece alabanza” (Flp 4.8 – DHH), como Pablo lo recomienda a los filipenses. Todo desastre en la vida empieza por perder de vista lo esencial, lo correcto, el objetivo. Es como una persona que está manejando por la ruta, pero mirando por la ventanilla del costado. Sabemos que es sólo cuestión de tiempo hasta que ocurra el desastre. Podemos ilustrarlo con un hombre que está en el camino, pero de repente su atención es cautivada por una mujer sumamente atractiva al costado del camino. Y mientras sigue en movimiento, se queda mirando a esa mujer. A este punto es todavía relativamente fácil corregir este error, si es que uno se da cuenta del peligro en que está por concentrarse en otras cosas que lo correcto.

Pero si uno no corrige su enfoque, sino sigue pensando en lo atractivo del pecado —como lo dijo nuestro pastor en Bolivia: “Da gusto pecar, porque de otro modo no lo haríamos.”—, ahí viene la segunda velocidad en el desliz hacia el pecado: “se detiene a hablar con pecadores” (v. 1 – RVC). A estas alturas es cuestión de tiempo no más ya hasta que se haya consumado el pecado. De atraer la atención de la persona, el pecado ya pasa a cautivarla totalmente, de modo que la persona ya se detiene para hablar con los pecadores. Ya no está en movimiento. Ya quedó atrapado por el encanto del pecado. Se relaciona intencionalmente con lo que es la fuente de su tentación. En el ejemplo del hombre y la mujer, él busca intencionalmente el contacto con ella y desarrolla cierta relación con la mujer. Esto ya es sumamente grave y peligroso, pero si a este punto le alcanza la gracia divina, la persona puede todavía volver atrás antes de que sea demasiado tarde, por más que su integridad ya haya sufrido fisuras peligrosas. Pero para Dios no hay nada imposible.

Sin embargo, a estas alturas nos hemos concentrado y dejado enredar tanto por lo que nos aleja de Dios y de su voluntad para nosotros que hasta ni queremos volver. Sabemos bien que nos estamos poniendo la soga al cuello, pero no nos importa, porque el desliz hacia abajo ya es demasiado veloz. Ahí llega la última estación, la consumación del pecado: la persona “se sienta a conversar con blasfemos” (v. 1 – RVC). Ya se habituó totalmente a esta situación, su peregrinaje espiritual se detuvo por completo y ya se hizo un nido en medio del fango. El Salmo expresa que “cultiva la amistad de los blasfemos” (NVI); que comparte su vida consciente e intencionalmente con el pecado. Está tan lejos del ideal, de la voluntad de Dios para él, y tan embarrado del pecado que creerá que es imposible volver a los caminos perfectos del Señor. Pero, ¿está todo perdido a estas alturas? ¡Gracias a Dios que no, si dejamos que él nos restaure! Sí, quedaremos marcados por el pecado, en algunos casos quizás inclusive con consecuencias de por vida, pero no hay situación que la misericordia de Dios no pueda perdonar para darnos una segunda, tercera o milésima oportunidad. Si bien el Salmo felicita a quien no pasó por esta experiencia, la gracia de Dios nos puede tornar como si nunca hubiéramos pasado por nada tan dramático como lo descrito en este primer versículo. Siempre podemos volver a recuperar el estatus descrito de una persona que vive según los parámetros divinos: “se deleita en la ley del Señor, y día y noche medita en ella” (v. 2 – RVC). La Palabra de Dios es lo máximo para esta persona. No se refiere únicamente a que la Biblia le produce algún placer, sino describe más bien que la persona hace uso de su voluntad para comprometerse a obediencia a la Palabra de Dios. Para eso la medita de día y de noche, como una vaca rumea el pasto que ha acumulado en su panza durante el día y lo muele y muele para sacarle el máximo provecho. ¿Qué es lo que da vueltas y vueltas en tu cabeza? ¿Son preocupaciones, pensamientos de rencor contra alguien o es la Palabra de Dios? ¿Qué es lo primero que viene a tu mente cuando te despiertas de madrugada o cuando suena el despertador?

Otra característica de una persona que vive según los principios divinos es su frescura y vigor espiritual. El salmista lo ilustra aquí con un árbol a orillas de un río. Con la sequía de este año vemos por todos lados como es cuando una planta no tiene suficiente agua. Aquí se describe a alguien conectado continuamente a la fuente de alimento espiritual que lo vuelve productivo en todo lo que hace. Aunque dijeres que esto no te describe en este momento, siempre puede llegar a ser tu característica, si le dejas a Dios el mando de tu vida.

Y un último beneficio de nuestra fidelidad a Dios que menciona el Salmo es que Dios mismo vela por nuestra vida. El versículo 6 dice que “el Señor conoce el camino de los justos…” (RVC). Cuando la Biblia habla de “conocer”, se refiere a una relación personal y muy cercana. Es decir, Dios sabe, se interesa y se ocupa de cada detalle de la vida del justo. Por eso, muchas Biblias dicen que Dios “protege” o “cuida” el camino de los justos. En palabras de Jesús: “¡Dios sabe hasta cuántos cabellos tienen ustedes en la cabeza” (Mt 10.30 – TLA)! El que tiene tal conocimiento de los mínimos detalles de nosotros, ¿acaso no se ocupará mucho más todavía de los asuntos importantes de nuestra vida? ¿No creen que vale la pena serle fiel a Dios?

Entonces, estas características, si no son, pueden llegar a ser parte de tu vida. Pero, ¿qué sucede si a alguien no le interesan los mandamientos de Dios y quiere ir por su propio camino? Mientras que el justo es comparado con un árbol macizo, fuerte, fructífero, el malvado, es decir, el que no le tiene en cuenta a Dios, es comparado con una paja. Mientras que el justo está plantado junto al arroyo, esta paja es llevada por el viento de un lugar a otro, sin arraigo, sin voluntad propia, sin producir nada. Mientras el árbol con sus raíces es capaz de enfrentar las peores tormentas, esta paja no tiene la menor posibilidad de mantenerse en pie. Es títere en manos de cualquiera porque no tiene cómo defenderse. Su vida está sobre piso resbaladizo y cualquiera lo hace caer. Se enreda en sus propias mentiras y falta de integridad. Por eso dice el salmista que no se mantendrá en pie en el juicio y no tendrá cómo ganarle a un justo. Si bien la realidad hoy en día parece indicar lo contrario, que el más corrupto y fraudulento es el que siempre sale airoso en todo, no será así en el juicio de Dios. Ahí se le terminará todo argumento, mentira o intento de comprar la justicia. No tendrá forma de demostrar su inocencia. Es por eso la sentencia final del salmista: “…el camino de los malos lleva al desastre” (v. 6 – DHH).

¿Quisieras que esto sea el epitafio de tu vida, la inscripción en la lápida de tu tumba? ¿O preferirías que diga: “El Señor cuidó el camino de este justo”? Quizás no puedas definir palabra por palabra lo que diga tu lápida, pero sí puedes definir el rumbo y el final que tomará tu vida. Todo se levanta y se cae según tu obediencia a los principios divinos contenidos en su Palabra. Si te fijas en ellos y clavas tu mirada en ese tu objetivo, llegarás a feliz término de tu vida y a toda una eternidad con Dios. Si desvías la concentración de la voluntad de Dios y empiezas a coquetear con el pecado, otra será tu historia, si es que en el camino no te arrepientes y vuelvas al camino correcto. Tu destino eterno no depende de la suerte ni de la acción de otros. Depende única y exclusivamente de tu decisión respecto a Dios y su Hijo Jesucristo. Si lo dejas a él ser el Señor y Salvador de tu vida, tú te parecerás a un árbol plantado junto a arroyos. Te insto a que definas esto hoy mismo, si no lo has hecho todavía o si te apartaste otra vez de esa decisión tomada alguna vez en el pasado.


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