¿Qué te
gustaría que diga el epitafio sobre tu tumba? ¿Cómo quisieras que termine tu
vida? O, mejor dicho: ¿cómo quisieras que transcurra tu vida de hoy en adelante
hasta el final de la misma? Tengo hoy dos opciones para presentarte, y de la
cual debes elegir una. Estas dos opciones encontramos en el Salmo 1, con lo que
empezamos una nueva serie de predicaciones acerca de una selección de Salmos.
Veamos qué opciones nos presenta el autor de este Salmo.
F Salmo 1
En la
vida nos toca vivir momentos buenos, agradables, edificantes, productivos, y
también esos otros que quisiéramos que no existan: momentos frustrantes,
desagradables, aplastantes, improductivos, en fin, momentos para el olvido. Y
usted sabe muy bien que para un cristiano eso no es diferente. Incluso en nuestra
relación con Dios no siempre es todo viento en popa. Vienen las tentaciones y
pruebas, se mete nuestro egoísmo y voluntad propia, recibimos el ejemplo o
consejo desacertado de otros y nos vamos apartando de lo correcto. No importa si
te apartaste totalmente de Dios, si caíste en alguna tentación, si te enfriaste
espiritualmente, si estás creyendo algo que no concuerda con la Biblia, en cada
caso de apartarse de lo correcto, de la verdad, el proceso es siempre el mismo.
Y siempre es un proceso. No sucede que estás apasionado por Dios un día, y al siguiente
frío como hielo. No estás en una vida en santidad hoy, y mañana embarrado de
pecado hasta la coronilla. Siempre es un proceso. Puede ser un proceso más rápido
en algunos casos y más lento en otros, pero siempre sigue un patrón que el
salmista nos describe en el primer versículo de este Salmo.
Este
versículo —y en general todo el Salmo— declara inmensamente feliz a una persona
correcta. Y para ilustrar lo que es lo correcto, utiliza lo que es
completamente lo opuesto. Entonces este versículo felicita de todo corazón a
toda persona que es lo suficientemente prudente y sabio como para no
entrar en este proceso cuesta abajo. Es humanamente casi imposible salir de
este desliz hacia la destrucción, la desobediencia, la caída en pecado, el
sucumbir ante la tentación, una vez entrado en este camino. Este proceso
resbaladizo se inicia con “andar en compañía de malvados” o “seguir el consejo
de los malvados” (v. 1). Esto ocurre cuando uno aparta la vista de la meta, de
lo correcto, de lo divino para concentrarse en lo que es lo opuesto. Fíjense
que está andando todavía. Está todavía en movimiento. Pero su enfoque ha
cambiado. No está centrando más su atención y sus pensamientos “…en todo lo
verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo
puro, en todo lo agradable, en todo lo que tiene buena fama … en toda clase de
virtudes, en todo lo que merece alabanza” (Flp 4.8 – DHH), como Pablo lo
recomienda a los filipenses. Todo desastre en la vida empieza por perder de
vista lo esencial, lo correcto, el objetivo. Es como una persona que está
manejando por la ruta, pero mirando por la ventanilla del costado. Sabemos que
es sólo cuestión de tiempo hasta que ocurra el desastre. Podemos ilustrarlo con
un hombre que está en el camino, pero de repente su atención es cautivada por
una mujer sumamente atractiva al costado del camino. Y mientras sigue en
movimiento, se queda mirando a esa mujer. A este punto es todavía relativamente
fácil corregir este error, si es que uno se da cuenta del peligro en que está
por concentrarse en otras cosas que lo correcto.
Pero
si uno no corrige su enfoque, sino sigue pensando en lo atractivo del
pecado —como lo dijo nuestro pastor en Bolivia: “Da gusto pecar, porque de otro
modo no lo haríamos.”—, ahí viene la segunda velocidad en el desliz hacia el
pecado: “se detiene a hablar con pecadores” (v. 1 – RVC). A estas
alturas es cuestión de tiempo no más ya hasta que se haya consumado el pecado.
De atraer la atención de la persona, el pecado ya pasa a cautivarla totalmente,
de modo que la persona ya se detiene para hablar con los pecadores. Ya no está
en movimiento. Ya quedó atrapado por el encanto del pecado. Se relaciona
intencionalmente con lo que es la fuente de su tentación. En el ejemplo del
hombre y la mujer, él busca intencionalmente el contacto con ella y desarrolla
cierta relación con la mujer. Esto ya es sumamente grave y peligroso, pero si a
este punto le alcanza la gracia divina, la persona puede todavía volver atrás
antes de que sea demasiado tarde, por más que su integridad ya haya sufrido
fisuras peligrosas. Pero para Dios no hay nada imposible.
Sin
embargo, a estas alturas nos hemos concentrado y dejado enredar tanto por lo
que nos aleja de Dios y de su voluntad para nosotros que hasta ni queremos
volver. Sabemos bien que nos estamos poniendo la soga al cuello, pero no nos importa,
porque el desliz hacia abajo ya es demasiado veloz. Ahí llega la última
estación, la consumación del pecado: la persona “se sienta a conversar con
blasfemos” (v. 1 – RVC). Ya se habituó totalmente a esta situación, su
peregrinaje espiritual se detuvo por completo y ya se hizo un nido en medio del
fango. El Salmo expresa que “cultiva la amistad de los blasfemos” (NVI);
que comparte su vida consciente e intencionalmente con el pecado. Está tan
lejos del ideal, de la voluntad de Dios para él, y tan embarrado del pecado que
creerá que es imposible volver a los caminos perfectos del Señor. Pero, ¿está
todo perdido a estas alturas? ¡Gracias a Dios que no, si dejamos que él nos
restaure! Sí, quedaremos marcados por el pecado, en algunos casos quizás
inclusive con consecuencias de por vida, pero no hay situación que la
misericordia de Dios no pueda perdonar para darnos una segunda, tercera o
milésima oportunidad. Si bien el Salmo felicita a quien no pasó por esta
experiencia, la gracia de Dios nos puede tornar como si nunca hubiéramos pasado
por nada tan dramático como lo descrito en este primer versículo. Siempre
podemos volver a recuperar el estatus descrito de una persona que vive según
los parámetros divinos: “se deleita en la ley del Señor, y día y noche
medita en ella” (v. 2 – RVC). La Palabra de Dios es lo máximo para esta
persona. No se refiere únicamente a que la Biblia le produce algún placer, sino
describe más bien que la persona hace uso de su voluntad para comprometerse a
obediencia a la Palabra de Dios. Para eso la medita de día y de noche, como una
vaca rumea el pasto que ha acumulado en su panza durante el día y lo muele y
muele para sacarle el máximo provecho. ¿Qué es lo que da vueltas y vueltas en
tu cabeza? ¿Son preocupaciones, pensamientos de rencor contra alguien o es la
Palabra de Dios? ¿Qué es lo primero que viene a tu mente cuando te despiertas
de madrugada o cuando suena el despertador?
Otra
característica de una persona que vive según los principios divinos es su
frescura y vigor espiritual. El salmista lo ilustra aquí con un árbol a orillas
de un río. Con la sequía de este año vemos por todos lados como es cuando una
planta no tiene suficiente agua. Aquí se describe a alguien
conectado continuamente a la fuente de alimento espiritual que lo vuelve
productivo en todo lo que hace. Aunque dijeres que esto no te describe en este
momento, siempre puede llegar a ser tu característica, si le dejas a Dios el
mando de tu vida.
Y un
último beneficio de nuestra fidelidad a Dios que menciona el Salmo es que Dios
mismo vela por nuestra vida. El versículo 6 dice que “el Señor conoce el
camino de los justos…” (RVC). Cuando la Biblia habla de “conocer”, se
refiere a una relación personal y muy cercana. Es decir, Dios sabe, se interesa
y se ocupa de cada detalle de la vida del justo. Por eso, muchas Biblias dicen
que Dios “protege” o “cuida” el camino de los justos. En palabras de Jesús: “¡Dios
sabe hasta cuántos cabellos tienen ustedes en la cabeza” (Mt 10.30 – TLA)! El
que tiene tal conocimiento de los mínimos detalles de nosotros, ¿acaso no se
ocupará mucho más todavía de los asuntos importantes de nuestra vida? ¿No creen
que vale la pena serle fiel a Dios?
Entonces,
estas características, si no son, pueden llegar a ser parte de tu vida. Pero,
¿qué sucede si a alguien no le interesan los mandamientos de Dios y quiere ir
por su propio camino? Mientras que el justo es comparado con un árbol macizo,
fuerte, fructífero, el malvado, es decir, el que no le tiene en cuenta a Dios,
es comparado con una paja. Mientras que el justo está plantado junto al arroyo,
esta paja es llevada por el viento de un lugar a otro, sin arraigo, sin
voluntad propia, sin producir nada. Mientras el árbol con sus raíces es capaz de
enfrentar las peores tormentas, esta paja no tiene la menor posibilidad de
mantenerse en pie. Es títere en manos de cualquiera porque no tiene cómo
defenderse. Su vida está sobre piso resbaladizo y cualquiera lo hace caer. Se
enreda en sus propias mentiras y falta de integridad. Por eso dice el salmista
que no se mantendrá en pie en el juicio y no tendrá cómo ganarle a un justo. Si
bien la realidad hoy en día parece indicar lo contrario, que el más corrupto y
fraudulento es el que siempre sale airoso en todo, no será así en el juicio de
Dios. Ahí se le terminará todo argumento, mentira o intento de comprar la
justicia. No tendrá forma de demostrar su inocencia. Es por eso la sentencia
final del salmista: “…el camino de los malos lleva al desastre” (v. 6 –
DHH).
¿Quisieras
que esto sea el epitafio de tu vida, la inscripción en la lápida de tu tumba?
¿O preferirías que diga: “El Señor cuidó el camino de este justo”? Quizás no
puedas definir palabra por palabra lo que diga tu lápida, pero sí puedes
definir el rumbo y el final que tomará tu vida. Todo se levanta y se cae según
tu obediencia a los principios divinos contenidos en su Palabra. Si te fijas en
ellos y clavas tu mirada en ese tu objetivo, llegarás a feliz término de tu
vida y a toda una eternidad con Dios. Si desvías la concentración de la
voluntad de Dios y empiezas a coquetear con el pecado, otra será tu historia,
si es que en el camino no te arrepientes y vuelvas al camino correcto. Tu
destino eterno no depende de la suerte ni de la acción de otros. Depende única
y exclusivamente de tu decisión respecto a Dios y su Hijo Jesucristo. Si lo
dejas a él ser el Señor y Salvador de tu vida, tú te parecerás a un árbol
plantado junto a arroyos. Te insto a que definas esto hoy mismo, si no lo has
hecho todavía o si te apartaste otra vez de esa decisión tomada alguna vez en
el pasado.
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