En el interior se encuentra muchas
veces todavía a personas que no tienen ningún tipo de documento personal. Por
diferentes razones jamás fueron inscriptos en el registro civil. O sea, para el
estado estas personas no existen. Caminan por el suelo nacional, pero no
existen. A más tardar cuando se los quiere inscribir en la escuela, esto se
vuelve un tremendo problema.
Pero mucho mayor se vuelve el
problema cuando tampoco figuran en las actas del registro civil celestial. Sí,
aunque ustedes no lo crean, hay un registro civil en el cielo. Yo fui inscripto
ahí cuando tuve 7 años terrenales. Para el cielo yo sí existo. ¿Y tú? ¿Figura
tu nombre también ahí? Al final de la prédica volvemos a esto.
Hoy nos toca estudiar el mensaje de
Cristo a la iglesia de Sardis.
FAp 3.1-6
En este mensaje de Jesús a la
iglesia de Sardis, él se presenta como el que tiene a los siete Espíritus de
Dios. El número 7 es símbolo de perfección o de totalidad. Esto significa que
Jesús opera y se relaciona con la totalidad del Espíritu Santo. El Espíritu
Santo no es un poder aparte que lo asiste a Jesús cada tanto, sino Jesús y el
Espíritu Santo forman junto con el Padre una sola divinidad indisoluble. Jesús
tiene acceso y opera con todo el poder del Espíritu Santo en sus variadas
funciones o manifestaciones. En este sentido lo expresa la Nueva Traducción
Viviente (NTV): “Éste es el mensaje de
aquél que tiene el Espíritu de Dios de siete aspectos…” (v. 1). Es por esta
razón que Jesús puede sacar una radiografía espiritual tan exacta de esta
iglesia, como estaremos viendo.
Pero también dice tener las siete
estrellas. Ya habíamos visto que las estrellas simbolizan a los mensajeros o
los líderes o pastores de las iglesias. En su visión introductoria en el
capítulo 1, Juan había visto a Jesús teniendo en su mano derecha las siete
estrellas (Ap 1.16). La mano derecha habla de poder, de autoridad. Jesús tiene
plena autoridad y poder sobre sus mensajeros. Ellos están completamente en sus
manos. Si Jesús emite una evaluación, es totalmente certera y justa.
Y la evaluación que hace de Sardis
no es tan alentadora que digamos. En el caso de las anteriores iglesias que
hemos estudiado, con excepción de Esmirna que no recibe reproche alguno,
siempre encontramos primero un elogio de los puntos fuertes y luego un llamado
de atención por algunas personas de la iglesia que permitían ciertos pecados en
su vida. En el caso de Sardis, Jesús empieza reprochándola duramente para luego
elogiar a algunos pocos que luchaban por mantenerse puros. Es decir, esta
iglesia estaba en graves peligros por el deterioro avanzado en que se
encontraba. Era una iglesia que se estaba muriendo y que necesitaba
urgentemente una reanimación espiritual para poder levantarse nuevamente.
Jesús dice de ella que tiene la fama
de estar vivo, pero que en realidad está muerta (v. 1). Las demás IEBs de Asia
menor hablaban de la iglesia de Sardis y se asombraban de todo lo que sucedía
ahí. Era una iglesia que realizaba muchas obras, los cultos eran ruidosos y
divertidos, cada domingo trataba de superar al anterior con un espectáculo
deslumbrante de luces, sonidos, diversiones, etc. Pero Jesús sacudía
tristemente la cabeza: “Ustedes se han degenerado a un club religioso, lejos de
ser una iglesia viva con un espíritu apasionado por el Señor. Este pueblo me sirve de palabra y me honra
con la boca, pero su corazón está lejos de mí, y el culto que me rinde son
cosas inventadas por los hombres y aprendidas de memoria” (Is 29.13 – DHH),
como Dios ya había reprochado a su pueblo a través del profeta Isaías. Pura
pinta, pero sin esencia. Cuando la pinta no coincide con la realidad, lo
llamamos “hipocresía”. La mayoría de los miembros jugaban cada domingo a la
iglesita, y esto ya era suficiente como para calmar su conciencia religiosa. Sus
muchas obras era mero activismo, sin el amor como motivación principal y sin
presencia del Espíritu Santo. Y sin esta motivación aun las reuniones
espectaculares que juntaba mucha gente estaban a punto de decaer, porque nada
que no tenga sentido se puede sostener por mucho tiempo. ¡Qué triste la
descripción que hace Cristo de esta iglesia! Pero no nos atrevamos a señalarle
con el dedo, porque si a esta iglesia le pudo pasar esto, le puede pasar a
cualquier otra – también a la IEB Parque del Norte. Acuérdense que habíamos
dicho que estos mensajes de Cristo estaban dirigidas a 7 iglesias,
representando así a la totalidad de las iglesias en el mundo, entre las que
estamos nosotros también. Cualquier otra iglesia puede llegar a tener
características similares a alguna de estas iglesias del Apocalipsis. Por lo
tanto, el peligro en que se encontraba la iglesia de Sardis es el mismo peligro
en que nosotros podemos encontrarnos. Cuando empezamos a descansar sobre lo que
hemos logrado levantar, por los ministerios que tenemos, por la calidad de
programas que pudimos alcanzar, ahí perdemos el enfoque y empezamos a girar
alrededor de nosotros mismos como una calesita. Ya no es más Cristo el centro,
sino nuestros propios logros y nuestra tradición eclesiástica. Y con esto
estamos camino cuesta abajo. Nos puede salvar solo un toque de gracia de
nuestro Señor que nos pone su mano en el hombro para que nos volteemos hacia él
para escucharle diciéndonos: “Holaaaaa…, aquí estoy… No estoy allá en tu
centro. Ahí solo estás tú. Yo estoy aquí afuera. Reconoce tu mal proceder,
empezá a desarmar tu calesita de su actual eje egoísta y fijala de nuevo al eje
que yo soy para que gires nuevamente alrededor de mí. ‘Despierta, pues, y reaviva lo que aún no ha muerto del todo…’ (v.
2 – BLPH), ‘…lo que aún es rescatable…’
(NVI), ‘pues tus obras me parecen muy
mediocres a la luz de Dios’ (BLA); ‘veo
que tus acciones no cumplen con los requisitos de mi Dios’” (NTV). Creo que
en la pared de la iglesia de Sardis también apareció una mano escribiendo: “…has sido pesado en la balanza y te falta
peso” (Dn 5.27 – BLPH), como Dios sentenció a Belsasar a través de Daniel.
Si mi balanza en casa me dijera lo mismo, me alegraría, pero la balanza de Dios
mide el espíritu, y si éste es “peso pluma”, es de preocuparse. Mientras la
iglesia se divertía en sus cultos, su espíritu estaba en terapia intensiva por
inanición, una “debilidad extrema por falta de alimento” (https://dle.rae.es/inanici%C3%B3n).
Para no llegar a esta situación, tenemos la urgente necesidad de alimentar
nuestro espíritu cada día con la Palabra de Dios y la oración. No hay otra. No
hay píldoras concentradas de vitaminas espirituales que simplemente tragamos y
que alimentan nuestro espíritu. Eso es trabajo de cada día, así como nuestra
panza reclama cada día su ración sobremanera grande de alimentos.
Y el remedio que Jesús le recomienda
a la iglesia de Sardis es: “Vuelve a lo
que escuchaste y creíste al principio, y retenlo con firmeza. Arrepiéntete y
regresa a mí” (v. 3 – NTV). La Biblia es el mapa que nos guía por esta vida
hasta la eternidad. Es necesario volver una y otra vez a consultar el mapa, a
ver si estamos todavía en el camino correcto. Demasiado fácil es desviarnos;
demasiado fácil es convertirnos en el terreno espinoso de la parábola de Jesús que
recibe la semilla de la Palabra de Dios, pero donde los asuntos de esta vida lo
ahogan nuevamente antes que lleve su fruto que Dios espera. La advertencia de
Jesús es seria: “Si no despiertas, vendré
a ti de repente, cuando menos lo esperes, como lo hace un ladrón” (v. 3 –
NTV). Esta ilustración de un ladrón en la noche que viene inadvertidamente
emplea el Apocalipsis frecuentemente para la segunda venida de Cristo, pero en
este caso indica más bien alguna calamidad que podría sobrevenir a la iglesia
si no se arrepiente de su estado espiritual agonizante.
Es muy preocupante la situación de
esta iglesia, pero… —y este “pero”
da esperanza ante este cuadro negro— no todo está perdido. No todos en la
iglesia están en esta condición. “…hay
algunos en la iglesia de Sardis que no se han manchado la ropa con maldad.
Ellos caminarán conmigo vestidos de blanco, porque son dignos” (v. 4 –
NTV). ¡Qué testimonio de parte de Jesús mismo! Esta sola frase hace que todo
esfuerzo por vencer la tentación y el pecado valga la pena. Aunque creas que ya
no te quedan fuerzas para mantenerte a flote, ¡no te rindas ante la tentación!
Más bien sal corriendo de lo que te tienta o —en palabras de Jesús— corta tu
mano o pie o sácate el ojo si te hace pecar. Solo tomando medidas drásticas
podrás vencer al pecado, no quedándote para ver cuánto tiempo lograrás
resistir. Con el pecado no se juega a la pulseada o lucha de brazos. Como un
hombre que se había ido a un prostíbulo y contó luego que había logrado
soportar la tentación hasta las 4:00 de la madrugada, pero entonces no había
podido más y había sucumbido ante ella. Eso no es resistir la tentación; esto
es suicidio moral y espiritual. Pablo recomienda a Timoteo: “Huye de las pasiones de la juventud, y
busca la justicia, la fe, el amor y la paz…” (2 Ti 2.22 – DHH). En este
caso, huir no es cobardía, no es ser derrotado, sino todo lo contrario. ¡Es la salvación
de tu vida! Esto lo habían hecho algunos de la iglesia de Sardis. No se habían
embarrado los vestidos con el pecado. Habían luchado por mantenerse puros. Por
eso, Jesús los llama dignos del privilegio de caminar siempre a su lado con ropa
blanca: “El que salga vencedor será
vestido de blanco” (v. 5 – RVC). El blanco es símbolo de santidad y
victoria. Será visible por toda la eternidad que ellos han vencido sobre la
tentación y se han mantenido en pie. Claro, en esta vida nunca seremos libres
del pecado, pero ya no vivimos en el fango de las transgresiones. Cada vez que fallamos,
le pedimos de nuevo al Señor que nos perdone, y él nos restaura otra vez a la
plena comunión con él. ¡Vale la pena la lucha por la santidad!
Pero el vencedor recibe aquí dos
promesas más de parte de Jesús. La primera promesa era ser ataviado con el
símbolo de la victoria, representado aquí por la ropa blanca. La segunda
promesa es: “…nunca borraré su nombre del
libro de la vida…” (v. 5 – RVA2015). El capítulo 21 de Apocalipsis describe
la Nueva Jerusalén del cielo y dice: “Solamente
entrarán los que tienen su nombre escrito en el libro de la vida del Cordero”
(Ap 21.27 – DHH). Ese libro es el registro civil celestial en el cual figuran
todos los nombres de los que han nacido de nuevo en el reino de Dios. Solo los
que han aceptado a Jesús como su Señor y Salvador personal figuran en este
libro. No son nuestras buenas acciones o nuestro comportamiento ejemplar los
que hacen figurar nuestro nombre allá, sino única y exclusivamente haber
abierto nuestra vida para que Jesús se haga cargo de ella, nos perdone y
restaure nuestra comunión con el Padre. Solo quien ha experimentado esto personalmente
podrá estar en el cielo por toda la eternidad. Jesús promete al que se mantuvo
fiel a él hasta la muerte física que su nombre no será borrado jamás del libro
de la vida. ¡Vale la pena luchar por la santidad!
La tercera promesa para el vencedor
es que Jesús reconocerá su nombre ante el Padre y sus ángeles. Se va a dar
lectura en voz alta al libro del registro civil celestial, y de cada nombre que
figura ahí Jesús dirá: “Esta persona me pertenece.” Jesús ya había dicho cuando
estuvo aquí sobre la tierra que “todo
aquel que me reconozca en público aquí en la tierra también lo reconoceré
delante de mi Padre en el cielo” (Mt 10.32 – NTV).
¿Está tu nombre ya en el libro de la
vida? Si es así, alégrate. Jesús dijo a sus discípulos: “…no se alegren tanto de dominar a los espíritus, sino de que sus
nombres están escritos en el cielo” (Lc 10.20 – PDT). Y motivado por esta
alegría y esta gloriosa realidad, vive una vida de obediencia a Dios que da
honra y gloria al que te salvó. Si no está todavía tu nombre, presentate ahora
mismo ante el Juez de paz Jesucristo y pídele que inscriba tu nombre en su
libro de la vida que figura en el registro civil celestial. Pídele que te
perdone tus pecados y que te haga un hijo de Dios. Con esta sencilla oración se
producirá un milagro en las esferas espirituales. Tu pecado te será quitado, y
desde ese mismo momento tendrás vida eterna. El cielo es un regalo para quienes
reconocen su pecaminosidad y su necesidad de Jesús. Dios te ofrece este regalo.
Está en tus manos aceptarlo o no. “Quien
tenga oídos, preste atención a lo que el Espíritu dice a las iglesias” (v.
6 – BLPH).
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