lunes, 15 de abril de 2024

El mensaje a la iglesia de Tiatira

 




            A veces sucede que, cuando vamos a comer en algún lugar donde no hay buena ventilación, que todo el olor de la cocina se queda en el ambiente. Cuando después de comer vamos a casa, sigue el olor a comida en nuestra ropa. Aun horas después olemos el ambiente que hubo en ese lugar donde fuimos a comer.

            O también pasa lo mismo cuando estamos en un lugar cerrado en el que hay una persona que tiene una loción o perfume de olor muy penetrante. Aunque ya nos hayamos despedido hace rato, sigue habiendo ese aroma impregnada en nuestra ropa y hasta parece que en la piel.

            ¿Y si estamos en intimidad con el Señor? ¿Estamos tan cerca de él que su “aroma” queda prendido en nuestro espíritu? Algo en esta dirección estaremos hablando esta mañana al estudiar el mensaje de Cristo a la iglesia de Tiatira.

 

            F Ap 2.18-29

 

            La ciudad de Tiatira era un centro laboral, con muchos gremios que se dedicaban a la confección de ropa, tintorería y alfarería. Lidia, la primera convertida de Pablo en Filipos, era una mercader de Tiatira. La ciudad era esencialmente secular, sin preferencia por religión alguna.

            En esta carta, por primera vez Jesús se presenta abiertamente como Hijo de Dios. Siempre había usado alguna imagen para describirse, cosa que también hace aquí a continuación, pero es la primera vez que manifiesta claramente su identidad. Esto le da a este mensaje un peso adicional muy fuerte. Como Hijo de Dios tiene y es la autoridad máxima en todo el universo. Él es quien ve con nitidez hasta lo más oculto y es el juez absolutamente imparcial y justo. De esto testifican también las imágenes que él utiliza para describirse. Dice tener “ojos como llamas de fuego” (v. 18 – BNP). Esto me da la idea de una mirada penetrante que no tiene obstáculo. Puede mirar hasta el último rincón del alma y ver absolutamente todo. Todo lo que quiera frenar su mirada para ocultar algo es quemado por su fuego. Todo lo oculto queda totalmente abierto ante él. No hay secretos para Jesús. Para quien quiere ocultar cosas ante Dios, esto es terrorífico. Si este es tu caso, sácalo tú mismo a la luz de Cristo, confiésalo, arrepiéntete y abandónalo. Él de todos modos lo sabe, pero si él lo tiene que traer a luz, será mucho más doloroso y vergonzoso para ti. Pero, a la vez, es algo muy liberador, porque sabemos que podemos ser absolutamente transparentes y libres ante él. Tener que ocultar algo constantemente para que nadie se entere puede ser muy desgastante. Pero cuando ese temor se va y uno puede respirar hondo con la conciencia tranquila, eso no tiene precio.

            Por otro lado, Cristo dice que sus “pies se asemejan al bronce pulido” (RVC); o: “como bronce al rojo vivo” (NBD). Esta imagen también muestra que Dios es un juez imparcial, preparado para aplastar todo mal con sus pies pesados. En esta carta él anuncia justamente juicio contra los que se le oponen.

            Esta capacidad de ver con claridad hasta el fondo del alma pone al descubierto todas las virtudes de esta iglesia. Y realmente, el elogio que ella recibe es impresionante. Jesús dice que está al tanto de las obras de esta iglesia, de su amor, su fe, servicio y paciencia. Y también que ahora ella está haciendo más y mejores obras que al principio. ¡Qué elogio! Muestra una iglesia que está trabajando incansablemente, buscando crecer en todos los aspectos. Y la evaluación que Cristo hace de esta iglesia sale demasiado bien. Es tan refrescante recibir este tipo de elogios, porque muchas veces estamos tan metidos en nuestros proyectos como iglesia, tan concentrados en seguir lo que creemos que es la guía de Dios, y nos preguntamos si realmente acertamos, si de veras estamos haciendo la voluntad del Señor. O si de repente —como lo expresó una vez un indígena del Chaco— “estamos rascando donde no pica”. Que entonces el mismo Señor Jesús emita semejante aprobación tampoco no tiene precio.

            El hecho de que Cristo dé ese respaldo a la iglesia no significa todavía que era una iglesia perfecta. De hecho, no existe una iglesia perfecta. Así también en la de Tiatira, no todo era maravilla. La iglesia tenía serios problemas con una situación que Cristo pasa a señalar a continuación.

            Al igual que en la iglesia de Pérgamo, había en Tiatira una influencia antibíblica interna. Había una mujer que se atribuía importantes niveles de supuesta espiritualidad, pero que llevó a la gente a caminos totalmente destructivos. En este texto ella recibe el nombre de Jezabel. Si este realmente ha sido su nombre verdadero no lo podemos saber, pero lo que sí sabemos con seguridad es que es un nombre simbólico que alude a la malvada esposa del rey Acab en el Antiguo Testamento. Acab se casó con una extranjera llamada Jezabel, y ella impuso una terrible idolatría en Israel, adorando a Baal y a Aserá. Una de las confrontaciones más fuertes con el profeta Elías fue cuando él convocó a 850 sacerdotes de Baal y de Aserá en el monte Carmelo para definir quién sería el verdadero Dios de Israel. Conocemos la historia que ambos bandos prepararon un altar de sacrificios, pero sin prenderle fuego. El Dios que responda con fuego del cielo sería el Dios de Israel. Cuando el verdadero Dios respondió a una sencilla oración de Elías, el profeta mandó a matar a todos los sacerdotes de los cultos paganos. Esto enfureció de tal manera a Jezabel que juró no descansar hasta haber matado a Elías. Finalmente, ella tuvo una muerte muy horrible que mostró el juicio de Dios sobre ella. Desde entonces hasta hoy en día se conoce al espíritu de Jezabel como un demonio muy poderoso que lleva a la gente a rebelarse contra Dios y contra toda autoridad divina. Esto fue también el caso en la iglesia de Tiatira. Los pecados mencionados, consistiendo en inmoralidad sexual y en comer carne sacrificada a los ídolos, pueden ser literales o simbólicos. Lo más probable es que tengan ambos significados. Pero todo estilo de vida pecaminoso tiene su origen en una desviación y un alejamiento de Dios. En otras palabras, la fornicación o el adulterio en esta iglesia era sí o sí un adulterio espiritual, consistiendo en infidelidad a Dios. Los pecados sexuales, en caso de ser literales, serían una consecuencia o fruto de esa infidelidad a Dios. Por eso, una versión lo traduce así: “Esa mujer anda diciendo que yo la envié, y les ha dicho a mis servidores que pueden comer de lo que se ofrece a dioses falsos, y los anima a serme infieles” (v. 20 – TLA). Es muy poco probable que una persona totalmente enfocada y en comunión con Dios caiga de un momento a otro en una rotunda rebelión contra Dios y, en consecuencia, en todo tipo de pecados. Normalmente es un proceso en el cual uno ha permitido en su vida pensamientos que no debería cultivar; miradas que no debería haber sostenido; haberse concentrado en cosas que ha escuchado y que debería haber rechazado rotundamente; haber descuidado la lectura bíblica diaria y la comunicación continua con Dios, etc. Y estas cosas permitidas en su vida, de manera lenta pero segura han desviado y alejado a esa persona de Dios y, en consecuencia, a todo tipo de pecados. Satanás es demasiado hábil para bajar nuestra guardia de a poquito, sutilmente. Normalmente nos damos cuenta recién después de bastante tiempo que estamos lejos de Dios y en terreno sumamente resbaladizo. Es cuestión no más de oportunidad para que estemos fuera de combate. Revisa tu vida. ¿Puedes descubrir estos mínimos desvíos? No les restes importancia. Justamente eso es lo que Satanás —o Jezabel— quieren: hacerte creer que eres lo suficientemente fuerte como para superar estas situaciones, cuando en realidad son alarmas que el Espíritu Santo está encendiendo en tu vida. Si las apagas, le estás tapando la boca al Espíritu Santo, cosa que es un peligro para toda la eternidad. ¡No lo hagas! Más bien deja que él te guíe de regreso a la plena comunión con el Padre.

            Personas así causan mucho daño a la iglesia, más todavía cuando se los tolera para no ofender a la persona o porque esta sabe camuflarse tan bien que nadie lo nota tan claramente. ¿Y por qué Dios no interviene? ¿Por qué él no elimina ese cáncer del cuerpo de su novia? La respuesta está en el siguiente versículo: “Le he dado tiempo para que se arrepienta…” (v. 21 – RVC). Justo el martes pasado aquí en la reunión de oración hablamos precisamente de esto: que Dios tiene tanta misericordia con nosotros y nos extiende su gracia por tanto tiempo, esperando que nos arrepintamos. ¿Y cómo lo interpretamos nosotros? Si bien hemos cometido algo por lo cual nuestra consciencia nos acusa, pero si no nos parte un rayo creemos que no es tan grave para Dios y que podemos seguir haciéndolo. ¡Todo pecado es grave! No existe ningún grado de mayor o menor gravedad. Sea una mentirita blanca o un asesinato, todo nos separa eternamente de Dios si no nos arrepentimos. Dice la Biblia: “…cualquiera que cumpla toda la ley, pero que falle en un solo mandato, ya es culpable de haber fallado en todos” (Stg 2.10 – RVC). Así que, vuelvo a decir: ¡No minimicemos el pecado! Todo, por más insignificante que nos parezca, contiene el veneno mortal que nos puede llevar a la muerte eterna si no lo confesamos a Dios, pidiéndole que le aplique el antídoto de la sangre de Cristo.

            En el caso de Jezabel, la misericordia de Dios ha sido rechazada. Por más que Cristo le haya dado oportunidades de arrepentirse, ella no las ha aprovechado. La triste declaración de Jesús es: “…ella no quiere abandonar su inmoralidad” (v. 21 – NTV). Este obstinado rechazo de la gracia de Dios trae consecuencias muy drásticas: “…la voy a arrojar en un lecho de intensa aflicción” (v. 22 – NBD). Otra versión incluso dice: “…voy a encadenarla a un lecho de profunda angustia” (BLPH). Ya que continuamente ella rechazó la misericordia de Dios, ahora cae el juicio sobre ella.

            Pero no solamente sobre ella, sino también todos sus amantes que cometieron adulterio con ella serían alcanzados por el juicio de Dios. Pero para ellos sigue abierta todavía la posibilidad de arrepentirse. Jesús anuncia las medidas que él implementará en su contra, pero indica que este castigo puede ser desviado todavía por medio del arrepentimiento: “…a los que cometen adulterio con ella los haré sufrir terriblemente, a menos que se arrepientan de lo que aprendieron de ella” (v. 22 – BAD). “Y a los hijos de esa mujer los heriré de muerte. Así sabrán todas las iglesias que yo escudriño la mente y el corazón y que a cada uno le doy su merecido” (v. 23 – NBD). Acuérdense que Jesús se presentó a esta iglesia como el que tiene ojos de fuego. Por eso él puede escudriñar la mente y el corazón.

            Como dije, el martes estábamos viendo que todos los mensajes de los profetas que anunciaban juicio para el pueblo rebelde eran en el fondo un clamor misericordioso de Dios para que se vuelvan de sus malos caminos antes que él se vea forzado a ejecutar su juicio. La Biblia dice que “el Señor … tiene paciencia con ustedes, pues no quiere que nadie muera, sino que todos se vuelvan a Dios” (2 P 3.9 – DHH). Otra versión dice: “El Señor, … lo que quiere es que nadie se pierda, por lo que está alargando el plazo para que todos se arrepientan” (NBV). Al que no aprovecha este tiempo de gracia, la Biblia lo llama “necio”.

            A estos seguidores de Jezabel, Jesús los exhorta a “que se arrepientan de lo que aprendieron de ella” (v. 22 – BAD). Y lo que aprendieron, ellos querían hacerlo parecer como un conocimiento “de otro nivel”, “‘verdades más profundas’, como ellos las llaman, que en realidad son profundidades de Satanás” (v. 24 – NTV); como algo deseable para obtener y que les daría un poder especial por saber algo que otros no saben. Es la misma táctica con el mismo resultado favorable para Satanás que él empleó ya con Adán y Eva. A ellos les dijo a través de la serpiente: “Dios sabe que cuando ustedes coman de ese árbol, comprenderán todo mejor; serán como dioses porque podrán diferenciar entre el bien y el mal” (Gn 3.5 – PDT). Es una estrategia que resultó sumamente efectivo por la ambición del ser humano y su deseo de poder, porque conocimiento es poder. Si yo sé algo que tú no sabes, puedo ejercer poder sobre ti —puedo manipularte— porque estoy en ventaja en cuanto a la información que manejo. Y todo ser humano anhela poder. Por lo tanto, Satanás vuelve a usar una y otra vez esa misma estrategia y siempre con una alta cuota de resultado favorable para él. Y cuando la persona descubre que es un engaño, ya es tarde; ya cayó en la trampa y ya está presa de este supuesto conocimiento especial. En esa trampa estaban varios de la iglesia de Tiatira y reciben una seria advertencia de parte de Jesús. Pero todavía no era demasiado tarde. El arrepentimiento rompe cualquier lazo del enemigo que nos tiene atrapado, por más fuerte que este sea. Quizás no nos libraremos de las consecuencias de esta trampa, pero siempre serán consecuencias temporales no más ya, de esta vida, y no eternas como son las que nos tocan si nos quedamos en la trampa.

            Pero ese llamado al arrepentimiento era solo para ese grupo que había caído bajo los encantos de las enseñanzas de Jezabel. Al resto de la iglesia que había luchado por mantener la pureza, Jesús dice que no les impondría ninguna otra carga. No los responsabiliza por lo que hicieron otros. Más bien, los anima: “…retengan con firmeza lo que ya tienen, (sigan creyendo firmemente en mí [TLA]) hasta que yo venga” (v. 25 – NVI). Para quien logra mantenerse firme en su fe, aferrado del Señor, en obediencia a él, Jesús tiene una promesa tremenda en esta carta. Esta promesa para el vencedor no empieza con la tradicional fórmula: “¡El que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias!” (v. 29 – DHH), sino termina con ella. Al vencedor, Jesús promete dar autoridad o poder sobre las naciones. Los seguidores de Jezabel creían poseer un poder especial sobre los demás por conocer los secretos de Satanás, pero los que conocen los secretos de Dios tienen verdadero poder sobre naciones enteras. Lo que Satanás ofrece es una imitación de poder, una fantasía; lo que Cristo otorga es verdadera autoridad que transforma el mundo a nuestro alrededor. Jesús es el León de Judá; Satanás anda rugiendo como si fuera león, pero es un león sin dientes, como alguien decía; una pobre imitación del verdadero León. Después de que Jesús haya vencido sobre Satanás, el pecado y la muerte, él dijo al introducir la Gran Comisión: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra” (Mt 28.18 – RVC). Ahora, él comparte esa autoridad con su seguidor que también logra vencer sobre el pecado y la tentación. Jesús prometió: “…les daré autoridad sobre las naciones, así como mi Padre me ha dado autoridad a mí” (vv. 26-27 – DHH). No es un poder humano que depende de un puesto político, de la cantidad de dinero que uno tiene o de lo grandioso que sabe hablar y arrasar a multitudes. Es una autoridad que está lejos por encima de ese tipo de poder. Es una autoridad en el mundo espiritual al que incluso Satanás tiene que rendirse, porque es la autoridad del mismo Rey de reyes. ¿Te llama la atención el poder casi ilimitado de algunas personas? Déjame decirte que su poder es un poroto en comparación a la autoridad que tú tienes en Cristo Jesús. Ningún poder humano, político o económico podrá movilizar el mundo espiritual más allá de la movilización que realiza la iglesia de Jesucristo, unida en un mismo espíritu e intercediendo por su entorno y por la evangelización del mundo. Tú y yo, unidos a Cristo, tenemos autoridad sobre naciones hasta el último rincón del mundo. Nosotros podemos lograr que la Palabra de Dios llegue hasta los rincones más alejados del planeta, y esto ningún supuesto poderoso y ninguna cantidad de dinero ni ningún demonio podrá evitar. Con esa autoridad de Cristo, él dice: “…gobernarán a las naciones con cetro de hierro, y las harán pedazos como a ollas de barro” (v. 27 – DHH). Son imágenes llenas de simbolismo de poder al que nada ni nadie podrá hacer frente. Más bien, el cristiano fiel hará pedazos en el nombre de Jesús a toda oposición del enemigo, como si fuese una olla de barro. Si caminamos lado a lado con el que tiene pies de bronce pulido que aplasta a todo enemigo, su autoridad fluirá a través de nosotros para hacer lo mismo también por extensión nuestra. Si caminamos con él. Si nos alejamos de él, cuando permitimos pequeños engañitos y pecaditos en nuestra vida, nuestra autoridad es debilitada tremendamente porque ya no estamos más unidos a la fuente de autoridad. Nosotros no producimos autoridad sino la recibimos de Cristo, el Vencedor por excelencia. “Esa autoridad es la misma que recibo de mi Padre”, dice él (v. 28 – PDT). Si tú no andas derechito ante el Señor y quieres exhortar a otra persona, esta se te va a reír en tu cara diciendo: “¿Y qué me vas a decir vos si vos hacés esto y esto…?” ¡Y amóntema autoridad! Pero, por el contrario, ¡cuánta autoridad irradia quien está en constante e íntima comunión con el Padre! Vuelvo a decir: no estamos hablando de perfección, porque solo Dios lo es. Estamos hablando de una manifestación de la presencia de Cristo en nosotros. Jesús termina diciendo: “También le daré la estrella de la mañana” (v. 28 – NVI). Al final del libro de Apocalipsis, después de revelar tantas cosas a Juan, Jesús cierra esta revelación diciendo: “Yo, Jesús, he enviado a mi ángel con el fin de darte este mensaje para las iglesias. … Yo soy la estrella brillante de la mañana” (Ap 22.16 – NTV). Es decir, cuando Jesús promete que nos dará la estrella de la mañana, se refiere a sí mismo. Su presencia estará con el vencedor. Es el mismo mensaje con que termina la Gran Comisión: “…yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28.20 – PDT). Si caminamos lado a lado con Jesús, se debe percibir su perfume cuando pasamos por las vidas de las personas, y que digan de nosotros lo que dijeron de los apóstoles en el libro de los Hechos: “…se maravillaron y reconocieron que [los apóstoles] habían estado con Jesús” (Hch 4.13 – NBV). ¿Hueles tú a Cristo?

            ¿Qué te está hablando Dios en esta mañana? ¿Qué vas a hacer al respecto?


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