¿Ustedes creen que Dios tiene un plan y un propósito para esta iglesia? ¿Están seguros? ¿Y ustedes creen que Dios tiene un plan y un propósito para su vida particular? Me parece que es muy importante entender cómo Dios procede con nosotros.
Esta prédica será un poco diferente
a lo que suelo hacer. Estaremos reflexionando acerca de algunos pasajes
bíblicos, pero también estaremos combinándola con nuestra propia experiencia
con este tema. Como es la primera vez que nos presentamos delante de ustedes en
esta nueva etapa que se abrirá muy pronto, nos pareció bien hacerlo de esta
manera.
Cuando hablamos de cómo Dios trata
con nosotros, tenemos que saber que él no tiene una fórmula general que él
aplica a todas las personas en todas las situaciones. Él procede con cada
persona de forma diferente, según las características personales con las que él
ha creado a cada uno. Pero también en la vida de una misma persona, cada
situación es diferente otra vez. Encontramos textos en la Palabra de Dios que
nos muestran una clara guía de parte de Dios. Por ejemplo, en sus discursos de
despedida, Moisés hace un recuento de las grandes obras de Dios a favor del
pueblo. Y dice: “El Señor su Dios marcha
al frente de ustedes y combatirá por ustedes, tal como vieron que lo hizo en
Egipto. … El Señor su Dios … iba delante de ustedes para escoger el lugar donde
debían acampar. De noche les señalaba con fuego el camino que tenían que
seguir, y de día se lo señalaba con una nube” (Dt 1.30-31, 33 – DHH). Este
es quizás el ejemplo más claro y más conocido de este tipo de guía de Dios:
cuando él va delante en una columna de nubes o de fuego, señalando el camino
por el desierto y el lugar indicado para acampar. Particularmente esta imagen
me gusta mucho por diversas razones. Por un lado, que él vaya delante significa
que él va abriendo camino, como Moisés lo dice aquí: “El señor marcha al
frente, combatiendo por ustedes.” Él es el héroe que va delante, derrotando a
todo un ejército enemigo. Probablemente nos toque lidiar todavía con algún enemigo
que se despierta otra vez del golpe que ligó, se vuelve a levantar y nos ataca.
Puede incluso que nos llegue a herir, pero lo que nos toca luchar no es nada en
comparación de lo que ha hecho el que va delante abriendo camino.
Quizás me guste también esta imagen
y esta forma de guiarnos por parte del Señor porque es la más clara y —para ser
honesto— la más cómoda. No tengo que pensar mucho, no tengo que comparar
alternativas y tomar decisiones por la que me parece ser la mejor opción, sino
simplemente obedecer y seguir el camino trazado. Aun así, a pesar de esta
relativa comodidad, muchas veces no seguimos sus indicaciones. Somos tan tercos
que queremos abrir nuestro propio camino, creyendo que será más corto, más
directo o más cómodo y, sobre todo, que me llevará a aquello que yo quiero. Puede que mi camino tenga
realmente estas características, pero si no es el camino del Señor, ¿de qué me
sirve que sea corto, directo y cómodo? El camino al infierno también es muy
cómodo. Simplemente hay que dejarse llevar por la corriente del mundo y uno va
a terminar ahí. El camino al cielo Jesús mismo lo describe como angosto. Es
mucho más duro, porque uno tiene que ir contra la corriente del mundo. Si
alguna vez han ido a un arroyo, o en estos días han tenido que cruzar un
raudal, sabrán que, aunque tenga poca agua, cuesta mucha energía caminar en el
agua contra corriente. Así es la vida cristiana. Humanamente hablando es
complicada y difícil, pero el resultado final no tiene ni comparación con donde
terminan nuestros propios caminos.
En este sentido es totalmente válido
pedirle al Señor indicaciones claras en cuanto al camino a seguir. El salmista
nos da el ejemplo: “Muéstrame la senda
correcta, oh SEÑOR; señálame el camino que debo seguir” (Sal 25.4 – NTV).
Si la Biblia registra este tipo de oraciones, quiere decir que Dios nos quiere mostrar su voluntad para
nosotros. Es más, todo el tiempo él quiere hacernos conocer su camino. Ese no
es el problema. El problema mucho mayor es que nosotros no queremos saber su
plan para nuestro futuro, ya que podría contradecir nuestro propio objetivo
fijado muy hábilmente. O quizás sí queremos conocer su voluntad, pero no
podemos identificar su voz. Quizás nos imaginamos que debería aparecer una
columna de fuego que nos indique el camino, o una carta que caiga del cielo con
las indicaciones claras para nosotros, para que, como robots, simplemente
tengamos que ponernos en modo “Obediencia”, y ya. Y no nos damos cuenta que esa
carta ya cayó del cielo. Solo que somos demasiado flojos como para leerla. Esta
carta se llama “Biblia”. Por eso exclama el salmista: “Tu palabra es lámpara que guía mis pasos; luz que alumbra mi camino”
(Sal 119.105 – PDT). ¿Queremos recibir guía de Dios? El primer paso es tomar su
Palabra, estudiarla, conocer el corazón del Padre y seguir sus indicaciones.
Todos los principios básicos que necesitamos para vivir una vida según su
agrado están ahí. ¿Por qué él debería volver a indicarnos el camino si ya lo
hizo en su Palabra? Él ya cumplió su parte; ahora nos toca tomar ese mapa,
estudiarlo, y orientar nuestros pasos según lo que nos indica. En cuanto a
algunas decisiones puntuales, —por ejemplo, si estudiar esta carrera o tal otra;
si renunciar a su empleo y empezar un emprendimiento independiente, etc.— él
tiene otras formas de guiarnos. Dios quiere transmitirnos su voluntad en una
relación íntima y personal entre él y nosotros. Él no quiere ser seguido por un
ejército de robots mecánicos que le obedecen sin pestañear, sino ser adorado
por un ejército de hijos e hijas que en amor le rinden sus vidas en respuesta
al amor recibido de él. Para describir esta relación, Jesús usó la imagen de un
pastor con sus ovejas: “El que vigila la
puerta le abre la puerta al pastor. El pastor llama a las ovejas por sus propios
nombres; ellas escuchan su voz y él las guía hacia afuera. Cuando las ha sacado
a todas, el pastor camina delante de ellas, y ellas lo siguen porque conocen su
voz” (Jn 10.3-4 – PDT). Esta descripción ilustra en forma tan bella y
tierna esa relación personal e íntima que Dios quiere tener con cada uno de
nosotros. Hay una interacción directa entre pastor y oveja, basada en el amor y
la confianza. Si la Biblia describe así la interacción entre un pastor y
animales, cuánto más lo será entre nuestro Padre celestial y nosotros sus
hijos: “Los que se dejan conducir por el
Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios” (Ro 8.14 – BLPH). Los que no se dejan guiar, quizás son hijos de
Dios por haber aceptado a Cristo como su Salvador, pero no como Señor, porque
reconocer el señorío de Cristo implica rendir nuestra voluntad a la de él. Y no
dejarse guiar significa que quiero ir mi propio camino. Y ya no le sigo a mi
Buen Pastor.
Esta es una forma en que Dios nos
guía: yendo delante, abriendo y mostrándonos el camino. Pero no siempre él procede
de esta manera. A veces él nos dice: “Te
haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar. Sobre ti fijaré mis
ojos” (Sal 32.8 – RVA2015). Igual Dios nos promete hacernos entender su
voluntad y mostrarnos el camino que él ha trazado para nosotros. Pero no dice
que caminará delante de nosotros. Nos
va a observar cómo nosotros nos guiamos según lo que ya hemos entendido de él.
Una versión en alemán dice que él nos guiará con sus ojos. Esto quiere decir,
como lo expresa la Reina Valera Contemporánea: “…no voy a quitarte los ojos de encima.” Esto no significa que Dios
nos vigila para ver dónde nos puede dar una buena reprimenda por algún error
cometido. Más bien nos transmite tranquilidad y confianza, sabiendo que no
estamos solos, que alguien vigila por nosotros. Es como ese niño que por
primera vez va solito a la escuela, pero no sabe que su mamá le sigue media
cuadra atrás y que no despega su ojo ni un segundo de él. No es control, sino
cuidado. O como los discípulos que de noche cruzaron el mar de Galilea mientras
Jesús se quedó a orar. Pero aun ahí él vio que ellos estaban en gran aflicción
a causa de la tormenta, y él fue sobre el agua para socorrerlos – sin embargo, ellos
interpretaron su presencia como fantasmal. Así de torcidos reaccionamos muchas
veces a la obra de Dios en nuestras vidas.
Entonces, en este tipo de guía Dios
nos dice: “Bueno, hijo mío, ya te he enseñado todo lo que necesitas saber
acerca de esta situación, ahora ponte en marcha, usando esa información para
tomar decisiones. Y a medida que avanzas, te voy ir enseñando cosas nuevas que
necesitas saber para el siguiente paso. Pero ve, yo confío en ti que lo harás
bien. Y cualquier cosa, aquí estaré viéndote.”
Pero
a veces Dios es incluso más radical todavía. A Abraham él dijo: “Yo soy el Dios Todopoderoso; camina delante
de mí y sé perfecto” (Gn 17.1 – RVA2015). Esto quiere decir, como lo
expresa otra versión: “Vive en mi
presencia y sé intachable” (NVI). Pero imaginémoslo literalmente: caminar
delante de Dios. En vez de que el Señor vaya delante de nosotros y nosotros le
seguimos, él nos manda que nosotros vayamos delante de él y él nos sigue. O
sea, hay situaciones en la vida en la que él nos da la libertad de elegir lo
que a nosotros nos parece mejor, utilizando todo lo que ya sabemos de él.
¡Cuánta confianza tiene él en nosotros! Miren, hermanos, nosotros tenemos
muchas veces una imagen demasiado pequeña y cuadrada de Dios. No sé cuántos de
ustedes conocen la canción supuestamente infantil: “Cuida tus ojos, cuida tus
ojos lo que ven. Porque el Padre celestial te vigila con afán. Cuida tus ojos
lo que ven.” Esa no es una canción infantil. Es una tortura espiritual que nos
pinta un Dios caprichoso que solo mira dónde damos un paso en falso para poder
castigarnos. Y nos desarrollamos en adultos que constantemente viven con miedo
a tener un pensamiento en falso y que caiga un rayo sobre nosotros y nos parta
en mil pedazos por eso. Este concepto no coincide ni remotamente con el Dios
que nos presenta la Biblia: un Dios de amor, un Dios de gracia, un Dios
perdonador y restaurador. Así que, él nos rayó la cancha, y sobre esta cancha
nos da toda la libertad de movernos en la dirección que nosotros queramos. No
hay posibilidad de fallar o de caer fuera de la voluntad de Dios, siempre y
cuando no nos salgamos de los límites de la cancha, es decir, de los principios
que él nos ha trazado. Eso también es guía de Dios, solo que muchas veces nos
cuesta porque consideramos que hay un solo camino válido, y si no acertamos ese
un camino, habremos caído en el pecado de rebelarnos contra la voluntad de
Dios. Hay situaciones en que puede ser que haya un solo camino, y en tales
casos él nos dará a conocer de algún modo cuál es ese camino. Pero hay otras
situaciones en que tenemos muchas opciones a elegir, todas igualmente válidas.
Son situaciones que requieren que usemos el cerebro que él nos ha dado para
evaluar qué es lo que más nos conviene o que más apunta hacia el propósito de
Dios para nuestra vida, hasta donde hayamos entendido ese propósito. Y no
tengamos temor. Si tenemos el fuerte deseo y la determinación de hacer la
voluntad de Dios, él nos guiará también en estos nuestros análisis que buscan
encontrar lo que más conviene. Y si en ese proceso hubiera algún error nuestro,
su gracia también cubre ese error y hasta lo usa para nuestro bien. Confíen en
el amor de Dios; confíen en que es nuestro Padre, y no lo vean como su juez y
verdugo.
¿Cómo
lo hemos vivido nosotros como matrimonio? Somos una pareja tremendamente dispareja
en todo sentido. Yo nací en el Chaco en una comunidad menonita, Mercedes en una
cultura autóctona del oriente boliviano. Nos llegamos a conocer en CEMTA. Cómo
llegamos a CEMTA es una historia aparte llena de aventuras divinas, pero será
tema de otro capítulo. Durante mi segundo año en CEMTA, Arnoldo Wiens, uno de nuestros
profesores, me planteó la idea de seguir mis estudios en el Seminario Bautista
de Buenos Aires. Empecé a apuntar a eso, a ver hasta dónde llegaría el asunto,
y se me abrieron las puertas para ir a Argentina. Creo que, en ese primer viaje
a Buenos Aires, sin conocer absolutamente nada, Dios siempre se fue como un
kilómetro detrás del colectivo en que me fui, sin despegar ni un segundo su ojo
de mí.
2
años más tarde nos casamos y Mercedes también prosiguió sus estudios en Buenos
Aires en el área de música. Una noche, estando yo en clases, me sacaron del
aula porque tenía una llamada de Paraguay. Hay que entender que por aquellos
tiempos jamás habíamos escuchado hablar de celulares, y toda comunicación
telefónica era por línea baja, y una llamada internacional era gran cosa. Así
que, si alguien me llamaba de Paraguay, debía ser algo grave. Era el pastor de la
iglesia madre de Filadelfia preguntando si el año siguiente estaríamos
dispuestos a asumir el pastorado en la IEB Laurelty, en reemplazo del pastor
fundador Arnoldo Wiens. Teníamos menos de una semana para dar una respuesta.
Fue un tiempo de intensa búsqueda de la voluntad de Dios. Teníamos otros planes
—queríamos seguir estudiando—, pero entendimos que Dios nos guiaba a aceptar el
reto. Así fue que al año de habernos casado en esa iglesia llegamos como
pastores de ella.
Después
de 4 años dejamos este ministerio en esa iglesia. Salí de ahí con cierta
sensación de fracaso que produjo en mí una convicción de que yo no servía para
el liderazgo. Esta convicción me acompañó y condicionó por muchos años. Más
tarde vuelvo a esto.
Saliendo
de Laurelty, nos fuimos bien al sur del país, a las Colonias Unidas, para
trabajar en una radio cristiana que se estaba abriendo allá. Estando allá,
surgió la idea de estudiar algo en ese ámbito. Tomamos contacto con la
Universidad Evangélica Boliviana, y a fines del año 2000 nos mudamos a Santa
Cruz, Bolivia, para hacer la licenciatura en Comunicación Social. Después de 7
años en Bolivia recibimos la solicitud de volver a Paraguay para trabajar en
Filadelfia en la Red Chaqueña de Comunicaciones RCC. Vine una vez a ver el
asunto e informarme más de cerca en cuanto a esta propuesta, y volví otra vez a
Bolivia para tomar ya una decisión como familia. En cuanto a este tema no
recibimos ninguna clara indicación en cuanto a qué decisión tomar. Fue como si
el Señor nos diera la cancha libre para que decidamos. Sea que nos viniéramos o
que nos quedáramos en Bolivia, pienso que hubiera estado bien para él. Y
decidimos volver a Paraguay para aceptar ese reto. Después de pocos años en la
RCC empecé a trabajar simultáneamente también a medio tiempo para la iglesia
madre como co-pastor y en otras tareas. En un tiempo de oración y lectura
bíblica, de golpe el Señor me mostró que todos esos años yo había sido presa de
una mentira de Satanás que se instaló en mí en aquel tiempo al salir del
pastorado en Laurelty, diciéndome que yo no servía para el liderazgo. Fue
cuestión de pocos segundos, pero fue como si un velo se hubiera corrido de mi
mente. Esta revelación cambió mi vida de ahí en adelante. Sigo siendo una
persona que no busca el liderazgo, pero si el Señor me quiere usar en esa
función, estoy disponible para él. Y fue muy poco tiempo después, que la
iglesia madre nos preguntó por asumir el pastorado en Costa Azul. Nuevamente
teníamos muy poco tiempo para tomar una decisión, pero esta vuelta pudimos ver
claramente que el Señor iba delante, guiándonos a ese paso.
De
esta misma manera han transcurrido también los casi 10 años que hemos estado
ahora en esa iglesia: siempre el Señor yendo por delante, abriendo camino. Una
y otra vez hemos visto que el Señor estaba a cargo de la obra, y nosotros
simplemente espectadores de su obrar.
Pero
las sorpresas del Señor no terminaron todavía. En el retiro familiar en
septiembre de este año, los pastores Orlando y Roberto de repente nos llamaron
aparte y nos preguntaron acerca de tomar la responsabilidad pastoral aquí en
Parque del Norte. Esto desencadenó en nosotros un proceso bastante intenso de
reorganizar nuestros pensamientos y sentimientos, buscando una respuesta de
parte del Señor, otra vez en muy corto tiempo. Nuevamente, no recibimos ningún
mensaje de WhatsApp del cielo que nos ordenó: “Acepten la solicitud.” Pero recibimos
este mensaje de múltiple manera a través de las cosas que se dieron en los días
siguientes. Una y otra vez el Señor nos guiñó con el ojo diciendo: “¿No ves que
estoy obrando?” No pude dejar de maravillarme de cómo el Señor había preparado
todo, pero absolutamente todo, con lujo de detalles, ya desde mucho tiempo
antes. Ahora una pieza tras otra del rompecabezas se ubicó en su lugar —y en
una velocidad tan grande que casi no pudimos mantener el ritmo— para revelar un
cuadro tremendamente hermoso del poder, el amor y el obrar de Dios. Me
apasiona, entusiasma y conmueve profundamente ver la mano de Dios en las
circunstancias, en una iglesia, en las vidas de las personas y en mi propia
vida, obrando para honra y gloria de él.
Ahora
le invito a mi esposa a que pase y comente cómo ella ha vivido la guía de Dios.
Vuelvo
a las preguntas del inicio: ¿Ustedes creen que Dios tiene
un plan y un propósito para esta iglesia? ¿Y ustedes creen que Dios tiene un
plan y un propósito para su vida particular? ¡Sin lugar a dudas! Y como dice la
canción: “Aunque no pueda ver, estás obrando. Siempre estás, siempre estás
obrando.” Lo puedo afirmar con absoluta certeza, basado en mi propia
experiencia y la observación en otras personas. Incluso cuando algo va muy
diferente a lo que uno se lo imagina o desea, se cumple el tan famoso versículo
de Romanos 8.28: “…sabemos que Dios hace
que todas las cosas cooperen para el bien de los que lo aman y son llamados
según el propósito que él tiene para ellos” (NTV). Aun estas piezas que me
parecen muy feas él las puede usar para dar matices muy hermosos al cuadro de
mi vida que él está tejiendo en lo oculto. Y cada tanto corre un poquito el
velo para mostrarme cómo avanza su obra de arte. ¿Tiene Dios un plan para tu
vida? ¿Te está guiando en su camino? Deja que este siguiente versículo te dé la
respuesta. Deja que esta palabra penetre en lo profundo de tu alma y traiga paz
en las áreas que te afligían hasta ahora. Dios te dice: “Sé muy bien lo que tengo planeado para ustedes, dice el SEÑOR, son
planes para su bienestar, no para su mal. Son planes de darles un futuro y una
esperanza” (Jer 28.11 – PDT). Dale a Dios la libertad de realizar sus
planes perfectos en tu vida. Y si por ahí nunca has abierto tu vida a que Dios
se haga cargo de ella, hazlo ahora a través de esta sencilla oración…
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