sábado, 13 de abril de 2024

La guía de Dios

 


            ¿Ustedes creen que Dios tiene un plan y un propósito para esta iglesia? ¿Están seguros? ¿Y ustedes creen que Dios tiene un plan y un propósito para su vida particular? Me parece que es muy importante entender cómo Dios procede con nosotros.

            Esta prédica será un poco diferente a lo que suelo hacer. Estaremos reflexionando acerca de algunos pasajes bíblicos, pero también estaremos combinándola con nuestra propia experiencia con este tema. Como es la primera vez que nos presentamos delante de ustedes en esta nueva etapa que se abrirá muy pronto, nos pareció bien hacerlo de esta manera.

            Cuando hablamos de cómo Dios trata con nosotros, tenemos que saber que él no tiene una fórmula general que él aplica a todas las personas en todas las situaciones. Él procede con cada persona de forma diferente, según las características personales con las que él ha creado a cada uno. Pero también en la vida de una misma persona, cada situación es diferente otra vez. Encontramos textos en la Palabra de Dios que nos muestran una clara guía de parte de Dios. Por ejemplo, en sus discursos de despedida, Moisés hace un recuento de las grandes obras de Dios a favor del pueblo. Y dice: “El Señor su Dios marcha al frente de ustedes y combatirá por ustedes, tal como vieron que lo hizo en Egipto. … El Señor su Dios … iba delante de ustedes para escoger el lugar donde debían acampar. De noche les señalaba con fuego el camino que tenían que seguir, y de día se lo señalaba con una nube” (Dt 1.30-31, 33 – DHH). Este es quizás el ejemplo más claro y más conocido de este tipo de guía de Dios: cuando él va delante en una columna de nubes o de fuego, señalando el camino por el desierto y el lugar indicado para acampar. Particularmente esta imagen me gusta mucho por diversas razones. Por un lado, que él vaya delante significa que él va abriendo camino, como Moisés lo dice aquí: “El señor marcha al frente, combatiendo por ustedes.” Él es el héroe que va delante, derrotando a todo un ejército enemigo. Probablemente nos toque lidiar todavía con algún enemigo que se despierta otra vez del golpe que ligó, se vuelve a levantar y nos ataca. Puede incluso que nos llegue a herir, pero lo que nos toca luchar no es nada en comparación de lo que ha hecho el que va delante abriendo camino.

            Quizás me guste también esta imagen y esta forma de guiarnos por parte del Señor porque es la más clara y —para ser honesto— la más cómoda. No tengo que pensar mucho, no tengo que comparar alternativas y tomar decisiones por la que me parece ser la mejor opción, sino simplemente obedecer y seguir el camino trazado. Aun así, a pesar de esta relativa comodidad, muchas veces no seguimos sus indicaciones. Somos tan tercos que queremos abrir nuestro propio camino, creyendo que será más corto, más directo o más cómodo y, sobre todo, que me llevará a aquello que yo quiero. Puede que mi camino tenga realmente estas características, pero si no es el camino del Señor, ¿de qué me sirve que sea corto, directo y cómodo? El camino al infierno también es muy cómodo. Simplemente hay que dejarse llevar por la corriente del mundo y uno va a terminar ahí. El camino al cielo Jesús mismo lo describe como angosto. Es mucho más duro, porque uno tiene que ir contra la corriente del mundo. Si alguna vez han ido a un arroyo, o en estos días han tenido que cruzar un raudal, sabrán que, aunque tenga poca agua, cuesta mucha energía caminar en el agua contra corriente. Así es la vida cristiana. Humanamente hablando es complicada y difícil, pero el resultado final no tiene ni comparación con donde terminan nuestros propios caminos.

            En este sentido es totalmente válido pedirle al Señor indicaciones claras en cuanto al camino a seguir. El salmista nos da el ejemplo: “Muéstrame la senda correcta, oh SEÑOR; señálame el camino que debo seguir” (Sal 25.4 – NTV). Si la Biblia registra este tipo de oraciones, quiere decir que Dios nos quiere mostrar su voluntad para nosotros. Es más, todo el tiempo él quiere hacernos conocer su camino. Ese no es el problema. El problema mucho mayor es que nosotros no queremos saber su plan para nuestro futuro, ya que podría contradecir nuestro propio objetivo fijado muy hábilmente. O quizás sí queremos conocer su voluntad, pero no podemos identificar su voz. Quizás nos imaginamos que debería aparecer una columna de fuego que nos indique el camino, o una carta que caiga del cielo con las indicaciones claras para nosotros, para que, como robots, simplemente tengamos que ponernos en modo “Obediencia”, y ya. Y no nos damos cuenta que esa carta ya cayó del cielo. Solo que somos demasiado flojos como para leerla. Esta carta se llama “Biblia”. Por eso exclama el salmista: “Tu palabra es lámpara que guía mis pasos; luz que alumbra mi camino” (Sal 119.105 – PDT). ¿Queremos recibir guía de Dios? El primer paso es tomar su Palabra, estudiarla, conocer el corazón del Padre y seguir sus indicaciones. Todos los principios básicos que necesitamos para vivir una vida según su agrado están ahí. ¿Por qué él debería volver a indicarnos el camino si ya lo hizo en su Palabra? Él ya cumplió su parte; ahora nos toca tomar ese mapa, estudiarlo, y orientar nuestros pasos según lo que nos indica. En cuanto a algunas decisiones puntuales, —por ejemplo, si estudiar esta carrera o tal otra; si renunciar a su empleo y empezar un emprendimiento independiente, etc.— él tiene otras formas de guiarnos. Dios quiere transmitirnos su voluntad en una relación íntima y personal entre él y nosotros. Él no quiere ser seguido por un ejército de robots mecánicos que le obedecen sin pestañear, sino ser adorado por un ejército de hijos e hijas que en amor le rinden sus vidas en respuesta al amor recibido de él. Para describir esta relación, Jesús usó la imagen de un pastor con sus ovejas: “El que vigila la puerta le abre la puerta al pastor. El pastor llama a las ovejas por sus propios nombres; ellas escuchan su voz y él las guía hacia afuera. Cuando las ha sacado a todas, el pastor camina delante de ellas, y ellas lo siguen porque conocen su voz” (Jn 10.3-4 – PDT). Esta descripción ilustra en forma tan bella y tierna esa relación personal e íntima que Dios quiere tener con cada uno de nosotros. Hay una interacción directa entre pastor y oveja, basada en el amor y la confianza. Si la Biblia describe así la interacción entre un pastor y animales, cuánto más lo será entre nuestro Padre celestial y nosotros sus hijos: “Los que se dejan conducir por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios” (Ro 8.14 – BLPH). Los que no se dejan guiar, quizás son hijos de Dios por haber aceptado a Cristo como su Salvador, pero no como Señor, porque reconocer el señorío de Cristo implica rendir nuestra voluntad a la de él. Y no dejarse guiar significa que quiero ir mi propio camino. Y ya no le sigo a mi Buen Pastor.

            Esta es una forma en que Dios nos guía: yendo delante, abriendo y mostrándonos el camino. Pero no siempre él procede de esta manera. A veces él nos dice: “Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar. Sobre ti fijaré mis ojos” (Sal 32.8 – RVA2015). Igual Dios nos promete hacernos entender su voluntad y mostrarnos el camino que él ha trazado para nosotros. Pero no dice que caminará delante de nosotros. Nos va a observar cómo nosotros nos guiamos según lo que ya hemos entendido de él. Una versión en alemán dice que él nos guiará con sus ojos. Esto quiere decir, como lo expresa la Reina Valera Contemporánea: “…no voy a quitarte los ojos de encima.” Esto no significa que Dios nos vigila para ver dónde nos puede dar una buena reprimenda por algún error cometido. Más bien nos transmite tranquilidad y confianza, sabiendo que no estamos solos, que alguien vigila por nosotros. Es como ese niño que por primera vez va solito a la escuela, pero no sabe que su mamá le sigue media cuadra atrás y que no despega su ojo ni un segundo de él. No es control, sino cuidado. O como los discípulos que de noche cruzaron el mar de Galilea mientras Jesús se quedó a orar. Pero aun ahí él vio que ellos estaban en gran aflicción a causa de la tormenta, y él fue sobre el agua para socorrerlos – sin embargo, ellos interpretaron su presencia como fantasmal. Así de torcidos reaccionamos muchas veces a la obra de Dios en nuestras vidas.

            Entonces, en este tipo de guía Dios nos dice: “Bueno, hijo mío, ya te he enseñado todo lo que necesitas saber acerca de esta situación, ahora ponte en marcha, usando esa información para tomar decisiones. Y a medida que avanzas, te voy ir enseñando cosas nuevas que necesitas saber para el siguiente paso. Pero ve, yo confío en ti que lo harás bien. Y cualquier cosa, aquí estaré viéndote.”

            Pero a veces Dios es incluso más radical todavía. A Abraham él dijo: “Yo soy el Dios Todopoderoso; camina delante de mí y sé perfecto” (Gn 17.1 – RVA2015). Esto quiere decir, como lo expresa otra versión: “Vive en mi presencia y sé intachable” (NVI). Pero imaginémoslo literalmente: caminar delante de Dios. En vez de que el Señor vaya delante de nosotros y nosotros le seguimos, él nos manda que nosotros vayamos delante de él y él nos sigue. O sea, hay situaciones en la vida en la que él nos da la libertad de elegir lo que a nosotros nos parece mejor, utilizando todo lo que ya sabemos de él. ¡Cuánta confianza tiene él en nosotros! Miren, hermanos, nosotros tenemos muchas veces una imagen demasiado pequeña y cuadrada de Dios. No sé cuántos de ustedes conocen la canción supuestamente infantil: “Cuida tus ojos, cuida tus ojos lo que ven. Porque el Padre celestial te vigila con afán. Cuida tus ojos lo que ven.” Esa no es una canción infantil. Es una tortura espiritual que nos pinta un Dios caprichoso que solo mira dónde damos un paso en falso para poder castigarnos. Y nos desarrollamos en adultos que constantemente viven con miedo a tener un pensamiento en falso y que caiga un rayo sobre nosotros y nos parta en mil pedazos por eso. Este concepto no coincide ni remotamente con el Dios que nos presenta la Biblia: un Dios de amor, un Dios de gracia, un Dios perdonador y restaurador. Así que, él nos rayó la cancha, y sobre esta cancha nos da toda la libertad de movernos en la dirección que nosotros queramos. No hay posibilidad de fallar o de caer fuera de la voluntad de Dios, siempre y cuando no nos salgamos de los límites de la cancha, es decir, de los principios que él nos ha trazado. Eso también es guía de Dios, solo que muchas veces nos cuesta porque consideramos que hay un solo camino válido, y si no acertamos ese un camino, habremos caído en el pecado de rebelarnos contra la voluntad de Dios. Hay situaciones en que puede ser que haya un solo camino, y en tales casos él nos dará a conocer de algún modo cuál es ese camino. Pero hay otras situaciones en que tenemos muchas opciones a elegir, todas igualmente válidas. Son situaciones que requieren que usemos el cerebro que él nos ha dado para evaluar qué es lo que más nos conviene o que más apunta hacia el propósito de Dios para nuestra vida, hasta donde hayamos entendido ese propósito. Y no tengamos temor. Si tenemos el fuerte deseo y la determinación de hacer la voluntad de Dios, él nos guiará también en estos nuestros análisis que buscan encontrar lo que más conviene. Y si en ese proceso hubiera algún error nuestro, su gracia también cubre ese error y hasta lo usa para nuestro bien. Confíen en el amor de Dios; confíen en que es nuestro Padre, y no lo vean como su juez y verdugo.

            ¿Cómo lo hemos vivido nosotros como matrimonio? Somos una pareja tremendamente dispareja en todo sentido. Yo nací en el Chaco en una comunidad menonita, Mercedes en una cultura autóctona del oriente boliviano. Nos llegamos a conocer en CEMTA. Cómo llegamos a CEMTA es una historia aparte llena de aventuras divinas, pero será tema de otro capítulo. Durante mi segundo año en CEMTA, Arnoldo Wiens, uno de nuestros profesores, me planteó la idea de seguir mis estudios en el Seminario Bautista de Buenos Aires. Empecé a apuntar a eso, a ver hasta dónde llegaría el asunto, y se me abrieron las puertas para ir a Argentina. Creo que, en ese primer viaje a Buenos Aires, sin conocer absolutamente nada, Dios siempre se fue como un kilómetro detrás del colectivo en que me fui, sin despegar ni un segundo su ojo de mí.

            2 años más tarde nos casamos y Mercedes también prosiguió sus estudios en Buenos Aires en el área de música. Una noche, estando yo en clases, me sacaron del aula porque tenía una llamada de Paraguay. Hay que entender que por aquellos tiempos jamás habíamos escuchado hablar de celulares, y toda comunicación telefónica era por línea baja, y una llamada internacional era gran cosa. Así que, si alguien me llamaba de Paraguay, debía ser algo grave. Era el pastor de la iglesia madre de Filadelfia preguntando si el año siguiente estaríamos dispuestos a asumir el pastorado en la IEB Laurelty, en reemplazo del pastor fundador Arnoldo Wiens. Teníamos menos de una semana para dar una respuesta. Fue un tiempo de intensa búsqueda de la voluntad de Dios. Teníamos otros planes —queríamos seguir estudiando—, pero entendimos que Dios nos guiaba a aceptar el reto. Así fue que al año de habernos casado en esa iglesia llegamos como pastores de ella.

            Después de 4 años dejamos este ministerio en esa iglesia. Salí de ahí con cierta sensación de fracaso que produjo en mí una convicción de que yo no servía para el liderazgo. Esta convicción me acompañó y condicionó por muchos años. Más tarde vuelvo a esto.

            Saliendo de Laurelty, nos fuimos bien al sur del país, a las Colonias Unidas, para trabajar en una radio cristiana que se estaba abriendo allá. Estando allá, surgió la idea de estudiar algo en ese ámbito. Tomamos contacto con la Universidad Evangélica Boliviana, y a fines del año 2000 nos mudamos a Santa Cruz, Bolivia, para hacer la licenciatura en Comunicación Social. Después de 7 años en Bolivia recibimos la solicitud de volver a Paraguay para trabajar en Filadelfia en la Red Chaqueña de Comunicaciones RCC. Vine una vez a ver el asunto e informarme más de cerca en cuanto a esta propuesta, y volví otra vez a Bolivia para tomar ya una decisión como familia. En cuanto a este tema no recibimos ninguna clara indicación en cuanto a qué decisión tomar. Fue como si el Señor nos diera la cancha libre para que decidamos. Sea que nos viniéramos o que nos quedáramos en Bolivia, pienso que hubiera estado bien para él. Y decidimos volver a Paraguay para aceptar ese reto. Después de pocos años en la RCC empecé a trabajar simultáneamente también a medio tiempo para la iglesia madre como co-pastor y en otras tareas. En un tiempo de oración y lectura bíblica, de golpe el Señor me mostró que todos esos años yo había sido presa de una mentira de Satanás que se instaló en mí en aquel tiempo al salir del pastorado en Laurelty, diciéndome que yo no servía para el liderazgo. Fue cuestión de pocos segundos, pero fue como si un velo se hubiera corrido de mi mente. Esta revelación cambió mi vida de ahí en adelante. Sigo siendo una persona que no busca el liderazgo, pero si el Señor me quiere usar en esa función, estoy disponible para él. Y fue muy poco tiempo después, que la iglesia madre nos preguntó por asumir el pastorado en Costa Azul. Nuevamente teníamos muy poco tiempo para tomar una decisión, pero esta vuelta pudimos ver claramente que el Señor iba delante, guiándonos a ese paso.

            De esta misma manera han transcurrido también los casi 10 años que hemos estado ahora en esa iglesia: siempre el Señor yendo por delante, abriendo camino. Una y otra vez hemos visto que el Señor estaba a cargo de la obra, y nosotros simplemente espectadores de su obrar.

            Pero las sorpresas del Señor no terminaron todavía. En el retiro familiar en septiembre de este año, los pastores Orlando y Roberto de repente nos llamaron aparte y nos preguntaron acerca de tomar la responsabilidad pastoral aquí en Parque del Norte. Esto desencadenó en nosotros un proceso bastante intenso de reorganizar nuestros pensamientos y sentimientos, buscando una respuesta de parte del Señor, otra vez en muy corto tiempo. Nuevamente, no recibimos ningún mensaje de WhatsApp del cielo que nos ordenó: “Acepten la solicitud.” Pero recibimos este mensaje de múltiple manera a través de las cosas que se dieron en los días siguientes. Una y otra vez el Señor nos guiñó con el ojo diciendo: “¿No ves que estoy obrando?” No pude dejar de maravillarme de cómo el Señor había preparado todo, pero absolutamente todo, con lujo de detalles, ya desde mucho tiempo antes. Ahora una pieza tras otra del rompecabezas se ubicó en su lugar —y en una velocidad tan grande que casi no pudimos mantener el ritmo— para revelar un cuadro tremendamente hermoso del poder, el amor y el obrar de Dios. Me apasiona, entusiasma y conmueve profundamente ver la mano de Dios en las circunstancias, en una iglesia, en las vidas de las personas y en mi propia vida, obrando para honra y gloria de él.

            Ahora le invito a mi esposa a que pase y comente cómo ella ha vivido la guía de Dios.

            Vuelvo a las preguntas del inicio: ¿Ustedes creen que Dios tiene un plan y un propósito para esta iglesia? ¿Y ustedes creen que Dios tiene un plan y un propósito para su vida particular? ¡Sin lugar a dudas! Y como dice la canción: “Aunque no pueda ver, estás obrando. Siempre estás, siempre estás obrando.” Lo puedo afirmar con absoluta certeza, basado en mi propia experiencia y la observación en otras personas. Incluso cuando algo va muy diferente a lo que uno se lo imagina o desea, se cumple el tan famoso versículo de Romanos 8.28: “…sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de los que lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos” (NTV). Aun estas piezas que me parecen muy feas él las puede usar para dar matices muy hermosos al cuadro de mi vida que él está tejiendo en lo oculto. Y cada tanto corre un poquito el velo para mostrarme cómo avanza su obra de arte. ¿Tiene Dios un plan para tu vida? ¿Te está guiando en su camino? Deja que este siguiente versículo te dé la respuesta. Deja que esta palabra penetre en lo profundo de tu alma y traiga paz en las áreas que te afligían hasta ahora. Dios te dice: “Sé muy bien lo que tengo planeado para ustedes, dice el SEÑOR, son planes para su bienestar, no para su mal. Son planes de darles un futuro y una esperanza” (Jer 28.11 – PDT). Dale a Dios la libertad de realizar sus planes perfectos en tu vida. Y si por ahí nunca has abierto tu vida a que Dios se haga cargo de ella, hazlo ahora a través de esta sencilla oración…

 


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