sábado, 27 de abril de 2024

El mensaje a la iglesia de Sardis


 




            En el interior se encuentra muchas veces todavía a personas que no tienen ningún tipo de documento personal. Por diferentes razones jamás fueron inscriptos en el registro civil. O sea, para el estado estas personas no existen. Caminan por el suelo nacional, pero no existen. A más tardar cuando se los quiere inscribir en la escuela, esto se vuelve un tremendo problema.

            Pero mucho mayor se vuelve el problema cuando tampoco figuran en las actas del registro civil celestial. Sí, aunque ustedes no lo crean, hay un registro civil en el cielo. Yo fui inscripto ahí cuando tuve 7 años terrenales. Para el cielo yo sí existo. ¿Y tú? ¿Figura tu nombre también ahí? Al final de la prédica volvemos a esto.

            Hoy nos toca estudiar el mensaje de Cristo a la iglesia de Sardis.

 

            FAp 3.1-6

 

            En este mensaje de Jesús a la iglesia de Sardis, él se presenta como el que tiene a los siete Espíritus de Dios. El número 7 es símbolo de perfección o de totalidad. Esto significa que Jesús opera y se relaciona con la totalidad del Espíritu Santo. El Espíritu Santo no es un poder aparte que lo asiste a Jesús cada tanto, sino Jesús y el Espíritu Santo forman junto con el Padre una sola divinidad indisoluble. Jesús tiene acceso y opera con todo el poder del Espíritu Santo en sus variadas funciones o manifestaciones. En este sentido lo expresa la Nueva Traducción Viviente (NTV): “Éste es el mensaje de aquél que tiene el Espíritu de Dios de siete aspectos…” (v. 1). Es por esta razón que Jesús puede sacar una radiografía espiritual tan exacta de esta iglesia, como estaremos viendo.

            Pero también dice tener las siete estrellas. Ya habíamos visto que las estrellas simbolizan a los mensajeros o los líderes o pastores de las iglesias. En su visión introductoria en el capítulo 1, Juan había visto a Jesús teniendo en su mano derecha las siete estrellas (Ap 1.16). La mano derecha habla de poder, de autoridad. Jesús tiene plena autoridad y poder sobre sus mensajeros. Ellos están completamente en sus manos. Si Jesús emite una evaluación, es totalmente certera y justa.

            Y la evaluación que hace de Sardis no es tan alentadora que digamos. En el caso de las anteriores iglesias que hemos estudiado, con excepción de Esmirna que no recibe reproche alguno, siempre encontramos primero un elogio de los puntos fuertes y luego un llamado de atención por algunas personas de la iglesia que permitían ciertos pecados en su vida. En el caso de Sardis, Jesús empieza reprochándola duramente para luego elogiar a algunos pocos que luchaban por mantenerse puros. Es decir, esta iglesia estaba en graves peligros por el deterioro avanzado en que se encontraba. Era una iglesia que se estaba muriendo y que necesitaba urgentemente una reanimación espiritual para poder levantarse nuevamente.

            Jesús dice de ella que tiene la fama de estar vivo, pero que en realidad está muerta (v. 1). Las demás IEBs de Asia menor hablaban de la iglesia de Sardis y se asombraban de todo lo que sucedía ahí. Era una iglesia que realizaba muchas obras, los cultos eran ruidosos y divertidos, cada domingo trataba de superar al anterior con un espectáculo deslumbrante de luces, sonidos, diversiones, etc. Pero Jesús sacudía tristemente la cabeza: “Ustedes se han degenerado a un club religioso, lejos de ser una iglesia viva con un espíritu apasionado por el Señor. Este pueblo me sirve de palabra y me honra con la boca, pero su corazón está lejos de mí, y el culto que me rinde son cosas inventadas por los hombres y aprendidas de memoria” (Is 29.13 – DHH), como Dios ya había reprochado a su pueblo a través del profeta Isaías. Pura pinta, pero sin esencia. Cuando la pinta no coincide con la realidad, lo llamamos “hipocresía”. La mayoría de los miembros jugaban cada domingo a la iglesita, y esto ya era suficiente como para calmar su conciencia religiosa. Sus muchas obras era mero activismo, sin el amor como motivación principal y sin presencia del Espíritu Santo. Y sin esta motivación aun las reuniones espectaculares que juntaba mucha gente estaban a punto de decaer, porque nada que no tenga sentido se puede sostener por mucho tiempo. ¡Qué triste la descripción que hace Cristo de esta iglesia! Pero no nos atrevamos a señalarle con el dedo, porque si a esta iglesia le pudo pasar esto, le puede pasar a cualquier otra – también a la IEB Parque del Norte. Acuérdense que habíamos dicho que estos mensajes de Cristo estaban dirigidas a 7 iglesias, representando así a la totalidad de las iglesias en el mundo, entre las que estamos nosotros también. Cualquier otra iglesia puede llegar a tener características similares a alguna de estas iglesias del Apocalipsis. Por lo tanto, el peligro en que se encontraba la iglesia de Sardis es el mismo peligro en que nosotros podemos encontrarnos. Cuando empezamos a descansar sobre lo que hemos logrado levantar, por los ministerios que tenemos, por la calidad de programas que pudimos alcanzar, ahí perdemos el enfoque y empezamos a girar alrededor de nosotros mismos como una calesita. Ya no es más Cristo el centro, sino nuestros propios logros y nuestra tradición eclesiástica. Y con esto estamos camino cuesta abajo. Nos puede salvar solo un toque de gracia de nuestro Señor que nos pone su mano en el hombro para que nos volteemos hacia él para escucharle diciéndonos: “Holaaaaa…, aquí estoy… No estoy allá en tu centro. Ahí solo estás tú. Yo estoy aquí afuera. Reconoce tu mal proceder, empezá a desarmar tu calesita de su actual eje egoísta y fijala de nuevo al eje que yo soy para que gires nuevamente alrededor de mí. ‘Despierta, pues, y reaviva lo que aún no ha muerto del todo…’ (v. 2 – BLPH), ‘…lo que aún es rescatable…’ (NVI), ‘pues tus obras me parecen muy mediocres a la luz de Dios’ (BLA); ‘veo que tus acciones no cumplen con los requisitos de mi Dios’” (NTV). Creo que en la pared de la iglesia de Sardis también apareció una mano escribiendo: “…has sido pesado en la balanza y te falta peso” (Dn 5.27 – BLPH), como Dios sentenció a Belsasar a través de Daniel. Si mi balanza en casa me dijera lo mismo, me alegraría, pero la balanza de Dios mide el espíritu, y si éste es “peso pluma”, es de preocuparse. Mientras la iglesia se divertía en sus cultos, su espíritu estaba en terapia intensiva por inanición, una “debilidad extrema por falta de alimento” (https://dle.rae.es/inanici%C3%B3n). Para no llegar a esta situación, tenemos la urgente necesidad de alimentar nuestro espíritu cada día con la Palabra de Dios y la oración. No hay otra. No hay píldoras concentradas de vitaminas espirituales que simplemente tragamos y que alimentan nuestro espíritu. Eso es trabajo de cada día, así como nuestra panza reclama cada día su ración sobremanera grande de alimentos.

            Y el remedio que Jesús le recomienda a la iglesia de Sardis es: “Vuelve a lo que escuchaste y creíste al principio, y retenlo con firmeza. Arrepiéntete y regresa a mí” (v. 3 – NTV). La Biblia es el mapa que nos guía por esta vida hasta la eternidad. Es necesario volver una y otra vez a consultar el mapa, a ver si estamos todavía en el camino correcto. Demasiado fácil es desviarnos; demasiado fácil es convertirnos en el terreno espinoso de la parábola de Jesús que recibe la semilla de la Palabra de Dios, pero donde los asuntos de esta vida lo ahogan nuevamente antes que lleve su fruto que Dios espera. La advertencia de Jesús es seria: “Si no despiertas, vendré a ti de repente, cuando menos lo esperes, como lo hace un ladrón” (v. 3 – NTV). Esta ilustración de un ladrón en la noche que viene inadvertidamente emplea el Apocalipsis frecuentemente para la segunda venida de Cristo, pero en este caso indica más bien alguna calamidad que podría sobrevenir a la iglesia si no se arrepiente de su estado espiritual agonizante.

            Es muy preocupante la situación de esta iglesia, pero… —y este “pero” da esperanza ante este cuadro negro— no todo está perdido. No todos en la iglesia están en esta condición. “…hay algunos en la iglesia de Sardis que no se han manchado la ropa con maldad. Ellos caminarán conmigo vestidos de blanco, porque son dignos” (v. 4 – NTV). ¡Qué testimonio de parte de Jesús mismo! Esta sola frase hace que todo esfuerzo por vencer la tentación y el pecado valga la pena. Aunque creas que ya no te quedan fuerzas para mantenerte a flote, ¡no te rindas ante la tentación! Más bien sal corriendo de lo que te tienta o —en palabras de Jesús— corta tu mano o pie o sácate el ojo si te hace pecar. Solo tomando medidas drásticas podrás vencer al pecado, no quedándote para ver cuánto tiempo lograrás resistir. Con el pecado no se juega a la pulseada o lucha de brazos. Como un hombre que se había ido a un prostíbulo y contó luego que había logrado soportar la tentación hasta las 4:00 de la madrugada, pero entonces no había podido más y había sucumbido ante ella. Eso no es resistir la tentación; esto es suicidio moral y espiritual. Pablo recomienda a Timoteo: “Huye de las pasiones de la juventud, y busca la justicia, la fe, el amor y la paz…” (2 Ti 2.22 – DHH). En este caso, huir no es cobardía, no es ser derrotado, sino todo lo contrario. ¡Es la salvación de tu vida! Esto lo habían hecho algunos de la iglesia de Sardis. No se habían embarrado los vestidos con el pecado. Habían luchado por mantenerse puros. Por eso, Jesús los llama dignos del privilegio de caminar siempre a su lado con ropa blanca: “El que salga vencedor será vestido de blanco” (v. 5 – RVC). El blanco es símbolo de santidad y victoria. Será visible por toda la eternidad que ellos han vencido sobre la tentación y se han mantenido en pie. Claro, en esta vida nunca seremos libres del pecado, pero ya no vivimos en el fango de las transgresiones. Cada vez que fallamos, le pedimos de nuevo al Señor que nos perdone, y él nos restaura otra vez a la plena comunión con él. ¡Vale la pena la lucha por la santidad!

            Pero el vencedor recibe aquí dos promesas más de parte de Jesús. La primera promesa era ser ataviado con el símbolo de la victoria, representado aquí por la ropa blanca. La segunda promesa es: “…nunca borraré su nombre del libro de la vida…” (v. 5 – RVA2015). El capítulo 21 de Apocalipsis describe la Nueva Jerusalén del cielo y dice: “Solamente entrarán los que tienen su nombre escrito en el libro de la vida del Cordero” (Ap 21.27 – DHH). Ese libro es el registro civil celestial en el cual figuran todos los nombres de los que han nacido de nuevo en el reino de Dios. Solo los que han aceptado a Jesús como su Señor y Salvador personal figuran en este libro. No son nuestras buenas acciones o nuestro comportamiento ejemplar los que hacen figurar nuestro nombre allá, sino única y exclusivamente haber abierto nuestra vida para que Jesús se haga cargo de ella, nos perdone y restaure nuestra comunión con el Padre. Solo quien ha experimentado esto personalmente podrá estar en el cielo por toda la eternidad. Jesús promete al que se mantuvo fiel a él hasta la muerte física que su nombre no será borrado jamás del libro de la vida. ¡Vale la pena luchar por la santidad!

            La tercera promesa para el vencedor es que Jesús reconocerá su nombre ante el Padre y sus ángeles. Se va a dar lectura en voz alta al libro del registro civil celestial, y de cada nombre que figura ahí Jesús dirá: “Esta persona me pertenece.” Jesús ya había dicho cuando estuvo aquí sobre la tierra que “todo aquel que me reconozca en público aquí en la tierra también lo reconoceré delante de mi Padre en el cielo” (Mt 10.32 – NTV).

            ¿Está tu nombre ya en el libro de la vida? Si es así, alégrate. Jesús dijo a sus discípulos: “…no se alegren tanto de dominar a los espíritus, sino de que sus nombres están escritos en el cielo” (Lc 10.20 – PDT). Y motivado por esta alegría y esta gloriosa realidad, vive una vida de obediencia a Dios que da honra y gloria al que te salvó. Si no está todavía tu nombre, presentate ahora mismo ante el Juez de paz Jesucristo y pídele que inscriba tu nombre en su libro de la vida que figura en el registro civil celestial. Pídele que te perdone tus pecados y que te haga un hijo de Dios. Con esta sencilla oración se producirá un milagro en las esferas espirituales. Tu pecado te será quitado, y desde ese mismo momento tendrás vida eterna. El cielo es un regalo para quienes reconocen su pecaminosidad y su necesidad de Jesús. Dios te ofrece este regalo. Está en tus manos aceptarlo o no. “Quien tenga oídos, preste atención a lo que el Espíritu dice a las iglesias” (v. 6 – BLPH).

 


lunes, 15 de abril de 2024

El mensaje a la iglesia de Tiatira

 




            A veces sucede que, cuando vamos a comer en algún lugar donde no hay buena ventilación, que todo el olor de la cocina se queda en el ambiente. Cuando después de comer vamos a casa, sigue el olor a comida en nuestra ropa. Aun horas después olemos el ambiente que hubo en ese lugar donde fuimos a comer.

            O también pasa lo mismo cuando estamos en un lugar cerrado en el que hay una persona que tiene una loción o perfume de olor muy penetrante. Aunque ya nos hayamos despedido hace rato, sigue habiendo ese aroma impregnada en nuestra ropa y hasta parece que en la piel.

            ¿Y si estamos en intimidad con el Señor? ¿Estamos tan cerca de él que su “aroma” queda prendido en nuestro espíritu? Algo en esta dirección estaremos hablando esta mañana al estudiar el mensaje de Cristo a la iglesia de Tiatira.

 

            F Ap 2.18-29

 

            La ciudad de Tiatira era un centro laboral, con muchos gremios que se dedicaban a la confección de ropa, tintorería y alfarería. Lidia, la primera convertida de Pablo en Filipos, era una mercader de Tiatira. La ciudad era esencialmente secular, sin preferencia por religión alguna.

            En esta carta, por primera vez Jesús se presenta abiertamente como Hijo de Dios. Siempre había usado alguna imagen para describirse, cosa que también hace aquí a continuación, pero es la primera vez que manifiesta claramente su identidad. Esto le da a este mensaje un peso adicional muy fuerte. Como Hijo de Dios tiene y es la autoridad máxima en todo el universo. Él es quien ve con nitidez hasta lo más oculto y es el juez absolutamente imparcial y justo. De esto testifican también las imágenes que él utiliza para describirse. Dice tener “ojos como llamas de fuego” (v. 18 – BNP). Esto me da la idea de una mirada penetrante que no tiene obstáculo. Puede mirar hasta el último rincón del alma y ver absolutamente todo. Todo lo que quiera frenar su mirada para ocultar algo es quemado por su fuego. Todo lo oculto queda totalmente abierto ante él. No hay secretos para Jesús. Para quien quiere ocultar cosas ante Dios, esto es terrorífico. Si este es tu caso, sácalo tú mismo a la luz de Cristo, confiésalo, arrepiéntete y abandónalo. Él de todos modos lo sabe, pero si él lo tiene que traer a luz, será mucho más doloroso y vergonzoso para ti. Pero, a la vez, es algo muy liberador, porque sabemos que podemos ser absolutamente transparentes y libres ante él. Tener que ocultar algo constantemente para que nadie se entere puede ser muy desgastante. Pero cuando ese temor se va y uno puede respirar hondo con la conciencia tranquila, eso no tiene precio.

            Por otro lado, Cristo dice que sus “pies se asemejan al bronce pulido” (RVC); o: “como bronce al rojo vivo” (NBD). Esta imagen también muestra que Dios es un juez imparcial, preparado para aplastar todo mal con sus pies pesados. En esta carta él anuncia justamente juicio contra los que se le oponen.

            Esta capacidad de ver con claridad hasta el fondo del alma pone al descubierto todas las virtudes de esta iglesia. Y realmente, el elogio que ella recibe es impresionante. Jesús dice que está al tanto de las obras de esta iglesia, de su amor, su fe, servicio y paciencia. Y también que ahora ella está haciendo más y mejores obras que al principio. ¡Qué elogio! Muestra una iglesia que está trabajando incansablemente, buscando crecer en todos los aspectos. Y la evaluación que Cristo hace de esta iglesia sale demasiado bien. Es tan refrescante recibir este tipo de elogios, porque muchas veces estamos tan metidos en nuestros proyectos como iglesia, tan concentrados en seguir lo que creemos que es la guía de Dios, y nos preguntamos si realmente acertamos, si de veras estamos haciendo la voluntad del Señor. O si de repente —como lo expresó una vez un indígena del Chaco— “estamos rascando donde no pica”. Que entonces el mismo Señor Jesús emita semejante aprobación tampoco no tiene precio.

            El hecho de que Cristo dé ese respaldo a la iglesia no significa todavía que era una iglesia perfecta. De hecho, no existe una iglesia perfecta. Así también en la de Tiatira, no todo era maravilla. La iglesia tenía serios problemas con una situación que Cristo pasa a señalar a continuación.

            Al igual que en la iglesia de Pérgamo, había en Tiatira una influencia antibíblica interna. Había una mujer que se atribuía importantes niveles de supuesta espiritualidad, pero que llevó a la gente a caminos totalmente destructivos. En este texto ella recibe el nombre de Jezabel. Si este realmente ha sido su nombre verdadero no lo podemos saber, pero lo que sí sabemos con seguridad es que es un nombre simbólico que alude a la malvada esposa del rey Acab en el Antiguo Testamento. Acab se casó con una extranjera llamada Jezabel, y ella impuso una terrible idolatría en Israel, adorando a Baal y a Aserá. Una de las confrontaciones más fuertes con el profeta Elías fue cuando él convocó a 850 sacerdotes de Baal y de Aserá en el monte Carmelo para definir quién sería el verdadero Dios de Israel. Conocemos la historia que ambos bandos prepararon un altar de sacrificios, pero sin prenderle fuego. El Dios que responda con fuego del cielo sería el Dios de Israel. Cuando el verdadero Dios respondió a una sencilla oración de Elías, el profeta mandó a matar a todos los sacerdotes de los cultos paganos. Esto enfureció de tal manera a Jezabel que juró no descansar hasta haber matado a Elías. Finalmente, ella tuvo una muerte muy horrible que mostró el juicio de Dios sobre ella. Desde entonces hasta hoy en día se conoce al espíritu de Jezabel como un demonio muy poderoso que lleva a la gente a rebelarse contra Dios y contra toda autoridad divina. Esto fue también el caso en la iglesia de Tiatira. Los pecados mencionados, consistiendo en inmoralidad sexual y en comer carne sacrificada a los ídolos, pueden ser literales o simbólicos. Lo más probable es que tengan ambos significados. Pero todo estilo de vida pecaminoso tiene su origen en una desviación y un alejamiento de Dios. En otras palabras, la fornicación o el adulterio en esta iglesia era sí o sí un adulterio espiritual, consistiendo en infidelidad a Dios. Los pecados sexuales, en caso de ser literales, serían una consecuencia o fruto de esa infidelidad a Dios. Por eso, una versión lo traduce así: “Esa mujer anda diciendo que yo la envié, y les ha dicho a mis servidores que pueden comer de lo que se ofrece a dioses falsos, y los anima a serme infieles” (v. 20 – TLA). Es muy poco probable que una persona totalmente enfocada y en comunión con Dios caiga de un momento a otro en una rotunda rebelión contra Dios y, en consecuencia, en todo tipo de pecados. Normalmente es un proceso en el cual uno ha permitido en su vida pensamientos que no debería cultivar; miradas que no debería haber sostenido; haberse concentrado en cosas que ha escuchado y que debería haber rechazado rotundamente; haber descuidado la lectura bíblica diaria y la comunicación continua con Dios, etc. Y estas cosas permitidas en su vida, de manera lenta pero segura han desviado y alejado a esa persona de Dios y, en consecuencia, a todo tipo de pecados. Satanás es demasiado hábil para bajar nuestra guardia de a poquito, sutilmente. Normalmente nos damos cuenta recién después de bastante tiempo que estamos lejos de Dios y en terreno sumamente resbaladizo. Es cuestión no más de oportunidad para que estemos fuera de combate. Revisa tu vida. ¿Puedes descubrir estos mínimos desvíos? No les restes importancia. Justamente eso es lo que Satanás —o Jezabel— quieren: hacerte creer que eres lo suficientemente fuerte como para superar estas situaciones, cuando en realidad son alarmas que el Espíritu Santo está encendiendo en tu vida. Si las apagas, le estás tapando la boca al Espíritu Santo, cosa que es un peligro para toda la eternidad. ¡No lo hagas! Más bien deja que él te guíe de regreso a la plena comunión con el Padre.

            Personas así causan mucho daño a la iglesia, más todavía cuando se los tolera para no ofender a la persona o porque esta sabe camuflarse tan bien que nadie lo nota tan claramente. ¿Y por qué Dios no interviene? ¿Por qué él no elimina ese cáncer del cuerpo de su novia? La respuesta está en el siguiente versículo: “Le he dado tiempo para que se arrepienta…” (v. 21 – RVC). Justo el martes pasado aquí en la reunión de oración hablamos precisamente de esto: que Dios tiene tanta misericordia con nosotros y nos extiende su gracia por tanto tiempo, esperando que nos arrepintamos. ¿Y cómo lo interpretamos nosotros? Si bien hemos cometido algo por lo cual nuestra consciencia nos acusa, pero si no nos parte un rayo creemos que no es tan grave para Dios y que podemos seguir haciéndolo. ¡Todo pecado es grave! No existe ningún grado de mayor o menor gravedad. Sea una mentirita blanca o un asesinato, todo nos separa eternamente de Dios si no nos arrepentimos. Dice la Biblia: “…cualquiera que cumpla toda la ley, pero que falle en un solo mandato, ya es culpable de haber fallado en todos” (Stg 2.10 – RVC). Así que, vuelvo a decir: ¡No minimicemos el pecado! Todo, por más insignificante que nos parezca, contiene el veneno mortal que nos puede llevar a la muerte eterna si no lo confesamos a Dios, pidiéndole que le aplique el antídoto de la sangre de Cristo.

            En el caso de Jezabel, la misericordia de Dios ha sido rechazada. Por más que Cristo le haya dado oportunidades de arrepentirse, ella no las ha aprovechado. La triste declaración de Jesús es: “…ella no quiere abandonar su inmoralidad” (v. 21 – NTV). Este obstinado rechazo de la gracia de Dios trae consecuencias muy drásticas: “…la voy a arrojar en un lecho de intensa aflicción” (v. 22 – NBD). Otra versión incluso dice: “…voy a encadenarla a un lecho de profunda angustia” (BLPH). Ya que continuamente ella rechazó la misericordia de Dios, ahora cae el juicio sobre ella.

            Pero no solamente sobre ella, sino también todos sus amantes que cometieron adulterio con ella serían alcanzados por el juicio de Dios. Pero para ellos sigue abierta todavía la posibilidad de arrepentirse. Jesús anuncia las medidas que él implementará en su contra, pero indica que este castigo puede ser desviado todavía por medio del arrepentimiento: “…a los que cometen adulterio con ella los haré sufrir terriblemente, a menos que se arrepientan de lo que aprendieron de ella” (v. 22 – BAD). “Y a los hijos de esa mujer los heriré de muerte. Así sabrán todas las iglesias que yo escudriño la mente y el corazón y que a cada uno le doy su merecido” (v. 23 – NBD). Acuérdense que Jesús se presentó a esta iglesia como el que tiene ojos de fuego. Por eso él puede escudriñar la mente y el corazón.

            Como dije, el martes estábamos viendo que todos los mensajes de los profetas que anunciaban juicio para el pueblo rebelde eran en el fondo un clamor misericordioso de Dios para que se vuelvan de sus malos caminos antes que él se vea forzado a ejecutar su juicio. La Biblia dice que “el Señor … tiene paciencia con ustedes, pues no quiere que nadie muera, sino que todos se vuelvan a Dios” (2 P 3.9 – DHH). Otra versión dice: “El Señor, … lo que quiere es que nadie se pierda, por lo que está alargando el plazo para que todos se arrepientan” (NBV). Al que no aprovecha este tiempo de gracia, la Biblia lo llama “necio”.

            A estos seguidores de Jezabel, Jesús los exhorta a “que se arrepientan de lo que aprendieron de ella” (v. 22 – BAD). Y lo que aprendieron, ellos querían hacerlo parecer como un conocimiento “de otro nivel”, “‘verdades más profundas’, como ellos las llaman, que en realidad son profundidades de Satanás” (v. 24 – NTV); como algo deseable para obtener y que les daría un poder especial por saber algo que otros no saben. Es la misma táctica con el mismo resultado favorable para Satanás que él empleó ya con Adán y Eva. A ellos les dijo a través de la serpiente: “Dios sabe que cuando ustedes coman de ese árbol, comprenderán todo mejor; serán como dioses porque podrán diferenciar entre el bien y el mal” (Gn 3.5 – PDT). Es una estrategia que resultó sumamente efectivo por la ambición del ser humano y su deseo de poder, porque conocimiento es poder. Si yo sé algo que tú no sabes, puedo ejercer poder sobre ti —puedo manipularte— porque estoy en ventaja en cuanto a la información que manejo. Y todo ser humano anhela poder. Por lo tanto, Satanás vuelve a usar una y otra vez esa misma estrategia y siempre con una alta cuota de resultado favorable para él. Y cuando la persona descubre que es un engaño, ya es tarde; ya cayó en la trampa y ya está presa de este supuesto conocimiento especial. En esa trampa estaban varios de la iglesia de Tiatira y reciben una seria advertencia de parte de Jesús. Pero todavía no era demasiado tarde. El arrepentimiento rompe cualquier lazo del enemigo que nos tiene atrapado, por más fuerte que este sea. Quizás no nos libraremos de las consecuencias de esta trampa, pero siempre serán consecuencias temporales no más ya, de esta vida, y no eternas como son las que nos tocan si nos quedamos en la trampa.

            Pero ese llamado al arrepentimiento era solo para ese grupo que había caído bajo los encantos de las enseñanzas de Jezabel. Al resto de la iglesia que había luchado por mantener la pureza, Jesús dice que no les impondría ninguna otra carga. No los responsabiliza por lo que hicieron otros. Más bien, los anima: “…retengan con firmeza lo que ya tienen, (sigan creyendo firmemente en mí [TLA]) hasta que yo venga” (v. 25 – NVI). Para quien logra mantenerse firme en su fe, aferrado del Señor, en obediencia a él, Jesús tiene una promesa tremenda en esta carta. Esta promesa para el vencedor no empieza con la tradicional fórmula: “¡El que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias!” (v. 29 – DHH), sino termina con ella. Al vencedor, Jesús promete dar autoridad o poder sobre las naciones. Los seguidores de Jezabel creían poseer un poder especial sobre los demás por conocer los secretos de Satanás, pero los que conocen los secretos de Dios tienen verdadero poder sobre naciones enteras. Lo que Satanás ofrece es una imitación de poder, una fantasía; lo que Cristo otorga es verdadera autoridad que transforma el mundo a nuestro alrededor. Jesús es el León de Judá; Satanás anda rugiendo como si fuera león, pero es un león sin dientes, como alguien decía; una pobre imitación del verdadero León. Después de que Jesús haya vencido sobre Satanás, el pecado y la muerte, él dijo al introducir la Gran Comisión: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra” (Mt 28.18 – RVC). Ahora, él comparte esa autoridad con su seguidor que también logra vencer sobre el pecado y la tentación. Jesús prometió: “…les daré autoridad sobre las naciones, así como mi Padre me ha dado autoridad a mí” (vv. 26-27 – DHH). No es un poder humano que depende de un puesto político, de la cantidad de dinero que uno tiene o de lo grandioso que sabe hablar y arrasar a multitudes. Es una autoridad que está lejos por encima de ese tipo de poder. Es una autoridad en el mundo espiritual al que incluso Satanás tiene que rendirse, porque es la autoridad del mismo Rey de reyes. ¿Te llama la atención el poder casi ilimitado de algunas personas? Déjame decirte que su poder es un poroto en comparación a la autoridad que tú tienes en Cristo Jesús. Ningún poder humano, político o económico podrá movilizar el mundo espiritual más allá de la movilización que realiza la iglesia de Jesucristo, unida en un mismo espíritu e intercediendo por su entorno y por la evangelización del mundo. Tú y yo, unidos a Cristo, tenemos autoridad sobre naciones hasta el último rincón del mundo. Nosotros podemos lograr que la Palabra de Dios llegue hasta los rincones más alejados del planeta, y esto ningún supuesto poderoso y ninguna cantidad de dinero ni ningún demonio podrá evitar. Con esa autoridad de Cristo, él dice: “…gobernarán a las naciones con cetro de hierro, y las harán pedazos como a ollas de barro” (v. 27 – DHH). Son imágenes llenas de simbolismo de poder al que nada ni nadie podrá hacer frente. Más bien, el cristiano fiel hará pedazos en el nombre de Jesús a toda oposición del enemigo, como si fuese una olla de barro. Si caminamos lado a lado con el que tiene pies de bronce pulido que aplasta a todo enemigo, su autoridad fluirá a través de nosotros para hacer lo mismo también por extensión nuestra. Si caminamos con él. Si nos alejamos de él, cuando permitimos pequeños engañitos y pecaditos en nuestra vida, nuestra autoridad es debilitada tremendamente porque ya no estamos más unidos a la fuente de autoridad. Nosotros no producimos autoridad sino la recibimos de Cristo, el Vencedor por excelencia. “Esa autoridad es la misma que recibo de mi Padre”, dice él (v. 28 – PDT). Si tú no andas derechito ante el Señor y quieres exhortar a otra persona, esta se te va a reír en tu cara diciendo: “¿Y qué me vas a decir vos si vos hacés esto y esto…?” ¡Y amóntema autoridad! Pero, por el contrario, ¡cuánta autoridad irradia quien está en constante e íntima comunión con el Padre! Vuelvo a decir: no estamos hablando de perfección, porque solo Dios lo es. Estamos hablando de una manifestación de la presencia de Cristo en nosotros. Jesús termina diciendo: “También le daré la estrella de la mañana” (v. 28 – NVI). Al final del libro de Apocalipsis, después de revelar tantas cosas a Juan, Jesús cierra esta revelación diciendo: “Yo, Jesús, he enviado a mi ángel con el fin de darte este mensaje para las iglesias. … Yo soy la estrella brillante de la mañana” (Ap 22.16 – NTV). Es decir, cuando Jesús promete que nos dará la estrella de la mañana, se refiere a sí mismo. Su presencia estará con el vencedor. Es el mismo mensaje con que termina la Gran Comisión: “…yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28.20 – PDT). Si caminamos lado a lado con Jesús, se debe percibir su perfume cuando pasamos por las vidas de las personas, y que digan de nosotros lo que dijeron de los apóstoles en el libro de los Hechos: “…se maravillaron y reconocieron que [los apóstoles] habían estado con Jesús” (Hch 4.13 – NBV). ¿Hueles tú a Cristo?

            ¿Qué te está hablando Dios en esta mañana? ¿Qué vas a hacer al respecto?


sábado, 13 de abril de 2024

El mensaje a la iglesia de Pérgamo





            Para refrescar un poco la memoria: hace dos semanas habíamos estudiado el mensaje de Cristo a la iglesia de Esmirna. Habíamos visto que el que nace solo físicamente, muere física y espiritualmente, lo que significa la separación eterna de Dios y la condenación al infierno. Pero el que nace física y espiritualmente, muere solo físicamente para luego estar por toda la eternidad con Dios, disfrutando la vida plena que él da. Y la decisión acerca de cuál de estos dos es el caso de cada cual la toma cada uno en esta vida. El que acepta consciente y voluntariamente a Jesús como su Señor y Salvador acaba de nacer espiritualmente y llega a tener vida eterna desde ese preciso momento.

            Cuando el famoso Chapulín Colorado se encontró ante una amenaza de gente malvada, le preguntaron si necesitaba un guardaespaldas. Por el miedo que él sentía dijo que no necesitaba solamente de un guardaespaldas, sino también de un guardabarrigas, guardabrazos y guardatodo. Bueno, nuestro texto de hoy no habla de guardaespaldas, pero sí de la necesidad de levantar una protección en toda dirección. Leamos ahora el mensaje de Cristo a la iglesia de Pérgamo…

 

            F Ap 2.12-2.17

 

            Este mensaje de Jesús estaba dirigida a la iglesia de Pérgamo. Un comentarista dice lo siguiente acerca de esta localidad: “La ciudad de Pérgamo estaba construida sobre una colina de unos 330 metros de altura sobre la región circunvecina, creando una fortaleza natural. Era una ciudad moderna, un centro de la cultura griega y la educación, con una biblioteca que contaba con 200,000 volúmenes. Pero también era el centro de cuatro sectas y rivalizaba con Éfeso en su adoración de ídolos. El dios principal de la ciudad estaba simbolizado por una serpiente, y a ese dios se le consideraba el dios de la sanidad. La gente de todas partes iba a Pérgamo en busca de sanidad de parte de ese dios” (Comentarios de la Biblia del Diario Vivir). Esta descripción nos ayuda a entender otros detalles que vienen más adelante en el texto.

            Jesús se presenta a esta iglesia como “el que tiene la espada aguda de doble filo” (v. 12 – BLA). Como las anteriores veces, Jesús toma para su identificación algo que Juan ya había descrito en el primer capítulo de este libro. En el versículo 16 del capítulo 1, Juan había dicho que vio a Jesús, y que “de su boca salía una espada aguda de doble filo” (Ap 1.16 – BLA). ¿Y qué es la espada de doble filo? ¿A qué se refiere? Esta expresión nos remonta directamente a Hebreos 4.12 donde dice que “la palabra de Dios es viva y poderosa. Es más cortante que una espada de dos filos que penetra hasta lo más profundo de nuestro ser, y examina nuestros más íntimos pensamientos y los deseos de nuestro corazón” (He 4.12 – NTV). También la armadura espiritual que Pablo describe en Efesios 6 habla de “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Ef 6.17 – RVC). Así que, de la boca de Cristo sale la Palabra de Dios que discierne hasta lo más íntimo de nuestro ser.

            Por otro lado, el mismo Juan, en otro de sus escritos, el Evangelio que lleva su nombre, presenta en su prólogo a Jesús como el Verbo o la Palabra que estaba con Dios y era Dios. O sea, Jesús no va a inventar nada nuevo, sino habla solo la palabra de Dios. Él dijo: “…el Hijo … solo hace lo que ve que el Padre hace. Todo lo que hace el Padre, también lo hace el Hijo” (Jn 5.19 – NTV). En consecuencia, todo lo que el Padre habla, también habla el Hijo. ¿Nosotros también hablamos solo la Palabra de Dios? Jesús es y habla la Palabra de Dios. Un ejemplo muy claro de eso es cuando Satanás lo tentó y él siempre le respondió: “Escrito está…” (Mt 4.4). En la Palabra de Dios está el poder para vencer toda oposición, pero también la sabiduría para enfrentar la vida de manera adecuada. Jesús ilustra esto con la nitidez con la que él discernía la situación de esta iglesia.

            Lo primero que Jesús ve con claridad es la ubicación de la iglesia: “Sé dónde vives” (v. 13 – BLA). Pero no se trata de una dirección física con nombre de calle y número de casa, sino del entorno espiritual en que se encuentra la iglesia: ella vive “allí donde Satanás tiene su trono” (v. 13 – BLA). ¡Qué tremenda descripción! En el mismo versículo Jesús vuelve a referirse a Pérgamo como a la ciudad “donde vive Satanás” (DHH). Otras versiones hablan muy gráficamente de la “guarida de Satanás” (BLPH) o también de la fortaleza de Satanás (GNEU). Acuérdense de lo que decía el comentarista que la ciudad de Pérgamo se encontraba a 330 metros por encima del territorio a su alrededor y formaba una especie de fortaleza natural. Y también formaba una fortaleza espiritual, la fortaleza de Satanás. Supongo que nadie de nosotros elegiría voluntariamente este ambiente espiritual para establecerse. Si buscáramos a dónde mudarnos, muy probablemente no elegiríamos un lugar con estas características. El “trono” es símbolo de autoridad, de gobierno, de dominio, de control. Ya habíamos leído en el comentario bíblico que Pérgamo y Éfeso competían por quién era la ciudad más idólatra. Dicen los estudiosos que en Pérgamo se edificó el primer templo de adoración al emperador romano. Todo este ambiente anti-Dios estaba totalmente impregnado y controlado por los demonios. Y en medio de esto estaba la iglesia de Cristo. ¿Un ambiente hostil? ¡Sin lugar a dudas! Pero era justo en estas tinieblas espirituales que más urgía que brille la luz de Cristo. ¡Y sí que hubo oposición y amenaza para la iglesia! Llegó a tal punto que Antipas, un fiel seguidor de Jesús, fuera asesinado por esos poderes demoníacos. La Biblia no nos da más detalles acerca de esta persona. Solo da testimonio de su fidelidad a Dios. ¿Acaso Dios no protege a los suyos? ¡Totalmente! El hecho de que esta persona haya muerto no significa en absoluto que Dios haya perdido la batalla por su alma. ¡Todo lo contrario! Su muerte fue una victoria, porque Satanás la perdió por toda la eternidad. Ya habíamos visto que Jesús animó a la iglesia de Esmirna a que siga firme en su fe, incluso si le tocaba morir (Ap 2.10). Así que, la muerte de un cristiano fiel hasta el último minuto es una de las victorias más contundentes, porque venció sobre el pecado y la tentación y pasa a pertenecer a Dios por toda la eternidad. Además, el efecto que tuvo la muerte de Antipas sobre el entorno fue también de testimonio y de victoria. Satanás quería amedrentar a la iglesia y hacerla refugiarse en sus cuatro paredes por miedo a más hostilidad, pero logró justo lo contrario. Jesús da evidencia de eso al decir: “…no renunciaste a tu fe en mí ni siquiera cuando mataron a Antipas, mi fiel testigo” (v. 13 – PDT). ¡Qué tremendo testimonio! Y qué ejemplo e inspiración para nosotros que muchas veces somos borrados del mapa por un pequeño soplito de oposición. Yo desearía ser ese faro inamovible que sigue siendo la luz del mundo en medio de la peor tormenta, pero me temo que me parezco más a apenas un primer diseño de faro en el papel.

            La iglesia fue muy consciente de la amenaza que enfrentaba desde fuera. Si se descuidaba, esa fortaleza de Satanás en medio de la cual se encontraba, le haría tremendo daño. Por lo tanto, toda su artillería pesada estaba apuntando hacia fuera de la iglesia. Por el testimonio de Jesús, esta estrategia espiritual había cumplido su propósito. Sin embargo, dejaron sin cobertura la parte interna. En palabras del Chapulín, tenían un buen guardaespaldas, pero le faltaba el que guardaba su frente y su costado.

            Vi una vez una muy buena representación de esto. Una persona había disfrazado a otro con una armadura simbólica, y llamaba al frente a otras personas para que se coloquen al frente, detrás y a los costados de esta persona para cubrirla por todos lados. Pero estas personas que rodearon la primera, también necesitaban ser cubiertos. Cubrían a la primera persona, pero ellas seguían desprotegidas en varios lados. Por lo tanto, más y más personas pasaron al frente para cubrir todos los lados de los demás que estaban ahí. Finalmente, toda la iglesia estaba al frente, cubriéndose unos a otros. Y eso es necesario que hagamos. Al final de la prédica volveremos a esto.

            En el caso de la iglesia de Pérgamo, algo falló en su estrategia de protección. Hubo áreas que no estaban cubiertos, y Satanás se aprovechó de esto. Si él no podía debilitarla con un ataque desde afuera, lo hacía desde adentro. Jesús tuvo que reprender a la iglesia por no cuidar su salud espiritual interna. Permitía que doctrinas y prácticas antibíblicas permanezcan en su interior, infectándola gravemente. Concretamente se trataba de algunas personas que eran toleradas en la iglesia, pero que promovían enseñanzas de Balaam que en el pasado llevaron a los israelitas a la idolatría y el abandono de Dios (v. 14). Conocemos a Balaam del Antiguo Testamento. Quizás la historia más conocida de él es cuando la burra que él montaba empezó a hablarle, porque de otro modo él no quería escuchar.

            Cuando en el versículo 14 habla de fornicación o prostitución, es muy probable que haya sido así en dos sentidos. Por un lado, físicamente cometían inmoralidades sexuales como lo traducen muchas versiones. Pero también era una prostitución espiritual, abandonando su fidelidad a Dios y yéndose detrás de otros ídolos. En este sentido es que el Apocalipsis y los libros proféticos usan frecuentemente el término de fornicación o adulterio. Según podemos ver en el contexto, se trataba de un grupo relativamente pequeño en la iglesia que seguía estas enseñanzas o prácticas. Pero, como escribe Pablo a los gálatas, “un poco de levadura fermenta toda la masa” (Gl 5.9 – RVC). Un poco de infección en el cuerpo puede amenazar hasta la vida de una persona si no se trata adecuadamente. Aunque sean pocos, pero si no se ocupa del asunto, pueden causar mucho daño.

            Además, había en la iglesia también algunos nicolaítas, al igual que en la iglesia de Éfeso (v. 6). Como ya dijimos, desconocemos mayores detalles acerca de esta gente, pero por lo visto no le agradaron en nada a Dios. Así que, hacia fuera, la iglesia estaba bien sólida, cerrando filas en contra de un ambiente espiritual sumamente hostil. Pero por dentro, era carcomida por la podredumbre de enseñanzas y prácticas antibíblicas.

            Jesús llama a la iglesia a arrepentirse de ese pecado de haber tolerado herejías en su medio, sin hacer nada al respecto. En caso de que la iglesia tampoco reaccione a esta exhortación, Jesús mismo entraría en función. Él está muy interesado en la santidad de su iglesia. Pablo dice que Jesús mismo prepara para él una novia sin manchas ni arrugas, y la presencia de estas personas dentro de la iglesia era definitivamente una mancha muy fea. Con o sin la participación de la iglesia, él velará por su santidad. Obviamente será mucho mejor que la iglesia coopere con él. De otra manera será una experiencia muy dolorosa para todos.

            La forma de intervenir es mediante la espada que sale de su boca, es decir, la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es el estándar y revelará quién está dentro y quién está fuera; quién es parte de su iglesia y quién no. La espada de la Palabra de Dios hace un corte sumamente fino y preciso. Como personas no podemos ver la realidad espiritual de cada uno, pero Dios sí, y lo revelará con claridad en su momento. La verdad de Dios mostrará todas las mentiras de Satanás que se habían anidado en las mentes. Jesús pidió al Padre por sus seguidores diciendo: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Jn 17.17 – RVC). La verdad de la Palabra de Dios tendrá un poder purificador impresionante que expulsará toda putrefacción del interior de su amada iglesia. Esa es la aplicación práctica de lo que habíamos leído ya en Hebreos que dice que la Palabra de Dios “es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón” (He 4.12 – DHH). Cuanto más nos exponemos a la Palabra de Dios y le permitimos hacer su obra en nosotros, tanto más ejercerá su poder purificador en nosotros. Tanto más profundamente se meterá en nuestro ser, revelando y sacando fuera la suciedad que hay en él. Nadie está libre de las mentiras de Satanás. Por eso, la Palabra de Dios es tan liberador, rompiendo estas ataduras del maligno.

            Al que logra superar todos estos obstáculos, el Señor le promete que le dará del maná escondido. El maná era el alimento sobrenatural que Dios le proveyó a su pueblo mientras marchaba por el desierto de Egipto a la tierra prometida. Ahora Dios nuevamente promete proveer todo lo necesario para el que logre mantener la fidelidad a él. No necesitamos buscar qué significaría cada detalle, ya que hay un sinfín de suposiciones acerca de lo que significa esto o aquello. Lo que vemos claramente es que Dios velará por sus hijos y les proveerá de todo lo que necesiten para seguir manteniéndose fiel a él.

            También él promete una piedra blanca con un nombre secreto. El blanco es símbolo de pureza. Será como un trofeo o certificado de victoria con el cual Dios reconocerá al que se ha mantenido firme a pesar de todas las tentaciones, amenazas y adversidades en la vida. El nombre habla de identidad. Así como Jacob cambió a Israel después de haber luchado con el ángel de Jehová, el hijo de Dios obtendrá una nueva identidad secreta tras haber vencido las luchas de esta vida. Esta identidad está oculta a los demás, solo la persona y Dios conocen la de él. Es un secreto entre ambos y habla de una intimidad especial entre Dios y el que salga vencedor. Tanto el maná oculto como la piedra blanca con un nombre secreto hablan de una especial relación de otro nivel entre Dios y el vencedor.

            Realmente nos enfrentamos como cristianos a muchas luchas y amenazas en este mundo. Jesús mismo dijo que en este mundo tendríamos aflicciones (Jn 16.33), porque este mundo está dominado por Satanás y el pecado. Vivir como cristianos en este mundo es ir contramano a la dirección en la que va la mayoría. Muchas veces nos sentiremos estar donde Satanás tiene su trono. ¿Cómo podemos prevalecer? ¿Cómo podemos ser vencedores? La carta a los romanos nos da la respuesta: “…somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Ro 8.37 – RVC). Es decir, solo con Cristo podemos superar todo obstáculo y mantenernos firmes, aunque vivamos donde Satanás tiene su dominio. Si Jesús no es tu Señor y Salvador todavía, ábrele ahora mismo tu vida y pídele que te perdone y que te convierta en hijo de Dios. Esto es fundamental. Sin esto es imposible tener victoria.

            Pero también en lo humano tenemos una tremenda responsabilidad unos por otros. Es urgente que seamos guardaespaldas, guardabarrigas y guardatodo para los demás de nuestros hermanos. Debemos ponernos de espaldas unos contra otros para poder estar en vigilancia contra los ataques del enemigo desde cualquier lado. La mejor forma de hacerlo y la más efectiva es a través de la intercesión unos por otros. Hermanos, la oración no es un punto más entre mis deberes religiosos que puedo marcar cada día como cumplido. Si lo ves como tal, se ha convertido en mera religión, pero para tu relación con Cristo no te sirve de nada. En este mundo estamos donde Satanás tiene su trono. Y no creamos que él mirará pasivamente como procuramos seguir al Señor. Cuanto más nos levantamos en nombre del Señor, más furioso se pondrá él y nos atacará. Estamos en un campo de batalla, pero el vencedor recibirá atenciones especiales de parte de Dios. Haberse mantenido fiel hasta la muerte física es la victoria que retumbará por toda la eternidad en el mundo espiritual. Pero mientras estamos en este mundo, estamos en guerra, y podemos vencer únicamente si luchamos hombro a hombro. Los martes a la noche estamos aquí en la brecha a favor de toda la iglesia. Luchamos en oración para que el enemigo no pueda pasar por encima de nosotros hacia los demás hermanos. Pero necesitamos el apoyo de todos los demás. Cuánto más personas nos cubrimos unas a otras, más victorias podemos obtener. La mayoría quizás no podrá estar aquí físicamente, pero puede unirse espiritualmente para levantar un frente de batalla contra los huestes espirituales de maldad y a favor de nuestra iglesia, nuestras familias, nuestro barrio y nuestro país. Convoco a toda la iglesia a que todos los martes a partir de las 19:00 hs entre a la guerra espiritual, orando en su casa o donde se encuentre a favor de la iglesia y de todo el barrio. Es más: los desafío a declarar todos los martes como día de ayuno. Digo los martes porque es el día en que aquí nos reunimos a la noche para orar y para estudiar la Palabra de Dios, la espada de doble filo. Puede ser también cualquier otro día, si alguien no puede los martes. Pero tomémoslo en serio. No estamos jugando al cristianito. Estamos resistiendo en el nombre de Jesús al mundo de las tinieblas, empujando los límites del reino de Dios cada vez más adelante. Necesitamos estar en alerta en todas las direcciones, porque si el enemigo no puede vencer por un lado, lo intentará por el otro. ¿Quiénes se unen a este ejército de intercesores? Si te quieres comprometer con el Señor de cuidar la retaguardia de los demás, ahí donde estás levantá tu mano y decile: “Señor, tu soldado se reporta al servicio. Me comprometo a luchar juntamente con mis hermanos, lado a lado, por el bien de todos y por el avance de tu reino en este lugar. Juntos queremos levantar en alto tu nombre, para que Parque del Norte sepa que hay un Dios todopoderoso y victorioso. Heme aquí, úsame a mí.” 

El mensaje a la iglesia de Esmirna

 




            Hace dos semanas iniciamos la revisión de los mensajes que Cristo envió a 7 de las iglesias que se encontraron en el territorio que hoy es el país de Turquía. La primera iglesia que vimos es la de Éfeso. Y terminamos reflexionando y exhortándonos a ser los vencedores que Cristo buscaba en Éfeso – y en Parque del Norte. Estas son personas que luchan por la santidad; por la pureza; por mantener la fidelidad a Dios, cueste lo que cueste. ¿Eres tú un vencedor?

            Hoy queremos continuar con el segundo mensaje de Cristo. Este está dirigido a la iglesia de Esmirna. Era una ciudad situada en la costa sobre el Mar Egeo, un tipo de brazo del Mar Mediterráneo. Está a unos 40 kilómetros al norte de Éfeso. Hoy esta ciudad se llama Izmir. “La iglesia de esa ciudad luchaba contra dos fuerzas enemigas: una población judía muy opuesta al cristianismo, y una población no judía que era leal a Roma y apoyaba la adoración del Emperador. La persecución y el sufrimiento eran inevitables en un ambiente así” (Comentarios de la Biblia del Diario Vivir). Leamos el mensaje a esta iglesia.

 

            F Ap 2.8-2.11

 

            Como en todos los mensajes, primero se presenta Cristo con una descripción específica para cada ciudad y que ya Juan había mencionado en el primer capítulo cuando describió al que vio hablando como un toque de trompeta (Ap 1.10). En esta carta a Esmirna, Jesús se presenta de dos maneras: primeramente, como el primero y el último (Ap 2.8). Ya en el capítulo 1 Jesús mismo había dicho: “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el que es, el que era, y el que ha de venir” (Ap 1.8 – RVC). El Alfa y la Omega son la primera y la última letra del alfabeto griego. Sería lo mismo decir hoy: “Yo soy la A y la Zeta…”. Decir que es “el principio y el fin” es como la traducción o explicación del Alfa y la Omega. O sea, decir que es el Alfa y la Omega significa que es el principio y el fin. Es un modismo de los judíos de mencionar lo primero y lo último. Esto llega a ser como una especie de paréntesis que incluye a todo lo demás. Es decir, Jesús es quien abarca todo; quien incluye todo; quien conoce todo; quien controla y domina todo; el único vencedor “de punta a punta”. No existe nada fuera de él.

            En su mensaje a Esmirna, Cristo no incluye una frase que él había dicho en el capítulo 1: que él es “el que es, el que era, y el que ha de venir” (Ap 1.8 – RVC). Esto es otro ejemplo de lo absolutamente abarcativo —de lo “omni”— que es él: la eternidad (la “omnitemporalidad”). Jesús es el Alfa y la Omega también respecto al tiempo: existe desde la eternidad y hasta la eternidad; siempre existió y siempre existirá. Además, al referirse a sí mismo como “el que es”, Jesús hace referencia a la manera en que Dios se le presentó a Moisés como “YO SOY EL QUE SOY” (Éx 3.14 – RVC). Es decir, Jesús se presenta aquí como Dios.

            Jesús abarca todo. Esto aparece en varios textos del Nuevo Testamento. Por ejemplo, Pablo escribe a los colosenses: “Dios creó todo por medio de Cristo y para Cristo” (Col 1.16 – TLA). Cristo es a la vez el medio por el cual fue creado todo y también el receptor o destinatario de toda la creación. A los efesios Pablo escribe lo que parece ser un tratado filosófico: “Dios sometió todas las cosas bajo sus pies [de Cristo], y lo dio a la iglesia, como cabeza de todo, pues la iglesia es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena a plenitud” (Ef 1.22-23 – RVC). O sea, la iglesia es la plenitud de Cristo, y Cristo es la plenitud de la iglesia, y de todo lo demás. Me imagino que en el cielo entenderemos qué significa eso, pero lo que sí podemos ver que Jesús abarca todo lo que existe. Fuera de él no hay nada. Él encierra todo, abarca todo, conoce todo, controla todo, posee todo. En el cielo y en la tierra no existe nada que no esté sujeto a él. Él es la plenitud de todo, y tú y yo estamos en él y, por lo tanto, tenemos acceso a toda su plenitud. Él quiere hacer notar a través de ti su plenitud de vida, plenitud de sabiduría, plenitud de poder, plenitud de recursos, plenitud de gozo y todo lo demás. Él vino para que tengas una vida plena, abundante en todos los sentidos. ¿Eres tú la vidriera que muestra al mundo la plenitud de Dios? ¿O te pareces más a un mendigo que se arrastra por esta vida?

            En el mensaje a la iglesia de Esmirna, esta no es la única carta de presentación que Cristo da de sí mismo. También se describe como “el que estuvo muerto, pero ha resucitado” (v. 8 – SyEspañol). Esto es algo que conmemoraremos especialmente esta semana que viene. Esta formulación nos transporta inmediatamente a aquel mensaje glorioso de los ángeles cuando les dijeron a las mujeres: “¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que está vivo? No está aquí, sino que ha resucitado” (Lc 24.5-6 – DHH). ¡Aleluya! Cristo es el Alfa y la Omega de la vida. El que estuvo muerto y ha resucitado no es otra cosa que ser el vencedor absoluto, como dije, “de punta a punta”. No hay obstáculo en el universo físico ni espiritual que pueda hacerle frente. Nuestra victoria es posible gracias a la victoria de Cristo sobre Satanás, el pecado y la muerte. ¡Y ese es nuestro Dios y Salvador! ¡Ese es el guerrero que lucha a nuestro lado! ¡Él es mi Cristo, mi Señor, mi Amado, el que me lleva de victoria en victoria tras cada batalla! Lo único que debo hacer es mantenerme bien cerquita de él, porque sin él, nada puedo hacer (Jn 15.5).

            Ese conocimiento de Cristo que abarca todo hace que él esté enterado hasta el mínimo detalle de la vida de esta iglesia. Él dice: “Yo conozco tus sufrimientos y tu pobreza” (v. 9 – DHH). Más adelante se va a referir a algunos de los sufrimientos por los que estaba pasando esa iglesia. Pero antes se dirige a su sensación de pobreza. Su omnisciencia se manifiesta en evaluar la situación desde la óptica de Dios. Aunque la iglesia se consideraba muy pobre, él puede decir que “en realidad eres muy rico” (v. 9 – PDT). Dios mide con criterios muy diferentes que nosotros. Podemos estar plagueándonos por todo lo que creemos que nos hace falta cuando en realidad tenemos demasiado mucho. El texto aquí no nos da mayores detalles acerca de la supuesta pobreza de esta iglesia y de la riqueza que Cristo testifica de ella, pero podemos suponer con mucha certeza que se trata de una riqueza espiritual, como lo traduce otra versión. Santiago, el hermano carnal de Jesús, escribe en su carta: “Dios ha escogido a los que en este mundo son pobres, para que sean ricos en fe” (Stg 2.5 – DHH); “para que la confianza en Dios sea su verdadera riqueza” (TLA). O podemos pensar también en las palabras del mismo Jesús en el Sermón del Monte: “Bienaventurados [dichosos, felices] ustedes los pobres, porque el reino de Dios les pertenece” (Lc 6.20 – RVC). Esto no tiene nada que ver con lo que proclaman algunas corrientes teológicas que dicen que hay un valor especial en ser pobre; que por el simple hecho de no tener lo suficiente para sus necesidades básicas la persona ya cuenta con medio pasaje al cielo. Sí, Dios es tremendamente compasivo. Vemos que Jesús se conmovió reiteradas veces ante la necesidad de la gente. Pero él no está exaltando la pobreza material, sino el efecto que esto puede tener sobre el espíritu. El que tiene mucho dinero, puede caer en la tentación de creer que con dinero se soluciona todo, y se vuelve autosuficiente. El que tiene muy poco dinero también puede creer que el dinero es lo que soluciona todo y llegar a renegar contra Dios por no tener suficiente. Ambas personas están esclavizadas por el demonio Mamón, el dios con minúscula que opera a través del dinero. Pero el que reconoce que su vida depende completamente de Dios, sin importar cuánto dinero tiene, reconoce que no posee recursos propios para mantenerse en pie delante de Dios. Este es el que reconoce su pobreza como persona y es el único que puede extender su mano como mendigo y recibir de Dios la gracia que necesita para así mantenerse en pie delante de él. Esta era la situación de la iglesia de Esmirna, y en esta actitud de dependencia de Dios radicaba su riqueza a pesar de su aparente pobreza material. Por eso Dios corrigió su visión limitada de sí misma, diciéndole que él la considera muy rica porque se abre a toda la plenitud de aquel que lo llena todo. Lo opuesto es la iglesia de Laodicea que se creía muy rica, pero Jesús le tuvo que decir todo lo contrario. Ya lo estudiaremos en su momento.

            Acto seguido, Jesús menciona algo del sufrimiento por el que ha pasado esta iglesia. Ha sido afligida por calumnias de parte de otros que se llamaron judíos. Aparentemente había en Esmirna judíos que perseguían a los que se convertían a Cristo. Sus acciones y las mentiras que difundían acerca de los cristianos trajo bastante sufrimiento sobre esta iglesia. Y la sentencia que expresa Jesús respecto a estos supuestos judíos es bastante fuerte: los llama “sinagoga de Satanás”. Probablemente eran personas devotas a Dios; probablemente sentían celo por su religión; probablemente actuaban por convicción, pero estaban absolutamente equivocados. Jesús declara que servían a los intereses de Satanás y no de Dios. Sin embargo, el dolor que le causaban a la iglesia de la ciudad no pasó desapercibido para Dios. Él estaba perfectamente enterado de la situación y mandó este mensaje de aliento a la iglesia.

            ¡Y qué oportuno este mensaje de ánimo! Porque los sufrimientos no habían acabado todavía. El hecho de que Jesús conozca sus padecimientos, no significaba todavía que elimine todos los sufrimientos y que haga caer fuego sobre la sinagoga de Satanás. Eso es lo que nosotros nos hubiéramos imaginado si hubiéramos estado en su situación. ¡Y definitivamente es lo que nosotros hubiéramos hecho si hubiera estado en nuestras posibilidades! Los discípulos de Jesús también estaban listos para pedir fuego del cielo sobre los samaritanos que no habían querido dejar pasar a Jesús por su provincia. Así somos. Y la verdad es que algún día el juicio de Dios caerá sobre ellos, si es que no se arrepienten a tiempo, pero este todavía no es el tiempo. Jesús anima a la iglesia a no tener miedo de los sufrimientos que vendrían. Pareciera que lo peor estaba todavía por llegar. Por eso ahora, en este momento, el mensaje de aliento de parte de Jesús. Él estará con ellos en medio de su sufrimiento. Él mismo había sufrido esto, ¡pero al por mayor! Por eso él le pudo decir a la iglesia: “No te asustes por los sufrimientos que vienen” (v. 10 – PDT). Confieso que, si a mí me dijera esto, ahí sí me asustaría por saber que vienen más sufrimientos. Pero como la iglesia de Esmirna ya había sufrido bastante, escuchar esto en ese momento significaba un gran aliento porque sabía que, en medio de todo, Cristo estaría con ellos y los sostendría. Y Jesús adelanta algo en cuanto a la forma en que sufrirían: Satanás metería a algunos en la cárcel y los maltrataría durante 10 días. Esa indicación de los 10 días es más que nada una referencia a un período relativamente corto y controlado. En todo el tiempo, Dios le pondría límites. ¿Se acuerdan de la experiencia de Job? Satanás le dice a Dios que es fácil para Job servirle porque tiene todas las bendiciones de Dios servidos en bandeja de oro. Bajo estas circunstancias, ¿quién no le serviría? Y Dios le da permiso a Satanás para comprobarlo por sí mismo, pero bajo tales condiciones y dentro de tales límites. Dios no perdió el control en ningún momento. ¿Fue probado Job? Más que nada creo que fue puesto a prueba Satanás para que vea que la fidelidad de Job no dependía de los beneficios que obtenía. Lo mismo también la iglesia de Esmirna. Por supuesto que fue un tormento para la iglesia, quizás incluso les costaría la vida a algunos, pero al mismo tiempo era una comprobación para Satanás que esta sacudida no iba a destruir a la iglesia; que las puertas del Hades no podrían prevalecer contra ella (Mt 16.18). Y Jesús le alienta a la iglesia que a pesar de las tormentas y los tormentos que la esperaban, que nunca suelten la mano de Dios: “Mantente fiel hasta la muerte” (v. 10 – DHH); “…sigue firme en tu fe, incluso si tienes que morir” (PDT). Ser fiel hasta la muerte nos suena a seguir en nuestro caminar con Dios hasta que nos toque partir de este mundo de aquí a 50 años. Pero que nos diga que sigamos firmes incluso si nos toque morir, eso ya nos afecta muy fuerte. Ya no suena tan tranquilizante sino nos pone de un momento a otro en estado de alerta. No importa en qué momento y a causa de qué se produzca nuestra muerte, lo importante es serle fiel a Dios en todo momento. Ya lo dije hace un tiempo atrás: la única manera de estar preparado en ese momento es vivir preparado desde ahora. Nuestra fidelidad a Dios tendrá su premio: la corona de la vida; la recompensa de la vida eterna (v. 10). “…te daré la vida como premio”, dice una versión (DHH). La muerte aquí en la tierra, para el hijo de Dios es lo más glorioso que le puede pasar. Nuestra humanidad limitada y afectada por el pecado será cambiada por la eternidad y la perfección divina. Aun así, nos causa cierto malestar o temor ante lo desconocido. Claro, nunca hemos muerto todavía como para estar experimentado en ese sentido. Pero recuerden de cómo se presentó Jesús al inicio de este mensaje: como el que había muerto y vuelto a vivir. Es decir, él sí ha experimentado esto, y puede dar por eso un tremendo aliento a su iglesia.

            Esta promesa de la vida guarda estrecha relación con la última promesa para el vencedor. La iglesia de Esmirna es una de las que no reciben ninguna reprensión por parte de Jesús. De la descripción de su estado actual él pasa directamente a la fórmula: “El que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias…” (v. 11 – DHH). Y lo que tiene para decirle a la iglesia de Esmirna es una ampliación de la promesa al que se mantenga fiel hasta la muerte: “El que salga vencedor, no sufrirá el daño de la segunda muerte” (v. 11 – RVC). La primera promesa señalaba la vida eterna como premio al que se mantiene fiel a Dios hasta el final. Esta promesa indica que la segunda muerte no podrá tocar al que vence todos los obstáculos y se mantiene fiel. ¿A qué se refiere esto?

            Hay dos nacimientos y dos muertes que puede experimentar el ser humano: el físico y el espiritual. El que nace dos veces, muere una sola vez, y el que nace una vez, muere dos veces. ¿Están mareados? El que nace dos veces, es decir, el que nace física y espiritualmente, muere solo una vez: la muerte física. Pero el que nace solo físicamente, muere dos veces: física y espiritualmente. Y la muerte espiritual es la separación eterna de Dios. No sé si en el infierno habrá fuego, o si el lago de fuego del que habla la Biblia es más que nada una descripción gráfica del sufrimiento inimaginable que experimentará una persona en el infierno. Pero la total ausencia de Dios será el sufrimiento más cruel que pueda existir. Esa es la segunda muerte, la muerte espiritual. La primera, la muerte física, todo ser humano la sufrirá, pero esta segunda muerte no les puede tocar a los que aquí han nacido también espiritualmente al aceptar a Jesús como su Señor y Salvador. Esta es la gloriosa realidad que nos promete la Palabra de Dios.

            Quizás muchos de ustedes se podrán identificar con la iglesia de Esmirna por el sufrimiento de diversa índole que les ha tocado pasar o por lo que están pasando ahora mismo. Como iglesia también han experimentado muchas situaciones difíciles. No sabemos qué nos brindará el futuro, pero sabemos que en toda circunstancia Cristo está a nuestro lado, guiándonos y sosteniéndonos. Él prometió nunca abandonarnos hasta el fin del mundo, y lo ha cumplido en todo momento. Sé fiel hasta la muerte, pase lo que pase. Aférrate del Señor en todo momento y circunstancia. Y si todavía no has nacido de nuevo, pidiéndole a Jesús a que entre a tu vida, limpiándola de todo pecado, entonces hazlo ahora mismo. Este segundo nacimiento te salvará de la segunda muerte. ¡Que así sea!


El mensaje a la iglesia de Éfeso

 




            Buenos días, hermanos. Hoy voy a empezar con la última pregunta del domingo pasado: Si Cristo volviera ahora dentro de 30 segundos, ¿estarías preparado/a para recibirle y entrar con él a la fiesta? En caso que hace una semana hayas tenido dudas en cuanto a tu respuesta a esa pregunta, ¿ahora ya tendrías una respuesta firme? Porque si no, temo estar predicando en vano porque aparentemente los mensajes no producen cambios en nosotros. Por eso pido cada vez que el Espíritu Santo tome la prédica elaborada y la use para sus propósitos.

            En nuestra serie de mensajes acerca de la iglesia hemos visto hasta ahora varias imágenes que la Biblia usa para ilustrar ciertos aspectos de la iglesia. Ahora queremos analizar varias congregaciones que aparecen en el Nuevo Testamento para ver qué podemos aprender de ellos. Estas iglesias reciben un mensaje personal y especial de parte de Jesús, los cuales quedaron registrados en los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis.

            En estos dos capítulos se mencionan en total siete iglesias. Sabemos que en la Biblia —y especialmente en el Apocalipsis— los números tienen un significado simbólico. El 7 es el número de la perfección, de la totalidad. Es decir, al mencionar a 7 iglesias, la Biblia está indicando que los mensajes están dirigidos a la totalidad de iglesias en el mundo y en todos los tiempos. Por lo tanto, sin temor a equivocarnos podríamos leer: “Escribe al ángel de la iglesia de Parque del Norte 3…” Consideremos entonces con mucha seriedad estas cartas del Apocalipsis.

            Según Apocalipsis 1.11, estas iglesias se encontraron en la provincia de Asia. Esta era una región del gran Imperio Romano que corresponde a parte de lo que hoy es Turquía en el extremo occidental del continente asiático.

            A pesar de que frecuentemente se denomine estos escritos como “cartas”, en realidad se parecen más a documentos oficiales. En todos ellos se repite más o menos la misma estructura:

1.      La presentación del emisor

2.      Una alabanza

3.      Una reprensión

4.      Un llamado al arrepentimiento y la indicación de las consecuencias de no arrepentirse

5.      Un llamado a escuchar

6.      La fórmula: “El que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”, seguida por una promesa para el vencedor.

            De una iglesia a otra hay pequeñas variaciones en esa estructura interna de los mensajes. Por ejemplo, las iglesias de Esmirna y de Filadelfia no reciben ninguna reprensión y, por lo tanto, tampoco ningún llamado al arrepentimiento. Y la iglesia de Laodicea no recibe ninguna alabanza sino solo reprensión.

            La presentación del emisor de estos mensajes está basada sobre una descripción que encontramos ya en el capítulo 1. Al entrar a estudiar ahora el primer mensaje, el que es dirigido a la iglesia de Éfeso, vamos a empezar a leer ya desde el capítulo 1.

 

            FAp 1.9-2.7

 

            El primer mensaje empieza con la orden de escribirle al ángel de la iglesia de Éfeso. Hay diferentes opciones a qué se podría referir la palabra “ángel”. La palabra en sí significa “mensajero”. Según el contexto, el receptor de esta carta es el “mensajero” de la iglesia de los efesios. Podemos suponer entonces que el “ángel” sería algún líder, pastor o representante destacado que pueda recibir el documento y pasarlo al resto de la iglesia.

            Éfeso era la ciudad más importante y capital de la provincia de Asia Menor. El templo de Diana, una de las maravillas del mundo antiguo, se hallaba en esta ciudad, y una importante industria era la creación de imágenes de esta diosa. El culto a la diosa Diana era caracterizado por una inmoralidad impresionante. Esto, al parecer, ha tenido también su influencia negativa sobre la iglesia de la ciudad. Pablo ministró en Éfeso por tres años y cuando él se despidió por última vez (Hechos 20) advirtió a los efesios que falsos maestros tratarían de apartar de la fe a la gente. Los falsos maestros llegaron a causar problemas en la iglesia de Éfeso, pero la iglesia los resistió por mucho tiempo, como podemos ver en la carta de Pablo a los efesios. Juan, el autor del Apocalipsis, también pasó mucho tiempo de su ministerio en esta ciudad. Es importante tener en cuenta estos detalles para entender mejor el mensaje de este texto que acabamos de leer.

            Luego, el remitente se presenta. En el capítulo 1, él se había identificado como el “hijo de hombre” (Ap 1.13 – DHH), es decir, como Jesús. Y él dice que es “…el que tiene las siete estrellas en su mano derecha y se pasea en medio de los siete candelabros de oro” (v. 1 – BAD). El último versículo del capítulo 1 nos da la clave para entender esto: “…las siete estrellas representan a los ángeles de las siete iglesias, y los siete candelabros representan a las siete iglesias” (Ap 1.20 – DHH). Entonces, las estrellas son los ángeles de las iglesias y los candelabros las iglesias en sí. Estos ángeles, o los líderes de las iglesias, están en su mano derecha, dice Jesús. La mano derecha es un símbolo que la Biblia usa frecuentemente para la fuerza o el poder. Los líderes de las iglesias están cubiertos por la autoridad de Cristo y rodeados de su protección poderosa. Esto habla de que Cristo vela con mucho amor y delicadeza por los líderes de las iglesias.

            Después dice que él se pasea en medio de los candelabros que representan a las iglesias. Yo me lo imagino como cuando hay un taller o una reunión de trabajo, y el facilitador pide que todos los presentes se reúnan en pequeños grupos para discutir algún tema o realizar cierta actividad o tarea. Y mientras están ahí trabajando arduamente en los grupos, el facilitador va paseándose entre los grupos, escuchando lo que hablan, mirando su avance en la tarea asignada, observando la interacción en los grupos, etc. Es decir, él conoce muy bien los detalles y características de cada grupo. Así hace Jesús con las iglesias. Precisamente estas cartas a las 7 iglesias revelan un conocimiento muy profundo y exacto del estado y la vida de cada iglesia. Como ejemplo, en el siguiente versículo él dice: “Yo sé todo lo que haces” (v. 2 – NTV). Quizás a veces nos puede asustar el hecho de que Jesús sepa con tanto detalle nuestra vida, sea la particular o la de la iglesia, pero, por otro lado, es muy tranquilizante, porque podemos ser totalmente transparentes ante él porque de todos modos él nos conoce mejor que nosotros mismos. Y también podemos tener esa certeza que él está velando sobre cada detalle de nuestra vida. Así fue también con la iglesia de Éfeso. Lo que Cristo elogia de esta iglesia son varias cosas: que trabaja arduamente; que tiene mucha paciencia; que tiene perseverancia en lo que emprende y lo lleva a cabo hasta terminarlo; que le “dan náuseas los malvados” (v. 2 – BLPH); que puso a pruebas a los supuestos apóstoles, desenmascarándolos; que nunca se rindió a pesar de las dificultades; que sufrió por Cristo sin sucumbir al cansancio y que no soportó las prácticas de los nicolaítas (v. 6). A los nicolaítas no se menciona en la Biblia más que en estas cartas, por lo cual no se sabe prácticamente nada de ellos. Pero, por lo visto, que se trató de un grupo con prácticas antibíblicas. ¡Qué descripción más positiva de una iglesia! Nos sentiríamos muy halagados si Cristo hablara de esta manera de la IEB de Parque del Norte. A propósito, ¿cuál sería su descripción de esta iglesia? Por supuesto que no lo sabemos. Pero la iglesia la componemos personas, y quizás podrías intuir lo que Jesús diría de ti. Si recibieras un mensaje privado de parte de Dios, parecido al de este texto, ¿qué diría esa carta? ¿Te animarías a preguntáreslo?

            En el caso de la iglesia de los efesios, el mensaje hasta aquí es muy positivo. PERO… —y ese “pero” nos suena a veces como queriendo echar todo por el piso otra vez, pero no es tanto así— esa iglesia no era perfecta y tenía sus asuntos que Jesús tuvo que reprender. Entre tanto arduo trabajo se les fue el amor por una ventana. Ese primer amor. ¿Se acuerdan de cuándo acaban de entregar su vida a Cristo? Probablemente estaban como para llevarse por delante al mundo entero. O cuando recién se enamoraron. Como alguien dijo: “Si las mariposas en mi estómago fuesen vacas, llenaría toda una estancia.” Ese entusiasmo y el motor de todo se había perdido en Éfeso. La iglesia corría a 1.000 por hora, pero estaba en piloto automático. Al igual como puede suceder en un matrimonio, la rutina se volvió aburrimiento, y todo perdió su sentido. Era una iglesia sumamente activa, pero el amor, el ingrediente que debía dar validez a ese trabajo, ya no estaba presente. Su trabajo se había convertido en mero activismo. ¿Y qué escribió Pablo al respecto a los corintios? “…si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y aun si entrego mi propio cuerpo para tener de qué enorgullecerme, pero no tengo amor, de nada me sirve” (1 Co 13.3 – DHH). Puedo ponerme de cabeza de tanto que trabajo en la iglesia, pero si no lo hago por amor a Dios y a los demás, solo soy un mono estúpido. Nada tiene sentido, por más activo “para el Señor” que esté. ¡Está grave esto!

            En uno de los primeros estudios bíblicos de los martes del que participamos nosotros aquí, hubo algunos hermanos que dieron testimonio también de cómo el Señor los había sacado de un mero activismo. Esto es siempre una amenaza para cualquier iglesia. Hay tanto que se podría hacer y aun así sería insuficiente. Y uno procura cubrir todo lo posible y se mata trabajando, pero lo único que se logra es que uno pierda de vista lo esencial y cuál debe ser la motivación para todo: el amor. Por eso, la exhortación de Jesús es: “¡Arrepiéntete!” Es radical esa palabra. No se trata de un mero cambio de rumbo, una corrección para entrar otra vez en las huellas de las que se había salido un poco. Es arrepentimiento de su pecado. No trabajar con amor es pecado. ¿Nos damos cuenta de lo importante que es el amor en nuestra relación con Dios y nuestro trabajo para él? Lo que hagas, hazlo con amor. Si tu motivación no es el amor, olvídalo.

            “Reflexiona … sobre la altura de la que has caído” (v. 5 – BLPH). Ponele freno en seco a tus actividades y analiza tu vida ahora, comparándola con tiempo atrás. ¿Qué ha cambiado? ¿Qué te falta ahora? ¿Qué te llevó a tu estado actual? “…vuelve a actuar como al principio” (v. 5 – RVC), con la misma motivación, con la misma pasión por el Señor. No creas que las cosas y los tiempos han cambiado y que ahora no puedas tener más ese entusiasmo y esa comunión con el Señor; que tu estado ahora es tu realidad actual adaptada a los tiempos modernos. No es el tiempo que ha cambiado; eres tú el que ha cambiado. El tiempo no se puede arrepentir, tú sí. Tus prioridades tienen que cambiar. Dale valor a lo que el Señor da valor. Eso tiene que ser una decisión muy consciente e intencional, porque si no, el diablo te va a engañar nuevamente con tantas cosas “lindas” y aparentemente necesarias, de modo que en una semana estarás nuevamente sin primer amor. Y cuando hablamos de primer amor, no estamos hablando de sentimientos, de emoción. Porque estos son tan volátiles que es imposible basarse sobre sentimientos. Estamos hablando de decisión, de lealtad, de compromiso incondicional, de integridad, de comunión con el Señor, de búsqueda de su voluntad, etc.

            ¿Y si no? ¿Si me gusta mi estado actual? ¿Si volver a lo de antes cuesta demasiado y no estoy dispuesto a pagar ese precio? Entonces, dice el Señor, que él se encargará de quitar el candelabro de su lugar. El candelabro es fuente de luz en el templo. Es símbolo de la presencia en nosotros de la luz de Cristo, quien es la luz del mundo. Así él dijo también que nosotros debíamos ser la luz del mundo, brillando con la luz de él dentro de nosotros. Pero cuando admitimos pecado en nuestra vida, esta se empaña y se ensucia, y la luz de adentro no puede salir más con toda nitidez. Cuanto más tiempo se estira esta situación, más y más se reduce la potencia de la luz hasta quedar totalmente oculta. Ya no somos la luz del mundo, porque el mundo que permitimos que se meta a nuestra vida ha ocultado esa luz. Quizás esta haya sido la situación en la iglesia de Éfeso por la influencia del culto a la diosa Diana.

            Pero el candelabro es también símbolo de la iglesia, como lo hemos visto en el último versículo del capítulo 1. Una iglesia que no lucha por la santidad de cada uno de los miembros pierde su razón de ser, así como pierde sentido un candelabro que no alumbra. Solo estorba. Por eso, la iglesia pierde su razón de ser porque ya no alumbra en el mundo. Algunas versiones traducen: “…quitaré tu candelabro de su lugar entre las iglesias” (v. 5 – NTV). Ya no aparece más en la lista de iglesias. Es cuando uno pregunta: “¿Y qué pasó de la iglesia tal o cual?”, y alguien responde tristemente: “Esa iglesia se cerró. Ya no hay culto desde hace mucho tiempo.” Hay muchos lugares en el mundo en las que templos se convierten en museos o en cualquier otro tipo de instituciones. Su candelabro fue quitado de su lugar. Es vital entonces, no solo para esta vida sino para toda la eternidad, que mantengamos viva la pasión por el Señor.

            Pero es aquí, cuando vemos el peligro en que estamos si no nos mantenemos firmes, que viene una promesa del Señor para el vencedor que nos da nuevo ánimo otra vez. Esta promesa es precedida por la fórmula: “El que tenga oídos, escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias” (v. 7 – NBD). Es un mensaje como de doble sentido: “¿Dices tener oído? Entonces presta atención, porque no hay peor sordo que el que no quiera oír; o que no quiera hacer caso de lo que oye.” Es decir, sutilmente Jesús tira la responsabilidad sobre la persona. Si no habrá cambios en su vida, es porque demostró no tener oído espiritual. “Si dices tener oído, entonces, ¡atendé, pues!”

            La promesa del Señor para el que sí logra sobreponerse a todos los reveses de la vida, a las tentaciones y a los problemas es que Jesús le dará de comer del árbol de la vida que está al medio del paraíso. Esta expresión nos remonta directamente a Génesis, cuando Dios puso al hombre en el jardín Edén. Dice la Biblia que “en medio del jardín puso también el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal” (Gn 2.9 – DHH). Adán y Eva podían comer de todos los árboles del jardín, menos del árbol del bien y del mal. Y famoso, lo que está prohibido es lo que más atrae, y sucedió lo que ya sabemos. Como consecuencia de esto, los dos fueron expulsados del jardín. Sí, fue un castigo, pero también una acción de gracia de parte de Dios, una medida de protección. Él los expulsó para que no lleguen a comer del árbol de la vida y vivan así por siempre en su pecado, sin posibilidad de redención. Al cortar el acceso a ese árbol, Dios hizo posible que el ser humano pueda alcanzar primero la salvación a través de Jesucristo. De esta manera, y habiendo vencido todos los obstáculos, ahora sí recibe de manos del mismo Jesús el fruto del árbol de la vida. Ahora sí, está en condiciones de comer ese fruto y vivir para siempre porque ya ha sido salvado.

            El haber vencido no significa ser perfecto y no tener ninguna derrota. Esto es imposible mientras estemos en este mundo. Siempre sufriremos derrotas de vez en cuando en que el pecado nos arrolla. Pero hay una gran diferencia entre ser salpicado a veces por el barro del pecado y vivir constantemente hundido hasta la coronilla en el fango. Al aceptar a Cristo como nuestro Salvador, él nos ha sacado de ese chiquero en el cual nos revolcábamos antes. Ser vencedor significa cuidarnos de no salpicarnos de vuelta con esa mugre, y si vuelve a suceder, correr de inmediato junto a Jesús, confesar nuestro pecado y dejarnos limpiar de nuevo por él. Y esto de nuevo las veces que sea necesario. La misericordia del Señor no tiene fin. Su gracia no se va gastando. Luchar por una vida en santidad, eso es ser vencedor.

            ¿Estás en esa senda victoriosa? Vuelvo a decir: no todos los días hay victoria. No ganamos todas las luchas. Pero con Cristo ganamos la guerra. ¡Y eso es lo decisivo! Pon a Jesús como tu Señor y Salvador, como tu capitán, como tu jefe del ejército que lucha por ti y a tu lado juntamente contigo. Así, al final de tu vida, podrás decir con Pablo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Ti 4.7 – RVC). Mayor grito de victoria no puede haber.