Hoy volvemos al tema que ya lo hemos
tratado bastante en este año: la iglesia, pero basándonos ahora en cómo lo
describe el credo de la IEB Paraguay. ¿Qué creemos respecto a la iglesia? ¿Cómo
vemos a la iglesia? ¿Cómo interpretamos lo que dice la Biblia al respecto? Dice
el credo:
Creemos que la iglesia de
Dios es una comunidad…
La palabra “comunidad” contiene el término
“común”. Quiere decir que a la iglesia la componen personas que tienen algo en
común. Estas personas desarrollan una identidad propia para diferenciarse con otras
agrupaciones parecidas: somos la sede Parque del Norte de la IEB Paraguay, no
cualquier otra iglesia. Esta es nuestra identidad.
¿Y qué es eso lo que tenemos en
común? A eso, el credo responde que somos…
…una comunidad de seguidores
de Jesús, con Cristo a la cabeza.
Puede ser que nos diferenciemos en
casi todo lo demás, pero esa una cosa tenemos en común: somos seguidores de
Jesús. Lo hemos aceptado como el Señor y Salvador de nuestras vidas. Y esa una
cosa nos constituye en iglesia, espiritualmente. En cuanto a una organización
humana puede haber más requisitos, pero espiritualmente es eso lo que nos une. Sin
haber aceptado conscientemente a Jesús como su Salvador es imposible llegar a
formar parte de su iglesia. Basar toda una organización sobre un solo
ingrediente puede parecernos un punto de apoyo muy pequeño, sin embargo, existe
un lazo de unión muy fuerte entre todos los que componemos la iglesia. El credo
lo describe en los siguientes términos:
Sus miembros se relacionan
entre sí en amor y con responsabilidad. Buscamos la unidad en la fe, y que cada
uno pueda poner al servicio de los demás los dones que ha recibido de Dios.
Los miembros de la iglesia no somos
islas que casualmente forman parte de una misma organización. Eso sería la
característica de un club del cual uno puede formar parte por algún interés,
pero sin casi ninguna noción de quién más es socio de dicho club. La iglesia no
debe caer en esa categoría. La iglesia se debe caracterizar por un fuerte lazo
de amor y de responsabilidad mutua, donde todos sirven unos a otros según los
dones y habilidades que cada uno ha recibido de parte de Dios. Si en una
iglesia no reina el amor, no es iglesia, porque Cristo no es su cabeza o su
Señor. “Dios es amor” (1 Jn 4.8 –
DHH), dice la Biblia y, por lo tanto, sus hijos también deben manifestar ese
amor.
El siguiente párrafo del credo se
entiende sin más explicaciones, más todavía considerando que ya hemos hablado
extensamente sobre este tema. Dice:
La iglesia es el pueblo de
Dios, comprado por Jesucristo. Con su muerte, él se hizo el mediador de un
nuevo pacto. La iglesia es el cuerpo y la novia de Cristo. Creyentes de todos
los pueblos, culturas y niveles sociales, renacidos por su fe en Jesús, son los
miembros de la iglesia. Por medio del amor y la unidad en el Espíritu, Cristo
la hace visible al mundo. La iglesia de Jesús consiste en la iglesia local,
como también en la comunidad de fe de todo el mundo.
Ahora, el concepto teórico y
espiritual quizás ya lo tenemos claro, pero en la práctica, ¿cómo funciona la iglesia?
Hay toda una sección amplia en el credo que lo explica en forma muy resumida.
Cada párrafo daría para una prédica aparte. Vayamos por parte:
Llegamos a ser miembros de la
iglesia local de Cristo por medio del bautismo y la recepción oficial. En esta
iglesia local crecemos hacia la plena madurez en Cristo al emplear los dones
espirituales, al asumir responsabilidad unos por otros y al buscar la comunión
con Dios y con los otros creyentes. Como miembros de la iglesia estamos
comprometidos a la discreción en cuanto a los asuntos internos de la misma, en
caso de que esto sea necesario.
Se repiten aquí varios términos que
ya hemos visto recién. Pero quiero subrayar esta última frase: la necesidad de
la discreción. La iglesia es una organización humana, pero sobre fundamento
espiritual. Y las cosas espirituales solo se entienden en forma espiritual,
como Jesús mismo una vez dijo cuando la gente interpretó sus palabras solo en
forma literal y no con su significado espiritual. Por lo tanto, los asuntos
internos de la iglesia muchas veces no son entendidos por gente que no tiene
una relación personal e íntima con Cristo. Y para no causar más confusión y
malas interpretaciones, es mejor no divulgar hacia fuera informaciones
delicadas. No tenemos absolutamente nada que esconder. Pero eso no significa
que vamos a proceder de manera imprudente. Ninguna organización publicará hacia
fuera datos e informaciones que tienen que ver netamente con el manejo interno.
Como iglesia tampoco lo debemos hacer. Además, tenemos la responsabilidad y el
compromiso de protegernos mutuamente. No podemos ensuciar la imagen de la
iglesia o de algún miembro en particular. Eso sería una falta de respeto,
chisme y es pecado. Vuelvo a decir: no vamos a ocultar problemas graves internos,
intentando tapar el pecado para salvar nuestro propio pellejo. Los problemas y
el pecado hay que tratar debida y decididamente, pero también prudentemente.
Cada situación se trata en el ambiente en que se supo de la misma. Si de un
problema solo saben dos o tres personas, estas dos o tres personas deben
tratarlo. Los demás no tienen por qué enterarse. Pero si algo llega ser
público, así tiene que llegar a ser público también el proceso que se lleva
adelante en este caso. Esto es lo que claramente nos enseña Mateo 18, que
analizamos detenidamente en la reciente capacitación de líderes de la IEB
Paraguay.
A continuación, el credo pasa a
describir varias prácticas al interior de la iglesia. La primera que menciona
es la adoración.
Como iglesia adoramos a Dios
al celebrar su fidelidad y su gracia. Buscamos la voluntad de Dios para nuestra
vida, para su iglesia y para nuestra misión. Por medio de la comunión,
canciones, oraciones, proclamación, aportes creativos, ofrendas y donaciones
adoramos a Dios y proclamamos las Buenas Nuevas que han transformado nuestra
vida.
Normalmente, al hablar de alabanza y
adoración, pensamos en cantar. Pero este párrafo menciona muchas otras formas
de alabar a Dios, aparte de cantar. Incluso cuando disfrutamos de la presencia
de los hermanos y compartimos un tiempo de calidad y de compañerismo entre
nosotros, nuestro Padre es alabado. El arte en sus diferentes expresiones es
una forma poderosa de alabanza. Nuestras ofrendas y diezmos lo son. Nos damos
cuenta que la alabanza y adoración no es tanto una acción, sino un estilo de
vida. Vivo glorificando a Dios 24/7. O lo podemos convertir en pregunta: ¿Vivo
glorificando a Dios 24/7?
El siguiente tema práctico que toca
el credo es justamente la responsabilidad mutua, de la que ya hablamos:
En busca de la ayuda y
protección mutua, todos los miembros de la iglesia tienen el deber de exhortar
a los que viven en pecado, y también de dejarse amonestar por otros.
La Palabra de Dios nos guía
en la resolución de conflictos y la disciplina restauradora de la iglesia. Si
un miembro no quiere aceptar la exhortación y ayuda de los hermanos y elige
vivir conscientemente en pecado, debe excluirse de la membresía. A pesar de que
esta persona viva conscientemente en pecado, tratamos de recuperarla. Estamos
dispuestos a perdonar y a restaurar la comunión cuando haya arrepentimiento y
confesión.
Para muchas personas, especialmente
las que llevan ya un buen tiempo en alguna iglesia evangélica, la palabra
“disciplina” tiene una connotación bastante negativa: la de castigar al que se
porta mal y de echarle de la iglesia. Pero el enfoque aquí es totalmente otro:
es el de buscar restaurar una relación con Dios y con su iglesia que está
dañada por el pecado. Si la persona sale de la iglesia, sale por sí misma. El
esfuerzo de la iglesia siempre será el de reincorporarla a la plena comunión
con el Señor y con su iglesia. La iglesia no es una comunidad de santos que echa
fuera a todo el que no se comporta como los demás. Somos una comunidad de
pecadores restaurados que buscan restaurar a otros pecadores; que buscan
perdonar como han sido perdonados.
El siguiente tema que trata el credo
son los dones:
A través del Espíritu Santo,
Dios da dones a cada creyente para que los emplee para el bien de todo el cuerpo.
Todos los dones de gracia, entre los cuales hay dones de servicio, de enseñanza
y de milagros, tienen su lugar en la iglesia.
Entendemos que la Biblia enseña que cada hijo de Dios tiene por lo menos una
capacidad sobrenatural que el Espíritu Santo le ha dado en el momento de
aceptar a Jesús como su Señor y Salvador. Esta es una habilidad que el hijo de
Dios debe usar para bendecir y edificar a los demás hermanos de la iglesia.
Dios le da a cada iglesia los dones que ella necesita para cumplir la misión
que él tiene para la congregación. En la Biblia encontramos varias listas de
dones. No significa que todos estos dones deban estar en cada iglesia local,
pero sí estarán los que esa iglesia en particular necesita en ese momento,
según los propósitos de Dios.
¿Y cuál es la misión de la iglesia,
encomendada por Jesús? El credo lo describe así:
Creemos que la misión de la
iglesia, según el mandato de Jesús, es la proclamación de las Buenas Nuevas de
salvación por Cristo Jesús.
Es, entonces, tarea de cada uno
testificar, con la ayuda del Espíritu Santo, de la reconciliación a través de
Jesús.
Como sus seguidores debemos
amar a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Esto se expresa por
medio de nuestro servicio y nuestra ayuda en caso de necesidades sociales.
El texto aquí no dice que todos
deben evangelizar, pero sí que todos deben testificar. El que fue testigo de un
accidente, por ejemplo, relata lo que vio y oyó. El que fue testigo de la obra
de Jesucristo en su vida, relata lo que experimentó. Nada más. No se requiere
de técnicas muy sofisticadas que lleva a miles de personas a aceptar a Cristo.
Si alguien domina alguna técnica, perfecto. Pero el único requisito para ser
testigo es haberlo experimentado. Nada más. Y ya dijimos que la iglesia es una
comunidad de seguidores de Jesús. Por ende, se supone que todos han
experimentado la obra de Cristo en su vida. Por lo tanto, cada uno puede
testificar de Cristo; contar a otros lo que él mismo ha experimentado.
En cuanto al manejo de las posesiones,
el credo empieza diciendo:
La Palabra de Dios enseña a
dar el diezmo para la causa del Señor, y nos disciplinamos hacia la
generosidad. Esto lo hacemos por gratitud y obediencia a Dios. Luchamos contra
la avaricia, ya que, según las Sagradas Escrituras, es raíz de todos los males.
El tema del diezmo es algo por lo
que más se critica a las iglesias evangélicas y, particularmente, a los
pastores. Pero el dinero es un tema que aparece en la Biblia más veces que la
salvación, aunque ustedes no lo crean. En algún momento vamos a enseñar qué es
lo que la Biblia enseña acerca de este tema. El énfasis del credo, y también
del Nuevo Testamento, está en la generosidad como fruto de la gratitud y
obediencia a Dios. El diezmo es parte de la ley del Antiguo Testamento. En el
Nuevo Testamento, esa ley es superada por la generosidad hasta el 100% de sus
ingresos. El que pregunta cuánto es suficiente; cuánto es lo que debe dar, no entendió la enseñanza del
Nuevo Testamento, y probablemente no esté dando prácticamente nada. Tenemos el privilegio de poder dar. Es una tremenda
bendición para nosotros. ¿Es algo que no cuesta? ¡Claro que cuesta, y mucho! Si
en el Antiguo Testamento la alabanza a Dios se llamaba “sacrificio”, ¿qué
sacrificio no cuesta? También el dar nuestro diezmo es un sacrificio, pero de
olor grato al Señor y de gran bendición para nuestras vidas. La fidelidad en
los diezmos y las ofrendas es un indicador muy poderoso del estado espiritual
de una persona.
Siguiendo con este tema, el credo
dice:
Reconocemos que el afán por
bienes materiales [es decir, siempre querer más y
estar enfocado solo en lo material] y el
vivir sin límites [tener deudas, gastar más de lo que uno tiene] están en oposición a la Biblia y al ejemplo
de vida de Jesús. Jesús nos advierte que no podemos servir simultáneamente a
Dios y al materialismo. No nos consideramos dueños de los bienes, sino
administradores. Con el dinero, el tiempo, las habilidades y la influencia nos
ayudamos mutuamente en la iglesia, y también a los pobres y necesitados en la
sociedad. Como hijos de Dios buscamos un estilo de vida sencillo y de
contentamiento.
Muy claro.
Y el último tema que toca el credo
en esta sección de la vida interna de la iglesia es en cuanto a la autoridad
espiritual:
Dios ha instituido en la
iglesia la autoridad espiritual para la protección y edificación de la iglesia.
Nosotros la respetamos y la apoyamos en sujeción mutua. La iglesia busca sus líderes
espirituales según sus dones, los confirma y los instituye en sus funciones.
No entendemos a la Biblia como que
el pastor tenga autoridad absoluta sobre la iglesia y que todos tengan que
hacer exactamente como lo prescribe el pastor. Más bien vemos una dinámica bien
dinámica… entre Dios, pastor e iglesia en una subordinación mutua de pastor e
iglesia y una obediencia de ambos a Dios. Sí, Dios estableció la función de
autoridad, de liderazgo, pero para servir y edificar a los otros, no para
elevarse sobre un trono por encima de los demás.
Así es como entendemos la enseñanza
de la Biblia acerca de la iglesia. ¿Qué puedes aportar tú a la iglesia? La
iglesia no es una organización ajena a nosotros. Cada uno formamos a la
iglesia, y esta puede funcionar solamente si cada uno funciona. Un sistema de
engranajes solo se mueve si todos los dientes están intactos. Si falta uno,
toda la máquina se resiente, pierde fuerza o incluso ya no se mueve más. Si
faltas tú, la iglesia toda se resiente, pierde efectividad y gasta demasiada
energía. ¿Cuál es tu lugar dentro de esta iglesia de Parque del Norte? ¿En qué
sentido puedes fortalecerte dentro de este engranaje para que la iglesia pueda
funcionar mejor y cumplir el propósito asignado por Dios?
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