miércoles, 11 de septiembre de 2024

Credo: El día del Señor


 





            ¿Les gusta descansar? Bueno, depende, ¿no? Depende de si uno está cansado o no. Pero, ¿suelen tener un tiempo o un día de descanso por semana? Para algunos, esta pregunta empieza a complicar el asunto, porque por la necesidad casi están obligados a trabajar 7 días a la semana, 12 a 14 horas por día, o más inclusive. Y esto, a veces por exigencias del empleador o, a veces, por su propia exigencia, quizás por una cierta adicción al trabajo. Personalmente admito que me cuesta este tema. Claro, hay también los que trabajan 1 día a la semana y descansan los restantes 6, pero de esto no estamos hablando hoy.

            ¿Sabían ustedes que en la Biblia el descanso no es opción, sino una orden? Es más, el origen de esto está en la creación misma, antes de la caída en pecado. Es decir, el descanso semanal es el plan perfecto de Dios para el ser humano, para lo cual él mismo ha dado el ejemplo. Y para asegurar la obligatoriedad del descanso, Dios lo introdujo incluso en los 10 Mandamientos que observamos hasta hoy en día. Veamos lo que dice esta parte.

 

            FÉx 20.8-11

 

            Desde la antigüedad, y especialmente a partir del Nuevo Testamento, este día de descanso se ha combinado con la búsqueda especial de Dios, la comunión con él y la adoración. Es lo que hoy en día solemos practicar todos los domingos en este templo y lo llamamos “culto”. Esto también está contemplado en la última parte del credo de la IEB Py. El título general de esta sección es “el día del Señor”. ¿Qué significa esto y qué creemos al respecto?

            El término “día del Señor”, en los profetas se refiere muchas veces a una intervención poderosa y temible de Dios en la vida de su pueblo o de otros pueblos, generalmente como un juicio o terrible castigo que cae sobre alguna nación. En el Nuevo Testamento también aparece esta connotación, especialmente en el libro de Apocalipsis. Pero mayormente, se conoce este término como refiriéndose al día de descanso y de reunirse para adorar al Señor. En cuanto a esto, el credo dice lo siguiente:

 

“El domingo debe ser santificado como día del Señor. Lo hacemos descansando del trabajo y reuniéndonos para los cultos unidos, así como lo hicieron los cristianos del Nuevo Testamento.”

 

            Como dice este texto, el modelo para nuestras reuniones es el proceder de los primeros cristianos. De ahí proviene también el “primer día de la semana”, o sea, el domingo, como día de culto, en vez del sábado como el día de reposo en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, en Hechos 20.7 dice: “El primer día de la semana nos reunimos para partir el pan, y Pablo estuvo hablando a los creyentes” (DHH). Y a los corintios Pablo escribe: “El primer día de cada semana, cada uno debería separar una parte del dinero que ha ganado” (1 Co 16.2 – NTV). Este primer día de la semana llegó a ser conocido como el “día del Señor”, aunque la Biblia menciona este término una sola vez cuando Juan, el autor del Apocalipsis, dice que era el día del Señor cuando él quedó bajo el poder del Espíritu Santo (Ap 1.10). Fue ahí que él recibió, entre otras cosas, los mensajes a las 7 iglesias de Asia Menor que ya hemos estudiado recientemente. El primer día de la semana corresponde al día domingo. Incluso, muchas versiones de la Biblia, en vez de traducir “primer día de la semana”, dicen directamente “domingo”.

            ¿Por qué los primeros cristianos empezaron a reunirse el domingo? Esto fue una respuesta de profunda reverencia al día de la resurrección de Jesús. Dice el Evangelio de Juan: “El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro; y vio quitada la piedra que tapaba la entrada” (Jn 20.1 – DHH). De este modo, al reunirse cada domingo, se conmemoraba semanalmente la resurrección del Señor Jesús.

            La ley del Antiguo Testamento prescribía el sábado como día de reposo. Sin embargo, el “día de reposo” del Antiguo Testamento no es lo mismo que el “día del Señor” en el Nuevo Testamento. Jesús mismo había dicho que él había venido a cumplir la ley: “No piensen que he venido a anular la Ley o los Profetas; no he venido a anularlos, sino a darles cumplimiento” (Mt 5.17 – NVI). Con su muerte y resurrección, la ley del Antiguo Testamento quedó cumplida, y se inició una nueva etapa de gracia y salvación. Por lo tanto, los primeros cristianos no cumplían la ley, sino celebraban la victoria de Cristo.

            Pero la idea de un día para descansar es de mucho antes que la ley de Moisés. Viene desde la creación misma, como ya leímos en el texto de los 10 Mandamientos. Con respecto a esto dice el credo:

 

“Dios el Creador descansó el séptimo día. Por eso, el hombre que él creó es llamado a descansar regularmente el séptimo día. El descanso es una expresión de gratitud y de confianza en la provisión de Dios por su creación.”

 

            Entonces, tener un día para descansar y para dedicarlo de manera especial a Dios no es cuestión de cumplir legalistamente tal o cual día, sino es expresión de la voluntad de Dios para el ser humano. Se ha comprobado una y otra vez que, si se anulaba el día de descanso, trabajando los siete días de la semana, empezó a bajar drásticamente el rendimiento. El ser humano no fue creado para ser máquina, sino para tener un día de descanso por semana, cualquiera que sea ese día.

            Pablo aclara esta discusión legalista por ciertos asuntos en su carta a los romanos. En primer lugar, menciona que algunas personas tienen conflictos en cuanto a ciertos alimentos, especialmente los sacrificados a los ídolos, mientras que otros comen de todo. Luego, pasa a hablar de los diferentes días: “Hay quienes dan más importancia a un día que a otro, y hay quienes creen que todos los días son iguales. Cada uno debe estar convencido de lo que cree. El que guarda cierto día, para honrar al Señor lo guarda. Y el que come de todo, para honrar al Señor lo come, y da gracias a Dios; y el que no come ciertas cosas, para honrar al Señor deja de comerlas, y también da gracias a Dios. … El reino de Dios no es cuestión de comer o beber determinadas cosas [o de observar ciertos días], sino de vivir en justicia, paz y alegría por medio del Espíritu Santo” (Ro 14.5-6, 17 – DHH). O sea, lo esencial no es qué día es el que tenemos como “día del Señor”, sino qué es lo que hacemos en ese día, y la actitud con la que lo observamos. Si es para glorificar a Dios, bendecir al hermano y edificarnos espiritualmente, cualquier día de la semana es bueno y apropiado. Por eso dice el credo:

 

“Consideramos un deber nuestro el asistir regularmente a los cultos de la iglesia, según nos sea posible.”

 

            Fíjense que no dice que asistir a la iglesia sea una opción cuando no tenga otra cosa que hacer, sino lo hacemos una obligación para nosotros, porque es para nuestro bien espiritual, social y emocional.

            Y hablando del “día del Señor”, me voy a adelantar a los últimos párrafos del credo que habla de la segunda venida de Cristo, muchas veces también presentado como el “día del Señor”:

 

“Creemos en el pronto regreso personal de Jesucristo. A esto le sigue el juicio de todas las naciones ante el trono de Dios.

 

Creemos en la resurrección de los salvos para una vida eterna en el cielo, y la resurrección de los perdidos o no salvos para la condenación eterna.”

 

            La Biblia dice claramente que Cristo volverá personalmente a esta tierra para llevar consigo a los que son sus fieles seguidores. Según el credo, a esto le sigue el juicio de las naciones. Hay diferentes interpretaciones acerca de este juicio, y no quiero entrar en susceptibilidades. Pero quiero destacar que los creyentes no estaremos en este juicio, porque Cristo ya fue juzgado en nuestro lugar. Pero sí estaremos compareciendo ante el tribunal de Cristo para rendir cuentas de todo lo que hemos hecho o dejado de hacer en esta vida. No se discute la salvación, porque somos salvos por fe en Cristo, no por nuestras obras. Solo nuestro Señor evaluará nuestras vidas y premiará a cada seguidor suyo de acuerdo a lo que éste haya hecho.

            Aquellos que en ese momento del regreso de nuestro Señor ya hayan muerto, resucitarán. Todos resucitarán, pero no todos tendrán el mismo destino final eterno. Los que hayan muerto creyendo en Cristo resucitarán para una vida eterna en el cielo, en la presencia misma de nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo. Los que aquí en vida lo hayan rechazado resucitarán, pero para la condenación eterna en el infierno. Nuestro destino eterno se decide aquí en esta vida; nosotros somos los que lo decidimos según si aceptamos a Cristo como nuestro Señor y Salvador o no. Una vez muerto, ya nada se puede hacer. La decisión está tomada, y el momento de la muerte sella eternamente nuestro destino. Y como el ser humano nace en pecado, en rebelión contra Dios, no tomar ninguna decisión ya es una decisión tomada. Para obtener la salvación y la vida eterna en el cielo, consciente y voluntariamente necesitamos decidirnos por Cristo, por aceptar su perdón de nuestros pecados y por cederle a él el control de nuestras vidas.

            Ese “día del Señor”, o el día de juicio, incluirá también a todos los seres espirituales. De ellos dice el credo:

 

“Creemos en la existencia de seres superiores, creados por Dios, conocidos como espíritus serviciales, mensajeros o ángeles.

 

Creemos que el diablo es una personalidad real, un ángel caído con gran poder, astucia y perversidad. Es el enemigo de Dios y de todo lo bueno. Busca la destrucción de la iglesia de Cristo y la perdición de todas las almas. Cristo lo venció con su muerte en la cruz, lo juzgó, y con su resurrección al tercer día venció a la muerte.”

 

            La Biblia es clara en mencionar a los ángeles como servidores de Dios. Cuando Satanás, que también era un ángel de categoría superior, se rebeló contra Dios, fue juzgado y echado del cielo. Con él arrastró a una parte de los ángeles que llegaron a ser los demonios al servicio de él. No se puede subestimar el poder de este ejército de las tinieblas, ya que es claramente superior a los poderes humanos. Pero, ¡gloria a Dios!, ese poder de Satanás es claramente inferior al poder divino. La supremacía del poder de Dios quedó evidenciada en la muerte de Jesús a favor de todos nosotros. Con esto, él obtuvo la posibilidad de salvación para todo el que crea en él. Satanás trató de múltiples maneras y en muchas ocasiones de poner a Jesús fuera de combate; de sacarlo del camino hacia la cruz, pero no lo logró. No pudo contra Dios, ni cuando se rebeló contra él, ni cuando el Hijo de Dios vino en rescate de todos nosotros. Hoy Satanás está libre todavía, pero ya con el poder limitado. Llegará el tiempo en que será ejecutada la condena que ya pesa sobre él y será echado al infierno por toda la eternidad. En su furia intenta arrastrar consigo —una vez más— a cuanto ser humano él pueda. Pero Cristo ha vencido, y si compartimos esta victoria con los que no lo conocen todavía en forma personal, quizás podemos salvar a una persona más de esa correntada hacia el abismo. Nosotros podemos exclamar gozosos con Pablo: “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón” (1 Co 15.55 – DHH)? “Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Co 15.57 – BNP).

            El gran “día del Señor”, cuando él aparezca, sucederá en cualquier momento y lo esperamos con ansias. Estamos plenamente identificados con el final del Apocalipsis, el penúltimo versículo de la Biblia cuando Jesús dice: “Les aseguro que vengo pronto.” [Y el pueblo de Dios exclama expectante:] “¡Así sea! ¡Ven, Señor Jesús” (Ap 22.20 – TLA)! Y mientras esperamos ese gran día, celebramos aquí, domingo tras domingo, el también “día del Señor”, en el cual nos preparamos en todo sentido para aquel último “día del Señor” en que disfrutaremos de su presencia y pasaremos alabándole por toda la eternidad como aquí ya lo hemos practicado. Y si te falta más práctica de la adoración, de la comunión unos con otros y con el Señor Jesucristo, te invito aquí el próximo domingo a las 9:00 hs y, a los que puedan, el martes a las 19:00 hs y a los jóvenes el sábado también a las 19:00 hs. Todo lo que hacemos como iglesia es un anticipo de lo que será el cielo. Y en el cielo seremos invitados a la Gran Cena del Rey, y como anticipo de esta Gran Cena estaremos celebrando el próximo domingo también la Santa Cena. No es todavía el primer domingo del mes, pero el primer fin de semana de agosto, varios de nosotros estaremos representando a Parque del Norte en la fiesta misionera de las iglesias del Chaco, por lo cual adelantaremos la Santa Cena por una semana. El próximo “día del Señor” estaremos celebrando con mucha expectativa el último gran “día del Señor”. Si no quieres perderte aquel último “día del Señor”, acostúmbrate a no perder los ensayos previos todos los “días del Señor” con que empieza cada nueva semana.

 


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