En estos últimos tiempos
probablemente todos hemos pasado por algún tipo de situaciones difíciles y
angustiantes. Pero también posiblemente todos hemos experimentado la
intervención de Dios en las vidas, sean las nuestras o las de otros, en las que
ha demostrado su favor, su misericordia, su poder. Ver y experimentar estas
irrupciones de Dios en nuestro estado desastroso, siempre causa mucha
admiración y alabanza, fortalece nuestra fe y nos lleva a estar más cerca de
Dios.
Esto es exactamente lo que el
salmista también ha experimentado y que ha plasmado en el Salmo 118.
F Salmo 118
Este Salmo empieza con un llamado a
alabar a Dios. El salmista, o quizás toda la comunidad, ha pasado por una
situación bastante difícil de la cual el Señor los ha rescatado, y ahora se alientan
unos a otros a glorificar a Dios. Y ya de entrada el salmista da dos motivos
para hacerlo: a) porque Dios es bueno; b) porque su misericordia no tiene fin.
Tanto la bondad como la misericordia son expresiones del amor de Dios que él
había manifestado a su pueblo. Y esta manifestación ha sido algo tan
extraordinario que no alcanza decirlo una vez y ya está, sino que se tiene que
repetir una y otra vez. El salmista tiene ante él a todo el pueblo como un coro
gigantesco, y en los versículos siguientes hace a los diferentes grupos de este
coro entonar la alabanza a la misericordia de Dios. En primer lugar, es todo el
pueblo, el coro completo, que canta: “¡Para siempre es su misericordia”
(v. 2 – RVA2015)! Luego les toca el turno a los sacerdotes aaronitas (v. 3) y
luego a “los temerosos del Señor” (v. 4 – RVC) repetir esa misma
exaltación de la misericordia de Dios. Y es muy probable que ciertas partes de
este Salmo en las que se repite varias veces la misma frase o estribillo hayan
sido cantadas efectivamente por diversos grupos de la congregación reunida para
el culto en el templo. Se establecía una especie de diálogo cantado, sea entre
el director y la congregación o entre partes de la congregación.
Empezamos a entender la razón de
tanta glorificación de la misericordia de Dios cuando leemos el versículo 5.
Ahí nos damos cuenta de la situación tan difícil en la que se había encontrado
el salmista. Él la describe como “angustia”. No sabemos los detalles, por eso
cualquier persona que pasa por una situación angustiante se puede identificar
con él. A veces es una desgracia que de golpe cae sobre uno como un accidente
grave, la muerte repentina de un ser querido o el despido sorpresivo e
injustificado de su empleo. Otras veces es algo que empieza con relativa calma
y se estira por bastante tiempo en que uno lucha y espera que se solucione y
pase la situación, que mañana ya estará mejor, pero cuanto más tiempo se
prolonga este estado, más desgaste y cansancio causa, a la par de —encima— ir
empeorándose. Lo que empezó hace varios días atrás con un simple resfrío,
termina con una entubación en terapia intensiva. Todos, en algún momento,
tenemos estas experiencias tremendamente angustiantes. Pero el salmista se
aferró con todas sus fuerzas de quien es el único que puede acabar con esta
angustia. O, mejor dicho, él fue asido por el que puede acabar con esta
angustia y que no permitió que las circunstancias lo hundan por completo. En su
angustia, o como lo expresa la Traducción en Lenguaje Actual (TLA): “Perdida
ya toda esperanza…” (v. 5), él clamó desde el fondo de su alma al Señor en
busca de su socorro. Como el salmista resume en un solo versículo toda esta
experiencia que no sabemos cuánto tiempo ha durado, pareciera que ha tratado de
solucionar su situación por sus propios medios, y que cuando ya no había más
caso se acordó de que quizás Dios lo pueda ayudar. Pero estoy seguro que en
todo tiempo ya ha venido clamando al Señor por las circunstancias que le tocó
vivir. Pero fue ahí, cuando ya no quedaba esperanza, que se manifestó el Señor
de manera sobrenatural, liberándolo de esta angustia.
Creo que este culto seguiría hasta
la tarde si todos compartiéramos nuestras propias vivencias de este versículo. Pero
al final de la prédica quiero dar un espacio para que puedan exaltar las
misericordias de Dios. Tan sólo las experiencias con el Covid, sea en carne
propia o de personas cercanas a nosotros, llenaría libros enteros. ¡Sí que
hemos estado en angustia muchas veces! Y en muchos de estos casos se ha
cumplido literalmente este versículo: que el Señor ha respondido a nuestro
clamor, salvándonos a nosotros o a personas cercanas a nosotros de esta
angustia del Covid. La hermana Sonia ha compartido varios de estos casos en el
grupo de la iglesia. En estas últimas semanas hemos orado por el hermano Gary
Amado, y ahora está ya bastante avanzado en su proceso de recuperación.
Nuestros hermanos Lucas y Rocío han pasado por momentos muy angustiantes, pero
el Señor los ha librado de varias de estas situaciones, y los librará de
algunas otras que todavía no se resolvieron. Y así podríamos mencionar una
infinidad de casos más. Creo que todos nos identificamos bastante bien con este
Salmo y, con la fe fortalecida, también podemos decir: “El Señor está
conmigo; no tengo miedo de lo que simples mortales [o: un simple virus] me
puedan hacer” (v. 6 – RVC).
Como dije, no sabemos cuál fue
específicamente la situación que dio origen a este Salmo, pero los siguientes
versículos dan a entender que se haya tratado de algún conflicto entre personas
o entre naciones. Con insistente repetición —quizás precisamente entre partes
de la congregación— habla de la amenaza de enemigos a la que se vio expuesto.
Pero lo que sobresale en todo momento es su plena confianza en Dios y la
victoria del Señor sobre todos los enemigos. Esta es la actitud que debería
primar en todos nosotros ante cualquier circunstancia.
Estos “enemigos” que nos rodean y
amenazan tienen hoy diferentes caras. Una de ellas se llama Covid-19. Desde el
inicio de la pandemia, personas en todo el mundo se han hecho doctores en
confabulaciones, inventando una sorprendente cantidad de historias fantasiosas alrededor
de este tema. Y todas ellas hacían parecer que todas las fuerzas del mal
habidos y por haber se hayan abalanzado contra nosotros para destruirnos de un
golpe. Cada teoría parecía más negra y desesperante que la anterior. El fin de
la humanidad había llegado – así parecía. Pero más sorprendente todavía fue la
credulidad e ingenuidad de tantas otras personas que tomaron esas ideas como
expresión de la más pura y absoluta verdad, defendiéndolas como si de eso
dependiera su vida. ¿Y dónde quedaron todas estas ideas y teorías? En la nada.
Como Jesús dijo que el enemigo sólo busca robar, matar y destruir, yo creo que
él ha hecho lo suyo para fomentar estas teorías para sembrar el pánico y el
caos. Y ha tenido una cosecha demasiado abundante.
Pero también en cuanto al futuro hay
muchas teorías e interpretaciones, especialmente en el mundo cristiano,
surgidas en gran parte de textos del Apocalipsis. Pero en cuanto al futuro hay
sólo dos cosas que son absolutamente seguros: uno, lo que Jesús dijo que los
últimos tiempos serán especialmente desafiantes para sus seguidores; y dos, que
nadie sabe lo que sucederá en el futuro. Todo lo demás es inseguro. Todas las
predicciones e interpretaciones hay que tomarlas con calma, sabiendo que nadie
puede decir con certeza ni lo que va a pasar mañana, y que, pase lo que pase,
Cristo siempre es y será el vencedor que tiene todo bajo su control. “El
Señor está conmigo; no tengo miedo de lo que simples mortales me puedan hacer”
(v. 6 – RVC). “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros” (Ro 8.31
– RV95)? “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo libra
el SEÑOR” (Sal 34.19 – NBLH). “El Señor es mi fuerza y mi canto; ¡él es
mi salvación” (v. 14 – NVI).
Cuando ponemos toda nuestra
confianza en el Señor, venga lo que venga, se cumplirá también en nuestras
vidas y nuestros hogares lo que dice el versículo 15: “Cantos de júbilo y
victoria se elevan en las casas de los justos. El brazo poderoso del SEÑOR ha
hecho cosas maravillosas” (NBD). Y ya hemos visto y leído incluso en el
grupo WhatsApp de nuestra iglesia estos testimonios del poder victorioso de
Dios que ha anulado la declaración de muerte del Covid y la ha reemplazado por
la declaración de vida del Todopoderoso. ¿Cómo no alabarle de todo corazón?
¿Cómo no aprovechar ese pulmón renovado para proclamar sus maravillas a los
cuatro vientos? “¡No moriré, sino que he de vivir para contar lo que el
Señor ha hecho” (v. 17 – DHH)!
Ante esta experiencia sobrenatural
de la intervención de Dios, el salmista ahora dice: “¡Con permiso! ¡Ahora entraré
al templo para alabar a mi Dios!” El salmista pide a los sacerdotes y levitas a
que abran las puertas del templo para entrar a alabar a Dios (v. 19). Varias
versiones hablan de las “puertas de la justicia” (RV95), porque de
acuerdo a otros Salmos, sólo los de manos limpias y corazón puro pueden entrar
al templo para adorar. “Ellas son las puertas que llevan al Señor, y por
ellas entran quienes son justos” (v. 20 – RVC). “Oh SEÑOR, gracias por
contestar mi oración y salvarme” (v. 21 – NBD).
Este tipo de experiencias con el
Señor nos muestran una y otra vez nuestra propia insignificancia y lo limitados
que estamos. Nos damos cuenta que el Señor es todo; que, si no fuera por él
estaríamos “perdidamente perdidos…” El salmista lo compara con la piedra más
importante de todo un edificio: la piedra de ángulo, la que soporta todo el
peso del edificio. Esta piedra, “…que los constructores rechazaron, ha
llegado a ser la piedra angular” (v. 22 – RVC). Los constructores no
reconocían la importancia de esa piedra y la desecharon, pero ¡había sido! era
la piedra principal. Sin ella, todo el edificio no tendría estabilidad. A veces
esos “constructores” somos nosotros mismos, no porque no sepamos de la
importancia de Dios en nuestra vida, sino porque por cabezaduras queremos hacer
todo a nuestro modo. Y nos cuesta admitir que con eso echamos a perder todo y
ponemos en peligro todo el edificio de nuestra vida. Dios no es sólo “la piedra
principal” entre todas las demás piedras, sino él es TODO en nuestra vida. Por
eso, cuando nos hacemos a un lado y permitimos que Dios empiece a hacer las
cosas ante nuestros ojos, decimos primero: “¡Wow!!!” y después: “¡No fui yo!”
O, en palabras del salmista: “Esto viene de parte del Señor, y al verlo
nuestros ojos se quedan maravillados” (v. 23 – RVC) o, como lo expresa otra
versión: “Ésta fue la obra del Señor, no podían creerlo nuestros ojos”
(BLA). “Éste es el día en que actuó el Señor [que hizo el SEÑOR – NTV]:
¡vamos a festejarlo y a celebrarlo” (v. 24 – BNP)! Después de haber visto
la intervención sobrenatural de Dios en su vida, el salmista vuelve otra vez a
la misma adoración con la que empezó el Salmo: “Tú eres mi Dios; por eso te
doy gracias y alabo tu grandeza” (v. 28 – TLA). “¡Alaben al SEÑOR, porque
es bueno; porque para siempre es su misericordia” (v. 29 – RVA2015)!
Estoy seguro que cada uno de
nosotros nos podemos identificar muy bien con este Salmo. ¡Cuántas veces hemos
visto y experimentado la intervención de Dios indiscutible en nuestras vidas!
¿Cómo no alabarle? ¿Cómo no exaltarle? ¿Cómo no obedecerle? Si quieres alabar a
Dios ahora como respuesta gozosa a sus maravillas que ha obrado en tu vida o en
alguien cercano a ti, hay un espacio ahora para que lo hagas. Compartí ahora
aquí con todos los demás tu propia versión de este Salmo. ¿Cómo has
experimentado el poder sobrenatural de Dios? Yo sé que muchas veces son
experiencias muy personales que no queremos publicar, y no hay problema. Pero
asegúrate de darle a Dios la honra debida en privado. Pero si alguien quiere
contarnos ahora las maravillas obradas por Dios en su vida, ¡adelante!
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