viernes, 3 de junio de 2022

Para siempre es su misericordia

 






            En estos últimos tiempos probablemente todos hemos pasado por algún tipo de situaciones difíciles y angustiantes. Pero también posiblemente todos hemos experimentado la intervención de Dios en las vidas, sean las nuestras o las de otros, en las que ha demostrado su favor, su misericordia, su poder. Ver y experimentar estas irrupciones de Dios en nuestro estado desastroso, siempre causa mucha admiración y alabanza, fortalece nuestra fe y nos lleva a estar más cerca de Dios.

            Esto es exactamente lo que el salmista también ha experimentado y que ha plasmado en el Salmo 118.

 

            F Salmo 118

 

            Este Salmo empieza con un llamado a alabar a Dios. El salmista, o quizás toda la comunidad, ha pasado por una situación bastante difícil de la cual el Señor los ha rescatado, y ahora se alientan unos a otros a glorificar a Dios. Y ya de entrada el salmista da dos motivos para hacerlo: a) porque Dios es bueno; b) porque su misericordia no tiene fin. Tanto la bondad como la misericordia son expresiones del amor de Dios que él había manifestado a su pueblo. Y esta manifestación ha sido algo tan extraordinario que no alcanza decirlo una vez y ya está, sino que se tiene que repetir una y otra vez. El salmista tiene ante él a todo el pueblo como un coro gigantesco, y en los versículos siguientes hace a los diferentes grupos de este coro entonar la alabanza a la misericordia de Dios. En primer lugar, es todo el pueblo, el coro completo, que canta: “¡Para siempre es su misericordia” (v. 2 – RVA2015)! Luego les toca el turno a los sacerdotes aaronitas (v. 3) y luego a “los temerosos del Señor” (v. 4 – RVC) repetir esa misma exaltación de la misericordia de Dios. Y es muy probable que ciertas partes de este Salmo en las que se repite varias veces la misma frase o estribillo hayan sido cantadas efectivamente por diversos grupos de la congregación reunida para el culto en el templo. Se establecía una especie de diálogo cantado, sea entre el director y la congregación o entre partes de la congregación.

            Empezamos a entender la razón de tanta glorificación de la misericordia de Dios cuando leemos el versículo 5. Ahí nos damos cuenta de la situación tan difícil en la que se había encontrado el salmista. Él la describe como “angustia”. No sabemos los detalles, por eso cualquier persona que pasa por una situación angustiante se puede identificar con él. A veces es una desgracia que de golpe cae sobre uno como un accidente grave, la muerte repentina de un ser querido o el despido sorpresivo e injustificado de su empleo. Otras veces es algo que empieza con relativa calma y se estira por bastante tiempo en que uno lucha y espera que se solucione y pase la situación, que mañana ya estará mejor, pero cuanto más tiempo se prolonga este estado, más desgaste y cansancio causa, a la par de —encima— ir empeorándose. Lo que empezó hace varios días atrás con un simple resfrío, termina con una entubación en terapia intensiva. Todos, en algún momento, tenemos estas experiencias tremendamente angustiantes. Pero el salmista se aferró con todas sus fuerzas de quien es el único que puede acabar con esta angustia. O, mejor dicho, él fue asido por el que puede acabar con esta angustia y que no permitió que las circunstancias lo hundan por completo. En su angustia, o como lo expresa la Traducción en Lenguaje Actual (TLA): “Perdida ya toda esperanza…” (v. 5), él clamó desde el fondo de su alma al Señor en busca de su socorro. Como el salmista resume en un solo versículo toda esta experiencia que no sabemos cuánto tiempo ha durado, pareciera que ha tratado de solucionar su situación por sus propios medios, y que cuando ya no había más caso se acordó de que quizás Dios lo pueda ayudar. Pero estoy seguro que en todo tiempo ya ha venido clamando al Señor por las circunstancias que le tocó vivir. Pero fue ahí, cuando ya no quedaba esperanza, que se manifestó el Señor de manera sobrenatural, liberándolo de esta angustia.

            Creo que este culto seguiría hasta la tarde si todos compartiéramos nuestras propias vivencias de este versículo. Pero al final de la prédica quiero dar un espacio para que puedan exaltar las misericordias de Dios. Tan sólo las experiencias con el Covid, sea en carne propia o de personas cercanas a nosotros, llenaría libros enteros. ¡Sí que hemos estado en angustia muchas veces! Y en muchos de estos casos se ha cumplido literalmente este versículo: que el Señor ha respondido a nuestro clamor, salvándonos a nosotros o a personas cercanas a nosotros de esta angustia del Covid. La hermana Sonia ha compartido varios de estos casos en el grupo de la iglesia. En estas últimas semanas hemos orado por el hermano Gary Amado, y ahora está ya bastante avanzado en su proceso de recuperación. Nuestros hermanos Lucas y Rocío han pasado por momentos muy angustiantes, pero el Señor los ha librado de varias de estas situaciones, y los librará de algunas otras que todavía no se resolvieron. Y así podríamos mencionar una infinidad de casos más. Creo que todos nos identificamos bastante bien con este Salmo y, con la fe fortalecida, también podemos decir: “El Señor está conmigo; no tengo miedo de lo que simples mortales [o: un simple virus] me puedan hacer” (v. 6 – RVC).

            Como dije, no sabemos cuál fue específicamente la situación que dio origen a este Salmo, pero los siguientes versículos dan a entender que se haya tratado de algún conflicto entre personas o entre naciones. Con insistente repetición —quizás precisamente entre partes de la congregación— habla de la amenaza de enemigos a la que se vio expuesto. Pero lo que sobresale en todo momento es su plena confianza en Dios y la victoria del Señor sobre todos los enemigos. Esta es la actitud que debería primar en todos nosotros ante cualquier circunstancia.

            Estos “enemigos” que nos rodean y amenazan tienen hoy diferentes caras. Una de ellas se llama Covid-19. Desde el inicio de la pandemia, personas en todo el mundo se han hecho doctores en confabulaciones, inventando una sorprendente cantidad de historias fantasiosas alrededor de este tema. Y todas ellas hacían parecer que todas las fuerzas del mal habidos y por haber se hayan abalanzado contra nosotros para destruirnos de un golpe. Cada teoría parecía más negra y desesperante que la anterior. El fin de la humanidad había llegado – así parecía. Pero más sorprendente todavía fue la credulidad e ingenuidad de tantas otras personas que tomaron esas ideas como expresión de la más pura y absoluta verdad, defendiéndolas como si de eso dependiera su vida. ¿Y dónde quedaron todas estas ideas y teorías? En la nada. Como Jesús dijo que el enemigo sólo busca robar, matar y destruir, yo creo que él ha hecho lo suyo para fomentar estas teorías para sembrar el pánico y el caos. Y ha tenido una cosecha demasiado abundante.

            Pero también en cuanto al futuro hay muchas teorías e interpretaciones, especialmente en el mundo cristiano, surgidas en gran parte de textos del Apocalipsis. Pero en cuanto al futuro hay sólo dos cosas que son absolutamente seguros: uno, lo que Jesús dijo que los últimos tiempos serán especialmente desafiantes para sus seguidores; y dos, que nadie sabe lo que sucederá en el futuro. Todo lo demás es inseguro. Todas las predicciones e interpretaciones hay que tomarlas con calma, sabiendo que nadie puede decir con certeza ni lo que va a pasar mañana, y que, pase lo que pase, Cristo siempre es y será el vencedor que tiene todo bajo su control. “El Señor está conmigo; no tengo miedo de lo que simples mortales me puedan hacer” (v. 6 – RVC). “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros” (Ro 8.31 – RV95)? “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo libra el SEÑOR” (Sal 34.19 – NBLH). “El Señor es mi fuerza y mi canto; ¡él es mi salvación” (v. 14 – NVI).

            Cuando ponemos toda nuestra confianza en el Señor, venga lo que venga, se cumplirá también en nuestras vidas y nuestros hogares lo que dice el versículo 15: “Cantos de júbilo y victoria se elevan en las casas de los justos. El brazo poderoso del SEÑOR ha hecho cosas maravillosas” (NBD). Y ya hemos visto y leído incluso en el grupo WhatsApp de nuestra iglesia estos testimonios del poder victorioso de Dios que ha anulado la declaración de muerte del Covid y la ha reemplazado por la declaración de vida del Todopoderoso. ¿Cómo no alabarle de todo corazón? ¿Cómo no aprovechar ese pulmón renovado para proclamar sus maravillas a los cuatro vientos? “¡No moriré, sino que he de vivir para contar lo que el Señor ha hecho” (v. 17 – DHH)!

            Ante esta experiencia sobrenatural de la intervención de Dios, el salmista ahora dice: “¡Con permiso! ¡Ahora entraré al templo para alabar a mi Dios!” El salmista pide a los sacerdotes y levitas a que abran las puertas del templo para entrar a alabar a Dios (v. 19). Varias versiones hablan de las “puertas de la justicia” (RV95), porque de acuerdo a otros Salmos, sólo los de manos limpias y corazón puro pueden entrar al templo para adorar. “Ellas son las puertas que llevan al Señor, y por ellas entran quienes son justos” (v. 20 – RVC). “Oh SEÑOR, gracias por contestar mi oración y salvarme” (v. 21 – NBD).

            Este tipo de experiencias con el Señor nos muestran una y otra vez nuestra propia insignificancia y lo limitados que estamos. Nos damos cuenta que el Señor es todo; que, si no fuera por él estaríamos “perdidamente perdidos…” El salmista lo compara con la piedra más importante de todo un edificio: la piedra de ángulo, la que soporta todo el peso del edificio. Esta piedra, “…que los constructores rechazaron, ha llegado a ser la piedra angular” (v. 22 – RVC). Los constructores no reconocían la importancia de esa piedra y la desecharon, pero ¡había sido! era la piedra principal. Sin ella, todo el edificio no tendría estabilidad. A veces esos “constructores” somos nosotros mismos, no porque no sepamos de la importancia de Dios en nuestra vida, sino porque por cabezaduras queremos hacer todo a nuestro modo. Y nos cuesta admitir que con eso echamos a perder todo y ponemos en peligro todo el edificio de nuestra vida. Dios no es sólo “la piedra principal” entre todas las demás piedras, sino él es TODO en nuestra vida. Por eso, cuando nos hacemos a un lado y permitimos que Dios empiece a hacer las cosas ante nuestros ojos, decimos primero: “¡Wow!!!” y después: “¡No fui yo!” O, en palabras del salmista: “Esto viene de parte del Señor, y al verlo nuestros ojos se quedan maravillados” (v. 23 – RVC) o, como lo expresa otra versión: “Ésta fue la obra del Señor, no podían creerlo nuestros ojos” (BLA). “Éste es el día en que actuó el Señor [que hizo el SEÑOR – NTV]: ¡vamos a festejarlo y a celebrarlo” (v. 24 – BNP)! Después de haber visto la intervención sobrenatural de Dios en su vida, el salmista vuelve otra vez a la misma adoración con la que empezó el Salmo: “Tú eres mi Dios; por eso te doy gracias y alabo tu grandeza” (v. 28 – TLA). “¡Alaben al SEÑOR, porque es bueno; porque para siempre es su misericordia” (v. 29 – RVA2015)!

            Estoy seguro que cada uno de nosotros nos podemos identificar muy bien con este Salmo. ¡Cuántas veces hemos visto y experimentado la intervención de Dios indiscutible en nuestras vidas! ¿Cómo no alabarle? ¿Cómo no exaltarle? ¿Cómo no obedecerle? Si quieres alabar a Dios ahora como respuesta gozosa a sus maravillas que ha obrado en tu vida o en alguien cercano a ti, hay un espacio ahora para que lo hagas. Compartí ahora aquí con todos los demás tu propia versión de este Salmo. ¿Cómo has experimentado el poder sobrenatural de Dios? Yo sé que muchas veces son experiencias muy personales que no queremos publicar, y no hay problema. Pero asegúrate de darle a Dios la honra debida en privado. Pero si alguien quiere contarnos ahora las maravillas obradas por Dios en su vida, ¡adelante!

 


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