Si hoy fuese el último día de tu
vida, ¿estarías seguro/a de que te irías al cielo? Espero que cada uno tenga un
“¡Sí!” entusiasta y convencido como respuesta a esta pregunta. Y si no,
asegúrate tu pase hoy mismo, porque todos, imparablemente, nos vamos rumbo a
ese último día o, en todo caso, al día en que Cristo regresará. Si no sabes
cómo obtener un “Sí” a esta pregunta, entonces con gusto te ayudamos. Pero es
la pregunta más importante de tu vida a la que debes tener una
respuesta urgentemente. Si hasta cuando te toque presentarte ante Dios no la has
aclarado, lamento decirte que ahí será demasiado tarde. Hoy estamos todavía en
el camino, lidiando con las complicaciones propias de la vida en este mundo.
Para aprender a vivir en victoria y a caminar con nuestro Señor nos reunimos
también por lo menos una vez a la semana aquí en la iglesia. De todo esto
tratan dos temas del credo de la IEB Paraguay.
Hoy continuamos el estudio de los diversos
asuntos resumidos en este credo. El primero que consideraremos hoy tiene que
ver con el “día del Señor”. Dice así el credo:
“El domingo
debe ser santificado como día del Señor. Lo hacemos descansando del trabajo y
reuniéndonos para los cultos unidos, así como lo hicieron los cristianos del
Nuevo Testamento.
Consideramos un deber nuestro el asistir
regularmente a los cultos de la iglesia, según nos sea posible.”
Ya
la vez pasada alguien explicó lo que significa “santificar”: es poner aparte
para un uso exclusivo. Por ejemplo, nuestros instrumentos musicales y nuestros
equipos son santificados para el uso de la iglesia. No pueden ser sacados para
un uso particular. Son destinados a ser usados exclusivamente para fines de la
iglesia.
Así
dice este párrafo que el domingo es destinado a ser usado exclusivamente para
el Señor. Y aquí tengo dos preguntas respecto a esto. La primera tiene que ver
respecto al día. Por ejemplo, ¿qué de los médicos, las enfermeras, el personal
de vigilancia, los pastores y tantas otras personas más que tienen que trabajar
precisamente el domingo. Tenemos varios casos de estos aquí en la iglesia. Otros
quizás harían referencia al día sábado que se menciona en el Antiguo Testamento
como día de reposo. ¿No sería más bien el sábado que deberíamos santificar? Hay
corrientes o denominaciones enteras que tienen el sábado como su día de cultos.
¿Por qué lo hacemos nosotros el domingo? El uso del domingo como “día del
Señor” viene de los primeros cristianos que lo tenían como su día de reunión y
celebración porque ese es el día en que el Señor resucitó. Por eso el domingo era
considerado su día, el día del Señor. En el siglo IV, el emperador Constantino
lo oficializó, declarando el domingo como feriado oficial. ¿Cuál es entonces el
“día del Señor” válido?
Yo
creo que el día es lo de menos. Y lo puedo justificar con lo que Pablo enseña a
los romanos. Todo el capítulo 14 de esta carta está cargado de principios que
se aplican a este y muchos otros temas más. La abrumadora mayoría de las
discusiones encendidas en las redes sociales desaparecerían al instante si
tomáramos en cuenta estos principios. Para empezar, Pablo dice: “Reciban bien
al que es débil en la fe, y no entren en discusiones con él” (Ro 14.1 –
DHH). En todo el capítulo, Pablo se refiere a consumir o no ciertos alimentos y
a observar o no ciertos días, todo ello por motivos religiosos. Y ya de entrada
dice que no se debe perder tiempo discutiendo acerca de estas prácticas, porque
más importante es la conciencia, el corazón, de cada uno que la observancia de
ciertos ritos. Lo explica en estas palabras: “Por ejemplo, hay quienes
piensan que pueden comer de todo, mientras otros, que son débiles en la fe,
comen solamente verduras. Pues bien, el que come de todo no debe menospreciar
al que no come ciertas cosas; y el que no come ciertas cosas no debe criticar
al que come de todo, pues Dios lo ha aceptado. ¿Quién eres tú para criticar al
servidor de otro? …
Otro
caso: Hay quienes dan más importancia a un día que a otro, y hay quienes creen
que todos los días son iguales. Cada uno debe estar convencido de lo que cree.
El que guarda cierto día, para honrar al Señor lo guarda. Y el que come de
todo, para honrar al Señor lo come, y da gracias a Dios; y el que no come
ciertas cosas, para honrar al Señor deja de comerlas, y también da gracias a
Dios” (vv. 2-6 – DHH). Así que, la
importancia no radica en hacer tal o cual cosa, guardar tal o cual día, sino en
la actitud del corazón. Cada uno debe vivir de acuerdo a su conciencia y su
entendimiento de lo que está bien o mal, sin caer en el error de querer imponer
su punto de vista a los demás. Por encima de sus convicciones debe estar el amor
hacia el prójimo y el cuidado del bienestar del otro. Y Pablo llega a lo que yo
considero lo central en todo este tema: “El reino de Dios no consiste en lo
que se come o en lo que se bebe [y podríamos agregar: ni en qué día de la
semana es tu “día del Señor”. El reino de Dios…] consiste en una vida recta,
alegre y pacífica que procede del Espíritu Santo” (v. 17 – BLPH). Insistir
en tal o cual día es legalismo, mientras que al Señor le interesa
principalmente el corazón. Puedes estar todos los domingos en la iglesia, pero
estar con el corazón lejos de Dios, quizás aborreciendo a todos aquellos que no
creen lo mismo que tú. ¿Acaso te salvará haber estado todo el tiempo en la
iglesia? Más importante que la observancia de ciertos ritos o días es el estado
de tu corazón.
Como
institución, como grupo de iglesias, establecemos el domingo como día del
Señor, porque también todas las actividades del resto del país están
programadas así que el domingo es un día especial, generalmente día no laboral.
Entonces, como iglesia fijamos el domingo como día de nuestro culto central. Pero
en lo individual, cada uno debe ver si puede tener el domingo como día del
Señor o si —quizás por su trabajo— tiene necesidad de buscarse otro día.
Y
esto me lleva directamente a la segunda pregunta: ¿Tengo yo ese día? ¿Santifico
un día para el Señor? ¿Qué sueles hacer los domingos (o el día que sea tu “día
del Señor” particular)? ¿Caen todas tus actividades de este día en alguna de
las dos “categorías” que menciona el credo: descansar del trabajo y reunirnos
para los cultos? Tu análisis de esto te dará la respuesta a esta segunda
pregunta. El credo dice que consideramos como nuestro deber el asistir
regularmente a los cultos de la iglesia. Pero más que deber, es nuestro privilegio
asistir. Si se nos prohibiera bajo pena de muerte, como sucede en muchas partes
del mundo, asistir a la iglesia, aprenderíamos a verlo como privilegio más que
deber. ¡Dios quiera que nunca se dé esta situación en Paraguay! Si consideramos
asistir a la iglesia como un deber, entonces debe ser un deber autoimpuesto, un
compromiso que asumimos con nosotros mismos: ¡El domingo nos vamos a la
iglesia, chille quien chille! Porque si empezamos a flojear en esto, nuestra
mirada (y nuestro corazón) se va tras otras cosas que las de Dios. El enfoque en
el día del Señor debe ser Dios, uno mismo y el prójimo. Si lo que hago los
domingos es para glorificar a mi Dios, para recuperar mis energías físicas,
anímicas y espirituales o para servir al prójimo en alguna necesidad, entonces
estoy bien orientado. Pero si sigo bajo el mismo estrés de la vida cotidiana, quizás
necesite hacer algunos cambios esenciales para ese día. Y en eso es preciso que
el Señor nos guíe, porque este mundo se vuelve cada vez más complejo, y no es
tan sencillo tomar ciertas decisiones. Pero demasiado fácil es que nuestro “día
del Señor” se convierta en nuestro “día del señor jefe”, o incluso en el “día
del señor Ambición personal”.
¿Pero
por qué debemos tener ese día del Señor? El siguiente párrafo del credo lo
explica:
“Dios el Creador descansó el séptimo día. Por
eso, el hombre que él creó es llamado a descansar regularmente el séptimo día.
El descanso es una expresión de gratitud y de confianza en la provisión de Dios
por su creación.”
Así
de sencillo. Dios lo hizo, y nosotros, creados a semejanza de Dios, también lo
necesitamos. Con la revolución industrial y el inicio de la producción masiva
se sometió a los trabajadores a horarios de trabajo casi esclavizantes,
incluyendo los domingos. Pero pronto se notó una disminución de la producción
en vez de un aumento. Era porque los trabajadores estaban física, mental y
anímicamente exhaustos. Por algo Dios había establecido un día de descanso, y
bien hacemos en no creernos más sabios que él.
Y
fíjense que en el Antiguo Testamento hasta la tierra tuvo que descansar cada tanto.
Dios le dio la siguiente instrucción a Moisés: “Habla con los hijos de
Israel, y diles que cuando entren en la tierra que yo les doy, la tierra deberá
reposar en honor al Señor. Cultivarás la tierra durante seis años, y durante
esos seis años podarás tus viñas y recogerás sus frutos, pero el séptimo año la
tierra tendrá que reposar. Es un reposo en honor del Señor, y no debes cultivar
tu tierra ni podar tus viñas. No podrás cosechar lo que nazca de manera natural
en tu tierra segada, ni podrás recoger las uvas de tu viñedo. Será para la
tierra un año de reposo, Pero durante ese reposo la tierra producirá alimento
para ti y para tus siervos y siervas, y para tus criados y los extranjeros que
residan contigo. Todos los frutos que la tierra produzca serán para que coman
tus animales y las bestias salvajes” (Lv 25.2-7). ¡Mirá vos! Hasta la
tierra tiene que reposar. Hasta Dios reposó. ¿Y sólo el hombre cree no
necesitarlo? Este texto ilustra claramente a lo que se refiere el credo cuando
dice que el descanso es una expresión de gratitud y de confianza en la
provisión de Dios. ¿Confío en que no me moriré de hambre si un día a la semana
dejo de trabajar con el fin de honrar al Señor? Es una pregunta muy difícil.
Este
punto del día del Señor es un tema espiritual con fuertes implicancias
prácticas, como acabamos de ver. Sin embargo, el punto que le sigue debería
tener también consecuencias prácticas para nuestra vida, pero muchas veces
tendemos a verlo como algo abstracto, espiritual, que no tiene mucha injerencia
en nuestro día a día. En el punto titulado: “Victoria final de Cristo”, el
credo dice lo siguiente:
“Creemos en la existencia de seres superiores,
creados por Dios, conocidos como espíritus serviciales, mensajeros o ángeles.”
Este es un tema sobre el cual poco o
nada se predica, quizás porque no tienen tanta relevancia en cuanto a nuestra
salvación. O sea, de que somo salvos o no, no depende de la existencia de
ángeles. Tampoco es algo que nosotros podamos controlar, y ni siquiera influir,
porque los ángeles no responden a mis órdenes. Pero es importante saber
que existen y que están al servicio de Dios para ejecutar sus órdenes. Y si él
así lo dispone, estos ángeles hasta pueden servirnos a nosotros. Testimonios de
esto hay muchos.
El
siguiente punto ya es más conocido para nosotros en el sentido que estamos en
una lucha continua contra lo que se menciona:
“Creemos
que el diablo es una personalidad real, un ángel caído con gran poder, astucia
y perversidad. Es el enemigo de Dios y de todo lo bueno. Busca la destrucción
de la iglesia de Cristo y la perdición de todas las almas. Cristo lo venció con
su muerte en la cruz, lo juzgó, y con su resurrección al tercer día venció a la
muerte.”
Este
párrafo es sumamente claro y fácil de entender. Dije que era algo más conocido,
porque somos parte de la iglesia de Cristo que él busca destruir. Pero esto no
nos debe atemorizar, porque Cristo mismo dijo que “…los poderes del infierno
no prevalecerán contra ella” (Mt 16.18 – NBD). El credo destaca también que
Cristo ya lo venció con su muerte y resurrección. ¡Aleluya! ¡Y nosotros estamos
del lado del Ganador! La Biblia dice que “…somos más que vencedores por
medio de aquel que nos amó” (Ro 8.37 – RVC).
Por
estar en esta posición de privilegio gracias a la salvación que Cristo nos ha
otorgado, podemos declarar también con gozo los dos últimos párrafos de este
credo:
“Creemos
en el pronto regreso personal de Jesucristo. A esto le sigue el juicio de todas
las naciones ante el trono de Dios.
Creemos en la
resurrección de los salvos para una vida eterna en el cielo, y la resurrección
de los perdidos o no salvos para la condenación eterna.”
Al pasar por la puerta de la muerte,
se abre delante de nosotros toda la eternidad, donde ya no existirá el tiempo y
que nunca jamás tendrá fin. Pero no todos estaremos en el mismo lugar. Algunos
estarán en el cielo, otros estarán en el infierno sufriendo su rebeldía contra
Dios. Estos son los únicos dos lugares que existen en el más allá, según la
Biblia, Y nosotros aquí en esta vida decidimos en cuál de los dos estaremos.
Esto no lo decide Dios arbitrariamente, sino que nosotros lo definimos a este
lado de la muerte. Si nos decidimos por Cristo, aceptándolo por fe como nuestro
Señor y Salvador, estaremos por la eternidad compartiendo con él en el cielo.
Si en esta vida nos decidimos en contra de Cristo, él no nos obligará a estar
con él en la eternidad, y sufriremos eternamente la absoluta ausencia del bien
y la absoluta separación de Dios. ¿No crees que es más sabio decidirte por
Cristo? Él ha logrado la victoria definitiva sobre Satanás, el pecado y la
muerte. Si lo has aceptado como tu Señor y Salvador, puedes responder con este
“Sí” entusiasta a la pregunta si estarías en el cielo si te tocaría morir hoy.
Con Jesús en tu vida, lo mejor está por delante. Ya ahora disfrutamos de su
victoria. Porque él venció la muerte, también nosotros tendremos vida eterna en
él. Quiero resumir esto con las palabras de un himno muy conocido:
Yo sé que un
día el río cruzaré,
con el dolor
batallaré.
Y al ver la
vida triunfando invita,
veré
gloriosas luces y veré al Rey.
Porque Él
vive, triunfaré mañana.
Porque Él
vive, ya no hay temor.
Porque yo sé
que el futuro es suyo
la vida vale más y más solo por Él.
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