viernes, 3 de junio de 2022

Credo: La iglesia

 



            Bastante a menudo se puede encontrar en las redes sociales publicaciones del pastor Dante Gebel que muestran a su iglesia sirviendo a la comunidad de diferentes maneras. Y siempre él cierra su posteo con esta frase: “Esto es Iglesia ¿Acaso existe otra manera?”

            ¿Existe otra manera de ser iglesia? ¿Es el servicio al prójimo la razón de ser de la iglesia cristiana? Hoy queremos seguir estudiando diversas enseñanzas bíblicas referente a este tema, sintetizados en el credo de la IEB Paraguay.

            En un primer párrafo se define qué es la iglesia:

 

  “Creemos que la iglesia de Dios es una comunidad de seguidores de Jesús, con Cristo a la cabeza. Sus miembros se relacionan entre sí en amor y con responsabilidad. Buscamos la unidad en la fe, y que cada uno pueda poner al servicio de los demás los dones que ha recibido de Dios.”

 

            Este párrafo resume prácticamente todo el resto que sigue después. Vemos aquí que la iglesia es una institución divina, con Cristo a la cabeza. Es decir, la iglesia no es invento humano ni propiedad de ningún humano. Nadie puede hacer con ella lo que se le plazca. La iglesia es obra de Dios y debe responder a sus directrices y a su voluntad.

            Y por ser una institución de origen divino, solamente la pueden componer personas que tienen a Dios como el Rey y Salvador de sus vidas y que lo siguen en obediencia, como habrán visto el domingo pasado.

            Otros términos de este primer párrafo que quiero subrayar son el amor y la responsabilidad con que deseamos que los miembros se relacionan entre sí. Es decir, en la iglesia unos se preocupan por los demás en amor.

            Veamos el siguiente párrafo:

 

  “La iglesia es el pueblo de Dios, comprado por Jesucristo. Con su muerte, él se hizo el mediador de un nuevo pacto. La iglesia es el cuerpo y la novia de Cristo. Creyentes de todos los pueblos, culturas y niveles sociales, renacidos por su fe en Jesús, son los miembros de la iglesia. Por medio del amor y la unidad en el Espíritu, Cristo la hace visible al mundo. La iglesia de Jesús consiste en la iglesia local, como también de la comunidad de fe de todo el mundo.”

 

            Aquí vuelve a mencionarse el origen divino de la iglesia. La obra de Jesús en la cruz hizo posible que nos podamos acercar nuevamente a Dios y ser perdonados y limpiados por él. A través de esto nos hemos convertido en sus hijos y formamos parte de su iglesia. La iglesia de Jesucristo la componen personas tan diferentes unas de otras, pero con un común denominador: todas son personas renacidas por su fe en Jesús. ¡Esa es la clave! Localmente puede pasar que recibamos como miembro a una persona que en realidad no ha experimentado un nuevo nacimiento y no está consagrada a Dios, pero ella no formará parte de la iglesia universal de Jesucristo.

            Nuevamente aquí se mencionan el amor y la unidad. Estos son dos elementos fundamentales de una iglesia, como la señal externa, visible, de que somos iglesia. La iglesia como tal es algo abstracto, invisible. Se puede ver y tocar un templo, pero no a la iglesia. Claro, sabemos que cada uno somos iglesia, pero, ¿cómo vas a demostrar de que lo eres? ¿Cuáles son tus credenciales que certifican de que eres miembro de la iglesia de Cristo? Tu certificado de membresía es sólo testimonio humano de que cumpliste con cierto proceso de admisión en cierta congregación local, pero no dice nada acerca de tu ser iglesia. De que tú y yo seamos iglesia se hace visible al mundo si nos relacionamos con amor y si cultivamos la unidad a pesar de nuestras diferencias. Al ver estas características en ti, la gente llegará a sospechar de que perteneces a algo de origen divino.

            Después de haber descrito qué es la iglesia, los siguientes párrafos describen algo de la vida interna de esta iglesia:

 

  “Llegamos a ser miembros de la iglesia local de Cristo por medio del bautismo y la recepción oficial. En esta iglesia local crecemos hacia la plena madurez en Cristo al emplear los dones espirituales, al asumir responsabilidad unos por otros y al buscar la comunión con Dios y con los otros creyentes. Como miembros de la iglesia estamos comprometidos a la discreción en cuanto a los asuntos internos de la misma, en caso de que esto sea necesario.”

 

            En primer lugar, se describe aquí la forma en que uno llega a ser parte de una iglesia local. Esto puede variar de una denominación a otra, pero en la IEB Paraguay se llega a ser miembro de la iglesia mediante el bautismo. Y el bautismo presupone una experiencia genuina de conversión, es decir, de haber aceptado a Jesús como su Señor y Salvador. Así pasamos de ser asistentes u oyentes en una iglesia a ser miembros de ella, con todos los derechos y deberes que esto implica. Dentro de la iglesia encontramos el ambiente provisto por Dios para que la vida espiritual de las personas pueda desarrollarse mediante el servicio según los dones de cada uno, la adoración a Dios, el compañerismo, el discipulado, etc. Nos damos cuenta que iglesia es mucho más que ir una vez a la semana al culto. Es aprender a caminar juntos en pos de nuestro Salvador; es la escuela en la que desarrollamos el carácter de Cristo. Por eso menciona aquí nuevamente la responsabilidad mutua que tenemos, como también el deber de protegernos mutuamente, no divulgando a los cuatro vientos la luchas y debilidades del prójimo. Si entendiéramos lo que significa vivir en amor y responsabilidad mutua, los chismes se morirían de hambre muy rápidamente. Los chismes muestran, precisamente, la falta de amor que no busca proteger y fortalecer al prójimo en las luchas que él enfrenta. De Jesús decía el profeta que él no acabaría de romper la caña quebrada (Is 42.3), mientras que el chismoso dice: “Voy a hacer leña del árbol caído.” Si quieres manifestar el carácter de Cristo, entonces fortalece al débil y dañado por las malas decisiones suyas o de otros.

            Los siguientes párrafos mencionan varios aspectos prácticos de la vida de la iglesia. En cuanto a la adoración dice:

 

  “Como iglesia adoramos a Dios al celebrar su fidelidad y su gracia. Buscamos la voluntad de Dios para nuestra vida, para su iglesia y para nuestra misión. Por medio de la comunión, canciones, oraciones, proclamación, aportes creativos, ofrendas y donaciones adoramos a Dios y proclamamos las Buenas Nuevas que han transformado nuestra vida.”

 

            Este párrafo muestra claramente la relación entre la adoración y la obediencia. Al obedecerle a Dios lo honramos. La adoración no consiste en determinadas acciones, sino en un estilo de vida que honra a Dios. La adoración es algo que nace y se desarrolla en el corazón humano. Llega a exteriorizarse a través de la comunión, canciones, oraciones, proclamación, aportes creativos, ofrendas y donaciones, entre otros, según menciona este credo. ¿Te encuentras a ti mismo en esta lista de manifestaciones de adoración? Ojo: nada de esto es adoración en sí mismo por el simple hecho de realizar tal o cual actividad. Hacerla sin un corazón que rebosa de gratitud y amor al Señor es “como metal que resuena, o címbalo que retiñe” (1 Co 13.1 – RV60). En cambio, cualquier cosa que hagas puede ser un canal a través del cual se expresa la adoración a Dios que hay en tu corazón.

            La siguiente sección habla otra vez muy específicamente de la responsabilidad mutua:

 

  “En busca de la ayuda y protección mutua, todos los miembros de la iglesia tienen el deber de exhortar a los que viven en pecado, y también de dejarse amonestar por otros.

  La Palabra de Dios nos guía en la resolución de conflictos y la disciplina restauradora de la iglesia. Si un miembro no quiere aceptar la exhortación y ayuda de los hermanos y elige vivir conscientemente en pecado, debe excluirse de la membresía. A pesar de que esta persona viva conscientemente en pecado, tratamos de recuperarla. Estamos dispuestos a perdonar y a restaurar la comunión cuando haya arrepentimiento y confesión.”

 

            Quiero subrayar no más que la responsabilidad que tenemos unos hacia otros consiste también en la exhortación cuando estamos actuando en contra de la Palabra de Dios. Todo hijo de Dios tiene el deber de llamarle la atención al que no se comporta correctamente, a la vez de permitir que otros hagan lo mismo con uno. No es deber informarle al pastor sobre estos casos, sino ir y hablar personalmente con la persona, según nos enseña Mateo 18. Y si alguien se empecina en su pecado y no quiere hacerle caso a la iglesia, se lo debe separar de la misma, pero no porque somos más santos que esa persona, sino porque no se somete a la autoridad de Cristo, la cabeza y el dueño de la iglesia. Y la exclusión tampoco significa deshacernos de alguien para que por fin se vaya. No significa tirarlo a las tinieblas donde hay lloro y crujir de dientes, sino es reconocer y aceptar —con mucha tristeza— que la persona ya se autoexcluyó de la vida en obediencia a Cristo. Nuestro siguiente deber para con esa persona es entonces volver a evangelizarlo con el fin de ganarlo otra vez para Cristo.

            Otro tema que también ya apareció una vez en el texto del credo y que es fundamental, es el tema de los dones:

 

  “A través del Espíritu Santo, Dios da dones a cada creyente para que los emplee para el bien de todo el cuerpo. Todos los dones de gracia, entre los cuales hay dones de servicio, de enseñanza y de milagros, tienen su lugar en la iglesia.”

 

            Cada hijo de Dios tiene al menos un don, una capacidad especial dada por el Espíritu Santo, que debe emplear para la edificación de la iglesia y para el cumplimiento de la misión de la iglesia. Esta misión el credo describe en estas palabras:

 

  “Creemos que la misión de la iglesia, según el mandato de Jesús, es la proclamación de las Buenas Nuevas de salvación por Cristo Jesús.

  Es, entonces, tarea de cada uno testificar, con la ayuda del Espíritu Santo, de la reconciliación a través de Jesús.

  Como sus seguidores debemos amar a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Esto se expresa por medio de nuestro servicio y nuestra ayuda en caso de necesidades sociales.”

 

            Cuando se habla de que la misión de la iglesia es proclamar la salvación en Cristo, solemos pensar: ‘Bueno, que lo haga la iglesia entonces.’, pensando que los líderes deben organizar un evento donde se les diga a los de fuera de la iglesia que son pecadores y que deben aceptar a Jesús para salvarse del infierno. Esto puede ser una de las tantas estrategias, pero en este texto dice que es tarea de cada uno testificar de lo que ha experimentado con Jesús. Si esto va respaldado por genuinas manifestaciones de amor hacia las personas, entonces el Espíritu Santo puede obrar en estas personas para atraerlas al amor de Dios.

            Otro aspecto de la vida interna de la iglesia es el manejo de las posesiones:

 

  “La Palabra de Dios enseña a dar el diezmo para la causa del Señor, y nos disciplinamos hacia la generosidad. Esto lo hacemos por gratitud y obediencia a Dios. Luchamos contra la avaricia, ya que, según las Sagradas Escrituras, es raíz de todos los males.

  Reconocemos que el afán por bienes materiales y el vivir sin límites están en oposición a la Biblia y al ejemplo de vida de Jesús. Jesús nos advierte que no podemos servir simultáneamente a Dios y al materialismo. No nos consideramos dueños de los bienes, sino administradores. Con el dinero, el tiempo, las habilidades y la influencia nos ayudamos mutuamente en la iglesia, y también a los pobres y necesitados en la sociedad. Como hijos de Dios buscamos un estilo de vida sencillo y de contentamiento.”

 

            A través de diferentes formas, este texto nos enseña a tener un ojo hacia los demás y sus necesidades, y a contribuir con generosidad para suplir estas necesidades. Cuando hablo de “los demás”, no me refiero únicamente a los que no son de la iglesia, sino también —¡y principalmente!— a los propios hermanos de la iglesia. La Biblia dice que “…siempre que tengamos la oportunidad, hagamos el bien a todos, en especial a los de la familia de la fe” (Gl 6.10 – NTV). Y otra vez: no lo tiene que hacer únicamente la iglesia como institución, sino cada uno puede contribuir lo que esté a su alcance para satisfacer las necesidades de los demás. No es sólo con dinero o cosas materiales. El texto menciona, además del dinero, el tiempo, las habilidades y la influencia. ¡Cuánta ayuda podemos canalizar hacia los necesitados con una llamada telefónica! O cuánto alivio puede dar a una persona necesitada alguien que tenga nociones, por ejemplo, de electricidad. Para la persona es, a lo mejor, algo tan sencillo que ni considera casi haber ayudado a alguien, pero para la persona en necesidad es un tremendo alivio y una gran bendición. Oportunidades como estas tenemos cualquier cantidad cada día. Y con ellas somos testimonio del amor de Cristo por las personas. Es algo tan pequeño, pero tan poderoso que tenemos a mano. ¡Aprovechémoslo!

            Otro tema de la vida interna de la iglesia tiene que ver con su liderazgo. Dice el credo:

 

  “Dios ha instituido en la iglesia la autoridad espiritual para la protección y edificación de la iglesia. Nosotros la respetamos y la apoyamos en sujeción mutua. La iglesia busca sus líderes espirituales según sus dones, los confirma y los instituye en sus funciones.”

 

            Dijimos al principio que la iglesia es obra y propiedad de Dios, y que él es la cabeza. Pero él ha puesto en cada iglesia a personas que él ha capacitado para que ejerzan el liderazgo en su nombre y bajo su guía. Liderazgo en la iglesia es un asunto de autoridad divina, no de poder humano. El que convierta una posición de autoridad en una posición de poder falló absolutamente en cuanto al lugar que le corresponde dentro de la iglesia. Hasta puede ser considerado como un intento de golpe de estado que quiere sacar a Dios del trono de su iglesia para subirse él mismo. Liderazgo en la iglesia siempre es una posición de servicio bajo la autoridad de Cristo. Por eso dice el credo que apoyamos este principio de autoridad en la iglesia en sujeción mutua. Por eso también como equipo pastoral rendimos cuentas por lo menos una vez al año de lo que cada ministerio ha hecho. La iglesia es un organismo vivo, en el que cada uno está relacionado con los demás en amor y unidad, como habíamos visto, y donde cada uno busca contribuir lo que esté a su alcance para el crecimiento de todos y para el cumplimiento de la misión que Dios nos ha encomendado.

            Y si dice aquí que la iglesia busca a sus líderes según sus dones, precisamente ahora estamos ya en este proceso de conformar el equipo pastoral 2022. Es siempre un proceso delicado que requiere de mucha oración y guía del Señor para encontrar personas que sean idóneas para encargarse de ciertas funciones o ministerios dentro de la iglesia. Cuando haya un grupo de personas dispuestas a asumir la responsabilidad por alguno de los ministerios de la iglesia, lo ponemos otra vez a consideración de la iglesia: “¿Están ustedes de acuerdo que estas personas se encarguen de los asuntos de los diferentes ministerios? ¿Están dispuestos a someterse a su liderazgo y a colaborar con los dones que Dios les ha dado?” Es una constante interacción y una sujeción mutua entre todos para que la iglesia de Dios pueda avanzar. Y pido sus oraciones, porque en seguida después del culto continuamos con nuestra sesión ordinaria del equipo pastoral, en la que hablaremos precisamente de este tema del liderazgo 2022.

            Esto es Iglesia ¿Acaso existe otra manera?


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