Desde la aparición del
coronavirus en Paraguay, nos vemos inundados por una avalancha de todo tipo de
informaciones. Con el tiempo nos dimos cuenta que muchas de estas supuestas
informaciones eran puros inventos, incluso informaciones malévolas. Su único objetivo
era acrecentar el caos y crear pánico en la sociedad. Llegó hasta tal punto que
incluso el gobierno tuvo que anunciar medidas sumamente drásticas para quienes
esparcen este tipo de falsedades.
Nuestro texto de hoy habla
también de falsos maestros. En este caso no eran personas que desinformaban
intencionalmente acerca del coronavirus, sino que se habían infiltrado en una
iglesia y que estaban causando estragos con su doctrina totalmente equivocada.
Judas también tuvo que hablar en tono muy drástico contra estas personas.
Leamos ahora el texto, la carta de Judas, penúltimo libro de la Biblia.
FJudas 1-25
El primer versículo de
esta carta menciona al autor: Judas. Él se conforma con presentarse como el “hermano
de Jacobo” (v. 1 – RVC), ya que probablemente se conocía a Jacobo más que a
Judas. No se aplica ningún título sino el de ser “siervo [o: esclavo] de
Jesucristo” (v. 1 – RVC). Muchos suponen que su hermano Jacobo (o:
Santiago) era el que escribió la carta de Santiago. Si eso es así, Judas era
entonces hermano de Jesús. Pero si él no vio necesidad de aclarar más su
identidad, a nosotros tampoco nos debe preocupar en demasía saber quién era él.
Después de un breve
saludo, Judas pasa inmediatamente a presentar el motivo de su carta. Percibo en
el versículo 3 una cierta urgencia. Según sus propias palabras, él había tenido
la intensión de escribirles acerca de la salvación. No sabemos si ya empezó a
redactar un cierto documento teológico acerca de este tema, pero por lo menos,
en su cabeza aparentemente ya estuvo ordenando las ideas como para ponerlas por
escrito en algún momento no muy lejano. Pero de repente se ha dado una
tendencia muy peligrosa en las iglesias que lo ha obligado a dejar el tema de
la salvación a un lado para mandarles un mensaje de alerta acerca de esta
tendencia muy peligrosa dentro de las iglesias. No se especifica ningún
receptor de la carta, pero es alguna iglesia o grupo de iglesias. La severidad
del lenguaje empleado por Judas muestra cuán grande era su preocupación por esa
iglesia.
En el versículo 4, Judas
empieza a dar alguna descripción de esta amenaza. ¿Qué datos puedes encontrar?
Anótalos en tu cuaderno.
En primer lugar, son
personas infiltradas en la iglesia. Han entrado encubiertamente, de
contrabando. Jesús diría de ellos que son ladrones y bandidos que no han
entrado al redil por la puerta, sino que se han saltado el cerco, metiéndose
como un asaltante que sólo quiere “robar, matar y destruir” (Jn 10.10 –
DHH). Personas de este tipo es que Judas pudo identificar en la iglesia a la
que él dirigió esta carta. Y desde que estos aparecieron en la iglesia, fueron sembrando
el caos.
En segundo lugar, estas
personas “convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios” (v. 4 –
RV95). Su lema era: “haz lo que te dé la gana, disfruta sin restricción alguna
las inclinaciones de tu carne, ya que Dios en su amor te perdonará de todos
modos.” En otras palabras: “peca todo lo que quieras, y después le pides perdón
a Dios. Él no puede sin perdonarte.” ¿Nos es tan desconocida esta actitud? ¿No
nos hemos visto tentados también a veces a actuar de la misma manera? Es cierto
que por su gracia y misericordia Dios nos perdona si le pedimos, pero esto no
es en absoluto un cheque en blanco para cometer cualquier tipo de desenfreno. Esto
sería despreciar la gracia de Dios. Somos llamados a una vida en santidad, no a
una vida en pecado. Es más, según Pablo en muchas de sus cartas ya hemos muerto
al pecado (comp. Ro 6.11). El pecado ya no tiene ningún poder sobre nosotros. Así
que, la enseñanza y el estilo de vida de estas personas de quienes escribe
Judas se iba totalmente en contra de lo que enseña la Biblia.
En tercer lugar, estas
personas “niegan a Jesucristo, nuestro único Soberano y Señor” (v. 4 –
RVC). Esto es a la vez la corona y también la explicación de sus anteriores
desviaciones de la verdad. Ya que no reconocían a Jesús como Dios soberano, no
tomaban en serio sus enseñanzas y podía vivir según sus propios malos deseos.
Con esto caían totalmente fuera de la enseñanza bíblica. El apóstol Juan en sus
cartas incluso llega a tildar a este tipo de personas como teniendo el espíritu
del Anticristo (1 Jn 4.1-3). Así que, cualquiera que enseña un montón de cosas
buenas, pero niega a Jesús como Hijo de Dios está descartado de plano.
¡Y esto sí que es cosa
seria! Judas pasa a mencionar unos cuantos casos de la historia hebrea que
muestran la severidad con que Dios reacciona contra el pecado. El primer
ejemplo son los rebeldes del pueblo de Israel en tiempos del éxodo (v. 5). Por
más que Dios los había sacado con brazo fuerte, muchos no supieron valorar esta
obra tremenda de parte de Dios a su favor. Aunque Dios había hecho lo que ellos
por sí mismos jamás pudieron hacer en 400 años, que era liberarse de la esclavitud,
ellos querían seguir sus propios caprichos y rehusaron obedecer a Dios. En
consecuencia, hallaron la muerte muchos del pueblo. Y si leen las historias del
éxodo, es tremenda la terquedad de muchos del pueblo.
Pero, según Judas, ni los
ángeles se salvaron. Cuando algunos de ellos se rebelaron contra el orden
fijado por Dios, también se enfrentaron con el juicio divino. No tenemos más
detalles para saber a qué se refirió Judas con este ejemplo. Algunos creen que
se refiere a un hecho narrado en Génesis 6. No vamos a entrar ahora en muchos
detalles respecto a esto, porque no viene al caso. También sabemos que cuando
Satanás se rebeló contra Dios, arrastró con él a un gran número de ángeles. Lo
que quiere indicar Judas, es que nadie que se rebela contra Dios saldrá impune,
ni siendo un ángel. Esto coincide con lo que Dios mismo dijo a Moisés de que él
“de ningún modo tendrá por inocente al malvado” (Éx 34.7 – RVC).
Otro ejemplo de personas
que cayeron bajo el juicio de Dios son los habitantes de las ciudades de Sodoma
y Gomorra. Ellos habían caído en semejante perversión que Dios los castigó con
fuego del cielo, cosa que Judas usa aquí como un símbolo del infierno.
Judas dice que estos
falsos maestros que se infiltraron en la iglesia estaban haciendo exactamente
lo mismo que todos estos ejemplos mencionados: “contaminan su cuerpo,
rechazan la autoridad y blasfeman de los poderes superiores” (v. 8 – RVC). Esto
último, ni el arcángel Miguel se atrevió a hacerlo. Judas dice que Miguel peleó
con Satanás por el cuerpo de Moisés. Se refiere a una tradición judía, según la
cual el arcángel Miguel vino a llevarse el cuerpo de Moisés cuando éste murió,
y que el diablo trató de reclamarlo para sí mismo, con el pretexto de que
Moisés había sido un asesino. En esa pelea, el arcángel no se animó a
insultarle a Satanás, teniendo toda la autoridad para hacerlo. Pero él dejó el
juicio en manos de Dios. Pero los falsos maestros que se habían infiltrado en
la iglesia se creían con derecho y autoridad de proferir contra quien ellos
querían: “Pero esa gente se burla de cosas que no entiende. Como animales
irracionales, hacen todo lo que les dictan sus instintos y de esta manera
provocan su propia destrucción” (v. 10 – NTV).
Luego, Judas compara a
estas personas con otros tres ejemplos de la historia del Antiguo Testamento:
con Caín, con Balaam y con Coré. Caín no tenía un corazón recto ante Dios, y
por envidia mató a su hermano Abel. Balaam se dejó seducir por el dinero y se
prestó a maldecir al pueblo de Dios, cosa que al final no lo pudo realizar por
intervención de Dios. Y Coré fue uno de los levitas del pueblo de Israel en el
tiempo del éxodo. Pero se rebeló contra Moisés, y como castigo, se abrió la
tierra y tragó a Coré y todos sus seguidores. Según Judas, los falsos maestros
que ahora se habían infiltrado en la iglesia tenían las características
negativas de todos estos personajes juntos. Su descripción de ellos no suena
muy amigable que digamos: “Estos hombres son manchas asquerosas que en sus
reuniones festivas dirigidas a promover el amor; comparten sus cenas con
ustedes sin remordimiento mientras sólo se complacen a sí mismos. Son nubes sin
agua llevadas por el viento; árboles sin fruto aún en otoño, y doblemente
muertos porque han sido desarraigados. Olas de mar salvaje que muestran sus
obras vergonzosas como espuma; estrellas errantes, para las que está reservada
la oscuridad más negra para siempre” (vv. 12-13 – Kadosh). Para Judas,
algunas profecías atribuidas a Enoc, uno de los primeros habitantes de la
tierra, anuncian el juicio de Dios sobre estas personas (vv. 14-15). En el
versículo 16, Judas hace un redondeo de su opinión acerca de estos falsos
maestros: “De todo se quejan, todo lo critican y solo buscan satisfacer sus
propios deseos. Hablan con jactancia, y adulan a los demás para aprovecharse de
ellos” (DHH).
Viendo este panorama,
entendemos ahora la urgencia con que Judas escribió esta carta. Estas personas
amenazaban seriamente a la iglesia, causando una confusión y un daño terrible.
Percibimos ahora la gran preocupación de Judas al verse “en la necesidad de
escribirles para rogarles que luchen ardientemente por la fe que una vez fue
dada a los santos” (v. 3 – RVC). Por eso, después de hacer esta descripción
del peligro que significaban estos hombres para la iglesia, él llega a hacer
algunas recomendaciones para los creyentes. En primer lugar, él les hace
acuerdo de que los apóstoles ya habían anunciado que vendrían estas situaciones
(vv. 17-19). Nosotros hoy no hemos sido testigos personales de las enseñanzas
de los apóstoles, pero las tenemos registradas en la Biblia. Siempre tenemos
que regresar a la Palabra de Dios para encontrar en ella orientación para la
situación que nos toca vivir. En este tiempo de la amenaza del coronavirus,
encontramos en las redes sociales muchos textos bíblicos que se citan. Si bien
algunos versículos son sacados fuera de su contexto, esta situación revela la
búsqueda de un mensaje de la Palabra de Dios a nuestra situación hoy. Y gracias
a Dios, que junto con su Palabra él nos ha dado también al Espíritu Santo que
nos guiará a las verdades contenidas en la Biblia. Jesús dijo: “…el
Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les
enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho” (Jn
14.26 – NVI). La Palabra de Dios siempre tiene una palabra fresca para nosotros
en nuestra situación, y debemos acudir a ella en todo momento. Por eso alguien
dijo: “La Biblia es más actual que el diario de mañana.”
La segunda recomendación
de Judas es anclarse bien firmemente al fundamento que es la fe: “manténganse
firmes en su santísima fe” (v. 20 – DHH). En la vida nos enfrentamos con
muchas cosas que nos quieren hacer tambalear. Puede ser el coronavirus, pueden
ser falsas doctrinas como en el caso de esta carta, pueden ser tormentas en la
vida personal, todo nos quiere robar la paz y dirigir toda nuestra atención a
estas circunstancias. Ahí es sumamente importante que no nos dejemos arrastrar
por esa riada que nos quiere hundir, sino que nos detengamos, que busquemos la
Palabra de Dios y que nos fijemos en Cristo que está por encima de todas estas
circunstancias. Si nos fijamos en Cristo, en sus promesas, en su poder, en su
amor, las circunstancias no necesariamente cambiarán. El coronavirus no se
esfumará en el aire, la pérdida de trabajo no dejará de ser una realidad, el
familiar enfermo no se sanará sobrenaturalmente, pero todas estas
circunstancias perderán su poder. Cuanto más fijamos la mirada en las
circunstancias, más crecerán y más aterradores parecerán. Cuanto más fijamos la
mirada en Cristo, más crecerá él, venciendo todo miedo y toda preocupación.
Esta es una ventaja enorme
que tenemos los cristianos frente a los que no conocen a Dios. Para ellos, lo
único que pueden ver son sus circunstancias. Por eso se desesperan tanto ante
esta amenaza del coronavirus. O, en todo caso, para no desesperarse se refugian
en vicios o tratan de distraer la mente con otras cosas, pero es pasajero no
más. Tarde o temprano vuelven a caer en el pozo de la desesperación, cada vez
más hondo. Ahí es nuestra oportunidad de darles algo de esperanza a través de
nuestra fe. Claro, nosotros tampoco estamos ajenos a esa amenaza de las
circunstancias. Cuesta no echarles de vez en cuando una mirada y dejarnos
influir por su apariencia feroz. Pero es un ejercicio de fe. No ignoramos las
circunstancias, pero nuestro enfoque está en Cristo que nos dice: “tengan
valor: yo he vencido al mundo” (Jn 16.33 – DHH). Y cada vez que nos estamos
hundiendo a pesar de todo, nuestro Salvador está a un grito de auxilio de
distancia para sacarnos del agua como lo hizo con Pedro.
La tercera recomendación
de Judas es orar en el Espíritu Santo; movidos o guiados por el Espíritu Santo
(v. 20). La oración nos ayuda justamente con el punto anterior: fijarnos en
Dios. Cuando oramos, no oramos a las circunstancias, sino nos dirigimos a Dios.
Y automáticamente nuestra mirada se dirige a él y nuestra fe empieza a crecer.
Así que, cada vez que te invade la duda, el temor o la desesperación, empieza a
orar. Al hacerlo, tus ojos se abrirán al mover del poder de Dios en medio de tu
situación.
En cuarto lugar, Judas nos
recomienda mantenernos en el amor de Dios (v. 21). Otras versiones hablan de
“conservarse” en el amor de Dios. Si conservamos algún alimento, por ejemplo,
está resguardado hasta cierto punto de los agentes que la quieren descomponer.
O el alimento es sumergido en cierta sustancia líquida que la conserva de la
descomposición. Así debemos sumergirnos en el amor de Dios para que las
tentaciones, el relajo moral, el pecado, la soledad, etc., no nos descompongan
espiritualmente. El que se sabe profundamente amado, está protegido de
muchísimas cosas que lo desubicarían totalmente si no tuviera esa certeza. Uno
puede estar totalmente relajado, confiado, disfrutando de la vida. Una persona
no amada es tensa, ve a todos como sus enemigos, etc.
En quinto lugar, Judas nos
indica estar esperando la misericordia de Dios para vida eterna, o que Jesús,
en su misericordia, nos dé la vida eterna. Esto quizás suena como algo muy
inseguro, como que no se puede saber si uno va a tener vida eterna o no. Pero a
la luz del resto de la Biblia tenemos plena certeza de tener vida eterna. Jesús
dijo: “El que cree en mí tiene vida eterna” (Jn 6.47 – RV95). Pablo
escribe a los romanos: “…la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de
Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Ro 6.23 – RV95), para
mencionar sólo dos de muchísimas referencias en el Nuevo Testamento en cuanto a
la vida eterna. Entonces, Judas no pone en duda esto. Al contrario, manifiesta
su confianza que la misericordia de Cristo nos dará vida eterna.
Espiritualmente ya la tenemos, pero físicamente moriremos todavía. Recién
después de la muerte la vida eterna será plena para nosotros. Ya la tenemos,
pero todavía no en su total plenitud. Pero esta confianza o esta certeza
también contribuirá a la paz y seguridad que disfrutamos en el amor de Dios.
¿Difícil de creer o aceptar? Para algunos sí. Por eso dice Judas que debemos
tener consideración de aquellos que tienen todavía ciertas dudas y a quienes
les cuesta llegar a la plena convicción y confianza (v. 21). Algunos están tan
presos en sus pecados —o en su orgullo— que les cuesta aceptar que la salvación
es así de barata para ellos. No pueden aceptar ser salvos sin habérselo ganado
por sus propios esfuerzos. Judas nos anima a procurar por ellos con
misericordia, a ver si logramos rescatarlos, aunque sea raspando; que a duras
penas logramos estirarlos todavía por encima del borde del infierno mismo. Pero
dice que debemos aborrecer “hasta la ropa que llevan contaminada por su mala
vida” (v. 23 – DHH). Esta imagen nos resulta ahora muy comprensible al
tener que cambiar de ropa por la infestación con el coronavirus. Así, la ropa
infectada por el virus del pecado de estas personas no nos debe contagiar a
nosotros. Judas no está hablando literalmente de la ropa de las personas, sino
de cuidarnos de no ser arrastrados por la conducta pecaminosa de ellos. Una
versión de la Biblia traduce este texto en una forma que nos resulta demasiado
conocido hoy por el tema del coronavirus. Dice: “Cuídense mucho y eviten el
contacto con ellos para no ser contagiados por sus pecados” (v. 23 – GNEU –
traducción libre al castellano). ¿Ya escuchó alguna recomendación parecida en
estos días? Es exactamente la misma exhortación que Pablo escribió a los
gálatas: “Hermanos, si ven que alguien ha caído en algún pecado, ustedes que
son espirituales deben ayudarlo a corregirse. Pero háganlo amablemente; y que
cada cual tenga mucho cuidado, no suceda que él también sea puesto a prueba”
(Gl 6.1 – DHH). Así que, si luchamos por la salvación de otros, no creamos que
somos de hierro y que jamás nos puede pasar nada o que nunca caeremos en
ninguna tentación. El que crea esto, probablemente ya cayó en una – la
tentación del orgullo y de la vanagloria.
Pero Judas no nos deja con
ese temor que nos bloquea y no nos deja ayudar a otros “por precaución”, sino
termina su carta con una hermosa alabanza al amor y el poder de Dios: “El
Dios único, Salvador nuestro, tiene poder para cuidar de que ustedes no caigan,
y para presentarlos sin mancha y llenos de alegría ante su gloriosa presencia.
A él sea la gloria, la grandeza, el poder y la autoridad, por nuestro Señor
Jesucristo, antes, ahora y siempre. Amén” (vv. 24-25 – DHH).
Cinco recomendaciones para
enfrentar a los falsos profetas.
1. Recordar la enseñanza de los apóstoles
2. Mantenerse firmes en la fe
3. Orar movido por el Espíritu Santo
4. Mantenerse en el amor de Dios
5. Esperar la vida eterna.
Quizás tu falso maestro no
sea una persona de carne y hueso que enseña cosas falsas en la iglesia. Puede
ser la voz de un demonio que te quiere hacer creer algo que no es verdad.
Quizás es el recuerdo de tu infancia de una voz que te decía constantemente:
“Tú no sirves”, “tú no puedes”, “eres un inútil”. Quizás tu falso maestro
consiste en una cantidad incontable de mensajes de terror en las redes que pintan
al coronavirus como el fin del mundo. Quizás es la voz de la desesperación que
te hace creer y proclamar que no llegarás a fin de mes. Puede haber miles y
miles de falsos maestros. ¿Qué puedes hacer contra ellos? ¿De qué manera puedes
aplicar estas 5 recomendaciones para contrarrestar su influencia destructiva?
1. Recordar la enseñanza de los apóstoles (la enseñanza de la Biblia)
2. Mantenerse firmes en la fe
3. Orar movido por el Espíritu Santo
4. Mantenerse en el amor de Dios
5. Esperar la vida eterna.
Comprométete con algunos
pasos concretos que ahora resuelves tomar. Anótalos para que no se te olviden.
Y comparte con el grupo tu decisión para que quede más firme en ti, y para que
otros puedan sentirse inspirados a seguir tu ejemplo.
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