lunes, 18 de mayo de 2020

Falsos maestros




            Desde la aparición del coronavirus en Paraguay, nos vemos inundados por una avalancha de todo tipo de informaciones. Con el tiempo nos dimos cuenta que muchas de estas supuestas informaciones eran puros inventos, incluso informaciones malévolas. Su único objetivo era acrecentar el caos y crear pánico en la sociedad. Llegó hasta tal punto que incluso el gobierno tuvo que anunciar medidas sumamente drásticas para quienes esparcen este tipo de falsedades.
            Nuestro texto de hoy habla también de falsos maestros. En este caso no eran personas que desinformaban intencionalmente acerca del coronavirus, sino que se habían infiltrado en una iglesia y que estaban causando estragos con su doctrina totalmente equivocada. Judas también tuvo que hablar en tono muy drástico contra estas personas. Leamos ahora el texto, la carta de Judas, penúltimo libro de la Biblia.

            FJudas 1-25

            El primer versículo de esta carta menciona al autor: Judas. Él se conforma con presentarse como el “hermano de Jacobo” (v. 1 – RVC), ya que probablemente se conocía a Jacobo más que a Judas. No se aplica ningún título sino el de ser “siervo [o: esclavo] de Jesucristo” (v. 1 – RVC). Muchos suponen que su hermano Jacobo (o: Santiago) era el que escribió la carta de Santiago. Si eso es así, Judas era entonces hermano de Jesús. Pero si él no vio necesidad de aclarar más su identidad, a nosotros tampoco nos debe preocupar en demasía saber quién era él.
            Después de un breve saludo, Judas pasa inmediatamente a presentar el motivo de su carta. Percibo en el versículo 3 una cierta urgencia. Según sus propias palabras, él había tenido la intensión de escribirles acerca de la salvación. No sabemos si ya empezó a redactar un cierto documento teológico acerca de este tema, pero por lo menos, en su cabeza aparentemente ya estuvo ordenando las ideas como para ponerlas por escrito en algún momento no muy lejano. Pero de repente se ha dado una tendencia muy peligrosa en las iglesias que lo ha obligado a dejar el tema de la salvación a un lado para mandarles un mensaje de alerta acerca de esta tendencia muy peligrosa dentro de las iglesias. No se especifica ningún receptor de la carta, pero es alguna iglesia o grupo de iglesias. La severidad del lenguaje empleado por Judas muestra cuán grande era su preocupación por esa iglesia.
            En el versículo 4, Judas empieza a dar alguna descripción de esta amenaza. ¿Qué datos puedes encontrar? Anótalos en tu cuaderno.
            En primer lugar, son personas infiltradas en la iglesia. Han entrado encubiertamente, de contrabando. Jesús diría de ellos que son ladrones y bandidos que no han entrado al redil por la puerta, sino que se han saltado el cerco, metiéndose como un asaltante que sólo quiere “robar, matar y destruir” (Jn 10.10 – DHH). Personas de este tipo es que Judas pudo identificar en la iglesia a la que él dirigió esta carta. Y desde que estos aparecieron en la iglesia, fueron sembrando el caos.
            En segundo lugar, estas personas “convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios” (v. 4 – RV95). Su lema era: “haz lo que te dé la gana, disfruta sin restricción alguna las inclinaciones de tu carne, ya que Dios en su amor te perdonará de todos modos.” En otras palabras: “peca todo lo que quieras, y después le pides perdón a Dios. Él no puede sin perdonarte.” ¿Nos es tan desconocida esta actitud? ¿No nos hemos visto tentados también a veces a actuar de la misma manera? Es cierto que por su gracia y misericordia Dios nos perdona si le pedimos, pero esto no es en absoluto un cheque en blanco para cometer cualquier tipo de desenfreno. Esto sería despreciar la gracia de Dios. Somos llamados a una vida en santidad, no a una vida en pecado. Es más, según Pablo en muchas de sus cartas ya hemos muerto al pecado (comp. Ro 6.11). El pecado ya no tiene ningún poder sobre nosotros. Así que, la enseñanza y el estilo de vida de estas personas de quienes escribe Judas se iba totalmente en contra de lo que enseña la Biblia.
            En tercer lugar, estas personas “niegan a Jesucristo, nuestro único Soberano y Señor” (v. 4 – RVC). Esto es a la vez la corona y también la explicación de sus anteriores desviaciones de la verdad. Ya que no reconocían a Jesús como Dios soberano, no tomaban en serio sus enseñanzas y podía vivir según sus propios malos deseos. Con esto caían totalmente fuera de la enseñanza bíblica. El apóstol Juan en sus cartas incluso llega a tildar a este tipo de personas como teniendo el espíritu del Anticristo (1 Jn 4.1-3). Así que, cualquiera que enseña un montón de cosas buenas, pero niega a Jesús como Hijo de Dios está descartado de plano.
            ¡Y esto sí que es cosa seria! Judas pasa a mencionar unos cuantos casos de la historia hebrea que muestran la severidad con que Dios reacciona contra el pecado. El primer ejemplo son los rebeldes del pueblo de Israel en tiempos del éxodo (v. 5). Por más que Dios los había sacado con brazo fuerte, muchos no supieron valorar esta obra tremenda de parte de Dios a su favor. Aunque Dios había hecho lo que ellos por sí mismos jamás pudieron hacer en 400 años, que era liberarse de la esclavitud, ellos querían seguir sus propios caprichos y rehusaron obedecer a Dios. En consecuencia, hallaron la muerte muchos del pueblo. Y si leen las historias del éxodo, es tremenda la terquedad de muchos del pueblo.
            Pero, según Judas, ni los ángeles se salvaron. Cuando algunos de ellos se rebelaron contra el orden fijado por Dios, también se enfrentaron con el juicio divino. No tenemos más detalles para saber a qué se refirió Judas con este ejemplo. Algunos creen que se refiere a un hecho narrado en Génesis 6. No vamos a entrar ahora en muchos detalles respecto a esto, porque no viene al caso. También sabemos que cuando Satanás se rebeló contra Dios, arrastró con él a un gran número de ángeles. Lo que quiere indicar Judas, es que nadie que se rebela contra Dios saldrá impune, ni siendo un ángel. Esto coincide con lo que Dios mismo dijo a Moisés de que él “de ningún modo tendrá por inocente al malvado” (Éx 34.7 – RVC).
            Otro ejemplo de personas que cayeron bajo el juicio de Dios son los habitantes de las ciudades de Sodoma y Gomorra. Ellos habían caído en semejante perversión que Dios los castigó con fuego del cielo, cosa que Judas usa aquí como un símbolo del infierno.
            Judas dice que estos falsos maestros que se infiltraron en la iglesia estaban haciendo exactamente lo mismo que todos estos ejemplos mencionados: “contaminan su cuerpo, rechazan la autoridad y blasfeman de los poderes superiores” (v. 8 – RVC). Esto último, ni el arcángel Miguel se atrevió a hacerlo. Judas dice que Miguel peleó con Satanás por el cuerpo de Moisés. Se refiere a una tradición judía, según la cual el arcángel Miguel vino a llevarse el cuerpo de Moisés cuando éste murió, y que el diablo trató de reclamarlo para sí mismo, con el pretexto de que Moisés había sido un asesino. En esa pelea, el arcángel no se animó a insultarle a Satanás, teniendo toda la autoridad para hacerlo. Pero él dejó el juicio en manos de Dios. Pero los falsos maestros que se habían infiltrado en la iglesia se creían con derecho y autoridad de proferir contra quien ellos querían: “Pero esa gente se burla de cosas que no entiende. Como animales irracionales, hacen todo lo que les dictan sus instintos y de esta manera provocan su propia destrucción” (v. 10 – NTV).
            Luego, Judas compara a estas personas con otros tres ejemplos de la historia del Antiguo Testamento: con Caín, con Balaam y con Coré. Caín no tenía un corazón recto ante Dios, y por envidia mató a su hermano Abel. Balaam se dejó seducir por el dinero y se prestó a maldecir al pueblo de Dios, cosa que al final no lo pudo realizar por intervención de Dios. Y Coré fue uno de los levitas del pueblo de Israel en el tiempo del éxodo. Pero se rebeló contra Moisés, y como castigo, se abrió la tierra y tragó a Coré y todos sus seguidores. Según Judas, los falsos maestros que ahora se habían infiltrado en la iglesia tenían las características negativas de todos estos personajes juntos. Su descripción de ellos no suena muy amigable que digamos: “Estos hombres son manchas asquerosas que en sus reuniones festivas dirigidas a promover el amor; comparten sus cenas con ustedes sin remordimiento mientras sólo se complacen a sí mismos. Son nubes sin agua llevadas por el viento; árboles sin fruto aún en otoño, y doblemente muertos porque han sido desarraigados. Olas de mar salvaje que muestran sus obras vergonzosas como espuma; estrellas errantes, para las que está reservada la oscuridad más negra para siempre” (vv. 12-13 – Kadosh). Para Judas, algunas profecías atribuidas a Enoc, uno de los primeros habitantes de la tierra, anuncian el juicio de Dios sobre estas personas (vv. 14-15). En el versículo 16, Judas hace un redondeo de su opinión acerca de estos falsos maestros: “De todo se quejan, todo lo critican y solo buscan satisfacer sus propios deseos. Hablan con jactancia, y adulan a los demás para aprovecharse de ellos” (DHH).
            Viendo este panorama, entendemos ahora la urgencia con que Judas escribió esta carta. Estas personas amenazaban seriamente a la iglesia, causando una confusión y un daño terrible. Percibimos ahora la gran preocupación de Judas al verse “en la necesidad de escribirles para rogarles que luchen ardientemente por la fe que una vez fue dada a los santos” (v. 3 – RVC). Por eso, después de hacer esta descripción del peligro que significaban estos hombres para la iglesia, él llega a hacer algunas recomendaciones para los creyentes. En primer lugar, él les hace acuerdo de que los apóstoles ya habían anunciado que vendrían estas situaciones (vv. 17-19). Nosotros hoy no hemos sido testigos personales de las enseñanzas de los apóstoles, pero las tenemos registradas en la Biblia. Siempre tenemos que regresar a la Palabra de Dios para encontrar en ella orientación para la situación que nos toca vivir. En este tiempo de la amenaza del coronavirus, encontramos en las redes sociales muchos textos bíblicos que se citan. Si bien algunos versículos son sacados fuera de su contexto, esta situación revela la búsqueda de un mensaje de la Palabra de Dios a nuestra situación hoy. Y gracias a Dios, que junto con su Palabra él nos ha dado también al Espíritu Santo que nos guiará a las verdades contenidas en la Biblia. Jesús dijo: “…el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho” (Jn 14.26 – NVI). La Palabra de Dios siempre tiene una palabra fresca para nosotros en nuestra situación, y debemos acudir a ella en todo momento. Por eso alguien dijo: “La Biblia es más actual que el diario de mañana.”
            La segunda recomendación de Judas es anclarse bien firmemente al fundamento que es la fe: “manténganse firmes en su santísima fe” (v. 20 – DHH). En la vida nos enfrentamos con muchas cosas que nos quieren hacer tambalear. Puede ser el coronavirus, pueden ser falsas doctrinas como en el caso de esta carta, pueden ser tormentas en la vida personal, todo nos quiere robar la paz y dirigir toda nuestra atención a estas circunstancias. Ahí es sumamente importante que no nos dejemos arrastrar por esa riada que nos quiere hundir, sino que nos detengamos, que busquemos la Palabra de Dios y que nos fijemos en Cristo que está por encima de todas estas circunstancias. Si nos fijamos en Cristo, en sus promesas, en su poder, en su amor, las circunstancias no necesariamente cambiarán. El coronavirus no se esfumará en el aire, la pérdida de trabajo no dejará de ser una realidad, el familiar enfermo no se sanará sobrenaturalmente, pero todas estas circunstancias perderán su poder. Cuanto más fijamos la mirada en las circunstancias, más crecerán y más aterradores parecerán. Cuanto más fijamos la mirada en Cristo, más crecerá él, venciendo todo miedo y toda preocupación.
            Esta es una ventaja enorme que tenemos los cristianos frente a los que no conocen a Dios. Para ellos, lo único que pueden ver son sus circunstancias. Por eso se desesperan tanto ante esta amenaza del coronavirus. O, en todo caso, para no desesperarse se refugian en vicios o tratan de distraer la mente con otras cosas, pero es pasajero no más. Tarde o temprano vuelven a caer en el pozo de la desesperación, cada vez más hondo. Ahí es nuestra oportunidad de darles algo de esperanza a través de nuestra fe. Claro, nosotros tampoco estamos ajenos a esa amenaza de las circunstancias. Cuesta no echarles de vez en cuando una mirada y dejarnos influir por su apariencia feroz. Pero es un ejercicio de fe. No ignoramos las circunstancias, pero nuestro enfoque está en Cristo que nos dice: “tengan valor: yo he vencido al mundo” (Jn 16.33 – DHH). Y cada vez que nos estamos hundiendo a pesar de todo, nuestro Salvador está a un grito de auxilio de distancia para sacarnos del agua como lo hizo con Pedro.
            La tercera recomendación de Judas es orar en el Espíritu Santo; movidos o guiados por el Espíritu Santo (v. 20). La oración nos ayuda justamente con el punto anterior: fijarnos en Dios. Cuando oramos, no oramos a las circunstancias, sino nos dirigimos a Dios. Y automáticamente nuestra mirada se dirige a él y nuestra fe empieza a crecer. Así que, cada vez que te invade la duda, el temor o la desesperación, empieza a orar. Al hacerlo, tus ojos se abrirán al mover del poder de Dios en medio de tu situación.
            En cuarto lugar, Judas nos recomienda mantenernos en el amor de Dios (v. 21). Otras versiones hablan de “conservarse” en el amor de Dios. Si conservamos algún alimento, por ejemplo, está resguardado hasta cierto punto de los agentes que la quieren descomponer. O el alimento es sumergido en cierta sustancia líquida que la conserva de la descomposición. Así debemos sumergirnos en el amor de Dios para que las tentaciones, el relajo moral, el pecado, la soledad, etc., no nos descompongan espiritualmente. El que se sabe profundamente amado, está protegido de muchísimas cosas que lo desubicarían totalmente si no tuviera esa certeza. Uno puede estar totalmente relajado, confiado, disfrutando de la vida. Una persona no amada es tensa, ve a todos como sus enemigos, etc.
            En quinto lugar, Judas nos indica estar esperando la misericordia de Dios para vida eterna, o que Jesús, en su misericordia, nos dé la vida eterna. Esto quizás suena como algo muy inseguro, como que no se puede saber si uno va a tener vida eterna o no. Pero a la luz del resto de la Biblia tenemos plena certeza de tener vida eterna. Jesús dijo: “El que cree en mí tiene vida eterna” (Jn 6.47 – RV95). Pablo escribe a los romanos: “…la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Ro 6.23 – RV95), para mencionar sólo dos de muchísimas referencias en el Nuevo Testamento en cuanto a la vida eterna. Entonces, Judas no pone en duda esto. Al contrario, manifiesta su confianza que la misericordia de Cristo nos dará vida eterna. Espiritualmente ya la tenemos, pero físicamente moriremos todavía. Recién después de la muerte la vida eterna será plena para nosotros. Ya la tenemos, pero todavía no en su total plenitud. Pero esta confianza o esta certeza también contribuirá a la paz y seguridad que disfrutamos en el amor de Dios. ¿Difícil de creer o aceptar? Para algunos sí. Por eso dice Judas que debemos tener consideración de aquellos que tienen todavía ciertas dudas y a quienes les cuesta llegar a la plena convicción y confianza (v. 21). Algunos están tan presos en sus pecados —o en su orgullo— que les cuesta aceptar que la salvación es así de barata para ellos. No pueden aceptar ser salvos sin habérselo ganado por sus propios esfuerzos. Judas nos anima a procurar por ellos con misericordia, a ver si logramos rescatarlos, aunque sea raspando; que a duras penas logramos estirarlos todavía por encima del borde del infierno mismo. Pero dice que debemos aborrecer “hasta la ropa que llevan contaminada por su mala vida” (v. 23 – DHH). Esta imagen nos resulta ahora muy comprensible al tener que cambiar de ropa por la infestación con el coronavirus. Así, la ropa infectada por el virus del pecado de estas personas no nos debe contagiar a nosotros. Judas no está hablando literalmente de la ropa de las personas, sino de cuidarnos de no ser arrastrados por la conducta pecaminosa de ellos. Una versión de la Biblia traduce este texto en una forma que nos resulta demasiado conocido hoy por el tema del coronavirus. Dice: “Cuídense mucho y eviten el contacto con ellos para no ser contagiados por sus pecados” (v. 23 – GNEU – traducción libre al castellano). ¿Ya escuchó alguna recomendación parecida en estos días? Es exactamente la misma exhortación que Pablo escribió a los gálatas: “Hermanos, si ven que alguien ha caído en algún pecado, ustedes que son espirituales deben ayudarlo a corregirse. Pero háganlo amablemente; y que cada cual tenga mucho cuidado, no suceda que él también sea puesto a prueba” (Gl 6.1 – DHH). Así que, si luchamos por la salvación de otros, no creamos que somos de hierro y que jamás nos puede pasar nada o que nunca caeremos en ninguna tentación. El que crea esto, probablemente ya cayó en una – la tentación del orgullo y de la vanagloria.
            Pero Judas no nos deja con ese temor que nos bloquea y no nos deja ayudar a otros “por precaución”, sino termina su carta con una hermosa alabanza al amor y el poder de Dios: “El Dios único, Salvador nuestro, tiene poder para cuidar de que ustedes no caigan, y para presentarlos sin mancha y llenos de alegría ante su gloriosa presencia. A él sea la gloria, la grandeza, el poder y la autoridad, por nuestro Señor Jesucristo, antes, ahora y siempre. Amén” (vv. 24-25 – DHH).
            Cinco recomendaciones para enfrentar a los falsos profetas.
1. Recordar la enseñanza de los apóstoles
2. Mantenerse firmes en la fe
3. Orar movido por el Espíritu Santo
4. Mantenerse en el amor de Dios
5. Esperar la vida eterna.
            Quizás tu falso maestro no sea una persona de carne y hueso que enseña cosas falsas en la iglesia. Puede ser la voz de un demonio que te quiere hacer creer algo que no es verdad. Quizás es el recuerdo de tu infancia de una voz que te decía constantemente: “Tú no sirves”, “tú no puedes”, “eres un inútil”. Quizás tu falso maestro consiste en una cantidad incontable de mensajes de terror en las redes que pintan al coronavirus como el fin del mundo. Quizás es la voz de la desesperación que te hace creer y proclamar que no llegarás a fin de mes. Puede haber miles y miles de falsos maestros. ¿Qué puedes hacer contra ellos? ¿De qué manera puedes aplicar estas 5 recomendaciones para contrarrestar su influencia destructiva?
1. Recordar la enseñanza de los apóstoles (la enseñanza de la Biblia)
2. Mantenerse firmes en la fe
3. Orar movido por el Espíritu Santo
4. Mantenerse en el amor de Dios
5. Esperar la vida eterna.
            Comprométete con algunos pasos concretos que ahora resuelves tomar. Anótalos para que no se te olviden. Y comparte con el grupo tu decisión para que quede más firme en ti, y para que otros puedan sentirse inspirados a seguir tu ejemplo.



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