lunes, 3 de marzo de 2025

Tesoros


 





            Díganme una cosa: este billete, ¿es de este mundo o es del reino de Dios? Es del sistema comercial que rige en el mundo. Siendo del sistema de este mundo, ¿será pecado siquiera tocar el dinero? No, en absoluto. Estamos en este mundo y nos tenemos que mover según ciertas normas que rigen la vida en este mundo. Pero tenemos una identidad espiritual celestial, y esa identidad y las normas que rigen para ella, deben determinar nuestra actitud en cuanto al dinero o cualquier otro sistema que rige en el mundo. Entonces, entre las normas para la vida espiritual, ¿habrá alguna indicación en cuanto a nuestra actitud hacia el dinero? ¿Será que a Dios le interesa que sepamos algo acerca del dinero? ¿Será que la Biblia tiene algo que decir al respecto? Con absoluta certeza: ¡Sí! Como un botón de muestra: este billete es papel y no tiene ningún valor en sí mismo. El valor que el gobierno decide que debe representar tal o cual billete está avalado por las reservas en oro que tiene guardado el gobierno en los bancos mundiales. Sería imposible que toda la población maneje el oro como tal para las transacciones comerciales. Para comprar un pan o un litro de leche sería apenas una pizquita de polvillo de oro lo que se necesitaría para pagar esa cuenta, y ese polvillo se perdería con el primer soplo del viento. Entonces, los gobiernos de los países prefieren guardar el oro en un lugar más o menos seguro y sacar a circulación documentos que representan el valor de todo el oro acumulado. Y esos documentos los llamamos “dinero”. Pero, ¿de quién es el oro en el tesoro central de la nación? Cada gobierno diría que la nación es la dueña. Pero más allá de eso, el profeta Hageo declara: “‘Mía es la plata y mío es el oro’, afirma el Señor de los Ejércitos” (Hag 2.8 – NVI). Entonces, Dios es dueño de todo lo que este billete representa. ¿Y no parece lógico que él quiera determinar qué debe suceder con este documento que representa su propiedad en oro?

            El lunes último empecé a compartir diariamente unas devocionales acerca del dinero que saco de la aplicación de la Biblia YouVersion. En la introducción decía: “En la Biblia, 2350 versículos hablan sobre el dinero, y 16 de las 38 parábolas enseñan temas relacionados con las finanzas, porque Dios no quiere que seamos esclavos del dinero, sino que seamos buenos y fieles mayordomos de lo que el Señor ha confiado a cada uno de nosotros.” Y precisamente en el Sermón del Monte llegamos a algunas enseñanzas de Jesús respecto a este tema. Él quiere mostrarnos cuál es la actitud que un hijo de Dios debe tener respecto al dinero que rige en este mundo. La prédica de hoy y las siguientes 3 estarán enfocadas a este tema.

            Veamos la primera de estas actitudes que debemos tener hacia los bienes materiales. La encontramos en Mateo 6.19-24.

 

            F Mt 6.19-24

 

            La primera actitud respecto a los bienes materiales que nos recomienda este texto es la de no tratar afanosamente de acumularlas. No se refiere a planificar sus ganancias y sus gastos con el fin de poder ir ahorrando cada vez un poquito más. Todo lo contrario. La Biblia más bien nos exhorta a calcular bien nuestros gastos. Esto es lo que hoy llamamos “tener un presupuesto”. Un presupuesto no es otra cosa que un plan de cómo gastar determinado monto de dinero que probablemente tendremos a disposición cada mes. Antes de que nos llegue el dinero, ya está fijado cuánto de ese dinero va a ir para qué fin. Así se evita el gasto compulsivo y excesivo que ya en la primera quincena se pregunta dónde se quedó el dinero del último sueldo. No es a esto que Jesús se refiere aquí. Cuando él habla de no acumular tesoros se refiere a esa práctica compulsiva, egoísta, avara y enfermiza de juntar para sí todo lo que pueda encontrar. Es la actitud de depender totalmente de los bienes materiales; de depositar completamente su confianza en ella; de pensar solo en sí mismo y cerrar su corazón a las necesidades de los demás. El ejemplo por excelencia de esto es el hombre rico de la parábola que estudiamos el martes pasado aquí en nuestro encuentro semanal. De él, la Biblia dice: “Había un hombre rico que se vestía con gran esplendor en púrpura y lino de la más alta calidad y vivía rodeado de lujos” (Lc 16.19 – NTV). Eso en sí no es ningún pecado, pero se nota la actitud de su corazón al leer los siguientes versículos y darnos cuenta que jamás le dio ni un bocado a un mendigo enfermo que estaba a la puerta no más de su casa, sino lo dejó morir como un perro. Esta es la actitud que condena la Biblia. Y esta actitud no tiene nada que ver con la cantidad de dinero o de bienes materiales que poseemos, sino con el enfoque de nuestra vida. Uno puede miles de millones o puede no tener ni un guaraní en el bolsillo y solo estar pensando en juntar más y más y más. Jesús nos advierte de estar concentrados única y exclusivamente en las cosas de esta vida y correr tras ellas como si no existiera nada más.

            ¿Cuál es la razón de esta advertencia? En primer lugar, porque los bienes materiales son exclusivamente de este mundo, como lo dijimos al inicio; de la vida sobre esta tierra. Los bienes no son eternos. Por lo tanto, es muy necio, teniendo nosotros un alma eterna, fijarnos solo en las cosas de este mundo.

            La segunda razón, relacionada a la primera, es la fugacidad de estos bienes – por un lado, por la descomposición a la que todo material es sometido. Este texto menciona la polilla y el óxido. Cuántas veces les habrá pasado tener algo bien guardado, para luego descubrir que algún bicho, la humedad, el óxido o cualquier agente indeseado han hecho estrago de lo que con tanto esmero se había guardado. O viene una inundación como la que vivimos en abril en Costa Azul cuando el agua arrasa con una parte y destruye la otra. Y ni hablar de un incendio. Todos sus tesoros terrenales pueden desaparecer en un abrir y cerrar de ojos.

            Pero también puede suceder que lo que tanto atesorábamos cae de repente en manos de personas inescrupulosas que te arrebatan tus bienes en tus narices. Con la inseguridad reinante en estos tiempos en todo el mundo, eso puede pasar en un pestañeo. Y la corrupción hace lo suyo para robarnos de forma más elegante, hasta con pinta de legalidad. Jesús habla aquí de los ladrones que “perforan las paredes y … roban” (v. 19 – BLPH). En tiempos de Jesús, las paredes de las casas consistían frecuentemente de palos y barro, y fácilmente se podría hacer un hueco en las paredes para entrar y robar todo lo que se encontraba. Entonces, si una persona ha basada toda su vida, su esperanza y su sentimiento de seguridad y valor sobre bienes pasajeros, su mundo —y su vida— se derrumba en un instante al notar que la base de su vida se desvaneció como la neblina de la mañana. Entonces, los bienes materiales constituyen un fundamente sumamente tambaleante y peligroso como para basar toda su vida sobre ellas. Es un acto de suicidio voluntario hacerlo, pero, ¡cuántos están dispuestos a correr ese riesgo con tal de tener un poco más! Esto no es característico de una vida sujeta al Espíritu Santo, y Jesús advierte contra este estilo de vida destructivo.

            En contraparte, donde Jesús sí nos recomienda acumular tesoros es en el cielo. Es la única caja fuerte absolutamente imposible de violentar. Lo que enviamos allá está seguro para toda la eternidad. No hay óxido ni kupi’í ni inundación ni ladrones que lo alcancen. Pero, ¿cuáles son estos tesoros que podemos transferir al cielo? ¿Cuál es el número de cuenta del banco celestial al cual transferir nuestros bienes? Frecuentemente se escucha una respuesta muy rápida y espiritualizada: “es ganar almas”. Bueno, ¿qué significa “ganar almas”? ¿No deberíamos ganar a personas en vez de solo almas? ¿Y qué significa “ganar personas”? La vez pasada dijimos que la orden directa y explícita de la Gran Comisión es hacer discípulos. Para eso, necesariamente hay que evangelizarlos. El evangelismo es un paso muy importante y básico en este proceso de hacer discípulos. Pero no es el único. Incluye también el discipulado, incluye el testimonio de vida que muestra a los demás cómo se vive los principios de la Palabra de Dios, es enseñar la Palabra de Dios, es exhortar, etc. Cuando Jesús enseñó cómo había que proceder con los problemas interpersonales en la iglesia, él dijo: “Si tu hermano te hace algo malo, habla con él a solas y hazle reconocer su falta. Si te hace caso, ya has ganado a tu hermano” (Mt 18.15 – DHH). O sea, al reprender a un hijo de Dios que se comporta mal, estás “ganando almas”, si te escucha. Así que, todo lo que hacemos en la iglesia y como hijos de Dios es parte del proceso de hacer discípulos. Por lo tanto, todo lo que puedas invertir en el reino de Dios es acumular tesoros en el cielo. Puedes invertir dinero en múltiples formas y lugares; puedes invertir tus dones para edificar a otros, para animarlos o para llevarlos a un encuentro con Cristo. Puedes invertir tu tiempo para visitar a un hermano, para animar a los deprimidos, para hablarle de Jesús a alguien, etc. Todo lo que hagas con el deseo de bendecir a otros y de ser un ejemplo y testimonio como hijo de Dios está haciendo transferencias continuas a tu cuenta celestial. Y algún día, cuando llegues allá, recibirás tu recompensa.

            ¿Por qué este énfasis de Jesús en acumular tesoros en el cielo? En el siguiente versículo él da la respuesta: “…donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón” (v. 21 – RVA2015). Nuestro corazón sigue a lo que es un tesoro para nosotros. Pregúntenle a dos recién enamorados quién es su tesoro y dónde está su corazón. 24/7 no consiguen pensar en otra cosa que en su tesorito. Del mismo modo, si nos concentramos en las cosas de Dios y cómo poder invertir en su reino, eso será lo más valioso para nosotros, y ahí estará nuestro corazón. ¿Está Dios interesado en nuestro dinero? No, en absoluto, porque es algo meramente de este mundo, como dijimos. Además, sí o sí él es el dueño de todo. Más bien, él está interesado en nuestro corazón. Y si él logra captar nuestro tesoro para sus propósitos de expandir su reino en este mundo, habrá captado también nuestro corazón. Si el dinero es para nosotros un fin en sí mismo, nuestro corazón estará enfocado netamente en este mundo y en las riquezas. Pero si nuestro tesoro está en el cielo, ahí estará nuestro corazón, y el dinero se convertirá en un siervo más entre otros para extender el reino de Dios.

            Para que puedas hacer un análisis de cuál es realmente tu tesoro, puedes invertir no más este versículo: Donde esté tu corazón, ése es tu tesoro. ¿Qué ocupa tu mente la mayor parte del tiempo? ¿En qué estás concentrado? ¿A qué va dirigida la mayor cantidad de tu esfuerzo, tiempo y recursos? Las respuestas a estas preguntas te pueden dar una idea bastante clara acerca de dónde está tu tesoro y, por ende, dónde está tu corazón.

            O si querés aplicarle otra prueba diferente, puedes usar la del versículo 22, el ojo. ¿A dónde está dirigido tu ojo? O, para expresarlo más ilustrativamente, ¿qué es lo que hace brillar tus ojos? Algunos, al ver dinero, por poco que no se puede ver estrellitas brillando en sus ojos. En otros, se ve ese mismo brillo cuando una persona se entrega a Cristo o cuando comenta una experiencia transformadora con el Señor. Si tienes un ojo bueno, una visión clara, sin que esté nublada por el rencor, la ira, la avaricia o la envidia, andarás en plena luz. Pero si dejas que estas y otras cosas nublen tu mirada, ¡cuán negra será la oscuridad en tu interior! “Si la única luz que tienes es la oscuridad, ¡qué horrible oscuridad tendrás” (v 23 – PDT)! Otra versión dice: “..si la luz que hay en ti ha llegado a ser obscuridad, ¡cómo será de tenebrosa tu parte más obscura” (BLA)!

            Hay algunos intérpretes que entienden la mención del ojo aquí como una referencia a la actitud con la que uno mira a los demás. Así también lo hacen algunas versiones de la Biblia. Una de ellas traduce: “…si tú tienes un … buen ojo, esto es, si eres generoso, todo tu cuerpo estará lleno de luz” (v. 22 – Kadosh). Otra dice: “Si eres desprendido…” (NBE). Y una versión en inglés dice: “Si tú miras a la gente y deseas ayudarla, estarás lleno de luz” (ERV – traducción libre). Considerando el contexto de este versículo, bien puede ser esta una interpretación aceptable. También una nota explicativa en la Biblia “Dios Habla Hoy” dice: “El ojo malo se usaba como imagen de la envidia o la avaricia (Dt 15.9; Pr 23.6; Pr 28.22; Mt 20.15; Mc 7.22). El ojo bueno, por tanto, puede representar aquí a la persona generosa…”

            ¿Dónde está tu tesoro? Jesús presenta en este texto dos opciones: tesoros en la tierra y tesoros en el cielo. Si nos parecieran ser dos opciones, de las cuales una sería preferible a la otra, pero igualmente se podría optar por la otra, entonces en el último versículo él deja muy en claro la oposición radical que existe entre ambos tesoros: “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a las riquezas” (v. 24 – DHH). Los tesoros del mundo y los tesoros en el cielo son tan opuestos entre sí como el amor y el odio, como Dios y Satanás. No se puede servir a ambos al mismo tiempo. En las próximas dos prédicas vamos a ver de manera muy práctica qué significa esto.

            ¿Dónde está tu tesoro? ¿Qué puedes hacer de manera práctica para invertir más en el reino de Dios y transferir tesoros a tu cuenta en el banco celestial? Busca dos o tres cosas concretas que decides hacer, y comprométete con el Señor de cumplirlas fielmente, con la ayuda de él.


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