¿Ustedes
tienen el control sobre su dinero? Alguien pregunta ahora: ¿Cuál dinero…? ¿O
sería más acertado decir que su dinero tiene el control sobre ustedes? Por
favor, no se molesten por esa pregunta. Personalmente debo admitir que es mucho
más fácil caer bajo el dominio del dinero de lo que quisiéramos aceptar. Hace
años atrás ya había leído el libro “Bienes, riquezas y dinero: Principios
bíblicos de Dios para las finanzas” de Craig Hill y Earl Pitts como parte de un
curso de finanzas personales/familiares de la Fundación Principios de Vida. Ya
había entendido el concepto de los autores acerca de ciertas cuestiones,
incluso había predicado ya alguna vez acerca de esto. Pero cuando lo volví a
leer hace un tiempo atrás, me tocó tan fuerte porque vi lo engañado que yo
había vivido a pesar de muchas modificaciones que ya había introducido en mi
manejo del dinero. Y hoy quiero compartir con ustedes algunos conceptos de este
libro, esperando que sean de bendición para todos. Mi anhelo ferviente es que
todos podamos vivir bajo la bendición de Dios en todas las áreas de la vida. Y
la bendición de él está sobre el que obra según los principios divinos contenidos
en la Biblia.
Este
material presenta la base espiritual/teológica de todo este tema de la
administración financiera personal, que, si no tenemos en claro esto, todas las
herramientas que podamos aprender no servirán de mucho porque estarían basadas
sobre un fundamento equivocado. No es importante solamente saber qué pasos dar
para administrar correctamente nuestros bienes, sino entender también el por
qué; el principio que está detrás de estas herramientas. La motivación correcta
debe salir del corazón y no ser un mero acto mecánico nada más. Cada área de
nuestra vida, también el área económica, debe estar bajo la guía y la
prescripción de Dios. Ya les dije el domingo pasado que el Nuevo Testamento
habla casi 10 veces más de la administración del dinero que de la fe o de la salvación.
O sea, Dios está sumamente interesado en que conozcamos su voluntad acerca del
manejo de las finanzas y que orientemos nuestra vida según sus principios para
que nuestras vidas y nuestras finanzas puedan estar bajo su bendición.
¿Cuál
es entonces esa base espiritual/teológica que debe caracterizar nuestro manejo
de dinero, según la voluntad de Dios? Nuestro texto del domingo pasado terminó
con la declaración enfática de Jesús en el Sermón del Monte de que nadie puede
servir a dos señores. Encontramos esta misma afirmación también en Lucas 16
como parte de la aplicación que Jesús da a una de sus parábolas que —precisamente—
tratan acerca del dinero. Su enseñanza final acerca del tema de esta parábola
encontramos en los versículos 10 al 14:
FLc 16.10-14
Este
último versículo es precisamente el botón de muestra de lo que Jesús acaba de
decir: los fariseos eran avaros. Otras versiones lo expresan aún más crudo:
ellos eran amantes del dinero. Y con
esto tiene que ver justamente el tema de esta prédica.
En
el versículo 13, Jesús dice enfáticamente lo que también había dicho en el
último versículo del texto del domingo pasado: “Ningún siervo puede servir a dos señores …. Así que ustedes no pueden
servir a Dios y a las riquezas” (RVC). ¡No pueden! No es que no deben; ¡no
pueden! Es imposible. Esto ya nos debe alertar de que no estamos ante cualquier
cosa. Jesús no nos da dos opciones para elegir, sugiriéndonos que la una es
preferible sobre la otra. Él establece la imposibilidad de servir a ambos al
mismo tiempo. ¿Por qué?
Cuando
Jesús se refiere aquí a las riquezas, como lo traducen muchas versiones, él
está usando el término arameo “Mamón” que personifica a las riquezas. Por eso,
muchos lo entienden como un nombre propio. Hay diferentes opiniones e
interpretaciones acerca del significado de este nombre. Una de ellas, que yo
también apoyo, es que se refiere a un espíritu de las riquezas; una entidad
espiritual demoníaca que opera a través de las riquezas.
Díganme,
¿el dinero tiene poder? ¿Por qué sí o por qué no? Los que dicen que el dinero
tiene poder, imagínense estar frente a una persona de la que desean con
urgencia obtener algún beneficio —sea que haga algo por ustedes o que les
entregue algo o lo que fuese—. Y para lograr que les conceda ese beneficio, le
ofrecen una cierta cantidad de dinero. Pero resulta que a esa persona no le
atrae el dinero. ¿Obtendrían de él el beneficio que tanto desean? Si es que se
lo da, será porque es buena gente o les quiere hacer algún favor, quizás porque
los estima mucho o lo que fuese, pero no por el dinero. El dinero no logra nada
en él porque no tiene poder sobre él. O sea, el dinero solo tiene el poder que
yo le atribuyo. En otras palabras, el que es esclavo del dinero lo es porque
quiere. Porque así lo ha decidido. Porque le ha vendido su alma al demonio que
opera a través del dinero. El dinero en sí solo es papel, plástico o metal,
nada más, como ya lo dijimos el domingo pasado. Es el gobierno que escribe un
determinado número sobre ese papel y determina que de ahora en adelante vale
tanto. El billete en sí no puede hacer nada. Entonces, si el dinero no tiene
poder, ¿por qué entonces tiene tanto poder? Esto es ese espíritu Mamón que toma
un billete y lo hace valioso, apetecible, codiciable en mis ojos. Y al caer en esta
trampa, yo creo esa mentira de Mamón y llego a atribuirle al dinero un valor
que no le corresponde; yo permito que ese billete ejerza una atracción sobre mí
y domine mis emociones, causando en mí el deseo de tenerlo en mi haber. Por eso
dice Pablo que “los que quieren enriquecerse [“los que viven
con la ambición de hacerse ricos” – NTV; “los que sólo piensan en ser ricos” – TLA] caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos” (1
Ti 6.9 – NVI). Los fariseos del texto que leímos recién son precisamente un
ejemplo de eso. Ellos amaron el dinero; sus emociones cayeron presas del
espíritu de las riquezas. Con esto, toda su vida era condicionada; todas sus
decisiones, su voluntad y su enfoque estaban dirigidos hacia y por el dinero.
Los cristianos que creen la mentira de que el dinero tiene poder, permiten que
sus movimientos estén gobernados por el dinero, en lugar de ser gobernados por
Dios. Toman sus decisiones según si hay dinero o no, y no según si es el plan
de Dios o no. Ya que el espíritu de Mamón opera a través del miedo, las
personas tienen temor a la falta de dinero; al dar sus ofrendas consultan con
sus billeteras en lugar de consultar con el Señor; y se involucran en todo tipo
de artimañas que prometen dar dinero. La verdad es que el dinero no tiene
poder. Es simplemente un objeto impotente y amoral (o sea, que no es ni bueno
ni malo) al cual el espíritu de Mamón atribuye gran poder y a través del cual
intenta controlar la vida de las personas. Dice la frase: “La plata hace bailar
al mono.” Más correcto sería decir: “Mamón hace bailar a los que se comportan
como monos.”
Como
dije, hay diferentes opiniones e interpretaciones de la palabra Mamón, pero
independientemente de qué interpretación le demos, Jesús dice que es imposible
servir a Dios y al mismo tiempo a Mamón. En otras palabras, Dios y Mamón son
algo diametralmente opuesto entre sí. Mamón es anti-Dios. Mamón compite con
Dios buscando siervos. El servir a uno, categóricamente excluye el servir al
otro. Entonces, uno solamente puede servir en forma exclusiva a Dios o a Mamón.
En otras palabras: para poder servir verdaderamente a Dios, uno debe renunciar
totalmente a Mamón y no tener nada que ver con él.
Cualquier
espíritu que opera en el reino de Satanás busca alejar de Dios los corazones de
las personas. En el texto que leímos recién, Jesús identifica el conflicto de
amor, lealtad y servicio entre Dios y Mamón. Él dijo que, si tú amas a uno de
ellos, odiarás al otro. Si sirves a uno, no podrás servir al otro. Entonces, el
propósito de Mamón es lograr que tú seas leal, lo ames y lo sirvas a él, para
que por descarte tú desprecies y odies a Dios y le niegues tus servicios.
¿Odiar a Dios? ¿No es un poco exagerado? Jesús no deja lugar para zonas grises.
O totalmente sí o totalmente no. No puedes estar en el medio. Jesús dijo: “Si alguno viene a mí, y no renuncia a su
padre y a su madre, ni a su mujer y sus hijos, ni a sus hermanos y hermanas, y
ni siquiera a su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lc 14.26 – RVC).
No hay lugar para medias tintas. Este espíritu es algo muy serio que hay que
tratar intensiva, consciente e intencionalmente. Mamón logra que le demos la
espalda a Dios al seducirnos a dar un valor desproporcionado al dinero. Cuando
la gente cree que el dinero tiene poder, es tentada a amar el dinero, como los
fariseos. Este amor al dinero hace surgir muchas otras formas de maldad y tiene
consecuencias desastrosas para nuestra vida espiritual.
¿Por
qué llegamos a amar tanto al dinero? El espíritu de Mamón nos hace creer que nuestra
vida depende del dinero. Es un asunto de vida o muerte, aparentemente. El
asunto clave aquí es: ¿Quién es mi fuente de provisión? ¿De dónde me llega el
sustento para mí y para mi familia? El espíritu de Mamón continuamente
intentará convencernos de que el poder real para la vida está en el dinero, y que
cualquiera que me dé dinero sea considerado la fuente de mi subsistencia. Si yo
asumo que mi empleo, mi jefe, mi cónyuge, mis emprendimientos o mis inversiones
son mi fuente de donde obtengo lo que necesito para vivir, sin darme cuenta me
he convertido en un esclavo del espíritu de Mamón. Él hace que confundamos
“canal” con “fuente”. Ante cualquier necesidad económica me voy a desesperar y
voy a buscar qué otra fuente puede haber de donde obtener algo de dinero para
no morirme de hambre. Y es en ese preciso momento que se cometen las peores
decisiones financieras: préstamos de aquí para allá hasta que estemos hundidos
hasta la coronilla en deudas; juegos de azar; lotería y una larga lista de
estupideces más. Nos mueve la desesperación por la falta de dinero. Esto es lo
que causa el espíritu de Mamón en nosotros. Pero la Biblia nos enseña que
nuestra subsistencia no depende del empleo o de mi sueldo, sino de Dios. Esto
no quiere decir que voy a renunciar a mi trabajo, tirarme en la hamaca y
esperar a que Dios haga llover dinero en mi regazo. No funciona así. Si Dios
estableció brindarme el sustento necesario a través de mi empleo, pero yo
renuncio a mi empleo porque sí, yo mismo estoy cerrando la canilla de mi
sustento. Entonces no es Dios quien falló, sino yo por no hacer lo que me
corresponde. Sin embargo, mi sueldo no es la garantía de que voy a tener qué
comer durante el mes. Mi emprendimiento no es lo que me mantiene con vida. ¿Por
qué no? Si no obtengo mi provisión a través de mi trabajo, ¿de dónde lo obtengo
entonces?
Como
dije, la Biblia establece a Dios como el sustentador, la fuente de mi bienestar
y de todo lo que necesito en la vida. Cuando Dios es mi fuente, mi jefe, mi
empleo o mi negocio se convierte meramente en un canal a través del cual me llega el dinero de la fuente que es
Dios. ¿Ven la gran diferencia? Mamón me hace creer que el dinero es la fuente
de mi bienestar; la Biblia dice que Dios lo es. Mamón me dice que mi vida
depende del dinero; la Biblia me dice que mi vida depende de Dios. ¿A quién de
los dos vas a creer? Si esto lo que nos enseña la Biblia llega a ser carne en
nosotros, si se convierte en una convicción que marcará mi vida y mis decisiones
de aquí en adelante, mi vida va a cambiar radicalmente. Mi confianza estará en
Dios, él será el primero a quien consulto ante toda decisión financiera, y me
voy a liberar de ese afán destructivo de acumular tesoros en la tierra, como
vimos el domingo pasado. Y el dinero se convertirá en mi esclavo para ser usado
al servicio del reino de Dios, según la voluntad de la fuente. Esto no
significa que debo regalar a otros todo mi dinero, o responder con billetes a
todo el que viene a contarme su gran necesidad. Tengo responsabilidad también
para conmigo mismo y mi familia que también Dios quiere que yo atienda. Dios me
hace llegar dinero para que con ello yo cumpla el propósito por el cual me lo
ha hecho llegar a través de un canal de su elección. Y si el dinero es mi
esclavo, un esclavo rinde cuentas a su amo. Nosotros le damos indicaciones a
cada billete en cuanto a dónde tiene que ir o qué funciones debe cumplir, y
sabemos dónde se encuentra nuestro esclavo en todo momento. El dinero es
nuestra herramienta de servicio a Dios; nosotros lo tenemos en la mano y lo
direccionamos según la voluntad de Dios, y sabemos exactamente cuánto está a
nuestro alcance y dónde está esa nuestra herramienta. Por eso es tan necesario
tener un presupuesto en el cual determinamos cuántos de nuestros esclavos irán
para tal o cual destino.
Esa
conciencia de que Dios es mi fuente de subsistencia me va hacer también
responsable en el manejo del dinero que él confía en mis manos. Entendemos que
Dios nos entrega cierta cantidad de dinero como una herramienta para que con
ella cumplamos su voluntad y, por lo tanto, lo manejaremos según las
indicaciones de él, porque él es el dueño, él es la fuente, y el dinero que me
llega a mí tiene un propósito definido. No puedo entonces hacer con el dinero
lo que me plazca y despilfarrarlo. Y entre paréntesis: a veces, hasta una
excesiva ayuda social puede ser un despilfarro si no obedece a claras
indicaciones del Señor sino es por mero impulso emocional mío. Yo debo cumplir
las instrucciones del Señor. Esa actitud de responsabilidad ante el Señor no
depende en absoluto de cuánto dinero él ha puesto en mis manos. Jesús dice en
este texto que “el que ha sido digno de
confianza en cosas sin importancia, será digno de confianza también en las
importantes; y el que no ha sido honrado en las cosas mínimas, tampoco será
honrado en las cosas importantes” (v. 10 – BLA). Vemos entonces que la
honradez, la confiabilidad, el manejo responsable es una actitud, un estilo de
vida, una convicción, totalmente separado del monto de dinero uno tenga
disponible. Pablo escribe a los filipenses: “Yo
sé cómo vivir en pobreza o en abundancia. Conozco el secreto de estar feliz en
todos los momentos y circunstancias: pasando hambre o estando satisfecho;
teniendo mucho o teniendo poco” (Flp 4.12 – PDT). ¿Podríamos decirlo
nosotros también con tanta seguridad? Esa es la actitud de alguien que depende
totalmente de Dios y maneja con responsabilidad lo que Dios le ha confiado en
sus manos, sin importar cuánto esto sea.
Pero
hay que decir que Dios siempre primero nos prueba. En la parábola de los
talentos, el hombre entregó cierto monto de dinero a sus siervos, según la
capacidad que cada uno tenía para manejarlo. A su regreso, él pidió cuentas a los
siervos de lo que cada uno había hecho, y los que lo habían manejado fielmente,
con responsabilidad, el señor los alabó: “Bien,
buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré…” (Mt
25.23 – RV60). Primero los puso a prueba con relativamente poco dinero, y a los
que respondían bien, les entregó mucho más. Pero al que no lo manejó con
responsabilidad, le fue quitado lo que había recibido. Así que, si Dios no te
confía mucho dinero en tus manos puede ser por dos razones diferentes: o porque
sus planes sean que le sirvas con solo eso. Él quiere mostrar su poder en tu
debilidad económica. Él te dice: “Esto es suficiente. Es todo lo que yo
necesito que manejes en mi nombre.” El señor de la parábola entregó diferentes
cantidades de dinero según la capacidad de cada siervo. Lo que él quería ver
era la fidelidad del siervo en manejar lo que tenga, no la cantidad que haya
producido. Entonces, puede que el Señor haya confiado poco en tus manos porque
ese es su plan para ti. O, como segunda razón posible, puede ser que Dios te da
poco cada mes porque no aprendiste todavía a ser responsable en el manejo de ese
poco. Hasta que no aprendas esta lección, no puedes pasar a la siguiente. Dios
dirá: “Si este derrocha lo que le doy, ¿por qué le debería dar una mayor
cantidad de dinero para derrochar?” Porque, el que no es responsable con poco,
tampoco lo será con mucho. Inclusive, el manejo irresponsable de dinero, que
Jesús llama aquí “las falsas riquezas de este mundo”, puede hasta ser un
impedimento para recibir mayor responsabilidad en el reino de Dios. Jesús dice:
“…si con las falsas riquezas de este
mundo ustedes no se portan honradamente, ¿quién les confiará las verdaderas
riquezas” (v. 11 – DHH)? Cuál de estas dos razones de tener poco dinero sea
la que se aplica a tu caso, solo tú lo puedes averiguar en la presencia del
Señor.
Si
Dios es en verdad mi fuente, si entonces me dan la noticia de que perdí el
trabajo o hay problemas de economía, yo no estaré aterrorizado por temor a la
falta de provisión, ya que mi fuente (Dios) sigue siendo la misma. Simplemente
él está cambiando el canal de mi provisión.
Mi
hermana y mi cuñado trabajaron por muchos años en el departamento alemán de la
Fundación Principios de Vida como instructores de los seminarios y cursos de la
institución, entre ellos también varios cursos de finanzas. Cuántas veces
habían enseñado la necesidad de depender totalmente de Dios como proveedor.
Hace poco más de dos años atrás terminó su servicio en esa área. Con sus pocos
ahorros y la ayuda de amigos y conocidos se construyeron una pequeña casita en
el Chaco y se mudaron allá. Hasta ahora no tienen empleo, pero sí tienen mucho
trabajo: muchísima gente empezó a acudir a ellos solicitando consejería. Y les
fue posible atenderlos, precisamente por no tener un empleo donde marcar hora.
Pero tampoco no tenían ingreso o sueldo. Dijeron que tenían que rendir examen
ahora ellos mismos de lo que habían enseñado durante tantos años, y que el
examen no era fácil. Pero llegaron a decirle al Señor: “Si tú nos quieres usar
en esa área, entonces encargate de nuestro sustento.” Hacían justo lo que dice
el versículo que viene en el texto siguiente en el Sermón del Monte: encargarse
de las cosas de Dios, experimentando que Dios se encarga de las cosas de ellos,
como lo describe el famoso versículo de Mateo 6.33.
Entonces,
hay un espíritu demoníaco que opera detrás del dinero, queriendo hacerlo
exageradamente apetecible para nosotros para así poder controlar nuestras
emociones y nuestras decisiones. Pero la verdad es que el único que debe
controlar nuestras emociones y decisiones es Dios, quien es la fuente y el
dador de todo lo que necesitamos para la vida y para cumplir su plan para nosotros.
Sin embargo, en la práctica cotidiana, la influencia de Mamón es demasiado
sutil. ¿Cómo poder identificar sus estrategias que luchan por obtener el
control sobre nuestras vidas? El próximo domingo vamos a ver 10 síntomas de la
influencia de Mamón en nuestras vidas. Son formas por medio de las cuales el
enemigo busca tener acceso a nuestras emociones a través del amor al dinero. Va
a ser un tema sumamente práctico que tiene que ver con lo que vivimos todos los
días.
Mientras
tanto, ponete totalmente bajo la autoridad de Cristo. Muy bien se aplica
también al área de las finanzas Santiago 4.7: “…sométanse a Dios. Resistan al diablo y él huirá de ustedes”
(NVI). Búscalo a Dios, a su voluntad; cumple lo que él te indique respecto al
manejo de los bienes materiales, y el demonio Mamón tendrá que huir de tu vida.
Si no me crees, pruébalo tú mismo.
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