miércoles, 23 de octubre de 2024

Hijos de papá

 






            ¿En qué piensan cuando escuchan la expresión “hijo de papá”? Creo que a todos nos vienen a la mente imágenes como: “muchacho mimado, a quien se le conceden los caprichos; aquel que tiene la vida solucionada por el apellido; hijo que sale de todos los problemas y malas decisiones evitando las consecuencias, porque el papito se encarga de que así sea; individuo sin responsabilidad y abusivo con las normas, con las personas, con la vida.” (https://www.lostiempos.com/actualidad/opinion/20180318/columna/hijitos-papa) ¿Y qué piensan cuando les digo que todos somos “hijos de papá”? Bueno, más adelante descubriremos por qué lo digo.

            Llegamos en nuestro estudio de la carta a los efesios al 5º capítulo. Estaremos leyendo ahora los primeros 20 versículos.

 

            F Ef 5.1-20

 

            Pablo había terminado el texto anterior hablando del perdón que Dios nos ha otorgado. Al extendernos su misericordia y limpiarnos de toda maldad, él nos adoptó también como hijos suyos. Como ya varias veces hemos dicho, esta verdad no puede sin dejar rastros en nuestra vida: “Puesto que son hijos amados de Dios, procuren parecerse a él” (v. 1 – BLPH). En otras palabras, tu vecino, tu compañero/a de trabajo, tu familia, al observar tu conducta, debe exclamar: “¡Igualito que su papá! Es un verdadero ‘hijo de papá – del Papá Dios.’” ¿Y cómo es una conducta que les haría decir esto? El resto de nuestro texto —y de toda la carta— describe cómo se comporta un “hijo de Papá Dios”.

            Y como de costumbre, Pablo empieza con la artillería más pesada: “Deben amar a los demás, así como Cristo nos amó y murió por nosotros” (v. 2 – TLA). Es decir, para demostrar que somos “hijos de papá”, debemos amar al estilo de Cristo. Y no contento con esto, Pablo pone como regla para medir nuestro amor la disposición a morir que tuvo Jesús. Recién cuando tú estés dispuesto a dar tu vida por los demás —¡literalmente!— estás dando señales de tener un amor parecido al de Cristo. ¿Quieren que continúe todavía con las demás señales de ser “hijos de papá”? Pero, eso sí, este nivel de amor por los demás será una “ofrenda de perfume agradable a Dios” (v. 2 – NBD). Así que, si quieres honrar a Dios, procura ser como su hijo amado en quien él se complace (Mt 3.17).

            Otra señal de ser “hijos de papá” es la pureza de vida, de pensamientos y del modo de hablar. Pablo habla concretamente de pecados sexuales, de cualquier forma de impureza y de la avaricia (v. 3). La avaricia él identifica más adelante como una forma de idolatría (v. 5), ya que concentra toda su atención y la motivación de sus acciones en otra cosa que no es Dios. “…eso no es propio del pueblo santo de Dios” (NVI); “tales pecados no tienen lugar en el pueblo de Dios” (NTV). De estas cosas ni siquiera se debe hablar (v. 3), no porque sea un tabú que nadie debe tocar o por querer tapar algo para que no salga a luz. ¡Todo lo contrario! En el versículo 11 dice más bien que debemos desenmascararlos, denunciarlos y reprenderlos. Pero entre los cristianos estos pecados no deben ser materia de conversación porque deben brillar por su total ausencia en el pueblo de Dios. ¿Y cómo se podría hablar de algo que no existe? “…hemos muerto al pecado, ¿cómo vamos a seguir viviendo sometidos a él” (Ro 6.2 – BLPH)? Más bien, “da vergüenza aun mencionar lo que ellos hacen en secreto” (v. 12 – RVA2015).

            Otra característica por la que debemos distinguirnos es nuestro modo de hablar: “No digan malas palabras, ni tengan conversaciones tontas, ni hagan chistes groseros” (v. 4 – NBD). De esto, el mundo a nuestro alrededor está plagado hasta más no dar. Incluso, algunos que se consideran cristianos, “hijos de papá”, caen en ese tipo de lenguaje, a veces, porque día a día lo escuchan hasta que se les pegue también algún vocabulario inapropiado; a veces, porque se sienten muy grandes al poder tomar en su boca ese tipo de palabras; a veces, por el temor de ser rechazados o —a la inversa— el deseo de ser aceptados. Pero si Cristo te aceptó, ¿qué beneficio tiene entonces el ser aceptado por el mundo? Si eres “hijo de papá”, demuéstralo en tu forma de hablar como él hablaría. Porque este comportamiento no es algo que sea una especie de alternativa, aunque menos deseable, sino es cosa demasiado seria: “…ténganlo por sabido y resabido: nadie que se da a la lujuria, a la inmoralidad o a la codicia, que es una idolatría, tendrá parte en el Reino del Mesías y de Dios” (v. 5 – NBE). “No se dejen engañar por los que tratan de justificar esos pecados, porque el enojo de Dios caerá sobre todos los que lo desobedecen” (v. 6 – NTV). Más vale ser un “hijo de papá” con un estilo de vida radical que poniendo en juego su destino eterno, ¿no creen? “¿Quieren también ustedes ser cómplices suyos” (v. 7 – BLPH)? Si Cristo nos ha rescatado precisamente de este estilo de vida, ¿cómo volveríamos otra vez a lo que él aborrece? “…antes ustedes estaban llenos de oscuridad, pero ahora tienen la luz que proviene del Señor. Por lo tanto, ¡vivan como gente de luz” (v. 8 – NTV)!

            En contraste con ese estilo de vida tan destructivo que manifiesta la gente del mundo, un “hijo de papá” que vive en la luz de él sacará a esa luz “bondad, justicia y verdad” (v. 9 – RVC). ¡Esto sí que es un contraste al modo de comportamiento del mundo! Es imposible que un verdadero “hijo de papá” no llame la atención en las tinieblas de este mundo, por más pequeña que pueda ser su luz. La luz de Cristo en ti no la puedes ocultar. ¿Y para qué la quisieras ocultar? “Nadie enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón. Todo lo contrario: la pone en un lugar alto para que alumbre a todos los que están en la casa” (Mt 5.15 – TLA). Pero ojo, puede que a algunos no les guste tu luz, porque “cuando la luz brilla, pone todas las cosas al descubierto” (v. 13 – NBD), y la gente no quiere que salgan a luz sus trapos sucios. Ya fue así cuando Jesús, la verdadera Luz del mundo, estaba aquí. Dice la Biblia que “la gente amó más la oscuridad que la luz, porque sus acciones eran malvadas” (Jn 3.19 – NTV). Pero, a todos los que tenemos la Luz del mundo en nuestro interior, también somos llamados a ser la luz del mundo (Mt 5.14), así que, un “hijo de papá” no puede otra cosa que brillar y, aunque a algunos no les guste, a otros, al verse confrontado con que sus pecados son desenmascarados, serán movidos al arrepentimiento y a aceptar a Jesús en sus vidas. A los que están muertos en sus delitos y pecados, la luz de Cristo quiere despertarlos para que puedan salvarse a tiempo (v. 14).

            Por todo esto, la Biblia nos exhorta a vivir sabiamente, no como necios. En muchas partes, la Biblia llama “necia” a una persona que no tiene en cuenta a Dios sino se maneja según sus propios criterios. Y, realmente, es estupidez en su máximo grado creerse más sabio que Dios y querer manejarse como se le da la gana. Pero, ¡cuántas veces nosotros mismos somos esos necios y estúpidos! Bueno, no sé ustedes, pero yo por lo menos me descubro una y otra vez no haber actuado según me enseña la Biblia.

            Una forma de vivir sabiamente es aprovechar cada momento para convertirlo en utilidad para nosotros mismos y para los demás (v. 16). Una versión en inglés dice: “Estos son tiempos malos, así que, hagan que cada minuto cuente” (CEV – traducción libre). Esto nos ayuda bastante a evaluar el uso que le damos al tiempo. Si estamos aquí en la iglesia, ¿hago que cada minuto cuente? Si estoy en contacto con la gente del barrio, ¿estoy aprovechando cada oportunidad para hacer el bien? ¿Si estoy mirando televisión o navegando en las redes sociales, ¿estoy haciendo que cada minuto cuente? Probablemente no haya una respuesta única y valedera a estas preguntas, porque depende de muchos factores. Si estoy físicamente en la iglesia, pero mis pensamientos volando por cualquier lado o masticando rabia contra el cónyuge que me hirió camino a la iglesia, quizás no esté haciendo que cada minuto cuente. Si estoy mirando tele como un tiempo de calidad con mi familia, no puede ser contado como desperdicio de tiempo – siempre y cuando no sean repetidas veces 8 horas seguidas frente a la tele… Si estoy en las redes sociales, tratando de ser testimonio de la obra de Cristo en mí o para animar y orientar a uno de mis contactos, también es aprovechar cada momento. Así que, seamos sabios también en el uso de nuestro tiempo. Si en cada momento “tratan de averiguar qué es lo que Dios quiere que hagan” (v. 17 – TLA), y si viven de acuerdo a lo que entienden que es la voluntad de Dios, entonces aprovecharán bien el tiempo y serán prudentes en el manejo de su vida.

            Otra forma de actuar sabiamente como “hijos de papá” es saber al control de qué o de quién exponernos. Pablo advierte que no seamos tan estúpidos de ponernos bajo el control de bebidas alcohólicas: “No se emborrachen con vino, porque eso les arruinará la vida” (v. 18 – NTV); “perderán el control de sus actos” (TLA); “echarán a perder su vida” (PDT). La versión en inglés que cité hace un rato dice: “No se destruyan a sí mismos, emborrachándose” (CEV – traducción libre). Lastimosamente hay muchos que se engañan a sí mismos lavándose el cerebro con que saben cuánto es suficiente. “Una copita no me hará nada.” La verdad es que con esa una copita, con esa una latita, la noción de cuánto es suficiente se vuelve un poco más borrosa, y si a esa una latita se agrega oportunamente otra segunda que tampoco “no me hará nada” (¡supuestamente!), más borrosa se vuelve esa convicción. No voy a ser policía moral y perseguirlos para ver si por ahí alguien toma bebidas alcohólicas. Solo quiero compartir con ustedes mi propia convicción de lo que es “suficiente” para mí y que les recomiendo también: ¡Para mí, suficiente es cero bebidas alcohólicas! Hasta ahora no he podido encontrar un solo beneficio que podría tener una lata de cerveza o de cualquier otra bebida. ¿Para qué sería entonces tan necio de consumir lo que no tiene beneficio alguno, pero sí un potencial dañino muy elevado? Por eso, este texto nos insta a no someter nuestra vida al dominio del alcohol.

            Pero Pablo presenta todavía un segundo candidato al que entregar el control sobre nosotros: el Espíritu Santo. Mientras que el primer candidato, la bebida alcohólica, nos lleva a la esclavitud y una progresiva destrucción de nuestra vida, el segundo candidato obtiene el control en la medida en la que se lo otorgamos, y nos libera para entonar “salmos, himnos y cantos de alabanza … al Señor” (v 19 – PDT), “dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (v. 20 – BAD). ¿No les parece que este segundo candidato tiene amplia ventaja respecto al primero? No sean necios, sino prudentes en su elección de amo. Su vida siempre estará bajo el control de algo o de alguien. El control del Espíritu Santo es el único que nos llevará de bien a mejor. Todos los demás amos, incluyéndonos a nosotros mismos cuando creemos que somos los mejores dueños de nosotros mismos, nos engañan y nos llevan a la destrucción, no solamente en esta vida sino por toda la eternidad. Como “hijo de papá” sometete voluntaria, decidida y diariamente al control del Espíritu de Papá.

            Tú como “hijo de papá”, ¿se puede decir de ti: “igualito a su papá”? ¿Tú lo dirías de ti mismo? ¿Eres “de tal palo tal astilla”? De este pasaje, ¿qué te está hablando Dios? ¿Qué vas a hacer respecto a lo que el Espíritu Santo te está hablando? ¿Cómo responderás a su voz? Y si no eres todavía un hijo del Papá Dios, invítalo ahora mismo a tu vida. Ponte consciente, voluntaria y decididamente bajo el control del Espíritu Santo. Dile: “Señor Jesús, reconozco que mi vida es un verdadero caos. No cabe para mí otra descripción como la de “necio”. Pero he aprendido hoy que entregarte a ti el control de mi vida, dejarme limpiar de mis pecados y recibir de ti la vida eterna es lo más grande y prudente que puedo hacer. Quiero darte mi vida para que hagas de ella algo según tu agrado y según tu plan perfecto para mí. Tómala y hazme un “hijo de papá”. Gracias, Dios. En el nombre de Jesús, amén.”


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