¿En qué piensan cuando escuchan la
expresión “hijo de papá”? Creo que a todos nos vienen a la mente imágenes como:
“muchacho mimado, a quien se le conceden los caprichos; aquel que tiene la vida
solucionada por el apellido; hijo que sale de todos los problemas y malas
decisiones evitando las consecuencias, porque el papito se encarga de que así
sea; individuo sin responsabilidad y abusivo con las normas, con las personas,
con la vida.” (https://www.lostiempos.com/actualidad/opinion/20180318/columna/hijitos-papa)
¿Y qué piensan cuando les digo que todos somos “hijos de papá”? Bueno, más
adelante descubriremos por qué lo digo.
Llegamos en nuestro estudio de la
carta a los efesios al 5º capítulo. Estaremos leyendo ahora los primeros 20
versículos.
F Ef 5.1-20
Pablo había terminado el texto
anterior hablando del perdón que Dios nos ha otorgado. Al extendernos su
misericordia y limpiarnos de toda maldad, él nos adoptó también como hijos suyos.
Como ya varias veces hemos dicho, esta verdad no puede sin dejar rastros en
nuestra vida: “Puesto que son hijos
amados de Dios, procuren parecerse a él” (v. 1 – BLPH). En otras palabras,
tu vecino, tu compañero/a de trabajo, tu familia, al observar tu conducta, debe
exclamar: “¡Igualito que su papá! Es un verdadero ‘hijo de papá – del Papá
Dios.’” ¿Y cómo es una conducta que les haría decir esto? El resto de nuestro
texto —y de toda la carta— describe cómo se comporta un “hijo de Papá Dios”.
Y como de costumbre, Pablo empieza
con la artillería más pesada: “Deben amar
a los demás, así como Cristo nos amó y murió por nosotros” (v. 2 – TLA). Es
decir, para demostrar que somos “hijos de papá”, debemos amar al estilo de
Cristo. Y no contento con esto, Pablo pone como regla para medir nuestro amor
la disposición a morir que tuvo Jesús. Recién cuando tú estés dispuesto a dar
tu vida por los demás —¡literalmente!— estás dando señales de tener un amor
parecido al de Cristo. ¿Quieren que continúe todavía con las demás señales de
ser “hijos de papá”? Pero, eso sí, este nivel de amor por los demás será una “ofrenda de perfume agradable a Dios”
(v. 2 – NBD). Así que, si quieres honrar a Dios, procura ser como su hijo amado
en quien él se complace (Mt 3.17).
Otra señal de ser “hijos de papá” es
la pureza de vida, de pensamientos y del modo de hablar. Pablo habla
concretamente de pecados sexuales, de cualquier forma de impureza y de la avaricia
(v. 3). La avaricia él identifica más adelante como una forma de idolatría (v.
5), ya que concentra toda su atención y la motivación de sus acciones en otra
cosa que no es Dios. “…eso no es propio
del pueblo santo de Dios” (NVI); “tales
pecados no tienen lugar en el pueblo de Dios” (NTV). De estas cosas ni
siquiera se debe hablar (v. 3), no porque sea un tabú que nadie debe tocar o
por querer tapar algo para que no salga a luz. ¡Todo lo contrario! En el
versículo 11 dice más bien que debemos desenmascararlos, denunciarlos y
reprenderlos. Pero entre los cristianos estos pecados no deben ser materia de
conversación porque deben brillar por su total ausencia en el pueblo de Dios.
¿Y cómo se podría hablar de algo que no existe? “…hemos muerto al pecado, ¿cómo vamos a seguir viviendo sometidos a él”
(Ro 6.2 – BLPH)? Más bien, “da vergüenza
aun mencionar lo que ellos hacen en secreto” (v. 12 – RVA2015).
Otra característica por la que
debemos distinguirnos es nuestro modo de hablar: “No digan malas palabras, ni tengan conversaciones tontas, ni hagan
chistes groseros” (v. 4 – NBD). De esto, el mundo a nuestro alrededor está
plagado hasta más no dar. Incluso, algunos que se consideran cristianos, “hijos
de papá”, caen en ese tipo de lenguaje, a veces, porque día a día lo escuchan
hasta que se les pegue también algún vocabulario inapropiado; a veces, porque se
sienten muy grandes al poder tomar en su boca ese tipo de palabras; a veces,
por el temor de ser rechazados o —a la inversa— el deseo de ser aceptados. Pero
si Cristo te aceptó, ¿qué beneficio tiene entonces el ser aceptado por el
mundo? Si eres “hijo de papá”, demuéstralo en tu forma de hablar como él
hablaría. Porque este comportamiento no es algo que sea una especie de
alternativa, aunque menos deseable, sino es cosa demasiado seria: “…ténganlo por sabido y resabido: nadie que
se da a la lujuria, a la inmoralidad o a la codicia, que es una idolatría,
tendrá parte en el Reino del Mesías y de Dios” (v. 5 – NBE). “No se dejen engañar por los que tratan de
justificar esos pecados, porque el enojo de Dios caerá sobre todos los que lo
desobedecen” (v. 6 – NTV). Más vale ser un “hijo de papá” con un estilo de
vida radical que poniendo en juego su destino eterno, ¿no creen? “¿Quieren también ustedes ser cómplices
suyos” (v. 7 – BLPH)? Si Cristo nos ha rescatado precisamente de este
estilo de vida, ¿cómo volveríamos otra vez a lo que él aborrece? “…antes ustedes estaban llenos de oscuridad,
pero ahora tienen la luz que proviene del Señor. Por lo tanto, ¡vivan como
gente de luz” (v. 8 – NTV)!
En contraste con ese estilo de vida
tan destructivo que manifiesta la gente del mundo, un “hijo de papá” que vive
en la luz de él sacará a esa luz “bondad,
justicia y verdad” (v. 9 – RVC). ¡Esto sí que es un contraste al modo de
comportamiento del mundo! Es imposible que un verdadero “hijo de papá” no llame
la atención en las tinieblas de este mundo, por más pequeña que pueda ser su
luz. La luz de Cristo en ti no la puedes ocultar. ¿Y para qué la quisieras
ocultar? “Nadie enciende una lámpara para
meterla debajo de un cajón. Todo lo contrario: la pone en un lugar alto para
que alumbre a todos los que están en la casa” (Mt 5.15 – TLA). Pero ojo,
puede que a algunos no les guste tu luz, porque “cuando la luz brilla, pone todas las cosas al descubierto” (v. 13
– NBD), y la gente no quiere que salgan a luz sus trapos sucios. Ya fue así
cuando Jesús, la verdadera Luz del mundo, estaba aquí. Dice la Biblia que “la gente amó más la oscuridad que la luz,
porque sus acciones eran malvadas” (Jn 3.19 – NTV). Pero, a todos los que
tenemos la Luz del mundo en nuestro interior, también somos llamados a
ser la luz del mundo (Mt 5.14), así que, un “hijo de papá” no puede otra cosa
que brillar y, aunque a algunos no les guste, a otros, al verse confrontado con
que sus pecados son desenmascarados, serán movidos al arrepentimiento y a
aceptar a Jesús en sus vidas. A los que están muertos en sus delitos y pecados,
la luz de Cristo quiere despertarlos para que puedan salvarse a tiempo (v. 14).
Por todo esto, la Biblia nos exhorta
a vivir sabiamente, no como necios. En muchas partes, la Biblia llama “necia” a
una persona que no tiene en cuenta a Dios sino se maneja según sus propios
criterios. Y, realmente, es estupidez en su máximo grado creerse más sabio que
Dios y querer manejarse como se le da la gana. Pero, ¡cuántas veces nosotros
mismos somos esos necios y estúpidos! Bueno, no sé ustedes, pero yo por lo
menos me descubro una y otra vez no haber actuado según me enseña la Biblia.
Una forma de vivir sabiamente es
aprovechar cada momento para convertirlo en utilidad para nosotros mismos y
para los demás (v. 16). Una versión en inglés dice: “Estos son tiempos malos,
así que, hagan que cada minuto cuente” (CEV – traducción libre). Esto nos ayuda
bastante a evaluar el uso que le damos al tiempo. Si estamos aquí en la
iglesia, ¿hago que cada minuto cuente? Si estoy en contacto con la gente del
barrio, ¿estoy aprovechando cada oportunidad para hacer el bien? ¿Si estoy
mirando televisión o navegando en las redes sociales, ¿estoy haciendo que cada
minuto cuente? Probablemente no haya una respuesta única y valedera a estas
preguntas, porque depende de muchos factores. Si estoy físicamente en la
iglesia, pero mis pensamientos volando por cualquier lado o masticando rabia
contra el cónyuge que me hirió camino a la iglesia, quizás no esté haciendo que
cada minuto cuente. Si estoy mirando tele como un tiempo de calidad con mi
familia, no puede ser contado como desperdicio de tiempo – siempre y cuando no
sean repetidas veces 8 horas seguidas frente a la tele… Si estoy en las redes
sociales, tratando de ser testimonio de la obra de Cristo en mí o para animar y
orientar a uno de mis contactos, también es aprovechar cada momento. Así que,
seamos sabios también en el uso de nuestro tiempo. Si en cada momento “tratan de averiguar qué es lo que Dios
quiere que hagan” (v. 17 – TLA), y si viven de acuerdo a lo que entienden
que es la voluntad de Dios, entonces aprovecharán bien el tiempo y serán
prudentes en el manejo de su vida.
Otra forma de actuar sabiamente como
“hijos de papá” es saber al control de qué o de quién exponernos. Pablo
advierte que no seamos tan estúpidos de ponernos bajo el control de bebidas
alcohólicas: “No se emborrachen con vino,
porque eso les arruinará la vida” (v. 18 – NTV); “perderán el control de sus actos” (TLA); “echarán a perder su vida” (PDT). La versión en inglés que cité
hace un rato dice: “No se destruyan a sí mismos, emborrachándose” (CEV –
traducción libre). Lastimosamente hay muchos que se engañan a sí mismos
lavándose el cerebro con que saben cuánto es suficiente. “Una copita no me hará
nada.” La verdad es que con esa una copita, con esa una latita, la noción de
cuánto es suficiente se vuelve un poco más borrosa, y si a esa una latita se
agrega oportunamente otra segunda que tampoco “no me hará nada”
(¡supuestamente!), más borrosa se vuelve esa convicción. No voy a ser policía
moral y perseguirlos para ver si por ahí alguien toma bebidas alcohólicas. Solo
quiero compartir con ustedes mi propia convicción de lo que es “suficiente”
para mí y que les recomiendo también: ¡Para mí, suficiente es cero bebidas
alcohólicas! Hasta ahora no he podido encontrar un solo beneficio que podría
tener una lata de cerveza o de cualquier otra bebida. ¿Para qué sería entonces
tan necio de consumir lo que no tiene beneficio alguno, pero sí un potencial
dañino muy elevado? Por eso, este texto nos insta a no someter nuestra vida al
dominio del alcohol.
Pero Pablo presenta todavía un
segundo candidato al que entregar el control sobre nosotros: el Espíritu Santo.
Mientras que el primer candidato, la bebida alcohólica, nos lleva a la
esclavitud y una progresiva destrucción de nuestra vida, el segundo candidato
obtiene el control en la medida en la que se lo otorgamos, y nos libera para
entonar “salmos, himnos y cantos de
alabanza … al Señor” (v 19 – PDT), “dando
siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo” (v. 20 – BAD). ¿No les parece que este segundo candidato tiene
amplia ventaja respecto al primero? No sean necios, sino prudentes en su
elección de amo. Su vida siempre estará bajo el control de algo o de alguien. El
control del Espíritu Santo es el único que nos llevará de bien a mejor. Todos
los demás amos, incluyéndonos a nosotros mismos cuando creemos que somos los
mejores dueños de nosotros mismos, nos engañan y nos llevan a la destrucción,
no solamente en esta vida sino por toda la eternidad. Como “hijo de papá”
sometete voluntaria, decidida y diariamente al control del Espíritu de Papá.
Tú como “hijo de papá”, ¿se puede
decir de ti: “igualito a su papá”? ¿Tú lo dirías de ti mismo? ¿Eres “de tal
palo tal astilla”? De este pasaje, ¿qué te está hablando Dios? ¿Qué vas a hacer
respecto a lo que el Espíritu Santo te está hablando? ¿Cómo responderás a su
voz? Y si no eres todavía un hijo del Papá Dios, invítalo ahora mismo a tu
vida. Ponte consciente, voluntaria y decididamente bajo el control del Espíritu
Santo. Dile: “Señor Jesús, reconozco que mi vida es un verdadero caos. No cabe
para mí otra descripción como la de “necio”. Pero he aprendido hoy que
entregarte a ti el control de mi vida, dejarme limpiar de mis pecados y recibir
de ti la vida eterna es lo más grande y prudente que puedo hacer. Quiero darte
mi vida para que hagas de ella algo según tu agrado y según tu plan perfecto
para mí. Tómala y hazme un “hijo de papá”. Gracias, Dios. En el nombre de
Jesús, amén.”
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