sábado, 14 de marzo de 2020

La iglesia, tu lugar de trabajo








            Este es un culto diferente a los del resto del año. Hoy es una sesión de trabajo o de negocios – los negocios del Señor de la iglesia. En este negocio, todos los que somos hijos del Dueño, tenemos nuestra responsabilidad y nuestro lugar. ¿Cómo puede ser esto? Dios ha dispuesto un lugar de trabajo dentro de su iglesia para cada uno de sus hijos. Ese lugar es determinado por el/los don/es que él ha dado a cada uno. Así lo dice su Palabra:

            F 1 Pedro 4.10-11

            En primer lugar dice Pedro aquí: “cada uno”. ¿Quién es “cada uno”? Pues, cada uno de los receptores de esta carta. En el inicio de esta carta, Pedro los identifica claramente: “Yo, Pedro, apóstol de Jesucristo, saludo a los que … fueron elegidos, según el propósito de Dios Padre y mediante la santificación del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser limpiados con su sangre…” (1 P 1.1-2 – RVC). Es decir, él escribe muy específicamente a personas que han aceptado a Cristo como su Señor y Salvador. Así que, esta exhortación en el capítulo 4 va para cada uno de nosotros que somos creyentes en Cristo, hijos de Dios. Cada uno. No hace excepciones. No dice: “a la mayoría”, o: “a unos cuantos elegidos o privilegiados”. ¡Cada uno que es hijo de Dios! Nadie se queda afuera. ¿Te consideras un hijo de Dios? ¿Has aceptado alguna vez a Cristo como tu Señor y Salvador? Entonces esta enseñanza es para ti, sin distinción de edad, género, clase social, raza, etc. Nadie se queda afuera. Cada uno.
            ¿Qué debe hacer “cada uno”? Lo dice a continuación: “Ponga … al servicio de los demás el don que haya recibido…” (v. 10 – RVC). Pedro no pone en duda si alguien tiene un don o no. No anima a poner en ejecución el don, por si haya recibido uno. “El don que haya recibido.” Cada cristiano tiene sí o sí un don espiritual, una capacidad sobrenatural, diferente a la habilidad natural, que el Espíritu Santo le ha dado en el momento de recibir a Cristo. En algunos es más notorio o más fácil saber cuál es su don, a otros les cuesta más descubrirlo. Pero de estar, está. Este texto no deja dudas en cuanto a esto.
            Podríamos sentirnos muy privilegiados, en una posición diferente a los que no son hijos de Dios - ¡y lo somos! En verdad somos privilegiados, porque Dios nos ha considerado dignos de recibir de él una habilidad especial que otros no tienen. Pero en vez de enmarcar mi don y colgarlo en la pared para que todos puedan admirar mi tesoro que tengo, Pedro nos exhorta a ponerlos al servicio de los demás. Un don no sirve si no es usado para bendecir a otros. Dios jamás tuvo la intensión de promover en nosotros el egoísmo e individualismo. Él nos creó seres sociales, en constante interrelación unos con otros. Por eso, también estas herramientas que son los dones son pensadas para bendecirnos unos a otros. Si no lo ponemos al servicio de los demás, fallamos el propósito de Dios con ese don. Él a lo mejor piensa: ‘¿Para qué le he dado ese don a este hijo o esta hija mía, si jamás piensa en usarlo?’
            Si usted ve en su hijo cierta habilidad y le compra algo que le sirva para desarrollar esa habilidad, su voluntad, obviamente, es que el hijo utilice lo que ustedes le han comprado, ¿no es cierto? Así que, ni siquiera deben preguntar si es la voluntad de Dios que usted use su don o no. ¿Para qué más le podría haber dado ese don? Tu don es al mismo tiempo también tu llamado. ¿Quieres saber cuál es la voluntad de Dios para tu vida? Fijate en qué don tienes, y sabes cuál es la voluntad de Dios. Además, Pedro aquí lo dice muy enfáticamente: “póngalo al servicio de los demás.” No hacerlo es fallar el propósito de Dios para tu vida. No hacerlo es desobediencia. En lo que sí le debes preguntar a Dios es en qué momento, en qué lugar y de qué manera él quiere que uses tu don. Cada don puede ser usado de muchas diferentes maneras. El lugar específico sí te lo debe indicar el que te dio tu don. Pero mientras esperas alguna indicación específica de parte de Dios, haz lo que esté a tu alcance. No te quedes tirado en la hamaca, esperando recibir alguna señal sobrenatural. Esta prédica ya es suficiente “señal sobrenatural” que necesitas en este momento. El don necesita ser desarrollado, y se desarrolla únicamente mediante el ejercicio. En la hamaca, el don sólo se pudre, pero no se desarrolla. Encontramos en la Biblia varias listas de dones diferentes, pero en ninguna de ellas figura el don de calentar sillas de la iglesia. Con el clima que tenemos aquí, se calientan solas. Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido.
            Haciéndolo, sigue diciendo Pedro, serás un “buen administrador de la gracia de Dios en sus diferentes manifestaciones” (v. 10 – RVC). Un don es una expresión de la gracia de Dios. No hemos merecido ningún regalo de ese tipo de parte de Dios. Que él de todas maneras nos lo ha dado, es por su pura gracia. Esta gracia tiene “diferentes manifestaciones”, dice Pedro. En el siguiente versículo él menciona dos de estas manifestaciones, pero Pablo menciona varias otra más. Es decir, los dones se muestran de muy variadas formas y expresiones. Y de esas manifestaciones variadas, Dios nos ha puesto como administradores. Si los ejecutamos, sirviendo a otros, somos buenos administradores. ¿Y si no lo hacemos? Pues, no seremos buenos administradores. ¿Y qué hará el gerente de una empresa con un mal administrador? No esperemos a que Dios tenga que hacer con nosotros la misma cosa.
            En el versículo 11, como ya dije, Pedro menciona dos de estas manifestaciones. En primer lugar, habla del don de enseñanza o de predicación: “Cuando hable alguno, hágalo ciñéndose a las palabras de Dios…” (v. 11 – RVC); “si alguno sabe hablar bien, que anuncie el mensaje de Dios” (TLA); “¿Has recibido el don de hablar en público? Entonces, habla como si Dios mismo estuviera hablando por medio de ti” (NTV); “Quien predica, hable como quien entrega palabras de Dios” (BNP). Pedro no pregunta aquí por quién tiene ese don, sino exhorta a quien sea que lo tenga a que lo ejerza bien, con responsabilidad, con excelencia. Una vez más, Pedro no hace distinción, si es hombre o mujer, por ejemplo. El tener el don es al mismo tiempo también el llamado, habíamos dicho. Si tienes el don, debes ejercerlo, sea quien fueres – claro, con la madurez y la capacitación correspondiente a esta gran responsabilidad. Pablo enseña claramente: “Es el mismo y único Espíritu quien distribuye todos esos dones. Sólo él decide qué don cada uno debe tener” (1 Co 12.11 – NTV). Si él decide dar el don de la Palabra o el don de predicar a una mujer, ¿quién soy yo para indicarle que se equivocó? Para mí, la discusión si una mujer puede predicar o no es una pérdida de tiempo. Más bien deberíamos usar esa energía y tiempo en hacer lo que nos corresponde hacer con nuestro don, en vez de querer prescribirle al Espíritu Santo a quién darle cierto don y a quién no. Si a él se le ocurrió darle ese don a una mujer, pues ¡que predique! Y lo mismo también para cualquier otro don que pueda tener.
            El segundo ejemplo que pone Pedro es el del servicio: “cuando alguno sirva, hágalo según el poder que Dios le haya dado” (v. 11 – RVC); “Cuando alguien preste algún servicio, préstelo con las fuerzas que Dios le da” (DHH). Nada podemos hacer por nuestras propias fuerzas. Dependemos de las fuerzas que Dios nos da. Pero si él nos ha dado un don, nos va a dar también el poder y la fuerza para ejercerlo.
            En este don del servicio están incluidos todos los del ministerio de ujieres, porque se trata de un ministerio de servicio. Pero en sentido más amplio, caben en este todos los demás dones, porque todos los dones son para servir a los demás, como ya Pedro nos había indicado en el versículo anterior. Así que, tengas el don que tengas, hazlo en nombre del Señor y según las fuerzas e indicaciones que provienen de él. El tener un don no te habilita para hacer lo que te canten las ganas, sino debes seguir sus indicaciones y aprovechar las oportunidades que Dios te da. O, en palabras de Pedro al final de este versículo: “Todo lo que hagan, háganlo para que Dios sea alabado por medio de Jesucristo, a quien pertenece la gloria y el poder para siempre” (DHH). Lo que hacemos, no es para que los demás nos admiren y aplaudan, sino para que Dios sea alabado, porque él es el único digno de aplausos y, además, esos dones no son míos, sino de él. Así que, no puedo pedir aplausos por algo que no he hecho yo, sino la habilidad y la fuerza que él me ha prestado con un fin muy específico.
            La iglesia es tu lugar de trabajo. Es el ámbito en el cual puedes y debes ejercer tus dones. Hay muchos dones que se ejerce hacia la gente que no conoce a Dios, pero es en nombre de la iglesia y con el propósito de llevarla a la iglesia, y, en definitiva, llevarla a Dios. Quizás hoy nos enfocamos más que nada en el equipo pastoral y sus servicios, pero esta enseñanza es para todos. Cada miembro del equipo pastoral es líder de uno de los ministerios de la iglesia. Ponete a su disposición para poder servir según el don que tengas.
            En la invitación para hoy decía: “Todos diferentes, pero unidos, sujetos a Cristo, poniendo el hombro para construir su iglesia.” Cada uno tiene un don diferente, y cada uno necesita al otro. Entre todos juntos, unidos por el amor de Dios, construimos la iglesia de Cristo. Este es tu lugar de construcción. Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido.


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