En nuestro tiempo de estudio en el
seminario teníamos un compañero que un día dijo: “La próxima vez que me toca
predicar voy a hablar sobre el tema: ‘Cómo llegar a ser tan humilde como yo’.”
Por supuesto que lo dijo en broma, y resultó ser muy buen chiste. El mismo
título ya es una contradicción en sí, así como es una contradicción ser
orgulloso de su humildad. Se dice que la humildad es la única virtud que, en el
momento en que uno se da cuenta de que la tiene, ya la ha perdido. Es decir,
cuando me sorprendo de cuán humilde soy, ¡había sido!, ya dejé de serlo…
Con este tema llegamos a la
penúltima característica del fruto del Espíritu: la humildad o mansedumbre,
según la traducen las diferentes versiones. Es uno de estos temas tramposos
sobre los cuales es muy fácil de hablar, pero que en la vida cotidiana muchas
veces brilla por su ausencia. Como ya saben, estas 9 características de la
presencia del Espíritu Santo en una persona las encontramos en los versículos
22 y 23 de Gálatas 5. Son 9 manifestaciones del carácter de Cristo en nosotros.
Entonces, al hablar de humildad, nos referimos al carácter de la persona, no a
su condición económica. Si alguien dice que fulano de tal es de origen humilde
o viene de una familia humilde, no está diciendo todavía absolutamente nada
respecto al carácter de esa persona. Puede ser de condiciones humildes, pero
ser un arrogante y orgulloso de aquellos. Así que, guiándonos por diferentes
pasajes de la Biblia, vamos a ver hoy de qué manera se manifiesta la humildad
de Gálatas 5.23 en la vida de un hijo de Dios.
Cuando pensamos en una persona mansa
y humilde, quizás nos imaginamos una persona con la cabeza agachada; que casi
no tiene voluntad propia; que dice “Sí, amén” a todo y a todos; que es el trapo
de piso de los demás. Pero fíjense lo que la Biblia dice de Moisés: “Moisés
era un hombre muy humilde. En toda la tierra no había nadie más humilde que él”
(Nm 12.3 – RVC). Les pregunto: ¿Moisés era el trapo de piso de todos? ¿Moisés
agachaba la cabeza y decía “Sí” a todas las exigencias de los demás? ¡De
ninguna manera! Moisés podía ser muy duro con los demás, podía dirigir a
millones de personas de Egipto a Palestina en un viaje de 40 años por el
desierto, Moisés podía legislar a toda una nación y enfrentar con autoridad a
los que se oponían a la voluntad de Dios. Y la Biblia lo llama “manso” y
“humilde”, poniéndolo como ejemplo solitario de esta característica. Nos damos
cuenta entonces que humildad no tiene nada que ver con debilidad. O como se
dice por ahí: “manso, pero no menso.” Más bien, “la mansedumbre, … supone una
gran fuerza interior y una enorme convicción para enfrentar situaciones
difíciles o adversas sin recurrir a la violencia o caer presa de sentimientos
de cólera y rencor” (www.significados.com/mansedumbre/). Una persona mansa o
humilde puede parecer ser débil, cuando en realidad está usando todas
sus fuerzas para sujetar su propio ser interior que clama por darle un mimito
con el puño al que se está burlando de él. Es como si la mansedumbre fuese otra
persona que de atrás ataja y domina a la persona que está querían abalanzarse
sobre cierto sujeto para darle su merecido. Es poder bajo sujeción. La persona
con mansedumbre sabe canalizar su fuerza. En vez de usar su fuerza para
partirle la cara al prójimo, la usa para controlar sus emociones y
pensamientos. ¿Cuál de las dos cosas les parece la más difícil? Cuando todo en
ti clama por acelerar y tirarle a la cuneta al que se comportó contigo en forma
tan imposible en el tráfico, es incomparablemente más difícil seguir tu camino
con una sonrisa en la cara como si nada hubiera pasado que ir y hacer lo que
tanto te reclama tu enojo. Y no digan que yo no sepa de qué estoy hablando…
Santiago 1.19 dice: “Amados hermanos míos, todos ustedes deben estar
dispuestos a oír, pero ser lentos para hablar y para enojarse” (RVC). ¿Qué
es lo más natural que uno hace al enojarse con otra persona? Uno empieza a
vociferar y a tirarle encima toda su bronca con una avalancha de palabras y
palabrotas. Si esto es natural para el ser humano, el Espíritu Santo quiere
producir en ti lo que es natural para un hijo de Dios. Pensá antes de actuar y
de hablar. Considera bien lo que vas a hacer. Esto es lo que hace una persona
mansa. Entonces vemos que la mansedumbre no tiene nada que ver con la
debilidad. Es más bien todo lo contrario. Tiene mucho que ver con el dominio
propio que veremos en la última prédica acerca del fruto del Espíritu.
Parecido a esto, la humildad tampoco
es tener baja autoestima. Más bien, la persona humilde tiene una opinión
equilibrada de sí misma y de los demás: “No sean arrogantes, sino háganse
solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben” (Ro 12.16 –
NVI). La persona arrogante y orgullosa sólo se ve a sí misma. Los demás no
existen para ella, a no ser para servirle y besarle los pies. Pero la persona
humilde sabe elevar y honrar a los demás, como si fueran más importantes que
ella misma: “No hagan nada por rivalidad o vanagloria. Que cada uno tenga la
humildad de creer que los otros son mejores que él mismo” (Flp 2.3 – BLA).
No estamos hablando aquí de valor. En cuanto a valor como ser humano todos
estamos en el mismo nivel. Más bien Pablo está refiriéndose a atribuirle más
honor a los demás que a sí mismo. Puede que a algunos les suene esto a tener
una baja autoestima, considerarse a sí mismo como lo peor. Pero no tiene nada
que ver con eso. La persona que se considera peor que todos los demás, también
se centra sólo en sí misma. Es tan egocéntrica como la que se cree la última
Coca Cola del desierto. Las dos son manifestaciones de orgullo, sólo que una
está camuflada de supuesta humildad. Es una persona orgullosa de su humildad.
Pablo describe a este tipo de personas en estos términos: “Hay gente que
aparenta tener humildad, adora a los ángeles, siempre habla de las visiones que
ha tenido y quiere que todos la imiten. No les hagan caso ni dejen que decidan
lo que ustedes deben hacer. Ellos presumen de lo que no han visto y se guían
sólo por ideas humanas” (Col 2.18 – PDT). En cambio, el que estima a otros
como mejores que él mismo lo hace porque no se centra en sí mismo, sino en los
demás. No está en una competencia de compararse a sí mismo con los demás. Se
olvida de sí mismo y sólo ve a los otros y procura elevarlos a los demás y
hacer que ellos reciban honra. Es por eso que dijimos que la persona con
humildad no se da cuenta de esa humildad, porque no se fija en sí misma. Por
eso tampoco le preocupará recibir honra, sino la dará siempre a los otros, de
modo genuino. Sólo se somete a Dios y deja todo lo demás a cargo de él, como lo
expresa el apóstol Pedro: “…humíllense ante el gran poder de Dios y, a su
debido tiempo, él los levantará con honor” (1 P 5.6 – NTV).
Otro detalle que podemos encontrar
en la Biblia acerca de la humildad es que a Dios le agrada esa actitud. Los
humildes gozan de su favor. Leemos, por ejemplo: “Tú salvas a los humildes,
pero humillas a los soberbios” (2 S 22.28 – RVC). El salmista declara: “Tú,
Señor, estás en las alturas, pero te dignas atender a los humildes; en cambio,
te mantienes alejado de los orgullosos” (Sal 138.6 – RVC). Y también el
apóstol Pedro escribe: “…revístanse de humildad en su trato mutuo, porque Dios
resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes” (1 P 5.5 – NBLH).
“Humildad” y “humillación” no son la misma cosa – excepto si uno mismo lo hace.
El que es verdaderamente humilde, se humillará ante los demás y se sujetará a
los que tienen autoridad y, especialmente, ante Dios. Pero si otros le
humillan, es tremendamente humillante… Es decir, recibir un trato humillante es
muy dañino y hasta puede marcar a una persona de por vida. El bullying del que
ahora todo el mundo habla no es absolutamente nada nuevo. Se refiere a la
humillación y la burla que una persona sufre de parte de otros. Esto siempre ha
existido, y nadie ha dicho nada. Ahora que se le dio un nombre sofisticado,
está en boca de todos. Y realmente es algo sumamente despreciable cuando
alguien le proporciona este trato a otro ser humano. ¿Dios también hace
bullying? Él sabe humillar a los soberbios, pero siempre es con el propósito de
salvar a una persona. Él procura hacerle ver que su arrogancia no trae ningún
beneficio para nadie. El ser humillado por Dios es radical. En la Biblia
encontramos muchos ejemplos de esto. Nabucodonosor es uno de ellos. Después de
creerse la octava maravilla del mundo, tuvo que vivir varios años a la
intemperie como animal salvaje. Pero le sirvió esta humillación para reconocer
quién es en realidad la maravilla, no solo del mundo, sino de todo el universo.
Al final él mismo dice: “Ahora pues, yo, Nabucodonosor, alabo, honro y
glorifico al Rey del cielo, porque todo lo que hace es verdadero y justo, y
puede humillar a los que se creen importantes” (Dn 4.37 – DHH). Así que,
más te vale que te humilles a ti mismo y no que seas humillado por Dios.
Uno de los favores que Dios otorgará
a los humildes es que él escuchará sus oraciones: “Señor, tú escuchas la
oración de los humildes, tú los animas y los atiendes” (Sal 10.17 – DHH).
¡Cuántas veces no hemos experimentado ya esto!
En este mundo, normalmente no se le
da mucha importancia a la humildad. Es que se cree que cuanto más alto uno
puede subir sobre las cabezas de los demás, más héroe es. Pero este concepto va
totalmente en contra de lo que la Biblia dice al respecto. El salmista dice: “…los
humildes heredarán la tierra y disfrutarán de gran bienestar” (RVC). Esto
se parece mucho a lo que también dijo Jesús en el Sermón del Monto: “Dichosos
los humildes, porque recibirán la tierra como herencia” (Mt 5.5 – NVI),
mientras que el mundo cree que los violentos, los atropelladores y los
arrogantes lograrán dominar la tierra.
En cambio, para los hijos de Dios,
la humildad es incluso más importante que la honra. O, dicho de otra manera, la
humildad es el camino para alcanzar verdadera honra. El sabio Salomón dice: “El
honrar al Señor instruye en la sabiduría; para recibir honores, primero hay que
ser humilde” (Pr 15.33 – DHH). Y 3 capítulos más tarde él repite: “Antes
de la ruina el corazón fue soberbio, antes de la gloria fue humilde” (Pr
18.12 – BNP); “tras el orgullo viene el fracaso; tras la humildad, la
prosperidad” (DHH). Entonces, si analizas tu corazón, sabes dónde vas a
parar si sigues ese camino. Si prevalece en ti la soberbia, terminarás en la
ruina. Si prevalece en ti la humildad, serás exaltado. El problema es que la
humildad es difícil de reconocer por nosotros mismos porque, como dije al
principio, si nos damos cuenta de que somos humildes, ya dejamos de serlo. La
humildad es algo que los demás notarán en nosotros, no nosotros mismos. Es como
si la lleváramos como una mochila en la espalda. Por eso nosotros no la podemos
ver, pero sí los demás. Por lo tanto, esta autoevaluación es en realidad algo
difícil de hacer, pero sí podemos notar si el orgullo nos domina frecuentemente,
y también podemos ver qué futuro nos espera si permanecemos en esa condición.
Pero es justamente en estos momentos
que nos es de tanta ayuda poder comprarnos, no con otras personas, sino con la
medida perfecta: Jesús es el ejemplo por excelencia de humildad. Él dijo: “Lleven
mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
hallarán descanso para su alma” (Mt 11.29 – RVC). Jesús es el único que
puede decir: “Sean tan humildes como yo.” Él nos mostró la verdadera fuerza de la
humildad que no se asqueó ante la miseria humana, que no dudó en tocar a los
enfermos con los peores padecimientos, que no se resistió de ser muerto por
amor, pero que tuvo también el valor de llamarles la atención a los fariseos o
a los soldados que lo maltrataron. En él se cumplió lo que había dicho el
profeta Isaías: “Fue maltratado, pero se sometió humildemente, y ni siquiera
abrió la boca; lo llevaron como cordero al matadero, y él se quedó callado, sin
abrir la boca, como una oveja cuando la trasquilan” (Is 53.7 – DHH). Poder
bajo sujeción.
Y si nuestro Maestro y ejemplo es
así, la humildad debe ser también la marca característica de un hijo de Dios.
Pablo escribe a los colosenses: “Dado que Dios los eligió para que sean su
pueblo santo y amado por él, ustedes tienen que vestirse de tierna compasión,
bondad, humildad, gentileza y paciencia” (Col 3.12 – NTV). Tenemos que
vivir acorde a nuestra naturaleza en Cristo. Su carácter tiene que hacerse
visible en nosotros. Este es el requisito básico para exhortar a otros: “Hermanos,
es posible que alguno de ustedes caiga en la trampa del pecado. Ustedes, que
son guiados por el Espíritu, acérquense a él y ayúdenle a corregir su error.
Pero ¡ojo!, háganlo con humildad pues ustedes también pueden caer en tentación”
(Gl 6.1 – PDT). “Y cuando corrijas a tus enemigos, hazlo con humildad. Tal
vez Dios les dé la oportunidad de arrepentirse y de conocer la verdad” (2 Ti
2.25 – TLA). La corrección o reprensión a otros por sus faltas puede tener el
efecto deseado únicamente si lo hacemos con humildad, sabiendo que estamos
expuestos al mismo peligro de los demás. Eso es amor. El pretender corregir a
los otros desde arriba, creyéndonos los santos infalibles, no refleja el deseo
de que los demás enmienden su vida, sino de hacer alarde de mi (supuesta)
perfección.
Para resumir y profundizar lo que
hemos vista hasta ahora, podemos decir lo siguiente respecto a la humildad:
·
Los mansos son enseñables y están
dispuestos a aceptar disciplina.
·
“Una persona que actúa con
humildad no tiene complejos de superioridad, ni tiene la necesidad de estar
recordándoles constantemente a los demás sus éxitos y logros; mucho menos los
usa para pisotear a las personas de su entorno.” (https://www.significados.com/humildad/)
·
“…la humildad es una actitud del
corazón, no simplemente una conducta externa. Alguien podría tener una
apariencia de humildad, pero con un corazón lleno de orgullo y arrogancia.” (https://www.gotquestions.org/Espanol/biblia-humildad.html).
·
“Ser humilde significa ser
realista con la percepción que tienes sobre ti mismo. Implica reconocer tus
fortalezas, pero tus debilidades también; conocer tus talentos, pero también
tus limitaciones. Todo lo que esté por encima o por debajo de esta percepción
objetiva de ti mismo es orgullo. … La humildad se demuestra cuando contestas
honestamente sobre ti cuando te preguntan. Por lo general, no es necesario
anunciar tus talentos con tus labios, ya que la manera en que vives hace un
mejor trabajo.
Piensa en esto: Jesús era tan humilde que, a pesar de todos los
milagros que hizo y las lecciones que les enseñó a miles de personas, Judas
tuvo que besarlo para que los soldados supiesen a quién arrestar.” (https://verdadyfe.com/2012/07/09/
que-significa-ser-humilde/)
·
Puedes desactivar los argumentos
cuando eres humilde y no tienes que ganar cada discusión. … Tú puedes manejar
el tratamiento injusto pacíficamente cuando eres humilde y puedes responder al
tratamiento injusto sin ser vencido por la amargura. … Tú puedes pedir perdón
cuando eres humilde. … Tú puedes hablar con cortesía y con amor,
independientemente de la situación, incluso si tienes que ser firme o tomar
acciones fuertes.” (https://mvmspanish.wordpress.com/2011/06/13/ comprender-el-significado-de-la-humildad-en-la-biblia-1-pedro-55/)
¿Qué pueden llevarse como tarea para
la casa? No les sirve que les diga que deben cultivar más la humildad. Es
inútil por las mismas características de la humildad. Pero sí pueden y deben
estar alertas a las señales de la soberbia, la arrogancia o el orgullo que
siempre quiere tener la razón y estar por encima de todos los demás. Lo único
que puedes perder al dar la preferencia a otros es tu orgullo – y esa es una pérdida
muy deseable. Y también puedes y debes aferrarte cada día más a Jesús, cultivar
la intimidad con él, llenarte de su Palabra, para que lentamente su presencia y
su carácter se hagan cada vez más visibles en ti. Es un proceso de toda la
vida, pero ¡vale la pena recorrelo!
La humildad... Un gran fruto del Espíritu Santo.... Excelente tema. Graciad por compartir.. Por públicar.. Espero que siga publicandos más y más.
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