lunes, 3 de junio de 2019

Día de acción de gracias








            El 16 de junio se celebrará aquí en la colonia el día de acción de gracias por la cosecha. Para muchos, es un día de profundo significado y emociones por todos los recuerdos que este evento despierta en ellos, probablemente desde la niñez. Para otros, quizás es hoy la primera vez que escuchan hablar de un evento así. ¿De dónde viene esta celebración? ¿Cuál es su origen? Investigando un poco, descubrí que un tipo de fiesta de acción de gracias era costumbre ya en la antigüedad en muchas culturas y religiones que agradecían a sus divinidades respectivas por el éxito en sus labores, generalmente agrícolas. Como para el invierno dependían de lo que habían cosechado en el verano y otoño, daban gracias por todo lo que habían podido recoger.
            Entre los que celebraban esto, estaban también los judíos. Encontramos en el Antiguo Testamento instrucciones claras que Dios le deja a su pueblo para esta celebración. Es posible que los primeros cristianos se hayan inspirado en estas fiestas para realizar también una fiesta similar. Las referencias más antiguas de esta celebración en la iglesia cristiana datan del tercer siglo. Es decir, en el año 200 y algo, se ha celebrado por primera vez una fiesta de acción de gracias entre los cristianos de esa época. En ese sentido, la fiesta de acción de gracias de hoy en día no es una fiesta de origen bíblico, como por ejemplo la pascua, que tiene sus orígenes en los grandes hechos de Dios para con su pueblo en el Antiguo Testamento, continuando luego con el sacrificio de Cristo por la humanidad, ocurrida precisamente durante la fiesta de pascua judía. La fiesta de acción de gracias tiene antecedentes mucho más generales, sin importar la cultura y la religión de quienes lo han celebrado en la antigüedad. Pero sí hay una relación indirecta y bastante fuerte, por lo menos para nosotros los cristianos, entre nuestra fiesta de acción de gracias y estas fiestas del Antiguo Testamento. Hay varios elementos que deberíamos tener en común con los judíos del Antiguo Testamento al celebrar hoy una fiesta similar.
            ¿Cómo fue entonces esta fiesta en el Antiguo Testamento? En primer lugar, encontramos una orden general en cuanto a las festividades judías. Estas instrucciones fueron dadas a Moisés en el marco de toda la legislación que Dios le transmitió, junto con la entrega de los 10 Mandamientos.

            F Éx 23.14-17

            En este pasaje, Dios ordena a su pueblo celebrar principalmente 3 fiestas al año. Había otras festividades más, pero estas tres eran las primordiales para las cuales todo varón israelita nacido en Palestina tenía que irse sí o sí a Jerusalén. Las tres eran fiestas de agradecimiento. La primera, de los Panes sin Levadura, era para festejar la salida del pueblo de Egipto y la salvación de los primogénitos por parte de Dios. La segunda, la Fiesta de la Siega, Fiesta de las Primicias o Fiesta de las Semanas, fue más tarde conocida como Pentecostés. Era una fiesta para la entrega de las primicias en agradecimiento, y para pedir que Dios bendiga su cosecha. La tercera, la Fiesta de la Cosecha, era para agradecer al final de la cosecha por los resultados obtenidos. Así vemos que los judíos celebraban en realidad dos veces al año una fiesta de acción de gracias por la cosecha.
            Encontramos instrucciones acerca de la fiesta de las primicias o fiesta de la siega en varios pasajes de la Biblia.

            FLv 23.16-22
            FDt 16.9-12

            En esta fiesta se conmemoraba la entrega de la ley en el monte Sinaí y la renovación del pacto de Dios con su pueblo. También se presentaban ofrendas con los primeros frutos de la cosecha del trigo y los primeros animales nacidos en los rebaños. Por eso se llama también fiesta de las primicias. La celebración incluía llevar una “ofrenda mecida” de dos hogazas de pan, sacrificios de animales (corderos de siete años, un toro y dos carneros) y una ofrenda líquida en acción de gracias por una buena cosecha. Una cabra también debía ser sacrificada como ofrenda por el pecado del pueblo. Esta primera fiesta de la siega, o fiesta de las semanas, se realizaba en el mes de junio para celebrar la cosecha del trigo
            Instrucciones en cuanto a la tercera festividad, la de los tabernáculos o la fiesta de la cosecha, encontramos también en diferentes pasajes:

            FLv 23.33-44
            FDt 16.13-17

            La última cosecha del año tenía lugar en el otoño antes de la estación lluviosa, y señalaba el comienzo de un nuevo año agrícola. En ese tiempo se juntaba y almacenaba el resto del grano maduro. El acontecimiento de siete días también era conocido como “fiesta de la cosecha” y era simbolizado por la construcción de cabañas decoradas con verdor por los cosechadores. La fiesta estaba relacionada con la tradición israelita en conmemoración del peregrinaje por el desierto. También fue la oportunidad para la dedicación del templo de Salomón en Jerusalén (1 R 8.65). O sea, había varios acontecimientos históricos que se conmemoraban en esta fiesta.
            El primer día se hacía una reunión santa (un culto) y no se hacía ninguna clase de trabajo. Durante estos siete días se quemaban ofrendas al Señor. El primer día de la fiesta se tomaban los mejores frutos de los árboles, hojas de palmeras y de los campos frondosos y álamos del río como una ofrenda especial. Durante estos días los israelitas de nacimiento debían vivir en enramadas para que todos sus descendientes supieran que cuando Dios los sacó de la tierra de Egipto los hizo vivir en enramadas.
            Era la fiesta más grande de todas y con una mayor asistencia, ya que la última cosecha había finalizado y ahora todos podían descansar y celebrar.
            Era también la fiesta más alegre de todas ya que estar alegres era un mandamiento de esta fiesta: “Alégrense en esta fiesta junto con sus hijos y sus esclavos, y con los levitas, extranjeros, huérfanos y viudas que vivan en su ciudad” (Dt 16.14 – DHH).
            Un matrimonio de judíos mesiánicos describe la celebración de esta fiesta en las siguientes palabras: “Construimos una SUKA (una cabaña) recordando las cabañas en las que vivieron los hijos de Israel en el desierto, celebramos la protección de Dios durante los 40 años de peregrinación en el desierto cuando nos dirigíamos a la Tierra Prometida.
            Estas cabañas que construimos también nos recuerdan que la vida en esta tierra es pasajera.
            Llevamos a cabo el mandamiento de las Cuatro Especies. Nuestra tradición nos enseña que se debe tomar una fruta cítrica, una rama cerrada de palmera, tres ramas de mirto y dos ramas de sauce. Cada día de la fiesta (menos en Shabat) se cogen las 4 especies, se recita una bendición y se agitan hacia arriba y hacia abajo en todas las direcciones de una forma establecida.
            Posiblemente Jesús nació en esta fiesta.
            Un día Dios hará su morada (Sucá) entre nosotros y reinará sobre toda la tierra.” (http://ministerioluzalasnaciones.com/ index.php/estudiosbiblicos/32-limitacionessatanas)
            Estas fiestas de acción de gracias por las cosechas hacían ver a las personas de cuánto dependían de Dios para tener el pan de todos los días. A veces, el “pan diario” no es tan diario; o por lo menos no es automático, sino se tiene que trabajar muy duro para obtenerlo. Especialmente aquí en el Chaco entendemos este principio muy bien, ya que la actividad económica principal es la agricultura y ganadería, y los dos dependen casi exclusivamente del clima. Aunque se puede prever muchas cosas y prepararse para largos períodos de sequía, pero si estos se extienden más de la cuenta, o si en un día llueve 400 milímetros, el ser humano se da cuenta de su tremenda limitación e impotencia. Agradecer, entonces, a Dios si se ha obtenido buen fruto de su trabajo es poca cosa.
            Ahora, esta es la descripción de las fiestas de los judíos, así como los encontramos descritos en el Antiguo Testamento. ¿Qué podemos extraer de estas festividades que deberíamos aplicar a nuestra celebración hoy en día? Encuentro varios puntos.
            1.) Por un lado, es una fiesta. Es un momento de pasarlo bien en compañía de otras personas. Y es una fiesta muy alegre. Hay muchos elementos que uno puede incluir en una fiesta de acción de gracias que nos ayudan a que el evento realmente sea una fiesta alegre: la misma decoración que se suele hacer con los frutos del campo aporta mucho a esto; la música suele ser siempre parte importante de una fiesta; testimonios de la bendición de Dios en la vida de algunas personas siempre causan gozo en los que los escuchan; la Palabra de Dios, quizás especialmente algunas promesas o historias que ilustran la intervención prodigiosa de Dios de la vida de un personaje bíblico, siempre es un ingrediente fundamental en una fiesta gozosa; una comida rica suele ser también siempre parte de una fiesta agradable, etc. La creatividad de las personas puede agregar muchos elementos más a esta característica.
            2.) Parecido a esto, las fiestas de las cosechas de los judíos siempre eran fiestas de celebración, de alabanza y de gratitud. Dios es claramente reconocido como la fuente, como el proveedor de toda bendición material, y es exaltado como tal. A la vez, esto crea en nosotros la conciencia de dependencia y sumisión a él.
            3.) Siempre las fiestas eran acompañadas de sacrificios. Me llama mucho la atención una frase de estos textos. Dios dice: “Nadie deberá presentarse ante el Señor con las manos vacías” (Dt 16.16 – DHH). Entre paréntesis: ¿Tuviste en cuenta esto al prepararte para venir hoy al culto? Si uno lee otros detalles más que la Biblia da respecto a la celebración de estas fiestas, es impresionante la cantidad de animales que se tenía que sacrificar cada día en honor a Dios. Puedo estar muy alegre y agradecido por todo el logro material que he obtenido, pero si no estoy dispuesto a sacrificar algo al Señor para demostrar mi gratitud, no es verdadera adoración. Es una emoción egoísta que se alegra por la cosecha, pero que no está dispuesta a compartir nada. Cuando David quiso levantar un altar donde ofrecer holocaustos al Señor para redimir su pecado, el dueño del lugar estaba tan emocionado por la visita de David que le quiso regalar el lugar donde edificar el altar. Pero David le dijo: “De ninguna manera. Yo te pagaré su precio. No voy a ofrecer al Señor mi Dios holocaustos que no me cuesten nada” (2 S 24.24 – RVC). Si mi entrega al Señor no me llega a doler, probablemente no fue de corazón.
            Esto fue lo que Jesús observó un día en el área de ofrendas en el templo. Muchos ricos dieron mucha plata, pero no fue de “olor agradable” para el Señor. Pero las únicas dos moneditas de la viuda fueron un aroma de adoración insuperable para Dios (Mc 12.41-44). ¿Por qué? Porque los ricos ni se dieron cuenta de lo que daban. No les costó nada. Ni lo sintieron. Daban sin poner el corazón en ello. Era un dar por costumbre, quizás por un sentido de deber religioso. En cambio, la viuda daba todo lo que tenía, porque sabía que su bienestar no dependía de esas dos moneditas. Su vida dependía de Dios, que provee hasta para los pajaritos (Mt 6.26). Con esto, ella venció el espíritu demoníaco de Mamón que sí tenía preso a los otros dadores. Alguien dijo que no importa cuánto das, sino con cuánto te quedas, porque esto determinará tu grado de confianza en la provisión de Dios para todas tus necesidades. Si el soltar esos billetes en el canasto de las ofrendas te causa una lucha interior, entonces estás empezando muy bien. Y si a pesar de la lucha lo das por amor al Señor, entonces también has vencido al espíritu de Mamón, y empiezas a experimentar la libertad de manejar tu dinero según las instrucciones de Dios.
            No pretendo hacer una prédica sobre el dinero, pero es importante recalcar esto. Si lo que aportas para la obra de Dios se parece más a un sacrificio que a una limosna, entonces estarás en una situación parecida a la de los judíos en la fiesta de acción de gracias. ¿Acaso no creen que más de uno habrá calculado el precio de estos animales preciosos, sin defecto alguno, los más gorditos y prometedores de la manada, que ahora él tenía que sacrificar para el Señor? Pero lo daban, y con júbilo. Cuando la próxima vez que en la iglesia se diga: “Vamos a recoger la ofrenda”, tú das un salto y lanzas un grito de júbilo, entonces habrás entendido.
            4.) Los judíos daban “…conforme a los bienes con que el Señor su Dios lo haya bendecido” (Dt 16.17 – DHH). Como era un pueblo netamente agropecuario, daban animales y productos del campo. Hoy en día podríamos ver también otras formas de dar, según la actividad o el sustento que cada uno genera para sí y su familia. Quizás no todos tienen árboles frutales para traer algo para decorar la iglesia. Pero quizás pueden vender algo de su producción y comprar con ese dinero algo que pueda contribuir a la decoración.
            Teníamos este año la idea inicial de celebrar nuestro aniversario como iglesia de Costa Azul de una manera similar: que cada uno aporte algo del fruto de su actividad diaria para donarlo y después poder bendecir con ello a los vecinos. Nos gustó mucho la idea, pero cuando pensamos en la realización práctica, nos encontramos con algunos inconvenientes. Como yo hago pan, podría aportar unos panes, pero por la intensidad de los preparativos en la iglesia, tendría que hacerlos ya a mitad de semana. Y pan de 3 días ya no sería tan “sin defecto” como para ofrendarlo. También pensamos en cómo lo podría hacer un hermano que vendía seguros de sepelios. Si de repente aparecería cargando un ataúd, tampoco sería buena idea. Así que, al final cambiamos la metodología, pero con el mismo énfasis de bendecir a algunas familias carenciadas del vecindario.
            5.) Era una fiesta de generosidad para con los más necesitados. En muchas partes de la Biblia encontramos que se habla de los extranjeros, los huérfanos y las viudas como ejemplos de máximo desamparo y necesidad. Y los de ustedes que han estado o están en una situación de estas, sabrán por qué la Biblia dice esto. Pero estas fiestas eran para compartir con todos ellos. Dios dice: “…harán fiesta delante del Señor su Dios, … junto con sus hijos y sus esclavos, y con los levitas, extranjeros, huérfanos y viudas que habiten en su población. Recuerden que también ustedes fueron esclavos en Egipto” (Dt 16.11-12 – DHH). Algo muy similar se ordena para ambas fiestas anuales de gratitud por la cosecha. Todos tenían que participar de estas fiestas de gran alegría y gratitud: los hijos, porque todavía no generaban sus propios ingresos; los esclavos, porque prácticamente no tenían derecho y voluntad propios; los levitas o encargados de la vida religiosa, porque se dedicaban exclusivamente al culto en el templo y no tenían tierras propias; y los extranjeros, las viudas y los huérfanos por su situación de extrema necesidad. Es más: ya al realizar la cosecha se debía pensar en los necesitados. Dice uno de los textos que leímos hoy: “Cuando llegue el tiempo de cosechar, no recojas hasta el último grano de tu campo ni rebusques las espigas que se hayan quedado. Déjalas para los pobres y los extranjeros” (Lv 23.22 – DHH). Una aplicación práctica de este principio encontramos en la historia de Rut y Booz, cuando él ordenó a sus cosechadores de dejar caer a propósito algo de la cebada y del trigo que estaban juntando en gavillas (Rut 2.16). ¿Con quién podrían compartir ustedes su alegría y gratitud al Señor por su abundante bendición para ustedes? Verdadero amor y verdadera gratitud no son mezquinos, sino generosos para con los demás.
            Probablemente se podría extraer varios otros principios más de estos textos y aplicarlos a nuestra vida en general y en especial a la fiesta de acción de gracias. Pero lo principal es nuestra gratitud a Dios por el sustento que él nos hace llegar cada día. El salmista David pudo testificar: “Yo fui joven, y ya he envejecido, pero nunca vi desamparado a un justo, ni vi a sus hijos andar mendigando pan” (Sal 37.25 – RVC). Creo que todos nosotros podríamos testificar de esto también. Podemos haber estado muy apretados, pero siempre la fidelidad de Dios ha hecho que no nos falte lo más esencial para la vida. Generalmente todo lo contrario: nos bendice sobremanera. Y todo es por su gracia. Si no fuera por la bendición de Dios, no tendríamos cosechas para celebrar ni el sustento para el día a día. La tierra sigue produciendo abundante fruto, y nosotros seguimos disfrutando de ello. ¡Alabado sea Dios!

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