miércoles, 27 de junio de 2018

Estrategia de batalla









            ¿Alguna vez han tenido un problema? Bien por ustedes. Yo casi nunca tengo un problema. No, esperen, déjenme corregir la entonación: casi nunca tengo un problema, generalmente son 3 o 4 al mismo tiempo. ¿Pero cuál es la forma más efectiva de lidiar con los problemas que nos asaltan? En una guerra es esencial tener una buena estrategia de combate para tener éxito. Nuestra lucha con los problemas requiere de algo muy similar, porque son parte de una guerra espiritual en la que nos encontramos. Las diferentes batallas que nos toca lidiar cada día pueden ser muy diversos. Pero hoy queremos ver un ejemplo que nos puede dar pautas o principios generales acerca de cómo plantarse ante las dificultades. Puede ser que tu lucha contra un problema que tienes en este momento pueda ni parecerse al ejemplo que vamos a ver hoy y tener resultados muy diferentes, pero te dará principios generales que te van a ayudar en cualquier situación difícil.
            El ejemplo que nos ocupará en esta mañana se encuentra en 2 Crónicas 20. Es la historia de Josafat frente a la amenaza de los enemigos. Vamos a leerla por partes a lo largo de la prédica.

            F2 Cr 20.1-3

            Este texto nos da el panorama general de la historia, y de aquí se desprende nuestro primer principio para elaborar una estrategia de lucha contra los problemas de la vida:

            1.) No seas presa de las emociones negativas.
            La situación de Josafat y de todo el pueblo estaba muy delicada. Tres pueblos se habían aliado para atacar a Jerusalén. Es como yo dije hace ratito que no se nos viene encima un solo problema, sino tres o cuatro juntos. ¿Y cuál es la reacción natural ante este tipo de situaciones? Preocupación, desesperación, nerviosismo, o miedo, como en el caso de Josafat. Son reacciones totalmente naturales y humanas, y nadie, ni un rey y hombre de Dios como Josafat, está libre de esto. ¿Pero en qué se manifiesta la verdadera grandeza de una persona? En no permitir que estas emociones fuertes y negativas dominen su reacción y su proceder. Una persona presa del miedo puede llegar a paralizarse, congelarse, y no hacer nada; puede llegar a huir; puede gritar y golpear histéricamente todo lo que encuentra; puede tener cualquier reacción de cortocircuito. Pero, ¿qué hizo Josafat? Él sí tuvo miedo, pero no permitió que ese miedo lo controlara, sino él dominó a sus emociones negativas y reaccionó de manera muy positiva y productiva.
            Es de suma importancia en momentos de aflicción saber que para los hijos de Dios las circunstancias que nos rodean no son toda la verdad. Detrás y por encima de estas circunstancias está nuestro Dios todopoderoso que todo, ¡todo! lo tiene bajo su control. ¡Esa es la verdadera verdad, valga la redundancia! La Palabra de Dios dice: “Encomienda a Jehová tu camino, confía en él y él hará” (Sal 37.5 – RV95); “pon tu camino en las manos del Señor; confía en él, y él se encargará de todo” (RVC); “pon tu vida en las manos del Señor; confía en él, y él vendrá en tu ayuda” (DHH). No te desesperes. El Señor jamás te dejará colgado. Quizás las cosas no se dan en la forma que tú piensas, o en el momento que tú piensas, pero no te hundirás. ¡Te lo aseguro porque su Palabra así lo dice, y porque yo lo he experimentado tantas veces ya!
            Con esto ya estamos entrando en el segundo principio de nuestra nueva estrategia de batalla:

            2.) Acude a Dios

            F2 Cr 20.4-12

            Ante la amenaza de los enemigos, Josafat hizo lo único correcto en estas situaciones: buscó intensamente a Dios. Y no solamente él, sino que convocó a todo el pueblo. Así, la oración tiene más efecto, ya que, como Jesús enseñó cientos de años más tarde: “Si dos de ustedes se ponen de acuerdo aquí en la tierra para pedir algo en oración, mi Padre que está en el cielo se lo dará. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18.19 – DHH). Ante la amenaza de los enemigos, Josafat tenía la misma actitud que Pedro: “Señor, ¿a quién iríamos? Sólo tus palabras dan vida eterna” (Jn 6.68 – BLPH). Ante las dificultades de la vida no debemos reunir en primer lugar un consejo de guerra, ni mucho menos publicar nuestra desgracia en Facebook o en el estado de WhatsApp, sino acudir a Dios, porque, como dijo Jesús: “…sin mí no pueden ustedes hacer nada” (Jn 15.5 – DHH). La persona que diga que quemó todos los cartuchos y que ya no le queda nada más que orar, no entendió todavía quién es Dios y quiénes somos nosotros. Dependemos totalmente de él. ¡Sin él, nada somos en absoluto! Dios es el único cartucho que tenemos.
            Es que estamos en una guerra espiritual. Vivimos en un mundo caído en pecado y dominado por Satanás. No estoy diciendo que cualquier problema que haya sea siempre culpa de Satanás. Muchas veces somos nosotros mucho más culpables de nuestros males que él. Pero lo que quiero decir que, al final de cuentas, todo mal proviene de Satanás, y él intentará por todos los medios derribarnos y hacernos perder el camino que Dios ha diseñado para nosotros. Por eso debemos mantener en todo momento la perspectiva de Dios para nuestra vida.
            Es que cuando estamos en plena tormenta, no entendemos más ni dónde está arriba y dónde queda abajo. Estamos siendo tirados de un lado a otro. Pero cuando en medio de esa turbulencia elevamos nuestra mirada a Dios y gritamos por su auxilio, el problema empieza a adquirir su tamaño real. Mientras que nos concentramos únicamente en nuestro problema, éste llega a ocupar totalmente nuestro campo visual. No vemos más nada que problemas, y nos sentimos completamente impotentes. Ahí llega el momento de declarar nuestra impotencia, pero no como un mensaje de autocondenación y derrota, sino como una declaración de dependencia de Dios, como lo hizo Josafat en el versículo 12: “no tenemos fuerza para enfrentar a semejante ejército que se nos viene encima. No sabemos qué hacer y por eso nuestros ojos están fijos en ti” (PDT). Al concentrarnos en Dios y su omnipotencia, nuestro problema empieza a disminuir, y la presencia y el ser de Dios llegan a ocupar todo nuestro campo visual. La mente se despeja y puede pensar otra vez más claramente. Experimentamos la verdad expresada por el profeta Isaías: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado” (Is 26.3 – RV95). Así que, ante cualquier problema que tienes, por más amenazante y arrollador que se presente ante ti, no te dejes dominar por el miedo y la desesperación, sino busca inmediatamente la presencia de Dios. No te concentres en las circunstancias; ¡concéntrate en Dios! Es algo tremendamente difícil de hacer cuando la tormenta es fuerte, pero ¿quién dijo que una batalla sería fácil? Es básico hacer esto, pero el proceso hacia la victoria no termina aquí todavía. El tercer paso es:

            3.) Sigue las instrucciones de Dios

            F2 Cr 20.13-19

            Cuando estés orando, derramándote ante el Señor, presta mucha atención a lo que el Señor te está diciendo. Lastimosamente, muchos se quedan en el paso anterior de clamar a Dios, esperando quizás que el problema se disuelva en el aire por arte de magia. Cuando el pueblo de Israel estaba apretado entre el mar Rojo y el ejército de Faraón, Dios le dijo también a Moisés: “¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que se pongan en marcha” (Éx 14.15 – BLA). La Biblia dice: “Todo tiene su tiempo” (Ec 3.1 – RVC). Así que, el orar tiene su tiempo, pero luego viene el tiempo de actuar – a no ser que la instrucción de Dios sea no hacer nada y esperar, como fue en este caso. Pero en otras situaciones, Israel también ha recibido instrucciones de atacar a los enemigos. Así que, ¿cuál es la instrucción que has recibido de parte de Dios en cuanto a tu problema?
            A veces tenemos nuestras dificultades de reconocer la voz de Dios. Esto se aprende, pero únicamente cultivando la intimidad con Dios. Y Dios puede valerse de muchísimos medios diferentes para transmitirnos su mensaje. En este caso, él utilizó a un hombre que estaba presente en esta convocatoria de Josafat al ayuno y oración. En primer lugar, Dios tranquilizó los corazones revueltos, asegurando que él estaba a cargo en la sala de control central de las circunstancias.
            Luego les dio instrucciones claras acerca de cómo proceder. Por más que Dios había dicho que la guerra era de él y que ellos se queden quietos mirando lo que él iba a hacer, el pueblo no se quedaría en Jerusalén para tender sus hamacas y esperar que caiga fuego del cielo sobre los enemigos que los consuma. Ellos tenían que hacer algo. Dios les dio instrucciones de salir al encuentro de los enemigos, porque así se pone a prueba la fe. Es lo mismo que cuando el pueblo de Israel, después de deambular durante 40 años por el desierto, iba a cruzar el Jordán para por fin conquistar la tierra prometida. Dios había dado la orden a Josué que avancen para cruzar el río. Los sacerdotes con el arca del pacto se iban delante. Se acercaron más y más al Jordán desbordado, pero nada pasó. Recién cuando ya sus pies pisaron el agua, ocurrió el milagro. No sabemos qué habrá pasado por su mente al acercarse al río, pero se requirió de mucha fe para obedecer las instrucciones de Dios. El poder de Dios no se manifestaba hasta que no hagan por lo menos lo mínimo que podían hacer: caminar rumbo al obstáculo. Enfrentarlo. Así fue también aquí con Josafat y el pueblo. Tenían que formarse para salir a la batalla, sólo que no iba a haber batalla. Y Dios muestra aquí también su sentido de humor: los enemigos tenían sus planes secretos cuidadosamente trazados de cómo sorprender a Israel y vencerlo, pero Dios los delató ante Josafat y le reveló minuciosamente el camino que utilizaría el ejército contrario para venir contra ellos. Antes de que la triple alianza se ponga en marcha, Josafat ya pilló su estrategia, y Dios les deshizo sus planes.
            Como dije, en este caso Dios les dijo que no peleen, en otros sí lo tuvieron que hacer. Tu problema también puede requerir diferentes actitudes y acciones de tu parte. Pero en todo caso, siempre, se aplica la segunda parte del versículo 17: “…contemplen cómo el Señor los va a salvar” (RVC). Sea que tengas que luchar o no, la victoria siempre es del Señor, y siempre está asegurada. En cualquier problema que te encuentres, sepa que el final del mismo ya está marcado: la victoria a favor del Señor. Esa victoria bien puede tener una cara diferente de lo que nosotros nos lo imaginamos, pero nunca la victoria será de Satanás. Desde la muerte y resurrección de Jesús él es un derrotado. Y cuando reconozcas esto, harás lo mismo que Josafat y el pueblo: caer de rodillas ante el Señor y adorarlo (v. 18), porque te darás cuenta del gran amor y la omnipotencia de Dios ante quien todo ser tiene que rendirse. Y esto nos lleva automáticamente al siguiente paso:

            4.) Ataca el problema con alabanza.

            F2 Cr 20.20-25

            A mí me impresiona ese Josafat. Al día siguiente él se alista para seguir las instrucciones de Dios. Hace formar a su ejército y les da todavía una cuota adicional de ánimo. Pero luego hace algo totalmente inusual. ¿A quién pondrían ustedes al frente del ejército que va rumbo a encontrarse con una multitud arrolladora de enemigos? Seguramente a los guerreros más experimentados y aguerridos, las tropas de élite. ¿Pero qué hizo Josafat? Le pega un telefonazo a Iván y a Fabio y les dice: “Muchachos, los necesito en 5 minutos con todo el equipo de alabanza al frente de mi ejército, en el lugar más peligroso.” Josafat había entendido algo que a nosotros nos cuesta captar: que, si la batalla es del Señor, la alabanza es el arma más poderosa que hay. La alabanza crea un caos y desorden sin igual entre las huestes espirituales de los aires. La alabanza establece el dominio de Dios alrededor de nosotros; crea un ambiente de la mismísima presencia del Dios todopoderoso, porque el salmista le dice a Dios: “tú … habitas entre las alabanzas de Israel” (Sal 22.3 – RV95). Y eso, ningún demonio lo puede aguantar. Todos huyen despavoridos de su presencia. Además, al exaltar a Dios, su sabiduría, su omnipotencia y todo su ser, crecerá tu confianza en él. Tu alma afligida se calmará, y tu amor por el Señor crecerá. Por eso, si quieres atacar a tu problema, atacalo con alabanza: pon radio Obedira u otra fuente de música cristiana, cantá, orá, establecé un ambiente de alabanza y adoración a tu alrededor. Eso también colaborará a que tu problema se reduzca a su verdadero tamaño. Quizás tu situación no cambiará con esto, pero tú estarás cambiando. Se te crecerán los músculos espirituales, y futuras aflicciones podrás enfrentar con más calma y confianza en el Señor.
            ¿Qué pasó en el caso de Josafat y toda Judá? La mano de Dios se movió poderosamente en medio de la alabanza de su pueblo y todos los enemigos se eliminaron entre sí. Verdaderamente el pueblo de Judá no tuvo que pelear porque los enemigos mismos se encargaron de borrarse del mapa. Los israelitas, en vez de ver un ejército listo para el combate, vieron un ejército de cadáveres. Lo único que tenían que hacer era recoger el botín, que era tan abundante que demoraron 3 días hasta juntar todo. Ante este cuadro de la innegable y sorprendente victoria de Dios, llegamos a nuestro último punto en nuestra lucha contra los problemas:

            5.) Celebra el triunfo.

            F2 Cr 20.26-30

            Como la batalla es del Señor, la victoria también lo es. Y si él nos ha dado la victoria, debemos darle el honor y la gloria al dueño de la victoria. Josafat y su pueblo empezaron a hacerlo ahí mismo en el campo de batalla. Y era tan grande su alegría y su alabanza, que hasta el valle en que se encontraron recibió su nombre en honor a esta victoria. Desde ese entonces, ese lugar se llamó “Valle de Bendición”, como se traduce su nombre hebreo. Lo que se había levantado ante ellos como un monstruo angustiante en forma extrema, se convirtió en un abrir y cerrar de ojos en alabanza y bendición. Su angustia se convirtió en júbilo, su lamento en baile. Así es cuando Dios está en la sala de mandos de tu vida.
            Pero Josafat no se contentó sólo con eso. Regresaron jubilosos a Jerusalén y se fueron directo al templo para seguir su celebración de alabanza y adoración. Estaban muy conscientes que no eran ellos los merecedores de la alabanza por la victoria, sino Dios.
            Piensa ahora en el problema más acuciante que tienes en este momento. ¿Cómo puedes aplicar estos 5 principios de lucha a este problema? Como dije al principio, puede que tu problema y su desenlace sean totalmente diferentes al de Josafat en este texto. Pero estos 5 principios pueden ayudarte a lidiar con cualquier problema que tengas. Ellos serán tu estrategia de batalla en medio de las tormentas de la vida. Recuerda:
1.) No seas presa de las emociones negativas.
2.) Acude a Dios
3.) Sigue las instrucciones de Dios
4.) Ataca el problema con alabanza.
5.) Celebra el triunfo.
            Entrega tus problemas en manos de Dios. Así únicamente podrás tener la victoria segura sobre tus situaciones difíciles. Dios te bendiga.


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