domingo, 17 de junio de 2018

Dejar y unirse

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            Orlando y Cinthia, ustedes acaban de cumplir con los requisitos del estado paraguayo para la conformación del matrimonio. Acaba de nacer un nuevo matrimonio. Aunque para ustedes y todos nosotros esto sea algo nuevo, el matrimonio en sí no es tan nuevo. La idea del matrimonio se remonta a muchos años atrás, muchísimos años, miles de años hasta el momento mismo de la creación del mundo. El matrimonio fue instituido juntamente con la creación del hombre y de la mujer. El matrimonio es la más pura voluntad de Dios. Él tuvo la idea genial de unir un hombre y una mujer de por vida en matrimonio. Y no es una admisión a causa del pecado, que Dios dijo: “Bueno, ni modo. No quería que se casen, pero ya que el pecado los ha torcido, mejor eso que quedarse solos.” No, Dios mismo instituyó el matrimonio antes de la caída en pecado. O sea, si hay algo puro y divino, lo es el matrimonio. Quizás ahora entendemos la furia de Satanás contra este concepto, tratando de ofrecer miles de alternativas fuera de la voluntad de Dios, obviamente: concubinato, pornografía, prostitución, homosexualidad, adulterio, fornicación, etc., etc., la lista es larga. Y estas desviaciones del plan original de Dios no es nada nuevo. Ya en tiempos de Jesús se le acercaron personas para preguntarle sobre este tema. Y entonces Jesús se remontó a aquel origen mismo del matrimonio y les repitió exactamente las palabras de su Padre Dios que él había pronunciado al crear el matrimonio. Y esto es lo que ustedes han puesto en sus invitaciones: “…el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán un solo ser” (Mt 19.5 – RVC). Estas palabras describen exactamente lo que ustedes hacen en este momento, y lo que debe marcar el resto de sus vidas.
            En este versículo encontramos dos verbos que requieren de mucha atención de nuestra parte: “dejar” y “unirse”. Dejar significa soltar algo, separarse de algo, dar la espalda a algo. Significa que algo deja de ser como era antes, algún cambio ocurre y que no volverá a ser más como antes. Esto es lo que según la voluntad de Dios deben hacer los novios al momento de unirse en matrimonio. Aunque en este texto se menciona al hombre, es el mismo movimiento para ambos, también para la mujer. Digamos que aquí está Orlando y su familia. Sólo se mencionan a padre y madre, pero se refiere a todas las relaciones cercanas, incluyendo los hermanos y amigos. Y aquí por el otro lado está Cinthia, también con su familia. Ahora Orlando suelta los lazos que lo unían a su familia y da unos pasos hacia Cinthia, que también se suelta de su familia, para unirse con ella en matrimonio. La familia y los amigos siguen aquí, son siempre parte de la historia de Orlando, pero ya la relación es diferente, más distante. Su primera prioridad de Orlando de hoy en adelante es Cinthia, y otra vez Cinthia, y nadie más que Cinthia. Y lo mismo también para Cinthia: de hoy en adelante tendrá ojos y corazón única y exclusivamente para Orlando. Lo demás ya fue. Pasó. No quiere decir que uno se va a olvidar de su familia, ni mucho menos despreciarla. ¡En absoluto! Pero quiere decir que la relación primordial es ahora el uno con el otro. Las relaciones con la familia y los amigos están en segundo, tercer o incluso cuarto plano. Pueden cultivar estas relaciones siempre y cuando no afecte negativamente su relación primordial con su cónyuge. La lealtad y el compromiso de cada uno es en primer lugar su cónyuge, no más los padres, los hermanos, los amigos, etc. Jesús dijo una vez que no se puede servir a dos señores (Mt 6.24). Si bien él se refirió a otro asunto totalmente diferente, también podríamos decir que nadie puede ser leal y estar totalmente comprometido con su cónyuge y con su familia de origen al mismo tiempo. Habrá tiempos en que la familia de repente requerirá de mayor atención, por ejemplo, en casos de enfermedad, pero la atención a ellos debe ser pasajera.
            Dejar. Cortar el cordón umbilical. Estar sobre sus propios pies. Formar su propio hogar. Ser responsable por sí mismo. Eso quiere decir esta palabra.
            Y esto se debe mostrar incluso físicamente: tomar distancia en cuanto a vivienda. En caso de ustedes, esto no es problema, ya que ambos van a vivir lejos de las dos familias, y eso está muy bien así. La pareja casada que vive bajo el mismo techo de uno de los padres y come de la misma olla no ha dejado todavía. Ni los padres han dejado a sus hijos. A veces el proceso de desprenderse es más doloroso para los padres que para los hijos, pero es necesario para que el nuevo matrimonio pueda desarrollarse sanamente. El nuevo matrimonio debe aprender a sostenerse sólo, a ser responsable por sí mismo. Por supuesto que los padres siempre estarán dispuestos a darles alguna manito, pero no deben mantener al nuevo matrimonio en una relación de dependencia. Si la Biblia exige de ellos dejar padre y madre, eso implica también la exigencia de los padres de soltar a sus hijos.
            El segundo verbo es “unirse”. Esto indica que Orlando y Cinthia formarán una nueva unidad. La planta Portillo y la planta Noguera han formado brotes que ahora se separan de la planta principal y forman su propia planta. La Biblia lo llama “ser una sola carne”, “un solo ser”, “una sola persona”, “una sola unidad”, según las diferentes traducciones. Unirse con su esposa no se refiere únicamente a la unión sexual, aunque la incluye. Es una unión de todo el ser. Es mucho, mucho más que sólo estar juntos. La matemática de Dios en este caso no sigue la lógica humana. Nosotros diríamos: 1 + 1 = 2. Esto es estar juntos. La matemática divina dice: 1 + 1 = 1. Eso es unirse. Jesús mismo lo dijo en el versículo siguiente: “Así que ya no son dos, sino un solo ser…” (Mt 19.6a – RVC). Ambos aportan el 100% de sí a esta unión. El 50/50 no funciona en el matrimonio. Es muerte a la vida independiente para formar una sola y nueva unidad. Unirse significa unir sueños, unir visiones, unir corazones, unir propósito, en fin, unir toda la vida y cada aspecto de ella. Ustedes dos están ahora como en una burbuja en la que existen sólo ustedes dos. Nada ni nadie —excepto Dios— puede recibir más atención y compromiso que ustedes, el uno del otro. Digo que excepto Dios, porque Dios tiene que ser lejos por encima el número uno para ambos. Sin Dios, olvídense. Si él no es lo principal, el número 1, lo que ustedes inician hoy, no va a funcionar, aunque usted no lo crea. Pero en cuanto a relaciones humanas, no hay otra más importante que la relación entre ustedes dos, ni siquiera la relación con los hijos que tendrán. Ellos serán muy importantes, y los van a amar mucho, pero la relación con ellos y el compromiso con ellos será diferente que la relación entre ustedes dos. No lo olviden nunca.
            Y si han entendido que deben dejar y deben unirse, entonces viene bien la exhortación que Jesús le agregó a esta voluntad perfecta de Dios: “…lo que Dios ha unido, que no lo separe nadie” (Mt 19.6b – RVC). Sólo la muerte, sin excepción alguna, puede disolver el pacto que ustedes establecieron hoy.
            Dejar y unirse. Esto es algo que primeramente debe ocurrir en sus corazones. Uno puede haberse unido físicamente con su cónyuge, pero en su corazón seguir unido a su familia de origen. Tienen que prestar mucha atención a esto, porque este no haber dejado todavía puede ser muy sutil. Como también tienen que prestar mucha atención a unirse en todos los aspectos y no vivir cada uno su propia vida, casualmente bajo el mismo techo y en la misma cama. Pero si ponen a Cristo como su enfoque común, muchas otras cosas se resolverán por sí mismas. Y esto es lo que deseo de todo corazón para ustedes.

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