viernes, 11 de octubre de 2019

Estación de servicios








            Cuando el indicador de combustible de tu vehículo se acerca peligrosamente al cero absoluto, ¿a dónde deberías irte lo antes posible? Al surtidor o la estación de servicios. ¿Por qué ese tipo de establecimientos se llaman “surtidor” o “estación de servicios”? Porque ahí nos surtimos de muchas de las cosas que necesitamos para el auto o para un viaje. Es una estación en que se nos sirve según las necesidades que tengamos con nuestro vehículo.
            ¿Sabías que Dios te ha llamado a ser una estación de servicios? No estoy diciendo “tener” una, sino “ser” una. ¿Cómo es eso? Nuestro texto de partida está en Gálatas 5.13.

            FGl 5.13

            Como el tema elegido para este domingo era “servir unos a otros”, y como texto de partida este versículo, yo ni lo leí bien, sino buscaba no más dónde en el versículo hablaba de servirse unos a otros. Y pensé qué se podría decir respecto al servicio. Incluso ya he predicado algunas veces sobre este tema, y pensé que quizás algo de estas prédicas me podría inspirar para la prédica de hoy. Pero después leí con más atención todo el versículo: “Hermanos, ustedes han sido llamados a la libertad, sólo que no usen la libertad como pretexto para pecar; más bien, sírvanse los unos a los otros por amor” (RVC). Esto me dejó bastante perplejo. ¿Qué tiene que ver la libertad con el servicio? O sea, me parecía que había dos temas totalmente diferentes uno del otro en este un solo versículo. Lo hubiera entendido perfectamente si hubiera dicho: “No se crean la gran cosa, sino sírvanse unos a otros.” ¿Pero “ser libres” y “servir”? Leí el texto desde el inicio del capítulo, pero al principio tampoco no me sirvió mucho para aclarar la situación, hasta que después de leerlo varias veces de repente se empezó a encender un foquito. Vamos a analizar juntos ahora este pasaje desde el versículo 1.

            FGl 5.1-15

            Pablo empieza a decir en este texto que Dios nos ha liberado para que seamos libres. Nosotros diríamos que esto es tan lógico que a nadie se le ocurriría decirlo siquiera. Por supuesto que alguien liberará a otra persona para que esté libre. Pero si leemos toda la carta desde el principio, nos damos cuenta que para muchos esto no era tan lógico. Resulta que Pablo había predicado a Cristo, mucha gente se había convertido, pero luego pasaron algunos judíos por la zona que querían obligar a los nuevos creyentes a observar todas las prescripciones del Antiguo Testamento. Querían que los gentiles convertidos a Cristo sean judíos primero, para luego poder ser cristianos. Por eso Pablo les dice que Cristo no los liberó del pecado para que ahora sean esclavos de la ley del Antiguo Testamento. Los liberó para que sean libres de la condenación.
            Por ejemplo, estos judíos —conocidos como “judaizantes” porque querían convertir a la gente al judaísmo antes de convertirlos a Cristo— decían a los nuevos creyentes que se tenían que circuncidar. Pero Pablo es bastante duro y categórico aquí. Él dice que si se dejan circuncidar, Cristo ya no les sirve de nada. ¿Por qué él dice eso? En toda la carta —y casi todas las demás de sus cartas—, Pablo ha explicado justamente estas dos vías para salvarse: la ley del Antiguo Testamento y Cristo. Ambos son mutuamente excluyentes: o te salvás por observar la ley o te salvás por fe en Cristo. No hay forma de combinar ambos caminos. El que quiere salvarse por la observancia de la ley, tiene que observar y cumplir absolutamente toda la ley, como Pablo lo dice en el versículo 3: “…cualquier hombre que se circuncida, … está obligado a cumplir toda la ley” (DHH). Si falla una sola vez, falla en todo. El que cumpliere toda y cada una de las leyes, se salvaría a sí mismo y no necesitaría a Cristo. Es más, habría rechazado a Cristo y su gracia: “…si ustedes pretenden hacerse justos ante Dios por cumplir la ley, ¡han quedado separados de Cristo! Han caído de la gracia de Dios” (v. 4 – NTV). Por eso dice Pablo que para el que quiere circuncidarse, Cristo no le sirve de nada porque eligió el camino de la ley. Y, como ya dije, es imposible combinar ambos caminos. Es que Cristo lo hace todo, y su salvación que nos ofrece requiere la total y absoluta confianza en él; la fe de que su obra es lo único que nos puede salvar y es todo lo que se necesita para salvarnos. O en palabras de Pablo: “…nosotros, por medio del Espíritu tenemos la esperanza de alcanzar la justicia basados en la fe” (v. 5 – DHH).
            Todo esto, los gálatas habían entendido muy bien en un principio, pero ahora estos judaizantes los habían hecho tambalear. Pablo no tiene palabras muy elogiosas para estos judíos que hacían desviar a los demás de la verdad. Él los entregó al juicio de Dios, pero expresó la fe de que los gálatas no terminarían yéndose detrás de estos perturbadores. Pero de que estuvieron confundidos, sí que lo estuvieron.
            Y ahí Pablo llega a nuestro versículo de arranque: “Hermanos, Dios los ha llamado para ser libres…” (v. 13 – PDT). Considerando lo que Pablo expuso hasta ahora, ¿qué entendemos por ser libres? ¿De qué Dios los/nos ha librado? Dios nos libró de la condenación por nuestro pecado, y también de la necesidad de cumplir la ley como vía para ser salvos. Somos libres del pecado, no por obedecer la ley del Antiguo Testamento, sino por la fe en Cristo. Ya no tenemos que cumplir con todos los ritos y sacrificios. Cristo los cumplió una vez por todas. Somos libres. ¿Pero qué significa o qué conlleva esta libertad? Ya sabemos de qué somos libres. Pero falta saber todavía para qué somos libres. Esto causó un problema en muchas iglesias. Había muchos que entendieron que eran libres, pero no prestaron atención a la segunda parte, de que su libertad tenía un objetivo. Por ejemplo, las mujeres de la iglesia de Corinto, a las que Pablo tuvo que pedir que guarden silencio en el culto, tenían justamente ese problema. Habían entendido lo de la libertad, y empezaron a discutir en pleno culto con el predicador y a armar tumultos en la iglesia, porque creían ser libres para hacer esto. Aquí, a los gálatas, Pablo ya les advierte de antemano que esa libertad no es para hacer lo que les venga a la mente: “…no permitan que la libertad sea una excusa para hacer todo lo que pide su naturaleza humana” (v. 13 – PDT); “no utilicen esa libertad como tapadera de apetencias puramente humanas” (BLPH); “no usen la libertad como pretexto para pecar” (RVC). La libertad conlleva responsabilidad. Libertad no es sinónimo de libertinaje. ¡Todo lo contrario! Bueno, ¿para qué entonces somos libres? ¿Cuál es el motivo de nuestra libertad? Ahí llegamos a lo que es en realidad el tema de esta prédica: el servicio. Somos libres para servir los unos a los otros. El motivo de nuestra libertad es el servicio al prójimo, y el motivo de nuestro servicio debe ser el amor. Servimos unos a otros porque tanto nos amamos y queremos el bien del prójimo. Ya no más una observancia fría y estricta de la ley, sino la libertad de expresar nuestro amor en servir al prójimo en sus necesidades; de ser una estación de servicios donde él pueda surtirse de lo que necesite para el viaje por esta vida. ¿Y por qué ya no más la ley? ¿Era mala al fin y al cabo? ¿Ha vivido el pueblo de Dios en error o engaño durante todo el Antiguo Testamento? ¡No, en absoluto! Dios nunca sería creador de algo malo, y la ley proviene de él. Pero esa ley nunca era algo definitivo, sino apuntaba a su perfecto cumplimiento en Cristo. Jesús mismo dijo: “No piensen que he venido a anular la ley o los profetas; no he venido a anularlos sino a darles cumplimiento” (Mt 5.17). En Cristo, la ley fue reemplazada por algo mucho mayor. Por eso escribe Pablo en el versículo 14: “…toda la ley se resume en este solo mandato: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’” (DHH). Jesús también contestó la pregunta acerca del mandamiento más importante con estas palabras: “—‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.’ Este es el más importante y el primero de los mandamientos. Pero hay un segundo, parecido a este; dice: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ En estos dos mandamientos se basan toda la ley y los profetas” (Mt 22.37-40 – DHH). Es decir, al servir al prójimo en amor ya estás cumpliendo el espíritu de toda la ley del Antiguo Testamento.
            Y acerca del servicio no hay mucho que se puede decir, ya que es una palabra que no necesita de mayor explicación. Servir es estar enfocado en las necesidades del prójimo para satisfacerlos según nuestras posibilidades. Es tener ojos y corazón abiertos para el prójimo. Es ser una estación de servicios donde la persona pueda surtirse de abrazos, de palabras de aliento, de una roca donde apoyarse cuando todo tambalea, de un hombro donde descargar sus penas; en fin, donde pueda surtirse del amor que necesita. ¿Te parece difícil? Quizás lo sea en algún momento, pero no necesitas hacer nada extraordinario, sino aquello que tú sabes hacer. El apóstol Pedro escribe: “…cada uno de ustedes sirva a los demás según lo que haya recibido [el don que haya recibido – RVC]. Cuando alguien hable, sean sus palabras como palabras de Dios. Cuando alguien preste algún servicio, préstelo con las fuerzas que Dios le da. Todo lo que hagan, háganlo para que Dios sea alabado por medio de Jesucristo, a quien pertenece la gloria y el poder para siempre” (1 P 4.10-11 – DHH). No necesitas servir con algo que no es tu don. Para esto está el hermano a tu lado. Como pastor, soy bastante limitado, y jamás voy a poder satisfacer todas las necesidades de toda la iglesia. Pero ahí están otros que pueden suplir precisamente esta falencia mía. Y así formamos una red de servicios, de estaciones de servicios, en la que las necesidades de toda la familia espiritual que somos como iglesia hallan su lugar donde surtirse del apoyo que necesitan.
            Hace un tiempo atrás se hizo aquí en la iglesia una feria de servicios, en la que cada uno podía poner su don y sus habilidades al servicio del barrio. Y era impresionante cuán larga era la lista de servicios que podíamos ofrecer como iglesia. Y aún había muchas habilidades más que no cabían en ese tipo de ferias. Por ejemplo, si alguien tiene una habilidad especial para consolar y orientar a los demás, es difícil incluirlo en un medio día de servicios, porque acompañar a una persona en su dolor es algo que lleva bastante más tiempo que unos minutos o un medio día. Además, las necesidades que precisan de este tipo de servicio no surgen a la hora de abrir la feria de servicios en una iglesia. Estas necesidades aparecen sin previo aviso en cualquier momento del día – o de la noche. No se las puede programar. Pero en la convivencia continua como hermanos de esta familia de Costa Azul, sí estas personas tienen su lugar. Y si de repente estoy en una situación en que mi tanque emocional hace alumbrar la alarma en el tablero, voy a buscar a esas personas que puedan ser una estación de servicios para mí y llenar mi tanque otra vez del amor de Dios. Y mejor que los busque antes de que se prenda la alarma, porque si espero demasiado, puede que no llegue ya hasta este surtidor emocional y espiritual.
            Para que tú puedas ser una estación de servicios es necesario que tú mismo estés conectado a la fuente de todo suministro: Dios. No puedes surtir a otros lo que tú mismo no tienes. Tus recursos son excesivamente limitados. Quizás no puedas cargar al tanque emocional de tu hermano más de una gota de combustible, cuando en Dios está disponible todo el raudal interminable. No puedes ser la fuente, sino eres simplemente un reservorio intermedio que recibe de la fuente para pasarlo luego al que necesita.
            Quizás algunos habrán reconocido la imagen que puse en la invitación para el culto de hoy. Se ven dos personas abrazándose. Sucedió en estos días en los Estados Unidos. La mujer es una expolicía que fue condenada a 10 años de prisión por haber matado a un vecino negro – según ella por equivocación. En el juicio, antes que ella sea llevada a prisión, habló todavía el hermano menor de la víctima. Él expresó una y otra vez que él no quiere que ella se vaya a prisión, sino que se encuentre con Dios. Él le había perdonado, y si ella le pedía a Dios, Dios también la perdonaría. Al final de su discurso emotivo, él le pidió a la jueza permiso para abrazar a la acusada, cosa que le fue concedido. Esta es la imagen en la invitación. Él le pudo transmitir algo del amor de Cristo a esta mujer a la que le esperan 10 años encerrada en una celda; un amor que él mismo había experimentado y que ahora podía regalar a los que lo necesitaban. Él era un surtidor divino para esta mujer.
            Pero también es necesario que te pongas a disposición para servir al prójimo en lo que él necesite. A nadie le sirve un surtidor, por más grande y moderno que sea, si está cerrado. Todo hijo de Dios es una estación de servicios. Esta vocación está incluida en la salvación misma. Recuerden que nuestro texto dice que ahora somos libres (de la ley y también del pecado) precisamente para ser de ahora en adelante una estación de servicios. Pero muchos de estos surtidores permanecen cerrados. Puede ser por tener un corazón todavía en proceso de ablandarse y no estar dispuesto todavía a servir. Pero generalmente es por desconocimiento. No conocemos quizás que somos llamados a ser surtidores; quizás no conocemos cuál es nuestro don; quizás no sabemos de qué manera podemos servirle al prójimo. Pero si tienes ese deseo de obedecer tu llamado y le pides a Dios que te abra los ojos para ver lo que tú puedes aportar a la vida de tu hermano/a o a tu vecino o en tu casa a algún miembro de tu familia, entonces el Señor te va ir revelando de a poco su voluntad para tu vida. Así que, decide hoy prender todas las luces de tu surtidor para que sea visible desde lejos y a colocar un letrero enorme: “Habilitado”. Y si tienes esa inclinación por amor hacia el prójimo, muchas veces ni te darás cuenta que alguien se está surtiendo en tu estación, porque va a fluir tan naturalmente de ti que no lo consideras ni siquiera un servicio. Un apretón de manos, una sonrisa, un abrazo a veces son justo la carga que la otra persona necesitaba. Hay otras necesidades que sí requerirán de mayor concentración y esfuerzo, pero estamos disponibles para cualquiera que necesite lo que nosotros podemos dar.
            A la inversa, también es necesario que el que está con el tanque casi vacío admita su necesidad y se acerque a una estación de servicios para surtirse. El que hace caso omiso a la luz de advertencia que se prende en su tablero y que indica que está con el tanque en reserva no más ya y sigue adelante, esperando que su tanque se llene de algún modo por sí sólo, puede que se quede por el camino y en una emergencia grave. ¿Pero es culpa del surtidor? No, estaba ahí, pero no lo aprovechamos. Fuimos demasiado orgullosos, autosuficientes o descuidados que no nos acercamos a tiempo a una estación de servicios para llenar nuestro tanque del amor que nos hacía falta. Que esto no te suceda, hermano o hermana.
            Mira a tu alrededor. Lo que tú ves aquí es un montón de estaciones de servicios. ¿A cuál de ellas vas a acercarte para surtirte de lo que te haga falta para tu viaje en el camino del Señor? Todas estas estaciones de servicios están otra vez interconectadas. Si un surtidor no tiene el combustible que te haga falta, te puede dar la ubicación del que sí lo tiene.
            Y ahora, mira de nuevo a tu alrededor. Lo que tú ves es un montón de viajeros que necesitan surtirse en tu estación de servicios. ¿Qué es lo que tú puedes ofrecerles? La cuestión no es ¡en absoluto! de cuán surtido está tu estación de servicios. Esto es totalmente secundario. Lo importante es que esté abierta, que esté habilitada. Si yo paso por una estación de servicios que tiene un solo combustible para ofrecer, un surtidor muy, muy pequeño, pero que es justamente el combustible que yo necesito, no me importará si tiene muchas otras cosas por ofrecer, sino me importará que esté abierto a la hora que yo paso por ahí. Así que, no te preocupes en primer lugar por la cantidad de servicios a ofrecer, sino de permanecer abierto en todo momento, y a estar en condiciones de poder proveer lo que el viajero del momento necesita.
            “Sírvanse los unos a los otros por amor.”



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