domingo, 30 de junio de 2019

Sean humildes como yo (Jesús)






            En nuestro tiempo de estudio en el seminario teníamos un compañero que un día dijo: “La próxima vez que me toca predicar voy a hablar sobre el tema: ‘Cómo llegar a ser tan humilde como yo’.” Por supuesto que lo dijo en broma, y resultó ser muy buen chiste. El mismo título ya es una contradicción en sí, así como es una contradicción ser orgulloso de su humildad. Se dice que la humildad es la única virtud que, en el momento en que uno se da cuenta de que la tiene, ya la ha perdido. Es decir, cuando me sorprendo de cuán humilde soy, ¡había sido!, ya dejé de serlo…
            Con este tema llegamos a la penúltima característica del fruto del Espíritu: la humildad o mansedumbre, según la traducen las diferentes versiones. Es uno de estos temas tramposos sobre los cuales es muy fácil de hablar, pero que en la vida cotidiana muchas veces brilla por su ausencia. Como ya saben, estas 9 características de la presencia del Espíritu Santo en una persona las encontramos en los versículos 22 y 23 de Gálatas 5. Son 9 manifestaciones del carácter de Cristo en nosotros. Entonces, al hablar de humildad, nos referimos al carácter de la persona, no a su condición económica. Si alguien dice que fulano de tal es de origen humilde o viene de una familia humilde, no está diciendo todavía absolutamente nada respecto al carácter de esa persona. Puede ser de condiciones humildes, pero ser un arrogante y orgulloso de aquellos. Así que, guiándonos por diferentes pasajes de la Biblia, vamos a ver hoy de qué manera se manifiesta la humildad de Gálatas 5.23 en la vida de un hijo de Dios.
            Cuando pensamos en una persona mansa y humilde, quizás nos imaginamos una persona con la cabeza agachada; que casi no tiene voluntad propia; que dice “Sí, amén” a todo y a todos; que es el trapo de piso de los demás. Pero fíjense lo que la Biblia dice de Moisés: “Moisés era un hombre muy humilde. En toda la tierra no había nadie más humilde que él” (Nm 12.3 – RVC). Les pregunto: ¿Moisés era el trapo de piso de todos? ¿Moisés agachaba la cabeza y decía “Sí” a todas las exigencias de los demás? ¡De ninguna manera! Moisés podía ser muy duro con los demás, podía dirigir a millones de personas de Egipto a Palestina en un viaje de 40 años por el desierto, Moisés podía legislar a toda una nación y enfrentar con autoridad a los que se oponían a la voluntad de Dios. Y la Biblia lo llama “manso” y “humilde”, poniéndolo como ejemplo solitario de esta característica. Nos damos cuenta entonces que humildad no tiene nada que ver con debilidad. O como se dice por ahí: “manso, pero no menso.” Más bien, “la mansedumbre, … supone una gran fuerza interior y una enorme convicción para enfrentar situaciones difíciles o adversas sin recurrir a la violencia o caer presa de sentimientos de cólera y rencor” (www.significados.com/mansedumbre/). Una persona mansa o humilde puede parecer ser débil, cuando en realidad está usando todas sus fuerzas para sujetar su propio ser interior que clama por darle un mimito con el puño al que se está burlando de él. Es como si la mansedumbre fuese otra persona que de atrás ataja y domina a la persona que está querían abalanzarse sobre cierto sujeto para darle su merecido. Es poder bajo sujeción. La persona con mansedumbre sabe canalizar su fuerza. En vez de usar su fuerza para partirle la cara al prójimo, la usa para controlar sus emociones y pensamientos. ¿Cuál de las dos cosas les parece la más difícil? Cuando todo en ti clama por acelerar y tirarle a la cuneta al que se comportó contigo en forma tan imposible en el tráfico, es incomparablemente más difícil seguir tu camino con una sonrisa en la cara como si nada hubiera pasado que ir y hacer lo que tanto te reclama tu enojo. Y no digan que yo no sepa de qué estoy hablando… Santiago 1.19 dice: “Amados hermanos míos, todos ustedes deben estar dispuestos a oír, pero ser lentos para hablar y para enojarse” (RVC). ¿Qué es lo más natural que uno hace al enojarse con otra persona? Uno empieza a vociferar y a tirarle encima toda su bronca con una avalancha de palabras y palabrotas. Si esto es natural para el ser humano, el Espíritu Santo quiere producir en ti lo que es natural para un hijo de Dios. Pensá antes de actuar y de hablar. Considera bien lo que vas a hacer. Esto es lo que hace una persona mansa. Entonces vemos que la mansedumbre no tiene nada que ver con la debilidad. Es más bien todo lo contrario. Tiene mucho que ver con el dominio propio que veremos en la última prédica acerca del fruto del Espíritu.
            Parecido a esto, la humildad tampoco es tener baja autoestima. Más bien, la persona humilde tiene una opinión equilibrada de sí misma y de los demás: “No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben” (Ro 12.16 – NVI). La persona arrogante y orgullosa sólo se ve a sí misma. Los demás no existen para ella, a no ser para servirle y besarle los pies. Pero la persona humilde sabe elevar y honrar a los demás, como si fueran más importantes que ella misma: “No hagan nada por rivalidad o vanagloria. Que cada uno tenga la humildad de creer que los otros son mejores que él mismo” (Flp 2.3 – BLA). No estamos hablando aquí de valor. En cuanto a valor como ser humano todos estamos en el mismo nivel. Más bien Pablo está refiriéndose a atribuirle más honor a los demás que a sí mismo. Puede que a algunos les suene esto a tener una baja autoestima, considerarse a sí mismo como lo peor. Pero no tiene nada que ver con eso. La persona que se considera peor que todos los demás, también se centra sólo en sí misma. Es tan egocéntrica como la que se cree la última Coca Cola del desierto. Las dos son manifestaciones de orgullo, sólo que una está camuflada de supuesta humildad. Es una persona orgullosa de su humildad. Pablo describe a este tipo de personas en estos términos: “Hay gente que aparenta tener humildad, adora a los ángeles, siempre habla de las visiones que ha tenido y quiere que todos la imiten. No les hagan caso ni dejen que decidan lo que ustedes deben hacer. Ellos presumen de lo que no han visto y se guían sólo por ideas humanas” (Col 2.18 – PDT). En cambio, el que estima a otros como mejores que él mismo lo hace porque no se centra en sí mismo, sino en los demás. No está en una competencia de compararse a sí mismo con los demás. Se olvida de sí mismo y sólo ve a los otros y procura elevarlos a los demás y hacer que ellos reciban honra. Es por eso que dijimos que la persona con humildad no se da cuenta de esa humildad, porque no se fija en sí misma. Por eso tampoco le preocupará recibir honra, sino la dará siempre a los otros, de modo genuino. Sólo se somete a Dios y deja todo lo demás a cargo de él, como lo expresa el apóstol Pedro: “…humíllense ante el gran poder de Dios y, a su debido tiempo, él los levantará con honor” (1 P 5.6 – NTV).
            Otro detalle que podemos encontrar en la Biblia acerca de la humildad es que a Dios le agrada esa actitud. Los humildes gozan de su favor. Leemos, por ejemplo: “Tú salvas a los humildes, pero humillas a los soberbios” (2 S 22.28 – RVC). El salmista declara: “Tú, Señor, estás en las alturas, pero te dignas atender a los humildes; en cambio, te mantienes alejado de los orgullosos” (Sal 138.6 – RVC). Y también el apóstol Pedro escribe: “…revístanse de humildad en su trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes” (1 P 5.5 – NBLH). “Humildad” y “humillación” no son la misma cosa – excepto si uno mismo lo hace. El que es verdaderamente humilde, se humillará ante los demás y se sujetará a los que tienen autoridad y, especialmente, ante Dios. Pero si otros le humillan, es tremendamente humillante… Es decir, recibir un trato humillante es muy dañino y hasta puede marcar a una persona de por vida. El bullying del que ahora todo el mundo habla no es absolutamente nada nuevo. Se refiere a la humillación y la burla que una persona sufre de parte de otros. Esto siempre ha existido, y nadie ha dicho nada. Ahora que se le dio un nombre sofisticado, está en boca de todos. Y realmente es algo sumamente despreciable cuando alguien le proporciona este trato a otro ser humano. ¿Dios también hace bullying? Él sabe humillar a los soberbios, pero siempre es con el propósito de salvar a una persona. Él procura hacerle ver que su arrogancia no trae ningún beneficio para nadie. El ser humillado por Dios es radical. En la Biblia encontramos muchos ejemplos de esto. Nabucodonosor es uno de ellos. Después de creerse la octava maravilla del mundo, tuvo que vivir varios años a la intemperie como animal salvaje. Pero le sirvió esta humillación para reconocer quién es en realidad la maravilla, no solo del mundo, sino de todo el universo. Al final él mismo dice: “Ahora pues, yo, Nabucodonosor, alabo, honro y glorifico al Rey del cielo, porque todo lo que hace es verdadero y justo, y puede humillar a los que se creen importantes” (Dn 4.37 – DHH). Así que, más te vale que te humilles a ti mismo y no que seas humillado por Dios.
            Uno de los favores que Dios otorgará a los humildes es que él escuchará sus oraciones: “Señor, tú escuchas la oración de los humildes, tú los animas y los atiendes” (Sal 10.17 – DHH). ¡Cuántas veces no hemos experimentado ya esto!
            En este mundo, normalmente no se le da mucha importancia a la humildad. Es que se cree que cuanto más alto uno puede subir sobre las cabezas de los demás, más héroe es. Pero este concepto va totalmente en contra de lo que la Biblia dice al respecto. El salmista dice: “…los humildes heredarán la tierra y disfrutarán de gran bienestar” (RVC). Esto se parece mucho a lo que también dijo Jesús en el Sermón del Monto: “Dichosos los humildes, porque recibirán la tierra como herencia” (Mt 5.5 – NVI), mientras que el mundo cree que los violentos, los atropelladores y los arrogantes lograrán dominar la tierra.
            En cambio, para los hijos de Dios, la humildad es incluso más importante que la honra. O, dicho de otra manera, la humildad es el camino para alcanzar verdadera honra. El sabio Salomón dice: “El honrar al Señor instruye en la sabiduría; para recibir honores, primero hay que ser humilde” (Pr 15.33 – DHH). Y 3 capítulos más tarde él repite: “Antes de la ruina el corazón fue soberbio, antes de la gloria fue humilde” (Pr 18.12 – BNP); “tras el orgullo viene el fracaso; tras la humildad, la prosperidad” (DHH). Entonces, si analizas tu corazón, sabes dónde vas a parar si sigues ese camino. Si prevalece en ti la soberbia, terminarás en la ruina. Si prevalece en ti la humildad, serás exaltado. El problema es que la humildad es difícil de reconocer por nosotros mismos porque, como dije al principio, si nos damos cuenta de que somos humildes, ya dejamos de serlo. La humildad es algo que los demás notarán en nosotros, no nosotros mismos. Es como si la lleváramos como una mochila en la espalda. Por eso nosotros no la podemos ver, pero sí los demás. Por lo tanto, esta autoevaluación es en realidad algo difícil de hacer, pero sí podemos notar si el orgullo nos domina frecuentemente, y también podemos ver qué futuro nos espera si permanecemos en esa condición.
            Pero es justamente en estos momentos que nos es de tanta ayuda poder comprarnos, no con otras personas, sino con la medida perfecta: Jesús es el ejemplo por excelencia de humildad. Él dijo: “Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma” (Mt 11.29 – RVC). Jesús es el único que puede decir: “Sean tan humildes como yo.” Él nos mostró la verdadera fuerza de la humildad que no se asqueó ante la miseria humana, que no dudó en tocar a los enfermos con los peores padecimientos, que no se resistió de ser muerto por amor, pero que tuvo también el valor de llamarles la atención a los fariseos o a los soldados que lo maltrataron. En él se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: “Fue maltratado, pero se sometió humildemente, y ni siquiera abrió la boca; lo llevaron como cordero al matadero, y él se quedó callado, sin abrir la boca, como una oveja cuando la trasquilan” (Is 53.7 – DHH). Poder bajo sujeción.
            Y si nuestro Maestro y ejemplo es así, la humildad debe ser también la marca característica de un hijo de Dios. Pablo escribe a los colosenses: “Dado que Dios los eligió para que sean su pueblo santo y amado por él, ustedes tienen que vestirse de tierna compasión, bondad, humildad, gentileza y paciencia” (Col 3.12 – NTV). Tenemos que vivir acorde a nuestra naturaleza en Cristo. Su carácter tiene que hacerse visible en nosotros. Este es el requisito básico para exhortar a otros: “Hermanos, es posible que alguno de ustedes caiga en la trampa del pecado. Ustedes, que son guiados por el Espíritu, acérquense a él y ayúdenle a corregir su error. Pero ¡ojo!, háganlo con humildad pues ustedes también pueden caer en tentación” (Gl 6.1 – PDT). “Y cuando corrijas a tus enemigos, hazlo con humildad. Tal vez Dios les dé la oportunidad de arrepentirse y de conocer la verdad” (2 Ti 2.25 – TLA). La corrección o reprensión a otros por sus faltas puede tener el efecto deseado únicamente si lo hacemos con humildad, sabiendo que estamos expuestos al mismo peligro de los demás. Eso es amor. El pretender corregir a los otros desde arriba, creyéndonos los santos infalibles, no refleja el deseo de que los demás enmienden su vida, sino de hacer alarde de mi (supuesta) perfección.
            Para resumir y profundizar lo que hemos vista hasta ahora, podemos decir lo siguiente respecto a la humildad:
·         Los mansos son enseñables y están dispuestos a aceptar disciplina.
·         “Una persona que actúa con humildad no tiene complejos de superioridad, ni tiene la necesidad de estar recordándoles constantemente a los demás sus éxitos y logros; mucho menos los usa para pisotear a las personas de su entorno.” (https://www.significados.com/humildad/)
·         “…la humildad es una actitud del corazón, no simplemente una conducta externa. Alguien podría tener una apariencia de humildad, pero con un corazón lleno de orgullo y arrogancia.” (https://www.gotquestions.org/Espanol/biblia-humildad.html).
·         “Ser humilde significa ser realista con la percepción que tienes sobre ti mismo. Implica reconocer tus fortalezas, pero tus debilidades también; conocer tus talentos, pero también tus limitaciones. Todo lo que esté por encima o por debajo de esta percepción objetiva de ti mismo es orgullo. … La humildad se demuestra cuando contestas honestamente sobre ti cuando te preguntan. Por lo general, no es necesario anunciar tus talentos con tus labios, ya que la manera en que vives hace un mejor trabajo.
Piensa en esto: Jesús era tan humilde que, a pesar de todos los milagros que hizo y las lecciones que les enseñó a miles de personas, Judas tuvo que besarlo para que los soldados supiesen a quién arrestar.” (https://verdadyfe.com/2012/07/09/ que-significa-ser-humilde/)
·         Puedes desactivar los argumentos cuando eres humilde y no tienes que ganar cada discusión. … Tú puedes manejar el tratamiento injusto pacíficamente cuando eres humilde y puedes responder al tratamiento injusto sin ser vencido por la amargura. … Tú puedes pedir perdón cuando eres humilde. … Tú puedes hablar con cortesía y con amor, independientemente de la situación, incluso si tienes que ser firme o tomar acciones fuertes.” (https://mvmspanish.wordpress.com/2011/06/13/ comprender-el-significado-de-la-humildad-en-la-biblia-1-pedro-55/)
            ¿Qué pueden llevarse como tarea para la casa? No les sirve que les diga que deben cultivar más la humildad. Es inútil por las mismas características de la humildad. Pero sí pueden y deben estar alertas a las señales de la soberbia, la arrogancia o el orgullo que siempre quiere tener la razón y estar por encima de todos los demás. Lo único que puedes perder al dar la preferencia a otros es tu orgullo – y esa es una pérdida muy deseable. Y también puedes y debes aferrarte cada día más a Jesús, cultivar la intimidad con él, llenarte de su Palabra, para que lentamente su presencia y su carácter se hagan cada vez más visibles en ti. Es un proceso de toda la vida, pero ¡vale la pena recorrelo!


lunes, 10 de junio de 2019

¡No seas Mar Muerto!




  


          ¿Dónde está tu tesoro? Cada persona tiene un tesoro, algo que aprecia y persigue por sobre todas las cosas. Según la Biblia, podemos tener uno de dos tipos diferentes de tesoros. Hoy trataremos de identificar cuál de estos dos es mi tesoro. La descripción de ellos encontramos en el Sermón del Monte que hace poco terminamos de estudiar.

            FMt 6.19-21; 24

            Los versículos 19 y 20 contrastan estos dos tipos de tesoros: los tesoros aquí en la tierra y los tesoros en el cielo. Empecemos por el primero. ¿Qué podrían ser ejemplos de tesoros en esta tierra? Pueden ser muchas cosas, principalmente los bienes materiales. ¿Y qué necesito para ser dueño de uno de estos tesoros? El dinero. Ahí estamos en el centro del tema de esta mañana: el uso del dinero. ¿Cuánto dinero necesito para conseguir los tesoros que deseo? Mucho. Más de lo que tengo. Y si necesito más dinero de lo que tengo, ¿cuál será mi afán entonces? Conseguir más, trabajar más duro, buscar mejores empleos, etc. ¿Y qué dice Jesús aquí en este texto de estos tesoros? Se pierden, se descomponen, son robados, etc. ¿Vale la pena entonces invertir toda nuestra vida y nuestro dinero que no tenemos en estos tesoros? No, en absoluto. Sin embargo, ¡aun así lo hacemos! ¿Por qué? Bueno, esto es precisamente lo que queremos descubrir en esta mañana.
            El segundo tipo de tesoros, Jesús los describe con el nombre de “tesoros en el cielo”. ¿Qué serían ejemplos de estos tesoros? La mayoría diría la frase tan gastada: “Ganar almas para Cristo.” Más que almas, debemos ganar personas para Cristo. Está bien, pero es mucho más que esto, o hay maneras muy diversas de hacerlo. Es todo aquello que yo pueda hacer que tenga valor eterno. Si estamos hablando que el tema central de este texto es el uso del dinero, ¿cómo puedo “comprar” entonces tesoros del cielo con mi dinero? Invirtiéndolo en cualquier proyecto de valor eterno. Y la lista de posibilidades es ilimitada: aportar para el trabajo de la iglesia, ayudar al prójimo en sus necesidades, apoyar a un estudiante de teología, hacer imprimir Biblias o folletos, aportar cosas para la canasta de amor … en fin, miles y miles de posibilidades de “comprar” tesoros del cielo.
            Dos maneras de usar el dinero. Si lo uso para los tesoros terrenales, estoy buscando que yo pueda disfrutar por un poco de tiempo. Si lo uso para los tesoros del cielo, estoy buscando que muchos puedan disfrutar por toda la eternidad. ¿Cuál uso crees que es más noble? El usar el dinero para los tesoros de esta tierra es un acto sumamente egoísta, porque todo lo quiero para mí no más. Ya lo dijeron: mi máximo afán será juntar más y más dinero. Y ahí me vuelvo esclavo del dinero, porque es el dinero que determina qué es lo que voy a hacer, cómo estarán mis emociones, qué voy a comprar. El domingo pasado, Rodrigo explicó cómo funciona el Mar Muerto: sólo recibe, pero no da. Entra el agua del río Jordán, pero no tiene salida. ¿Y cuál es el resultado? El nombre ya lo dice: está muerto. ¡No seas Mar Muerto! No acumules tesoros en la tierra. Más bien sé el Mar de Galilea que está conectado al mismo río Jordán, pero cuyas aguas fluyen y dan vida.
            La clave para entender esto está en el versículo 21: “Donde esté tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón” (NTV). Si estás locamente enamorado(a), ¿quién es tu tesoro? Por supuesto esa persona angelical que acabas de conocer. Por ende, ¿dónde está tu corazón? ¿Dónde están tus pensamientos las 25 horas del día (porque 24 horas no alcanzan para ubicar todos los pensamientos)? ¿Dónde están los deseos de tu corazón? Por supuesto con la persona amada, con tu tesoro. “Donde esté tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón.”
            ¿Y qué tiene que ver esto con acumular tesoros en el cielo? ¿Sabías que Jesús habló prácticamente 10 veces más sobre el dinero que sobre la fe o sobre la salvación? Casi la mitad de las parábolas hablan de dinero. No creo que Jesús haya venido a esta tierra para llevar a cabo una Teletón para recaudar fondos para el cielo. Si él es dueño de todos los recursos habidos y por haber en todo el universo. ¿Por qué entonces le dio tanto énfasis a este tema? Lo que Jesús busca en realidad no es el dinero, sino es nuestro corazón. Pero como el corazón siempre va detrás de su tesoro, como lo dice este versículo, entonces, con tener nuestro tesoro en el cielo, nuestro corazón también estará allí. Si Jesús logra tener nuestro tesoro, tendrá también nuestro corazón. ¿Suena lógico? Así que, cuanto más inviertas en el reino de Dios, más cerca estará tu corazón del gobernante de ese reino. Si tu acumulas tesoros en el cielo con el uso de tu dinero, más amarás al Señor. Si no me crees, probalo. ¡Te desafío!
            Vemos entonces que los tesoros en la tierra y los en el cielo se oponen radicalmente entre sí. Quizás nos sorprenda esto, porque pensamos que podríamos invertir grandes sumas en el reino de Dios y, al mismo tiempo, tener muchos tesoros terrenales, si tuviéramos suficiente dinero. ¿Por qué debería ser un problema esto? ¿Acaso no hay muchos empresarios cristianos que tienen flor de casa y de auto y se dan cada lujo, pero que invierten también millones en el reino de Dios? Sí, hay muchos. El problema no está en el dinero o en las riquezas, sino en una palabra que encontramos en el versículo 24: “Nadie puede servir a dos amos. Pues odiará a uno y amará al otro; será leal a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y estar esclavizado al dinero” (NTV).
            Lo primero que vemos en este versículo es que ambos señores, dueños o amos son opuestos entre sí. No se puede estar con ambos a la vez. O es uno o es el otro. Es categórico. Es radical. No hay trato entre ambos. Los términos que Jesús emplea indican una relación que exige absoluta obediencia. Significa servir como esclavo. El señor es dueño absoluto del esclavo y el esclavo le debe obediencia sin compromisos ni reservas. Jesús ni siquiera dice: “No deberían”. Él dice: “No pueden”. ¿Por qué? La razón está un poco escondida en nuestras traducciones. ¿Cómo dice su Biblia: “No pueden servir a Dios y a …”? La mayoría de las traducciones dice “dinero” o “riquezas”. No está del todo mal esa traducción, pero muy débil en comparación con lo que verdaderamente dice. En el griego dice que no se puede servir a Dios y al Mamón. Esto no se refiere a la fruta que yo puedo cosechar de una planta que hay en mi patio. Según lo que vemos aquí, Mamón es algo opuesto a Dios; es anti-Dios. Compite con Dios para tenernos a nosotros como su siervo o esclavo. La palabra “Mamón” no es ni griego ni hebreo, sino proviene de las lenguas cananeas, de los pueblos que habitaban Palestina antes de la conquista de los hebreos. Es el nombre del dios de la prosperidad. No es el dinero. El dinero no es el problema. Mamón es un espíritu demoniaco que usa el dinero y las riquezas como medio para esclavizar a la gente y apartarlas de Dios. Si Jesús hubiera dicho: “No pueden servir a Dios y a Baal”, nosotros hubiéramos entendido, porque conocemos este nombre del dios hacia el que el pueblo de Israel repetidas veces se desvió en el Antiguo Testamento. Pero el nombre Mamón no nos es tan conocido. Por eso no captamos lo terriblemente fuerte que Jesús está diciendo aquí.
            Este demonio no se presenta ante nosotros diciendo: “Hola, soy el demonio Mamón y exijo tu absoluto sometimiento a mí.” No es tan tonto como para hacer esto, porque muy pocos le obedecerían. Él se presenta en formas mucho más sutiles y es tremendamente exitoso. Casi no hay ser humano que no haya estado —o sigue estando— bajo su influencia.
            ¿De qué manera opera él? Una de sus estrategias es hacernos creer que el dinero tiene poder. Nosotros mismos lo decimos muchas veces: “El dinero es la llave para abrir muchas oportunidades a nuestro alrededor.” Un señor una vez me dijo: “La plata hace bailar al mono.” Pensé que seguramente él se consideraba mono. Pero esto que el dinero tiene poder es una de las mentiras más aceptadas y creídas en todo el mundo, incluso entre los cristianos. Esto hace que, si tengo dinero, me siento seguro, me siento poderoso, me siento feliz. Y si no tengo dinero, me desespero, me vuelvo histérico (o deprimido – según la personalidad de cada uno) y siento hundirme en el caos. ¿Pero qué es el dinero en realidad? Es un pedazo de papel al que el gobierno le atribuye cierto número, cierto valor. Es un elemento de intercambio en la compra-venta. El despensero me da a mí un kilo de azúcar, y yo le doy a él un determinado billete. Intercambiamos elementos. Si el día de mañana el gobierno dice que determinado billete no vale más 100.000 Gs, sino sólo 10.000, así será. El valor depende del gobierno, no del billete. El billete en sí no determina nada. No tiene ningún poder. Si lo tengo o no lo tengo no cambia nada en mi persona. Los varones que se fueron al primer retiro de varones no olvidarán nunca como con el terror estampado en sus rostros vieron al pastor Roberto quemando frente a todos un billete de 10.000 – y encima un billete ajeno. Bueno, ese terror en nuestras caras era expresión del dios Mamón que nos hacía creer que ese billete ardiendo tenía poder, cuando eso no es verdad.
            Bueno, si el dinero no tiene poder, ¿dónde está el poder entonces? Está en Mamón, y está en Dios, y yo tengo que decidir al poder de quién me voy a someter. Ambos pueden usar el dinero para sus propósitos. Mamón lo usa para esclavizarme, Dios lo usa para bendecir a otros. Si permito que Mamón use mi dinero, entonces me convertiré en un Mar Muerto: todo el dinero lo quiero para mí. Y cuanto más tengo, más siento que valgo. Si permito que Dios use mi dinero, él me va a indicar cómo bendecir a otros.
            Una segunda estrategia del dios Mamón es hacernos creer que nuestro jefe, nuestro cliente, el esposo, el empleo o lo que fuese es nuestra fuente de provisión. Y si el esposo no provee lo suficiente, hay guerra. Si pierdo el empleo, hay “lloro y crujir de dientes”. Y empezamos a buscar cualquier medio, hasta jugar la quiniela, una de las trampas más generalizadas de Mamón, para obtener dinero.
            Pero el que se llega a liberarse del poder de Mamón, quien renuncia a ese demonio, considera a Dios como fuente de provisión. Dios puede elegir cualquier canal que a él le plazca para hacerme llegar la provisión. Yo simplemente debo obedecerle y confiar en él. Fíjense el profeta Elías. Dios le dijo que se refugie en el arroyo Querit, y él obedeció (1 R 17). ¿Y qué canal eligió Dios para darle provisión? Los cuervos. ¿Ya se pusieron a pensar de dónde los cuervos obtendrían la carne que le llevaron a Elías? Más tarde, Dios lo envió a Sarepta junto a una viuda para que ella sea su canal de provisión. ¡Una viuda, una de las personas más desamparadas que existían! Y Dios proveyó. Fíjense también en los versículos que siguen a nuestro texto: “No se preocupen por su vida, ni por qué comerán o qué beberán; ni con qué cubrirán su cuerpo. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros, y el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes mucho más que ellas” (Mt 6.25-26 – RVC)? Miren las aves del cielo. ¿Alguna vez has visto a un pájaro con un ataque de ansiedad? ¿Alguna vez has visto a un ser humano supuestamente inteligente con un ataque de ansiedad? ¿No será que los pájaros tienen más fe que nosotros los humanos que nos consideramos una categoría (o varias) superior a ellos? ¡Cuánta falta nos hace la fe de las aves! No se preocupan por nada, porque saben que su Creador los va a alimentar siempre. Entonces, si tú pierdes el trabajo, no necesitas desesperarte, porque Dios ha decidido cambiar de canal para proveer para ti. Andá a la ventana y mirá si hay pájaros afuera. Si hay, es porque Dios no dejó de proveer todavía. Si confías en él, vas a experimentar milagros. Puede que te envíe cuervos, puede que haga multiplicar sobrenaturalmente el alimento que tienes en tu casa, o cualquier otra estrategia que él elija usar. Eso sí, si te crees demasiado fino para un cuervo y lo rechazas como canal de provisión, ya el problema no será de Dios si pasas necesidad.
            Mamón te va a hacer creer que tu empleo, tus inversiones, tu negocio, tu cónyuge, etc. son la fuente y que el dinero es el fin que debes alcanzar a como dé lugar. Pero la verdad es que Dios es la fuente, y el dinero es un medio que Dios usa para un fin específico. ¿Ya entendemos por qué es imposible servir a Dios y a Mamón al mismo tiempo? Son dos mundos totalmente opuestos. Lo difícil es cambiar ese chip en nuestra mente, porque desde la cuna éste ha sido programado por Mamón. Todo el mundo a nuestro alrededor se maneja según sus principios, y casi nos resulta imposible concebir las cosas de otro modo. Por algo dice Pablo a los romanos: “…cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir…” (Ro 12.2 – DHH).
            Cuando Jesús habla aquí de servir a un señor, ¿quién es el señor y quién es el siervo o esclavo en uno y otro caso? En el reino de Dios, Dios es el Señor, el dinero es el esclavo, y yo soy el medio por el cual Dios hace llegar el dinero al propósito que él ha dictado. En el reino de Mamón, Mamón es el dueño o señor, yo soy el esclavo, y el dinero es el fin que busco obtener como sea. Y este mismo sistema lo llevamos a la iglesia y lo espiritualizamos, queriendo agregar a Dios a esta manera de manejar del dinero. El único lugar que le queda a Dios en este sistema de Mamón es usarlo a Dios como medio para obtener el dinero. Tratamos de hacer un negocio con el Señor. Le prometemos mil y una cosa, con tal que nos dé dinero, nos dé tal casa, nos dé tal auto o lo que sea que está en nuestros deseos. Le pedimos que él bendiga nuestros planes para obtener dinero. O sea, somos ateos cristianos. Hijos de Dios dominados por Mamón. ¿Quién controla mi vida, Dios o el dinero, con Mamón como instigador? ¿Según qué criterio tomo mis decisiones, según lo que me dicta la Palabra de Dios o según el grosor de mi billetera? ¿Es el dinero que me dice a mí lo que puedo hacer, o le ordeno yo al dinero, en el nombre de Jesús, lo que debe hacer? Si el dinero es mi fuente, entonces pretenderé que Dios sea mi esclavo para conseguir dinero. Si Dios es mi fuente, el dinero se convierte en mi esclavo para servir al reino. ¿Se entiende? A ver, vamos a ilustrarlo en un ejemplo concreto. Voy a pedir a alguien que me venga a ayudar. Pido a … a que pase al frente. Aquí tengo unos billetes. ¿Qué dijimos que es el dinero? Un pedazo de papel. ¿Qué voy a hacer cuando soy esclavo de Mamón? Voy a afanarme por el dinero y me voy a convertir en un Mar Muerto. ¿Qué hago cuando Dios es mi fuente? Yo le ordeno al dinero, según las instrucciones de Dios, qué debe hacer el dinero por mí. Así que, yo le ordeno ahora a estos billetes a que bendigan la vida de … Ustedes dirán: “Pero ahora tenés menos dinero. Te va a faltar a fin de mes.” No, porque mi vida no depende del dinero, sino de Dios quien es mi fuente de provisión. Algún “cuervo” él ya tendrá preparado… Si él quiere que yo use el dinero para bendecir a otros, ¿quién soy yo para dudar de su provisión? Así como la viuda de Sarepta no murió porque le dio a Elías lo último que le quedó para comer, yo tampoco voy a pasar necesidad.
            Hasta este punto probablemente ya nos dimos cuenta de la enorme influencia que Mamón tiene en nuestras vidas. Quiero mencionar algunos síntomas más de una persona dominada por Mamón (tomados del libro “Viviendo junto al tercer río” de Craig Hill). Poder reconocer estas señales en tu vida será el primer paso para liberarte del poder de este demonio.
            1. Preocupación y ansiedad respecto al dinero. “Mucha gente carga una gran ansiedad y miedo respecto al dinero. Los ricos temen perderlo, mientras que los pobres temen no tener nunca suficiente. En cualquier caso, el miedo, la ansiedad y la preocupación dominan las emociones de las personas”.
            2. Mal manejo del dinero. Muchos cristianos no tienen un sistema de controlar sus finanzas personales. Yo fui uno de ellos por demasiado mucho tiempo. Constantemente dicen: “No sé a dónde se fue el dinero.” Y si no saben a dónde se fue, tampoco le pueden ordenar a dónde debe irse.
            3. Carencia financiera persistente. Las personas bajo la tiranía de Mamón nunca tienen suficiente dinero. Siempre sobra demasiado mes al final del sueldo.
            4. Comprar por impulso. No tienen la capacidad de resistir el deseo de comprar. Lo que ven, lo compran. Lo que desean, lo compran. O ven una “oferta”, y la compran, como ya lo dijo una vez aquí el pastor Roberto al predicar sobre este tema. Mucha gente compra cosas que no necesita, sólo porque era “barato”. El secreto es comprar siempre con un propósito.
            5. Tacañería. Tienen miedo a dar. Todo lo tienen que guardar para sí. Son un Mar Muerto. El miedo a dar sus diezmos y ofrendas es siempre un síntoma de un fuerte sometimiento al espíritu de Mamón.
            6. Descontento. Saber vivir con mucho y con poco es un indicador de no estar bajo la influencia del espíritu de Mamón. Uno es feliz sin importar cuánto tenga. La clave es seguir considerando a Dios como la fuente en cada situación y nunca permitir sentirse descontento debido a las circunstancias.
            7. Encadenamiento a las deudas. La deuda es uno de los principales mecanismos utilizados por Mamón para mantener a la gente encadenada a él. La gente atada a Mamón es incapaz de disciplinarse para postergar la gratificación personal, y cae en la trampa de comprar inmediatamente los artículos deseados. Y la publicidad fomenta esto: “Compre ahora y pague después.” Y como uno no quiere esperar hasta poder disfrutar de algo, uno compra a cuotas esto y aquello y lo otro. Y antes de que llegue el siguiente sueldo, ya todo el dinero está comprometido con las cuotas y no sobra casi nada para vivir. En vez de trabajar para vivir, uno trabaja para pagar deudas. ¿Y cuándo vas a empezar a vivir? Es un sistema demasiado generalizado en nuestro país, y es un sistema demoniaco que tiene preso a demasiado mucha gente bajo esas deudas. Si alguien de ustedes está en esta situación, salga lo ante posible de sus deudas y huya de las cuotas como de la peste. Porque, ¿qué si Dios te dijera que uses tu dinero para apoyar un proyecto evangelístico? ¿Tendrías la libertad de hacerlo? ¿O son tus acreedores y no Dios los que te prescriben a quién pagar tu dinero?
            ¿Dónde está tu tesoro? ¿Qué papel juega el dinero en tu vida? ¿Eres esclavo de Mamón o siervo de Dios? ¿Eres Mar Muerto o Mar de Galilea? En una prédica más adelante vamos a seguir con este tema, empezando por cómo poder librarse de las deudas. Pero hasta entonces puedes hacer ya algunos pasos como, por ejemplo, quitarle al dinero el poder que le habías atribuido hasta ahora. Pon a Dios como tu fuente de provisión y empieza a sacudirte de encima las garras de Mamón que te tenían atrapados hasta ahora. Quiero guiarte en una oración de liberación del espíritu de Mamón. A lo mejor no será la única vez que tienes que renunciar a este espíritu diabólico, porque es un proceso largo de aprender a estar sujeto a Dios, pero es un primer paso.

lunes, 3 de junio de 2019

Día de acción de gracias








            El 16 de junio se celebrará aquí en la colonia el día de acción de gracias por la cosecha. Para muchos, es un día de profundo significado y emociones por todos los recuerdos que este evento despierta en ellos, probablemente desde la niñez. Para otros, quizás es hoy la primera vez que escuchan hablar de un evento así. ¿De dónde viene esta celebración? ¿Cuál es su origen? Investigando un poco, descubrí que un tipo de fiesta de acción de gracias era costumbre ya en la antigüedad en muchas culturas y religiones que agradecían a sus divinidades respectivas por el éxito en sus labores, generalmente agrícolas. Como para el invierno dependían de lo que habían cosechado en el verano y otoño, daban gracias por todo lo que habían podido recoger.
            Entre los que celebraban esto, estaban también los judíos. Encontramos en el Antiguo Testamento instrucciones claras que Dios le deja a su pueblo para esta celebración. Es posible que los primeros cristianos se hayan inspirado en estas fiestas para realizar también una fiesta similar. Las referencias más antiguas de esta celebración en la iglesia cristiana datan del tercer siglo. Es decir, en el año 200 y algo, se ha celebrado por primera vez una fiesta de acción de gracias entre los cristianos de esa época. En ese sentido, la fiesta de acción de gracias de hoy en día no es una fiesta de origen bíblico, como por ejemplo la pascua, que tiene sus orígenes en los grandes hechos de Dios para con su pueblo en el Antiguo Testamento, continuando luego con el sacrificio de Cristo por la humanidad, ocurrida precisamente durante la fiesta de pascua judía. La fiesta de acción de gracias tiene antecedentes mucho más generales, sin importar la cultura y la religión de quienes lo han celebrado en la antigüedad. Pero sí hay una relación indirecta y bastante fuerte, por lo menos para nosotros los cristianos, entre nuestra fiesta de acción de gracias y estas fiestas del Antiguo Testamento. Hay varios elementos que deberíamos tener en común con los judíos del Antiguo Testamento al celebrar hoy una fiesta similar.
            ¿Cómo fue entonces esta fiesta en el Antiguo Testamento? En primer lugar, encontramos una orden general en cuanto a las festividades judías. Estas instrucciones fueron dadas a Moisés en el marco de toda la legislación que Dios le transmitió, junto con la entrega de los 10 Mandamientos.

            F Éx 23.14-17

            En este pasaje, Dios ordena a su pueblo celebrar principalmente 3 fiestas al año. Había otras festividades más, pero estas tres eran las primordiales para las cuales todo varón israelita nacido en Palestina tenía que irse sí o sí a Jerusalén. Las tres eran fiestas de agradecimiento. La primera, de los Panes sin Levadura, era para festejar la salida del pueblo de Egipto y la salvación de los primogénitos por parte de Dios. La segunda, la Fiesta de la Siega, Fiesta de las Primicias o Fiesta de las Semanas, fue más tarde conocida como Pentecostés. Era una fiesta para la entrega de las primicias en agradecimiento, y para pedir que Dios bendiga su cosecha. La tercera, la Fiesta de la Cosecha, era para agradecer al final de la cosecha por los resultados obtenidos. Así vemos que los judíos celebraban en realidad dos veces al año una fiesta de acción de gracias por la cosecha.
            Encontramos instrucciones acerca de la fiesta de las primicias o fiesta de la siega en varios pasajes de la Biblia.

            FLv 23.16-22
            FDt 16.9-12

            En esta fiesta se conmemoraba la entrega de la ley en el monte Sinaí y la renovación del pacto de Dios con su pueblo. También se presentaban ofrendas con los primeros frutos de la cosecha del trigo y los primeros animales nacidos en los rebaños. Por eso se llama también fiesta de las primicias. La celebración incluía llevar una “ofrenda mecida” de dos hogazas de pan, sacrificios de animales (corderos de siete años, un toro y dos carneros) y una ofrenda líquida en acción de gracias por una buena cosecha. Una cabra también debía ser sacrificada como ofrenda por el pecado del pueblo. Esta primera fiesta de la siega, o fiesta de las semanas, se realizaba en el mes de junio para celebrar la cosecha del trigo
            Instrucciones en cuanto a la tercera festividad, la de los tabernáculos o la fiesta de la cosecha, encontramos también en diferentes pasajes:

            FLv 23.33-44
            FDt 16.13-17

            La última cosecha del año tenía lugar en el otoño antes de la estación lluviosa, y señalaba el comienzo de un nuevo año agrícola. En ese tiempo se juntaba y almacenaba el resto del grano maduro. El acontecimiento de siete días también era conocido como “fiesta de la cosecha” y era simbolizado por la construcción de cabañas decoradas con verdor por los cosechadores. La fiesta estaba relacionada con la tradición israelita en conmemoración del peregrinaje por el desierto. También fue la oportunidad para la dedicación del templo de Salomón en Jerusalén (1 R 8.65). O sea, había varios acontecimientos históricos que se conmemoraban en esta fiesta.
            El primer día se hacía una reunión santa (un culto) y no se hacía ninguna clase de trabajo. Durante estos siete días se quemaban ofrendas al Señor. El primer día de la fiesta se tomaban los mejores frutos de los árboles, hojas de palmeras y de los campos frondosos y álamos del río como una ofrenda especial. Durante estos días los israelitas de nacimiento debían vivir en enramadas para que todos sus descendientes supieran que cuando Dios los sacó de la tierra de Egipto los hizo vivir en enramadas.
            Era la fiesta más grande de todas y con una mayor asistencia, ya que la última cosecha había finalizado y ahora todos podían descansar y celebrar.
            Era también la fiesta más alegre de todas ya que estar alegres era un mandamiento de esta fiesta: “Alégrense en esta fiesta junto con sus hijos y sus esclavos, y con los levitas, extranjeros, huérfanos y viudas que vivan en su ciudad” (Dt 16.14 – DHH).
            Un matrimonio de judíos mesiánicos describe la celebración de esta fiesta en las siguientes palabras: “Construimos una SUKA (una cabaña) recordando las cabañas en las que vivieron los hijos de Israel en el desierto, celebramos la protección de Dios durante los 40 años de peregrinación en el desierto cuando nos dirigíamos a la Tierra Prometida.
            Estas cabañas que construimos también nos recuerdan que la vida en esta tierra es pasajera.
            Llevamos a cabo el mandamiento de las Cuatro Especies. Nuestra tradición nos enseña que se debe tomar una fruta cítrica, una rama cerrada de palmera, tres ramas de mirto y dos ramas de sauce. Cada día de la fiesta (menos en Shabat) se cogen las 4 especies, se recita una bendición y se agitan hacia arriba y hacia abajo en todas las direcciones de una forma establecida.
            Posiblemente Jesús nació en esta fiesta.
            Un día Dios hará su morada (Sucá) entre nosotros y reinará sobre toda la tierra.” (http://ministerioluzalasnaciones.com/ index.php/estudiosbiblicos/32-limitacionessatanas)
            Estas fiestas de acción de gracias por las cosechas hacían ver a las personas de cuánto dependían de Dios para tener el pan de todos los días. A veces, el “pan diario” no es tan diario; o por lo menos no es automático, sino se tiene que trabajar muy duro para obtenerlo. Especialmente aquí en el Chaco entendemos este principio muy bien, ya que la actividad económica principal es la agricultura y ganadería, y los dos dependen casi exclusivamente del clima. Aunque se puede prever muchas cosas y prepararse para largos períodos de sequía, pero si estos se extienden más de la cuenta, o si en un día llueve 400 milímetros, el ser humano se da cuenta de su tremenda limitación e impotencia. Agradecer, entonces, a Dios si se ha obtenido buen fruto de su trabajo es poca cosa.
            Ahora, esta es la descripción de las fiestas de los judíos, así como los encontramos descritos en el Antiguo Testamento. ¿Qué podemos extraer de estas festividades que deberíamos aplicar a nuestra celebración hoy en día? Encuentro varios puntos.
            1.) Por un lado, es una fiesta. Es un momento de pasarlo bien en compañía de otras personas. Y es una fiesta muy alegre. Hay muchos elementos que uno puede incluir en una fiesta de acción de gracias que nos ayudan a que el evento realmente sea una fiesta alegre: la misma decoración que se suele hacer con los frutos del campo aporta mucho a esto; la música suele ser siempre parte importante de una fiesta; testimonios de la bendición de Dios en la vida de algunas personas siempre causan gozo en los que los escuchan; la Palabra de Dios, quizás especialmente algunas promesas o historias que ilustran la intervención prodigiosa de Dios de la vida de un personaje bíblico, siempre es un ingrediente fundamental en una fiesta gozosa; una comida rica suele ser también siempre parte de una fiesta agradable, etc. La creatividad de las personas puede agregar muchos elementos más a esta característica.
            2.) Parecido a esto, las fiestas de las cosechas de los judíos siempre eran fiestas de celebración, de alabanza y de gratitud. Dios es claramente reconocido como la fuente, como el proveedor de toda bendición material, y es exaltado como tal. A la vez, esto crea en nosotros la conciencia de dependencia y sumisión a él.
            3.) Siempre las fiestas eran acompañadas de sacrificios. Me llama mucho la atención una frase de estos textos. Dios dice: “Nadie deberá presentarse ante el Señor con las manos vacías” (Dt 16.16 – DHH). Entre paréntesis: ¿Tuviste en cuenta esto al prepararte para venir hoy al culto? Si uno lee otros detalles más que la Biblia da respecto a la celebración de estas fiestas, es impresionante la cantidad de animales que se tenía que sacrificar cada día en honor a Dios. Puedo estar muy alegre y agradecido por todo el logro material que he obtenido, pero si no estoy dispuesto a sacrificar algo al Señor para demostrar mi gratitud, no es verdadera adoración. Es una emoción egoísta que se alegra por la cosecha, pero que no está dispuesta a compartir nada. Cuando David quiso levantar un altar donde ofrecer holocaustos al Señor para redimir su pecado, el dueño del lugar estaba tan emocionado por la visita de David que le quiso regalar el lugar donde edificar el altar. Pero David le dijo: “De ninguna manera. Yo te pagaré su precio. No voy a ofrecer al Señor mi Dios holocaustos que no me cuesten nada” (2 S 24.24 – RVC). Si mi entrega al Señor no me llega a doler, probablemente no fue de corazón.
            Esto fue lo que Jesús observó un día en el área de ofrendas en el templo. Muchos ricos dieron mucha plata, pero no fue de “olor agradable” para el Señor. Pero las únicas dos moneditas de la viuda fueron un aroma de adoración insuperable para Dios (Mc 12.41-44). ¿Por qué? Porque los ricos ni se dieron cuenta de lo que daban. No les costó nada. Ni lo sintieron. Daban sin poner el corazón en ello. Era un dar por costumbre, quizás por un sentido de deber religioso. En cambio, la viuda daba todo lo que tenía, porque sabía que su bienestar no dependía de esas dos moneditas. Su vida dependía de Dios, que provee hasta para los pajaritos (Mt 6.26). Con esto, ella venció el espíritu demoníaco de Mamón que sí tenía preso a los otros dadores. Alguien dijo que no importa cuánto das, sino con cuánto te quedas, porque esto determinará tu grado de confianza en la provisión de Dios para todas tus necesidades. Si el soltar esos billetes en el canasto de las ofrendas te causa una lucha interior, entonces estás empezando muy bien. Y si a pesar de la lucha lo das por amor al Señor, entonces también has vencido al espíritu de Mamón, y empiezas a experimentar la libertad de manejar tu dinero según las instrucciones de Dios.
            No pretendo hacer una prédica sobre el dinero, pero es importante recalcar esto. Si lo que aportas para la obra de Dios se parece más a un sacrificio que a una limosna, entonces estarás en una situación parecida a la de los judíos en la fiesta de acción de gracias. ¿Acaso no creen que más de uno habrá calculado el precio de estos animales preciosos, sin defecto alguno, los más gorditos y prometedores de la manada, que ahora él tenía que sacrificar para el Señor? Pero lo daban, y con júbilo. Cuando la próxima vez que en la iglesia se diga: “Vamos a recoger la ofrenda”, tú das un salto y lanzas un grito de júbilo, entonces habrás entendido.
            4.) Los judíos daban “…conforme a los bienes con que el Señor su Dios lo haya bendecido” (Dt 16.17 – DHH). Como era un pueblo netamente agropecuario, daban animales y productos del campo. Hoy en día podríamos ver también otras formas de dar, según la actividad o el sustento que cada uno genera para sí y su familia. Quizás no todos tienen árboles frutales para traer algo para decorar la iglesia. Pero quizás pueden vender algo de su producción y comprar con ese dinero algo que pueda contribuir a la decoración.
            Teníamos este año la idea inicial de celebrar nuestro aniversario como iglesia de Costa Azul de una manera similar: que cada uno aporte algo del fruto de su actividad diaria para donarlo y después poder bendecir con ello a los vecinos. Nos gustó mucho la idea, pero cuando pensamos en la realización práctica, nos encontramos con algunos inconvenientes. Como yo hago pan, podría aportar unos panes, pero por la intensidad de los preparativos en la iglesia, tendría que hacerlos ya a mitad de semana. Y pan de 3 días ya no sería tan “sin defecto” como para ofrendarlo. También pensamos en cómo lo podría hacer un hermano que vendía seguros de sepelios. Si de repente aparecería cargando un ataúd, tampoco sería buena idea. Así que, al final cambiamos la metodología, pero con el mismo énfasis de bendecir a algunas familias carenciadas del vecindario.
            5.) Era una fiesta de generosidad para con los más necesitados. En muchas partes de la Biblia encontramos que se habla de los extranjeros, los huérfanos y las viudas como ejemplos de máximo desamparo y necesidad. Y los de ustedes que han estado o están en una situación de estas, sabrán por qué la Biblia dice esto. Pero estas fiestas eran para compartir con todos ellos. Dios dice: “…harán fiesta delante del Señor su Dios, … junto con sus hijos y sus esclavos, y con los levitas, extranjeros, huérfanos y viudas que habiten en su población. Recuerden que también ustedes fueron esclavos en Egipto” (Dt 16.11-12 – DHH). Algo muy similar se ordena para ambas fiestas anuales de gratitud por la cosecha. Todos tenían que participar de estas fiestas de gran alegría y gratitud: los hijos, porque todavía no generaban sus propios ingresos; los esclavos, porque prácticamente no tenían derecho y voluntad propios; los levitas o encargados de la vida religiosa, porque se dedicaban exclusivamente al culto en el templo y no tenían tierras propias; y los extranjeros, las viudas y los huérfanos por su situación de extrema necesidad. Es más: ya al realizar la cosecha se debía pensar en los necesitados. Dice uno de los textos que leímos hoy: “Cuando llegue el tiempo de cosechar, no recojas hasta el último grano de tu campo ni rebusques las espigas que se hayan quedado. Déjalas para los pobres y los extranjeros” (Lv 23.22 – DHH). Una aplicación práctica de este principio encontramos en la historia de Rut y Booz, cuando él ordenó a sus cosechadores de dejar caer a propósito algo de la cebada y del trigo que estaban juntando en gavillas (Rut 2.16). ¿Con quién podrían compartir ustedes su alegría y gratitud al Señor por su abundante bendición para ustedes? Verdadero amor y verdadera gratitud no son mezquinos, sino generosos para con los demás.
            Probablemente se podría extraer varios otros principios más de estos textos y aplicarlos a nuestra vida en general y en especial a la fiesta de acción de gracias. Pero lo principal es nuestra gratitud a Dios por el sustento que él nos hace llegar cada día. El salmista David pudo testificar: “Yo fui joven, y ya he envejecido, pero nunca vi desamparado a un justo, ni vi a sus hijos andar mendigando pan” (Sal 37.25 – RVC). Creo que todos nosotros podríamos testificar de esto también. Podemos haber estado muy apretados, pero siempre la fidelidad de Dios ha hecho que no nos falte lo más esencial para la vida. Generalmente todo lo contrario: nos bendice sobremanera. Y todo es por su gracia. Si no fuera por la bendición de Dios, no tendríamos cosechas para celebrar ni el sustento para el día a día. La tierra sigue produciendo abundante fruto, y nosotros seguimos disfrutando de ello. ¡Alabado sea Dios!