¿Alguna vez han tenido un problema?
Bien por ustedes. Yo casi nunca tengo un problema. No, esperen, déjenme
corregir la entonación: casi nunca tengo un problema, generalmente son 3 o 4
al mismo tiempo. ¿Pero cuál es la forma más efectiva de lidiar con los
problemas que nos asaltan? En una guerra es esencial tener una buena estrategia
de combate para tener éxito. Nuestra lucha con los problemas requiere de algo
muy similar, porque son parte de una guerra espiritual en la que nos
encontramos. Las diferentes batallas que nos toca lidiar cada día pueden ser
muy diversos. Pero hoy queremos ver un ejemplo que nos puede dar pautas o
principios generales acerca de cómo plantarse ante las dificultades. Puede ser
que tu lucha contra un problema que tienes en este momento pueda ni parecerse
al ejemplo que vamos a ver hoy y tener resultados muy diferentes, pero te dará
principios generales que te van a ayudar en cualquier situación difícil.
El ejemplo que nos ocupará en esta
mañana se encuentra en 2 Crónicas 20. Es la historia de Josafat frente a la
amenaza de los enemigos. Vamos a leerla por partes a lo largo de la prédica.
F2 Cr 20.1-3
Este texto nos da el panorama
general de la historia, y de aquí se desprende nuestro primer principio para
elaborar una estrategia de lucha contra los problemas de la vida:
1.) No seas presa de las emociones negativas.
La situación de Josafat y de todo el
pueblo estaba muy delicada. Tres pueblos se habían aliado para atacar a
Jerusalén. Es como yo dije hace ratito que no se nos viene encima un solo
problema, sino tres o cuatro juntos. ¿Y cuál es la reacción natural ante este
tipo de situaciones? Preocupación, desesperación, nerviosismo, o miedo, como en
el caso de Josafat. Son reacciones totalmente naturales y humanas, y nadie, ni
un rey y hombre de Dios como Josafat, está libre de esto. ¿Pero en qué se
manifiesta la verdadera grandeza de una persona? En no permitir que estas
emociones fuertes y negativas dominen su reacción y su proceder. Una persona
presa del miedo puede llegar a paralizarse, congelarse, y no hacer nada; puede
llegar a huir; puede gritar y golpear histéricamente todo lo que encuentra;
puede tener cualquier reacción de cortocircuito. Pero, ¿qué hizo Josafat? Él sí
tuvo miedo, pero no permitió que ese miedo lo controlara, sino él dominó a sus
emociones negativas y reaccionó de manera muy positiva y productiva.
Es de suma importancia en momentos
de aflicción saber que para los hijos de Dios las circunstancias que nos rodean
no son toda la verdad. Detrás y por encima de estas circunstancias está nuestro
Dios todopoderoso que todo, ¡todo! lo
tiene bajo su control. ¡Esa es la
verdadera verdad, valga la redundancia! La Palabra de Dios dice: “Encomienda a Jehová tu camino, confía en él
y él hará” (Sal 37.5 – RV95); “pon tu
camino en las manos del Señor; confía en él, y él se encargará de todo”
(RVC); “pon tu vida en las manos del
Señor; confía en él, y él vendrá en tu ayuda” (DHH). No te desesperes. El
Señor jamás te dejará colgado. Quizás las cosas no se dan en la forma que tú
piensas, o en el momento que tú piensas, pero no te hundirás. ¡Te lo aseguro
porque su Palabra así lo dice, y porque yo lo he experimentado tantas veces ya!
Con esto ya estamos entrando en el
segundo principio de nuestra nueva estrategia de batalla:
2.) Acude a Dios
F2 Cr 20.4-12
Ante la amenaza de los enemigos,
Josafat hizo lo único correcto en estas situaciones: buscó intensamente a Dios.
Y no solamente él, sino que convocó a todo el pueblo. Así, la oración tiene más
efecto, ya que, como Jesús enseñó cientos de años más tarde: “Si dos de ustedes se ponen de acuerdo aquí
en la tierra para pedir algo en oración, mi Padre que está en el cielo se lo
dará. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de
ellos” (Mt 18.19 – DHH). Ante la amenaza de los enemigos, Josafat tenía la
misma actitud que Pedro: “Señor, ¿a quién
iríamos? Sólo tus palabras dan vida eterna” (Jn 6.68 – BLPH). Ante las
dificultades de la vida no debemos reunir en primer lugar un consejo de guerra,
ni mucho menos publicar nuestra desgracia en Facebook o en el estado de
WhatsApp, sino acudir a Dios, porque, como dijo Jesús: “…sin mí no pueden ustedes hacer nada” (Jn 15.5 – DHH). La persona
que diga que quemó todos los cartuchos y que ya no le queda nada más que orar,
no entendió todavía quién es Dios y quiénes somos nosotros. Dependemos
totalmente de él. ¡Sin él, nada somos en absoluto! Dios es el único cartucho que
tenemos.
Es que estamos en una guerra
espiritual. Vivimos en un mundo caído en pecado y dominado por Satanás. No
estoy diciendo que cualquier problema que haya sea siempre culpa de Satanás.
Muchas veces somos nosotros mucho más culpables de nuestros males que él. Pero
lo que quiero decir que, al final de cuentas, todo mal proviene de Satanás, y
él intentará por todos los medios derribarnos y hacernos perder el camino que
Dios ha diseñado para nosotros. Por eso debemos mantener en todo momento la
perspectiva de Dios para nuestra vida.
Es que cuando estamos en plena
tormenta, no entendemos más ni dónde está arriba y dónde queda abajo. Estamos
siendo tirados de un lado a otro. Pero cuando en medio de esa turbulencia
elevamos nuestra mirada a Dios y gritamos por su auxilio, el problema empieza a
adquirir su tamaño real. Mientras que nos concentramos únicamente en nuestro
problema, éste llega a ocupar totalmente nuestro campo visual. No vemos más
nada que problemas, y nos sentimos completamente impotentes. Ahí llega el
momento de declarar nuestra impotencia, pero no como un mensaje de
autocondenación y derrota, sino como una declaración de dependencia de Dios,
como lo hizo Josafat en el versículo 12: “no
tenemos fuerza para enfrentar a semejante ejército que se nos viene encima. No
sabemos qué hacer y por eso nuestros ojos están fijos en ti” (PDT). Al
concentrarnos en Dios y su omnipotencia, nuestro problema empieza a disminuir,
y la presencia y el ser de Dios llegan a ocupar todo nuestro campo visual. La
mente se despeja y puede pensar otra vez más claramente. Experimentamos la
verdad expresada por el profeta Isaías: “Tú
guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en
ti ha confiado” (Is 26.3 – RV95). Así que, ante cualquier problema que
tienes, por más amenazante y arrollador que se presente ante ti, no te dejes
dominar por el miedo y la desesperación, sino busca inmediatamente la presencia
de Dios. No te concentres en las circunstancias; ¡concéntrate en Dios! Es algo
tremendamente difícil de hacer cuando la tormenta es fuerte, pero ¿quién dijo
que una batalla sería fácil? Es básico hacer esto, pero el proceso hacia la
victoria no termina aquí todavía. El tercer paso es:
3.) Sigue las instrucciones de Dios
F2 Cr 20.13-19
Cuando estés orando, derramándote
ante el Señor, presta mucha atención a lo que el Señor te está diciendo.
Lastimosamente, muchos se quedan en el paso anterior de clamar a Dios,
esperando quizás que el problema se disuelva en el aire por arte de magia.
Cuando el pueblo de Israel estaba apretado entre el mar Rojo y el ejército de
Faraón, Dios le dijo también a Moisés: “¿Por
qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que se pongan en marcha” (Éx
14.15 – BLA). La Biblia dice: “Todo tiene
su tiempo” (Ec 3.1 – RVC). Así que, el orar tiene su tiempo, pero luego
viene el tiempo de actuar – a no ser que la instrucción de Dios sea no hacer
nada y esperar, como fue en este
caso. Pero en otras situaciones, Israel también ha recibido instrucciones de
atacar a los enemigos. Así que, ¿cuál es la instrucción que has recibido de
parte de Dios en cuanto a tu problema?
A veces tenemos nuestras
dificultades de reconocer la voz de Dios. Esto se aprende, pero únicamente
cultivando la intimidad con Dios. Y Dios puede valerse de muchísimos medios
diferentes para transmitirnos su mensaje. En este caso, él utilizó a un hombre
que estaba presente en esta convocatoria de Josafat al ayuno y oración. En
primer lugar, Dios tranquilizó los corazones revueltos, asegurando que él
estaba a cargo en la sala de control central de las circunstancias.
Luego les dio instrucciones claras
acerca de cómo proceder. Por más que Dios había dicho que la guerra era de él y
que ellos se queden quietos mirando lo que él iba a hacer, el pueblo no se
quedaría en Jerusalén para tender sus hamacas y esperar que caiga fuego del
cielo sobre los enemigos que los consuma. Ellos tenían que hacer algo. Dios les
dio instrucciones de salir al encuentro de los enemigos, porque así se pone a
prueba la fe. Es lo mismo que cuando el pueblo de Israel, después de deambular
durante 40 años por el desierto, iba a cruzar el Jordán para por fin conquistar
la tierra prometida. Dios había dado la orden a Josué que avancen para cruzar
el río. Los sacerdotes con el arca del pacto se iban delante. Se acercaron más
y más al Jordán desbordado, pero nada pasó. Recién cuando ya sus pies pisaron
el agua, ocurrió el milagro. No sabemos qué habrá pasado por su mente al
acercarse al río, pero se requirió de mucha fe para obedecer las instrucciones
de Dios. El poder de Dios no se manifestaba hasta que no hagan por lo menos lo
mínimo que podían hacer: caminar rumbo al obstáculo. Enfrentarlo. Así fue
también aquí con Josafat y el pueblo. Tenían que formarse para salir a la
batalla, sólo que no iba a haber batalla. Y Dios muestra aquí también su
sentido de humor: los enemigos tenían sus planes secretos cuidadosamente
trazados de cómo sorprender a Israel y vencerlo, pero Dios los delató ante
Josafat y le reveló minuciosamente el camino que utilizaría el ejército
contrario para venir contra ellos. Antes de que la triple alianza se ponga en
marcha, Josafat ya pilló su estrategia, y Dios les deshizo sus planes.
Como dije, en este caso Dios les dijo que no peleen, en otros sí lo tuvieron que
hacer. Tu problema también puede requerir diferentes actitudes y acciones de tu
parte. Pero en todo caso, siempre, se aplica la segunda parte del versículo 17:
“…contemplen cómo el Señor los va a
salvar” (RVC). Sea que tengas que luchar o no, la victoria siempre es del
Señor, y siempre está asegurada. En cualquier problema que te encuentres, sepa
que el final del mismo ya está marcado: la victoria a favor del Señor. Esa
victoria bien puede tener una cara diferente de lo que nosotros nos lo
imaginamos, pero nunca la victoria será de Satanás. Desde la muerte y
resurrección de Jesús él es un derrotado. Y cuando reconozcas esto, harás lo
mismo que Josafat y el pueblo: caer de rodillas ante el Señor y adorarlo (v.
18), porque te darás cuenta del gran amor y la omnipotencia de Dios ante quien
todo ser tiene que rendirse. Y esto nos lleva automáticamente al siguiente
paso:
4.) Ataca el problema con alabanza.
F2 Cr 20.20-25
A mí me impresiona ese Josafat. Al
día siguiente él se alista para seguir las instrucciones de Dios. Hace formar a
su ejército y les da todavía una cuota adicional de ánimo. Pero luego hace algo
totalmente inusual. ¿A quién pondrían ustedes al frente del ejército que va
rumbo a encontrarse con una multitud arrolladora de enemigos? Seguramente a los
guerreros más experimentados y aguerridos, las tropas de élite. ¿Pero qué hizo
Josafat? Le pega un telefonazo a Iván y a Fabio y les dice: “Muchachos, los
necesito en 5 minutos con todo el equipo de alabanza al frente de mi ejército,
en el lugar más peligroso.” Josafat había entendido algo que a nosotros nos
cuesta captar: que, si la batalla es del Señor, la alabanza es el arma más
poderosa que hay. La alabanza crea un caos y desorden sin igual entre las
huestes espirituales de los aires. La alabanza establece el dominio de Dios
alrededor de nosotros; crea un ambiente de la mismísima presencia del Dios
todopoderoso, porque el salmista le dice a Dios: “tú … habitas entre las alabanzas de Israel” (Sal 22.3 – RV95). Y
eso, ningún demonio lo puede aguantar. Todos huyen despavoridos de su
presencia. Además, al exaltar a Dios, su sabiduría, su omnipotencia y todo su
ser, crecerá tu confianza en él. Tu alma afligida se calmará, y tu amor por el
Señor crecerá. Por eso, si quieres atacar a tu problema, atacalo con alabanza:
pon radio Obedira u otra fuente de música cristiana, cantá, orá, establecé un
ambiente de alabanza y adoración a tu alrededor. Eso también colaborará a que
tu problema se reduzca a su verdadero tamaño. Quizás tu situación no cambiará
con esto, pero tú estarás cambiando. Se te crecerán los músculos espirituales,
y futuras aflicciones podrás enfrentar con más calma y confianza en el Señor.
¿Qué pasó en el caso de Josafat y
toda Judá? La mano de Dios se movió poderosamente en medio de la alabanza de su
pueblo y todos los enemigos se eliminaron entre sí. Verdaderamente el pueblo de
Judá no tuvo que pelear porque los enemigos mismos se encargaron de borrarse
del mapa. Los israelitas, en vez de ver un ejército listo para el combate,
vieron un ejército de cadáveres. Lo único que tenían que hacer era recoger el
botín, que era tan abundante que demoraron 3 días hasta juntar todo. Ante este
cuadro de la innegable y sorprendente victoria de Dios, llegamos a nuestro
último punto en nuestra lucha contra los problemas:
5.) Celebra el triunfo.
F2 Cr 20.26-30
Como la batalla es del Señor, la
victoria también lo es. Y si él nos ha dado la victoria, debemos darle el honor
y la gloria al dueño de la victoria. Josafat y su pueblo empezaron a hacerlo
ahí mismo en el campo de batalla. Y era tan grande su alegría y su alabanza,
que hasta el valle en que se encontraron recibió su nombre en honor a esta
victoria. Desde ese entonces, ese lugar se llamó “Valle de Bendición”, como se
traduce su nombre hebreo. Lo que se había levantado ante ellos como un monstruo
angustiante en forma extrema, se convirtió en un abrir y cerrar de ojos en
alabanza y bendición. Su angustia se convirtió en júbilo, su lamento en baile.
Así es cuando Dios está en la sala de mandos de tu vida.
Pero Josafat no se contentó sólo con
eso. Regresaron jubilosos a Jerusalén y se fueron directo al templo para seguir
su celebración de alabanza y adoración. Estaban muy conscientes que no eran
ellos los merecedores de la alabanza por la victoria, sino Dios.
Piensa ahora en el problema más
acuciante que tienes en este momento. ¿Cómo puedes aplicar estos 5 principios
de lucha a este problema? Como dije al principio, puede que tu problema y su
desenlace sean totalmente diferentes al de Josafat en este texto. Pero estos 5
principios pueden ayudarte a lidiar con cualquier problema que tengas. Ellos
serán tu estrategia de batalla en medio de las tormentas de la vida. Recuerda:
1.) No seas presa de las emociones negativas.
2.) Acude a Dios
3.) Sigue las instrucciones de Dios
4.) Ataca el problema con alabanza.
5.) Celebra el triunfo.
Entrega
tus problemas en manos de Dios. Así únicamente podrás tener la victoria segura
sobre tus situaciones difíciles. Dios te bendiga.