domingo, 16 de julio de 2017

Eres enviado






            Háganse la idea de que son grandes empresarios. Su negocio crece y crece. Ahora están a punto de dar un salto enorme en la expansión de su empresa: abrir una sucursal en otro país. El problema es que ustedes no pueden estar aquí en su empresa con su red de filiales nacionales, y al mismo tiempo en su primera filial internacional en, digamos, Buenos Aires. ¿Qué pueden hacer? ¿Cómo pueden resolver esto? Necesariamente tienen que poner a un gerente al frente de esta nueva empresa en Buenos Aires. Les llegan varios currículums de los cuales tienen que elegir uno que sea idóneo para este cargo. ¿Qué van a esperar de él? ¿Qué características debe tener su representante en el otro país?
            Ok, ahora vamos a cambiar los roles. Ahora ustedes no son los dueños de la empresa, sino están en la lista de nominados para el puesto de gerente en esa nueva filial en Buenos Aires. ¿Reunirías vos las condiciones para este puesto? Sin considerar ahora la experiencia y los conocimientos, sino en cuanto a carácter, ¿serías la persona apropiada? Bueno, esta noche les vamos a tomar un examen, a ver si califican para este puesto o no.
            Bueno, les diré algo. Ustedes ya son gerentes en una filial. ¿No se dieron cuenta todavía? La empresa para la cual trabajan se llama “Reino de los cielos”, y la filial que ustedes gerencian está justito donde vos te movés a diario. A tu puesto o tu función se le puede dar también otros nombres, como “mayordomo” o, como en el caso de este campamento, “embajador”. Quiero ver con ustedes algunas características y cualidades de en embajador, guiándome de un texto que a primera vista (y quizás ni a segunda tampoco…) no tiene nada que ver con este tema: el Padrenuestro.

            Mt 6.9-13

            1.) Vamos a ver qué nos dice este texto acerca de nuestra función como embajadores. La primera frase dice: “Padre nuestro que estás en el cielo.” Cuando oramos a Dios y le decimos “Padre”, estamos aludiendo a una persona que está encima de nosotros en cuanto a autoridad. Y si decimos “que estás en el cielo”, indicamos que él y nosotros estamos en dos lugares diferentes. Y esto es precisamente lo que es la situación de un embajador: representa en otro país al que tiene autoridad sobre él, es decir, al gobierno de su propio país. El embajador es un tipo de brazo extendido del presidente de la república en un país extranjero. Ya que el presidente, al igual que ustedes como dueños de su empresa internacional, no puede estar en todos los lugares al mismo tiempo, tiene sus enviados que hacen el trabajo como si él mismo lo hiciera. Por lo tanto, un embajador jamás se va a enviar sólo. Nunca se nombra a sí mismo, sino es elegido y enviado por un poder superior a un lugar específico con una misión específica.
            Si llevamos esto al plano espiritual, ¿quién es el “presidente” que nos envía? Dios, por supuesto. Él nos ha elegido. La Biblia dice que “Dios … nos reconcilió consigo mismo a través de Cristo y nos dio el ministerio de la reconciliación” (2 Co 5.18 – RVC). No fuimos nosotros los que nos reconciliamos con Dios, sino él tomó la iniciativa de quitarnos de encima nuestro pecado y ponerlo sobre Jesús. Y como el pecado era la causa de nuestra separación de Dios, como ya no está más entre nosotros y Dios, estamos en paz otra vez con él. Ahora estamos en condiciones para ser sus embajadores: enviados a un lugar específico con una misión específica. Este versículo dice que “…nos dio el encargo de anunciar la reconciliación” (2 Co 5.18 – DHH). Con esto, tenemos la misión en claro: hacer que otros a nuestro alrededor sepan de que Dios les ofrece la reconciliación con él. Esta es nuestra misión como embajadores. En su oración sacerdotal, Jesús le dijo a su Padre: “Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo” (Jn 17.18 – BPD). No necesitas esperar hasta recibir el llamado de llevar el mensaje de reconciliación a otras personas. El llamado ya se te dio hace miles de años. Falta no más que cumplas tu llamado.
            Pero dijimos también que el embajador es enviado a un lugar específico. ¿Cuál es ese lugar? ¡El lugar en que te encuentras ahora mismo! Si Dios te hubiera querido tener como su embajador en Francia, te hubiera hecho nacer en Francia. Pero te hizo nacer en Paraguay. Por lo tanto, tu misión es aquí, en el lugar en que te mueves de lunes a lunes. Puede ser que en el futuro te cambie de lugar a otra embajada en otro país u otra parte de Paraguay. Pero ahora estás aquí. Eres su embajador, estés donde estés. Y no estás por casualidad en el lugar en que estás, sino porque Dios te puso ahí con una misión a cumplir: representar sus intereses.
            2.) La siguiente frase del Padrenuestro dice: “Santificado sea tu nombre.” En la misma dirección va también el final de este Padrenuestro que aparece en algunas versiones de la Biblia: “Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre. Amén.” Estas son expresiones de alabanza y adoración. Cuando expresamos esto a Dios, él es exaltado antes los hombres. Así, el embajador busca siempre mantener en alto la imagen del que lo envió. Imagínense que un embajador paraguayo empiece de repente a hablar muy mal del presidente Cartes en el país en que le toca estar. Si el presidente se entera de lo que hace este su representante, patitas le van a faltar al entonces ya exembajador para abandonar el país. Con una patada en el… bueno, en cierta parte de la anatomía humana, ese embajador cué saldrá volando de su lugar de misión, aterrizando donde sea, con tal que no sea ni el territorio paraguayo ni ninguna otra embajada en el extranjero.
            ¿Cómo tratamos el nombre o la imagen del que nos envió a nosotros a nuestra misión en esta tierra? Tu testimonio como hijo(a) de Dios, tu manera de ser, tu vocabulario, etc., todo apunta hacia aquel que te envió. Todo tu ser arroja cierta luz sobre Dios. ¿Cómo será la imagen de Dios producida en la mente de las personas a tu alrededor? Tu vida debería dar como único mensaje: “Santificado sea el nombre de Dios…” entre tus compañeros de colegio, de facultad, de trabajo, entre tus vecinos, etc.
            Otra manera de ilustrarlo son las expresiones de Jesús de ser sal y luz. La sal, al mezclarse con la comida, no pierde sus características ni adopta las de la comida a su alrededor. Más bien impregna toda la comida con sus propiedades. La luz no necesita hacer un esfuerzo para brillar. Un fluorescente simplemente tiene que ser para lo cual fue fabricado. Pero hay dos condiciones para que lo sea: tiene que estar en perfectas condiciones, y tiene que estar conectado a la energía. Sin corriente eléctrica el fluorescente, por lindo que sea, no sirve de nada. Y si está con desperfectos, no solamente no sirve de nada, sino molesta. ¿Qué hace un tubo viejo? Todo el tiempo trata de encenderse, pero ya no da. Y esos constantes flashes en medio de la oscuridad son tremendamente molestosos a los ojos. Es más soportable apagarlo del todo y tratar de orientarse de algún modo en la oscuridad. Así son los que quieren estar bien con Dios y con el mundo. Constantemente saltan entre estar prendidos y estar apagados. ¿Y saben qué? Ese tipo de cristianos con desperfectos no sirven de nada. Son más bien una barrera para que los que los rodean puedan encontrar a Cristo. Es ahí que se escucha el típico comentario: “¿Y ese dice ser cristiano? Si él es uno, yo no quiero saber nada de su religión.” No saben cuánto duele escuchar esto por culpa de embajadores cuya vida no arroja alabanza al que los ha enviado.
            3.) La siguiente frase del Padrenuestro expresa el deseo: “Venga tu reino.” Un reino es el espacio en que el rey correspondiente ejerce toda su autoridad. Una embajada es un pequeño pedazo de este reino dentro de otro país. En el predio de la embajada rigen las leyes del país que representa. La embajada de Paraguay en Brasilia es un pedazo de unos cuantos metros cuadrados de Paraguay en territorio brasileño. Incluso una persona puede pedir asilo político a un país dentro de su embajada en otro país. Por ejemplo, quizás habrán escuchado hablar de Julián Assange. En el 2012, él pidió asilo político en la embajada de Ecuador en Londres. Hasta que Ecuador no rechace su solicitud, él puede permanecer dentro de la embajada (que a veces son semanas) y nadie lo puede tocar, por más que toda la embajada esté rodeada por la policía inglesa. Si él pone un pie fuera de la embajada ecuatoriana, cambia la historia… El embajador, entonces, representa los intereses del que lo envió en otro país; instala un pedazo de Paraguay en cualquier otro país.
            El embajador de Cristo instala un pedazo de cielo en esta tierra. Quizás las personas que te rodean no pueden describir lo que sienten cuando están en tu cercanía, pero se sienten atraídos hacia ti porque respiran un ambiente de paz y felicidad en tu presencia. Es porque se encuentran en la embajada celestial que es muy diferente al mundo unos metros más allá. Ahora, si vos sos igual o peor de renegón y plagueón como los mundanos, tirando peste contra todo y todos, no estás representando los valores del reino del cual eres embajador. No seremos perfectos nunca y se nos escaparán cosas a veces, pero es diferente un desliz hacia el reniego a modo de desahogo, que un estilo de vida deprimido.
            Jesús dijo: “Todo el mundo se va a dar cuenta de que ustedes son mis seguidores si se aman los unos a los otros” (Jn 13.35). Eso es pedir “Venga tu reino, instala tu dominio y tus características en mi vida.”
            4.) Sobre la base de esta característica se entiende también la siguiente petición: “Hágase tu voluntad en la tierra, así como se hace en el cielo.” Ya que es un pedazo de su país en el exterior, se ejerce en la embajada la voluntad del gobierno de origen. Es decir, el embajador recibe órdenes claras y específicas que debe cumplir. El embajador jamás puede hacer lo que se le ocurra, sino debe obedecer instrucciones expresas de su gobierno respectivo. Por supuesto que su manual de funciones no explicará cada situación posible habida y por haber, pero sí le da directrices claras dentro de las cuales él tiene que tomar las decisiones para cada caso.
            ¿Y cuál es el manual del embajador de Cristo? Por supuesto, la Biblia. Pablo dice que “toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien” (2 Tim 3.16-17 – DHH). Ese manual nos enseña todo lo que necesitamos saber para desempeñarnos como fieles mayordomos en este mundo. Jesús fue el primer embajador del reino de los cielos en esta tierra, y él nos ha dejado el ejemplo. Él dijo: “…no bajé del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Jn 6.38 – BNP). Nosotros podríamos decir: “Yo no nací para hacer mí voluntad, sino la del que me envió a esta vida.” ¿Sueles decir esto?
            Ahora, ¿cuál es la responsabilidad de un embajador en este sentido? Él debe saber exactamente lo que dice el manual. Si él llegara a realizar una acción que va claramente en contra de los reglamentos del manual, el gobierno de su patria lo llamará para que rinda cuentas. ¿Les parece que sea aceptable que él diga que no sabía que esto decía el manual? ¡Por supuesto que no! Era su deber saberlo de memoria casi. Ahora te pregunto: vos como embajador de Cristo, ¿cuánto conocés tu manual? ¿Lo estás estudiando? ¿Cuándo fue la última vez que leíste tu Biblia? Si algún día tu gobierno te llama a rendir cuentas, ¿qué le vas a decir ante la acusación de haber fallado a las órdenes del manual? ¿Será que se conformará plenamente si le decís que no conocías esa orden? Me temo de que no. ¿Cuál es entonces la decisión que tomarás ahora en ese sentido?
            5.) Y hablando de esto, quisiera invertir el orden de las siguientes frases y saltarme a la que dice: “Perdónanos el mal que hemos hecho, así como nosotros hemos perdonado a los que nos han hecho mal.” El hecho de que oramos a Dios pidiendo por su perdón nos muestra que él es superior a nosotros y nos exige rendición de cuentas. Él es la autoridad para determinar si hicimos bien o mal. Como él nos ha dado las prescripciones según las cuales debemos vivir, él es el que puede medir si las cumplimos o no. Así que, un embajador debe rendir cuentas al que le envió. Como ya dijimos, la embajada es un pedazo de patria en alguna parte del resto del mundo, ahí adentro rigen las leyes y normas del país de origen. Sin embargo, por estar inmersa en medio del territorio de otro país, la embajada debe respetar y cumplir las legislaciones del país en que se encuentra. Pero en cuanto al ejercicio de sus funciones como embajada, tiene que rendirle cuentas al gobierno de su país, no a las autoridades locales.
            Esto es muy importante tener en cuenta para considerar nuestro deber como embajadores de Cristo. Las leyes que debemos respetar por encima de todas, son los principios divinos, no las de este mundo. Jesús, en su oración sacerdotal a favor de sus discípulos, le dijo a su Padre: “No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del mal. Así como yo no soy del mundo, ellos tampoco son del mundo” (Jn 17.15-16 – DHH). Es decir, estamos en este mundo, pero no somos de este mundo. Somos sapos de otro pozo. Pero, como vivimos en este pozo, debemos respetar sus leyes. Por eso pagamos nuestros impuestos, participamos de las elecciones y nos atenemos a las reglas de tránsito. Pero en cuanto a nuestra conducta, nuestra función como embajadores de Cristo en este mundo, nos regimos según sus normas detalladas en su manual de instrucciones, la Biblia.
            6.) Volvamos ahora a la petición anterior del Padrenuestro: “Danos hoy el pan que necesitamos.” Cuando hablamos del “pan de cada día”, nos referimos al sustento básico (alimento, vivienda y ropa). Un embajador es sostenido y recompensado por el que lo envió. Cada país vela por los requerimientos de su personal diplomático en los demás países. Ningún embajador es enviado a otro país para que vea cómo sobrevive allá.
            Nosotros tampoco estamos sin el sustento del reino de los cielos. El que nos envió vela por todas nuestras necesidades. A diferencia de un embajador que mes tras mes recibe su sueldo, depender del Rey de los cielos requiere de fe. A veces las cosas no van como uno quisiera, pero Dios nunca deja colgado a su personal de tierra. Dios mismo prometió: “…Yo los he cuidado desde antes que nacieran, los he llevado en brazos y seguiré haciendo lo mismo hasta que lleguen a viejos y peinen canas; los sostendré y los salvaré porque yo soy su creador” (Is 46.4 – TLA). Y el salmista dice: “Yo fui joven, y ya he envejecido, pero nunca vi desamparado a un justo, ni vi a sus hijos andar mendigando pan” (Sal 37.25 – RVC).
            Vivir esto a veces no es fácil, porque estamos demasiado atados a las circunstancias visibles que nos rodean, y de antemano queremos ver claramente todo el camino que implica el llamado de Dios. Cuando Dios nos llamó a ser pastores de Costa Azul, teníamos un montón de preguntas sin respuesta, como, por ejemplo, a lo que a vivienda se refiere, entre otras más. Pero dijimos que, si Dios nos llamaba, él se iba a encargar de todo lo demás. Nos mostró una casa para nosotros, y aunque nos cueste horrores pagarla, ahí estamos. Nunca nos faltó lo esencial. Las únicas veces que nos hemos acostado con hambre fueron los días de ayuno. ¡Dios es fiel! ¡Jamás se retrasa en sus pagos, por más que no sigue un ritmo tan predecible como un sueldo cada fin de mes!
            7.) Y llegamos a la última petición que tiene cierta relación con la que acabamos de considerar: “No nos expongas a la tentación, sino líbranos del maligno.” Un embajador siempre goza de la protección del que lo envió. Sean agentes de seguridad de su país o contratados en el país en el cual presta sus servicios, el estado vela porque sus funcionarios sean “librados del maligno”. Así también los embajadores de Cristo cuentan con el servicio de seguridad de los guardias celestiales. La Biblia dice: “No te sobrevendrá ningún mal ni la enfermedad llegará a tu casa; pues él mandará que sus ángeles te cuiden por dondequiera que vayas” (Sal 91.10-11 – DHH). Esto es muy importante, porque al ejercer nuestra función de embajadores y llevar el mensaje de reconciliación a todo el mundo que nos rodea, nos metemos directamente en la cueva del dragón. Invadimos el reino de las tinieblas, buscando rescatar sus víctimas para hacerlas pasar al reino de Dios. Haciendo esto, entramos en lucha cuerpo a cuerpo con las huestes de Satanás. Por eso dice Pablo: “La batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso, sino contra principados y potestades, contra los que gobiernan las tinieblas de este mundo, ¡contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes! Por lo tanto, echen mano de toda la armadura de Dios para que, cuando llegue el día malo, puedan resistir hasta el fin y permanecer firmes” (Ef 6.12-13 – RVC). Con esta protección brindada por nuestro superior, podemos avanzar sin temor en el cumplimiento de nuestro deber como embajadores. Nada ni nadie nos podrá tocar sin su autorización.
            ¿Qué tal tu autoexamen? ¿Cumples los requisitos para ser gerente de la filial de la empresa celestial en esta tierra? ¿Eres un embajador digno del reino de los cielos? Somos enviados de Dios a este mundo con la misión de hacer conocer a la gente de que Dios se quiere reconciliar con ellos; somos enviados a exaltarlo continuamente a él; somos enviados a instalar su dominio en este mundo; somos enviados a cumplir sus instrucciones en esta tierra; somos enviados a regirnos según sus leyes y no las de este mundo; somos enviados con la seguridad de su sustento en todo el tiempo; somos enviados con la certeza de su protección sobrenatural; ¡somos enviados!

            Si eres hijo(a) de Dios, ¡eres un(a) enviado(a)! No es una pregunta, es un hecho. La pregunta es si cumples o no con la misión con la que Dios te envió. La nota del examen que te hiciste esta noche la pones tú mismo. Y también tomas tú mismo la decisión sobre tu futuro como embajador. Si tienes una nota baja en alguna de estas funciones, ya sabes entonces qué hacer.

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