martes, 3 de diciembre de 2019

Altas exigencias








            Hace algunos años atrás nos comentaron el caso de una iglesia que mi esposa y yo conocemos bien, y su pastor, al que también lo conocemos bien. En un momento, la frustración de este pastor llegó hasta tal punto, que en pleno culto dominical dijo: “¡Renuncio!”, se subió a su auto y se fue. Desde ese día, la iglesia estaba sin pastor.
            Yo no soy quién para evaluar el proceder del pastor, porque no dispongo de más detalles del caso. Sí que nos resultó muy llamativo, casi anecdótico. Si ustedes fueran parte de esa iglesia, teniendo que buscar ahora otro pastor, ¿en qué se fijarían? ¿Qué requisitos debería cumplir una persona para que pueda ser pastor de una iglesia? ¿Qué características buscarían en un posible candidato? Por cierto, ¿alguien de ustedes quisiera ser pastor? A lo mejor no les preocupa mucho este tema porque dicen que igual la iglesia madre pone el pastor para cada una de las IEBs. Sí, es cierto – por el momento. Pero esto no siempre será así. El objetivo es que las iglesias lleguen a ser tan maduras e independientes que puedan resolver estos casos por sí solas.
            El hermano Tito estaba ante esta difícil tarea de encontrar un pastor. Pero su situación era mucho más complicada todavía. Él no sólo tenía que elegir un pastor para una iglesia, sino para varias congregaciones en la isla Creta, donde su amigo y mentor Pablo lo había dejado con ese fin. Para que él tenga de qué guiarse, Pablo le escribió una breve carta en la cual, entre otras cosas, le orientó en cuanto a esta tarea delicada. Con esto arrancamos esta serie de predicaciones que nos llevará a través de varias de las cartas cortitas al final del Nuevo Testamento. Les invito entonces a buscar la carta de Pablo a Tito, y vamos a leer el capítulo 1.

            F Tito 1.1-16

            Este capítulo consta de tres secciones. La primera es la introducción típica de la época a todas las cartas. Pablo se presenta aquí como el remitente de esta carta, y se describe como “siervo de Dios y apóstol de Jesucristo” (v. 1 – DHH). Y también describe en breves palabras la misión de su vida: ayudar a otros a incrementar su fe y a crecer en su conocimiento de la verdad. Es decir, Pablo no se veía llamado a hacer sólo convertidos, sino seguidores, discípulos de Cristo; personas que reproducen en su día a día la persona y el ser de Cristo.
            Este saludo inicial típico incluye también el nombre del receptor, en este caso Tito, a quién él llama su “verdadero hijo en nuestra fe común” (v. 4 – RVC). Es que Tito era un cristiano griego que se había convertido por la predicación de Pablo en Antioquía de Siria. Desde entonces ha sido amigo, discípulo y fiel colaborador de Pablo. Recibió de su maestro varios encargos delicados, como este ahora de nombrar pastores para las iglesias de la isla de Creta (v. 5).
            Y con esto ya llegamos a la segunda sección de este capítulo: los requisitos para los ancianos, presbíteros u obispos, tres diferentes nombres que el Nuevo Testamento usa para el cargo de líder espiritual de una iglesia, lo que hoy llamamos “pastor”. Pablo dice que le dejó a Tito en Creta con esta misión: nombrar líderes en las iglesias de cada pueblo. Creta es una isla del mar Mediterráneo, al sudeste de Grecia. El libro de los Hechos no registra el trabajo que Pablo llevó a cabo en esta isla. Pero al seguir su viaje, él dejó a un colaborador muy cercano, a Tito, para que resolviera los problemas pendientes y busque líderes para las iglesias.
            Tratándose de la iglesia de Dios, y no de cualquier emprendimiento humano, el elegir líderes es cosa seria. Por eso, Pablo le dejó algunas instrucciones claras a Tito de cómo poder identificar a una persona idónea para ocupar esta función. Y los requisitos son elevados. En el versículo 6, Pablo dice que “un anciano debe llevar una vida irreprochable” (DHH). Otras versiones dicen: “que no se le pueda acusar de nada malo” (TLA); que debe tener “una reputación sin mancha” (PDT). Pablo no está hablando de perfección, porque esto no es posible. Pero sí está hablando de un testimonio intacto, que no se le pueda señalar con el dedo y poner en duda su vida cristiana. Debilidades todo ser humano las tiene, también los pastores. Si no lo creen, pregúntenle a mi esposa… Pero no debe haber nada tan grave que ponga en duda su amor y consagración al Señor.
            En segundo lugar, el pastor “debe ser esposo de una sola mujer” (v. 6 – DHH). Sobre esto se ha discutido mucho, tratando de identificar qué quiso decir Pablo con esto. Una explicación en la Biblia “Dios Habla Hoy” dice: “Esta expresión … probablemente debe entenderse en el sentido de no haberse casado por segunda vez, lo que supone una especial fidelidad al cónyuge.” Según esta explicación, se le podría dar a este texto también una interpretación menos probable, que sería no tener más que una esposa a la vez. En el Antiguo Testamento esto era común. Leemos de Abraham, Jacob, David, Salomón y otros que tenían varias esposas y concubinas. Pero en el Nuevo Testamento esto ya no era aprobado. En el caso de esta instrucción a Tito y otra muy parecida a Timoteo vemos que de los pastores se exige un nivel de vida y de pureza muy por encima de lo que se esperaría de otras personas. La razón de estas exigencias altas encontramos en el siguiente versículo: “el que preside la comunidad está encargado de las cosas de Dios, y por eso es necesario que lleve una vida irreprochable” (v. 7 – DHH). Es decir, no es una empresa humana, como ya dije, sino la propiedad de Dios. Por eso debe llevar una vida santa en todo aspecto de la vida, también en su vida matrimonial, para que ningún malintencionado tenga dónde agarrarle.
            Pero no es sólo la vida matrimonial que debe estar a este nivel, sino toda su vida familiar: “sus hijos deben ser creyentes y no estar acusados de mala conducta o de ser rebeldes” (v 6 – DHH). Está muy claro esto. SIN EMBARGO, quiero decir dos cosas al respecto de este punto. Primero, los hijos de pastores, de diáconos o de cualquier líder dentro de la iglesia son tan seres humanos como cualquier otro. Hay muchos casos de hijos de pastores que se fueron al mundo, pero con todo, porque no soportaron la presión a la cual se les sometió por ser hijos de personas en estos puestos. A veces son los propios padres que ejercen esa presión, otras veces viene de la iglesia. Los líderes son los padres, no sus hijos. Todos los hijos son iguales, sin importar qué cargo ocupan sus padres. Pero, ¿por qué entonces pone Pablo este requisito en cuanto a los hijos? Si los hijos son creyentes y muestran una buena conducta, aportan una gran ventaja al ministerio de los padres. Si un pastor y su esposa constantemente tuvieran que luchar y sufrir con el mal testimonio de sus hijos, estarían tremendamente limitados en su ministerio. Su mente y corazón estarían más enfocados en los hijos que en la iglesia, y no se sentirían con autoridad para llamar la atención a alguna otra familia de la iglesia, si fuere necesario. Pero si los hijos colaboran, estiran el carro, interceden por la iglesia, entonces hay sinergia, y la gracia de Dios fluye a través del ministerio de toda la familia.
            Y lo segundo que quiero decir es que los hijos, especialmente cuando son jóvenes —y mucho más cuando ya son mayores de edad— toman sus propias decisiones. Y esto es válido para cualquier familia cristiana: no se puede (¡y no se debe!) juzgar a los padres por el comportamiento de sus hijos. Conozco familias, en que los hijos han recibido el evangelio desde la cuna, pero que luego en su juventud se deciden por una vida lejos de Dios. ¿Fallaron los padres? No me animaría a afirmar esto. También conozco familias en que los padres no han sido un muy buen ejemplo que digamos, pero cuyos hijos son modelo de rectitud y de amor al Señor. ¿Logro de los padres? Probablemente no. Entonces, si bien Pablo llama la atención aquí sobre la vida familiar de los pastores, debemos entender que es un asunto muy amplio en el cual se deben considerar muchos factores. No es que cualquier metida de pata de los hijos ya inmediatamente anula el ministerio de los padres.
            Luego dice Pablo que un pastor o anciano no debe ser “soberbio ni iracundo” (v. 7 – RVC). Otras versiones dicen que “no debe ser autoritario ni de mal genio” (BLA), o que no debe ser egoísta. Bueno, creo que es hora que empaque mis maletas y me vaya del pastorado, porque ¿qué ser humano no es egoísta al por mayor? Pero es como yo dije al principio, que Pablo aquí no exige perfección. Por supuesto que cada pastor que hay en el mundo es también en algún momento egoísta, o se enoja alguna vez. Pero de que de vez en cuando le pase esto, a que sea una característica predominante de su personalidad son dos cosas muy diferentes. Alguien que es candidato a pastor debe ser consciente de sus debilidades y luchar contra ellas.
            Las siguientes características nos suenan muy creíbles, y estaríamos de acuerdo: “no debe ser borracho, ni amigo de peleas…” (v. 7 – DHH). Cualquier persona con problemas con la borrachera, o que es muy peleón, mostraría tener un problema grave de autodisciplina, y ya no calificaría para un cargo tan delicado como ser responsable por el pueblo de Dios.
            También la siguiente característica: “…ni desear ganancias mal habidas” (v. 7 – DHH) nos suena muy lógico. Pero cuántas personas, también pastores, sucumben ante esta tentación del dinero. Hay personas que dicen que el evangelio es gratis y que no se debería cobrar por predicarlo. No estoy de acuerdo con esta postura, ni encuentro indicios de ella en la Biblia. Más bien, la Biblia dice claramente que el obrero es digno de su salario. Pero lo que inhabilita a una persona para el pastorado es una sed desmedida por dinero, considerando válido cualquier medio con tal de saciar esa sed. Esto también revela un problema de personalidad, quizás también un problema de fe y confianza. Su enfoque no está en el reino de Dios, sino en el dinero; su vida no está controlada por el Dios del cielo, sino por el dios Mamón.
            En el siguiente versículo, Pablo destaca algunas cualidades positivas que un pastor sí debería tener en su vida. En primer lugar, debe tener la cualidad de la que hablamos el domingo pasado: ser hospitalario: “siempre debe estar dispuesto a hospedar gente en su casa” (v. 8 – DHH). Es decir, un pastor debe tener una casa y una mesa grande para recibir y atender a la gente que llega junto a él. Pero, por sobre todas las cosas, debe tener un corazón grande para brindar el amor que necesitan las personas que llegan en su casa.
            También dice Pablo que un líder de iglesia “debe … amar lo que es bueno. Debe vivir sabiamente y ser justo. Tiene que llevar una vida de devoción y disciplina” (v. 8 – NTV). Realmente las exigencias son altas, porque los desafíos en el pastorado son altos. Además, vuelvo a decir, se trata de administrar los asuntos de un Dios perfecto y tres veces santo.
            La siguiente característica es típica de las “cartas pastorales” (1 y 2 Timoteo, Tito): la sana doctrina. Pablo dice que un candidato a pastor debe estar fuertemente aferrada a la doctrina bíblica como se le enseñó (v. 9). No debe ser alguien que recorre YouTube para buscar la revelación más reciente que alguien pueda haber tenido. Un líder espiritual de nuestro país llamó esto hace poco una “prostitución teológica”: alguien que va detrás de cualquier corriente que encuentra en el Internet. Pablo lo llama “niño”: “Dejemos, pues, de ser niños … arrastrados a la deriva por cualquier doctrina seductora…” (Ef 4.14 – BLPH). Alguien que se alimenta espiritualmente de esa manera, no debería aspirar a querer alimentar a una congregación. Más bien debe ser estricto amante de toda la doctrina bíblica. El versículo 9 dice que el anciano “debe estar firmemente anclado en la verdadera doctrina…” (BLPH). Una versión diferente incluso lo ilustra muy gráficamente: “debe ser adicto a la doctrina auténtica…” (NBE) – por si quedaba todavía alguna duda de qué es lo que Pablo quiso decir. Así estará capacitado para poder enseñar a los demás las verdades bíblicas y poder señalar el error y corregir a los que no lo hacen. Quiero aclarar no más que no estoy en contra de mirar prédicas en YouTube o buscar material bíblico en Internet. En absoluto. Yo también lo hago. Pero no debe ser la única ni principal fuente de alimento doctrinal de un candidato a pastor.
            Y como muestra, Pablo pasa a hablar precisamente de los falsos maestros. El versículo 9 es el puente al tercer tema que aparece en este capítulo. Pablo se refiere en los últimos versículos especialmente a los judaizantes con quienes se ha enfrentado varias veces de manera bastante dura. Ellos iban detrás de él, confundiendo otra vez a los nuevos creyentes. Mientras que Pablo predicaba la fe en Cristo como único requisito para obtener la salvación, ellos enseñaban que debían cumplir primero la tradición judía antes de poder ser cristianos. Personas que no estaban todavía muy firmes en la fe quedaron tremendamente perturbados por estos maestros, sin saber a qué atenerse. Por eso dice Pablo que han trastornado a familias enteras (v. 11). Su instrucción es clara y contundente: “A esos hay que taparles la boca” (DHH); “es preciso reducirlos al silencio” (BLPH). No contentos todavía con enseñar errores y causar todo tipo de confusión en la gente, encima lucraban con eso. No sabemos de qué manera lo hacían, pero incumplían descaradamente dos requisitos que Pablo acaba de presentar para un anciano de la iglesia: no se atenían a la sana doctrina, y segundo, eran amantes de ganancias deshonestas. Así que, ¡aplazados! Incluso, uno de los mismos compueblanos cretenses, el poeta Epiménides, al que Pablo llama aquí “profeta”, no había tenido palabras muy elogiosas para su gente. Él había dicho: “Los de Creta son unos mentirosos, unos animales y unos perezosos que no dejan de comer” (v. 12 – PDT). Y Pablo dice: “Es la pura verdad. Por eso repréndelos con firmeza para mantenerlos en una fe sana” (v. 13 – BLA). Fíjense el objetivo que Pablo presenta aquí por qué Tito tenía que reprenderlos tan duramente: “para que sean sanos en la fe” (RVC). La reprensión no era para destruirlos o para demostrar que Tito tenía razón o, peor, que él tenía poder sobre los demás, sino para que ellos puedan darse cuenta de su error y regresar a la sana doctrina. La reprensión tendría fines terapéuticos, de recuperar al hermano errado, como lo habíamos aprendido también hace un tiempo atrás en las explicaciones del pastor Roberto acerca de Mateo 18.
            Pero que la reprensión no va a tener en todos el mismo efecto, Pablo lo deja claro con una declaración bastante dura: “Para los puros todas las cosas son puras; pero para los que son impuros y no aceptan la fe, nada hay puro, pues tienen impuras la mente y la conciencia” (v. 15 – DHH). Es decir, algunos se dejarán corregir, otros no cambiarán de opinión ni aunque les golpees la cabeza con la verdad. Pueden estrellarse contra la verdad y seguir negando que ella existe. ¿Por qué alguien podría ser tan terco? Pablo da la explicación: “tienen impuras la mente y la conciencia.” Han elegido ponerse un anteojo de color, y todo lo que ven tiene para ellos ese color. Se habrán encontrado ustedes con personas que están tan convencidos de algo, que todo lo que ocurre lo interpretan en esa dirección, y todo parece confirmar su punto de vista. Si creen que los demás están en su contra, ni la palabra más tierna y amable de esas personas llegará a tocar su corazón. Más bien van a creer que es una táctica malvada de hacerles daño a sus espaldas. ¿Saben cómo se llama eso? Prejuicios. Psicológicamente se refiere al prejuicio como un proceso mental que distorsiona la percepción. Todo lo que ocurre, lo percibe de manera distorsionada, como a través de un anteojo de color que le da a todo un tono diferente de lo que es en realidad. Se le atribuye al famoso Albert Einstein la siguiente frase: “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.” Y yo diría como Pablo acerca del poeta cretense: ¡Es la pura verdad! Los que están casados habrán sufrido muchas veces ya por culpa de los prejuicios de uno hacia su cónyuge, o de su cónyuge hacia uno. Todo lo que la pareja hace, uno lo interpreta según los prejuicios que uno toma como la pura verdad. Lo mismo también en la iglesia y en la sociedad. ¡Y ay si alguien intenta convencerle de que está equivocado! Pero para quienes se han librado de estos prejuicios, quienes han tirado su anteojo que distorsiona la percepción de la realidad, todo lo que ocurre aporta luz y alegría a sus vidas. “Para los puros todas las cosas son puras; pero para los que son impuros y no aceptan la fe, nada hay puro…” Deja que el Espíritu Santo limpie la visión de tu corazón para poder ser puro y ver las cosas como son en realidad.
            ¿Alguien se ofrece para ser pastor? A Timoteo Pablo le escribió: “Si alguno anhela ser obispo, desea una buena obra” (1 Ti 3.1 – RVC). Ya sabe entonces qué le espera y qué características debe cultivar. Por eso, el pastorado depende únicamente del llamado. Sin un llamado claro de parte de Dios, es imposible ejercer esta función. Pero al que Dios llama, también lo capacita y lo sostiene y guía. Si alguien de ustedes sospecha de un llamado divino en esa dirección, le digo que está aspirando a algo muy noble, que se prepare, y que, si Dios y su iglesia confirman ese llamado, el Señor también lo va a sostener.
            Cuando revisé estos requisitos para un pastor, pensé: ‘¿Y no debería todo cristiano anhelar estas características? ¿O acaso los demás cristianos pueden tener varias esposas, pueden emborracharse o tener un hogar desastroso?’ La verdad que las características que hemos visto hoy se espera de todo cristiano. Ellas deben ser nuestra meta que buscamos alcanzar. Pero todavía estamos en el camino. Los que pueden guiar a los demás son los que ya avanzaron un poco más en este camino, y pueden mostrarles a los demás por dónde deben andar. Y estos son los que Pablo admite como líderes de una iglesia. Pero tanto ellos como todos los demás miembros seguimos avanzando. Nadie ha llegado todavía a la meta, ni remotamente, pero nos movemos hacia ella. Les voy a entregar un papelito con estos requisitos, y cada uno puede ponerse una nota del 1 al 10 para cada uno de ellos, a ver qué tal está: llevar una vida irreprochable; ser esposo de una sola mujer; una familia ordenada y respetada; no ser terco ni de mal genio; no ser borracho ni amigo de peleas, ni desear ganancias mal habidas; dispuesto a hospedar gente en su casa; ser una persona de bien, de buen juicio, justo, santo y disciplinado; estar aferrada a la verdad bíblica. Al revisar esta lista, ¿dónde te encuentras ahora mismo? ¿Qué nota te das a ti mismo en cada área? ¿Cuál de los puntos son tu fuerte? ¿En cuál estás más débil? ¿En cuál estás todavía aplazado? Estos puntos que quedan más atrás son los con que debes trabajar más duramente. ¿Qué decisión tomas ahora al respecto? ¿Qué vas a hacer para fortalecer estos puntos débiles? Son exigencias altas, pero nuestro Entrenador, el Espíritu Santo, nos quiere ayudar a poder poner nuestras marcas cada vez más altas. Pídele que él sea también tu entrenador.


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