lunes, 11 de marzo de 2019

El mensaje a Pérgamo








            En nuestra búsqueda por lo que Dios tiene que decirle a nuestra iglesia, hemos iniciado ya el estudio de los mensajes de Cristo a 7 iglesias del Asia Menor que encontramos en los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis. Ya hace un tiempo atrás, Joy había predicado sobre el mensaje a la iglesia de Éfeso, y el domingo pasado Rodrigo hizo lo mismo acerca del mensaje a Esmirna.
            Como los números tienen un alto valor simbólico en el Apocalipsis, las 7 iglesias que reciben un mensaje del Señor indican la totalidad de iglesias, ya que el 7 es símbolo de la perfección, de lo completo. Así que, los mensajes aquí son válidos también para nosotros hoy en Costa Azul.
            En todos estos mensajes se repite el esquema más o menos igual: 1. Presentación del remitente (Jesús)
2. Alabanza a la iglesia
3. Regaño
4. Llamado al arrepentimiento y una advertencia de las consecuencias en caso de que no haya arrepentimiento
5. Llamado a escuchar, a prestar atención, a obedecer
6. Promesa para el vencedor.
            Hay pequeñas desviaciones de este esquema en el caso de algunas iglesias. Las iglesias de Esmirna y de Filadelfia, por ejemplo, no reciben ningún regaño y, por lo tanto, ningún llamado al arrepentimiento. Y la pobre iglesia de Laodicea no recibe ninguna alabanza, sino solamente regaño.


Éfeso
Es-mir-na
Pér-gamo
Tiati-ra
Sar-dis
Fila-delfia
Lao-dicea
Remiten-te
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Alabanza
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Regaño
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Llamado
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Promesa
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            En el capítulo 1 de Apocalipsis, Juan había visto al remitente de estas cartas: a Jesús, paseándose en medio de las iglesias, y da una serie de descripciones de Jesús. Luego, en cada uno de los mensajes a las iglesias, se repiten algunas características de esta descripción inicial. Es decir, Jesús se presenta ante cada iglesia de una manera diferente, según la situación de cada iglesia. Dios no trabaja con moldes, produciendo iglesias en serie, en la que una es igual a la otra. Cada iglesia es diferente, y Cristo se manifiesta de manera diferente a cada una de ellas. Esto nos muestra el profundo conocimiento que tiene Jesús de cada persona y de cada iglesia. Él es un Dios personal. Por eso, cómo él actúa en la vida de una persona puede ser totalmente diferente en tu vida de lo que es en la vida del que está a tu lado.
            ¿Y cómo se presenta él a la iglesia de Pérgamo? Como “…el que tiene la espada aguda de doble filo” (v. 12 – RVC). ¿Qué pensamientos desata esta descripción en ustedes? Al leer esta frase, yo pienso inmediatamente en el texto de Hebreos 4.12: “…la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón” (DHH). Es decir, la espada de doble filo que la que Jesús se presenta a la iglesia de Pérgamo es la Palabra de Dios. Por eso Jesús tiene una percepción y un juicio tan claro y contundente de las cosas. Nada se le escapa. Por eso él le pudo señalar a esta iglesia un error y una amenaza que se había esparcido sutilmente en su interior.
            En el siguiente versículo se nota claramente el conocimiento pormenorizado que él tiene de cada iglesia. Él le dice a la iglesia: “Yo sé dónde vives…” (v. 13 – RVC). Y no se trata de un conocimiento superficial de la dirección de la iglesia. Más bien, Jesús revela tener plena consciencia del ambiente espiritual que rodeaba esta iglesia. Y no era nada agradable su ambiente: “donde Satanás tiene su trono” (v. 13 – NVI). En este mismo versículo repite una vez más: “en esa ciudad donde vive Satanás” (NVI). Cuando habla del “trono”, se refiere a un dominio, una fortaleza, a un lugar de autoridad y gobierno. Pérgamo no era una ciudad en que los poderes ocultos de Satanás estaban como lo están en todo el mundo. Era un lugar de alta concentración de poderes demoníacos. Y ahí en medio de ella estaba la iglesia.
            La ciudad de Pérgamo se hizo famosa por el pergamino que se desarrolló en ese lugar como elemento en el cual escribir. Este pergamino, hecho de pieles de animales, resultó ser muy superior al papiro que se había usado hasta ese entonces.
            También era conocida por su teatro, y por su biblioteca de 200.000 rollos, superada sólo por la biblioteca de Alejandría. Pero lo que la hizo fortaleza de Satanás fueron los numerosos templos paganos, especialmente el culto al emperador romano y el famoso santuario del dios Asclepio. Ese dios fue venerado como sanador y salvador, y su símbolo era la víbora. De ahí el símbolo de la medicina que se usa hasta hoy en día: una víbora que se lía alrededor del bastón de Asclepio. Para los cristianos, sin embargo, era claro que únicamente Jesús podía ser el Salvador, y que la víbora era símbolo de Satanás. Por esta idolatría, paganismo y superstición, Pérgamo se convirtió en trono de Satanás para esta iglesia. Vivir en esta ciudad era sumamente difícil para un hijo de Dios. Rechazar cualquier veneración u homenaje a alguna divinidad no solamente les traía la burla de la sociedad, sino que estaban en peligro de perder su trabajo, sus negocios, todo. Pero todos estos problemas no habían podido aplacar su fe en Cristo. Jesús mismo testifica: “A pesar de todo, te mantienes fiel a mí y no has abandonado la fe” (v. 13 – BLPH). Nosotros no podemos ni imaginarnos lo que es vivir nuestra fe en un ambiente tan hostil como era el de Pérgamo. Quizás es por eso que por cualquier cosa nos pichamos y nos apartamos de la iglesia, como si la iglesia tuviera la culpa de mi relación distante con el Señor.
            Para los cristianos de Pérgamo, su fe era cuestión casi de vida o muerte. Por eso no podían darse el lujo (si es que se pudiera considerar un lujo) de andar a medias con el Señor. O eran totalmente paganos o eran totalmente cristianos, aferrados y consagrados a Cristo. Entre paréntesis: ¿será que en Paraguay nos haría bien un poco más de dificultad o persecución espiritual?
            Al parecer, la prueba más difícil que esta iglesia tuvo que soportar era el martirio de Antipas. No sabemos acerca de esta persona más de que fue un “testigo fiel” de Jesús que murió por su fe. Por más que esto habrá sido un golpe muy, muy duro para la iglesia, ni aun esto logró hacerla tambalear en cuanto a su fe y fidelidad al Señor.
            Hasta aquí podríamos llegar a pensar que era una iglesia casi perfecta. Pero también tenía sus luchas, y Cristo les señala algunas áreas que no son de su agrado y en las que deben hacer algo. Mientras que la iglesia se concentraba en luchar contra las amenazas de afuera, descuidaba algunos asuntos internos. Jesús la reprende por tolerar “…a los que se aferran a la doctrina de Balaam, el que enseñó a Balac a poner tropiezos a los israelitas…” (v. 14 – NVI). La historia de Balaam podemos encontrar en el libro de Números. Quizás lo más conocido de su historia es su burra que hablaba. No entraremos en detalles, porque es otra historia que en su momento la hemos estudiado aquí. En el versículo 15 de nuestro mensaje a Pérgamo se menciona también a los nicolaítas. No está claro a quién se refiere el Apocalipsis con este nombre. Es probable que sean los mismos que practicaron la enseñanza de Balaam. Lo que sí que algunos seguían el mal ejemplo que Balaam había dejado en la historia de Israel, instigando a sus hermanos en Cristo a hacer cosas que no son correctas. Mientras la mayor parte de la iglesia luchaba por mantenerla a salvo de las amenazas externas, estas personas se distraían y empezaban a vivir una vida cristiana más light y a arrastrar también a otros a ese estilo de vida que trae deshonra al nombre de Cristo. Probablemente esto se había dado de manera sutil, casi imperceptible. Por eso nadie lo había notado desde el inicio para ponerle fin antes que empiece. Ante una amenaza frontal y directa es fácil reaccionar, porque uno la tiene ahí delante, claramente identificada. Pero lo que se mete a escondidas, camuflado con muchas verdades y algunas mentiras, es más difícil de identificar y de resistir. Y cuando uno se da cuenta de lo que está ocurriendo, ya está por todos lados, y uno no sabe por dónde empezar para erradicarlo.
            ¿Cuál es la solución a esto? Jesús indica como remedio el arrepentimiento (v. 16). Él llama a la iglesia a tomar en serio otra vez la relación con él y a velar por el orden interno. En caso de que la iglesia no iba a reaccionar, el Señor mismo se encargaría de poner orden con la espada de su boca. Ahí volvemos otra vez a la descripción que Jesús había dado de sí mismo a la iglesia al principio de la carta. Y habíamos visto también que esa espada se refiere a la Palabra de Dios. Es decir, la Palabra de Dios haría esa “cirugía espiritual microscópica” en la iglesia, para separar el pecado del alma de las personas. Ese es el poder de la Palabra de Dios. Por eso escribió Pablo: “Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien” (2 Ti 3.26-27 – DHH). La Palabra de Dios trazará la línea de verdad y separará lo incorrecto de lo correcto. Jesús ya había declarado estando todavía en esta tierra: “Al que oye mis palabras, y no las obedece, no lo juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue, y es la palabra que he hablado; ella lo juzgará en el día final” (Jn 12.47-48 – RVC). Precisamente es eso lo que Jesús anuncia a la iglesia de Pérgamo, en caso de que no haya reacción de parte de los que se habían apartado de lo correcto. La Palabra pronunciada por Dios es la verdad absoluta según la cual se mide todo lo demás. Ella juzga todo y determina lo que está bien y lo que está mal. No se guía por la apariencia de piedad que pueden tener algunas cosas, sino juzga de verdad y objetivamente.
            Pero en nuestro texto, el anuncio de consecuencias drásticas no se dirige contra toda la iglesia. Sí, la iglesia tenía que arrepentirse por haber descuidado la pureza interna, pero Jesús anuncia confrontación sólo para los seguidores de la enseñanza de Balaam. La responsabilidad, en última instancia, es personal de cada uno. Aun si la iglesia en general cayera en un descuido de ciertos aspectos, esto no sería todavía excusa válida para que el individuo viva desordenadamente y sea un mal testimonio.
            Pero lo que prevalece, más bien, es la promesa especial para los vencedores. Jesús quiere dirigir nuestra atención mucho más a su misericordia que a su juicio. Por eso este llamado a todo aquel que tenga la capacidad de discernir espiritualmente su mensaje, a que le preste mucha atención. Jesús promete dos cosas al que logre vencer en medio de estas dificultades. En primer lugar, él promete que dará a esta persona del “maná escondido”. Sabemos de la historia del éxodo del pueblo de Israel de Egipto, que Dios lo alimentó por décadas del maná, una comida especial y celestial que no existió antes ni después del éxodo. Pero el maná es símbolo de la provisión sobrenatural y amorosa de Dios. El hecho que está descrito como el “maná escondido”, me transmite la idea de que es algo que está oculto para los demás, pero que el Señor le hace llegar como un regalo muy especial a esa persona que logra vencer. El “maná escondido” llega a representar, de esta manera, una bendición muy especial y personalizada para el creyente, no accesible para los demás en esta forma.
            También dice que recibirá una piedrita blanca con un nombre nuevo y secreto. El blanco es símbolo de pureza, inocencia, de propiedad divina. La piedra llega a ser como la credencial de pertenecer a Dios. Recibir de Dios una piedra blanca es el certificado de pureza y de ser propiedad de Dios. Además, esta piedra tiene un nombre nuevo y secreto, conocido únicamente por su receptor y, lógicamente, por Dios. Ese nombre nuevo es lo que yo mencioné hace algunas semanas atrás y que hace alusión a esa nueva identidad espiritual que Dios le confiere al que ha prevalecido a pesar de todas las luchas y dificultades.
            Ambos símbolos, el maná escondido y la piedra blanca, testifican de una experiencia e intimidad muy especial entre el creyente y su Dios. Y ustedes ya lo habrán experimentado, que cuando han pasado por tiempos muy difíciles, cómo después su corazón es mucho más sensible al Espíritu Santo, y su fe se ha fortalecido. Espiritualmente son como una persona nueva, diferente a como eran antes. Ese es el nuevo nombre, la nueva identidad que han recibido del Señor. Y si estás ahora en una zona de fuertes turbulencias que amenazan seriamente con derribar tu avioncito con que pretendes levantar vuelo espiritual, sigue adelante. Aférrate del Señor con desesperación. Cuando pase todo, recibirás como premio una intimidad con el Señor no conocida anteriormente. Y te va a dar vergüenza haber dudado del Señor o haber renegado contra él. A mí por lo menos me ha pasado muchas veces así.
            ¿Qué significa este mensaje para la IEB Costa Azul? Quizás no estemos donde Satanás estableció su trono, pero si nos descuidamos y nos dormimos en nuestra tranquilidad, puede que le dejemos la cancha libre al enemigo para hacerlo. De todos modos, el Señor nos está dando un tiempo muy especial, tanto por la tranquilidad en el país que podemos disfrutar, como también consistiendo en un ambiente de paz, hermandad y entusiasmo dentro de la iglesia. Aprovechémoslo para disfrutarlo, pero también para trabajar para el Señor todo lo que podamos.
            También nos enseña este pasaje que no debemos descuidar ningún área. El disfrutar los tiempos buenos no nos debe llevar a cerrar los ojos a lo que nos toca vivir como individuos y también como iglesia. El enemigo no duerme nunca, y no se va a retirar de nosotros para no molestar nuestro disfrute. Más bien se va armar de nuevo para buscar estrategias de cómo vencernos. Esto no nos debe dar pánico, porque entre él y nosotros está el Señor. Pero tampoco debemos dormirnos. Hemos visto en todo momento que la Palabra de Dios juega un rol fundamental en este mensaje a Pérgamo. Es la Palabra de Dios la que divide con precisión lo correcto de aquello que sólo tiene apariencia de correcto. Mientras que no agudizamos nuestra visión con el estudio y la meditación de la Palabra de Dios, todo nos va a parecer igual. Y llegaremos a permitir en nuestro medio cosas que se meten de contrabando porque el escáner espiritual que lo tendría que detectar está descalibrado. Cuanto más nos nutrimos con la Palabra de Dios, tanto más se aclarará nuestra visión y nuestra sensibilidad espiritual. Todos los miércoles las hermanas se reúnen para meditar en la Palabra y orar; los sábados lo hacen los jóvenes; y los domingos todos juntos aquí con una prédica basada directamente sobre la Biblia misma. En abril arrancarán nuevamente los cursos de las IEBs, y después de esto queremos ofrecer FLET para los que quieran estudiar la Biblia. Pero todo esto no es suficiente como para depender de esto no más. Cada uno debe estudiar la Biblia lo más que puede en su casa también. Si nos llamamos una iglesia bíblica, hagamos honor a nuestro nombre. Pablo presenta la Palabra de Dios como la espada del Espíritu. Si queremos ganar victorias espirituales, no basta con protegernos con el resto de la armadura. También necesitamos de la espada para eliminar al enemigo. No vamos a matar a nadie, pero la Palabra es de Dios, que es el poder superior a todo demonio y del mismísimo Satanás. Y usando su Palabra, podemos vencer a todo enemigo espiritual por el poder divino contenido en esta palabra. Aprendamos a usarlo correctamente.
            Es mi oración que el Señor no tenga que usar su espada de doble filo para poner orden en la iglesia de Costa Azul, separando todo lo inmundo con apariencia de santidad, sino que, juntamente con él, podamos usar esa espada para poner orden en nuestro alrededor, y liberar a las personas próximas a nosotros del dominio del trono de Satanás. El poder de Dios no tiene fin, pero su espada en nuestras manos requiere de constante recarga de energía. Y recargamos esa espada, estudiando su Palabra. Sea un hombre, una mujer, un joven, un niño de la Palabra, que “usa bien la palabra de verdad” (2 Ti 2.15 – RVC).

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