Ya les he comentado en algún momento
de un joven que se fue a Buenos Aires a estudiar, dejando en Paraguay a su
novia. Muy a menudo se le encontró parado frente a una ventana, mirando a lo
lejos. Una vez alguien le preguntó por el por qué. Este joven le dijo que
estaba mirando en dirección a Paraguay, pensando en su novia. Fue ahí que su
compañero lo llevó a la ventana opuesta, indicándole que allá quedaba Paraguay.
Todo este tiempo este joven había
estado muy convencido de lo que estaba haciendo, sin darse cuenta que estaba
mirando por la ventana equivocada. Puede darse a menudo que hacemos algo, muy
convencidos de que es lo correcto, hasta que el Espíritu Santo nos lleva “a la
ventana opuesta”. Veámoslo en el desarrollo del tema de hoy.
Llegamos hoy al cuarto mensaje de
Cristo a las iglesias del Apocalipsis. La carta a Tiatira es la más larga de
todas, y la más enigmática. De Tiatira no se conoce muchos detalles. Se sabe
que era una ciudad dedicada al comercio, principalmente de lana y de púrpura.
Nos encontramos con este nombre ya en el libro de los Hechos. En su segundo
viaje misionero de Pablo, llegó junto con Silas a la ciudad de Filipos. Un día,
junto al río, le hablaron a un grupo de mujeres que había allí. Dice la Biblia
que “una de ellas se llamaba Lidia; era
de la ciudad de Tiatira y vendía telas finas de púrpura. A esta mujer, que
adoraba a Dios y que estaba escuchando, el Señor la movió a poner toda su
atención en lo que Pablo decía. Fue bautizada, junto con toda su familia…”
(Hch 16.14-15 – DHH). Es muy probable que esta mujer haya llevado luego el
evangelio a Tiatira, fruto de lo cual es esta iglesia mencionada en
Apocalipsis.
Sabemos también que en Tiatira había
un gran número de gremios o sindicatos. Estas eran asociaciones de personas que
se dedicaban al mismo oficio. Había gremios de trabajadores de la lana, de fabricantes
de ropa, de tintoreros, etc. Estas son algunas de las pocas informaciones que
tenemos de Tiatira.
Leamos ahora el mensaje de Cristo a
la iglesia de esta ciudad.
F Ap 2.18-29
Jesús se presenta a esta iglesia en
primer lugar como “Hijo de Dios”. Es la única vez en todo el libro que se usa
este título. Refleja la gran autoridad y la omnisciencia de Jesús por la cual
él puede reprender a la iglesia de la forma como lo hace.
Pero él da también una descripción
de sí mismo: “el que tiene los ojos como
llamas de fuego y los pies como bronce pulido” (v. 18 – DHH). Esa es parte
de la descripción que Juan ya había dado de él en el capítulo 1, el preámbulo a
estas cartas a las 7 iglesias. Ahí Juan lo describe así: “Sus cabellos [de Jesús] eran
blancos como la lana, o como la nieve, y sus ojos parecían llamas de fuego. Sus
pies brillaban como bronce pulido, fundido en un horno; y su voz era tan fuerte
como el ruido de una cascada” (Ap 1.14-15 – DHH). Los ojos como llamas de
fuego indican que él lo ve todo, que con ellos puede ver el corazón del hombre sin que se le escape nada. Habla
de la penetración de esa mirada hasta lo más íntimo de la persona más allá de
los disfraces.
Los pies como de bronce dan la idea
de que él pisa fuerte. Es decir, habla de un poder inconmovible y autoridad, de
control sobre los enemigos.
Luego de su presentación, Cristo
destaca las virtudes de esta iglesia. Sus ojos llameantes no veían sólo el
error, sino también las fortalezas. Y son muchos los puntos fuertes de esta
iglesia: obras en constante aumento, amor, fe, servicio y paciencia. ¡Cuánto
quisiera que esto se pueda decir de mí! Es un excelente testimonio para la
iglesia. Y Jesús no lo dice simplemente como una anestesia para luego darle con
todo por sus errores. Era un elogio sincero, porque era la característica de la
iglesia. Sí, había algunas personas en la iglesia que la pifiaron bien feo,
pero no era toda la iglesia.
Y esos errores y pecados que había
en la iglesia son reprendidos fuertemente por el Señor. Él critica que no se
está haciendo nada en contra de una mujer a la que Juan llama Jezabel. Es poco
probable que se haya llamado realmente así, porque este nombre estaba muy
cargado de cosas muy feas en la historia judía. Resulta que la Jezabel del
Antiguo Testamento había traído mucha desgracia y maldición sobre el pueblo.
Dice un comentarista: “Sabemos quién fue Jezabel, la esposa del rey Acab, rey
de Israel: una mujer pagana, bruja, dominante, manipuladora y controladora que
usó a su marido para hacer su voluntad en Israel. Lo que hizo en Israel fue directamente
la obra del diablo: Introducir la injusticia, la corrupción y la idolatría en
la nación. Primeramente, llevó a su marido a los cultos idolátricos, y luego a
toda la nación, llevando al pueblo a la fornicación espiritual” (Miguel Rosell, “Apocalipsis: La revelación para estos días finales”).
La mujer en Tiatira, a la que Jesús llama simbólicamente Jezabel, debe haber
manifestado un espíritu parecido a la Jezabel del Antiguo Testamento.
En primer lugar, ella decía ser una
profetisa. Jesús, por la forma de expresarse, da a entender que ese era un
título autoimpuesto, pero que era una profetisa falsa. Por eso, la Traducción
en Lenguaje Actual (TLA) traduce muy bien: “Esa
mujer anda diciendo que yo la envié…” (v. 20). Ella ejercía un fuerte poder
sobre la gente. “Esa mujer obraba
con presunta autoridad, y, por tanto, ordenaba a los demás lo que quería al
tener gran influencia en muchos. … Esa mujer Jezabel, tenía una gran apariencia
de espiritualidad y de piedad en sus maneras y palabras, especialmente de cara
al pastor o anciano principal, … de modo que pasaba desapercibida su maldad” (Miguel Rosell). A alguien que viene con una enseñanza totalmente
equivocada, fácilmente se le puede identificar y cortar su influencia. Pero
alguien que sutilmente viene con un manto de espiritualidad, mezclando las
mentiras con muchas cosas buenas y correctas, no es tan fácil de detectar, y
uno puede ver su fruto recién después de bastante tiempo, cuando el daño
causado ya es demasiado grande. Por eso Jesús le llama la atención a esta
iglesia y le indica dónde está el cáncer que amenaza con destruir a toda la
iglesia.
¿Y cuál fue el pecado de esa
Jezabel? Por un lado, dice que seducía a la gente “a comer lo sacrificado a los ídolos” (v. 20 – RVC). Este era un
constante problema para los cristianos en aquel tiempo. Gran parte de la carne
que se vendía en las carnicerías era dedicada o sacrificada a algún ídolo o
demonio. Los primeros cristianos tenían serios conflictos con si podían comer
de esa carne o no. Pablo tuvo que dedicar 3 capítulos de su primera carta a los
corintios a este tema. Para los cristianos de Tiatira se complicaba el asunto
aún más por los gremios que había en la ciudad. No asociarse a un gremio era
prácticamente un suicidio comercial. Asociarse significaba verse obligado a
participar de las actividades del gremio, que muchas veces consistían en
comidas en honor a algún dios pagano. Si comían o no comían carne en sus casas,
era un asunto privado de cada uno. Pero tener que tomar postura públicamente en
el gremio los exponía a una enorme tensión con resultados casi impredecibles.
Pero Jezabel les decía que no se hagan problemas con eso, que coman con los
demás socios del gremio, porque esto les traería beneficios comerciales. Es
decir, tenían que sacrificar su conciencia y sus convicciones con el fin de
obtener ganancias económicas. El fin justificaba los medios, según enseñaba
Jezabel.
En segundo lugar, Jesús la acusa de
llevar a los hijos de Dios a cometer fornicación o prostitución. Los
comentaristas no están seguros si eso se debe entender como fornicación física
o espiritual. En muchas partes de la Biblia, la infidelidad a Dios es descrita
como adulterio o fornicación. “Lo más probable es que Jezabel enseñara que un
cristiano debe acomodarse al mundo; en otras palabras, impulsaba a la iglesia a
la infidelidad espiritual que conduciría irremisiblemente a la fornicación
física. … Bien puede ser que la enseñanza de Jezabel fuera que los cristianos
no tienen necesidad de ser exclusivos en su culto a Jesucristo y, sobre todo,
que no tienen por qué negarse a decir: «César es Señor,» y quemar la pizquita
de incienso” (Barclay). “Parece
evidente que esa mujer enseñaba lo que más adelante en el tiempo sería el
gnosticismo: el cuerpo es el que
peca, pero el espíritu no, y con que el cuerpo se quedará en la tierra y el
espíritu se separará de él y subirá, no hay problema” (Miguel Rosell). Estas
son enseñanzas totalmente antibíblicas. Es por eso que las enseñanzas y el
ejemplo de vida de Jezabel alejaron a las personas de Dios, en vez de fomentar
la intimidad con él.
Es que cuando la relación con el Señor
se debilita, nuestra carne se fortalece. Cuando nuestra concentración en las
enseñanzas de la Palabra de Dios se desvanece, es capturada por las enseñanzas
e ideologías del mundo. Encima uno se cree moderno, abierto, no más tan
cuadrado. Es bueno y necesario ser abierto y moderno, siempre y cuando uno no
lo considere superior a la observancia de los principios bíblicos. Y “moderno”
no es solamente lo que dicta el mundo; la Biblia también es muy moderna. Es más
actual que el diario de mañana. Lo que la ciencia proclama como el último grito
de sus descubrimientos, ya estaba escrito en la Biblia hace miles de años. El
error y pecado de Jezabel fue que quiso “ayudar” a la gente a desinhibirse, a
no ser más esclavos de una mentalidad cerrada. Esto es posible que vuelva a
ocurrir en cualquier momento, justamente, como dije, cuando perdemos el enfoque
en la Palabra de Dios. Dice un comentarista: “Este tipo de personas, las que
son manejadas por el espíritu de Jezabel, tristemente abundan en las iglesias. …
Tienen don para ocuparse de las personas, pero usan ese don para satisfacerse a
sí mismos, llegando a controlar, manipulando a los que caen en sus redes. Para
ellos, el gran adversario es … aquél que representa a la autoridad de Dios; el
delegado por Dios para dirigir una congregación o iglesia local. … Si no pueden
enfrentarse directamente, intentarán hacerlo sutilmente, tal y como lo hacía la
Jezabel de Tiatira” (Miguel Rosell). Algunas características de ese espíritu de
Jezabel que actúa en familias, iglesias y naciones son: rebelión,
acusación, manipulación, ansias de control, mentira, ira, arrogancia, “super
espiritualidad”, chisme, críticas, etc. (vea: https://unciondeloalto.jimdo.com/identificando-los-espiritus/el-espíritu-de-jezabel/).
Si bien eso es grave, el Señor no
caerá sobre ningún jezabelino con rayos y centellas para destruirlo. Ese no es
nuestro Dios. Más bien, con amor eterno nos ha amado, por lo cual nos ha
extendido su misericordia (Jer 31.3). Es por eso que Jesús le ha dado a la
Jezabel de Tiatira reiteradas oportunidades de arrepentirse. Él dice: “Le he dado tiempo para que se convierta,
pero no quiere renunciar a su conducta licenciosa” (v. 21 – BLPH). ¿Por qué
ella no quiso arrepentirse? Bueno, puede ser por lo rebelde y obstinada que
era. Pero bien puede ser también porque estaba convencida de hacer lo correcto,
así como Saulo perseguía a los cristianos, convencido que le hacía un favor a
Dios. Les vuelvo a leer algunas expresiones de un comentarista al respecto: “Es
muy difícil que una persona con ese espíritu se arrepienta. No es a causa del
espíritu en sí, sino por cómo es su corazón. … Jezabel puede llegar a creer que
tiene la verdad y que los demás están equivocados porque llega a creer que es
el mismo Espíritu Santo el que le está hablando y guiando, y no se da cuenta de
que, debido a su perverso corazón, no es Él quien está ahí, sino un demonio
religioso poderoso. La Jezabel profetisa
cree que tiene línea directa con Dios, por lo tanto, siempre menosprecia
las razones de los demás cristianos, … a los cuales ve como que son de inferior
calidad espiritual y compromiso” (Miguel Rosell). Sin embargo, la obra de
Jezabel es incompatible con la del Espíritu Santo. El problema empeora, porque
para una Jezabel (o un “Jezabelo”) es difícil arrepentirse, porque
probablemente no se da cuenta de su ceguera y la oscuridad espiritual en la que
se encuentra. Más bien cree ser la iluminada. Pero lo contradictorio es que, a
pesar de su supuesta iluminación, ella la llama “los secretos profundos de Satanás” (v. 24 – DHH).
Pero aún así, el Señor sabe tratar
con personas con ese espíritu. Por eso Dios le da la oportunidad de
arrepentirse. Aun Jezabel tuvo su oportunidad de cambiar su vida, pero no la
aprovechó. Por eso viene el anuncio del castigo. Jesús indicó que la arrojaría “a un lecho de dolor” (v. 22 – BLA).
Llama la atención el enorme contraste entre las dos “camas” de Jezabel. Antes
se había revolcado en la cama del adulterio y fornicación, ahora estaría
postrada en la cama de enfermedad, dolor y angustia.
Pero no le sucederá sólo a ella,
sino a todos los que siguieron sus enseñanzas y cometieron los mismos pecados
que ella. También sufrirán las consecuencias juntamente con ella. Pero el Señor
no mete a todos en la misma bolsa. Él dice que va a “retribuir a cada uno según sus obras” (v. 23 – BNP). Cada uno
tendrá la oportunidad otra vez de volverse de su mal camino: “los que cometen adulterio con ella sufrirán
terriblemente, a menos que se arrepientan y abandonen las maldades de ella”
(v. 22 – NTV). La misericordia de Dios siempre viene antes de su juicio.
Esta medida drástica de Dios no
tiene solamente el propósito de castigar a los empecinados, sino debe servir
también de amonestación a las demás iglesias: “Así todas las iglesias se darán cuenta de que yo conozco hasta el
fondo la mente y el corazón” (v. 23 – DHH); se darán cuenta que él
verdaderamente tiene ojos como llamas de fuego. El castigo de Dios será visible
para los demás y debe disuadir a otros de no entrar en caminos torcidos.
Pero no todos los de la iglesia le
habían seguido a Jezabel. Aunque ella había ejercido una gran influencia en la
iglesia, no la había dominado totalmente. A los que no habían caído bajo su dominio, el Señor los consuela que no
pondría ninguna carga adicional sobre ellos. La carga de luchar por mantenerse
firme y soportar a esa Jezabel ya era más que suficiente. Más bien, Jesús los
anima a que perseveren en esa lucha por la santidad hasta el final (v. 25).
Al que lo hace, Jesús le promete dar
autoridad sobre las naciones. Jezabel había luchado por conseguir autoridad
sobre parte de una iglesia, pero a los fieles a Cristo les es dada autoridad
sobre las naciones. La verdadera autoridad no es algo que uno pueda exigir de
los demás, sino es fruto de nuestra comunión con el Señor. O sea, la autoridad
es la del Señor que fluye a través de los que son fieles a él. Todo lo demás es
una lucha por poder que sólo trae maldición, dolor y separación.
Esta promesa de autoridad sobre las
naciones coincide con lo que Dios promete en el Salmo 2: “Pídeme, y te daré las naciones como herencia, y como propiedad, los
confines de la tierra” (Sal 2.8 – BPD). Aquí se ve claramente que el
verdadero poder, el poder espiritual sobre las naciones viene de Dios, no de
ningún poder político ni económico. Además, los judíos siempre entendían este
Salmo como una alusión al Mesías venidero. Él sería la verdadera fuente de
autoridad sobre las naciones.
Además, Jesús prometió al vencedor
darle “la estrella de la mañana” (v.
28 – RVC). Si vamos al capítulo 22 de Apocalipsis, encontramos la clave para
entender esta promesa. Ahí dice: “Yo,
Jesús, … soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la
mañana” (Ap 22.16 – RVC). Es decir, el vencedor tendrá la presencia de
Cristo mismo para disfrutarla por toda la eternidad. El Señor está diciendo que
al que venciere le hará partícipe de su gloria.
¿Qué diría una carta del Señor Jesús
dirigida a la iglesia de Costa Azul? ¿Qué diría una carta del Señor Jesús
dirigida a ti personalmente? No nos da el tiempo aquí, pero los desafío a que
se lo pregunten al Señor. ¿Y cómo lo van a hacer? Necesitan buscarse un lugar y
momento de mucha tranquilidad, alistar algo para escribir, concentrarse en el
Señor y pedirle que le revele su mensaje para ustedes. Luego empiezan a
escribir. Es carta del Señor, pero ustedes serán sus secretarios. Escriban lo
que fluye a su mente y espíritu. Quizás requiera de algo de práctica, pero es
un ejercicio muy, muy interesante y revelador. Yo lo he hecho, y vale la pena.
Y pídanle que les revele también el
estado de su corazón. Hay cosas que de repente no nos damos cuenta, así como
Jezabel quizás no fue del todo consciente del daño que causaba su manera de ser
y su enseñanza. O hemos perdido la sensibilidad espiritual para poder
distinguir con nitidez entre el bien y el mal; entre la ventana correcta o la
opuesta. Quizás hay algún espíritu de Jezabel que quiere apoderarse de
nosotros. Entonces debemos renovar nuestra intimidad con el Señor para que
podamos ver las cosas en su luz, Me gusta la actitud del
salmista cuando pide perdón humildemente por sus pecados de los que no se dio
cuenta: “¿Cómo puedo conocer todos los
pecados escondidos en mi corazón? Límpiame de estas faltas ocultas” (Sal
19.12 – NTV). Otra versión dice: “Nadie
parece darse cuenta de los errores que comete. ¡Perdóname, Dios mío, los
pecados que cometo sin darme cuenta” (TLA)! Solamente el Espíritu Santo
puede abrirnos los ojos para ver lo que nosotros no somos capaces de reconocer
por nosotros mismos. Les dejo entonces con dos tareas para la casa: la primera,
escribir la carta que el Espíritu Santo pone en su mente y corazón como un
mensaje de Cristo para ustedes; segunda, orar junto a David: “Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón;
ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y
guíame por el camino eterno” (Sal 139.23-24 – NVI). Amén.
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