En papeles, la dictadura ha sido
superada en nuestros países. Pero la verdad es que la mayoría de nosotros
tenemos un dictador en nuestras vidas que controla y determina casi todo lo que
pensamos, sentimos y hacemos. Puede ser un dictador muy cruel que nos tiene
preso de sus caprichos. Hasta que no nos demos cuenta de sus maquinaciones,
seguiremos siendo un títere, cuyos hilos él tiene en su mano y nos hace bailar
según sus antojos. Este dictador se llama “Presente”. El presente determina
cómo me siento, qué pienso, cómo actúo. Si en el presente me va bien, estoy
feliz y siento que la vida me sonríe. Si en el presente me sale algo mal, estoy
desganado, pichado, y siento que todo en mi vida va de mal en peor. Si en el
presente tengo una billetera llena, me siento y actúo como si fuera Bill Gates,
gastando mi plata alegremente en cositas innecesarias. Si en el presente no
tengo plata, lleno los oídos de otros con mis lamentos. Y así vamos, viviendo
el presente como si fuera lo único que hay en la vida. Y díganme si no les ha
pasado alguna vez que recordando alguna vivencia del pasado lleguen a pensar:
‘¿Y por eso hice tanto escándalo? Si fue una pavada que no mereció mayor
atención. ¿Cómo pude ahogarme en semejante vasito de agua?’ Pero si nos damos
cuenta que el presente es una ventanita no más en medio de una historia mucho
más grande, que el presente tiene verdadero valor solamente viéndolo en el
contexto de toda la historia, entonces empezamos a restarle poder al presente.
El episodio que estudiaremos hoy,
también era fruto de una larga historia. Parecía marcar el final de esa
historia, pero en realidad era simplemente el paso a una nueva etapa de la
historia, la historia de Dios.
F2 R 25.1-16
Como ya dije, este pasaje es un
extracto de una historia que abarca en realidad varios siglos. Saúl era el
primer rey de Israel, por insistencia del pueblo y en contra de la voluntad de
Dios. Ese primer rey empezó bien, pero terminó espiritualmente de la peor
manera posible: abandonado por el Espíritu de Dios, en la más absoluta
oscuridad y perdición espiritual. Su sucesor, en cambio, era un hombre según el
corazón de Dios. A pesar de las metidas de pata de David, él tenía un corazón
tierno que amaba a Dios por sobre todas las cosas. Él ha sido el ejemplo más
sobresaliente de todos los reyes que ha tenido Israel. El tiempo de los reyes
abarcó un período de aproximadamente 470 años entre Saúl y Sedequías de nuestro
texto, más del doble de la edad que tiene actualmente Paraguay como nación.
Después de Salomón, el hijo y sucesor de David, el reino se dividió en dos: el
reino del norte o Israel, y el reino del sur o Judá. De los 20 reyes que hubo
en Judá después de Salomón, sólo 8 hacían lo que agradaba a Dios. De los
restantes (el 60%), el texto bíblico da la triste descripción: “…sus hechos fueron malos a los ojos de su
Dios” (2 Crónicas 36.12 – DHH), como es el caso precisamente de Sedequías.
Hubo una constante y progresiva degradación de la espiritualidad de Israel.
Hubo algunos avivamientos entre medio como en tiempos de los reyes Josafat,
Ezequías, Josías y otros, pero generalmente los reyes después de ellos se
fueron otra vez al otro extremo y tiraron por la borda todo lo bueno logrado
por sus antecesores. Josías fue el último rey que provocó un profundo
avivamiento, pero que lastimosamente no perduró más allá de su muerte. Varios
profetas, como Joel, Isaías, Sofonías, Jeremías y otros llamaron constantemente
al pueblo al arrepentimiento, pero generalmente sin resultado. Advertían de las
consecuencias que la rebelión contra Dios podría tener para ellos. Pero
Sedequías, el último rey de Judá, “…no se
humilló ante el profeta Jeremías, que le hablaba de parte del Señor … y se
empeñó tercamente en no volverse al Señor, Dios de Israel. También todos los
jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo extremaron su infidelidad, siguiendo
las prácticas infames de las naciones paganas y profanando el templo del Señor
que él había escogido como su santuario en Jerusalén” (2 Cr 36.12-14 –
DHH). ¿Podemos decir que esta deportación a Babilonia fue el castigo de Dios a
la terquedad de Sedequías? ¿Que a Dios le complace castigarnos duramente si una
vez le fallamos, tipo la canción infantil que me habrán escuchado criticar ya
muchas veces: “Cuida tus ojos, cuida tus ojos lo que ven, porque el Padre
celestial te vigila con afán.”? El texto paralelo de 2 Crónicas nos muestra
claramente que no es así. A pesar de tanta rebeldía de Israel contra Dios y esa
actitud tan abiertamente terca y obstinada de Sedequías, dice la Biblia que “el Señor, Dios de sus antepasados, les
envió constantes advertencias por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo” (2 Cr 36.15 – DHH). ¡Qué
grande es la misericordia de Dios!
¿Pero cuál fue la respuesta de la
gente a tanto amor de su Dios? Dice la Biblia que “…ellos se burlaban de los mensajeros de Dios, despreciaron sus
mensajes y se burlaron de sus profetas, hasta que finalmente el Señor descargó
su ira contra su pueblo y ya no hubo remedio” (2 Cr 36.16 – PDT). ¡Qué
terrible sentencia! ¿Se pueden imaginar? De Dios dice la Biblia una y otra vez:
“El Señor es compasivo y lleno de
ternura; lento para la ira y grande en misericordia” (Sal 145.8 – RVC). Pero
ellos lo provocaron tanto tiempo, hasta que su paciencia se haya agotado y él
declare que ya no hay remedio. ¡Una tragedia en su máxima expresión! Es grande
la paciencia de Dios, pero en algún momento él actúa. Esto fue lo que le ocurrió
al pueblo de Dios y que llevó a los acontecimientos que hemos leído recién.
Ya en los años previos a estos
hechos descritos en este capítulo, el poder de los reyes de Judá se había
venido a pique. Otras naciones determinaban quién sería rey en Judá. Venía el
faraón egipcio Necao, dominó a Jerusalén, sacó de su trono al rey Joacaz, puso
en su lugar al hijo de él, cambiándole su nombre en Joaquim (2 R 23.33-34).
Luego Judá sufrió la primera invasión de Nabucodonosor, el rey tan poderoso de
Babilonia, que se llevó preso a Joaquim, dejó como rey a Sedequías, y se llevó
también “…una parte de los utensilios del
templo del Señor, y los puso en su templo de Babilonia” (2 Cr 36.7 – DHH).
Es decir, los hebreos ya eran pelota de ping pong en manos de los reinos de la
región que hacían y deshacían lo que querían.
Y así, Sedequías era supuestamente rey
en Jerusalén, pero por supuesto que tenía que hacer lo que le dictaba su papá
grande, Nabucodonosor, pagando los tributos que él imponía. Pero después de varios
años, Sedequías se rebeló contra Nabucodonosor, al igual que lo había hecho
contra Dios. Y esto provocó los hechos decisivos que acabamos de leer.
Nabucodonosor invadió por segunda vez a Judá, sitió a Jerusalén y construyó
rampas o torres de asalto alrededor de la ciudad para poder pasar por encima de
su muralla. Luego se sentaron a esperar que la gente de Jerusalén se muriera de
hambre o se rindiera, porque nadie podía entrar o salir de Jerusalén, y tarde o
temprano se agotarían las reservas de comida. A pesar de todo, la gente de
Jerusalén aguantó esto por cerca de un año y medio. Pero ahí la situación ya se
volvió insostenible. Todo el alimento se acabó, y el hambre los impulsó a cualquier
reacción desesperada. Intentaron huir a pesar de que la ciudad estaba rodeada de
los babilonios. El versículo 4 habla de que se abrió un boquete en la muralla
de Jerusalén, por el cual el rey y su ejército huían de noche. No hay
unanimidad acerca de quién abrió la brecha, si las tropas de Nabucodonosor que
estarían empezando ya la invasión a la ciudad, o si fueron los judíos que
abrieron un hoyo para poder escapar. De todos modos, hubo una abertura,
aparentemente una salida secreta “entre
las dos murallas” (v. 4 – DHH). El pueblo ya no tenía nada que perder. Si
se quedaban dentro de la ciudad, morirían con toda seguridad. Si escapaban,
quizás morirían a manos del ejército enemigo. Pero existía una pequeña
posibilidad de poder escapar. Así que, huyendo quizás sobrevivirían, o se
morirían de todos modos. Y aparentemente lograron llegar bastante lejos hasta
que los babilonios se dieran cuenta de la fuga. Dice la Biblia que los
alcanzaron ya cerca de Jericó, a unos 34 kilómetros de Jerusalén. Seguramente
la mala alimentación de los últimos meses haya hecho que los judíos estén sin
fuerzas como para liberarse de la persecución, de modo que los babilonios los
atrapaban. Cada uno de los soldados de Sedequías empezó a disparar a cualquier
lado para ponerse a salvo, dejando a su rey totalmente desprotegido, presa
fácil de los babilonios. Quizás a Sedequías le hubiera sido más tolerable que
lo maten de una vez, que tener que ser testigo de cómo degollaban a sus hijos
delante de él y que luego le saquen los ojos, le pongan cadenas pesadísimas
para llevarlo prisionero a Babilonia (v. 7). Pero eso era la consecuencia de su
rebelión contra Dios.
Luego, “Nebuzaradán, oficial del rey y comandante de la guardia real” (v.
8 – DHH), llegó a Jerusalén y terminó la obra de destrucción que Nabucodonosor
había empezado. La imagen que nos crea el texto es la de total destrucción y
saqueo de Jerusalén. Lo que alguna vez fue una ciudad floreciente, había sido
convertido en una ciudad apropiada para una película de terror. Ahora
entendemos el dolor de Nehemías que escuchó 70 años más tarde el reporte del
estado de Jerusalén, y también lo gigantesco que ha sido su obra de reconstrucción
de la muralla de la ciudad en tiempo récord. Esto será tema de análisis en las predicaciones
de las próximas semanas. Pero por ahora, Jerusalén quedó convertida en ruinas,
guarida de chacales, con unas pocas personas pobres que dejó Nebuzaradán “para que cultivaran los campos y las viñas”
(v. 12 – BNP). Además, él se llevó lo que podía de los tesoros del templo de
Dios que Salomón había construido con tanta dedicación y hermosura. Este templo
se empezó a reconstruir nuevamente más tarde. Herodes el Grande terminó estas
obras de reconstrucción poco antes del nacimiento de Jesús. Pero este segundo
templo nunca tuvo la gloria del templo de Salomón. Por eso, cuando Esdras
empezó a reconstruir el templo 70 años más tarde de esta destrucción, dice la
Biblia que “…muchos de los sacerdotes,
levitas y jefes de familia, que eran ya ancianos y que habían visto el primer
templo, lloraban en alta voz…” (Esdras 3.12), probablemente “…porque el
templo reconstruido sería más bien modesto y no tendría el esplendor del
antiguo templo salomónico” (DHH). Y toda esta gloria se fue a manos de los
babilonios. Eran tantas las riquezas que ellos se llevaron, que “era imposible calcular lo que pesaba el
bronce de aquellos objetos” (v. 16 – BNP). Y ahí terminó todo – podríamos
pensar. Pero la historia y los planes de Dios son mucho más grandes que los
episodios momentáneos. 70 años después, Esdras y Nehemías encabezaron un operativo
de retorno de los judíos a su tierra y de reconstrucción de Jerusalén, lo que
empezaremos a estudiar de hoy en 15 días.
¿Qué podemos aprender de esta
historia? Hay varios puntos que podemos destacar. En primer lugar, así como los
episodios de nuestro texto de hoy eran el punto culminante de siglos de
decadencia espiritual, nuestra vida es parte de una historia mucho más grande,
una historia del mover de Dios. Nuestra propia historia viene desde mucho
antes, en algún momento entramos nosotros en escena, y continúa mucho más
después de nosotros. El ejemplo de ustedes: hace cientos de años surgió el
movimiento anabautista/menonita. Mucho tiempo después, su historia siguió
desarrollándose en la actual Polonia y luego en Rusia. Por las circunstancias
difíciles en Rusia, en algún momento esa gente llegó a Paraguay. En medio de
este grupo nacería en algún momento un bebé al que le dieron el nombre de
Ernesto Wiens. Este llegó a conocer a Cristo en algún momento de su vida y
respondió positivamente al llamado de Dios de servirle. Y fruto de esa
respuesta es la Iglesia Evangélica Bíblica Costa Azul. Y en algún momento, tú
has entrado en contacto con el evangelio y con esta iglesia y eres ahora parte
de la misma. ¿Y cómo continuará la historia? Eso depende de ti. Un pequeño
desvío en tu obediencia al Señor hoy, puede llevar a tu descendencia a un
camino en absoluta ausencia de Dios de aquí a 100 años más. Para ti es sólo una
pequeña falta de consagración, un cigarrillo, una cerveza, una imagen
pornográfica, pero te vas habituando a una vida que no toma en serio al Señor,
llevando a la más absoluta oscuridad espiritual a las siguientes generaciones.
¿Y querrás tú ser acusado ante el Señor por haber causado esto con tu mínima
desviación hoy? A la inversa también es cierto: una dedicación al Señor, un día
de ayuno y oración, un “Sí” a la voluntad de Dios hoy, puede llevar de aquí a
100 años a una generación de siervos consagrados a Dios que revolucionan este
mundo para toda la eternidad. ¿No querrías recibir algún día el elogio del
Señor: “¡Bien hecho, buen siervo. Entra al gozo de tu Señor.”? Yo soy
testimonio vivo de lo que estoy diciendo, porque la herencia espiritual que
está sobre mí y que viene desde hace muchas generaciones anteriores es
claramente visible. De ti depende cómo serán tus generaciones futuras. Por
supuesto que cada persona después de ti tendrá que tomar sus propias
decisiones, pero tú marcarás hoy el
rumbo con tu vida y tus decisiones que tomas hoy. Tú determinarás hoy
qué herencia espiritual recibirán tus hijos, nietos y futuras generaciones. Tú
estás cosechando hoy los frutos del pasado y estás sembrando lo que en el
futuro saldrá a luz en tu vida y la de tus descendientes.
Una segunda cosa que quiero sacar de
nuestra historia de hoy tiene que ver con el punto anterior: lo que hoy estás
viviendo, no es el final de la historia, justo por ser parte de una historia
mucho más grande. Si te parece que lo que hoy estás viviendo es el final de
todo, Dios no estará de acuerdo contigo, porque su historia es mucho más grande
que la pequeña ventanita de tu presente. De toda la historia grande, tú puedes
ver hoy solamente un pequeño puntito: el presente, que se te quiere imponer
como dictador. Pero no le des más poder. Haz un golpe de estado en el gobierno de
tu vida. Derroca a ese dictador y ponele a Dios como tu gobernante. El dictador
no se merece tener el control de tu vida. El presente es un momento nada más,
no es toda tu vida. Más bien, “encomienda
a Jehová tu camino, confía en él y él hará” (Sal 37.5 – RV95).
Y, en tercer lugar, quiero volver
una vez más a la tremenda gracia y misericordia de nuestro Dios. Dios anda
detrás de ti, paso por paso, sin perderte de vista ni un segundo, pero no para
ver dónde te puede castigar, sino para ver dónde te puede bendecir. Si sufres
algo negativo, probablemente sea consecuencia directa de tu desobediencia, y,
por lo tanto, es algo que tú mismo te buscaste. Te castigaste solito. Dios no
tiene necesidad de castigarte. Si, por ejemplo, te contagiaras de SIDA por tu
promiscuidad sexual, vos te lo buscaste. Dios no te empujó de una patada a una
piscina de SIDA para que te hundas y te destruyas. Vos saltaste solito. Él más
bien quiso protegerte de esto y puso sus mandamientos y principios como
barrera, pero no quisiste hacerle caso. Te portaste como Sedequías que
obstinadamente se opuso a la reprensión de Dios a través de sus profetas. Y
Dios, en lugar de reírse maliciosamente por el castigo que él te ha dado, más
bien está dolido por no haber obtenido tu obediencia, dejándote cuidar por él.
Dios intenta en todo momento
envolverte con su amor, conquistar tu corazón como un novio busca enamorar a su
novia, para que le sigas, le sirvas y le obedezcas por amor a él. Te portaste
remal, pero él te bendice de múltiple manera para que te arda la cabeza de
vergüenza por lo que hiciste y llegues a aborrecer profundamente el pecado. ¿No
es mucho más atractivo pertenecer a un Dios de amor y de gracia que a un Dios
juez y castigador?
Y si resumimos estas enseñanzas del
texto de hoy, podemos decir que toda tu vida: tu pasado, tu presente y tu
futuro, incluyendo tus futuras generaciones, están en manos de un Dios amoroso
que sólo tiene planes de bienestar para ti y tu familia. Él debe ser el que
controla tu ser, no el dictador que quiere invadir tu vida. ¿Le permitirás a
Dios que él lleve a cabo sus planes perfectos en tu vida? ¿O preferirás ir por
tu propio camino, con las consecuencias correspondientes? Tu pasado no lo
puedes cambiar, sólo puedes arrepentirte por los errores cometidos. A tu
presente le debes quitar el poder dictatorial sobre ti y verlo más en relación
al resto de la historia. Tu futuro lo determinas hoy según tu decisión de qué
lugar ocupará Dios en tu vida de ahora en adelante.
Si reconoces que de alguna manera te
estás pareciendo a Sedequías en su terquedad contra Dios, pero hoy tomas la
decisión de romper esta maldición de la decadencia espiritual en tu vida; si
decides darle hoy un rumbo diferente
a tu vida y tus generaciones posteriores y marcarles el rumbo de la obediencia
a Dios, levántate en el nombre de Jesús, toma una decisión valiente y hazla
pública ante toda la congregación pasando aquí al frente. Tú no vas a poder
prevalecer con una decisión escondida, secreta. Quizás muchas veces ya la has
tomado y te has decaído sólo un par de días después, volviendo otra vez a tu
vida vieja, precisamente porque nadie vio tu decisión y nadie pudo darte su
hombro para que la pongas por obra. No vas a poder prevalecer en tu decisión de
seguir a Cristo contra vientos y marea sin la ayuda de Dios y la intercesión de
tus hermanos. Pasa aquí al frente, para que toda la iglesia pueda orar por ti y
ser tu respaldo espiritual, ponerte su hombro para caminar juntos en este
camino. Rendirte a Cristo empieza por deshacerte de tu orgullo y vergüenza. No
preguntes qué dirán los demás, sino pregunta qué te dice Dios en este momento.
Dios te ama y espera tu reacción.
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