jueves, 1 de junio de 2017

Seguirle a Jesús no es joda




            Algunas veces, en el grupo de amigos a alguien se le ocurre algo: “Jaha, vamos a hacer tal cosa.” O: “Vamos a tal lugar.” Y todos los demás: “Sí, vamos.” Y el rollo se dedica a hacer lo que propuso esta persona, a veces sin pensar cada uno si realmente lo quiere hacer o no. Más que nada es para permanecer en el grupo y no quedarse solo o por cualquier otra conveniencia, pero no por convicción. Y a veces sucede lo mismo también en el plano espiritual: porque los demás siguen las indicaciones de un predicador para aceptar a Cristo, yo también lo hago. Porque los demás se bautizan, yo también lo hago, etc. Por conveniencia, pero no por convicción. Y más de uno de los que recibiremos hoy como miembros me ha dicho que este fue su caso. Pero Jesús siempre dejó en claro que seguirlo a él no es joda. Esto es precisamente el título de mi mensaje hoy. Jesús generalmente fue seguido por una gran multitud, pero él reiteradas veces distinguió entre simpatizantes (los que buscaban alguna conveniencia) y seguidores (que le seguían por convicción). Y dejó en claro también que seguirlo es más que seguir en el rollo alguna propuesta del momento, sino que implica una firme convicción personal. Una de estas tantas veces que Jesús dejó en claro esto fue en el siguiente texto:

            F Lc 14.25-33

            Aquí también había otra vez muchos los que corrían detrás de Jesús (v. 25), y fue necesario poner en claro las exigencias. Nosotros estaríamos muy agradecidos si tuviéramos tanta influencia que todos quieran estar con nosotros. Nos alegramos cuando nuestro templo se llena, y hacemos planes de agrandarlo para que quepan más personas. Pero a Jesús nunca le interesaban los números. Más bien le interesaba el corazón de las personas. Con ciertas maniobras se puede llenar el templo hasta el tope, pero ¿de qué nos serviría si todos “se van con el rollo” no más? Jesús quería compromiso, no entusiasmo. El compromiso es una actitud, una decisión, que hace que la persona esté firme en su lugar, aun cuando la emoción del entusiasmo no esté presente y las cosas se vuelven difíciles. Por eso él puso en claro sus exigencias: “Olvídense de llamarse mis seguidores si no están dispuestos a ponerme en primer lugar, por encima de todo.” Jesús lo dice en términos de relaciones humanas: amarlo más a él que a los familiares más cercanos (v. 26). Nos puede chocar la palabra “aborrecer” que traducen algunas versiones. La Reina-Valera Contemporánea dice “renunciar a” padre, madre, hijos, esposa, etc. Tenemos que entender que Dios jamás va a contradecirse a sí mismo. En toda la Biblia siempre se enseña el amor y compromiso para con los demás, especialmente con su familia. Más bien Jesús está usando un recurso, una manera de hablar, típica de los judíos de su época. Si querían explicar la diferencia o el contraste entre una cosa y la otra, la llevaban a los extremos para que sea bien evidente a qué se referían. En ese sentido, “aborrecer” a la familia significa “amarla menos” que a él. Jesús debe ser dueño de nuestra lealtad en todo momento. Si mi compromiso con Cristo y su iglesia colisiona con cualquier otro compromiso humano, el compromiso con Dios debe prevalecer sin lugar a dudas.
            Nos llamamos “seguidores de Cristo”. ¿Qué significa ser un seguidor? Significa exactamente eso: seguirle a alguien por dondequiera que vaya. Si yo le sigo a Cristo sólo mientras no tenga otra cosa mejor para hacer, ¿acaso continúo siguiéndole? Si le digo: “Esperame un cachito, Jesús. Es que tengo un cumpleaños aquí en este otro sendero, luego vuelvo otra vez y te sigo.” “Me invitaron a un viaje al interior, así que, después del fin de semana nos encontramos otra vez.” “Esta noche quiero hacer un asado con los amigos. Permisito, voy a seguir su invitación, luego te sigo a vos otra vez. ¿Sí pa? Estamos de acuerdo, ¿no?” Díganme ustedes, si Jesús estaría de acuerdo con estas “negociaciones”. Él es totalitario: o todo o todo. No porque sea dictador, sino porque nos conviene a nosotros. Jesús pone como ejemplo a un constructor. Le convendría no empezar la construcción, en vez de arrancar y a la mitad del proyecto darse cuenta que opa la plata. A esa altura ya no tiene dinero, no tiene una casa o una torre que le sirve, toda la construcción empieza a descomponerse otra vez y encima cosecha la burla de todos los demás. Perdió todo, incluso lo poco que tenía antes de empezar. Le hubiera convenido ser más radical: o todo o nada. O la termino y la termino, o ni empiezo. La misma cosa también con el rey en conflicto con otro: O va contra él y lo vence o ni empieza la guerra. Esta es la razón por la que Cristo es tan radical con seguirle.

            “Pero pastor, no puedes decirlo tan así. ¿Quién entonces va a querer seguirle? La vida con Cristo es deleite, es fiesta.” ¿Cristo lo llamó fiesta? Fíjense qué término usó él (v. 27): “El que no viene a mi fiesta, no puede ser mi discípulo.” ¿Así lo dijo? “El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo” (BPD). ¿Tan radical? Recuerden: seguirle a Jesús no es joda. Requiere de mi consagración y entrega total. No se trata de jugar al cristianito mientras el mundo no me ofrezca algo más interesante. Debo estar dispuesto a sacrificar, dar muerte, muerte en la cruz que cargo, a mi egoísmo, los deseos de mi carne, mi voluntad, toda mi vida, para que los deseos de Cristo, la voluntad de Dios y la vida del Espíritu Santo puedan fluir en y a través de mí y llenarme de la única vida que vale la pena ser vivida. ¿Estás dispuesto a este sacrificio? Los que se van a bautizar hoy tienen todavía unos pocos minutos para decidirlo… A decir verdad, es una decisión que cada hijo de Dios debe tomar todos los días de su vida. Seguirle a Jesús no es joda, pero no encontraremos satisfacción, alegría y deleite completo sino al hacerlo. Así como alguien puede disfrutar plenamente de una casa que construyó según cálculos muy sabios de sus recursos como para poder terminarla, así podemos disfrutar plenamente de la comunión de Cristo únicamente si calculamos el precio de seguirlo y nos comprometemos en serio con él. Seguirle a Jesús no es joda. ¿Estás dispuesto a hacerlo?

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