¿Cuánto tienes de Dios?
Bueno,
en realidad la pregunta está mal, porque no se puede tener a Dios por pedazos,
cada día un pedacito más. No, o lo tienes por la fe o no lo tienes. La pregunta
más correctamente sería: ¿Cuánto tiene Dios de ti? ¿Le has dado el control
sobre todo? ¿Cada área de tu ser? ¿El control sobre cada minuto de tu día de
lunes a lunes? ¿El control sobre tu carácter? ¿El control sobre tu billetera?
¿Cuánto tiene Dios de ti? ¿Estás conforme con tu relación con él, con tu vida
espiritual? ¿O tienes hambre a más? ¿A más comunión con él, a experimentar más
su presencia, a ver manifestarse más su poder en ti, a alcanzar a más personas con
su amor? Si estás conforme con cómo estás, te doy permiso ahora a reclinarte y
dormirte hasta el final del culto. Sólo te pido no desconcentrar a los demás
con tus ronquidos. Pero si querés más, si se apodera de ti una santa
insatisfacción con tu estado espiritual, entonces presta mucha atención. Hoy
queremos ver cómo podemos levantarnos espiritualmente, llenarnos de nuevo vigor
y crecer más allá de donde estamos hoy.
El
Sermón del Monte es un pasaje demasiado importante para el cristiano. Mateo nos
lo presenta en tres capítulos condensados de las enseñanzas de Jesús. En una
parte, Jesús habla de tres prácticas del cristiano, presuponiendo que los hace
sí o sí. Es decir, Jesús no da una enseñanza nueva que sus seguidores debían
hacer de ahí en adelante, sino era algo que los temerosos de Dios ya venían
realizando. En Mateo 6.2 Jesús dice: “Cuando
tú des limosna…” (RVC), debes hacerlo de tal o cual manera; en el versículo
5 dice: “Cuando ores…” (RVC); y en el
versículo 16 dice: “Cuando ustedes ayunen…”
(RVC). Estas tres prácticas —el dar, el orar y el ayunar— constituyen los tres
pilares de la vida cristiana. Sabemos que cualquier objeto —un pedestal de
micrófono, por ejemplo— que tiene tres patas es de lo más estable que hay.
Aunque el piso esté bastante irregular, siempre va a estar firme. Lo que tiene
4 patas empieza a hamacarse ante el menor desnivel que hay en el suelo. ¿Pero
qué pasa si a un objeto de tres pies le quitas una? Se cae irremediablemente.
Las otras dos no le sirven; se queda parado bien firme únicamente si tiene las
tres patas.
Ahora
aplícalo a tu vida cristiana. ¿Está basada sobre las tres prácticas que Jesús
presenta aquí? ¿Estás dando regularmente tus ofrendas, tu diezmo, tus limosnas
o cualquier otra contribución voluntaria para el bien del prójimo y de la obra
de Dios? ¿Estás orando regularmente? ¿Estás ayunando regularmente? La respuesta
que des a estas preguntas determinará la calidad de tu vida espiritual. Tu
cristianismo se cae o se levanta según si tiene las tres “patas” o no. (“Ah,
¡con razón…!”).
Sobre
el dar hemos enseñado aquí ya en varias oportunidades. Acerca de la oración
estamos hablando y ofreciendo oportunidades muchas veces. Pero sobre el ayuno
muy poco hemos hablado. Esta tercera pata debemos reforzar como iglesia, para
que como organismo y cada uno en particular podamos estar firmes en nuestra
vida espiritual. En esta prédica me voy a basar en un libro de Jentezen
Franklin: “Ayuno: hambre a más”.
Antes
de empezar su ministerio, Jesús pasó 40 días en el desierto, ayunando y orando.
Vemos luego que a lo largo de su ministerio, él hizo muchas cosas
sobrenaturales: resucitó a muertos, sanó a enfermos de toda clase, expulsó
demonios, etc. Él lo podía hacer, no porque era Dios, sino porque tenía esa
conexión íntima con su Padre. Si Jesús hubiera podido hacer todo esto sin
ayunar, ¿por qué hubiera ayunado entonces antes de empezar a trabajar? El Hijo
de Dios ayunó porque sabía que había cosas sobrenaturales que podían ser
liberados únicamente por esa vía. Y si fue así con Jesús, ¿no debería ser para
nosotros el ayunar también una práctica corriente, un estilo de vida? No
importa si lo que te motiva a ayunar es el deseo de conocerle más íntimamente a
Dios o el anhelo de una revolución profunda en tu vida. Con Dios a tu lado nada
te será imposible. Pero ojo: el ayuno no es una fórmula mágica que cumplirá
todos tus deseos sólo por haber ayunado. No es un método para torcerle el brazo
a Dios y obligarle a hacer algo que él no quiere hacer. Tampoco es un negocio
que según la cantidad de tiempo ayunado Dios te dará tal o cual recompensa.
Pero sí es una conexión a una fuente de poder increíble, el poder de Dios, de
la que podemos hacer uso. Y si está a tu disposición este poder sobrenatural, ¿acaso
no vas a echar mano del mismo? Cuando ayunamos, estamos en un tipo de huelga de
hambre contra el infierno y le exigimos: “¡Libera a los que están presos del
engaño, las mentiras, el alcohol, las drogas, la pornografía, las falsas religiones,
etc.!” Estamos al pie del cañón en la guerra contra las asechanzas del enemigo.
¡Con razón que Satanás intenta por todos los medios hacernos dormir
espiritualmente y desviar nuestra concentración a cualquier otra cosa, incluso
cosas de Dios, pero que no sean el ayuno. Porque donde hay un cristiano
ayunando y orando, el infierno tiembla. ¿No te gustaría formar parte de este
ejército de luchadores espirituales?
Sin
embargo, si el ayuno nos conecta a la fuente de poder de Dios, ¿por qué hacemos
tan poco uso de este recurso? Posiblemente porque al escuchar no más la palabra
“ayuno” ya nos empieza a crujir el estómago, ¿no es cierto? Y esa sensación no
es agradable, por lo que la queremos evitar lo más que se pueda. ¿Pero qué
sucede al ayunar? Cuando ayunamos, crucificamos al “Rey Barriga”. Y la verdad
es que más que rey, es un dictador en la mayoría de las personas. Casi toda
nuestra vida gira alrededor de satisfacer sus demandas. Ante el menor gruñido
—o antes de que siquiera empiece a gruñir— ya corremos a la heladera, a la
despensa o la lomitería para calmar el enojo de Su Majestad. Y ese Rey Barriga
ha gobernado a la humanidad desde Adán y Eva. Dice el relato de Génesis: “La mujer [Eva] vio que el árbol era bueno para
comer [bueno para sacrificarlo al Rey Barriga], apetecible a los ojos, y codiciable para alcanzar la sabiduría. Tomó
entonces uno de sus frutos, y lo comió;
y le dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió” (Gn 3.6 – RVC). En este caso, el Rey Barriga
llegó a ser inclusive el instrumento de Satanás para precipitar a toda la
humanidad a la destrucción y muerte eterna. Con esta una comida, la paz y el gozo por la presencia de Dios se habían
esfumado instantáneamente. La comida había sido para ellos más importante que la
voluntad de Dios; más que la provisión de Dios; más que el plan de él para sus vidas.
Y sin embargo, su panza estaba conforme sólo por unos instantes. ¿Se dan cuenta
de la gravedad de ser dominado por este tirano?
Otro
ejemplo: Esaú tuvo en poco su derecho de primogénito y lo desperdició por un
plato de lentejas. Podemos mencionar al pueblo de Israel que en su
peregrinación a la tierra prometido murmuró contra Dios una y otra vez por
causa de la comida. Y victorias como estas está logrando Satanás en las vidas
de la mayoría de las personas una y otra vez. Perdemos hasta nuestra salud y ni
qué decir de nuestro dinero sólo por rendirle veneración a nuestro Rey Barriga.
Por eso, para que Cristo pueda ocupar el trono de nuestra vida, primero tenemos
que derrocar a ese dictador ubicado a media altura de nuestro cuerpo – en
algunos casos un dictador más desarrollado que en otros.
Pero
así como hay ejemplos negativos, hay también los positivos en la Biblia y los
efectos que esto tuvo. Moisés estaba 40 días sobre la montaña en presencia de
Dios, y recibió los 10 Mandamientos.
La
reina Esther convocó a todos los judíos a un tiempo de ayuno contra los planes
del malvado Amán, y su desgracia asegurada fue desviada y transformada en gran
libertad para los judíos.
También
podemos encontrar el ejemplo de la gente de Nínive ante los anuncios del juicio
divino por parte de Jonás, y toda una ciudad se volvió a Dios y fue salvada de
la destrucción; el ejemplo de Nehemías; de David; de Ana en el templo cuando se
presentó al bebé Jesús, etc. Todos son ejemplos de una tremenda intervención de
parte de Dios en la historia humana.
Lo
que tienen en común todas estas personas es que ayunaron. Pero cada una de
ellas lo hizo de diferente manera y por diferente tiempo. Además de los ya
nombrados, podemos mencionar también a Josué que ayunó por 40 días, Daniel
evitó por 21 días ciertas comidas y bebidas, el apóstol Pablo ayunó una vez
durante tres días y otra vez durante 14 días, hasta donde se lo haya registrado
en la Biblia. Pedro ayunó tres días y Jesús, como ya lo mencionamos, 40 días.
Hay
básicamente dos tipos de ayuno: uno es evitar todo tipo de comida, pero tomando
muchísima agua. Si el ayuno se extiende por varios días, se puede agregar
caldos sin contenido consistente (sólo el jugo del puchero) y también jugos
naturales. Así uno evita perder totalmente las fuerzas.
Luego
existe también el ayuno parcial. “Parcial” no se refiere a ayunar entre las
11:00 de la noche y las 6:00 de la mañana… Consiste en no consumir ciertas
comidas y bebidas durante un tiempo más prolongado.
El
ejemplo más utilizado para este tipo de ayuno es el de Daniel. Por un lado,
cuando recién fueron llevados cautivos a Babilonia y él con sus amigos fueron
seleccionados para estar en la universidad del rey, ellos pidieron no tener que
consumir la comida y bebida del rey, sino alimentarse exclusivamente de
verduras y agua. El encargado, con temor y temblor, accedió a hacer la prueba
durante 10 días. Al término de este período se dio cuenta que ellos tenían
aspecto mucho más saludable que los otros muchachos que fueron seleccionados.
Les dio permiso entonces de continuar con este régimen alimenticio.
Más
tarde, en el capítulo 10 de Daniel, encontramos que él estaba muy preocupado
por la situación de sus compatriotas. Dice la Biblia: “En ese tiempo, yo, Daniel, estuve muy triste durante tres semanas. En
esas tres semanas no comí ningún plato exquisito, ni comí carne ni bebí vino…”
(Dn 10.2-3 – PDT). Más bien Daniel se concentró en la oración. Y relata la
Biblia que ya al inicio de su intercesión, un ángel fue enviado con la
respuesta a sus oraciones, pero que el espíritu de Persia, un demonio de alta
categoría, le brindó resistencia. Pero por el ayuno y la oración de Daniel, el
poder de este demonio se debilitó, de modo que con la ayuda del arcángel Miguel
pudo vencerlo y continuar para darle el mensaje de Dios a Daniel. El “ayuno de
Daniel” consiste entonces en 21 días con sólo frutas, verduras y agua. Nada de
jugos, gaseosas, asado, pan o golosinas.
Existe
también el ayuno radical en que uno no ingiere absolutamente nada, ni comida ni
agua ni nada. Pero esta medida no es muy recomendable, a no ser por un tiempo
muy breve. El ayuno tiene que servir para concentrarnos en Dios, no para dañar
nuestro cuerpo.
En
cuanto a la duración encontramos diferentes ejemplos en la Biblia, como ayunos
de 3, 7, 21 y 40 días. Pero también encontramos indicios de ayunos de medio día
o 24 horas. O sea, no hay fórmula bíblica de cómo debe ser el ayuno ni cuánto
tiempo debe durar. Depende de lo que el Espíritu Santo le indique a cada uno.
Lo que sí es importante tomar la decisión de ayunar, de subyugar al Rey Barriga
y dedicar la máxima cantidad de tiempo posible a la comunión con Dios, la
oración y la meditación en su Palabra. Para los que no tienen mucha experiencia
con el ayuno sería recomendable no empezar de una vez con un período largo.
Empiecen con algunas horas, por ejemplo desde la salida hasta la puesta del sol,
o lo que ustedes vean convenientes. Con el tiempo uno puede aumentar el tiempo
gradualmente, si así lo desea.
No
importa qué método o tiempo de ayuno usted elige. Si usted lo hace de corazón,
Dios lo tomará en cuenta. Si lo hace por hacer no más, no tendrá mucho efecto
en el mundo espiritual. Y si lo hace sin dedicarse a la oración y la Palabra de
Dios, simplemente está haciendo una huelga de hambre. Pero ya el simple hecho
de estar ayunando, para Dios es un tipo de “oración sin cesar”. El ayuno no es
magia, pero sí nos hace espiritualmente más abiertos y receptivos, y es ahí que
Dios puede hacer cosas importantes en nuestra vida. Quizás algunos objetan:
“¿Cómo voy a ayunar si a las 5:00 de la mañana ya tengo que estar en la ruta
para esperar el colectivo, estoy ocupado todo el día con miles de cosas que no
me permiten concentrarme en Dios y orar, y llego de noche de vuelta a casa,
totalmente rendido?” Si lo haces igualmente y lo haces para honrar a Dios,
tiene importancia. Y yo me he dado cuenta que por más que por mis ocupaciones
no esté concentrado en la oración y la Palabra de Dios como me gustaría, pero
sentir el estómago vacío te da esa sensación de estar viviendo un día muy
diferente a los otros días, y es una sensación muy especial. Y con eso también
va una oración más por el motivo que elegí para mi ayuno. Si a ti te importa tu
ayuno, a Dios también le importa. Y él no te pedirá que descuides tus
compromisos laborales para dedicarte a la comunión con él, pero sí te dará
posibilidades y momentos de poder disfrutarlo aun en medio de tus quehaceres.
Lo
que sí deberías evitar durante el tiempo que estás ayunando es todo lo que te
podría distraer o desviar tu concentración y ocupar tu tiempo en vano, como la
televisión, el celular, Facebook, etc. Sacrificá tus hábitos a Dios y dedica
este tiempo a la comunión con él.
Otra
sugerencia. Si por ejemplo decides tener mañana un día de ayuno, es mala idea
llenarte hoy todavía la panza hasta reventar. ¡No vas a aguantar mañana ni
medio día! Más bien debes prepararte, si es posible ya varios días antes, con
reducir la cantidad de comida y consumir alimentos más livianos. Así el
estómago se contrae y se conforma con menos comida. Al empezar el ayuno, te
será mucho más fácil.
El
ayuno es bueno incluso desde el punto de vista médico. Varios médicos
cristianos han afirmado que el ayuno es una de las mejores terapias para
desintoxicar el cuerpo. El sistema digestivo está prácticamente detenido, y el
cuerpo empieza a eliminar toxinas acumuladas. Por eso es muy importante tomar
mucha cantidad de agua para lavar el cuerpo para que se purifique bien. A
muchos les da dolores de cabeza, que probablemente es otra señal de la desintoxicación
del cuerpo. El ayuno físicamente no es muy agradable. Uno se siente cansado y
débil, quizás con dolores de cabeza, algunos tienen dificultades de dormir – ¡y
uno tiene hambre! Como dice el autor de este material: “Yo estoy entusiasmado
del ayuno. Pero no porque me guste sufrir de hambre. Amo comer, y no es muy
atractivo ver a tu compañero de trabajo tragarse un buen pedazo de asado
mientras que vos estás mascando una ramita de brócoli.” Pero el efecto
espiritual que este tiempo tiene es incomparable con cualquier manjar que uno
pueda haber comido en este tiempo.
Ahora
quiero lanzarles un desafío. En varias oportunidades, empezando con mi informe
en la asamblea anual, he señalado que quiero promover este año en la iglesia la
búsqueda de la presencia de Dios. El equipo pastoral tuvo ya un retiro en el
cual hicimos precisamente esto, y fue un tiempo maravilloso en el cual Dios nos
ha mostrado muchas cosas. Pero ahora quiero proclamar semana de ayuno y oración
a partir de mañana. Toda la iglesia está invitada a acompañarme en esta semana.
El próximo domingo tendremos un predicador invitado, pero nos tomaremos un
tiempo para escuchar los testimonios de lo que Dios ha hecho en su vida. Me
dicen: “¿Una semana de ayuno?” Bueno, no estaría mal ayunar durante toda la
semana, pero no es tanto eso lo que quiero decir. Esta semana estará dedicada
al ayuno y oración. Cada uno elige en qué momento y de qué manera quiere
participar de esta actividad. Puede ser que elija un día de esta próxima semana
para ayunar. Puede ser que elija varios días o toda la semana evitando por
ejemplo el almuerzo. Desayuna y cena normalmente, pero no almuerza. O
cualquiera de las otras comidas. Puede ser que elija el ayuno de Daniel:
frutas, verduras y agua. No pan ni carne ni bebidas dulces (gaseosas). Cada uno
ve la forma y el momento que Dios le guía a hacerlo. Pero oficialmente
declaramos para la IEB Costa Azul semana de ayuno y oración para esta próxima
semana. No pienses tanto en cuáles obstáculos te podrían impedir tu participación.
Más bien, decídete de hacerlo y hazlo de una vez. ¡Dios te bendiga!
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