Hace varias semanas atrás, el pastor
Roberto nos habló de la situación que le tocó vivir a Job, pasando de
abundancia a la más absoluta miseria económica y física. Su propia esposa se
deprimió y le sugirió tirar la toalla. Pero él se mantuvo firme en su confianza
y fidelidad a Dios.
Luego le visitaron tres de sus
amigos. Tenían muy buenas intenciones, pero el efecto no fue tan bueno como las
intenciones. Ellos insistían una y otra vez que Job habría pecado, y que por
culpa de eso él estaba sufriendo estas desgracias. Job les contestó que no,
ellos insistían que sí, que no, que sí, que no… Finalmente, Job llegó a
desafiar a Dios a que él lo juzgue públicamente. Por un lado, podría sonarnos a
soberbia —y de hecho a los amigos de Job también les sonó así— pero por otro
lado fue también expresión de su profundo dolor y la reacción a tantas
acusaciones que sus amigos lanzaban contra él, encima de su sufrimiento por la
pérdida de su familia. Con esa clase de amigos, ¿quién necesita de enemigos? Así
habrá pensado Job.
Y Dios le respondió y le mostró su
grandeza como creador y sustentador del mundo, pero también su grandeza frente
a Job. El hecho de que Job tenga que sufrir, no significaba necesariamente que
Dios era injusto. Ante esta manifestación y revelación que Dios hizo de sí
mismo, Job reconoció haber hablado sin conocimiento de causa. Ahí viene el
texto que quiero analizar con ustedes hoy.
F Job 42
Como dije, la revelación de Dios
hizo que Job lo viera a Dios en la dimensión correcta, y quién era él como ser
humano frente a este Dios. Ahí Job se dio cuenta que él había hablado demasiado
grande, como si supiera todas las cosas, cuando en realidad había sido un
completo ignorante: “Reconozco que he
dicho cosas que no alcanzo a comprender, cosas que son maravillosas y que en
realidad no conozco” (Job 42.3 – TLA). Claro, eso no significó que sus
respuestas anteriores a sus amigos hayan sido equivocadas, y que ellos sí
habían tenido razón de que él ocultaba pecado en su vida. Simplemente él se
había pasado en cuanto a sus consideraciones de sí mismo y también de Dios.
Había hablado como si Dios estuviera en la obligación de rendirle cuentas de su
proceder. Pero esta revelación de Dios le había abierto los ojos.
La clave de esta experiencia está en
el versículo 5: “Hasta ahora, solo de
oídas te conocía, pero ahora te veo con mis propios ojos. Por eso me retracto
arrepentido, sentado en el polvo y la ceniza” (vv. 5-6 – DHH). Dios había
sido para Job un ser distante; su fe en Dios no había sido mucho más que
nuestra fe en la existencia del Mariscal López. Creemos que él existió por los libros de historia, pero jamás hemos
tenido nada que ver personalmente nosotros con él. Pero esta experiencia tan
dura y profunda que tuvo que pasar lo había llevado a conocerlo personalmente y
tener una relación íntima con él. Por eso él se arrepintió de haber manifestado
su ignorancia a través de su modo de hablar.
Esto me lleva a la primera lección
de este análisis de la historia de Job: las experiencias duras de la vida nos
abren los ojos al verdadero ser de Dios. Cuando estamos luchando duramente
contra las aflicciones de la vida; cuando clamamos desesperadamente a Dios;
cuando él es el único recurso que nos ha quedado; y cuando vemos su mano
poderosa moviéndose en el asunto, quizás de otra manera que la deseada, pero
dándonos paz aun en medio de las tinieblas, entonces empezamos a verlo a él de
una manera que nunca antes lo habíamos visto. ¡Y esto enamora! Nuestro corazón
es tocado por su presencia, por su ternura, por su amor, por su poder, y se
abre a un encuentro personal e íntimo con él.
Mira atrás a lo que ha sido tu vida
este año. ¿Cuál o cuáles fueron las experiencias más duras o difíciles que te
tocaron vivir este año? ¿Y cómo influyeron estas experiencias en tu relación
con Dios? ¿Podrías coincidir con Job en su expresión en este versículo (“…ahora
mis ojos te han visto…”)? Es por este efecto positivo que las aflicciones
causan en nuestras vidas que un cristiano chino de nombre Watchman Nee escribió
una vez que ante estas experiencias duras deberíamos exclamar: “¡Aleluya, ahí
viene otro problema difícil más!” La verdad es, sin embargo, que ante los
golpes bajos que nos asesta la vida lanzamos gritos, pero que no son
precisamente de júbilo. Mi deseo es que al final del próximo año 2018 podamos
decir todos: “Ya te conocía no solamente de oídas, pero ahora te conozco mucho
más de cerca porque con mis propios ojos he visto tu gloria, por más que muchas
veces nubarrones muy negros la querían ocultar.”
Después de haber llegado hasta este
punto con Job, les tocó el turno a sus tres amigos. En este versículo se le
menciona solamente a Elifaz. Aparentemente ejercía cierto liderazgo dentro de
su grupo de amigos. Dios le manifestó su profundo desagrado por la forma en que
ellos habían hablado de Dios: “Estoy muy
enojado contigo y con tus amigos porque, a diferencia de Job, ustedes tienen un
concepto erróneo de mí” (v. 7 – RVC). A pesar de cierta ignorancia de Job
acerca de Dios, él tenía una actitud de profunda reverencia hacia Dios. Esa
actitud se manifestó precisamente en su arrepentimiento y el reconocimiento
humilde de haber hablado inapropiadamente. Dentro de todo, él había tenido
razón en su defensa contra las acusaciones de sus amigos: verdaderamente su sufrimiento
no era consecuencia de algún pecado. Con la reprensión de Dios, ellos ahora
también se dieron cuenta de que se habían equivocado respecto a Job, y que lo
habían acusado injustamente. Hasta tal punto llegó el desagrado de Dios que él
no quiso tratar directamente con ellos. Pero no es ese enojo infantil de
algunos adultos que les dicen a sus hijos: “Decile a tu mamá tal y tal cosa…”,
estando la mamá presente y pudiendo decírselo ellos personalmente. Pero como
están peleados, hacen como si el cónyuge no existiese y le hablan únicamente
por intermedio de los hijos. Dios no actuó aquí de esa manera inmadura, sino
que fue un acto disciplinario para los tres amigos. Ellos se debían dar cuenta
que su actitud había interrumpido su comunión con Dios. Se requería ahora de un
inocente para que le pida a Dios perdonar su falta y quitar de en medio esa
barrera entre ellos y Dios. Por eso debían mostrar su arrepentimiento
ofreciendo sacrificios, y Job tenía que interceder ante Dios a favor de ellos.
Es lo que Jesús también hizo: el inocente resolvió nuestra barrera de culpa que
nos separaba de Dios.
Job fácilmente podría haber tomado
venganza ahora. Después de que ellos tanto lo habían machucado, acusándolo de
ocultar pecados, él tenía que interceder otra vez por ellos. Hubiera sido una
oportunidad magnífica de vengarse por haber hecho aumentar tanto su sufrimiento
ya de por sí insoportable. Pero él no actuó de esa manera. Más bien él oró por
ellos, pidiendo el perdón de Dios a su favor. Y Dios escuchó su oración, porque
también los tres amigos manifestaron su humildad cumpliendo al pie de la letra
lo que Dios estaba exigiendo de ellos.
Veo aquí una segunda lección: las
experiencias duras y sus injusticias tendrán que dar paso a la justicia de
Dios. Tarde o temprano él evidenciará nuestra inocencia, si es que realmente la
tenemos. Puede haber momentos, e incluso tiempos más prolongados, en que somos
fuertemente atacados por los problemas. Satanás siempre querrá aprovecharse de
las circunstancias para derrotarnos, para hacernos la vida imposible, para
alejarnos del gozo del Señor. Dios siempre querrá aprovecharse de las
circunstancias para fortalecernos, para hacernos aferrar más fuertemente de él,
para pulirnos. Nosotros somos los que generalmente decidimos en manos de quién
entregamos las circunstancias que nos tocan vivir, si en manos de Satanás para
nuestra destrucción o en manos de Dios para nuestro crecimiento. Pero si
buscamos al Señor, tarde o temprano él va a producir una victoria hermosa en
nuestras vidas. Por eso dice el salmista: “No
te alteres por causa de los malvados, ni sientas envidia de los que practican
el mal” (Sal 37.1 – RVC). Tranquilo. No reacciones negativamente ante las
circunstancias. Confía en Dios. Él está por encima de las circunstancias. Que
esta situación no te robe el gozo. La falta de gozo y la desesperación no
vienen de Dios, sino del enemigo que vino para “robar, matar y destruir” (Jn 10.10 – TLA). Si esperas en el Señor,
él “hará brillar tu rectitud y tu
justicia como brilla el sol de mediodía” (Sal 37.6 – DHH), como sigue
diciendo el mismo Salmo. Si los vecinos quieren hablar mal de vos, es su
problema. En algún momento Dios mostrará tu justicia frente a la injusticia de
ellos, si es que él lo considera necesario. Por encima de los problemas y las
dificultades, Dios sigue teniendo la última palabra, ¡y cuánto más cuando se
trata de sus propios hijos!
Una vez que Job haya intercedido por
sus amigos y Dios haya respondido positivamente, ellos desaparecen del
escenario. Con eso también empezó un nuevo capítulo en la vida de Job. Dice el
versículo 11 que “todos sus hermanos y
hermanas, y toda la gente que lo había conocido desde antes, lo visitaron y
comieron con él en su casa. Todos ellos compartieron su dolor y lo consolaron
por todo el mal que el Señor lo había dejado sufrir. Cada uno le llevó a Job
una moneda de plata y un anillo de oro” (PDT). Y muchos de ustedes estarán
pensando ahora: ‘Claro, si todos los hermanos y mis parientes y conocidos me
visitaran, regalándome cada uno oro y plata, yo también sería grandemente
consolado…’ Bueno, creo que el consuelo que recibió Job no pasó por las
posesiones, sino más que nada por la pérdida de todos sus hijos que él había
sufrido. Este versículo es una imagen de que este su sufrimiento esté terminando.
No sabemos cuánto tiempo llevó Job sufriendo todas estas desgracias desde el
día en que perdió todo lo que tenía hasta que ahora el Señor lo levante
nuevamente. Los siguientes versículos también mencionan la bendición material y
familiar abundante que recibió Job después de esto. Algunas versiones inclusive
dicen que él tuvo 14 hijos y 3 hijas. Más allá de cifras exactas, toda la
descripción es una ilustración de la sobreabundante bendición que Dios le hizo
llegar. Bajo esa lluvia de bendiciones, Job vivió 140 años más después de haber
sido levantado de su sufrimiento. No sabemos cuántos años tuvo en total, pero
esta edad no era nada anormal en su tiempo.
La tercera lección que saco de esto
es que las experiencias duras de la vida son pruebas o situaciones momentáneas
hasta que cumplan el propósito que Dios tiene con ellas. Entonces deben abrirle
paso al consuelo y la bendición sobreabundante del Padre amoroso. Las
dificultades que vives ahora, pasarán. En lugar de renegar contra ellas,
pregúntale al Señor cuál es su propósito con ellas; cuál es la lección que él
quiere que aprendas. Y si el Señor cree necesario prolongar esta situación por
más tiempo, es para tu bien —aunque no sea para tu deleite momentáneo—. Él lo
considera mejor así para ti. Pero en algún momento, la aflicción tiene que
darle paso a la bendición de Dios. A veces parece que la aflicción dura toda la
vida. Y aunque fuera así, es sólo la vida terrenal, que en algún momento tiene
que darle paso a toda una eternidad de gozo y bendición sobreabundante que ni
podemos imaginarnos. Así sucedió con Lázaro en una parábola que contó Jesús.
Ahí Abraham le dijo al hombre rico que se encontraba en el infierno: “…durante tu vida te fue muy bien, mientras
que a Lázaro le fue muy mal; pero ahora a él le toca recibir consuelo aquí…”
(Lc 16.25 – NVI).
·
Las
experiencias duras de la vida nos abren los ojos al verdadero ser de Dios.
·
Las
experiencias duras de la vida y sus injusticias tendrán que dar paso a la
justicia de Dios.
·
Las
experiencias duras de la vida son pruebas o situaciones momentáneas hasta que
cumplan el propósito que Dios tiene con ellas.
¿Cuáles han sido las experiencias
duras que te tocó vivir en el transcurso de este año del cual nos quedan pocas
horitas nada más? O quizás estés en medio de una de ellas. Aplica estas tres
lecciones a tu experiencia. No sabemos qué nos traerá el 2018, pero podemos
estar confiados de que el Señor estará con nosotros y él nos sostendrá. En cada
dificultad que se te presenta, ten en cuenta estas lecciones:
·
Las
experiencias duras de la vida nos abren los ojos al verdadero ser de Dios.
·
Las
experiencias duras de la vida y sus injusticias tendrán que dar paso a la
justicia de Dios.
·
Las
experiencias duras de la vida son pruebas o situaciones momentáneas hasta que cumplan
el propósito que Dios tiene con ellas.
Así vas a poder llenarte de fe y
confianza, y levantar tu mirada de las circunstancias para ver al Señor de las
circunstancias. Y ellas tendrán que obedecer cualquier orden que el Señor les
dará para tu bien.