lunes, 9 de octubre de 2017

Desafíos






            ¿Te gustan los desafíos? Quizás depende de cuáles, ¿no? Hay desafíos fáciles de enfrentar, otros un tantito más complicados. ¿Pero cómo se puede preparar para enfrentar un desafío con éxito? Porque la clave no está solamente en el momento de plantarse ante el desafío, sino también —y quizás mucho más— en toda la etapa previa, la etapa de la preparación. El domingo pasado empezamos a ver el caso de Nehemías. Él sí que tuvo que enfrentarse a muchos desafíos. Hoy veremos cómo él se preparó para superarlos con éxito.

            FNeh 2.1-20

            En el capítulo 1 de Nehemías, que se expuso aquí el domingo pasado, encontramos a Nehemías recibiendo las tristes noticias acerca del estado caótico de su amada Jerusalén. El capítulo describe cómo Nehemías presenta esta situación ante el Señor con mucho pesar en el alma, pidiendo perdón por los pecados suyos y de sus antepasados.
            Pero lo llamativo es el proceder de Nehemías. No salió corriendo, gritándoles a los judíos: “Aguanten un cachito más, que ya va papá. Aquí está su salvador.” Desde que recibió las noticias hasta que ahora se presentó ante el rey habían pasado 4 meses. Pero según lo que podemos ver en el resto del libro, Nehemías no había pasado este tiempo lamentándose, tratando de levantarse de una depresión. Él había pasado tiempo en oración, recibiendo orientación de Dios, haciendo cálculos, desarrollando estrategias, etc. Es decir, él había trabajado duramente en este tiempo. Pero la carga emocional se hizo tan pesada con el tiempo que no pudo esconderla ante el rey. Cuando el rey le preguntó por el motivo de su tristeza, él se asustó grave. Este susto puede deberse a que el rey no quería tener gente deprimida en su presencia, y que se podría enojar contra Nehemías. Pero también, muy probablemente su susto se debió a que él sabía la magnitud de su petición y vio ahora de golpe que se presentó el momento de presentársela al rey. Esta petición era demasiado grande porque requirió incluso un vuelco en la política del imperio persa en relación a los judíos de Jerusalén. O sea, era verdaderamente como para asustarse. Pero Nehemías se armó de valor y le expuso al rey la razón de su tristeza: la destrucción de su ciudad. Probablemente Nehemías haya nacido ya en Babilonia, que en este tiempo había sido ocupada por los persas, pero Jerusalén era la capital espiritual de su pueblo. Bien él podía decir que no le importaba cómo estaba Jerusalén, pero era su patria, la ciudad y el país de su pueblo. ¿Cómo podría quedarse él indiferente a su estado caótico?
            Después de dar esta breve explicación, había que esperar la reacción del rey. Y este reaccionó sorprendentemente positivo: “¿Qué es lo que pides?” (v. 4 – NBLH), “¿Cómo te puedo ayudar?” (PDT). Y ahí sí, ¡llegó el gran momento! Antes de decir cualquier cosa, Nehemías mandó todavía una última oración de emergencia al cielo. Con este empujón que le dio la oración, Nehemías se armó de valor para presentar su petición ante el rey: poder ir a Judá y reconstruir Jerusalén. Ante semejante petición, podríamos esperar las más diversas reacciones de parte del rey. Por eso sorprende su actitud tan abierta y benigna. Preguntó por la duración del viaje, y al indicárselo Nehemías, él lo dejó ir.
            Me llama la atención la mención de la reina en este pasaje. No sé si ella tenía algo que ver con esta actitud del rey, es decir, si él hubiera reaccionado diferente si ella no hubiera estado ahí. No lo sabemos, pero sin lugar a dudas que los 4 meses anteriores hicieron una diferencia abismal entre este resultado y el que hubiera obtenido Nehemías si él hubiera presentado esta petición ni bien recibido las informaciones de parte de su hermano acerca del estado en que se encontraba Jerusalén. Por un lado, sus oraciones habían provocado que Dios vaya delante de él, abriéndole camino. Si, por ejemplo, la presencia de la reina haya tenido algo que ver en esta reacción del rey, fueron los movimientos que Dios mismo había realizado para que ella esté presente en ese momento, de modo que Nehemías pueda obtener esta respuesta de parte del rey. Testimonio de esto da Nehemías mismo en el versículo 8: “El rey me dio lo que le pedí debido a que Dios estaba conmigo” (PDT). Este favor de Dios está sobre nosotros, si emprendemos los desafíos juntamente con él.
            Por otro lado, la planificación minuciosa de parte de Nehemías había hecho que él tuviera muy clara la película, lo que, a su vez, le dio mucha más seguridad a la hora de presentarse ante el rey. Él sabía exactamente qué es lo que quería lograr y cuál era el camino hacia ese objetivo. Esta seguridad le daba al rey la certeza de que Nehemías no quería hacer simplemente una gira turística por la Tierra Santa, sino que tenía una misión muy clara y urgente. Ante esta impresión positiva de parte de Nehemías, el rey estaba más que dispuesto a darle curso a su petición.
            “Cuando oramos y planificamos, le estamos abriendo la mente y el corazón a Dios. Entonces es cuando oímos su voz. Tal vez no escuchemos su voz audible; de hecho, lo más probable es que no lo oigas de esa forma. Sin embargo, sí vas a recibir impresiones e ideas que proceden de él. Entonces es cuando él te da una visión. Para ser … eficaz necesitas tener una visión” (Rick Warren: “Liderazgo con propósito”).
            Ante este permiso concedido por el rey, Nehemías presentó los siguientes pedidos. Se nota que él había calculado todo fríamente, previendo todos los documentos que él necesitaría llevar desde el país de origen para poder llevar a cabo con éxito su misión. Así él pidió un salvoconducto para que los mandamases del otro lado del río Éufrates lo dejen pasar sin considerarlo una amenaza a su seguridad zonal. También pidió una orden de entrega de madera para el templo, para el muro y para su casa propia. Todo esto él recibió del rey que ese día estaba de muy buen ánimo, aparentemente. Pero ya vimos que detrás del buen ánimo estaba Dios quien había propiciado este clima favorable para los planes de Nehemías y de Dios. Y cuando Dios mueve las cosas, hasta yapa te dan: el rey “…además había enviado conmigo una escolta de caballería al mando de jefes del ejército” (v. 9 – DHH).
            Pero realizar la obra de Dios no significa estar libre de oposición. Suele haber incluso más oposición, porque Satanás no quedará de brazos cruzados cuando alguien quiera emprender algo en nombre de Dios. Ya en el versículo 10 se menciona a Sambalat y a Tobías, dos gobernadores de provincias vecinas a Judá, que temían perder el dominio en la zona si Jerusalén se fortalecía y resurgiría. Sobre cómo manejar estas oposiciones escucharemos el próximo domingo.
            La llegada de Nehemías a Jerusalén no puede haber pasado desapercibido. Nadie que viene con escolta militar real entra sin que nadie se dé cuenta. Pero Nehemías jamás hizo tocar trompetas al acercarse a la ciudad, anunciando la llegada del libertador Simón Bolívar. Y para no llamar la atención, durante tres días primero no hizo nada – para nosotros una pérdida de tiempo ante tal urgencia de restaurar Jerusalén. Pero si él hubiera actuado de inmediato, levantando mucho polvo alrededor de su misión divina, la hubiera matado antes de iniciarla. Es que la gente todavía no estaba en condiciones de contemplar un cambio de su estado. Si uno ha convivido tanto tiempo con una necesidad, se llega a acostumbrar a ella como si fuera parte de su ser mismo. Es por eso que muchos ni quieren que cambie su situación. Se sienten bien con la miseria en que está su vida. “Cuando llegó a Jerusalén, la gente con que se encontró se sentía derrotada y apática, y vivía en medio de los escombros. En los últimos noventa años se había intentado en dos ocasiones la reconstrucción de los muros, sin lograrlo. El pueblo había perdido toda su seguridad. Había llegado a una conclusión: «¡No se puede!»”·(Rick Warren: “Liderazgo con propósito”). Por eso, Nehemías actuó al principio sólo todavía. Además, él mismo necesitaba hacerse un cuadro correcto de la situación, estando ya en el lugar mismo de los hechos. Había planificado mucho ya en Babilonia, pero no conocía todos los detalles por estar lejos del lugar. Por eso, primero él tenía que inspeccionar el muro para no andar ya con suposiciones sino con datos concretos. Cuanto más claras están las cosas, respaldadas por informaciones de primera mano, tanto más certeras serán las decisiones que uno tome. Nehemías aprovechó la noche para salir de la ciudad sin que nadie lo note para examinar la muralla detalladamente.
            Una vez informado de los detalles, ahí sí llegó el momento de pasar la visión a los demás. Pero para esto, Nehemías también siguió una estrategia muy sabia. Él no reunió a todo el pueblo para mandarlo a que reconstruya el muro. Primero, él se reunió con los líderes del pueblo, para transmitirles la visión y para integrarlos a su equipo. Él empezó a describir en breves palabras el estado calamitoso de la ciudad, para despertarlos de su desesperanza. Su intención no era deprimirlos más. Nehemías más bien dio un giro radical a la mirada de ellos para enfocarla en la visión que Dios le había dado: reconstruir la ciudad. La reconstrucción tendría el efecto de dejar de ser el hazmerreír de la gente. Nehemías apuntó al ego de los líderes para que dejen de considerarse los pobrecitos, que levanten la cabeza y se llenen de valor. A esto Nehemías le agregó el mensaje que Dios le había dado, y la actitud benevolente del rey. Esto hizo que, por primera vez en décadas, los líderes judíos estallen en júbilo, rebosantes de entusiasmo de tomar el toro por las astas.
            Pero, como ya dije, cuando uno quiere emprender la obra de Dios, el adversario quiere pisar fuerte. Otra vez Sambalat y Tobías, ahora ya reforzados por su unión con “Guesén el árabe” (v. 19 – RVC) empezaron a burlarse de ellos y a acusarlos de rebelarse contra el rey de Babilonia. Nehemías nunca se dejó intimidar por ellos, porque no tenía nada que ocultar. Él no se rebeló contra el rey, sino actuó más bien bajo la cobertura de su aprobación y apoyo. Si actuamos en nombre y por envío de nuestro Rey del cielo y de la tierra, ¿acaso nos vamos a atemorizar ante las manifestaciones de supuesto poder del adversario de las cosas de Dios? Nehemías no perdió el tiempo discutiendo con ellos o tratando de convencerles de que cambien su perspectiva de las cosas. Lo tomó en cuenta, y simple y sencillamente los puso en su sitio: “El Dios del cielo es quien nos ayuda pues somos sus siervos. Así que vamos a reconstruir la ciudad y ustedes no tendrán arte ni parte en ella” (v. 20 – PDT). Claro, contundente, sin vueltas. Por supuesto, los enemigos no por eso ya se retiraban con la cola entre las piernas para no volver nunca más, pero Nehemías había asentado postura clara que mantendría en todo el tiempo hasta terminar la obra.
            ¿Cuál es tu próximo desafío? Puede ser algún proyecto bastante ambicioso, puede ser una conversación que debes tener con alguien, o puede ser una entrevista de trabajo. No importa cuán poco o muy importante sea tu desafío o de cuánto alcance tenga, debes proceder con sabiduría. Apurarse es generalmente sinónimo de necedad y de echar a perder las oportunidades. Al otro extremo está el postergar demasiado tiempo una decisión. Esto también implica desaprovechar las oportunidades que pasarán a manos de otros. Eso también es necedad. ¿En qué radica entonces la sabiduría? Saquemos algunas conclusiones de Nehemías:
            1.) La oración es fundamental antes y durante el proyecto. Como cristianos, nada tiene valor si Cristo no va delante. Puedes intentar hacer algo sin él, pero no te quejes si el resultado es muy adverso a lo que querías. No hay algunos asuntos que sean cristianos y otros seculares. Todos los asuntos de un cristiano, un hijo de Dios, deben ser resueltos y consultados con el Papá celestial.
            2.) Tomarse el tiempo necesario. Como dije, lo apresurado raras veces sale bien. El tiempo hace que la idea madure y traiga un fruto agradable. El fruto madurado a la fuerza no es rico.
            3.) Planificar minuciosamente. Este paso requiere juntar toda la información posible. El que no lo hace es en palabras de Jesús alguien que quiso construir una torre y no hizo un presupuesto detallado para ver si tiene o no para acabar la obra. A media altura se quedó en un aprieto de aquellos y se convirtió en el motivo de burla de todos los que sabían del caso. Muchas veces decimos: “Si hubiera sabido lo que sé ahora, hubiera actuado de otro modo.” Bueno, ¿no había formas de saberlo antes? ¿O simplemente no averiguaste lo suficiente el asunto? ¿Te dejaste impulsar por la emoción del momento, por algún deseo, por la falta de dominio propio y el no saber esperar? Hay situaciones que efectivamente no podemos prever. Pero debemos hacer todo lo posible para adelantarnos a los hechos y calcular inclusive todo lo que podría salir mal, no para dejarnos frenar, sino para estar prevenidos y poder tomar los recaudos necesarios.
            4.) Formar un equipo. Una de las frases principales de un pastor que impulsa a nivel internacional el mentoreo de pastores es: “¡Solito no!” Eso mismo se aplica a cualquier proyecto o idea que desearías tenga el mayor éxito posible. Quizás tu equipo sea sólo una persona más aparte de vos. Quizás seas tú incluso el único que llevará a cabo la acción, pero rodeate de buenos consejeros, idóneos en cuanto al área de tu desafío y, por sobre las cosas, cristianos maduros que te pueden orientar basado en la Palabra de Dios. Nehemías jamás podría haber reconstruido la ciudad él sólo, pero trabajando en equipo lo logró a una velocidad increíble. Tus resultados podrán dispararse si te unes a otros para formar un equipo fuerte. El llanero solitario no es más que eso: una persona solitaria que no vencerá a muchos sino, más bien, fácilmente será vencido.

            Oración, reflexión, planificación (juntar información), unirse con otros (formar equipos). ¿Cuál es tu próximo desafío que tendrás que enfrentar esta semana? Elabora para cada uno de estos puntos dos acciones concretas que puedes realizar para enfrentar este desafío, por pequeño o grande que sea, de manera sobresaliente. Y un desafío que el Señor pone delante de ti y que enfrentas en unión con el Señor será prosperado para honra y gloria del Señor.

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