¿Te gustan los desafíos? Quizás
depende de cuáles, ¿no? Hay desafíos fáciles de enfrentar, otros un tantito más
complicados. ¿Pero cómo se puede preparar para enfrentar un desafío con éxito?
Porque la clave no está solamente en el momento de plantarse ante el desafío,
sino también —y quizás mucho más— en toda la etapa previa, la etapa de la
preparación. El domingo pasado empezamos a ver el caso de Nehemías. Él sí que
tuvo que enfrentarse a muchos desafíos. Hoy veremos cómo él se preparó para superarlos
con éxito.
FNeh 2.1-20
En el capítulo 1 de Nehemías, que se
expuso aquí el domingo pasado, encontramos a Nehemías recibiendo las tristes
noticias acerca del estado caótico de su amada Jerusalén. El capítulo describe
cómo Nehemías presenta esta situación ante el Señor con mucho pesar en el alma,
pidiendo perdón por los pecados suyos y de sus antepasados.
Pero lo llamativo es el proceder de
Nehemías. No salió corriendo, gritándoles a los judíos: “Aguanten un cachito
más, que ya va papá. Aquí está su salvador.” Desde que recibió las noticias
hasta que ahora se presentó ante el rey habían pasado 4 meses. Pero según lo
que podemos ver en el resto del libro, Nehemías no había pasado este tiempo
lamentándose, tratando de levantarse de una depresión. Él había pasado tiempo
en oración, recibiendo orientación de Dios, haciendo cálculos, desarrollando
estrategias, etc. Es decir, él había trabajado duramente en este tiempo. Pero
la carga emocional se hizo tan pesada con el tiempo que no pudo esconderla ante
el rey. Cuando el rey le preguntó por el motivo de su tristeza, él se asustó
grave. Este susto puede deberse a que el rey no quería tener gente deprimida en
su presencia, y que se podría enojar contra Nehemías. Pero también, muy
probablemente su susto se debió a que él sabía la magnitud de su petición y vio
ahora de golpe que se presentó el momento de presentársela al rey. Esta
petición era demasiado grande porque requirió incluso un vuelco en la política
del imperio persa en relación a los judíos de Jerusalén. O sea, era
verdaderamente como para asustarse. Pero Nehemías se armó de valor y le expuso
al rey la razón de su tristeza: la destrucción de su ciudad. Probablemente
Nehemías haya nacido ya en Babilonia, que en este tiempo había sido ocupada por
los persas, pero Jerusalén era la capital espiritual de su pueblo. Bien él
podía decir que no le importaba cómo estaba Jerusalén, pero era su patria, la ciudad y el país de su pueblo. ¿Cómo podría quedarse él
indiferente a su estado caótico?
Después de dar esta breve
explicación, había que esperar la reacción del rey. Y este reaccionó
sorprendentemente positivo: “¿Qué es lo
que pides?” (v. 4 – NBLH), “¿Cómo te
puedo ayudar?” (PDT). Y ahí sí, ¡llegó el gran momento! Antes de decir
cualquier cosa, Nehemías mandó todavía una última oración de emergencia al
cielo. Con este empujón que le dio la oración, Nehemías se armó de valor para
presentar su petición ante el rey: poder ir a Judá y reconstruir Jerusalén.
Ante semejante petición, podríamos esperar las más diversas reacciones de parte
del rey. Por eso sorprende su actitud tan abierta y benigna. Preguntó por la
duración del viaje, y al indicárselo Nehemías, él lo dejó ir.
Me llama la atención la mención de
la reina en este pasaje. No sé si ella tenía algo que ver con esta actitud del
rey, es decir, si él hubiera reaccionado diferente si ella no hubiera estado ahí. No
lo sabemos, pero sin lugar a dudas que los 4 meses anteriores hicieron una
diferencia abismal entre este resultado y el que hubiera obtenido Nehemías si
él hubiera presentado esta petición ni bien recibido las informaciones de parte
de su hermano acerca del estado en que se encontraba Jerusalén. Por un lado,
sus oraciones habían provocado que Dios vaya delante de él, abriéndole camino.
Si, por ejemplo, la presencia de la reina haya tenido algo que ver en esta
reacción del rey, fueron los movimientos que Dios mismo había realizado para
que ella esté presente en ese momento, de modo que Nehemías pueda obtener esta
respuesta de parte del rey. Testimonio de esto da Nehemías mismo en el
versículo 8: “El rey me dio lo que le
pedí debido a que Dios estaba conmigo” (PDT). Este favor de Dios está sobre
nosotros, si emprendemos los desafíos juntamente con él.
Por otro lado, la planificación
minuciosa de parte de Nehemías había hecho que él tuviera muy clara la
película, lo que, a su vez, le dio mucha más seguridad a la hora de presentarse
ante el rey. Él sabía exactamente qué es lo que quería lograr y cuál era el
camino hacia ese objetivo. Esta seguridad le daba al rey la certeza de que
Nehemías no quería hacer simplemente una gira turística por la Tierra Santa,
sino que tenía una misión muy clara y urgente. Ante esta impresión positiva de
parte de Nehemías, el rey estaba más que dispuesto a darle curso a su petición.
“Cuando oramos y planificamos, le
estamos abriendo la mente y el corazón a Dios. Entonces es cuando oímos su voz.
Tal vez no escuchemos su voz audible; de hecho, lo más probable es que no lo
oigas de esa forma. Sin embargo, sí vas a recibir impresiones e ideas que
proceden de él. Entonces es cuando él te da una visión. Para ser … eficaz
necesitas tener una visión” (Rick Warren: “Liderazgo con propósito”).
Ante este permiso concedido por el
rey, Nehemías presentó los siguientes pedidos. Se nota que él había calculado
todo fríamente, previendo todos los documentos que él necesitaría llevar desde
el país de origen para poder llevar a cabo con éxito su misión. Así él pidió un
salvoconducto para que los mandamases del otro lado del río Éufrates lo dejen
pasar sin considerarlo una amenaza a su seguridad zonal. También pidió una
orden de entrega de madera para el templo, para el muro y para su casa propia.
Todo esto él recibió del rey que ese día estaba de muy buen ánimo,
aparentemente. Pero ya vimos que detrás del buen ánimo estaba Dios quien había
propiciado este clima favorable para los planes de Nehemías y de Dios. Y cuando
Dios mueve las cosas, hasta yapa te dan: el rey “…además había enviado conmigo una escolta de caballería al mando de
jefes del ejército” (v. 9 – DHH).
Pero realizar la obra de Dios no
significa estar libre de oposición. Suele haber incluso más oposición, porque
Satanás no quedará de brazos cruzados cuando alguien quiera emprender algo en
nombre de Dios. Ya en el versículo 10 se menciona a Sambalat y a Tobías, dos
gobernadores de provincias vecinas a Judá, que temían perder el dominio en la
zona si Jerusalén se fortalecía y resurgiría. Sobre cómo manejar estas
oposiciones escucharemos el próximo domingo.
La llegada de Nehemías a Jerusalén
no puede haber pasado desapercibido. Nadie que viene con escolta militar real
entra sin que nadie se dé cuenta. Pero Nehemías jamás hizo tocar trompetas al
acercarse a la ciudad, anunciando la llegada del libertador Simón Bolívar. Y
para no llamar la atención, durante tres días primero no hizo nada – para
nosotros una pérdida de tiempo ante tal urgencia de restaurar Jerusalén. Pero si
él hubiera actuado de inmediato, levantando mucho polvo alrededor de su misión
divina, la hubiera matado antes de iniciarla. Es que la gente todavía no estaba
en condiciones de contemplar un cambio de su estado. Si uno ha convivido tanto
tiempo con una necesidad, se llega a acostumbrar a ella como si fuera parte de
su ser mismo. Es por eso que muchos ni quieren que cambie su situación. Se
sienten bien con la miseria en que está su vida. “Cuando
llegó a Jerusalén, la gente con que se encontró se sentía derrotada y apática,
y vivía en medio de los escombros. En los últimos noventa años se había
intentado en dos ocasiones la reconstrucción de los muros, sin lograrlo. El
pueblo había perdido toda su seguridad. Había llegado a una conclusión: «¡No se
puede!»”·(Rick Warren: “Liderazgo con propósito”). Por eso, Nehemías actuó al principio sólo todavía.
Además, él mismo necesitaba hacerse un cuadro correcto de la situación, estando
ya en el lugar mismo de los hechos. Había planificado mucho ya en Babilonia,
pero no conocía todos los detalles por estar lejos del lugar. Por eso, primero
él tenía que inspeccionar el muro para no andar ya con suposiciones sino con
datos concretos. Cuanto más claras están las cosas, respaldadas por
informaciones de primera mano, tanto más certeras serán las decisiones que uno
tome. Nehemías aprovechó la noche para salir de la ciudad sin que nadie lo note
para examinar la muralla detalladamente.
Una vez informado de los detalles,
ahí sí llegó el momento de pasar la visión a los demás. Pero para esto,
Nehemías también siguió una estrategia muy sabia. Él no reunió a todo el pueblo
para mandarlo a que reconstruya el muro. Primero, él se reunió con los líderes
del pueblo, para transmitirles la visión y para integrarlos a su equipo. Él
empezó a describir en breves palabras el estado calamitoso de la ciudad, para
despertarlos de su desesperanza. Su intención no era deprimirlos más. Nehemías
más bien dio un giro radical a la mirada de ellos para enfocarla en la visión
que Dios le había dado: reconstruir la ciudad. La reconstrucción tendría el
efecto de dejar de ser el hazmerreír de la gente. Nehemías apuntó al ego de los
líderes para que dejen de considerarse los pobrecitos, que levanten la cabeza y
se llenen de valor. A esto Nehemías le agregó el mensaje que Dios le había
dado, y la actitud benevolente del rey. Esto hizo que, por primera vez en
décadas, los líderes judíos estallen en júbilo, rebosantes de entusiasmo de
tomar el toro por las astas.
Pero, como ya dije, cuando uno
quiere emprender la obra de Dios, el adversario quiere pisar fuerte. Otra vez
Sambalat y Tobías, ahora ya reforzados por su unión con “Guesén el árabe” (v. 19 – RVC) empezaron a burlarse de ellos y a
acusarlos de rebelarse contra el rey de Babilonia. Nehemías nunca se dejó intimidar
por ellos, porque no tenía nada que ocultar. Él no se rebeló contra el rey,
sino actuó más bien bajo la cobertura de su aprobación y apoyo. Si actuamos en
nombre y por envío de nuestro Rey del cielo y de la tierra, ¿acaso nos vamos a
atemorizar ante las manifestaciones de supuesto poder del adversario de las
cosas de Dios? Nehemías no perdió el tiempo discutiendo con ellos o tratando de
convencerles de que cambien su perspectiva de las cosas. Lo tomó en cuenta, y
simple y sencillamente los puso en su sitio: “El Dios del cielo es quien nos ayuda pues somos sus siervos. Así que
vamos a reconstruir la ciudad y ustedes no tendrán arte ni parte en ella”
(v. 20 – PDT). Claro, contundente, sin vueltas. Por supuesto, los enemigos no
por eso ya se retiraban con la cola entre las piernas para no volver nunca más,
pero Nehemías había asentado postura clara que mantendría en todo el tiempo
hasta terminar la obra.
¿Cuál es tu próximo desafío? Puede
ser algún proyecto bastante ambicioso, puede ser una conversación que debes
tener con alguien, o puede ser una entrevista de trabajo. No importa cuán poco
o muy importante sea tu desafío o de cuánto alcance tenga, debes proceder con
sabiduría. Apurarse es generalmente sinónimo de necedad y de echar a perder las
oportunidades. Al otro extremo está el postergar demasiado tiempo una decisión.
Esto también implica desaprovechar las oportunidades que pasarán a manos de
otros. Eso también es necedad. ¿En qué radica entonces la sabiduría? Saquemos
algunas conclusiones de Nehemías:
1.) La oración es fundamental antes
y durante el proyecto. Como cristianos, nada tiene valor si Cristo no va
delante. Puedes intentar hacer algo sin él, pero no te quejes si el resultado
es muy adverso a lo que querías. No hay algunos asuntos que sean cristianos y
otros seculares. Todos los asuntos de un cristiano, un hijo de Dios, deben ser
resueltos y consultados con el Papá celestial.
2.) Tomarse el tiempo necesario.
Como dije, lo apresurado raras veces sale bien. El tiempo hace que la idea
madure y traiga un fruto agradable. El fruto madurado a la fuerza no es rico.
3.) Planificar minuciosamente. Este
paso requiere juntar toda la información posible. El que no lo hace es en
palabras de Jesús alguien que quiso construir una torre y no hizo un
presupuesto detallado para ver si tiene o no para acabar la obra. A media altura
se quedó en un aprieto de aquellos y se convirtió en el motivo de burla de
todos los que sabían del caso. Muchas veces decimos: “Si hubiera sabido lo que
sé ahora, hubiera actuado de otro modo.” Bueno, ¿no había formas de saberlo
antes? ¿O simplemente no averiguaste lo suficiente el asunto? ¿Te dejaste
impulsar por la emoción del momento, por algún deseo, por la falta de dominio
propio y el no saber esperar? Hay situaciones que efectivamente no podemos
prever. Pero debemos hacer todo lo posible para adelantarnos a los hechos y
calcular inclusive todo lo que podría salir mal, no para dejarnos frenar, sino
para estar prevenidos y poder tomar los recaudos necesarios.
4.) Formar un equipo. Una de las
frases principales de un pastor que impulsa a nivel internacional el mentoreo
de pastores es: “¡Solito no!” Eso mismo se aplica a cualquier proyecto o idea
que desearías tenga el mayor éxito posible. Quizás tu equipo sea sólo una
persona más aparte de vos. Quizás seas tú incluso el único que llevará a cabo
la acción, pero rodeate de buenos consejeros, idóneos en cuanto al área de tu
desafío y, por sobre las cosas, cristianos maduros que te pueden orientar
basado en la Palabra de Dios. Nehemías jamás podría haber reconstruido la
ciudad él sólo, pero trabajando en equipo lo logró a una velocidad increíble.
Tus resultados podrán dispararse si te unes a otros para formar un equipo
fuerte. El llanero solitario no es más que eso: una persona solitaria que no
vencerá a muchos sino, más bien, fácilmente será vencido.
Oración, reflexión, planificación
(juntar información), unirse con otros (formar equipos). ¿Cuál es tu próximo
desafío que tendrás que enfrentar esta semana? Elabora para cada uno de estos
puntos dos acciones concretas que puedes realizar para enfrentar este desafío,
por pequeño o grande que sea, de manera sobresaliente. Y un desafío que el
Señor pone delante de ti y que enfrentas en unión con el Señor será prosperado
para honra y gloria del Señor.
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