martes, 30 de julio de 2019

Tu jarrita de aceite






            Ustedes saben que como iglesia hemos elegido como proyecto del año comprar un nuevo equipo de sonido. Varias actividades ya se han hecho para recaudar fondos para este fin. Nuestra visión es tener este año todavía aquí un nuevo equipo funcionando.
            Pero díganme, ¿qué suele ser mayor, la visión o los recursos? Generalmente hay más visión que recursos. Excepto cuando Moisés quiso levantar el tabernáculo, él tuvo que prohibirle al pueblo seguir ofrendando, porque ya había demasiados materiales. Pero hasta ahora nunca he tenido que tomar esta medida en ningún lugar.
            Siempre decimos que la iglesia es obra de Dios, que Dios es el dueño de la iglesia. ¿Y cómo son los recursos de Dios? Bueno, la Biblia dice que él es el dueño de todo el oro y la plata (Hag 2.8). Es más, Apocalipsis dice que Dios usa el oro para pavimentar las calles de la nueva Jerusalén… (Ap 21.21). Y si Dios tiene tantos recursos ilimitados, ¿cómo creen ustedes que éstos llegan a su iglesia? Siempre es a través de las personas. Las personas somos el canal, la tubería, a través de la cual fluyen los caudales de la provisión de Dios a su iglesia. Pero, ¿saben qué? Esas tuberías, en muchos de los casos tienen roturas a través de las cuales se pierde gran parte de estas provisiones. Esas roturas se llaman “deudas”. Las deudas, y especialmente los intereses que se paga por ellas, es plata perdida que no llega al destino que Dios le había indicado. Con razón que él llama “ladrones” a su pueblo al no presentar sus diezmos y ofrendas en el altar (Mal 3.8). Para darles un ejemplo concreto, averigüé algunos precios. En cierto negocio, cierta marca y modelo de heladera cuesta al contado Gs. 1.120.000. Si uno la quiere comprarla en 25 cuotas, termina pagando Gs 1.750.000. Esto es una diferencia de Gs 630.000 entre el precio al contado y el precio a cuotas – 56,25% del valor original. O sea, terminas pagando una heladera y media. ¿Y quién te devuelve esos 630.000 Gs que le regalaste al dueño del negocio? ¿Y qué si Dios quería que los utilizaras para bendecir a algún hermano o para aportarlo para la compra de un equipo de sonido de la iglesia? Si Dios un día te dijera: “Quiero que este domingo ofrendes 630.000 Gs.”, ¿estarías dispuesto a poner esa cantidad en la bolsa de las ofrendas? Pero sí no tienes ningún inconveniente entregar esta cantidad a un comerciante, ¿no es cierto? ¿Me entienden a qué me refiero con la fuga de provisión divina para su iglesia? ¿Saben cómo se llama esto en el mundo económico? Es desfalco o malversación de fondos. Esto se refiere a “apropiarse de fondos que debían custodiarse o administrarse. … Un desfalco se produce cuando una persona se apropia de algo de manera indebida. Quien comete el desfalco realiza un fraude al no cumplir con las obligaciones de custodia que tenía sobre los valores en cuestión.” (https://definicion.de/desfalco/) Si el desfalco es considerado delito en el reino humano, ¿cómo sería considerado en el reino de Dios?
            Comprar algo a cuotas es hacer un préstamo, tomar un crédito. Sólo que, en vez de retirar dinero de un banco o un prestamista, estás retirando un objeto de algún negocio. Pero es la misma cosa. Hacer un préstamo no necesariamente es malo en todos los casos. Los asesores financieros cristianos distinguen entre varios tipos de préstamos. Hay créditos que se sacan para comprar un inmueble (casa o terreno) o para hacer una inversión en algo que empezará a generar dinero. Estos son créditos que pueden ser buenos y aceptables cuando se procede con mucha sabiduría y guiados por el Señor. Pero si uno puede prescindir de ellos, siempre es mejor. Y lo que se debe evitar a toda costa son créditos para la compra de cualquier objeto de consumo, viajes, comodidades, etc. Este tipo de préstamos son los que causan los grandes huecos en la tubería de provisión divina.
            Alguien me puede decir ahora: “Sí, está bien, entiendo esto, y no quiero tomar ningún préstamo más. Pero la verdad es que estoy hasta el cogote hundido en préstamos y deudas que ya contraje anteriormente. ¿Cómo me zafo de ellas?” Bueno, antes de cualquier otra cosa que puedas hacer es imprescindible que confieses este pecado al Señor, le pidas perdón por haber sido tan negligente —quizás porque nadie te había enseñado esto antes—, y le pidas que te ayude a liberarte de esta soga que te pusiste a tu propio cuello.
            Luego, tienes que dar varios pasos que finalmente te llevarán a estar libre de las deudas. El primero de estos pasos consiste en aplicar dos principios que te quiero ilustrar con una historia que encontramos en la Biblia. Busquen en sus Biblias 2 de Reyes 4, a partir del versículo 1.

            F2 R 4.1-7

            Encontramos aquí a una mujer en una situación desesperante. No sólo se había quedado viuda, desamparada totalmente, sino también endeudada. Y esto lo aprovecharon los acreedores para hacer leña del árbol caído. La Biblia no especifica la razón o el origen de la deuda. El hecho es que ella amenazaba con destruir a esta pobre mujer y sus hijos, convirtiéndolos en esclavos a cambio de la deuda. En su desesperación, ella se dirigió al profeta Eliseo. Eliseo era como la voz de Dios en la tierra. Más que descargar su aflicción ante alguien, esta mujer buscaba a Dios.
            Y Eliseo reacciona como diciendo: “¿Ha upéi? ¿Qué tengo que ver yo con tu deuda? No puedo pagarla por ti.” Pero luego él la lleva a un principio mucho más grande que andar buscando a algún Papá Noel que le pueda pagar su deuda. Él le pregunta a esta mujer: “¿…qué tienes en tu casa” (v. 2 – RV95)? Este es un principio que se ha mencionado ya varias veces aquí en la iglesia. Para solucionar tus problemas, no mires afuera, buscando quién lo podría solucionar por ti. Mírate a ti mismo y tus recursos. Dios también le preguntó a Moisés qué era lo que tenía en su mano. Y su bastón fue un instrumento a través del cual Dios ha hecho grandes maravillas una y otra vez. Elías le preguntó a la viuda de Sarepta qué era lo que tenía. Y tenía un poquito de aceite y de harina. Y con esto ellos sobrevivieron por casi 3 años. Jesús preguntó a sus discípulos qué es lo que tenían. Y tenían 5 panes y 2 peces. Y esto fue suficiente para alimentar a miles de personas. ¿Qué tienes en tu casa?
            La viuda de este relato era igual a todos nosotros. Si miras los recursos que tienes a tu alcance para solucionar tu problema, probablemente dirás lo mismo que esta mujer: “NO TENGO NADA…” (v. 2 – NTV). Siempre vemos primero todo aquello que no tenemos. A la segunda mirada seguimos no viendo nada. Y frecuentemente dejamos de mirar, porque suponemos que nunca no habrá nada. Lloramos por todas las oportunidades que tienen otros, pero que nunca jamás tocan nuestra puerta. ¿Saben qué? Puede ser cierto que nunca nos tocaron oportunidades tan brillantes como a los demás que parecían haberles caído del cielo. Pero más a menudo de lo que tú crees, esas oportunidades no se les cayeron del cielo, sino que ellos mismos las crearon. Se prepararon de tal modo que estaban en condiciones de aprovecharlas cuando aparezcan.
            Bueno, volviendo a nuestra historia, la viuda creía no tener nada; por lo menos nada que pueda hacer alguna diferencia en este problema tan enorme y agobiante que pesaba sobre ella. Se acordaba de tener un jarrito de aceite, pero casi le daba vergüenza mencionarlo. Más bien pensaba como los discípulos: “¿…qué es esto para tanta gente” (Jn 6.9 – RVC)? ¿Qué es esto para tanta deuda? ¿Qué es una aguja, qué es un destornillador, un bolígrafo, una moto maltrecha, un kilo de harina… (y sigan ustedes con sus propios “jarritos de aceite” que tienen en su casa) ante tanta necesidad?
            Pero para el profeta esto era suficiente. Con esto se cumplió el primer principio: identificar los recursos disponibles, sin mirar su tamaño. Es más, tus recursos probablemente nunca serán grandes, porque si lo fueran, no estarías en la situación angustiante en que estás. El demonio Mamón, del que hablamos hace algunas semanas atrás, te hace medir con medidas humanas. Por eso ni te das cuenta de lo que tienes.
            Pero ahora viene el segundo principio, y que es mucho más grande que el primero. Es el principio que marcará la diferencia en la vida de esta viuda, ¡y en la tuya también! Primero Eliseo le ordena hacer algo insólito: prestarse del vecindario todos los recipientes que pueda encontrar. La mujer no habrá entendido ni jota, pero aparentemente obedeció sin cuestionar. Es que los milagros de Dios siempre salen fuera de lo natural, fuera de toda lógica humana. Si no fuera así, no serían milagros. Esta mujer no se quedó sentada con los brazos cruzados y llorando lágrimas de cocodrilo por las oportunidades que no tuvo. Hizo algo. Y cuando ella había juntado todos los recipientes que pudo encontrar, Eliseo le ordenó dar el siguiente paso: llenar los recipientes con el aceite en su jarrita. ¿Una locura? ¡Absolutamente! Sospecho que en su interior esta viuda ya habrá marcado el número del Neuropsiquiátrico para que vayan a llevarse a Eliseo. Si el aceite que tenía era tan poco que cabía en una jarrita, ¿cómo iba llenar entonces a todos los recipientes? Pero nuevamente, ella obedeció sin cuestionar, ¡y el milagro ocurrió!
            ¿Cuál es este segundo principio que le enseñó el profeta Eliseo? Presten mucha atención, porque puede hacer un cambio radical en su vida. El principio es este: “Haz tú lo natural, y Dios hará lo sobrenatural.” ¿O creen que el caso de esta viuda es un caso aislado, que en la vida de ustedes jamás se va a repetir? Haz tú lo natural, y Dios hará lo sobrenatural. Era natural para Moisés tirar un palo al piso. Y Dios hizo lo sobrenatural de convertirlo en serpiente, como una señal del poder de Dios ante el pueblo y ante el Faraón. Era natural para Pedro bajarse de una canoa y caminar. Todos los días él subía y bajaba de las canoas, porque era pescador. Todos los días él caminaba. Pero Jesús hizo lo sobrenatural que el agua lo pueda sostener y Pedro pueda caminar sobre el agua. Era natural para un niño pasarle algo de comida a otra persona, y Jesús usó esto que le dio el niño para alimentar a miles de personas. Era natural para David tirar piedras con su onda, pero Dios hizo lo sobrenatural de acertarle de tal forma a Goliat que éste se cayó muerto al suelo. ¿Necesitan más ejemplos? Búsquenlos en sus Biblias. Haz lo natural, y Dios hará lo sobrenatural. El problema es que lo natural es tan natural para nosotros, que no creemos que esto podría hacer alguna diferencia. No vemos las posibilidades sobrenaturales que podrían ocurrir. Pero pídanle a Dios que les abra los ojos para que puedan ver qué de lo natural de ustedes él quiere tomar para hacer lo sobrenatural.
            ¿Y no podría hacer Dios lo sobrenatural por sí sólo? Podría, pero no es así como funciona. Dios puede multiplicar lo que le damos, pero se lo tenemos que dar primero. Si no le damos nada, él está como con las manos atadas. 15.000 x 0, ¿cuánto es? 0. 15.000 x 1, ¿cuánto es? 15.000. ¿Ven la diferencia? ¿Qué prefieren, 0 o 15.000? Bastó un solo almuerzo para dar de comer a 15.000 personas. Dios tiene suficientes recursos para solucionar todos tus problemas, pero tienes que dar un paso primero. Hace rato pregunté qué es un kilo de harina. Pregúntenle a Wilbert, a Rogelio y Maggi, a su pastor, qué es un kilo de harina para ellos. Pregúntenles cuántas tortas, cuántas pizzas, cuántos panes se puede hacer con un kilo, y cuántos kilos de harina se puede comprar luego con la venta de eso que se está haciendo con el primer kilo. Quizás se habrán preguntado, por qué nosotros como pastores hacemos pan, hacemos fotocopias o vendemos productos naturales. Es que ese era la jarrita de aceite que encontramos en casa. Y lo hacemos justamente para poder enseñales esto de lo que estamos hablando hoy, usando nuestra propia experiencia. ¿Cuál es tu jarrita de aceite? Dios quiere multiplicar tu aceite que le ofreces. Haz tú lo natural, y Dios hará lo sobrenatural.
            Pero este es recién un paso en su camino de salida de las deudas. También debes hacer lo que Craig Hill llama “cerrar el círculo”. Esto se refiere a contestar la pregunta: “¿Cuánto es suficiente?” Cuando se le preguntó esto a un multimillonario, él contestó: “Un poquito más.” Probablemente esta sería la respuesta de la mayoría de la gente. Pero esto no cierra el círculo. Siempre está abierto. Siempre quiere más. Nunca está satisfecho. ¿Cuánto es suficiente? Tienen que contestar esa pregunta en consulta con Dios. Esto implica necesariamente tener un presupuesto: planificar cuánto dinero se va a gastar en qué área. Sin un plan no se puede hacer acciones concretas. Y el resultado es: a medida que entra el dinero, sale también. Y al final uno se pregunta: ¿Dónde quedó el dinero? Si tuvieras un presupuesto, sabrías la respuesta, porque ahí está planificado. Y si haces un registro de todos tus gastos, más todavía. ¿Cuánto es suficiente? Esto requiere de mucha autodisciplina, pero ya hemos aprendido que el Espíritu Santo quiere producir en nosotros el fruto del dominio propio. Y esta área de las finanzas es un campo de acción fenomenal para el Espíritu Santo para producir este fruto.
            Los recursos de Dios son inagotables, como ya lo habíamos dicho. Son como el gigantesco lago de Itaipú, adaptando a nuestro contexto una visión que Dios le dio una vez a Craig Hill. En la represa, hay tres compuertas que desembocan en un canal diferente cada una. Junto al primer canal vive una familia con el constante miedo de que nunca podrá recibir suficiente agua. Siempre está con miedo de que no le va a alcanzar la provisión. Por lo tanto, junta todo lo que puede de esa agua que viene. Construye diques para que nada se le escape. Y no queda nada de agua para fluir más abajo en ese canal, porque esta familia ataja todo para almacenar el agua para ellos no más.
            Junto al segundo canal vive una familia que usa todo lo que llega de agua. Si hay más agua, construyen parques acuáticos, instalan sistemas de riego, amplían sus piscinas, etc. No construyen diques por miedo a que no les alcance, sino se lo gastan toda el agua que llega. ¿Y cuánta agua sigua canal abajo? Prácticamente nada. Son como un adolescente al que sus padres le prometen darle cada semana 50.000 Gs. para sus propios gastos. Y el hijo se alegra mucho, ya que su lista de deseos era mucho más grande todavía que 50.000. El lunes ya se gastó toda la plata. Si el jueves le preguntaras si está feliz, ¿qué diría? Que no. ¿Por qué no? “Porque mis padres no me dan suficiente dinero.” Bueno, entonces los padres deciden darle 75.000 cada domingo. El martes a la noche, este adolescente ya no tiene nada, y empieza a quejarse de que sus padres no le dan suficiente. Entonces ellos aumentan a 100.000 Gs. por semana. ¿Qué sucede? Lo mismo. Nunca tiene suficiente. Siempre se lo gasta todo. Hay personas de 40, 50 o 60 años que se comportan como este adolescente. Nunca ganan suficiente. Tienen dos empleos, quizás los hijos mayores también ya trabajan, pero nunca hay suficiente. Viven junto al segundo río y no han cerrado su círculo. Lo que entra, sale inmediatamente. Son tuberías con incontables perforaciones por donde se pierde al agua.
            Pero la familia junto al tercer canal sí había cerrado el círculo. Sabía exactamente cuánta agua necesitaría para su propio consumo. Pero se dio cuenta que el caudal de agua que bajaba por ese canal era mayor de lo que ellos habían determinado como necesario para ellos mismos. Por lo tanto, empezaron a construir canales para llevar el excedente a otras familias en su zona. A medida que bajaba más y más agua de la represa, más canales nuevos abrían. Toda la zona, también más canal abajo, estaba verde y floreciente. Y había gran alegría por toda el agua que bajaba.
            Si tú fueses el operario de las compuertas del gran lago de la provisión divina, ¿cuál abrirías más para liberar más cantidad de agua? Por supuesto, la tercera compuerta. Las primeras dos familias son presas del espíritu de Mamón, pero la tercera ha desarrollado la fe de las aves que confía plenamente en la provisión amorosa de Dios. Y si no entienden de qué estoy hablando, búsquense en mi blog la prédica anterior sobre este tema. ¿A cuál de estas tres familias perteneces tú? ¿O cuál es la tuya? Como operario de las compuertas, ¿la abrirías más para una familia como la tuya? Cierra el círculo. Y el dinero que entra más allá de tu círculo, preséntalo a Dios y pregúntale qué él quiere que hagas con eso. Por algún motivo él te lo ha dado. Puede ser que te quiera hacer un regalo generoso con algo que hace rato habías soñado tener, puede que él quiera que lo uses para bendecir a otros. Pero él debe indicarte qué hacer con ello. Si no lo haces, te mudas junto al primer o al segundo río, juntando todo para ti no más y gastando para ti.
            En este proceso de cerrar el círculo, debes incluir también tu deuda. Destina algo al pago de tu deuda. Empieza con lo que puedas, porque únicamente así puedes desatar la bendición de Dios. Haz tú lo natural, también en cuanto a tus deudas, y Dios hará lo sobrenatural. Dios no hará desaparecer tu deuda por arte de magia, sin tu cooperación. Si tú no haces nada, él no tiene nada para multiplicarlo. Pero he escuchado de muchos casos en que las personas se armaron de valor a dar la cara ante sus acreedores. Asumieron la responsabilidad por su deuda y ofrecieron pagar cada mes algo, aunque sea poquito. Pero después de algún tiempo de cumplir fielmente su pago acordado, de repente los acreedores les anularon toda la deuda sobrante. No digo que en todos los casos va a ocurrir lo mismo, porque Dios no está limitado a una sola manera de actuar, pero sí fluirá bendición para ti si empiezas a asumir responsabilidad por tus actos y errores del pasado.
            Y otro paso que debes tomar en tu camino de salida de la deuda es poner tu dinero en 5 frascos diferentes. Estos pueden ser frascos literales, pueden ser sobres, pueden ser subcuentas en la cooperativa si es que tuvieras una cuenta bancaria, etc. Cómo ustedes lo organizan, no importa. Pero sí importa —¡y mucho!— que lo hagan. ¿Cuáles son estos 5 frascos?
            El primer frasco es para el diezmo. Ni bien te entra algún dinero, debes apartar el 10% de tus ganancias a este frasco, porque no es tuyo. Ese dinero no te pertenece. Levítico 27.30 dice: “La décima parte de los productos de la tierra, tanto de semillas como de árboles frutales, pertenece al Señor y está consagrada a él” (DHH). ¿A quién le pertenece el diezmo? Al Señor. ¿A quién está consagrado? A él. ¿Qué significa “consagrado”? Es algo dedicado, puesto aparte, algo santo. El diezmo es dinero santo, porque está destinado, dedicado, consagrado, apartado para el Señor. No te pertenece. Si tú lo usas para ti, estás robando lo que pertenece a otro. Estás usando para usos comunes lo que es santo. Y si leemos lo que le pasó a Uza que tocó el arca del pacto de Dios (2 S 6.5-7), no te recomiendo extender tu mano a tocar dinero santo.
            El segundo frasco es para las ofrendas. Esto es lo que doy a la obra de Dios de mi dinero. Si eres fiel con el pago de tu diezmo del primer frasco, no le has dado nada todavía al Señor fuera de lo que sí o sí le pertenece. Si yo tengo que pagarle algo a cierta persona, pero no me es posible ir personalmente a entregarle el dinero, puede que tú te vayas en esa dirección. Entonces te doy a ti el dinero para que se lo lleves a esa persona. ¿Te vas a alegrar por tener ahora más dinero? No, claro que no, no es tuyo el dinero. Tú sólo eres el emisario. Es tu deber entregárselo a quien corresponda. ¿Lo considerarías un sacrificio darle ese dinero? Tampoco, porque no te costó nada. No es tuyo. ¿Por qué entonces nos cuesta tanto dar el diezmo, si somos simplemente emisarios para pasarle a la obra de Dios el dinero que Dios nos entregó para llevarlo? El diezmo no es nuestro. No es ningún sacrificio, porque lo recibimos de Dios para entregarlo a la iglesia. Pero si tú como encargado de dar mi dinero a esa persona le dices: “Mirá, yo te aprecio demasiado, y quiero agregar mi aporte también a ese dinero que te entrego de parte del pastor.”, esa es la ofrenda. Es tú dinero que le das a la obra de Dios. El diezmo ni te calienta, porque de todos modos no es tuyo. La ofrenda ya es expresión de tu amor y gratitud al Señor y de tu madurez.
            El tercer frasco es tu ahorro. Esto es dinero que se aparta para mayores gastos en el futuro. A veces suceden imprevistos costosos, y ahí uno tiene una reserva de donde echar mano. Pero no es para echarle mano todos los meses. Es un dinero guardado que aumenta a cada mes y es sólo para alguna emergencia. El porcentaje a ser depositado en el frasco del ahorro puede variar según la posibilidad del momento, pero los asesores cristianos sugieren que sea alrededor del 4 al 5% del ingreso mensual.
            El cuarto frasco es para invertir. Este dinero es destinado para alimentar tu jarrita de aceite. Quizás necesites comprar algún stock de productos, algunas herramientas o materia prima para empezar a multiplicar tu dinero. Quizás necesites hacer algún curso en el SNPP o la Sinafocal. El dinero de este frasco está destinado para esto. El monto también podría estar alrededor del 4 a 5% de los ingresos. El dinero en este frasco también aumentará cada mes, sumado a la recuperación de gastos de las ventas que haces. Así, para el siguiente mes ya tienes prácticamente el doble de dinero para reinvertir en tu negocio.
            Y recién ahí, en el quinto frasco, viene el dinero que sobra y que es para los gastos variados. ¿Qué es lo que normalmente hacemos? Gastamos primero, y de lo que sobra (si es que sobra…) diezmamos. El ahorro ni entra ya, como tampoco las inversiones. ¡Con razón que nuestra economía está de cabeza! Les puedo asegurar que desde que empecé a seguir este sistema, cosas sorprendentes han ocurrido. Desde que manejo dinero siempre he tratado de ser sabio con el uso del mismo, pero en mi supuesta “sabiduría” he cometido tantas estupideces que me da vergüenza el sólo acordarme. Recién en estos últimos años procuro poner en práctica estos y muchos otros consejos más acerca del manejo del dinero.
            Así que, ¿cómo salir de las deudas?
·         Identifica tu “jarrita de aceite”.
·         Haz tú lo natural para que Dios pueda hacer lo sobrenatural.
·         Cierra el círculo.
·         Ubica el dinero en los 5 frascos:  Diezmo
                                                           Ofrendas
                                                           Ahorro
                                                           Inversiones
                                                           Gastos regulares
            Nada es mágico. Tampoco estos consejos no son una fórmula mágica. Más bien son principios divinos, que si los pones en práctica, Dios te puede sorprender grandemente.
            ¿Qué decisión estás tomando ahora respecto a tus deudas? El Salmo 37.21 dice: “Los malvados piden prestado y nunca pagan sus deudas, pero los justos prestan y dan con generosidad” (TLA). Los que piden prestado dinero y no pagan sus deudas son llamados aquí “malvados” (“impíos”, “perversos”, “pecadores”). Pero los justos, los que no tienen deudas, no necesitan pedir prestado, sino más bien ellos les prestan a otros. El estar libre de deudas pone a la persona en un pedestal muy por encima de los demás. Los justos, los que no tienen deudas, gobernarán a los demás. Y ahora fijate en esta declaración del sabio Salomón: “La herencia del bueno queda en su familia, la fortuna del pecador se reserva para el honrado” (Prov 13.22 – BNP). ¿No te gustaría ser llamado “honrado”, “justo”? Haz tú lo natural con tu jarrita de aceite, y Dios hará lo sobrenatural.

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