Ustedes saben que como iglesia hemos
elegido como proyecto del año comprar un nuevo equipo de sonido. Varias
actividades ya se han hecho para recaudar fondos para este fin. Nuestra visión
es tener este año todavía aquí un nuevo equipo funcionando.
Pero díganme, ¿qué suele ser mayor,
la visión o los recursos? Generalmente hay más visión que recursos. Excepto
cuando Moisés quiso levantar el tabernáculo, él tuvo que prohibirle al pueblo
seguir ofrendando, porque ya había demasiados materiales. Pero hasta ahora
nunca he tenido que tomar esta medida en ningún lugar.
Siempre decimos que la iglesia es
obra de Dios, que Dios es el dueño de la iglesia. ¿Y cómo son los recursos de
Dios? Bueno, la Biblia dice que él es el dueño de todo el oro y la plata (Hag
2.8). Es más, Apocalipsis dice que Dios usa el oro para pavimentar las calles
de la nueva Jerusalén… (Ap 21.21). Y si Dios tiene tantos recursos ilimitados,
¿cómo creen ustedes que éstos llegan a su iglesia? Siempre es a través de las
personas. Las personas somos el canal, la tubería, a través de la cual fluyen
los caudales de la provisión de Dios a su iglesia. Pero, ¿saben qué? Esas
tuberías, en muchos de los casos tienen roturas a través de las cuales se
pierde gran parte de estas provisiones. Esas roturas se llaman “deudas”. Las
deudas, y especialmente los intereses que se paga por ellas, es plata perdida
que no llega al destino que Dios le había indicado. Con razón que él llama
“ladrones” a su pueblo al no presentar sus diezmos y ofrendas en el altar (Mal
3.8). Para darles un ejemplo concreto, averigüé algunos precios. En cierto
negocio, cierta marca y modelo de heladera cuesta al contado Gs. 1.120.000. Si
uno la quiere comprarla en 25 cuotas, termina pagando Gs 1.750.000. Esto es una
diferencia de Gs 630.000 entre el precio al contado y el precio a cuotas –
56,25% del valor original. O sea, terminas pagando una heladera y media. ¿Y
quién te devuelve esos 630.000 Gs que le regalaste al dueño del negocio? ¿Y qué
si Dios quería que los utilizaras para bendecir a algún hermano o para aportarlo
para la compra de un equipo de sonido de la iglesia? Si Dios un día te dijera:
“Quiero que este domingo ofrendes 630.000 Gs.”, ¿estarías dispuesto a poner esa
cantidad en la bolsa de las ofrendas? Pero sí no tienes ningún inconveniente
entregar esta cantidad a un comerciante, ¿no es cierto? ¿Me entienden a qué me
refiero con la fuga de provisión divina para su iglesia? ¿Saben cómo se llama
esto en el mundo económico? Es desfalco o malversación de fondos. Esto se
refiere a “apropiarse de fondos que debían custodiarse o administrarse. … Un
desfalco se produce cuando una persona se apropia de algo de manera indebida.
Quien comete el desfalco realiza un fraude al no cumplir con las obligaciones
de custodia que tenía sobre los valores en cuestión.” (https://definicion.de/desfalco/)
Si el desfalco es considerado delito en el reino humano, ¿cómo sería
considerado en el reino de Dios?
Comprar algo a cuotas es hacer un
préstamo, tomar un crédito. Sólo que, en vez de retirar dinero de un banco o un
prestamista, estás retirando un objeto de algún negocio. Pero es la misma cosa.
Hacer un préstamo no necesariamente es malo en todos los casos. Los asesores
financieros cristianos distinguen entre varios tipos de préstamos. Hay créditos
que se sacan para comprar un inmueble (casa o terreno) o para hacer una
inversión en algo que empezará a generar dinero. Estos son créditos que pueden
ser buenos y aceptables cuando se procede con mucha sabiduría y guiados por el
Señor. Pero si uno puede prescindir de ellos, siempre es mejor. Y lo que se
debe evitar a toda costa son créditos para la compra de cualquier objeto de
consumo, viajes, comodidades, etc. Este tipo de préstamos son los que causan
los grandes huecos en la tubería de provisión divina.
Alguien me puede decir ahora: “Sí,
está bien, entiendo esto, y no quiero tomar ningún préstamo más. Pero la verdad
es que estoy hasta el cogote hundido en préstamos y deudas que ya contraje
anteriormente. ¿Cómo me zafo de ellas?” Bueno, antes de cualquier otra cosa que
puedas hacer es imprescindible que confieses este pecado al Señor, le pidas
perdón por haber sido tan negligente —quizás porque nadie te había enseñado
esto antes—, y le pidas que te ayude a liberarte de esta soga que te pusiste a
tu propio cuello.
Luego, tienes que dar varios pasos
que finalmente te llevarán a estar libre de las deudas. El primero de estos
pasos consiste en aplicar dos principios que te quiero ilustrar con una
historia que encontramos en la Biblia. Busquen en sus Biblias 2 de Reyes 4, a
partir del versículo 1.
F2 R 4.1-7
Encontramos aquí a una mujer en una
situación desesperante. No sólo se había quedado viuda, desamparada totalmente,
sino también endeudada. Y esto lo aprovecharon los acreedores para hacer leña
del árbol caído. La Biblia no especifica la razón o el origen de la deuda. El
hecho es que ella amenazaba con destruir a esta pobre mujer y sus hijos,
convirtiéndolos en esclavos a cambio de la deuda. En su desesperación, ella se
dirigió al profeta Eliseo. Eliseo era como la voz de Dios en la tierra. Más que
descargar su aflicción ante alguien, esta mujer buscaba a Dios.
Y Eliseo reacciona como diciendo: “¿Ha
upéi? ¿Qué tengo que ver yo con tu deuda? No puedo pagarla por ti.” Pero
luego él la lleva a un principio mucho más grande que andar buscando a algún
Papá Noel que le pueda pagar su deuda. Él le pregunta a esta mujer: “¿…qué
tienes en tu casa” (v. 2 – RV95)? Este es un principio que se ha mencionado
ya varias veces aquí en la iglesia. Para solucionar tus problemas, no mires
afuera, buscando quién lo podría solucionar por ti. Mírate a ti mismo y tus
recursos. Dios también le preguntó a Moisés qué era lo que tenía en su mano. Y
su bastón fue un instrumento a través del cual Dios ha hecho grandes maravillas
una y otra vez. Elías le preguntó a la viuda de Sarepta qué era lo que tenía. Y
tenía un poquito de aceite y de harina. Y con esto ellos sobrevivieron por casi
3 años. Jesús preguntó a sus discípulos qué es lo que tenían. Y tenían 5 panes
y 2 peces. Y esto fue suficiente para alimentar a miles de personas. ¿Qué
tienes en tu casa?
La viuda de este relato era igual a
todos nosotros. Si miras los recursos que tienes a tu alcance para solucionar
tu problema, probablemente dirás lo mismo que esta mujer: “NO TENGO
NADA…” (v. 2 – NTV). Siempre vemos primero todo aquello que no
tenemos. A la segunda mirada seguimos no viendo nada. Y frecuentemente dejamos
de mirar, porque suponemos que nunca no habrá nada. Lloramos por todas las
oportunidades que tienen otros, pero que nunca jamás tocan nuestra
puerta. ¿Saben qué? Puede ser cierto que nunca nos tocaron oportunidades tan
brillantes como a los demás que parecían haberles caído del cielo. Pero más a
menudo de lo que tú crees, esas oportunidades no se les cayeron del cielo, sino
que ellos mismos las crearon. Se prepararon de tal modo que estaban en
condiciones de aprovecharlas cuando aparezcan.
Bueno, volviendo a nuestra historia,
la viuda creía no tener nada; por lo menos nada que pueda hacer alguna
diferencia en este problema tan enorme y agobiante que pesaba sobre ella. Se
acordaba de tener un jarrito de aceite, pero casi le daba vergüenza
mencionarlo. Más bien pensaba como los discípulos: “¿…qué es esto para tanta
gente” (Jn 6.9 – RVC)? ¿Qué es
esto para tanta deuda? ¿Qué es una aguja, qué es un destornillador, un
bolígrafo, una moto maltrecha, un kilo de harina… (y sigan ustedes con sus
propios “jarritos de aceite” que tienen en su casa) ante tanta necesidad?
Pero para el profeta
esto era suficiente. Con esto se cumplió el primer principio: identificar los
recursos disponibles, sin mirar su tamaño. Es más, tus recursos probablemente
nunca serán grandes, porque si lo fueran, no estarías en la situación
angustiante en que estás. El demonio Mamón, del que hablamos hace algunas
semanas atrás, te hace medir con medidas humanas. Por eso ni te das cuenta de
lo que tienes.
Pero ahora viene el
segundo principio, y que es mucho más grande que el primero. Es el principio
que marcará la diferencia en la vida de esta viuda, ¡y en la tuya también!
Primero Eliseo le ordena hacer algo insólito: prestarse del vecindario todos
los recipientes que pueda encontrar. La mujer no habrá entendido ni jota, pero
aparentemente obedeció sin cuestionar. Es que los milagros de Dios siempre
salen fuera de lo natural, fuera de toda lógica humana. Si no fuera así, no
serían milagros. Esta mujer no se quedó sentada con los brazos cruzados y
llorando lágrimas de cocodrilo por las oportunidades que no tuvo. Hizo algo. Y
cuando ella había juntado todos los recipientes que pudo encontrar, Eliseo le
ordenó dar el siguiente paso: llenar los recipientes con el aceite en su
jarrita. ¿Una locura? ¡Absolutamente! Sospecho que en su interior esta viuda ya
habrá marcado el número del Neuropsiquiátrico para que vayan a llevarse a
Eliseo. Si el aceite que tenía era tan poco que cabía en una jarrita, ¿cómo iba
llenar entonces a todos los recipientes? Pero nuevamente, ella obedeció sin
cuestionar, ¡y el milagro ocurrió!
¿Cuál es este segundo
principio que le enseñó el profeta Eliseo? Presten mucha atención, porque puede
hacer un cambio radical en su vida. El principio es este: “Haz tú lo natural, y
Dios hará lo sobrenatural.” ¿O creen que el caso de esta viuda es un caso
aislado, que en la vida de ustedes jamás se va a repetir? Haz tú lo natural, y
Dios hará lo sobrenatural. Era natural para Moisés tirar un palo al piso. Y
Dios hizo lo sobrenatural de convertirlo en serpiente, como una señal del poder
de Dios ante el pueblo y ante el Faraón. Era natural para Pedro bajarse de una
canoa y caminar. Todos los días él subía y bajaba de las canoas, porque era
pescador. Todos los días él caminaba. Pero Jesús hizo lo sobrenatural que el
agua lo pueda sostener y Pedro pueda caminar sobre el agua. Era natural para un
niño pasarle algo de comida a otra persona, y Jesús usó esto que le dio el niño
para alimentar a miles de personas. Era natural para David tirar piedras con su
onda, pero Dios hizo lo sobrenatural de acertarle de tal forma a Goliat que
éste se cayó muerto al suelo. ¿Necesitan más ejemplos? Búsquenlos en sus
Biblias. Haz lo natural, y Dios hará lo sobrenatural. El problema es que lo
natural es tan natural para nosotros, que no creemos que esto podría hacer
alguna diferencia. No vemos las posibilidades sobrenaturales que podrían
ocurrir. Pero pídanle a Dios que les abra los ojos para que puedan ver qué de
lo natural de ustedes él quiere tomar para hacer lo sobrenatural.
¿Y no podría hacer
Dios lo sobrenatural por sí sólo? Podría, pero no es así como funciona. Dios
puede multiplicar lo que le damos, pero se lo tenemos que dar primero. Si no le
damos nada, él está como con las manos atadas. 15.000 x 0, ¿cuánto es? 0.
15.000 x 1, ¿cuánto es? 15.000. ¿Ven la diferencia? ¿Qué prefieren, 0 o 15.000?
Bastó un solo almuerzo para dar de comer a 15.000 personas. Dios tiene
suficientes recursos para solucionar todos tus problemas, pero tienes que dar
un paso primero. Hace rato pregunté qué es un kilo de harina. Pregúntenle a
Wilbert, a Rogelio y Maggi, a su pastor, qué es un kilo de harina para ellos.
Pregúntenles cuántas tortas, cuántas pizzas, cuántos panes se puede hacer con
un kilo, y cuántos kilos de harina se puede comprar luego con la venta de eso
que se está haciendo con el primer kilo. Quizás se habrán preguntado, por qué
nosotros como pastores hacemos pan, hacemos fotocopias o vendemos productos
naturales. Es que ese era la jarrita de aceite que encontramos en casa. Y lo
hacemos justamente para poder enseñales esto de lo que estamos hablando hoy,
usando nuestra propia experiencia. ¿Cuál es tu jarrita de aceite? Dios quiere multiplicar tu aceite que le ofreces.
Haz tú lo natural, y Dios hará lo sobrenatural.
Pero este es recién un paso en su camino de salida de las deudas.
También debes hacer lo que Craig Hill llama “cerrar el círculo”. Esto se
refiere a contestar la pregunta: “¿Cuánto es suficiente?” Cuando se le preguntó
esto a un multimillonario, él contestó: “Un poquito más.” Probablemente esta
sería la respuesta de la mayoría de la gente. Pero esto no cierra el círculo.
Siempre está abierto. Siempre quiere más. Nunca está satisfecho. ¿Cuánto es
suficiente? Tienen que contestar esa pregunta en consulta con Dios. Esto
implica necesariamente tener un presupuesto: planificar cuánto dinero se va a
gastar en qué área. Sin un plan no se puede hacer acciones concretas. Y el
resultado es: a medida que entra el dinero, sale también. Y al final uno se
pregunta: ¿Dónde quedó el dinero? Si tuvieras un presupuesto, sabrías la
respuesta, porque ahí está planificado. Y si haces un registro de todos tus gastos,
más todavía. ¿Cuánto es suficiente? Esto requiere de mucha autodisciplina, pero
ya hemos aprendido que el Espíritu Santo quiere producir en nosotros el fruto
del dominio propio. Y esta área de las finanzas es un campo de acción fenomenal
para el Espíritu Santo para producir este fruto.
Los recursos de Dios
son inagotables, como ya lo habíamos dicho. Son como el gigantesco lago de
Itaipú, adaptando a nuestro contexto una visión que Dios le dio una vez a Craig
Hill. En la represa, hay tres compuertas que desembocan en un canal diferente
cada una. Junto al primer canal vive una familia con el constante miedo de que
nunca podrá recibir suficiente agua. Siempre está con miedo de que no le va a
alcanzar la provisión. Por lo tanto, junta todo lo que puede de esa agua que
viene. Construye diques para que nada se le escape. Y no queda nada de agua
para fluir más abajo en ese canal, porque esta familia ataja todo para
almacenar el agua para ellos no más.
Junto al segundo canal
vive una familia que usa todo lo que llega de agua. Si hay más agua, construyen
parques acuáticos, instalan sistemas de riego, amplían sus piscinas, etc. No
construyen diques por miedo a que no les alcance, sino se lo gastan toda el
agua que llega. ¿Y cuánta agua sigua canal abajo? Prácticamente nada. Son como
un adolescente al que sus padres le prometen darle cada semana 50.000 Gs. para
sus propios gastos. Y el hijo se alegra mucho, ya que su lista de deseos era
mucho más grande todavía que 50.000. El lunes ya se gastó toda la plata. Si el
jueves le preguntaras si está feliz, ¿qué diría? Que no. ¿Por qué no? “Porque
mis padres no me dan suficiente dinero.” Bueno, entonces los padres deciden
darle 75.000 cada domingo. El martes a la noche, este adolescente ya no tiene
nada, y empieza a quejarse de que sus padres no le dan suficiente. Entonces
ellos aumentan a 100.000 Gs. por semana. ¿Qué sucede? Lo mismo. Nunca tiene
suficiente. Siempre se lo gasta todo. Hay personas de 40, 50 o 60 años que se
comportan como este adolescente. Nunca ganan suficiente. Tienen dos empleos,
quizás los hijos mayores también ya trabajan, pero nunca hay suficiente. Viven
junto al segundo río y no han cerrado su círculo. Lo que entra, sale
inmediatamente. Son tuberías con incontables perforaciones por donde se pierde
al agua.
Pero la familia junto
al tercer canal sí había cerrado el círculo. Sabía exactamente cuánta agua
necesitaría para su propio consumo. Pero se dio cuenta que el caudal de agua
que bajaba por ese canal era mayor de lo que ellos habían determinado como necesario
para ellos mismos. Por lo tanto, empezaron a construir canales para llevar el
excedente a otras familias en su zona. A medida que bajaba más y más agua de la
represa, más canales nuevos abrían. Toda la zona, también más canal abajo,
estaba verde y floreciente. Y había gran alegría por toda el agua que bajaba.
Si tú fueses el
operario de las compuertas del gran lago de la provisión divina, ¿cuál abrirías
más para liberar más cantidad de agua? Por supuesto, la tercera compuerta. Las
primeras dos familias son presas del espíritu de Mamón, pero la tercera ha
desarrollado la fe de las aves que confía plenamente en la provisión amorosa de
Dios. Y si no entienden de qué estoy hablando, búsquense en mi blog la prédica
anterior sobre este tema. ¿A cuál de estas tres familias perteneces tú? ¿O cuál
es la tuya? Como operario de las compuertas, ¿la abrirías más para una familia
como la tuya? Cierra el círculo. Y el dinero que entra más allá de tu círculo,
preséntalo a Dios y pregúntale qué él quiere que hagas con eso. Por algún
motivo él te lo ha dado. Puede ser que te quiera hacer un regalo generoso con
algo que hace rato habías soñado tener, puede que él quiera que lo uses para
bendecir a otros. Pero él debe indicarte qué hacer con ello. Si no lo haces, te
mudas junto al primer o al segundo río, juntando todo para ti no más y gastando
para ti.
En este proceso de
cerrar el círculo, debes incluir también tu deuda. Destina algo al pago de tu
deuda. Empieza con lo que puedas, porque únicamente así puedes desatar la
bendición de Dios. Haz tú lo natural, también en cuanto a tus deudas, y Dios
hará lo sobrenatural. Dios no hará desaparecer tu deuda por arte de magia, sin
tu cooperación. Si tú no haces nada, él no tiene nada para multiplicarlo. Pero
he escuchado de muchos casos en que las personas se armaron de valor a dar la
cara ante sus acreedores. Asumieron la responsabilidad por su deuda y
ofrecieron pagar cada mes algo, aunque sea poquito. Pero después de algún
tiempo de cumplir fielmente su pago acordado, de repente los acreedores les
anularon toda la deuda sobrante. No digo que en todos los casos va a ocurrir lo
mismo, porque Dios no está limitado a una sola manera de actuar, pero sí fluirá
bendición para ti si empiezas a asumir responsabilidad por tus actos y errores
del pasado.
Y otro paso que debes
tomar en tu camino de salida de la deuda es poner tu dinero en 5 frascos
diferentes. Estos pueden ser frascos literales, pueden ser sobres, pueden ser
subcuentas en la cooperativa si es que tuvieras una cuenta bancaria, etc. Cómo
ustedes lo organizan, no importa. Pero sí importa —¡y mucho!— que lo hagan.
¿Cuáles son estos 5 frascos?
El primer frasco es
para el diezmo. Ni bien te entra algún dinero, debes apartar el 10% de tus
ganancias a este frasco, porque no es tuyo. Ese dinero no te pertenece.
Levítico 27.30 dice: “La décima parte de los productos de la tierra, tanto de semillas como
de árboles frutales, pertenece al Señor y está consagrada a él” (DHH). ¿A quién le pertenece el
diezmo? Al Señor. ¿A quién está consagrado? A él. ¿Qué significa “consagrado”?
Es algo dedicado, puesto aparte, algo santo. El diezmo es dinero santo, porque
está destinado, dedicado, consagrado, apartado para el Señor. No te pertenece.
Si tú lo usas para ti, estás robando lo que pertenece a otro. Estás usando para
usos comunes lo que es santo. Y si leemos lo que le pasó a Uza que tocó el arca
del pacto de Dios (2 S 6.5-7), no te recomiendo extender tu mano a tocar dinero
santo.
El segundo frasco es
para las ofrendas. Esto es lo que doy a la obra de Dios de mi dinero. Si eres fiel con el pago de
tu diezmo del primer frasco, no le has dado nada todavía al Señor fuera de lo
que sí o sí le pertenece. Si yo tengo que pagarle algo a cierta persona, pero
no me es posible ir personalmente a entregarle el dinero, puede que tú te vayas
en esa dirección. Entonces te doy a ti el dinero para que se lo lleves a esa
persona. ¿Te vas a alegrar por tener ahora más dinero? No, claro que no, no es
tuyo el dinero. Tú sólo eres el emisario. Es tu deber entregárselo a quien
corresponda. ¿Lo considerarías un sacrificio darle ese dinero? Tampoco, porque
no te costó nada. No es tuyo. ¿Por qué entonces nos cuesta tanto dar el diezmo,
si somos simplemente emisarios para pasarle a la obra de Dios el dinero que
Dios nos entregó para llevarlo? El diezmo no es nuestro. No es ningún
sacrificio, porque lo recibimos de Dios para entregarlo a la iglesia. Pero si
tú como encargado de dar mi dinero a esa persona le dices: “Mirá, yo te aprecio
demasiado, y quiero agregar mi aporte también a ese dinero que te entrego de
parte del pastor.”, esa es la ofrenda. Es tú dinero que le das a la obra de
Dios. El diezmo ni te calienta, porque de todos modos no es tuyo. La ofrenda ya
es expresión de tu amor y gratitud al Señor y de tu madurez.
El tercer frasco es tu
ahorro. Esto es dinero que se aparta para mayores gastos en el futuro. A veces
suceden imprevistos costosos, y ahí uno tiene una reserva de donde echar mano.
Pero no es para echarle mano todos los meses. Es un dinero guardado que aumenta
a cada mes y es sólo para alguna emergencia. El porcentaje a ser depositado en
el frasco del ahorro puede variar según la posibilidad del momento, pero los
asesores cristianos sugieren que sea alrededor del 4 al 5% del ingreso mensual.
El cuarto frasco es
para invertir. Este dinero es destinado para alimentar tu jarrita de aceite.
Quizás necesites comprar algún stock de productos, algunas herramientas o
materia prima para empezar a multiplicar tu dinero. Quizás necesites hacer
algún curso en el SNPP o la Sinafocal. El dinero de este frasco está destinado
para esto. El monto también podría estar alrededor del 4 a 5% de los ingresos.
El dinero en este frasco también aumentará cada mes, sumado a la recuperación
de gastos de las ventas que haces. Así, para el siguiente mes ya tienes
prácticamente el doble de dinero para reinvertir en tu negocio.
Y recién ahí, en el
quinto frasco, viene el dinero que sobra y que es para los gastos variados.
¿Qué es lo que normalmente hacemos? Gastamos primero, y de lo que sobra (si es
que sobra…) diezmamos. El ahorro ni entra ya, como tampoco las inversiones.
¡Con razón que nuestra economía está de cabeza! Les puedo asegurar que desde
que empecé a seguir este sistema, cosas sorprendentes han ocurrido. Desde que
manejo dinero siempre he tratado de ser sabio con el uso del mismo, pero en mi
supuesta “sabiduría” he cometido tantas estupideces que me da vergüenza el sólo
acordarme. Recién en estos últimos años procuro poner en práctica estos y
muchos otros consejos más acerca del manejo del dinero.
Así que, ¿cómo salir
de las deudas?
·
Identifica
tu “jarrita de aceite”.
·
Haz
tú lo natural para que Dios pueda hacer lo sobrenatural.
·
Cierra
el círculo.
·
Ubica
el dinero en los 5 frascos: Diezmo
Ofrendas
Ahorro
Inversiones
Gastos
regulares
Nada es mágico.
Tampoco estos consejos no son una fórmula mágica. Más bien son principios
divinos, que si los pones en práctica, Dios te puede sorprender grandemente.
¿Qué decisión estás
tomando ahora respecto a tus deudas? El Salmo 37.21 dice: “Los malvados piden prestado y
nunca pagan sus deudas, pero los justos prestan y dan con generosidad” (TLA). Los que piden prestado
dinero y no pagan sus deudas son llamados aquí “malvados” (“impíos”,
“perversos”, “pecadores”). Pero los justos, los que no tienen deudas, no
necesitan pedir prestado, sino más bien ellos les prestan a otros. El estar
libre de deudas pone a la persona en un pedestal muy por encima de los demás.
Los justos, los que no tienen deudas, gobernarán a los demás. Y ahora fijate en
esta declaración del sabio Salomón: “La herencia del bueno queda en su familia, la fortuna del pecador se
reserva para el honrado” (Prov 13.22 – BNP). ¿No te gustaría ser llamado “honrado”, “justo”?
Haz tú lo natural con tu jarrita de aceite, y Dios hará lo sobrenatural.
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