lunes, 25 de marzo de 2019

El mensaje a la iglesia de Sardes







            Este miércoles pasado, la hermana Alicia compartió en el grupo de la iglesia una breve reflexión acerca del diezmo. Me gustó mucho la formulación. Decía: “Pagar el diezmo no es dar dinero. Es decirle a Dios: ‘Reconozco que la salud, la fuerza y la oportunidad de trabajar viene de tu mano y por eso te entrego una pequeña parte de todo lo que me entregaste. Gracias, Señor.’ Dar el diezmo es sacar los ojos del dinero y mirarle a Dios. Es una adoración.”
            Una de las cosas que me gustó de este texto es la diferenciación entre un acto externo y una actitud interna. Para muchos, diezmar es sólo cuestión de dar su dinero; es sólo un acto externo de poner unos billetes en el ofrendero. Y como hemos invertido parte de nuestra vida en conseguir ese dinero, nos cuesta tremendamente hacer este acto.
            Esta diferencia entre el acto externo y la actitud interna es la parte que muchas personas, incluso muchos cristianos, no entienden. El valor verdadero del diezmo radica en la actitud interna que mueve a la persona a dar su diezmo. Sin esa actitud, el dinero que damos es sólo una caja vacía.
            Coincidentemente, ese mismo día Rodrigo publicó en el mismo grupo un video en el cual una presentadora de televisión cita al escritor uruguayo Eduardo Galeano, quien dijo lo siguiente: “Vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto. Vivimos en la cultura del envase, que desprecia el contenido.”
            Esto me recuerda lo que dijo Pablo en el himno al amor: “Puedo entregar todo lo que tengo para ayudar a los demás, hasta ofrecer mi cuerpo para que lo quemen. Pero si no tengo amor, eso no me sirve de nada” (1 Co 13.3 – PDT). Pero el que ama a Dios y lo adora de todo corazón, el dinero que entregue en el diezmo será para él poca cosa que pueda agregar al corazón que ya le dio al Señor. El dinero será expresión visible de su amor interno a Dios.
            Esta no es una prédica acerca del diezmo, pero es un muy buen ejemplo para señalar la relación que debe haber entre la actitud interna y el acto externo. Porque esta relación es fundamental en todo lo que se hace para el Señor. Y si no tenemos en cuenta esto, la vida cristiana se reduce simplemente al cumplimiento de una lista de exigencias frías. Y si puedo marcar como cumplido todo lo que dice la lista o dejar de hacer todo lo que no debo hacer, entonces supuestamente soy un buen cristiano. Pero la verdad es que con eso ya hace rato dejé de ser un buen cristiano, porque la vida cristiana no pasa por la observancia externa de prescripciones de otros.
            La iglesia de Sardes no tuvo en cuenta esta diferencia, lo que la llevó casi al borde de la muerte espiritual. Cristo le mandó el mensaje que nos toca analizar hoy para procurar hacerla despertar a tiempo. Leamos entonces este mensaje de Jesús a la iglesia de Sardes.

            FApocalipsis 3.1-6

            Como es de costumbre, Jesús como emisor de este mensaje se presenta a la iglesia. Él se da a conocer como “el que tiene los siete espíritus de Dios” (v. 1 – RVC). Juan, en su inicio del Apocalipsis, ya había saludado a las iglesias “de parte del que es y era y ha de venir, y de parte de los siete espíritus que están delante de su trono, y también de parte de Jesucristo” (Ap 1.4-5 – DHH). “La mención de los siete espíritus junto con el Padre y con Jesucristo sugiere que estos espíritus simbolizan al Espíritu de Dios en sus múltiples manifestaciones” (DHH). Algunos ven una relación entre las 7 iglesias del Apocalipsis y los 7 espíritus o las 7 manifestaciones del Espíritu Santo, como que hay una manifestación distinta para cada iglesia. Por eso él le da un mensaje muy exacto y personal de acuerdo a la situación que vive cada iglesia.
            Jesús también se presenta como el que tiene las 7 estrellas. Ya en la visión introductoria que había tenido Juan, Jesús le había dado la clave diciendo que “las siete estrellas representan a los ángeles de las siete iglesias” (Ap 1.20 – DHH), probablemente refiriéndose a los líderes o pastores de cada iglesia. De esta manera Jesús declara ser el directamente responsable de los líderes.
            Contrario a las anteriores cartas, Jesús, de su presentación pasa directamente a señalar el problema o el peligro de esta iglesia: “Yo sé todo lo que haces y que tienes la fama de estar vivo, pero estás muerto” (v. 1 – NTV). La iglesia estaba activa; sucedían cosas; hacían obras. Esto le daba la fama de ser una iglesia viva. Hacia fuera, tenía una pinta espectacular. Pero el Señor mira más allá de las apariencias. Él mira el corazón – tanto de las personas como de la iglesia. Y su diagnóstico no fue tan auspicioso. Él veía que las obras de la iglesia eran sólo la caja vacía de la que hablamos hace ratito. No había contenido. Ya en este tiempo se conocía la “cultura del envase” de Eduardo Galeano, porque esta iglesia la vivía. Y Dios no se deja impresionar por una caja bonita, decorada con buenas obras, pero que expide olor a cadáver. “Pareces estar vivo, pero en realidad estás muerto” (PDT).
            Por eso Jesús le da una sacudida fuerte a la iglesia para que reaccione: “Despiértate y reanima lo que todavía no ha muerto” (v. 2 – BLA). Todavía no todo estaba perdido. Algún aliento de vida permanecía todavía en la iglesia. Eran aquellos pocos que habían luchado por no dejarse llevar por esa corriente, y a quienes Jesús se referirá en el versículo 4. Jesús actúa aquí exactamente de la manera que el profeta Isaías había anunciado: “No hará pedazos la caña quebrada, ni apagará la mecha humeante” (Is 42.3 – RVC). A esta iglesia agonizante, él no le va a dar el golpe final para que se muera de una vez. Más bien, con mucho cuidado y amor, pero también con toda la claridad necesaria, él procura para que esta iglesia pueda levantarse nuevamente, y que pueda reaccionar antes que sea demasiado tarde. Le da unas cachetadas y le dice: “¡Eh, despierta! Salva lo último que te queda todavía.” Es que las obras de esta iglesia no pasaban la prueba divina. Se aplazaron a la luz de Dios, ya que carecían del espíritu apropiado que debía darles vida y verdadero significado a esas obras. Fíjense cómo las diferentes versiones traducen esta parte del versículo 2: “…tus obras no son lo suficientemente buenas ante los ojos de mi Dios” (PDT); “tus obras me parecen muy mediocres a la luz de Dios” (BLA); “tu comportamiento está lejos de ser irreprochable” (BLPH); “tus acciones no cumplen con los requisitos de mi Dios” (NTV). O sea, ¡aplazado!
            Ante esta situación, Jesús anima a la iglesia a mirar un rato en el espejo retrovisor. A veces es necesario retroceder para ver en qué momento uno se desvió del camino correcto. Lo mismo también ya le había dicho a la iglesia de Éfeso: “…recuerda de dónde has caído, vuélvete a Dios y haz otra vez lo que hacías al principio” (Ap 2.5 – DHH). No podemos anular las decisiones equivocadas tomadas en la vida ni debemos vivir siempre en el pasado. Pero a veces es saludable comparar nuestra situación actual con la de nuestro pasado. ¿Qué diferencias hay entre hoy y un cierto tiempo atrás? Si hoy estoy peor que hace meses o años, ¿cuál es la causa? Y mucho más importante: ¿Cómo vuelvo otra vez a ese estado inicial? Eso es lo que el Señor quiere que haga la iglesia de Sardes. El no reaccionar ante este llamado de atención traería consigo consecuencias negativas para la iglesia. Jesús compara su acción contra la indisposición a arrepentirse con la sorpresiva e inesperada aparición de un ladrón. Si uno supiera en qué momento un ladrón llegaría a nuestra casa, estaríamos preparados para darle una “cordial bienvenida”. Pero la imposibilidad de saber de antemano los planes y los movimientos del ladrón hace que uno esté casi totalmente indefenso ante él. Así también la persona no podrá esquivar la corrección de Dios, si no se arrepiente a tiempo.
            La imagen del ladrón que llega cuando uno no lo espera, se usa en la Biblia frecuentemente para hablar de la segunda venida de Cristo. Pero en el caso aquí de la iglesia de Sardes no se refiere a esto, sino a la acción que Jesús tomará en contra de los defensores de la “cultura del envase”, es decir, los que no tienen vida espiritual verdadera, sino solamente la pinta.
            Pero no todo está perdido. Hay unos pocos que son la excepción en Sardes. Son pocos, ¡pero los hay! En toda la Biblia, Dios siempre se fija en el remanente que lucha por mantenerse fiel a él. Y con ese remanente, Dios construye de nuevo su pueblo. Estos pocos sobrevivientes a la degradación religiosa de la iglesia de Sardes, que no ensuciaron su ropa, reciben un gran elogio de parte del Señor. El “ensuciar su ropa” no es literal, sino se refiere a no haber manchado sus vidas con el pecado. ¿Quiere decir que fueron perfectos? No, nadie lo es. Nadie puede evitar salpicarse con el pecado, así como casi es imposible salpicar su ropa con barro en estos días de tanta lluvia que tuvimos. Es así porque somos personas limitadas, viviendo en un chiquero espiritual. Pero estas personas de Sardes lucharon por la santidad, y cualquier mancha del pecado que aparezcan, ellos lo limpiaron por medio del arrepentimiento y el perdón de Dios. ¿Cuál fue la diferencia entre estos pocos y el resto de la iglesia? Mientras este remanente fiel se manchaba de vez en cuando con el pecado, los demás se revolcaban en el fango del pecado como lo hacen los chanchos. Ensuciarse ocasionalmente, y vivir en el barro, son dos cosas muy distintas.
            A este remanente, Jesús les promete que estarán a su lado con sus vestiduras blancas. Son blancas justamente porque no los ensuciaron. El blanco es símbolo de pureza, de santidad y de victoria. Quien se cuidó de no deslizarse a una vida en pecado, será declarado por Cristo vencedor, santificado en Jesús. El Señor dice que estarán a su lado “porque son dignos” (v. 4 – NBLH), “porque se lo merecen” (DHH). Será la recompensa por la fidelidad a Dios que han demostrado toda su vida.
            Esta promesa de Cristo no es solamente para el remanente de Sardes, sino para “todos los que salgan vencedores” (v. 5 – NTV), es decir, para todos nosotros, si logramos vencer al pecado y vivir en santidad.
            Además, el nombre de los vencedores no será borrado del libro de la vida. Este libro de la vida es un tipo de registro civil celestial. Ahí están registrados todos los que han aceptado a Jesucristo como su Señor y Salvador; los que han alcanzado la salvación en Cristo. Jesús dice que no va a borrar los nombres de los vencedores de ese libro, porque ya pueden disfrutar eternamente la salvación que habían recibido a través de Cristo.
            Y hay otra acción del registro civil más que Jesús hará: reconocer a su hijo. Eso hace un hombre cuando, por ejemplo, se casa con una mujer con hijo o madre soltera, pero él reconoce a esa criatura legalmente como su hijo propio. Así Jesús, ante toda la corte celestial, reconocerá públicamente que somos sus hijos: “…delante de mi Padre y de sus ángeles, diré que es mío” (v. 5 – PDT); “responderé por él ante mi Padre y ante sus ángeles” (BLPH); “le diré a mi Padre y sus ángeles que ellos son mis seguidores” (CEV – traducción libre). ¡Qué gozo será escuchar tu nombre retumbar en todo el cielo cuando se lea la declaración de propiedad exclusiva del Hijo de Dios, Rey de reyes y Señor de señores! Y eso por haber aceptado la salvación que él nos ofrece y haber procurado una vida en santidad en esta tierra. Por eso dijo Jesús a sus discípulos en una oportunidad: “Si alguien se declara a mi favor delante de los hombres, yo también me declararé a favor de él delante de mi Padre que está en el cielo” (Mt 10.32 – DHH).
            Cristo pone hoy delante de nosotros el espejo de su Palabra. El mensaje a Sardes es bastante serio. ¿Y qué de nosotros en Costa Azul? ¿Somos una caja vacía o llena? Es relativamente fácil saberlo. El indicador de si somos de la “cultura del envase” o no, nos dará la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Cuál es la razón o la motivación para cualquier cosa que hacemos en el culto o como iglesia? Por ejemplo, ¿por qué tenemos Escuela Dominical? ¿Por qué tenemos un tiempo de alabanza en el culto? ¿Por qué predicamos? ¿Por qué venimos al culto siquiera? Es la misma pregunta que el hermano Roberto Arce se puso a sí mismo tan insistentemente al empezar a frecuentar esta iglesia, ¡y le felicito por eso! ¿Por qué lo hacemos? ¿Es porque “siempre se hizo así”? ¿Es por tradición? ¿Es porque las demás iglesias lo hacen y no podemos quedarnos atrás? ¿Por qué? ¿Qué nos motiva?
            Lo mismo vale también para cada uno en particular: ¿Por qué das tu diezmo (para usar el ejemplo del inicio)? Y si no diezmas, ¿por qué no diezmas? ¿Por qué haces tu devocional cada día? Y si no lo haces, ¿por qué no lo haces? ¿Por qué colaboras en algún ministerio de la iglesia? ¿Es todo esto por tradición? ¿Porque se supone que esto lo hace un buen cristiano? ¿Porque el pastor dijo que así se tiene que hacer? Son preguntas muy, muy desafiantes. Para mí por lo menos ha significado un fuerte reto o desafío este mensaje a Sardes. No podemos darnos el lujo de hacer las cosas “porque sí”; de ser una caja vacía con una pinta envidiable, pero con calaveras adentro. No podemos permitir que nuestra vida cristiana se reduzca a una serie de acciones externas, de obras, de programas, pero que carezcan de contenido; que no tengan otro propósito sino el mantener en marcha la iglesia.
            ¿Pero cuál es el contenido correcto? ¿Cuál es esa motivación correcta? El versículo lema del ministerio de ujieres es: “Cualquiera sea el trabajo de ustedes, háganlo de todo corazón, teniendo en cuenta que es para el Señor y no para los hombres” (Col 3.23 – BPD). Pablo escribe a los corintios: “El amor de Cristo nos constriñe…” (2 Co 5.14 – RV95); “domina nuestras vidas” (TLA); “nos lleva a actuar así” (RVC). Y el versículo que leímos ya al inicio, en el que Pablo dice que, si él hiciese cualquier maravilla, pero sin amor como fuerza motriz, como motivación para hacerlo, sería un desastre, una pérdida de tiempo y de esfuerzo. ¡Esa es la motivación correcta: nuestra devoción, nuestro amor, nuestra obediencia, nuestra adoración a Cristo! Si tu motivación para hacer esto o aquello, para ir a la iglesia, para diezmar, para trabajar en algún ministerio, etc. no es el amor, ¡olvídalo! Si como iglesia no hacemos las cosas sólo para obedecer y honrar a nuestro Señor, llegamos a ser una caja bonita pero vacía. El valor no está en la caja en sí. Esa se abre, se saca lo que está adentro, y se la tira a la basura. Lo que vale es lo de adentro. Sólo Cristo, su amor hacia ti y tu amor hacia él pueden ser el contenido que dé valor a tu vida, a tus acciones y a nosotros todos como iglesia. Si el amor de Dios impregna nuestras vidas, si estamos empapados del Espíritu Santo, y si todo lo que hacemos como iglesia y como individuos es una respuesta de adoración y obediencia al gran amor de Dios, entonces dará verdadera vida a las personas. Entonces la caja bonita alrededor será una invitación y un estímulo para la gente, no para admirar la caja, sino para deleitarse en su contenido que es la presencia de Dios y para ser fortalecidos en su fe. ¡Que así sea!

lunes, 18 de marzo de 2019

El mensaje a la iglesia de Tiatira








            Ya les he comentado en algún momento de un joven que se fue a Buenos Aires a estudiar, dejando en Paraguay a su novia. Muy a menudo se le encontró parado frente a una ventana, mirando a lo lejos. Una vez alguien le preguntó por el por qué. Este joven le dijo que estaba mirando en dirección a Paraguay, pensando en su novia. Fue ahí que su compañero lo llevó a la ventana opuesta, indicándole que allá quedaba Paraguay.
            Todo este tiempo este joven había estado muy convencido de lo que estaba haciendo, sin darse cuenta que estaba mirando por la ventana equivocada. Puede darse a menudo que hacemos algo, muy convencidos de que es lo correcto, hasta que el Espíritu Santo nos lleva “a la ventana opuesta”. Veámoslo en el desarrollo del tema de hoy.
            Llegamos hoy al cuarto mensaje de Cristo a las iglesias del Apocalipsis. La carta a Tiatira es la más larga de todas, y la más enigmática. De Tiatira no se conoce muchos detalles. Se sabe que era una ciudad dedicada al comercio, principalmente de lana y de púrpura. Nos encontramos con este nombre ya en el libro de los Hechos. En su segundo viaje misionero de Pablo, llegó junto con Silas a la ciudad de Filipos. Un día, junto al río, le hablaron a un grupo de mujeres que había allí. Dice la Biblia que “una de ellas se llamaba Lidia; era de la ciudad de Tiatira y vendía telas finas de púrpura. A esta mujer, que adoraba a Dios y que estaba escuchando, el Señor la movió a poner toda su atención en lo que Pablo decía. Fue bautizada, junto con toda su familia…” (Hch 16.14-15 – DHH). Es muy probable que esta mujer haya llevado luego el evangelio a Tiatira, fruto de lo cual es esta iglesia mencionada en Apocalipsis.
            Sabemos también que en Tiatira había un gran número de gremios o sindicatos. Estas eran asociaciones de personas que se dedicaban al mismo oficio. Había gremios de trabajadores de la lana, de fabricantes de ropa, de tintoreros, etc. Estas son algunas de las pocas informaciones que tenemos de Tiatira.
            Leamos ahora el mensaje de Cristo a la iglesia de esta ciudad.

            F Ap 2.18-29

            Jesús se presenta a esta iglesia en primer lugar como “Hijo de Dios”. Es la única vez en todo el libro que se usa este título. Refleja la gran autoridad y la omnisciencia de Jesús por la cual él puede reprender a la iglesia de la forma como lo hace.
            Pero él da también una descripción de sí mismo: “el que tiene los ojos como llamas de fuego y los pies como bronce pulido” (v. 18 – DHH). Esa es parte de la descripción que Juan ya había dado de él en el capítulo 1, el preámbulo a estas cartas a las 7 iglesias. Ahí Juan lo describe así: “Sus cabellos [de Jesús] eran blancos como la lana, o como la nieve, y sus ojos parecían llamas de fuego. Sus pies brillaban como bronce pulido, fundido en un horno; y su voz era tan fuerte como el ruido de una cascada” (Ap 1.14-15 – DHH). Los ojos como llamas de fuego indican que él lo ve todo, que con ellos puede ver el corazón del hombre sin que se le escape nada. Habla de la penetración de esa mirada hasta lo más íntimo de la persona más allá de los disfraces.
            Los pies como de bronce dan la idea de que él pisa fuerte. Es decir, habla de un poder inconmovible y autoridad, de control sobre los enemigos.
            Luego de su presentación, Cristo destaca las virtudes de esta iglesia. Sus ojos llameantes no veían sólo el error, sino también las fortalezas. Y son muchos los puntos fuertes de esta iglesia: obras en constante aumento, amor, fe, servicio y paciencia. ¡Cuánto quisiera que esto se pueda decir de mí! Es un excelente testimonio para la iglesia. Y Jesús no lo dice simplemente como una anestesia para luego darle con todo por sus errores. Era un elogio sincero, porque era la característica de la iglesia. Sí, había algunas personas en la iglesia que la pifiaron bien feo, pero no era toda la iglesia.
            Y esos errores y pecados que había en la iglesia son reprendidos fuertemente por el Señor. Él critica que no se está haciendo nada en contra de una mujer a la que Juan llama Jezabel. Es poco probable que se haya llamado realmente así, porque este nombre estaba muy cargado de cosas muy feas en la historia judía. Resulta que la Jezabel del Antiguo Testamento había traído mucha desgracia y maldición sobre el pueblo. Dice un comentarista: “Sabemos quién fue Jezabel, la esposa del rey Acab, rey de Israel: una mujer pagana, bruja, dominante, manipuladora y controladora que usó a su marido para hacer su voluntad en Israel. Lo que hizo en Israel fue directamente la obra del diablo: Introducir la injusticia, la corrupción y la idolatría en la nación. Primeramente, llevó a su marido a los cultos idolátricos, y luego a toda la nación, llevando al pueblo a la fornicación espiritual” (Miguel Rosell, “Apocalipsis: La revelación para estos días finales”). La mujer en Tiatira, a la que Jesús llama simbólicamente Jezabel, debe haber manifestado un espíritu parecido a la Jezabel del Antiguo Testamento.
            En primer lugar, ella decía ser una profetisa. Jesús, por la forma de expresarse, da a entender que ese era un título autoimpuesto, pero que era una profetisa falsa. Por eso, la Traducción en Lenguaje Actual (TLA) traduce muy bien: “Esa mujer anda diciendo que yo la envié…” (v. 20). Ella ejercía un fuerte poder sobre la gente. “Esa mujer obraba con presunta autoridad, y, por tanto, ordenaba a los demás lo que quería al tener gran influencia en muchos. … Esa mujer Jezabel, tenía una gran apariencia de espiritualidad y de piedad en sus maneras y palabras, especialmente de cara al pastor o anciano principal, … de modo que pasaba desapercibida su maldad” (Miguel Rosell). A alguien que viene con una enseñanza totalmente equivocada, fácilmente se le puede identificar y cortar su influencia. Pero alguien que sutilmente viene con un manto de espiritualidad, mezclando las mentiras con muchas cosas buenas y correctas, no es tan fácil de detectar, y uno puede ver su fruto recién después de bastante tiempo, cuando el daño causado ya es demasiado grande. Por eso Jesús le llama la atención a esta iglesia y le indica dónde está el cáncer que amenaza con destruir a toda la iglesia.
            ¿Y cuál fue el pecado de esa Jezabel? Por un lado, dice que seducía a la gente “a comer lo sacrificado a los ídolos” (v. 20 – RVC). Este era un constante problema para los cristianos en aquel tiempo. Gran parte de la carne que se vendía en las carnicerías era dedicada o sacrificada a algún ídolo o demonio. Los primeros cristianos tenían serios conflictos con si podían comer de esa carne o no. Pablo tuvo que dedicar 3 capítulos de su primera carta a los corintios a este tema. Para los cristianos de Tiatira se complicaba el asunto aún más por los gremios que había en la ciudad. No asociarse a un gremio era prácticamente un suicidio comercial. Asociarse significaba verse obligado a participar de las actividades del gremio, que muchas veces consistían en comidas en honor a algún dios pagano. Si comían o no comían carne en sus casas, era un asunto privado de cada uno. Pero tener que tomar postura públicamente en el gremio los exponía a una enorme tensión con resultados casi impredecibles. Pero Jezabel les decía que no se hagan problemas con eso, que coman con los demás socios del gremio, porque esto les traería beneficios comerciales. Es decir, tenían que sacrificar su conciencia y sus convicciones con el fin de obtener ganancias económicas. El fin justificaba los medios, según enseñaba Jezabel.
            En segundo lugar, Jesús la acusa de llevar a los hijos de Dios a cometer fornicación o prostitución. Los comentaristas no están seguros si eso se debe entender como fornicación física o espiritual. En muchas partes de la Biblia, la infidelidad a Dios es descrita como adulterio o fornicación. “Lo más probable es que Jezabel enseñara que un cristiano debe acomodarse al mundo; en otras palabras, impulsaba a la iglesia a la infidelidad espiritual que conduciría irremisiblemente a la fornicación física. … Bien puede ser que la enseñanza de Jezabel fuera que los cristianos no tienen necesidad de ser exclusivos en su culto a Jesucristo y, sobre todo, que no tienen por qué negarse a decir: «César es Señor,» y quemar la pizquita de incienso” (Barclay). “Parece evidente que esa mujer enseñaba lo que más adelante en el tiempo sería el gnosticismo: el cuerpo es el que peca, pero el espíritu no, y con que el cuerpo se quedará en la tierra y el espíritu se separará de él y subirá, no hay problema” (Miguel Rosell). Estas son enseñanzas totalmente antibíblicas. Es por eso que las enseñanzas y el ejemplo de vida de Jezabel alejaron a las personas de Dios, en vez de fomentar la intimidad con él.
            Es que cuando la relación con el Señor se debilita, nuestra carne se fortalece. Cuando nuestra concentración en las enseñanzas de la Palabra de Dios se desvanece, es capturada por las enseñanzas e ideologías del mundo. Encima uno se cree moderno, abierto, no más tan cuadrado. Es bueno y necesario ser abierto y moderno, siempre y cuando uno no lo considere superior a la observancia de los principios bíblicos. Y “moderno” no es solamente lo que dicta el mundo; la Biblia también es muy moderna. Es más actual que el diario de mañana. Lo que la ciencia proclama como el último grito de sus descubrimientos, ya estaba escrito en la Biblia hace miles de años. El error y pecado de Jezabel fue que quiso “ayudar” a la gente a desinhibirse, a no ser más esclavos de una mentalidad cerrada. Esto es posible que vuelva a ocurrir en cualquier momento, justamente, como dije, cuando perdemos el enfoque en la Palabra de Dios. Dice un comentarista: “Este tipo de personas, las que son manejadas por el espíritu de Jezabel, tristemente abundan en las iglesias. … Tienen don para ocuparse de las personas, pero usan ese don para satisfacerse a sí mismos, llegando a controlar, manipulando a los que caen en sus redes. Para ellos, el gran adversario es … aquél que representa a la autoridad de Dios; el delegado por Dios para dirigir una congregación o iglesia local. … Si no pueden enfrentarse directamente, intentarán hacerlo sutilmente, tal y como lo hacía la Jezabel de Tiatira” (Miguel Rosell). Algunas características de ese espíritu de Jezabel que actúa en familias, iglesias y naciones son: rebelión, acusación, manipulación, ansias de control, mentira, ira, arrogancia, “super espiritualidad”, chisme, críticas, etc. (vea: https://unciondeloalto.jimdo.com/identificando-los-espiritus/el-espíritu-de-jezabel/).
            Si bien eso es grave, el Señor no caerá sobre ningún jezabelino con rayos y centellas para destruirlo. Ese no es nuestro Dios. Más bien, con amor eterno nos ha amado, por lo cual nos ha extendido su misericordia (Jer 31.3). Es por eso que Jesús le ha dado a la Jezabel de Tiatira reiteradas oportunidades de arrepentirse. Él dice: “Le he dado tiempo para que se convierta, pero no quiere renunciar a su conducta licenciosa” (v. 21 – BLPH). ¿Por qué ella no quiso arrepentirse? Bueno, puede ser por lo rebelde y obstinada que era. Pero bien puede ser también porque estaba convencida de hacer lo correcto, así como Saulo perseguía a los cristianos, convencido que le hacía un favor a Dios. Les vuelvo a leer algunas expresiones de un comentarista al respecto: “Es muy difícil que una persona con ese espíritu se arrepienta. No es a causa del espíritu en sí, sino por cómo es su corazón. … Jezabel puede llegar a creer que tiene la verdad y que los demás están equivocados porque llega a creer que es el mismo Espíritu Santo el que le está hablando y guiando, y no se da cuenta de que, debido a su perverso corazón, no es Él quien está ahí, sino un demonio religioso poderoso. La Jezabel profetisa cree que tiene línea directa con Dios, por lo tanto, siempre menosprecia las razones de los demás cristianos, … a los cuales ve como que son de inferior calidad espiritual y compromiso” (Miguel Rosell). Sin embargo, la obra de Jezabel es incompatible con la del Espíritu Santo. El problema empeora, porque para una Jezabel (o un “Jezabelo”) es difícil arrepentirse, porque probablemente no se da cuenta de su ceguera y la oscuridad espiritual en la que se encuentra. Más bien cree ser la iluminada. Pero lo contradictorio es que, a pesar de su supuesta iluminación, ella la llama “los secretos profundos de Satanás” (v. 24 – DHH).
            Pero aún así, el Señor sabe tratar con personas con ese espíritu. Por eso Dios le da la oportunidad de arrepentirse. Aun Jezabel tuvo su oportunidad de cambiar su vida, pero no la aprovechó. Por eso viene el anuncio del castigo. Jesús indicó que la arrojaría “a un lecho de dolor” (v. 22 – BLA). Llama la atención el enorme contraste entre las dos “camas” de Jezabel. Antes se había revolcado en la cama del adulterio y fornicación, ahora estaría postrada en la cama de enfermedad, dolor y angustia.
            Pero no le sucederá sólo a ella, sino a todos los que siguieron sus enseñanzas y cometieron los mismos pecados que ella. También sufrirán las consecuencias juntamente con ella. Pero el Señor no mete a todos en la misma bolsa. Él dice que va a “retribuir a cada uno según sus obras” (v. 23 – BNP). Cada uno tendrá la oportunidad otra vez de volverse de su mal camino: “los que cometen adulterio con ella sufrirán terriblemente, a menos que se arrepientan y abandonen las maldades de ella” (v. 22 – NTV). La misericordia de Dios siempre viene antes de su juicio.
            Esta medida drástica de Dios no tiene solamente el propósito de castigar a los empecinados, sino debe servir también de amonestación a las demás iglesias: “Así todas las iglesias se darán cuenta de que yo conozco hasta el fondo la mente y el corazón” (v. 23 – DHH); se darán cuenta que él verdaderamente tiene ojos como llamas de fuego. El castigo de Dios será visible para los demás y debe disuadir a otros de no entrar en caminos torcidos.
            Pero no todos los de la iglesia le habían seguido a Jezabel. Aunque ella había ejercido una gran influencia en la iglesia, no la había dominado totalmente. A los que no habían caído bajo su dominio, el Señor los consuela que no pondría ninguna carga adicional sobre ellos. La carga de luchar por mantenerse firme y soportar a esa Jezabel ya era más que suficiente. Más bien, Jesús los anima a que perseveren en esa lucha por la santidad hasta el final (v. 25).
            Al que lo hace, Jesús le promete dar autoridad sobre las naciones. Jezabel había luchado por conseguir autoridad sobre parte de una iglesia, pero a los fieles a Cristo les es dada autoridad sobre las naciones. La verdadera autoridad no es algo que uno pueda exigir de los demás, sino es fruto de nuestra comunión con el Señor. O sea, la autoridad es la del Señor que fluye a través de los que son fieles a él. Todo lo demás es una lucha por poder que sólo trae maldición, dolor y separación.
            Esta promesa de autoridad sobre las naciones coincide con lo que Dios promete en el Salmo 2: “Pídeme, y te daré las naciones como herencia, y como propiedad, los confines de la tierra” (Sal 2.8 – BPD). Aquí se ve claramente que el verdadero poder, el poder espiritual sobre las naciones viene de Dios, no de ningún poder político ni económico. Además, los judíos siempre entendían este Salmo como una alusión al Mesías venidero. Él sería la verdadera fuente de autoridad sobre las naciones.
            Además, Jesús prometió al vencedor darle “la estrella de la mañana” (v. 28 – RVC). Si vamos al capítulo 22 de Apocalipsis, encontramos la clave para entender esta promesa. Ahí dice: “Yo, Jesús, … soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana” (Ap 22.16 – RVC). Es decir, el vencedor tendrá la presencia de Cristo mismo para disfrutarla por toda la eternidad. El Señor está diciendo que al que venciere le hará partícipe de su gloria.
            ¿Qué diría una carta del Señor Jesús dirigida a la iglesia de Costa Azul? ¿Qué diría una carta del Señor Jesús dirigida a ti personalmente? No nos da el tiempo aquí, pero los desafío a que se lo pregunten al Señor. ¿Y cómo lo van a hacer? Necesitan buscarse un lugar y momento de mucha tranquilidad, alistar algo para escribir, concentrarse en el Señor y pedirle que le revele su mensaje para ustedes. Luego empiezan a escribir. Es carta del Señor, pero ustedes serán sus secretarios. Escriban lo que fluye a su mente y espíritu. Quizás requiera de algo de práctica, pero es un ejercicio muy, muy interesante y revelador. Yo lo he hecho, y vale la pena.
            Y pídanle que les revele también el estado de su corazón. Hay cosas que de repente no nos damos cuenta, así como Jezabel quizás no fue del todo consciente del daño que causaba su manera de ser y su enseñanza. O hemos perdido la sensibilidad espiritual para poder distinguir con nitidez entre el bien y el mal; entre la ventana correcta o la opuesta. Quizás hay algún espíritu de Jezabel que quiere apoderarse de nosotros. Entonces debemos renovar nuestra intimidad con el Señor para que podamos ver las cosas en su luz, Me gusta la actitud del salmista cuando pide perdón humildemente por sus pecados de los que no se dio cuenta: “¿Cómo puedo conocer todos los pecados escondidos en mi corazón? Límpiame de estas faltas ocultas” (Sal 19.12 – NTV). Otra versión dice: “Nadie parece darse cuenta de los errores que comete. ¡Perdóname, Dios mío, los pecados que cometo sin darme cuenta” (TLA)! Solamente el Espíritu Santo puede abrirnos los ojos para ver lo que nosotros no somos capaces de reconocer por nosotros mismos. Les dejo entonces con dos tareas para la casa: la primera, escribir la carta que el Espíritu Santo pone en su mente y corazón como un mensaje de Cristo para ustedes; segunda, orar junto a David: “Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno” (Sal 139.23-24 – NVI). Amén.


lunes, 11 de marzo de 2019

El mensaje a Pérgamo








            En nuestra búsqueda por lo que Dios tiene que decirle a nuestra iglesia, hemos iniciado ya el estudio de los mensajes de Cristo a 7 iglesias del Asia Menor que encontramos en los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis. Ya hace un tiempo atrás, Joy había predicado sobre el mensaje a la iglesia de Éfeso, y el domingo pasado Rodrigo hizo lo mismo acerca del mensaje a Esmirna.
            Como los números tienen un alto valor simbólico en el Apocalipsis, las 7 iglesias que reciben un mensaje del Señor indican la totalidad de iglesias, ya que el 7 es símbolo de la perfección, de lo completo. Así que, los mensajes aquí son válidos también para nosotros hoy en Costa Azul.
            En todos estos mensajes se repite el esquema más o menos igual: 1. Presentación del remitente (Jesús)
2. Alabanza a la iglesia
3. Regaño
4. Llamado al arrepentimiento y una advertencia de las consecuencias en caso de que no haya arrepentimiento
5. Llamado a escuchar, a prestar atención, a obedecer
6. Promesa para el vencedor.
            Hay pequeñas desviaciones de este esquema en el caso de algunas iglesias. Las iglesias de Esmirna y de Filadelfia, por ejemplo, no reciben ningún regaño y, por lo tanto, ningún llamado al arrepentimiento. Y la pobre iglesia de Laodicea no recibe ninguna alabanza, sino solamente regaño.


Éfeso
Es-mir-na
Pér-gamo
Tiati-ra
Sar-dis
Fila-delfia
Lao-dicea
Remiten-te
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Alabanza
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Regaño
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Llamado
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Promesa
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            En el capítulo 1 de Apocalipsis, Juan había visto al remitente de estas cartas: a Jesús, paseándose en medio de las iglesias, y da una serie de descripciones de Jesús. Luego, en cada uno de los mensajes a las iglesias, se repiten algunas características de esta descripción inicial. Es decir, Jesús se presenta ante cada iglesia de una manera diferente, según la situación de cada iglesia. Dios no trabaja con moldes, produciendo iglesias en serie, en la que una es igual a la otra. Cada iglesia es diferente, y Cristo se manifiesta de manera diferente a cada una de ellas. Esto nos muestra el profundo conocimiento que tiene Jesús de cada persona y de cada iglesia. Él es un Dios personal. Por eso, cómo él actúa en la vida de una persona puede ser totalmente diferente en tu vida de lo que es en la vida del que está a tu lado.
            ¿Y cómo se presenta él a la iglesia de Pérgamo? Como “…el que tiene la espada aguda de doble filo” (v. 12 – RVC). ¿Qué pensamientos desata esta descripción en ustedes? Al leer esta frase, yo pienso inmediatamente en el texto de Hebreos 4.12: “…la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón” (DHH). Es decir, la espada de doble filo que la que Jesús se presenta a la iglesia de Pérgamo es la Palabra de Dios. Por eso Jesús tiene una percepción y un juicio tan claro y contundente de las cosas. Nada se le escapa. Por eso él le pudo señalar a esta iglesia un error y una amenaza que se había esparcido sutilmente en su interior.
            En el siguiente versículo se nota claramente el conocimiento pormenorizado que él tiene de cada iglesia. Él le dice a la iglesia: “Yo sé dónde vives…” (v. 13 – RVC). Y no se trata de un conocimiento superficial de la dirección de la iglesia. Más bien, Jesús revela tener plena consciencia del ambiente espiritual que rodeaba esta iglesia. Y no era nada agradable su ambiente: “donde Satanás tiene su trono” (v. 13 – NVI). En este mismo versículo repite una vez más: “en esa ciudad donde vive Satanás” (NVI). Cuando habla del “trono”, se refiere a un dominio, una fortaleza, a un lugar de autoridad y gobierno. Pérgamo no era una ciudad en que los poderes ocultos de Satanás estaban como lo están en todo el mundo. Era un lugar de alta concentración de poderes demoníacos. Y ahí en medio de ella estaba la iglesia.
            La ciudad de Pérgamo se hizo famosa por el pergamino que se desarrolló en ese lugar como elemento en el cual escribir. Este pergamino, hecho de pieles de animales, resultó ser muy superior al papiro que se había usado hasta ese entonces.
            También era conocida por su teatro, y por su biblioteca de 200.000 rollos, superada sólo por la biblioteca de Alejandría. Pero lo que la hizo fortaleza de Satanás fueron los numerosos templos paganos, especialmente el culto al emperador romano y el famoso santuario del dios Asclepio. Ese dios fue venerado como sanador y salvador, y su símbolo era la víbora. De ahí el símbolo de la medicina que se usa hasta hoy en día: una víbora que se lía alrededor del bastón de Asclepio. Para los cristianos, sin embargo, era claro que únicamente Jesús podía ser el Salvador, y que la víbora era símbolo de Satanás. Por esta idolatría, paganismo y superstición, Pérgamo se convirtió en trono de Satanás para esta iglesia. Vivir en esta ciudad era sumamente difícil para un hijo de Dios. Rechazar cualquier veneración u homenaje a alguna divinidad no solamente les traía la burla de la sociedad, sino que estaban en peligro de perder su trabajo, sus negocios, todo. Pero todos estos problemas no habían podido aplacar su fe en Cristo. Jesús mismo testifica: “A pesar de todo, te mantienes fiel a mí y no has abandonado la fe” (v. 13 – BLPH). Nosotros no podemos ni imaginarnos lo que es vivir nuestra fe en un ambiente tan hostil como era el de Pérgamo. Quizás es por eso que por cualquier cosa nos pichamos y nos apartamos de la iglesia, como si la iglesia tuviera la culpa de mi relación distante con el Señor.
            Para los cristianos de Pérgamo, su fe era cuestión casi de vida o muerte. Por eso no podían darse el lujo (si es que se pudiera considerar un lujo) de andar a medias con el Señor. O eran totalmente paganos o eran totalmente cristianos, aferrados y consagrados a Cristo. Entre paréntesis: ¿será que en Paraguay nos haría bien un poco más de dificultad o persecución espiritual?
            Al parecer, la prueba más difícil que esta iglesia tuvo que soportar era el martirio de Antipas. No sabemos acerca de esta persona más de que fue un “testigo fiel” de Jesús que murió por su fe. Por más que esto habrá sido un golpe muy, muy duro para la iglesia, ni aun esto logró hacerla tambalear en cuanto a su fe y fidelidad al Señor.
            Hasta aquí podríamos llegar a pensar que era una iglesia casi perfecta. Pero también tenía sus luchas, y Cristo les señala algunas áreas que no son de su agrado y en las que deben hacer algo. Mientras que la iglesia se concentraba en luchar contra las amenazas de afuera, descuidaba algunos asuntos internos. Jesús la reprende por tolerar “…a los que se aferran a la doctrina de Balaam, el que enseñó a Balac a poner tropiezos a los israelitas…” (v. 14 – NVI). La historia de Balaam podemos encontrar en el libro de Números. Quizás lo más conocido de su historia es su burra que hablaba. No entraremos en detalles, porque es otra historia que en su momento la hemos estudiado aquí. En el versículo 15 de nuestro mensaje a Pérgamo se menciona también a los nicolaítas. No está claro a quién se refiere el Apocalipsis con este nombre. Es probable que sean los mismos que practicaron la enseñanza de Balaam. Lo que sí que algunos seguían el mal ejemplo que Balaam había dejado en la historia de Israel, instigando a sus hermanos en Cristo a hacer cosas que no son correctas. Mientras la mayor parte de la iglesia luchaba por mantenerla a salvo de las amenazas externas, estas personas se distraían y empezaban a vivir una vida cristiana más light y a arrastrar también a otros a ese estilo de vida que trae deshonra al nombre de Cristo. Probablemente esto se había dado de manera sutil, casi imperceptible. Por eso nadie lo había notado desde el inicio para ponerle fin antes que empiece. Ante una amenaza frontal y directa es fácil reaccionar, porque uno la tiene ahí delante, claramente identificada. Pero lo que se mete a escondidas, camuflado con muchas verdades y algunas mentiras, es más difícil de identificar y de resistir. Y cuando uno se da cuenta de lo que está ocurriendo, ya está por todos lados, y uno no sabe por dónde empezar para erradicarlo.
            ¿Cuál es la solución a esto? Jesús indica como remedio el arrepentimiento (v. 16). Él llama a la iglesia a tomar en serio otra vez la relación con él y a velar por el orden interno. En caso de que la iglesia no iba a reaccionar, el Señor mismo se encargaría de poner orden con la espada de su boca. Ahí volvemos otra vez a la descripción que Jesús había dado de sí mismo a la iglesia al principio de la carta. Y habíamos visto también que esa espada se refiere a la Palabra de Dios. Es decir, la Palabra de Dios haría esa “cirugía espiritual microscópica” en la iglesia, para separar el pecado del alma de las personas. Ese es el poder de la Palabra de Dios. Por eso escribió Pablo: “Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien” (2 Ti 3.26-27 – DHH). La Palabra de Dios trazará la línea de verdad y separará lo incorrecto de lo correcto. Jesús ya había declarado estando todavía en esta tierra: “Al que oye mis palabras, y no las obedece, no lo juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue, y es la palabra que he hablado; ella lo juzgará en el día final” (Jn 12.47-48 – RVC). Precisamente es eso lo que Jesús anuncia a la iglesia de Pérgamo, en caso de que no haya reacción de parte de los que se habían apartado de lo correcto. La Palabra pronunciada por Dios es la verdad absoluta según la cual se mide todo lo demás. Ella juzga todo y determina lo que está bien y lo que está mal. No se guía por la apariencia de piedad que pueden tener algunas cosas, sino juzga de verdad y objetivamente.
            Pero en nuestro texto, el anuncio de consecuencias drásticas no se dirige contra toda la iglesia. Sí, la iglesia tenía que arrepentirse por haber descuidado la pureza interna, pero Jesús anuncia confrontación sólo para los seguidores de la enseñanza de Balaam. La responsabilidad, en última instancia, es personal de cada uno. Aun si la iglesia en general cayera en un descuido de ciertos aspectos, esto no sería todavía excusa válida para que el individuo viva desordenadamente y sea un mal testimonio.
            Pero lo que prevalece, más bien, es la promesa especial para los vencedores. Jesús quiere dirigir nuestra atención mucho más a su misericordia que a su juicio. Por eso este llamado a todo aquel que tenga la capacidad de discernir espiritualmente su mensaje, a que le preste mucha atención. Jesús promete dos cosas al que logre vencer en medio de estas dificultades. En primer lugar, él promete que dará a esta persona del “maná escondido”. Sabemos de la historia del éxodo del pueblo de Israel de Egipto, que Dios lo alimentó por décadas del maná, una comida especial y celestial que no existió antes ni después del éxodo. Pero el maná es símbolo de la provisión sobrenatural y amorosa de Dios. El hecho que está descrito como el “maná escondido”, me transmite la idea de que es algo que está oculto para los demás, pero que el Señor le hace llegar como un regalo muy especial a esa persona que logra vencer. El “maná escondido” llega a representar, de esta manera, una bendición muy especial y personalizada para el creyente, no accesible para los demás en esta forma.
            También dice que recibirá una piedrita blanca con un nombre nuevo y secreto. El blanco es símbolo de pureza, inocencia, de propiedad divina. La piedra llega a ser como la credencial de pertenecer a Dios. Recibir de Dios una piedra blanca es el certificado de pureza y de ser propiedad de Dios. Además, esta piedra tiene un nombre nuevo y secreto, conocido únicamente por su receptor y, lógicamente, por Dios. Ese nombre nuevo es lo que yo mencioné hace algunas semanas atrás y que hace alusión a esa nueva identidad espiritual que Dios le confiere al que ha prevalecido a pesar de todas las luchas y dificultades.
            Ambos símbolos, el maná escondido y la piedra blanca, testifican de una experiencia e intimidad muy especial entre el creyente y su Dios. Y ustedes ya lo habrán experimentado, que cuando han pasado por tiempos muy difíciles, cómo después su corazón es mucho más sensible al Espíritu Santo, y su fe se ha fortalecido. Espiritualmente son como una persona nueva, diferente a como eran antes. Ese es el nuevo nombre, la nueva identidad que han recibido del Señor. Y si estás ahora en una zona de fuertes turbulencias que amenazan seriamente con derribar tu avioncito con que pretendes levantar vuelo espiritual, sigue adelante. Aférrate del Señor con desesperación. Cuando pase todo, recibirás como premio una intimidad con el Señor no conocida anteriormente. Y te va a dar vergüenza haber dudado del Señor o haber renegado contra él. A mí por lo menos me ha pasado muchas veces así.
            ¿Qué significa este mensaje para la IEB Costa Azul? Quizás no estemos donde Satanás estableció su trono, pero si nos descuidamos y nos dormimos en nuestra tranquilidad, puede que le dejemos la cancha libre al enemigo para hacerlo. De todos modos, el Señor nos está dando un tiempo muy especial, tanto por la tranquilidad en el país que podemos disfrutar, como también consistiendo en un ambiente de paz, hermandad y entusiasmo dentro de la iglesia. Aprovechémoslo para disfrutarlo, pero también para trabajar para el Señor todo lo que podamos.
            También nos enseña este pasaje que no debemos descuidar ningún área. El disfrutar los tiempos buenos no nos debe llevar a cerrar los ojos a lo que nos toca vivir como individuos y también como iglesia. El enemigo no duerme nunca, y no se va a retirar de nosotros para no molestar nuestro disfrute. Más bien se va armar de nuevo para buscar estrategias de cómo vencernos. Esto no nos debe dar pánico, porque entre él y nosotros está el Señor. Pero tampoco debemos dormirnos. Hemos visto en todo momento que la Palabra de Dios juega un rol fundamental en este mensaje a Pérgamo. Es la Palabra de Dios la que divide con precisión lo correcto de aquello que sólo tiene apariencia de correcto. Mientras que no agudizamos nuestra visión con el estudio y la meditación de la Palabra de Dios, todo nos va a parecer igual. Y llegaremos a permitir en nuestro medio cosas que se meten de contrabando porque el escáner espiritual que lo tendría que detectar está descalibrado. Cuanto más nos nutrimos con la Palabra de Dios, tanto más se aclarará nuestra visión y nuestra sensibilidad espiritual. Todos los miércoles las hermanas se reúnen para meditar en la Palabra y orar; los sábados lo hacen los jóvenes; y los domingos todos juntos aquí con una prédica basada directamente sobre la Biblia misma. En abril arrancarán nuevamente los cursos de las IEBs, y después de esto queremos ofrecer FLET para los que quieran estudiar la Biblia. Pero todo esto no es suficiente como para depender de esto no más. Cada uno debe estudiar la Biblia lo más que puede en su casa también. Si nos llamamos una iglesia bíblica, hagamos honor a nuestro nombre. Pablo presenta la Palabra de Dios como la espada del Espíritu. Si queremos ganar victorias espirituales, no basta con protegernos con el resto de la armadura. También necesitamos de la espada para eliminar al enemigo. No vamos a matar a nadie, pero la Palabra es de Dios, que es el poder superior a todo demonio y del mismísimo Satanás. Y usando su Palabra, podemos vencer a todo enemigo espiritual por el poder divino contenido en esta palabra. Aprendamos a usarlo correctamente.
            Es mi oración que el Señor no tenga que usar su espada de doble filo para poner orden en la iglesia de Costa Azul, separando todo lo inmundo con apariencia de santidad, sino que, juntamente con él, podamos usar esa espada para poner orden en nuestro alrededor, y liberar a las personas próximas a nosotros del dominio del trono de Satanás. El poder de Dios no tiene fin, pero su espada en nuestras manos requiere de constante recarga de energía. Y recargamos esa espada, estudiando su Palabra. Sea un hombre, una mujer, un joven, un niño de la Palabra, que “usa bien la palabra de verdad” (2 Ti 2.15 – RVC).