lunes, 5 de noviembre de 2018

¡Siga participando!









            Hace un mes atrás, el pastor Roberto nos dio dos desafíos o tareas. ¿Quién se acuerda cuáles eran? Buscarse un mentor y orar por un lugar donde empezar a fundar una iglesia. ¿Y qué han hecho al respecto? ¿Ya encontraron un mentor? ¿Ya encontraron un lugar para fundar un anexo? Quizás sea necesario tener en cuenta lo que Jesús nos enseña en el pasaje de hoy.

            FMt 7.7-11

            A primera vista parece que esta exhortación de Jesús (“Pidan, y se les dará…” – v. 7 – RVC) está totalmente de más, porque si algo sabemos hacer bien es pedir. Nuestras oraciones se parecen una selección de un catálogo de deseos: “Dame esto, esto, esto, esto, aquél ahí más también, — y… 20 otros deseos que no están en este catálogo…” Y esperamos que Dios funcione como una máquina expendedora: echamos una moneda de oración, y al instante cae abajo el producto deseado. ¿Por qué entonces dice Jesús que pidamos? Peor todavía: ¿por qué dice Santiago: “…No consiguen lo que quieren porque no se lo piden a Dios…” (Stg 4.2 – DHH). ¿Yo y no pedir? ¿No le es suficiente todavía a Dios lo que ya me he plagueado frente a él? Creo que más que lloriquear acerca de todo lo que no tenemos, se trata de tener una actitud de confianza de un hijo en un Padre amoroso que sabe lo que realmente necesitamos. Y más que recitarle nuestra lista de pedidos, se trata de una actitud de perseverancia. Jesús no está hablando de echar una monedita, y si no funciona la máquina, patearla con rabia. Se trata de mantener una actitud de confiada expectativa sin desanimarse y sin considerar el tiempo que transcurre hasta conseguir respuesta. Una criatura confía que su papá le va a cumplir lo que le prometió dar en respuesta a su pedido, y ¡jamás se olvidará de esta promesa! Espera y espera, a veces quizás un poco malhumorada e insistiendo con su pedido, pero espera a que recibirá lo que pidió. Esto es lo que Dios quiere de nosotros, esa actitud de confianza y amor. Y en ese sentido Dios nos dice: “Siga participando.” Pero no entendamos esta frase como una burla de su parte por no haber acertado nosotros el botón correcto que abre las compuertas de la bendición. Más bien, él nos anima a permanecer firmes en nuestro propósito. Él quiere que sigamos pidiendo, no lloriqueando como una criatura pichada que exige inmediata atención a sus caprichos, sino con la expectativa confiada de que él responderá según su plan. A veces creo que Dios retrasa intencionalmente su respuesta a nuestras oraciones para ver si realmente estamos convencidos del motivo de nuestra oración, o si es una emoción temporal no más. Por eso me gusta una versión que traduce este versículo como sigue: “Permanece pidiendo, y te será dado; sigue buscando y encontrarás; sigue llamando y la puerta se abrirá para ti” (v. 7 – Kadosh). ¡Siga participando!
            Esta exhortación de Jesús no descarta las oraciones cortas, tipo de emergencia. Estas oraciones tienen su valor, sin duda alguna. Además, también tenemos que tener en cuenta lo que Jesús había enseñado algunos versículos antes no más: “Cuando oren, no alarguen demasiado su oración. No hagan como los que no conocen a Dios, que creen que porque hablan mucho Dios les tendrá que hacer caso” (Mt 6.7 – PDT). Es decir, Jesús no está hablando de la duración de la oración, sino de presentar ante Dios nuestros motivos con confianza y con perseverancia y determinación. Y él promete que va a responder: “Pidan, y se les dará, busquen, y encontrarán, llamen, y se les abrirá” (RVC). ¿Pides por la salud de algún ser querido? ¡Sigue participando! Sigue haciéndolo hasta recibir respuesta. No desmayes, no desistas. ¿Pides por un mentor? No dejes de hacerlo hasta haber encontrado uno bueno. ¿Estás buscando trabajo? Sigue buscando hasta encontrar respuesta. ¿Estás buscando un lugar para establecer un anexo de nuestra iglesia? No ceses de hacerlo hasta que el Señor nos muestre el tiempo y el lugar para ello. ¿Estás buscando novia…? Bueno, mejor dejemos este punto… ¿Estás llamando a Dios por algo que pesa sobre tu corazón? Él promete que va a abrir las puertas ante ti. ¡Sigue participando! En el siguiente versículo Jesús repite otra vez esa misma promesa: “…todo aquel que pide, recibe, y el que busca, encuentra, y al que llama, se le abre” (v. 8 – RVC). Pero le quisiera dar a este versículo un énfasis un poco diferente: “…todo aquel que pide, recibe, y el que busca, encuentra, y al que llama, se le abre.” Es decir, si no pides, si no buscas, si no llamas, nada va a pasar. Es cierto que Dios nos da mucho más de lo que pedimos, incluso cosas que nunca le hemos pedido, pero es porque tanto nos ama y se complace en darnos cosas buenas, como Jesús mismo declarará en los siguientes versículos. Pero él espera muchas veces a que nos acerquemos a él con toda la confianza de un niño para expresar nuestros deseos. A veces como padres sabemos bien qué es lo que quieren nuestros hijos, pero esperamos que tengan la suficiente confianza para expresarnos el anhelo de su corazón. Así mismo es Dio también. Él no es un poder malhumorado a quien, para no acercarnos mucho a él, le mandamos no más nuestras peticiones por WhatsApp. El anhela ansiosamente que nos acerquemos a él y le abramos nuestro corazón para hacerle partícipe de nuestros pensamientos y anhelos. Porque esto revela fe en un Dios amoroso y todopoderoso que va a dar lo que realmente necesita su hijo(a). Él quiere que sigamos participando…
            A veces tenemos la imagen muy equivocada de Dios de que tenemos que torcerle el brazo en la espalda para que a regañadientes nos dé por lo que tanto le insistimos. Pero esto está muy lejos de la verdad. En los siguientes versículos vemos que él está más que dispuesto a darnos cosas buenas. Es más, que él se deleita en darle a sus hijos lo que necesitan: “¿Acaso alguno de ustedes sería capaz de darle a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿O de darle una culebra cuando le pide un pescado? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a quienes se las pidan” (vv. 9-11 – DHH)!
            Este ejemplo que Jesús da de un padre con su hijo afirma la enseñanza que él acaba de expresar que el que pide, recibe. El niño recibirá algo de su padre. Y Jesús dice que ningún padre va a ser tan sádico como para darle a su hijo algo que le dañe, como una piedra o una serpiente. Jesús no dice que un padre le daría a su hijo exactamente lo que éste le había pedido. Tampoco dice que siempre le dará inmediatamente ni bien el hijo abra su pico. Pero sí dice que ningún padre normal le daría a su hijo algo que lo pueda dañar; o que se burlaría de su hijo haciendo como que le va a conceder su deseo, pero dándole algo totalmente diferente, incluso dañino. Si un padre humano imperfecto busca siempre el bien de sus hijos, cuánto más entonces el Padre celestial santo, puro y amoroso. En este versículo se ve que Jesús siempre habla de Dios como el que responderá a nuestro pedido y nuestra búsqueda. En el versículo 7 Jesús había hablado otra vez en modo pasivo (“se les dará…”), sin indicar quién es el que daría. Pero aquí en el versículo 11 identifica claramente que será el Padre el que da. De que nos va a dar, ¡nos va a dar! Quizás no será en el momento que nosotros quisiéramos, ni en la forma en que nos lo habíamos imaginado, pero siempre habrá respuesta. Sólo debemos seguir participando. Dios jamás nos va a dar algo negativo. Más bien, Jesús dice que “…su Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan” (v. 11 – RVC). Puedes estar muuuy tranquilo(a) al orar. Dios jamás te hará una mala jugada, dándote algo que será una burla o algo dañino para ti. Lo que él te dará en respuesta a tu oración será lo que él en su amor ha previsto para ti y será exactamente lo que necesitas (quizás no lo que deseas, pero sí lo que necesitas).
            No lo hagan como yo en mi adolescencia, que tenía miedo de orar por una novia porque pensé que de repente el Señor me daría a cierta chica que jamás de los jamaces quería tener como novia. Pero esto revela no más el muy escaso conocimiento que yo tenía de Dios a esa altura. Más bien, no debemos desistir de seguir llamando hasta recibir alguna respuesta. Porque Jesús había dicho: “…su Padre ya sabe lo que ustedes necesitan, antes que se lo pidan” (Mt 6.8 – DHH). Pero él no nos lo da automáticamente, porque nos convertiríamos en tiranos inmaduros que exigen en todo el tiempo que Dios nos llene de las cosas que se nos antojan. Más que reaccionar como autómata, él quiere una relación viva e íntima con nosotros para dialogar acerca de nuestros deseos y acerca de sus planes para con nosotros. Así que, sigamos buscando su presencia para conocer su corazón y para abrir el nuestro. Y pidámosle que nos abra los ojos para que podamos ver las formas en que él nos responde, especialmente cuando sus respuestas sean diferentes a lo que nosotros nos habíamos imaginado.
            Hay personas que dicen que al pedirle algo a Dios hay que darle todas las especificaciones: el modelo, el color, el tamaño, etc.; darle todos los detalles de lo que uno pide; pedir muy específicamente. Dios es un Dios grande que se complace en que le presentemos claramente nuestros deseos, con toda confianza, dicen. Y conozco a personas que oran de esa manera y a quienes Dios les contesta tal cual.
            Hay otros que dicen que no hay que darle a Dios ningún detalle, porque él sabe mejor qué es lo que nos conviene. Además, ¿quiénes somos nosotros para prescribirle a Dios cómo él tiene que actuar? Yo no podría decir si una forma de orar es mejor o superior a la otra. Yo creo que depende mucho de la relación que cada uno tiene con Dios; del carácter inclusive de cada persona y quizás también de ciertas circunstancias de ese momento. Lo que sí podemos decir que Dios se complace en que derramemos delante de él nuestro corazón, y él promete que contestará sí o sí.
            ¿Te acuerdas de motivos que por un tiempo presentaste ante Dios, pero por los cuales ya te cansaste de orar? Sigue orando. Lo mejor que puedes hacer es confeccionarte un registro de motivos de oración, sea de petición o de alabanza y gratitud. Así todos los días te acuerdas de tus motivos y los puedes presentar delante de Dios una y otra vez hasta encontrar respuesta. Y también puedes darle la honra, alabanza y gratitud debida por cada oración que él ha contestado.
            ¡Siga participando! ¡Dios no te defraudará!


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