lunes, 30 de abril de 2018

¿Qué tienes en tu mano?







            Mi nombre es Marvin Dück. Estoy casado desde hace 24 años con Mercedes, una boliviana. Tenemos dos hijos: Camilo de 21 años de edad, y Eliane con 19 años.

            Nací y crecí en la aldea Hohenau, al sur de Filadelfia. Cuando tuve 11 años de edad, falleció mi papá, y con mi mamá nos mudamos aquí a Filadelfia. Después de concluir el colegio, hice mi licenciatura en teología, en parte en CEMTA y completándola en el seminario bautista de Buenos Aires. En ese tiempo nos casamos. Volvimos del estudio para asumir el pastorado en la IEB Laurelty.

            Después de unos años nos fuimos a Bolivia para una segunda licenciatura, esta vez en comunicación social. 7 años más tarde aceptamos una invitación aquí de TV Chaqueña de ser el primer director de este canal. Pero yo tenía un problema. En el tiempo de aquel primer cargo en la iglesia de Laurelty se dieron varias situaciones bastante problemáticas. Tratamos de diferentes maneras de solucionarlas, buscando también la orientación e intervención de pastores experimentados, pero el resultado no fue muy alentador en algunos casos. Esto nos llevó después de 4 años en el pastorado a cambiar de ambiente y empezar otro trabajo cerca de Encarnación. Yo salí de esta iglesia con un sentimiento de haber fracasado, y con dos convicciones interrelacionadas: a) ¡Nunca más pastorado! b) No sirvo para liderazgo. Y episodios posteriores me confirmaron esto una y otra vez. ¿Y el resultado? No serví para liderazgo. La mente no sabe de mentiras. Lo que uno le dice, eso ella acepta como verdad y la cree. Así que, después de 4 meses de intentar ocupar un cargo directivo en TV Chaqueña, dejé ese sillón a otros —porque no servía para liderazgo— y me dediqué a otros trabajos dentro de la misma empresa – desde barrendero hasta jefe de prensa. Un día durante mi tiempo de conversar con Dios, él me hizo ver una primera verdad: que todos estos años yo había creído una mentira de Satanás que me había encadenado de tal modo que se hizo verdad lo que decía esa mentira. Esa conversación con Dios no duró más que unos pocos segundos, pero el efecto se extiende hasta hoy todavía. Si no hubiera habido ese momento en mi vida, no hubiera aceptado lo que dije que nunca más haría: ser pastor en nombre de la entonces sólo H.E.M. en el barrio de Costa Azul, Limpio. Y allá Dios me mostró una segunda cosa: que no interesa para qué soy bueno, ya que de todos modos la obra es de Dios, y él la hará con o sin mí. Sólo le tengo que ofrecer lo que tengo a mano, para que él haga lo que está en sus planes. Y cuando miro lo que sucede en la iglesia de Costa Azul, me parezco como sentado en un sillón, mirando simplemente lo que está pasando – lo que Dios está haciendo. A veces me pregunto: “¿Y qué estoy haciendo yo en todo esto? ¿Cuál es mi parte?” Y me parece que no hago nada, sino que todo lo hace Dios – ¡y así tiene que ser! Cuando Dios llamó a Moisés para que liberara a su pueblo de Egipto, Moisés presentó muchas excusas, hasta que Dios le preguntó: “¿Qué es lo que tienes en la mano” (Éx 4.2 – RVC)? Y era un bastón, y con ese bastón Dios hizo los grandes milagros en la historia del éxodo.

            Jesús mandó a los discípulos a investigar qué había para comer. Dijeron: “Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados…” (Jn 6.9 – DHH). Y Jesús alimentó a miles de personas con ese poco que se le ofreció. Nosotros solemos fijarnos en todo lo que no tenemos, mientras que Dios mira lo que él puede hacer con lo que sí tenemos, si es que se lo entregamos a él.

            ¿Qué es lo que tienes en la mano? Eso es lo que Dios quiere usar para bendecir a otros y a ti mismo. Allá en la iglesia a veces vemos hermanos en continua necesidad económica, lamentando todos los recursos y oportunidades que no tienen. Entonces les preguntamos: “¿Qué es lo que tienen en la mano? ¿Qué recursos tienen ustedes que sí podrían poner en movimiento para mejorar su economía?” Dios quiere usar eso para proveer para ellos. Tratamos de darles nosotros un ejemplo. Siempre solíamos hacer pan para nuestro propio consumo. Ese conocimiento teníamos a mano. Lo utilizamos ahora para bendecir a otros con pan saludable y nutritivo y para mostrar a los hermanos cómo se puede usar lo que tenemos para suplir nuestras propias necesidades. Siempre estuvimos preocupados por una correcta alimentación. Así que, tratamos de ayudar también a otros con nutrientes naturales para una salud equilibrada, y de ser un ejemplo de cómo mejorar nuestra propia salud, tanto física como económica.

            ¿Qué es lo que tienes en la mano? Esta misma pregunta también nos hace Dios cuando se trata de trabajar en su obra. Muchas veces, como ya dije, miramos lo que no tenemos, y nos parece que lo único que tenemos es nada. Pero eso no coincide con lo que dice la Biblia.

 

            F1 P 4.10-11

 

            Aquí Pedro habla claramente de “el don que haya recibido” cada uno. Comparando esto con las enseñanzas de Pablo sobre este tema, podemos afirmar que cada hijo de Dios tiene sí o sí algún don. De que lo haya descubierto, o que ese don esté ya desarrollado es otro tema, pero de tener lo tienes, si eres cristiano. Con “don espiritual” nos referimos a una capacidad especial dada por Dios por pura gracia a cada miembro de su cuerpo con el fin de que a través de esa capacidad sea edificada la iglesia. Por eso dice Pedro que “cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido”. El don no es para mi propio beneficio, sino para bendecir a otros. El don no es una copa de helado para disfrutarlo, sino un machete o cualquier herramienta para usarlo para el bien de otros. Y si lo uso para bendecir a otros, yo también lo disfrutaré. Por ejemplo, si tengo el don de dar, no puedo ejercerlo para mi propio deleite, dándome a mí mismo. Tengo que bendecir a otros con lo que quiero dar, y así me sentiré muy feliz y realizado – aunque algunos parece que encontraron la forma de violar este principio: en vez de dar su diezmo a la iglesia, se lo dan a su billetera…

            Entonces, los dones nos fueron dados para servir a otros. En el mundo, este término “servicio” no tiene mucha fama. Eso es precisamente lo que Jesús les dijo a los discípulos: “Como ustedes saben, los gobernantes de las naciones las dominan, y los poderosos les imponen su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así. Más bien, aquel de ustedes que quiera hacerse grande será su servidor [¿Cuántos quieren ser grandes?]; y aquel de ustedes que quiera ser el primero, será su esclavo [¿Cuántos quieren ser los primeros?]. Imiten al Hijo del Hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20.25-28 – RVC). En otras palabras, el creyente es llamado a servir. El que no sirve, no sirve. ¿Servir de qué forma? Ejerciendo su don. Pedro nos da algunos ejemplos: “El que habla, que comunique palabra de Dios; el que presta un servicio, hágalo consciente de que es Dios quien le da las fuerzas. Así, en todo lo que hagan, Dios resultará glorificado por medio de Jesucristo…” (v. 11 – BLPH). Es decir, lo que hagas, lo que sea el don que Dios te ha dado, ¡hazlo de la manera más excelente! Sólo dando todo lo que eres capaz de dar, “…Dios resultará glorificado por medio de Jesucristo…”.

            Como ya dije, todo depende de Dios – claro, también de mi predisposición. Pero Dios decide qué don darte. Eso no depende de mi deseo de tener tal o cual don, sino del plan específico que Dios tiene para mí dentro de su obra. También en este tema de los dones, se aplica lo que dijo Jesús: “Ya saben que una rama no puede producir uvas si no se mantiene unida a la planta. Del mismo modo, ustedes no podrán hacer nada si no se mantienen unidos a mí” (Jn 15.4 – TLA). Para poder dar lo mejor en nuestro servicio, necesitamos la capacitación del Espíritu Santo. Así que, no somos nosotros los héroes de la película cuando sucede algo por nuestro intermedio, sino es el Espíritu Santo dentro de nosotros. Nuestras capacidades no son nuestro logro, sino un regalo de Dios. Entonces, lo que él nos ha dado previamente, ahora se lo damos de vuelta para que él lo multiplique y lo use según sus propósitos.

            Todos los dones son diferentes y tienen efectos diferentes. Pero todos servimos al mismo y único Dios. Entre todos, somos un ejército de obreros del Señor, cada uno con sus respectivas habilidades, pero entre todos hacemos un hermoso mosaico para el deleite y la gloria de Dios. Si cada uno cumple su tarea en el lugar en que Dios lo ha puesto, entonces la iglesia puede cumplir la tarea que le ha encomendado Dios.

            Entre los jóvenes de Costa Azul nació el año pasado un proyecto, del cual toda la iglesia iba a participar. Por demasiadas actividades ya no lo pudimos realizar, pero está programado para este año. Se trata de una feria de servicios. Cada uno pone a disposición sus habilidades para servir a la gente del barrio. Por ejemplo, hay un joven que sabe cortar cabello. Ofrecerá sus servicios gratuitamente a todo el que necesite un corte. Una enfermera ofrecerá consejos de salud, tomar la presión, etc. Un chef enseñaría cómo preparar algunas masitas sencillas que la gente luego puede vender. Todo acompañado de música cristiana, folletos, testimonios, etc. La intención es poner nuestros dones al servicio del barrio como un mensaje de amor de parte de la iglesia y de parte de Dios para las personas. Unos jóvenes no sabían qué podrían ofrecer, hasta que se les ocurrió que ellos sabían lavar un auto. Así que, en la calle se instalará un lavadero para los que quieran un lavado gratuito de su auto. Una persona sola no podría hacer todo esto, pero entre todos juntos sí podemos. ¿Qué tienes en tu mano? ¿Crees que “sólo” puedes lavar autos? Quizás es precisamente esto lo que el Señor quiere usar para enganchar a alguien con su amor.

            Así que, cada don es al mismo tiempo también un llamado. Si Dios te ha dado un don según su plan, como habíamos dicho, él quiere que lo pongas a trabajar para que se cumpla su plan. Si descubres tu don, descubres tu llamado. Y tendrás que rendir cuentas algún día delante de Dios por lo que has hecho con tu don. Recordarán la parábola del dinero que un hombre confió a sus empleados antes de un viaje largo que iba a hacer. Dice luego la Biblia: “Después de mucho tiempo, el amo regresó de su viaje y los llamó para que rindieran cuentas de cómo habían usado su dinero” (Mt 25.19 – NTV) o, según nuestro tema, “…cómo habían usado sus dones.” Algún día, Dios te preguntará: “¿Qué has hecho con los dones que yo te di?” ¿Tienes una respuesta a esta pregunta?

            Habíamos dicho que Dios nos dio dones para servirnos unos a otros. Escuchen cómo Pablo expresa este mismo principio en su carta a los efesios: “Así [Dios] preparó a los del pueblo santo para un trabajo de servicio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef 4.12 – DHH). Es decir, tú has sido llamado a servir a tu prójimo. ¿De qué manera? Con el don que tienes. Dios te lo dio para ese fin. Y vuelvo a preguntarte: ¿Qué tienes en tu mano? Eso es lo que Dios quiere de ti. Él no espera de ti más que eso. No se trata de si es mucho o es poco. Se trata de si se lo pones a disposición o no. Los discípulos también le preguntaron a Jesús: “¿Qué es esto para tanta gente” (Jn 6.9 – DHH)? Y Jesús preguntó: ¿Qué es esto en mis manos?

            Tampoco se trata de cómo se ve tu don en comparación con el de los demás hermanos a tu alrededor. No te compares. Esa no es la voluntad de Dios. Dios te ha formado como original, con las características específicas que te hacen como eres. Así mismo él te quiere usar para un propósito muy específico. No pretendas ser otra persona. Sé tú mismo(a) y sírvele a él en tu lugar, no en el lugar de otro. Hay diferencia entre los dones, pero sólo en cuanto a la puesta en práctica: algunos son más públicos que otros. El don de hacer milagros, por ejemplo, o el don de enseñanza son más visibles que quizás el don de oración. Pero todos tienen el mismo valor delante de Dios. Si volvemos otra vez a la parábola del dinero repartido entre los siervos, vemos que uno recibió 5 medidas, el otro 2 y el último 1 medida, “cada uno conforme a su capacidad” (Mt 25.15 – RVC). Cierto, eran cantidades diferentes. También la producción final de los siervos eran cantidades diferentes, pero de todos se exigió lo mismo: fidelidad y empeño (creatividad). No te fijes en cuanto hacen los demás con sus dones – según tu punto de vista, sino fijate en lo que el dueño de los dones —Dios— dice de ti y de tu manejo de lo que has recibido. Eres responsable por tu don recibido, no el de los demás. Y cuando cada uno ejerce su don en el lugar indicado, fluye una armonía y un poder muy especiales.

            En Costa Azul renovamos cada año el equipo pastoral o consejo. Ese equipo está compuesto por los líderes de cada departamento de la iglesia: la líder de la Escuela Dominical, los líderes de jóvenes, la líder de alabanza, los líderes de matrimonios, etc. Cuando más hacia fines del año buscamos conformar el equipo para el año siguiente, primero doy la oportunidad a los que ya estuvieron durante el año trabajando, para que ellos puedan continuar su servicio por un año más. Si alguien ya no quiere o no puede continuar, buscamos entre los hermanos de la iglesia quién reuniría el perfil apropiado para tal o cual cargo. Miramos su madurez, miramos su experiencia en esa área, y miramos si tiene los dones necesarios para ese cargo. Luego hablamos con las personas que creemos idóneas, y si aceptan, se les presenta a la iglesia en la asamblea anual en enero para que confirmen el equipo para el año que se inicia. Estos últimos tres años hemos tenido un equipo pastoral sobresaliente. Se nota que cada uno está justo en el lugar en que debe estar. Y ahí rinde, se compromete, moja la camiseta y lleva la carga, no solamente de su ministerio, sino apoyando también a los otros departamentos hasta donde pueda. Buscamos personas con los dones apropiados para cada ministerio, pero también adaptamos el ministerio según las características del líder que lo asume. El ministerio de matrimonios, por ejemplo, funciona este año de manera diferente que el año pasado, porque tenemos otros líderes que el año pasado. Así que, es un proceso muy dinámico, pero siempre partiendo de los dones de cada uno.

            Si bien cada uno tiene un don (o varios dones), ninguno es autosuficiente. Nadie puede decir que no necesita a nadie. En un rompecabezas, ninguna pieza sola muestra el cuadro completo. Así, el que tiene el don de evangelismo, por ejemplo, necesita la ayuda de alguien que tenga el don de enseñanza, porque los nuevos convertidos necesitan ser discipulados para que puedan crecer y desarrollarse espiritualmente. Si no sucede esto —y en muchos casos los evangelistas no son buenos maestros o pastores a largo plazo— tenemos una iglesia con muchos cristianos inmaduros, que tarde o temprano terminan por dañar a la iglesia más que edificarla. Así que, ninguno es tan insignificante que su aporte no valga, ni tan grande y autosuficiente como para no necesitar la ayuda de otros.

            ¿Qué es lo que tienes en tu mano? Quizás alguien diga ahora: “¡Eso yo quisiera saber también!” El tiempo no nos da para entrar en muchos detalles, pero quisiera dar algunas pautas que quizás puedan ayudarte a identificar tu “bastón” o tus “panes y pescados”.

            a) Conocer los dones: Un técnico de radio debe conocer perfectamente cada pieza de un equipo y su función, para poder detectar algún error y repararlo. Así, el cristiano debe estar informado acerca de todos los dones del Nuevo Testamento si espera reconocer el suyo propio. También sería tema de otra prédica hablar sobre los dones que hay. Pero no nos debe importar quizás cuáles dones hay, cómo se llaman y cómo se manifiestan. El Espíritu Santo despertará los dones que se requieren en cada iglesia para el trabajo al que la ha llamado el Señor. Simplemente procura identificar aquello que te sale bien, aquello que sabes hacer.

            b) Experimentar: Significa probar en diversos tipos de servicio dentro de la iglesia. La disposición de hacer algo nuevo puede descubrir un don que no sabías que estaba en ti.

            c) Observa tus inclinaciones: Si una persona tiene un talento para el canto, se siente atraída por quienes tienen capacidad vocal. Así ocurre con los dones espirituales. Una persona es atraída hacia una cierta esfera de servicio. Esa inclinación puede muy bien indicar la existencia de ese don.

            d) Dedicación: Es necesario también el dedicarse a sí mismo y todos sus dones posibles, al Señor, expresando el deseo de obedecerle con nuestras capacidades espirituales.

            e) Deleite: Cuando una persona descubre su don puede exclamar: “¡Lo encontré! ¡Este es! Esto es lo que prefiero estar haciendo para el Señor más que cualquier otra cosa en el mundo. Estaría dispuesto a pagar con tal que me dejen hacerlo.”

            g) Discernimiento por otros: Una persona debería someter su “descubrimiento” al criterio de otros hermanos maduros. La última confirmación de que poseemos realmente un don determinado es el reconocimiento de este don por parte de otros.

            ¿Qué es lo que tienes en tu mano? Dale eso al Señor para que él lo use según su voluntad y con su poder. Dios te ha llamado a servirle y a servir a tu prójimo, y también te ha dado la herramienta con la cual él quiere que sirvas. Y esa herramienta es tu don. Conságralo al Señor.

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario