lunes, 5 de marzo de 2018

Salud física (Rick Warren)









            El domingo pasado iniciamos la serie de siete prédicas de Rick Warren del programa “50 días de transformación”. Vimos ya el tema “Salud espiritual”. Hoy nos toca la segunda prédica dada por Rick Warren titulada: “Salud física”.
            ¿En qué estado quisieras que esté tu casa? Si pudieras elegir entre todo tipo de casas —grandes y pequeñas, viejas y nuevas, lindas y destartaladas— una que sea para ti, ¿qué casa elegirías? Seguro una que sea lo más linda y atractiva posible, ¿no es cierto? Una que invite a habitarla. Ahora, fijate en tu cuerpo. Es la casa en la que habita tu espíritu. ¿Invita tu cuerpo a que lo habites? ¿Es lo suficientemente lindo y atractivo para ti, digno de ti? Y no estoy hablando de vanidad, que aquí le faltaría un milímetro más, allá medio milímetro menos. Estoy hablando de un sano juicio acerca de tu cuerpo. Creo que empezamos a entender por qué debemos cuidar nuestro cuerpo. Este tema es algo que me ha ocupado desde hace varios años. Procuro ayudar a la gente —aunque sin mucho éxito hasta el momento— a que cuiden la casa en que viven, es decir, su cuerpo, a través de una alimentación adecuada. El cuerpo estará fuerte y saludable más tiempo, si recibe los nutrientes que necesita. La lista de enfermedades causadas por una mala alimentación es muy, muy larga. Exceso en grasas, azúcar y sal; poco o nulo consumo de frutas y verduras; descontrol absoluto en los horarios y el tiempo dedicado a comer son algunos de los vicios alimenticios más comunes. A veces, cuando observo cómo la gente (ab)usa del azúcar, por ejemplo, pienso decirle: “¿Por qué te odias tanto? ¿Por qué te empeñas en suicidarte comiendo?” Dios nos dio este cuerpo para administrarlo, para que nos sirva de casa durante nuestra vida terrenal. No hagamos entonces que nuestra casa se derrumbe antes de tiempo por falta de mantenimiento adecuado.
            Imagínense ahora que se anuncia la visita de un personaje muy distinguido que de aquí a cierto tiempo vendrá a visitarte en tu casa por algún tiempo. ¿Qué harías en tu casa para recibirlo? ¿Qué trabajos serían necesarios hacer para hacer tu casa digna de recibir semejante visita ilustre? Aquí tienes otra razón poderosa por qué cuidar a tu cuerpo, porque no solamente tú vives en él, sino también el Espíritu Santo. La Biblia dice: “¿Acaso ignoran que el cuerpo de ustedes es templo del Espíritu Santo, que está en ustedes, y que recibieron de parte de Dios, y que ustedes no son dueños de sí mismos” (1 Co 6.19 – RVC)? No somos dueños de nuestro cuerpo. Dios, quien lo creó, es el propietario y nos lo prestó para que lo habitemos este tiempito que estaremos sobre esta tierra. Es por eso que no podemos hacer con el cuerpo lo que queremos, (mal)tratarlo como se nos antoja. Tenemos que cuidarlo, porque algún día Dios nos preguntará acerca de qué hemos hecho con lo que él nos ha prestado, incluyendo nuestro cuerpo.
            Ahora, si al pasar por las calles vieran de repente a un grupo de personas atacar y destruir una iglesia, ¿qué harían? Muy probablemente consideraríamos que ellos son delincuentes que deberían estar detrás de las rejas por un buen tiempo. ¿Saben qué? Tú y yo estamos en ese grupo de delincuentes. Destruimos diariamente el templo del Espíritu Santo. Cada vez que comemos chatarra, trabajamos en exceso, no hacemos ejercicios o no dormimos lo suficiente, dañamos el templo. Pero hay algo más que poco se considera como dañino para la salud física: el estrés. Y sobre esto queremos hablar en esta mañana.
            A veces no es lo que comes lo que te daña completamente, sino aquello que te come a ti. Los médicos dicen que mucha gente podría salir de inmediato del hospital si se liberara de la culpa y el resentimiento. Sabemos que el estrés es malo, pero no tenemos idea de cuánto daña nuestra salud.
            Los científicos dicen que existen 7 áreas clave para el estrés en la vida moderna: la preocupación, el trabajo (dinero), la indecisión, la pérdida, la oposición y el miedo. Son 7 fuentes de estrés muy frecuentes en nuestras vidas.
            En la Biblia encontramos un capítulo que es el antídoto al estrés. Es el Salmo más famoso de la Biblia: el Salmo 23.

            F Salmo 23

            Este Salmo tiene sólo 6 versículos. Pero contiene 7 hábitos o afirmaciones para reducir el estrés en tu vida. Si te aprendes los hábitos y practicas estas afirmaciones, tu salud aumentará porque tu estrés disminuirá. Esto es lo que Dios quiere que hagas:

            1.) Busco a Dios para todas mis necesidades. El estrés viene cuando busco cualquier otra cosa o persona que pretendo que supla las necesidades de mi vida. Cada vez que busco a alguien que supla necesidades que sólo Dios puede suplir, yo estaré decepcionado y esa persona estará frustrada. Hay necesidades en tu vida que sólo Dios puede suplir, pero puede que busques que tu cónyuge, tu jefe, tus padres, tu amigo o cualquier otra persona las supla. ¿Cómo puedes saber si estás buscando que alguien, aparte de Dios, supla tus necesidades? Muy sencillo: ¡la preocupación! Ayer una persona me escribió: “Estoy angustiada porque gasté casi todo ya el dinero que tengo. Estoy angustiada porque no hay demanda.” La preocupación o angustia es la luz de advertencia de que debes mirar a Dios y dejar de buscar que alguien más supla tus necesidades. Así que, David empieza este Salmo con la primera afirmación: “El SEÑOR es mi pastor; tengo todo lo que necesito” (v. 1 – NTV). David no dice: “Esperaré a que alguien supla mis necesidades.” Dios es el único que puede suplir todas tus necesidades porque él tiene todos los recursos. Pablo escribió a los filipenses: “Dios les proveerá de todo lo que necesiten [ojo: no dice: “todo lo que deseen”, pero sí lo que necesiten], conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús” (Flp 4.19 – NVI). Nos frustramos tanto y nos estresamos porque esperamos que el trabajo supla todas mis necesidades; que el matrimonio supla todas mis necesidades; esperamos que nuestros amigos suplan nuestras necesidades; que el pastor supla todas nuestras necesidades; esperamos que el gobierno supla todas nuestras necesidades. Y en todos estos casos estarás decepcionado, porque nadie puede suplir todas tus necesidades – excepto Dios.
            Pablo escribió a los Romanos: “Si Dios no nos negó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos también, junto con su Hijo, todas las cosas” (Ro 8.32 – DHH)? El estrés bajará dramáticamente cuando te des cuenta cuánto vales para Dios. Dices: “Si Dios me ama lo suficiente como para enviar a su hijo para morir por mí, ¿no me amará también lo suficiente como para hacerse cargo de todas mis demás necesidades?” ¡Por supuesto que sí! No hay necesidades grandes ni pequeñas en tu vida. Sólo son necesidades. Para Dios son todas iguales, porque nada es difícil para Dios. Así que, no hay problemas en tu vida que sean más difíciles o más fáciles. Y, sobre todo, no hay problemas en tu vida que sean más difíciles que el problema de tu pecado, y ese problema ya está resuelto. Dios dice: “Yo supliré todas tus necesidades.” Así que, la reducción del estrés comienza al mirarle al Señor. Si tú puedes decir cada día: “¡Confío en que Dios suplirá todas mis necesidades!”, tu ansiedad y tu estrés desaparecerán.
            Esta es la primera afirmación y declaración que David hace en el Salmo 23: “El SEÑOR es mi pastor; tengo todo lo que necesito.” Llegamos ahora a la segunda afirmación para reducir el estrés:

            2.) Obedezco las instrucciones de Dios en cuanto al descanso. Gran parte de tu estrés proviene no del exceso de preocupación, sino del exceso de trabajo o, al revés, del déficit de descanso. Y esto empieza a desgastarte. Si bien el trabajo es un valor muy importante en la vida del ser humano, y en absoluto no estamos favoreciendo la pereza, el exceso de trabajo ya llega a ser un anti-valor.
            ¿Acaso Dios no nos podría haber creado para que no necesitáramos dormir? Vas a pasar un tercio de tu vida durmiendo. ¡Qué pérdida de tiempo! Así por lo menos piensan los adictos al trabajo. Si ese tercio de vida pudiéramos utilizar para disfrutar y para producir, ¿no estaríamos mucho mejor? ¡No, no lo estaríamos! Por algo Dios nos diseñó de tal forma que necesitamos descansar. Y no solamente eso, sino él mismo descansó el séptimo día, después de su obra maestra de la creación. ¿Acaso Dios se cansó? ¡Claro que no! Dios nunca se cansa. Dice el salmista: “Jamás duerme ni se adormece el que cuida de Israel” (Sal 121.4 – NVI). Él se puso a sí mismo como modelo para mostrar lo que él espera de nosotros. Ese día de reposo evita que nos desgastemos. Es más, el descanso es tan importante que Dios lo puso en los 10 Mandamientos, a la par de “no robes” o “no mates”: “Acuérdate de guardar el día de descanso al mantenerlo santo. Tienes seis días en la semana para hacer tu trabajo habitual,  pero el séptimo día es un día de descanso y está dedicado al SEÑOR tu Dios…” (Éx 20.8-10 – NTV). Cada vez que no te tomas un día completo para adorar y descansar, estás violando uno de los 10 Mandamientos. ¿Te das cuenta de la seriedad de esto? Dios dice: “Un día a la semana es mío. Es para que descanses, te restaures y te recargues.” Y si no estás lo suficientemente inteligente como para apartar un día a la semana para descansar y adorar, entonces Dios se asegurará de que lo hagas. Y tu cuerpo te lo dejará saber. Si tú no te tomas tiempo libre, tu cuerpo sí lo hará. Vas a hacerlo de una u otra forma.
            Hay también aquellos que se cuidan tanto de no quebrantar este mandamiento de modo que lo invierten: tienen 6 días de descanso a la semana y uno de trabajo. Pero con eso también están incumpliendo los 10 Mandamientos y están en la misma infracción como los adictos al trabajo.
            David dice en el Salmo 23: “…me hace descansar…” (v. 2 – RVC). ¿Te ha hecho descansar el Señor alguna vez porque no pudiste dejar de trabajar? Si siempre quieres un día más para hacer tus proyectos, cerrar una venta más, presentar un proyecto más, y sigues y sigues trabajando sin tomarte un descanso, creyendo que puedes incumplir los 10 Mandamientos y salirte con la tuya, experimentarás que Dios te hará descansar en contra de tus planes. A veces Dios de pone de espaldas al suelo (o a la camilla del hospital) para que puedas mirar hacia arriba. Debes descansar para dar lo mejor. Para rendir más, debes tener la energía y el descanso suficiente. Cuando durante la revolución francesa se trató de abolir el domingo como día de descanso para así aumentar la producción industrial, el rendimiento bajó de tal forma que tuvieron que reinsertarlo de nuevo. El descanso no es sólo una opción en la vida, es una responsabilidad espiritual reflejado en muchas partes de la Escritura. Éxodo 34.21 dice: “Trabajarás seis días pero descansarás en el séptimo día, aun en las épocas de siembra y cosecha” (PDT), aun en tu temporada alta de más producción. No importa qué es lo que hagas y cuál sea tu temporada más ocupada, la Biblia dice que debes descansar un día a la semana. No hay vuelta que darle.
            A veces hasta podemos sentirnos culpables al descansar. La presión de la sociedad —¡o de nuestra cuentas, que es un capítulo aparte y se tratará en otra prédica de esta serie y en otra serie aparte otra vez!— nos hace creer que debemos seguir y seguir. Pero Jesús descansó repetidas veces. Encontramos en los evangelios más de una vez que él dijo a sus discípulos: “Muchachos, junten su anzuelo y cebo’í y desaparezcamos por un tiempo.”
            Un hombre le reclamó a su pastor: “Pastor, ayer he tratado todo el día de contactarlo, pero usted nunca respondió el teléfono.” Y el pastor le contestó: “Lo siento, pero era mi día de descanso.” El hombre, visiblemente molesto, le dijo: “¿Ah, sí? Pues, fíjese que el diablo nunca descansa.” A lo que el pastor replicó: “Si yo no descansara, sería igual que el diablo.” ¿Será que los pastores también necesitan descansar si nunca trabajan…? “El diablo nunca descansa.” ¿Y desde cuándo el diablo es tu ejemplo? Jesús es nuestro ejemplo, y él sí descansó.
            ¿Y qué se supone que debo hacer durante el día de descanso? Tres cosas: a) hacer descansar mi cuerpo. Bajar de revoluciones. Pisar el freno. Relajarte. b) Reenfocar mi espíritu. Eso se llama “adoración”, en otros términos. Si nos congregamos aquí los domingos, cantamos, oramos, estudiamos la Palabra, disfrutamos de la compañía de los hermanos, nos restauramos interior e incluso físicamente, y reorientamos nuestro espíritu hacia Dios. c) Recargar las emociones. Debes encontrar lo que mejor funciona para ti. Lo que para ti es relajarte, puede que sea irritante para otros. Pero debes buscar algo que te renueva emocionalmente.
            ¿Por qué cuesta muchas veces descansar? A menudo no es por el factor tiempo o la presión del trabajo, sino porque tenemos miedo de perder el control sobre muchas cosas mientras estamos descansando. No confiamos en Dios que él podrá manejar nuestros asuntos mientras que nosotros hacemos lo que él nos ha ordenado: descansar. ¿Estás confiando en Dios que él puede suplir tus necesidades que tú de todos modos no puedes suplir? ¿Y que lo hará mientras estás descansando? Y vuelvo a decir: “descanso” y “pereza” no son la misma cosa. Estamos hablando del descanso legítimo y bíblico después de un período de 6 días de intensas labores.

            3.) Recargo mi alma con cosas bellas. ¿Te has preguntado alguna vez por qué Dios hizo la naturaleza tan bella: la belleza de las flores; la belleza de los océanos; la belleza de los amaneceres o de las puestas del sol, las montañas, los lagos y ríos y toda la belleza de la creación de Dios? Dios podría haber hecho la tierra como la luna: polvo y rocas nada más. ¡Aburrido! Pero la tierra está llena de belleza por donde mires. ¿Para qué Dios hizo el mundo tan bello? Para su gloria, para que lo disfrutes y para tu salud. Varios estudios han demostrado que la belleza incrementa la salud. Toda la belleza a tu alrededor te hace sentir más saludable. Fíjense lo que dice el Salmo 23 acerca de dónde el Señor, nuestro pastor, nos hace descansar: “En verdes praderas me hace descansar, a las aguas tranquilas me conduce, me da nuevas fuerzas” (vv. 2-3 – DHH). “Verdes praderas”, “aguas tranquilas” – estas son imágenes que son fáciles de visualizar. Y cuando cierras los ojos y piensas en pastos verdes, arroyos cristalinos, lagos tranquilos, te relajas con tan sólo pensarlo. Alguien dijo: “Me siento cerca de Dios cuando estoy en la naturaleza.” Pues, ¡claro que sí! Dios hizo la naturaleza y por lo tanto ella refleja algo del ser de Dios. Adán y Eva fueron creados para vivir en un jardín, en la naturaleza, no en un apartamento. Por eso, cuanto más nos alejamos del jardín, más estresados estamos. Por gracia de Dios vivimos en los alrededores de Asunción, ciudad calificada por muchos extranjeros como la capital más verde que conocen. Si convertimos nuestra casa, nuestro barrio, nuestra ciudad en jardín, más cerca estaremos de la intensión original de Dios para con el hábitat del hombre. Cuando estamos en la naturaleza, estamos contemplando la belleza que Dios ha creado, y esto nos relaja.
            Pero belleza no hay sólo en la naturaleza. También la hay en muchas otras partes, como la música y el arte. La música no es esencial para la existencia del ser humano. Haya música o no, nuestro corazón sigue latiendo. El único propósito de la música y el arte es su belleza y su efecto regenerador en el hombre. Dios le dio al hombre la música y el arte porque él sabe que la belleza satisface nuestra alma.
            Debido al pecado hay muchas cosas feas en el mundo. Mucho está roto. Y cuanto más abunda el pecado, cuantas más cosas feas hay en la sociedad, más desesperadamente necesitas belleza en tu vida. Es un calmante para el estrés. Observar crímenes en la televisión no alivia tu estrés. Noticias acerca del derrumbe de la economía internacional no alivian tu estrés. Es decir, cualquier cosa a la que tú elijes prestar atención, determina tu nivel de estrés en la vida. Así que, por salud mental y física, elije apagar tu televisor, porque de él no sale nada que alivie tu estrés. Lo que ves ahí no es precisamente “pastos verdes” y “aguas tranquilas”.
            Algunas sugerencias prácticas para estar más cerca de los pastos verdes y las aguas tranquilas: a) Empieza tu día con adoración y no con los medios. Pon música de adoración. Lee la Biblia antes que tus mensajes. Concéntrate en Dios antes que en cualquier programa de la televisión o la radio.
            b) Sal cada día un rato afuera al patio. Encuentra un lugar tranquilo y disfruta de la creación de Dios.
            c) Tomen como hobby algún tipo de arte o de música. Eso es parte de tu discipulado. Es agregarle belleza a tu vida. Cada vez que creas belleza reduces el nivel de estrés. Tienes que tratar de agregar intencionalmente belleza a tu vida.
            d) Coleccionen algo para admirar su belleza. Pero que no sea una colección de videojuegos o de discos de música secular, sino algo que refleje la creatividad de Dios.

            4.) Pido a Dios que me guíe. Si quieres reducir el estrés de tu vida al momento de tomar una decisión, ve primero a Dios. Pregúntale qué debes hacer. Llegamos a una encrucijada y no sabemos qué camino tomar. Y estamos ahí, indecisos. La indecisión paraliza. No avanzamos a ningún lado hasta que no hayamos tomado alguna decisión. Por eso debes hacer de Dios tu primera fuente de dirección. Pídele a Dios que te dé sabiduría. Santiago dice: “Si alguno de ustedes no tiene sabiduría, pídasela a Dios. Él se la da a todos en abundancia, sin echarles nada en cara” (Stg 1.5 – TLA). “Pero tiene que pedir con fe y sin dudar nada…” (Stg 1.6 – RVC). Así que, pídele, ora, lee la Palabra y espera con paciencia. Debes afirmar lo que dice David en el Salmo 23: “…me guía por el camino correcto, para hacer honor a su nombre” (v. 3 – RVC). Confía que Dios te guiará. Cuando dices: “Yo no sé qué debería hacer con esta relación.” “Yo no sé qué debería hacer con esta oferta de trabajo.” “Yo no sé qué debería hacer…” con respecto a cualquier cosa en tu vida, debes afirmar con David: ¡Dios me guiará en el tiempo correcto! Tal vez no sea ahora mismo, pero Dios nunca llega tarde. Tampoco llega antes. Él siempre llega justo a tiempo. Dios me guiará en el tiempo correcto. Él sólo quiere que confíe en él, así que le pido que me guíe. Miren, todo este intento de reducir el estrés tiene que ver en el fondo con la confianza en Dios en todos los aspectos.
            Justo ayer le escribí a una persona que está en una encrucijada y tiene que tomar decisiones difíciles: “Tenés que pedirle al Señor que él te revele su voluntad y que te dé paz acerca de la decisión que tomes. Él es tu mejor consejero porque él sí sabe todas las cosas. Y que él ponga un freno en algo que no es su voluntad. Si le entregas todo tan incondicionalmente en sus manos para que él lo maneje, puedes tomar decisiones mucho más tranquilamente, sabiendo que en todo él te guiará y él tendrá la palabra final.”

            5.) Otra fuente común del estrés es la pérdida: la pérdida de reputación, la pérdida de la salud, la pérdida de un ser amado, la pérdida de un empleo. Todos atravesamos pérdidas en la vida y esto nos causa estrés. Hay dos reacciones posibles a la pérdida: el duelo o el miedo. El duelo es algo bueno, el miedo es algo malo. Si tienes pérdidas y no haces duelo, nunca llegarás a superarlo. Si simplemente reprimes los hechos y las emociones, te quedarás atascado emocionalmente en esa etapa. El duelo es algo bueno, pero el miedo es algo malo. En ninguna parte de la Biblia se nos prohíbe llorar o estar tristes. Pero sí dice 365 veces: “No teman”, una vez por cada día del año. El miedo nos paraliza. Si pierdes a un ser amado, hacer duelo por esa persona no va a lastimarte, pero temer qué es lo que harás en el futuro sin esa persona, eso sí te lastimará. Entonces, la quinta cosa que debo hacer: Confío en Dios en medio de las tribulaciones. Eso es lo que dice David en el siguiente versículo: “Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento” (v. 4 – NBLH). Acuérdense de cómo nos asustaron las sombras cuando éramos niños. Y siempre la sombra es más grande que el objeto que la origina. Pero la vara y el cayado darán nuevo aliento. Estos son los dos instrumentos del pastor de ovejas y son usados para acercar a la oveja y alejar a los lobos. ¿Qué debes hacer cuando te aterrorizan las sombras en tu vida? Dondequiera que hay una sombra, hay también una luz. Entonces debes girarte y darle la espalda a la sombra para enfocarte en la luz. Así no tendrás más miedo. Jesús dijo que él es la luz del mundo (Jn 8.12). Debes enfocarte en Jesús, y tus miedos desaparecerán.
            Hay dos cosas más que dice David que alejan el estrés de tu vida:

            6.) Una de las causas del estrés en tu vida es el conflicto. ¿Alguien sabe de qué estoy hablando? Cuando la gente se opone, cuando la gente te critica, cuando la gente te juzga. Tal vez sea un miembro de tu familia que constantemente te recrimina. O tal vez sea un padre que nunca te deja tener éxito en la vida, y no te gusta estar cerca de él porque siempre te está regañando por algo. Ese conflicto puede causar que dudes de ti mismo. Y esa crítica puede hacer que estés desanimado. Esa oposición puede causar que estés deprimido. Debes darte cuenta que los críticos en tu vida son las personas menos importantes de tu vida. La Biblia llama a Satanás “el acusador” de los cristianos. Su trabajo es desanimarte. Pero muchas veces Satanás no necesita hacerlo porque hay otras personas que se encargan de esto.
            Una fuente común del estrés es el conflicto, la oposición y la crítica que te hace dudar de ti mismo. Cuando vienen a ti las dudas sobre tu propia capacidad, te están derribando y te están causando conflicto. Debes hacer la sexta cosa que hizo David: Dejo que Dios sea mi defensor. Cuando la gente está en mi contra, cuando me critican o me acusan falsamente, cuando no puedo dar ni una palabra en mi defensa, dejo que Dios sea mi defensor. David dice: “Me has preparado un banquete ante los ojos de mis enemigos; has vertido perfume en mi cabeza, y has llenado mi copa a rebosar” (v. 5 – DHH). Cuando Dios unge tu cabeza delante de los enemigos, él declara que tú le perteneces y que todos los demás tendrán que apartarse. Dios pone su bendición sobre ti delante de las personas que no te soportan. Pero debes confiar en él. Debes dejar que él sea tu defensor.
            Cuando aprendas esta lección de dejar que Dios sea tu defensor, tu estrés se disminuirá y tu gozo aumentará. Dios te dice: “¿Quién quieres que te defienda, tú o yo?” Dios tiene mucho más poder, recursos y herramientas para defenderte que tú mismo. Cuando las personas te atacan, te sientes impulsado a hacer algo al respecto. Y lo que quieres hacer es contraatacar. Requiere mucha fe confiar en Dios en lugar de tomar las cosas en tus manos. Pero eres más como Cristo cuando te rehúsas defenderte a ti mismo. Jesús pasó toda su vida siendo criticado por la gente, principalmente por la gente religiosa. Le dijeron de todo. Así que, si serías perfecto e hicieras todo de manera correcta, igual tendrías conflictos. La gente te atacará, te criticará y te minimizará. La gente pequeña te minimizará. La gente grande te enaltecerá y te ayudará a surgir más. Así que, si alguien te minimiza, sólo revela el tamaño pequeño de su corazón. Pero Jesús nunca contraatacó ni se defendió, ni siquiera cuando estaba a punto de ser condenado a muerte. Más bien la Biblia nos anima a orar por los que nos hacen mal en el trabajo, en el vecindario, en el estudio; bendecir a los que nos maldicen y hacer bien a los que nos atacan. Y cuando devuelves con bien el mal que te hicieron, tu nivel de estrés disminuye y tu gozo aumenta.

            7.) La última fuente común de estrés en tu vida es temerle al futuro. La última afirmación que David hace en este Salmo es: Espero que Dios complete su obra en mí. Algunos de nosotros son más pasivos, otros más activos. Algunos tienen que hacerlo todo, otros dejan que ocurra. Ninguna de estas características es más importante que la otra. Son dos personalidades diferentes, y ambas necesitan aprender a descansar, a confiar en Dios. Hay algunas personas de “¿Qué tal, si…?” Todo el tiempo esperan lo peor y se preguntan: “¿Qué tal, si ocurre esto o aquello?”. Personas así aumentan enormemente su nivel de estrés. Lo que debes hacer es hacer esta séptima afirmación: “Ciertamente tu bondad y tu amor inagotable me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del SEÑOR viviré por siempre” (v. 6 – NTV). No puedo controlar todo en la vida, pero yo sé que Dios tiene todo bajo control, y un día él me llevará a su casa y nada ni nadie podrá evitarlo. Jesús lo dijo de esta manera: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana” (Mt 11.28-30 – NVI). Para muchos este versículo no es de mucho consuelo, porque creen que Jesús está agregando sus asuntos a los de ellos, haciendo su carga más pesada todavía que antes. Pero más bien el propósito del yugo es aliviar mi estrés. Jesús quiere reducir tu carga, poniéndose a tu lado bajo el yugo para que lleven la carga entre dos, ya no más uno solo. Entonces, cuando yo hago “yugo” con Cristo, nos movemos juntos en la misma dirección y a la misma velocidad. No puedes ir por un camino cuando Jesús te indica otro, y cuando te caigas a la zanja, el yugo te ayuda a salir otra vez. Vamos a la misma velocidad y en la misma dirección.
            No sé qué te está estresando en este momento, pero el Salmo 23 es la respuesta a tu situación. Puedes orarlo en la versión de las siete afirmaciones: “Dios, te busco para todas mis necesidades. Gracias porque no escatimaste a tu Hijo Jesús para morir por mí y me ayudarás en cada otra área de mi vida. Ayúdame a mantener el día de descanso. Tú me harás descansar. Ayúdame a ser inteligente para hacer tiempo libre para que tú no lo tengas que hacer por mí. Señor, ayúdame a recargar mi alma con cosas bellas, a llenar mi mente con cosas verdaderas y nobles. Y cuando me siente estresado y lleno de indecisión, ayúdame a pedirte que me guíes. Tú me guiarás por la senda correcta. Y cuando estoy a punto de rendirme, tú sabes qué debo hacer. Señor, ayúdame a confiar en ti en medio de las tribulaciones, a alejar mi vista de las sombras y ver hacia ti en la luz. Dios, cuando me siento en conflicto, cuando estoy siendo criticado en forma injusta, te pido que seas mi defensor, mi protector. Ayúdame a ser como Jesús y responder al mal con el bien. Padre, más que todo, ayúdame a esperar a que completes tu obra en mí. Gracias porque me has prometido que tu bondad y misericordia me seguirían todos los días de mi vida. Gracias por invitar a tu presencia a todos los que están cansados y agobiados. Eso me describe a mí. Necesito descanso para mi alma. Mi salud física está siendo dañada por el estrés en mi vida. Quiero cargar tu yugo sobre mí. Gracias porque tu yugo es suave. Jesús, llena cada área de mi vida. Oro en tu nombre. Amén.”


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