Hoy seremos aventureros. Hemos
recibido noticias de algún tesoro escondido por ahí, e iremos a ubicarlo. Lo
desenterraremos y lo llevaremos a donde realmente nos sirva y donde esté
seguro. Lastimosamente no tenemos ningún mapa que nos muestra su ubicación
exacta ni una marca del GPS. Tenemos que recorrer los rincones de nuestra alma
para descubrirlo. Sólo tenemos algunas pistas que nos pueden orientar. Estas
indicaciones encontramos en un libro viejo que les invito a abrir en el
capítulo correspondiente a don Mateo. En su 6ª unidad, parágrafo 19, él nos da
algunas pautas.
FMt 6.19-23
Este texto está lleno de cosas que
debemos atender. Jesús da aquí la instrucción de no acumular tesoros.
“Acumular” significa juntar o reunir una cantidad considerable de cosas. Eso
requiere poner concentración, tiempo y esfuerzo en la acción de amontonar
riquezas. Significa que lo único —o por lo menos lo ampliamente primordial— que
ocupa nuestra mente y emociones es hacer que aumente ese tesoro. En algunos
casos, esto puede llegar incluso a dimensiones enfermizas. Desde el punto de
vista de Dios, hacer esto es una pérdida de concentración, tiempo y esfuerzo.
Indica que nuestra mirada no va más allá de la punta de nuestra nariz. Indica
que creemos que esta vida es todo lo que hay, cuando en realidad es un humo que
desaparece en comparación con la eternidad. A pesar de esto, estamos tan
aferrados a esta vida aquí y ahora. No es que esté mal, necesariamente. Está
mal si perdemos de vista la eternidad. Por eso dice Jesús que no nos perdamos
en los asuntos meramente temporales y pasajeras, que hay cosas mucho más
importantes en que invertir concentración, tiempo y esfuerzo.
Jesús prohíbe, en segundo lugar,
acumular tesoros, porque implica una acción egoísta. Varias versiones incluso traducen:
“No guarden riquezas para sí mismos…” (v. 19 – Kadosh). Si yo estoy afanado por
juntar un montón cada vez más grande de tesoros, estoy queriendo asegurar mí bienestar. Mi confianza está puesta
totalmente en mi tesoro, y mi felicidad depende de él. No estoy pensando en mi
prójimo, sino me valgo de cualquier estrategia para hacer crecer mi tesoro, y
lo cuido como un perro cuida su hueso, como el nuestro que desconfía hasta de
su propia pata trasera. La Biblia nunca nos alienta a cultivar el egoísmo, sino
—muy por el contrario— a abrir nuestros corazones y nuestras manos hacia las
necesidades de los demás.
La otra cosa que necesitamos
entender es que este versículo no prohíbe tener mucho dinero. La Biblia no
habla en contra de ser rico. Muchos de los grandes personajes de la Biblia eran
personas tremendamente ricas. Este texto habla de no acumular tesoros, pero no prohíbe acumular dinero. ¿Cuál es la diferencia? El
dinero no necesariamente es un tesoro. Puede que para algunos sí lo sea, para
otros no. A ver si me explico. ¿Qué es un tesoro? Un tesoro es todo aquello a
lo cual tú le atribuyes un valor muy alto, generalmente un valor emocional.
Cierto objeto puede ser tu tesoro, porque lo valoras tanto que jamás te
quisieras desprender de ello. Es tu tesoro, porque en algún momento de tu vida,
ese objeto ha marcado tu historia. El valor monetario a lo mejor es muy bajo, o
ni existe, pero igual es tu tesoro. El ejemplo por excelencia es esa frazadita,
almohadita o peluche de tu hijito/a o sobrinito sin el cual no puede vivir.
Puede derrumbarse el mundo, pero no esa frazadita. Ya es nada más que un trapo
sucio, pero para él/ella es su máximo tesoro. Quizás tienes algún objeto que te
ha regalado una persona que significa muchísimo para ti, y ese objeto se convierte
en tu tesoro. Algunas personas pueden
llegar a ser tu tesoro. Muchas veces llamamos “tesoro” a nuestro cónyuge o a
nuestros hijos, y está bien, porque son algo tremendamente preciado que Dios ha
puesto en nuestro camino. Entonces, dependiendo del valor que tú le asignas al
dinero, este puede ser tu tesoro o no. Y no estoy hablando de cantidades de
dinero. Hay personas con muy poco dinero, pero para quienes el dinero (incluso
el que no tienen) es un tesoro. Toda
su concentración, tiempo y esfuerzo está dirigido hacia el dinero. Y para otros
no. La diferencia está en qué valor le atribuimos al dinero; cuánto valor
emocional le damos, o cuánto poder permitimos que el dinero ejerza sobre
nosotros. Por eso dije que el acumular tesoros siempre es un acto egoísta,
porque algo a lo que le atribuyo tanto valor lo voy a cuidar con uñas y
dientes, y no lo voy a soltar fácilmente de la mano para dárselo a otros. Yo
llego a ser prisionero de mi tesoro, porque le he dado tanto poder sobre mis
emociones y mi voluntad, que no puedo decidir compartirlo con otros. Por eso,
Pablo le escribe a Timoteo: “Los que quieren ser ricos [no: los que son ricos…] caen en la trampa de la tentación. Empiezan a tener deseos
descabellados que los perjudican. Eso los hunde en la ruina total” (1 Ti
6.9 – PDT). Pero si recupero el control y reduzco el valor de mi tesoro, lo
bajo en mi escala de prioridades, éste deja de ser algo que deba retener a como
dé lugar, y yo puedo llegar a ser libre para compartir con otros lo que antes
tanto había atesorado en mi corazón.
Este es el gran peligro de los
tesoros terrenales. Por eso Jesús los prohíbe en este texto. Además, los
tesoros terrenales son tremendamente temporales e inseguros. Aunque haya
acumulado una gran cantidad de mi tesoro, lo puedo perder en un abrir y cerrar
de ojos. La historia está llena de casos y más casos en que esto ha sucedido.
En un descuido se cae y se rompe y ¡chau, che! Lo puedo encerrar en la bóveda
más segura del mundo, y aún ahí está en peligro de ser robado, como dijo Jesús.
Además, ¿de qué me sirve mi supuesto tesoro encerrado en una bóveda? ¿Acaso iré
cada día a abrir la bóveda y edificarme por contemplar su belleza? Mi tesoro
está encarcelado en una bóveda del banco o de algún lugar de supuesta máxima
seguridad – y juntamente con él también mi corazón. Es una situación
tremendamente ridículo y condenable – ¡pero cuánta gente en el mundo vive de
esta manera! Y la situación se empeora todavía con la insaciabilidad del ser
humano, porque la actual fortuna no alcanza. Siempre se quiere más. Se necesita
de mayores estímulos para satisfacer por unos instantes la sed por las
riquezas.
O si su máximo tesoro es su auto al
cual idolatran, se produce un choque y ¡amóntema! Hasta pueden morir junto con
su tesoro. Y si así fuera, se darían cuenta que no pueden llevarse a la
eternidad nada de lo que durante algunos meses o años fue lo más importante de
su vida. Y la chatarra en que se convirtió su tesoro cué será corroída por el óxido, como dice Jesús.
Bueno, ante lo inseguro, temporal y
frágil que es mi tesoro, ¿cómo hacerlo para que esté realmente seguro? Jesús da
la respuesta en el versículo 20: Si alguien quiere tener su tesoro realmente
seguro, sin peligro de herrumbre ni de ladrones, tiene que guardarlo en la
bóveda celestial. Y el envío es gratis y seguro. Ni Giros Tigo ni PayPal ni
Western Union pueden competir con el servicio de transferencia al banco
celestial. Cada acto, cada palabra, cada gesto de amor, hechos en el nombre y
según la voluntad de Dios, son convertidos en puntos adicionales en nuestra
cuenta en el más allá. Y ojo: no se transfiere basura, como lingotes de oro,
por ejemplo, ya que el oro se usa en el cielo como pavimento (Ap 21.21).
Nuestro tesoro en el cielo es algo de incomparablemente mayor valor. ¿Cómo
acumular tesoros en el cielo? Es poniendo concentración, tiempo y esfuerzo en
el reino de los cielos, en la obediencia a Cristo. Es buscar en primer lugar el
reino de Dios y su justicia, como veremos en 15 días en el pasaje que sigue a
nuestro texto de hoy.
¿Cuál es el fondo de esta enseñanza
de Jesús? Él da la razón en el versículo 21: “Donde esté tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón”
(NTV). Si nuestro tesoro son cosas terrenales, nuestro corazón estará enfocado
en cosas terrenales. Pero como hijos de Dios sabemos que este mundo no es nuestra patria ni el lugar de
nuestra estadía definitiva. Lo que realmente
vale la pena para nosotros, no es del plano físico, terrenal. Por eso, si nos
concentramos en las cosas de este mundo, nuestro enfoque está mal dirigido.
Todo tiene que ver con enfoque, con la dirección que le damos a nuestro
espíritu. Y si queremos saber qué es nuestro tesoro, basta con darle vuelta a
este versículo: “donde esté tu corazón, ese es tu tesoro”. ¿Qué es lo que ocupa
tu mente, tu concentración, tu tiempo y tus esfuerzos la máxima cantidad de la
semana? Por supuesto que tenemos que ocuparnos de las cosas de esta vida,
porque ahora estamos aquí en este mundo, y queremos pasar el tiempo lo mejor
posible. En ese sentido, estar enfocado en nuestra familia (padres, cónyuge,
hijos), tiene también valor eterno, ya que estamos sembrando e invirtiendo en
personas con un alma eterna – siempre y cuando ellos no pasen a ocupar el lugar
de un ídolo, que también puede suceder. ¿Terminan mi interés y mis objetivos
con los asuntos de este mundo? ¿O estoy enfocado también en la eternidad, por
encima de los asuntos pasajeros de esta vida? ¿Estoy enfocado también en la
obediencia al mandamiento de Dios por encima de cumplir mis propios objetivos
para esta vida?
Por eso Jesús habla del ojo. Él lo
compara con una lámpara que ilumina el cuerpo. O podríamos decir también que el
ojo es una ventana que deja pasar la luz a la pieza. Si la ventana está bien
limpia, abierta, con las cortinas recogidas, orientada hacia la fuente de luz,
mucha luz entra a la pieza. Si el ojo está enfocado correctamente en las cosas
de Dios, toda nuestra vida estará llena de luz. Estaremos libres, de buen
ánimo, con paz, porque la luz de la presencia de Dios inundará toda nuestra
vida.
Pero, si en cambio, estamos
enfocados sólo en los asuntos de esta vida, tratando de acumular tesoros, las
ventanas de la vida se apartan de la fuente de luz, y todo se vuelve oscuro y
tenebroso. Ya no hallamos el camino correcto, andamos a los tropezones, y el
miedo y la desesperación se apoderan de nosotros. Y Jesús dice que “…si la luz que hay en ti es tinieblas,
¿cuántas no serán las mismas tinieblas” (v. 23 – RV95)? Si lo que tienes en
tu vida, tú lo llamas luz, ¡no me quiero imaginar entonces lo que será
oscuridad para ti!
Algunos interpretan estos dos
versículos en relación a los tesoros que tratamos de acumular. El ojo malo
sería querer acaparar todo, juntar para sí no más, ser egoísta y tacaño. ¡Y
esto sí que hunde el espíritu en oscuridad! El ojo bueno sería enfocarse en las
necesidades de los demás y ser dadivoso.
Estamos llegando al final de nuestra
búsqueda de tesoro. ¿Ya lo ubicaste? ¿Cuál es tu tesoro? ¿Dónde está tu corazón? ¿Cuál es el enfoque de tu vida?
Si tenés aquí algo para escribir, anota dos o tres cosas que ocupan tu mente y
tu corazón la mayor parte del día. ¿Hacia dónde apunta tu vida, hacia los
tesoros de este mundo o los tesoros celestiales? ¿Está tu vida llena de luz? ¿O
te sientes más bien como andando a los tumbos, viendo solamente oscuridad a tu
alrededor? Si estás enfocado en acumular tesoros en el cielo mediante una vida
en obediencia a Dios, nombra un paso que deberías dar para aumentar tu
producción de tesoros. Si estás acumulando tesoros en este mundo, nombra un
paso que debes dar para reorientar el enfoque de tu vida. Y ponle una fecha a
ese paso: ¿qué día vas a dar este paso? No le pongas “oportunamente”. Sé
específico y ponle una fecha y comprométete con esta fecha. Y coméntalo con
alguien en este día, para que tu decisión se haga más firme, y otra persona más
pueda apoyarte para que lo hagas. Tendremos ahora un tiempo de silencio para
que puedas hablar con el Señor y pedirle que él te muestre qué paso él quiere
que hagas.