domingo, 31 de diciembre de 2017

Experiencias duras







            Hace varias semanas atrás, el pastor Roberto nos habló de la situación que le tocó vivir a Job, pasando de abundancia a la más absoluta miseria económica y física. Su propia esposa se deprimió y le sugirió tirar la toalla. Pero él se mantuvo firme en su confianza y fidelidad a Dios.
            Luego le visitaron tres de sus amigos. Tenían muy buenas intenciones, pero el efecto no fue tan bueno como las intenciones. Ellos insistían una y otra vez que Job habría pecado, y que por culpa de eso él estaba sufriendo estas desgracias. Job les contestó que no, ellos insistían que sí, que no, que sí, que no… Finalmente, Job llegó a desafiar a Dios a que él lo juzgue públicamente. Por un lado, podría sonarnos a soberbia —y de hecho a los amigos de Job también les sonó así— pero por otro lado fue también expresión de su profundo dolor y la reacción a tantas acusaciones que sus amigos lanzaban contra él, encima de su sufrimiento por la pérdida de su familia. Con esa clase de amigos, ¿quién necesita de enemigos? Así habrá pensado Job.
            Y Dios le respondió y le mostró su grandeza como creador y sustentador del mundo, pero también su grandeza frente a Job. El hecho de que Job tenga que sufrir, no significaba necesariamente que Dios era injusto. Ante esta manifestación y revelación que Dios hizo de sí mismo, Job reconoció haber hablado sin conocimiento de causa. Ahí viene el texto que quiero analizar con ustedes hoy.

            F Job 42

            Como dije, la revelación de Dios hizo que Job lo viera a Dios en la dimensión correcta, y quién era él como ser humano frente a este Dios. Ahí Job se dio cuenta que él había hablado demasiado grande, como si supiera todas las cosas, cuando en realidad había sido un completo ignorante: “Reconozco que he dicho cosas que no alcanzo a comprender, cosas que son maravillosas y que en realidad no conozco” (Job 42.3 – TLA). Claro, eso no significó que sus respuestas anteriores a sus amigos hayan sido equivocadas, y que ellos sí habían tenido razón de que él ocultaba pecado en su vida. Simplemente él se había pasado en cuanto a sus consideraciones de sí mismo y también de Dios. Había hablado como si Dios estuviera en la obligación de rendirle cuentas de su proceder. Pero esta revelación de Dios le había abierto los ojos.
            La clave de esta experiencia está en el versículo 5: “Hasta ahora, solo de oídas te conocía, pero ahora te veo con mis propios ojos. Por eso me retracto arrepentido, sentado en el polvo y la ceniza” (vv. 5-6 – DHH). Dios había sido para Job un ser distante; su fe en Dios no había sido mucho más que nuestra fe en la existencia del Mariscal López. Creemos que él existió por los libros de historia, pero jamás hemos tenido nada que ver personalmente nosotros con él. Pero esta experiencia tan dura y profunda que tuvo que pasar lo había llevado a conocerlo personalmente y tener una relación íntima con él. Por eso él se arrepintió de haber manifestado su ignorancia a través de su modo de hablar.
            Esto me lleva a la primera lección de este análisis de la historia de Job: las experiencias duras de la vida nos abren los ojos al verdadero ser de Dios. Cuando estamos luchando duramente contra las aflicciones de la vida; cuando clamamos desesperadamente a Dios; cuando él es el único recurso que nos ha quedado; y cuando vemos su mano poderosa moviéndose en el asunto, quizás de otra manera que la deseada, pero dándonos paz aun en medio de las tinieblas, entonces empezamos a verlo a él de una manera que nunca antes lo habíamos visto. ¡Y esto enamora! Nuestro corazón es tocado por su presencia, por su ternura, por su amor, por su poder, y se abre a un encuentro personal e íntimo con él.
            Mira atrás a lo que ha sido tu vida este año. ¿Cuál o cuáles fueron las experiencias más duras o difíciles que te tocaron vivir este año? ¿Y cómo influyeron estas experiencias en tu relación con Dios? ¿Podrías coincidir con Job en su expresión en este versículo (“…ahora mis ojos te han visto…”)? Es por este efecto positivo que las aflicciones causan en nuestras vidas que un cristiano chino de nombre Watchman Nee escribió una vez que ante estas experiencias duras deberíamos exclamar: “¡Aleluya, ahí viene otro problema difícil más!” La verdad es, sin embargo, que ante los golpes bajos que nos asesta la vida lanzamos gritos, pero que no son precisamente de júbilo. Mi deseo es que al final del próximo año 2018 podamos decir todos: “Ya te conocía no solamente de oídas, pero ahora te conozco mucho más de cerca porque con mis propios ojos he visto tu gloria, por más que muchas veces nubarrones muy negros la querían ocultar.”
            Después de haber llegado hasta este punto con Job, les tocó el turno a sus tres amigos. En este versículo se le menciona solamente a Elifaz. Aparentemente ejercía cierto liderazgo dentro de su grupo de amigos. Dios le manifestó su profundo desagrado por la forma en que ellos habían hablado de Dios: “Estoy muy enojado contigo y con tus amigos porque, a diferencia de Job, ustedes tienen un concepto erróneo de mí” (v. 7 – RVC). A pesar de cierta ignorancia de Job acerca de Dios, él tenía una actitud de profunda reverencia hacia Dios. Esa actitud se manifestó precisamente en su arrepentimiento y el reconocimiento humilde de haber hablado inapropiadamente. Dentro de todo, él había tenido razón en su defensa contra las acusaciones de sus amigos: verdaderamente su sufrimiento no era consecuencia de algún pecado. Con la reprensión de Dios, ellos ahora también se dieron cuenta de que se habían equivocado respecto a Job, y que lo habían acusado injustamente. Hasta tal punto llegó el desagrado de Dios que él no quiso tratar directamente con ellos. Pero no es ese enojo infantil de algunos adultos que les dicen a sus hijos: “Decile a tu mamá tal y tal cosa…”, estando la mamá presente y pudiendo decírselo ellos personalmente. Pero como están peleados, hacen como si el cónyuge no existiese y le hablan únicamente por intermedio de los hijos. Dios no actuó aquí de esa manera inmadura, sino que fue un acto disciplinario para los tres amigos. Ellos se debían dar cuenta que su actitud había interrumpido su comunión con Dios. Se requería ahora de un inocente para que le pida a Dios perdonar su falta y quitar de en medio esa barrera entre ellos y Dios. Por eso debían mostrar su arrepentimiento ofreciendo sacrificios, y Job tenía que interceder ante Dios a favor de ellos. Es lo que Jesús también hizo: el inocente resolvió nuestra barrera de culpa que nos separaba de Dios.
            Job fácilmente podría haber tomado venganza ahora. Después de que ellos tanto lo habían machucado, acusándolo de ocultar pecados, él tenía que interceder otra vez por ellos. Hubiera sido una oportunidad magnífica de vengarse por haber hecho aumentar tanto su sufrimiento ya de por sí insoportable. Pero él no actuó de esa manera. Más bien él oró por ellos, pidiendo el perdón de Dios a su favor. Y Dios escuchó su oración, porque también los tres amigos manifestaron su humildad cumpliendo al pie de la letra lo que Dios estaba exigiendo de ellos.
            Veo aquí una segunda lección: las experiencias duras y sus injusticias tendrán que dar paso a la justicia de Dios. Tarde o temprano él evidenciará nuestra inocencia, si es que realmente la tenemos. Puede haber momentos, e incluso tiempos más prolongados, en que somos fuertemente atacados por los problemas. Satanás siempre querrá aprovecharse de las circunstancias para derrotarnos, para hacernos la vida imposible, para alejarnos del gozo del Señor. Dios siempre querrá aprovecharse de las circunstancias para fortalecernos, para hacernos aferrar más fuertemente de él, para pulirnos. Nosotros somos los que generalmente decidimos en manos de quién entregamos las circunstancias que nos tocan vivir, si en manos de Satanás para nuestra destrucción o en manos de Dios para nuestro crecimiento. Pero si buscamos al Señor, tarde o temprano él va a producir una victoria hermosa en nuestras vidas. Por eso dice el salmista: “No te alteres por causa de los malvados, ni sientas envidia de los que practican el mal” (Sal 37.1 – RVC). Tranquilo. No reacciones negativamente ante las circunstancias. Confía en Dios. Él está por encima de las circunstancias. Que esta situación no te robe el gozo. La falta de gozo y la desesperación no vienen de Dios, sino del enemigo que vino para “robar, matar y destruir” (Jn 10.10 – TLA). Si esperas en el Señor, él “hará brillar tu rectitud y tu justicia como brilla el sol de mediodía” (Sal 37.6 – DHH), como sigue diciendo el mismo Salmo. Si los vecinos quieren hablar mal de vos, es su problema. En algún momento Dios mostrará tu justicia frente a la injusticia de ellos, si es que él lo considera necesario. Por encima de los problemas y las dificultades, Dios sigue teniendo la última palabra, ¡y cuánto más cuando se trata de sus propios hijos!
            Una vez que Job haya intercedido por sus amigos y Dios haya respondido positivamente, ellos desaparecen del escenario. Con eso también empezó un nuevo capítulo en la vida de Job. Dice el versículo 11 que “todos sus hermanos y hermanas, y toda la gente que lo había conocido desde antes, lo visitaron y comieron con él en su casa. Todos ellos compartieron su dolor y lo consolaron por todo el mal que el Señor lo había dejado sufrir. Cada uno le llevó a Job una moneda de plata y un anillo de oro” (PDT). Y muchos de ustedes estarán pensando ahora: ‘Claro, si todos los hermanos y mis parientes y conocidos me visitaran, regalándome cada uno oro y plata, yo también sería grandemente consolado…’ Bueno, creo que el consuelo que recibió Job no pasó por las posesiones, sino más que nada por la pérdida de todos sus hijos que él había sufrido. Este versículo es una imagen de que este su sufrimiento esté terminando. No sabemos cuánto tiempo llevó Job sufriendo todas estas desgracias desde el día en que perdió todo lo que tenía hasta que ahora el Señor lo levante nuevamente. Los siguientes versículos también mencionan la bendición material y familiar abundante que recibió Job después de esto. Algunas versiones inclusive dicen que él tuvo 14 hijos y 3 hijas. Más allá de cifras exactas, toda la descripción es una ilustración de la sobreabundante bendición que Dios le hizo llegar. Bajo esa lluvia de bendiciones, Job vivió 140 años más después de haber sido levantado de su sufrimiento. No sabemos cuántos años tuvo en total, pero esta edad no era nada anormal en su tiempo.
            La tercera lección que saco de esto es que las experiencias duras de la vida son pruebas o situaciones momentáneas hasta que cumplan el propósito que Dios tiene con ellas. Entonces deben abrirle paso al consuelo y la bendición sobreabundante del Padre amoroso. Las dificultades que vives ahora, pasarán. En lugar de renegar contra ellas, pregúntale al Señor cuál es su propósito con ellas; cuál es la lección que él quiere que aprendas. Y si el Señor cree necesario prolongar esta situación por más tiempo, es para tu bien —aunque no sea para tu deleite momentáneo—. Él lo considera mejor así para ti. Pero en algún momento, la aflicción tiene que darle paso a la bendición de Dios. A veces parece que la aflicción dura toda la vida. Y aunque fuera así, es sólo la vida terrenal, que en algún momento tiene que darle paso a toda una eternidad de gozo y bendición sobreabundante que ni podemos imaginarnos. Así sucedió con Lázaro en una parábola que contó Jesús. Ahí Abraham le dijo al hombre rico que se encontraba en el infierno: “…durante tu vida te fue muy bien, mientras que a Lázaro le fue muy mal; pero ahora a él le toca recibir consuelo aquí…” (Lc 16.25 – NVI).
·         Las experiencias duras de la vida nos abren los ojos al verdadero ser de Dios.
·         Las experiencias duras de la vida y sus injusticias tendrán que dar paso a la justicia de Dios.
·         Las experiencias duras de la vida son pruebas o situaciones momentáneas hasta que cumplan el propósito que Dios tiene con ellas.
            ¿Cuáles han sido las experiencias duras que te tocó vivir en el transcurso de este año del cual nos quedan pocas horitas nada más? O quizás estés en medio de una de ellas. Aplica estas tres lecciones a tu experiencia. No sabemos qué nos traerá el 2018, pero podemos estar confiados de que el Señor estará con nosotros y él nos sostendrá. En cada dificultad que se te presenta, ten en cuenta estas lecciones:
·         Las experiencias duras de la vida nos abren los ojos al verdadero ser de Dios.
·         Las experiencias duras de la vida y sus injusticias tendrán que dar paso a la justicia de Dios.
·         Las experiencias duras de la vida son pruebas o situaciones momentáneas hasta que cumplan el propósito que Dios tiene con ellas.
            Así vas a poder llenarte de fe y confianza, y levantar tu mirada de las circunstancias para ver al Señor de las circunstancias. Y ellas tendrán que obedecer cualquier orden que el Señor les dará para tu bien.


martes, 5 de diciembre de 2017

Al revés










            Quiero empezar mostrándoles un video, que probablemente para muchos será conocido. Es una escena del programa de búsqueda de talentos. Imagínense que la artista represente a Dios, el dibujo que está realizando es tu vida. A veces creemos entender lo que él está haciendo, pero después quedamos totalmente desconcertados y no entendemos más ni jota. Nada de lo que hace el artista tiene sentido, no es lógico, es totalmente al revés. Sólo son manchas feas que hacen que la oscuridad alrededor sea más grande, más amenazante, más negra. Los demás se burlan y nos desaprueban. Llegan a creer y a decir que somos un error. Cuánto más tiempo pasa, peor es la situación. Pero Dios no terminó todavía. De golpe él da vuelta al cuadro de nuestra vida y sale a relucir algo tremendamente bello que él ha diseñado sin que sepamos qué es lo que él se traía bajo la manga. ¡Efectivamente, él lo hacía todo al revés!
            ¡Cuán desesperante pueden ser situaciones que se están desarrollando totalmente al revés de lo que uno quisiera! Y no es simplemente porque yo quiero que sean diferentes, sino que son situaciones verdaderamente graves que pueden alterar gravemente mi vida o la de otras personas. Parece que todos los demonios andan sueltos y que el mundo de las tinieblas se nos viene encima como tsunami, arrastrándonos a la destrucción total. Como iglesia hemos pasado momentos angustiosos cuando se enfermó gravemente la hermana de Rodrigo, cuando se accidentó Isael, cuando se tomó el colegio Ñandejara y muchas otras situaciones más que nos llevaría un buen rato enumerarlas todas. Y uno grita desesperado al Señor, deseando con todas las fuerzas que un rayo de luz caiga del cielo cambiando radicalmente la angustia que estamos viviendo. Deseando que él le dé vuelta al cuadro para que podamos ver lo que está haciendo. Pero El Artista no terminó todavía. Si da vuelta el cuadro antes de tiempo, se pierde el efecto, nosotros perdemos el interés y la dependencia, y el cuadro pierde su razón de ser. Pero la angustia que vivimos hace que perdamos la paciencia y apretamos el botón rojo de la desaprobación de lo que hace El Artista. Pero El Artista no terminó todavía. Esta situación ha sido tan solamente una parte de un cuadro mucho más grande. Cuando lleguemos a ver todo el cuadro, vamos a decir: “¡Qué hermoso detalle constituye en este cuadro aquel episodio que yo pensé que Dios se olvidó de darle vuelta al cuadro!” Y nos avergonzaremos profundamente haber apretado el botón rojo antes de tiempo, como sucedió en la continuación de este video.
            Para la reina Ester también todo estaba al revés. Ella vivió la angustia de su vida. Un decreto presidencial había ordenado la aniquilación de todo judío que había en el imperio. Ella no tenía posibilidades de comparecer ante el rey sin ser llamada, pero lo tuvo que hacer, poniendo en riesgo su propia vida. Aparte estaba la estrategia de qué manera ella presentaría su congoja ante el rey para que él la escuche. Eran situaciones verdaderamente terribles. Encima, Dios parecía estar tan oculto como lo es en todo el libro de Ester: no se le menciona ni una vez. Sólo se veían manchas feas que hacían que la oscuridad sea más aterradora todavía. Pero en realidad, Dios estaba pintando el cuadro al revés. Estaba tejiendo los hilos de la historia de tal manera que nadie notaba nada todavía al principio. Pero de repente dio vuelta la pintura, y se notó que él tuvo todo bajo control y sabía perfectamente qué era lo que estaba haciendo, ¡había sido!
            Ya habíamos visto que el rey le extendió su gracia a Ester, cuando en realidad el protocolo de la época la condenaba a muerte. Pero en ese momento, ella no presentó todavía su petición al rey, sino simplemente lo invitó a él y a Amán a un banquete en su casa. Incluso ni en ese banquete todavía no dijo lo que pesaba sobre su corazón, sino invitó a ambos a otro segundo banquete el día siguiente. No sabemos por qué ella procedió de esa manera, pero Dios usó estas circunstancias para hacer trazo tras trazo, dibujando un cuadro precioso que finalmente daría a conocer. Y fue ahí cuando los sucesos dramáticos finales de la historia de Ester empezaron a tomar su rumbo. Resulta que Amán, el que tanto odió a los judíos, volvió contento del banquete, porque haber sido el único invitado aparte del rey era una honra que nadie más tenía. Pero, esa su alegría tuvo un final muy violento cuando, de regreso a su casa, vio a Mardoqueo que ni siquiera se movió cuando pasó Amán, el cuate íntimo del rey, el único invitado especial de la reina. Mardoqueo lo ignoró totalmente. Eso hizo subir tanto la furia de Amán, que reunió a su esposa y amigos para contarles del comportamiento de ese desgraciado de Mardoqueo. “Entonces su esposa Zeres y todos sus amigos le aconsejaron: —Manda construir una horca de unos veintidós metros de altura. Luego, mañana por la mañana, le dirás al rey que haga colgar a Mardoqueo en esa horca. Así podrás disfrutar del banquete, en compañía del rey. Este consejo le agradó a Amán, y mandó a construir la horca” (Est 5.14 – TLA). Las fuerzas de las tinieblas arrasan sin freno. ¿Y Dios? Bien, gracias. Sigue dibujando manchas feas que destruyen el cuadro. Parece que los poderes infernales lograron atarle las manos para que no pueda hacer absolutamente nada. Pero él esperó no más el momento en que el conjuro diabólico contra su pueblo llegue a un clímax, para luego destruirlo de un golpe y dar vuelta el cuadro al revés. Silenciosamente, sin llamar la atención alguna, sin que nadie se dé cuenta de lo que ocurrió, de modo que pareciera coincidencia, suerte, casualidad, “cosas de la vida”, o cualquier otro nombre que la gente pueda darle, Dios empezó a mover una pieza, luego otra y otra, hasta que de repente se arme el rompecabezas completo, ya terminado, sin que nadie se diera cuenta de lo que estaba cocinándose. “Aquella misma noche se le fue el sueño al rey, y pidió que le llevaran el libro de las memorias y crónicas, y que se las leyeran” (6.1 – RVC). ¿Por qué se le fue el sueño? ¿Por qué no ocurrió ni una noche antes ni una noche después? ¿Por qué quiso leer esas memorias? Quizás porque eran tan aburridas que le dé sueño otra vez. Todo podría haber ocurrido de mil maneras diferentes a como ocurrieron ahora. Estas fueron las primeras movidas del Señor para presentar luego un hermoso cuadro. Fíjense como continúan las “casualidades” y “cosas del azar de la vida”: “Se encontró entonces escrito que Mardoqueo había denunciado el complot de Bigtán y de Teres, dos de los eunucos del rey y guardianes de la puerta, que habían hecho planes contra el rey Asuero” (6.2 – RVC). Seguro que en estas memorias estaban escritas muchísimas cosas. ¿Por qué leyeron precisamente lo que hizo Mardoqueo? Nada, absolutamente nada, de lo que ocurrió en la historia de Ester —¡y de lo que ocurre en tu vida!— es casualidad. “Pero no entiendo nada.” Ah, esa es otra cosa. ¿Quién te dijo que debías entender cada movida que Dios hace en tu vida? Él es Dios. Él sabe lo que hace. Espera a que él dé vuelta a tu cuadro. Yo me imagino a Dios riéndose para sus adentros por ese gozo anticipado, sabiendo qué iba a resultar finalmente de todo; qué caos iba a ocasionar en el reino de las tinieblas. ¿Podemos ver ya lo que empieza a ocurrir? Amán, y todos los poderes ocultos, trataban de destruir pieza por pieza a los judíos, pueblo de Dios, empezando por Mardoqueo y Ester. Pero Dios hizo que en precisamente el instante en que bajaron ya la mano para el primer golpe, su mano se estrellara con fuerza contra el brazo que Dios puso alrededor de su pueblo. Fue en ese momento que Mardoqueo entró en el centro de atención del rey. Se le leyó al rey el registro de cómo ese judío le había salvado la vida en una oportunidad. “Y preguntó el rey: «¿Qué honra o qué distinción se le hizo a Mardoqueo por este servicio?» Y los servidores del rey, sus oficiales, respondieron: «No se le ha hecho ninguna distinción.» En eso dijo el rey: «¿Quién anda en el patio?» Amán había venido al patio exterior de la casa real, pues quería hablar con el rey para pedirle que mandara colgar a Mardoqueo en la horca que ya le tenía preparada” (6.3-4 – RVC). Ya la mente del rey y la de Amán estaban tomando rumbos totalmente diferentes: uno pensaba en distinguir a Mardoqueo, el otro en colgarlo. Si el rey no hubiera tenido su insomnio, Mardoqueo ya estaría flotando entre cielo y tierra a más de 20 metros del suelo.
            Pero a esta altura nadie todavía se dio cuenta de la movida de Dios en el asunto. El rey hizo entrar a Amán y le preguntó: «¿Qué debe hacerse con el hombre a quien el rey desea honrar?» Y Amán pensó: «¿A quién más puede el rey querer honrar, sino a mí?» (6.6 – RVC). En el mundo de Amán no cabía otro que él mismo. Y motivado por su sed de grandeza y, a la vez, su ceguera, ingenió un plan de los más majestuosos de cómo el rey podría honrar a una persona a la vista de todo el pueblo: tratarlo como si fuera el rey mismo, hacerle pasear por las calles, gritando: “Así se hace al hombre a quien el rey quiere honrar” (6.9 – NBLH). Y ahí viene el primer golpe durísimo para Amán: “Pues date prisa, toma la túnica y el caballo, tal como has dicho, y haz eso mismo con el judío Mardoqueo, que está sentado a la puerta del palacio. No dejes de cumplir ningún detalle de los que has dicho” (6.10 – DHH). Peor humillación no podría haber para Amán: 1.) No era él el honrado, había sido; 2.) el honrado sería su archienemigo, el más odiado entre todos los seres humanos; 3.) él mismo tendría que realizar esta acción. Con esto se inició su caída libre al vacío que terminó con su estrellamiento contra el piso que significó literalmente su muerte.
            Pero a Amán no le quedó otra que llevar a cabo la orden del rey, sin titubear ni objetar. Esta acción tuvo efectos muy diferentes sobre Mardoqueo y sobre Amán. Mientras a Mardoqueo parece que no le tocó las emociones ni en lo más mínimo, Amán se quería morir: “Después de eso, Mardoqueo regresó a la puerta del palacio del rey [como si nada hubiera pasado], mientras que Amán corrió a su casa con la cabeza cubierta, todo avergonzado” (6.12 – PDT). Y su familia y amigos proclamaron una profecía sobre él que se cumplió pocas horas después: “Si Mardoqueo es judío, no pienses que lo podrás vencer. Al contrario, esto es apenas el comienzo de tu derrota total. Mientras estaban hablando, llegaron los guardias del rey y se llevaron a Amán al banquete que Ester había preparado” (6.13-14 – TLA).
            En esa oportunidad llegó el momento en que Ester tenía que revelar cuál era el quebranto que la empujaba a ir incluso en contra del protocolo tan estricto de los persas: “Si me he ganado el favor de Su Majestad, y si le parece bien, mi deseo es que me conceda la vida. Mi petición es que se compadezca de mi pueblo. Porque a mí y a mi pueblo se nos ha vendido para exterminio, muerte y aniquilación. Si sólo se nos hubiera vendido como esclavos, yo me habría quedado callada, pues tal angustia no sería motivo suficiente para inquietar a Su Majestad. El rey le preguntó: ¿Y quién es ése que se ha atrevido a concebir semejante barbaridad? ¿Dónde está? ¡El adversario y enemigo es este miserable de Amán! respondió Ester. Amán quedó aterrorizado ante el rey y la reina” (7.3-6 – NVI). ¡Bueno, ya salió lo que le apretaba el pecho! Se ve que el rey no se había enterado de lo que se estaba tramando, ni quién tenía ahí sus manos en juego. Y al parecer, ni Amán se dio cuenta al inicio de cuál era el objetivo de Ester con sus declaraciones. Por eso, cuando ella lo denunció ante el rey, le agarró el pánico. Se dio cuenta que su caída libre estaba llegando peligrosamente cerca al fondo rocoso sobre el cual se estrellaría irremediablemente si no ocurría algún milagro: “Asuero se levantó lleno de ira y, abandonando la sala donde estaban celebrando el banquete, salió al jardín del palacio. Pero Amán, al darse cuenta de que el rey había decidido condenarlo a muerte, se quedó en la sala para rogar a la reina Ester que le salvara la vida” (7.7 – DHH). Del hombre de confianza que parecía tener todo el poder a su favor, Amán pasó a ser un condenado a muerte en cuestión de pocas horas. El rey ordenó colgarlo de la horca que él mismo había construido con el fin de colgar en ella a Mardoqueo. Nunca habrá sospechado que él mismo sería el que inauguraría su obra de arte.
            Cuando Dios interviene a favor de su pueblo, nada ni nadie puede hacerle frente. No importa cuán imposibles te parezcan las circunstancias, Dios hace lo que ningún ser humano puede hacer, si eso corresponde a su plan para sus hijos. Mardoqueo, que en los planes de los poderes de las tinieblas estaba destinado a la muerte, fue elevado al funcionario de honor y mano derecha de Asuero, puesto que hasta entonces había ocupado Amán. Como no se pudo anular una ley ya decretada, se les permitió a los judíos protegerse ese día y contraatacar a sus enemigos. Todo esto llevó a una fiesta que los judíos han celebrado por siglos en conmemoración de tan grande suceso de manos de Dios.
            ¿Cuál es el cuadro que Dios está pintando al revés en tu vida? ¿Tienes ahora situaciones imposibles? ¿Situaciones en que todos los cálculos no cierran? ¿Situaciones que te tienen desesperados? ¿Suceden las cosas al revés en tu vida? ¡Entonces gózate, porque El Artista está muy concentrado en pintar tu vida de manera increíble! Entrega estas situaciones al revés al Señor. Él es tu poderoso gigante, tu guerrero, que va delante de ti abriendo camino y peleando la batalla por ti. Dios dijo a Josafat: “En este caso, ustedes no tienen por qué pelear. Simplemente quédense quietos, y contemplen cómo el Señor los va a salvar” (2 Cr 20.17 – RVC). El Señor peleará por ti y te dará el resultado que él desea para ti. Quizás no será el resultado que tanto habías deseado, pero será su paz sobrenatural en ti y que te capacita para aceptar cualquier otro resultado que pueda venir. No te impacientes. No le aprietes el botón rojo. Más bien llénate de expectativa gozosa por ver qué resultará de todas esas manchas en tu vida. ¡Y cuando él dé vuelta al cuadro al revés, será incomparablemente más sublime y hermoso de lo que jamás te hayas podido imaginar!