lunes, 26 de febrero de 2018

Salud espiritual (Rick Warren)








            El domingo pasado, Rogelio dio fin a nuestra caminata de casi dos años a través de las historias del Antiguo Testamento. Estoy seguro de las grandes bendiciones y enseñanzas que hemos recibido de esta serie. Pronto estaremos empezando a estudiar el Sermón del Monte, un compendio de principios espirituales para la vida diaria del hijo de Dios. Pero ahora quiero intentar algo muy diferente: valernos del material de otros. Hemos recibido una recomendación de la iglesia Adonai de Filadelfia de una serie llamada: “50 días de transformación” de Rick Warren, conocido por su libro “Vida con propósito”. De esta campaña extraeremos sólo las prédicas sobre las 7 áreas básicas de nuestra vida: salud espiritual, salud física, salud mental, salud emocional, salud financiera, salud relacional, salud vocacional. ¿Quién quiero ser en cada uno de estas áreas? Así que, lo que predicaremos en los siguientes domingos será el extracto y adaptación de las prédicas de Rick Warren en su iglesia en California, Estados Unidos.
            El versículo central de este programa de 50 días de transformación es Romanos 12.2: “No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto” (DHH). Es decir, puedes adaptarte al estándar del mundo (que no es muy alto) o puedes ser transformado por el poder de Dios. ¿Y cómo se produce esta transformación? Por la renovación de tu mente. La forma en que piensas determina la forma en que te sientes; y la forma como te sientes determina la forma en que actúas. Si pienso que soy un desgraciado, me voy a sentir desgraciado y voy a comportarme como un desgraciado. O mirando desde atrás: si actúas preocupado, ansioso, estresado, enojado, es porque te sientes preocupado, ansioso, estresado o pichado. Y si te sientes así, es porque tienes pensamientos de preocupación, de ansiedad, de estrés o de rabia. Si quieres cambiar la forma como te sientes y cómo actúas, debes cambiar tus pensamientos. Tu batalla está en la mente. Es lo que claramente dice este versículo de Romanos: “…cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir…”
            Al empezar la prédica sobre la salud espiritual, quiero hacer la siguiente declaración: Mientras más lejos estés de Dios, más problemas tendrás en la vida. Es decir, problemas tenemos siempre. A veces cuanto más cerca estamos de Dios, más problemas tenemos porque Satanás procura todo lo diabólicamente posible para desanimarnos y alejarnos otra vez de nuestra intimidad con Dios. Lo que quiero decir es cuanto más lejos estás de Dios, más deformada estará tu vida y no será lo que Dios quiere. Más lejos estarás del ideal de Dios para tu vida. ¿Es eso lo que deseas? En cambio, la vida de cualquiera que se acerca a Dios será transformada.
            ¿Cómo uno puede acercarse a Dios? Hay una historia en la Biblia que nos enseña esto. Es la historia del hijo pródigo y del padre amoroso.

            F Lucas 15.11-24

            En esta historia encontramos las cuatro cosas por hacer cuando estamos perdidos, cuando estamos lejos de Dios. Porque nada cambiará hasta que no hemos resuelto este punto. Si en el pasado le sentiste cerca a Dios, experimentaste su amor y su amistad y tenías una relación cercana con él, pero ahora ya no, ¿cómo puedes volver a tu primer amor? Debes hacer estas cuatro cosas que hizo el joven del texto bíblico.

            1.) Llegar al punto de estar cansado de tu vida. No en el sentido de querer acabar con su vida (esa es la manera de Satanás de “resolver” nuestro camino equivocado), sino de estar harto de tu estilo de vida como desgraciado. Todo cambio empieza por estar tan insatisfecho con su estado actual que uno decide hacer algo al respecto. El joven se había dirigido a su padre en una forma tremendamente egoísta. Todo giraba alrededor de él: “Quiero mi herencia, antes de tiempo. Tú no has muerto todavía, pero igual la quiero ahora.” Y su padre le dio la mitad de todo lo que él había juntado durante toda su vida. Y el muchacho se fue lo más lejos posible de su padre, yéndose a un país lejano. Y ahí gastó todo su dinero en mujeres, tragos y canciones. Y con el tiempo, por la vida desenfrenada que llevaba, tocó fondo y se quedó sin dinero. Y por quedarse sin dinero, se quedó sin amigos. Y luego, la nación fue golpeada por una tremenda crisis económica, y hubo una hambruna terrible. Él andaba por la calle como vagabundo, mendigando comida, pero nadie le dio nada, porque la gente tampoco no tenía. Buscaba trabajo, pero no había caso. Finalmente encontró a un granjero fuera de la ciudad que lo contrató para el peor de todos los empleos: alimentar cerdos. Para un judío, que tenía prohibido tocar siquiera a los chanchos, este fue el empleo más humillante que pueda haber. Más bajo no podía caer. Y de tanta hambre que tenía, pensó: ‘Esa comida de los cerdos está buena…’ Fue ahí en el fondo que llegó su hora de cambio. La Biblia dice que él “volvió en sí”, “recapacitó” (v. 17) y se dio cuenta que no tenía sentido lo que estaba haciendo: “Estoy muriéndome de hambre aquí en un país lejano, mientras que los empleados menos pagados de mi padre tienen comida de sobra. Voy a regresar a casa. Pero como ya no merezco seguir en la familia, le diré a mi padre que me haga uno de sus sirvientes: ‘Sólo contrátame como uno de tus sirvientes más bajos, con tal de poder tener para comer.’”
            Así que, ¿qué debes hacer para poder cambiar? Debes estar cansado de la vida que llevas. Nada va a cambiar en tu vida hasta que no digas: “¡Estoy harto de todo esto! Estoy cansado del estrés en mi vida, del ritmo de mi vida. Estoy cansado de vivir en soledad. Estoy cansado de golpearme constantemente contra la pared y tener un fracaso tras otro en las relaciones. Estoy harto de arrastrarme por el barro, yendo de mal en peor. Tiene que haber algo mejor en la vida que esto.” Tienes que llegar hasta este punto. Mientras que sepas que lo que estás viviendo no es lo correcto, pero en el fondo estás acariciando tu pecado, olvidate de ser transformado. Nada cambiará mientras que no estés desesperado; mientras que no digas: “¡Basta ya de esta situación! Voy a regresar a mi Padre. Voy a reconectarme con él. He hecho mal las cosas, haciéndolas a mi manera en contra de la voluntad de mi Padre Dios. ¡Y no funciona! Ahora me encuentro aquí alimentando cerdos, pensando que es algo bueno. ¡Pero ya no más! Me voy a casa.” ¿Y qué responde Dios a este grito desesperado? Fíjense lo que dice Jeremías 29.13: “Me buscarán y me encontrarán cuando me busquen de todo corazón” (PDT). ¡Qué grande la misericordia de Dios!

            2. Admite tu pecado. Significa tomar responsabilidad por tus pecados. Llamar las cosas por su nombre: “he pecado”. El joven descarriado dijo allá en el fondo de su perdición: “¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen pan en abundancia, y yo aquí me estoy muriendo de hambre! Pero voy a levantarme, e iré con mi padre, y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y no soy digno ya de ser llamado tu hijo; ¡hazme como a uno de tus jornaleros” (Lc 15.17-18 – RVC)!
            Vivir tu vida alejado y desconectado de Dios es algo tonto, inconcebible. No tiene sentido. El joven se dio cuenta que estaba lejos de su padre, tratando de vivir la vida a su manera, pero no funcionaba. ¿Cómo funciona para ti el estar lejos de Dios? El joven cayó en cuentas de lo que estaba haciendo y lo llamó por su nombre: “He pecado contra Dios y contra ti”.
            Ahora, si antes estabas cerca de Dios y ahora estás lejos de él, adivina quién se movió. Dios no se mueve nunca, porque ya llena todo el universo. El que se movió fuiste tú. Tú te alejaste de Dios: “Voy hacer las cosas a mi manera, tomar mis propias decisiones y voy a olvidarme de Dios.” Eso se llama “pecado”. Dios no se movió, siempre siguió en el mismo lugar. Él nunca dejó de amarte. Él envió a su hijo Jesús para morir en tu lugar en pago por tus pecados. Estás tan cerca o lejos de Dios como tú decides estarlo. Y lo voy a repetir: Estás tan cerca o tan lejos de Dios como tú decides estarlo. No puedes culpar a nadie más de tu situación. No puedes decir: “Si tan sólo mi esposo fuera más consagrado…” “Si tan sólo mi novia se emocionara más por Dios…” “Si tan sólo tuviera un jefe cristiano…” No, no, no. Estás tan cerca de Dios como decides estarlo.
            Cuando estás cansado de tu vida miserable, cuando te asinceres con Dios y admitas tu pecado, puedes orar juntamente con David: “Ten compasión de mí, Dios mío, conforme a tu fiel amor; conforme a tu gran misericordia, borra mis rebeliones. Lava todas mis culpas y límpiame de mi pecado. Reconozco que he sido rebelde, siempre tengo presente mi pecado. Pequé contra ti y sólo contra ti, delante de ti hice lo que es malo; por eso tu sentencia es justa, y tu juicio es irreprochable” (Sal 51.1-4 – PDT). David no le puso un nombre bonito a su adulterio y asesinato, no trató de excusarlo o explicarlo, no trató de ocultarlo. Lo llamó por su nombre: pecado.
            ¿Y qué hace Dios cuando admitimos nuestro pecado? Veamos lo que Dios dijo a través del profeta Isaías: “El Señor dice: vamos a discutir este asunto. Aunque sus pecados sean como el rojo más vivo, yo los dejaré blancos como la nieve; aunque sean como tela teñida de púrpura, yo los dejaré blancos como la lana” (Is 1.18 – DHH). Este es el versículo quitamanchas de la Biblia. Dios puede limpiar tu historial y quitar por completo todas estas manchas de las que tanto te avergüenzas.

            3.) Ríndete y ofrece tu cuerpo. Fíjense este cambio de actitud en la vida de este joven. Al principio él dijo: “Quiero que me des… dame, dame, dame… mi herencia, mi dinero.” Pero ahora que regresa a la casa de su padre, le dice: “Déjame ser tu sirviente.” Él cambió de “quiero que me des…” a: “déjame ser”. Nada será transformado en tu vida mientras que no pases de una vida egocentrista a una vida consagrada a Dios: “déjame ser la persona que tú deseas que sea yo.” La mayor transformación ocurre cuando cambiamos del egocentrismo, de estar centrados en nosotros mismos, a una vida centrada en Dios. ¿Ha pasado esto en tu vida? La transformación no es algo automático ni instantáneo. Ocurre a lo largo de tu vida.
            La palabra en griego para transformación viene de “metamorfosis”. La metamorfosis es el cambio radical de una oruga en una mariposa. El resultado es algo totalmente diferente de lo que era antes. Tú fuiste hecho para ser una mariposa. Fuiste hecho para algo hermoso. Fuiste hecho para ser transformado. Fuiste hecho para ser libre. No pases toda tu vida como una oruga. Quizás ahora no puedas entender la transformación que Dios quiere hacer en tu vida, así como una oruga no puede entender cómo sería ser una mariposa. Pero la verdad es que él tiene un plan maravilloso para ti que no tiene el más mínimo parecido a lo que estás viviendo ahora. Pero nada ocurrirá hasta que ofrezcas tu vida a Dios.
            ¿Y cuál fue la reacción del padre a la humillación de su hijo? ¿Acaso lo regañó por lo que había hecho? ¿Acaso lo cargó más de lo que ya estaba? ¡No! Más bien empezó a celebrar. Aún cuando el hijo estaba lejos, el padre corrió hacia él para envolverlo en su ternura y misericordia. Dios no espera a que recorras todo el camino que te habías alejado de él. Sólo debes dar media vuelta y decirle: “Estoy arrepentido, estoy volviendo.” Él corre para encontrarte. Él siempre toma la iniciativa por su amor. Antes que supieras que necesitas de un salvador, Dios ya te proveyó uno. Dios te envolvió en sus brazos y dijo: “Todo está perdonado. Traigan todo lo mejor. La mejor ropa, no cualquier trapo, sino lo mejor que hay en la casa. Traigan las mejores costillas para un asado de aquellos. Hoy vamos a hacer una fiesta enorme, porque mi hijo está en casa. Ah, y traigan mi anillo y dénselo.” El anillo era el sello que pagaba todas las cuentas. Era como darle al hijo una chequera con fondos ilimitados – y esto después de haber despilfarrado la mitad de lo que el padre había ahorrado durante su vida. ¡Qué misericordia! ¡Qué confianza!
            Dios tiene un mejor plan para tu vida de lo que jamás hubieras imaginado. Muchos creen que no necesitan a Dios porque dicen que ya están viviendo la buena vida. El problema es que esa “buena” vida no es lo suficientemente buena. Lo bueno es el peor enemigo de lo mejor. Fuiste hecho para algo más que la vida buena: fuiste hecho para la mejor vida. No digas nunca en cuanto a tu relación con Dios: “Ya da ya…”, adecuándote a los criterios de este mundo. Si hubiera una mejor vida de la que tienes ahora, ¿acaso no quisieras conocerla? Si hubiera una vida mejor que la “buena” vida, ¿acaso no quisieras vivirla? ¡Claro que sí! ¿Cómo la puedes obtener? Volviendo al Padre. Y cuando Dios te inunda con su misericordia, sólo puedes hacer una cosa, que es el cuarto paso:

            4.) Eleva una alabanza. El hijo, al volver a casa, no encontró condenación, sino encontró celebración. Después de todo tu orgullo, tu arrogancia, tus malas decisiones, Dios no te da una paliza, sino muestras de amor puro y perfecto. Ahí todo lo que puedes hacer es elevar una alabanza. Investigadores suecos han descubierto que el hábito de cantar en grupo es increíblemente poderoso para la buena salud. Cantar con otros, como lo hacemos en la iglesia, combate el estrés y crea emociones positivas. También han descubierto que personas que cantan y adoran cada semana viven más tiempo que las demás personas. Así que, quiero que vivas más. ¡Alaba al Señor cada domingo en la comunión de los santos!

            ¿Dónde estás en cuanto a tu relación con Dios? Recuerda: tú estás tan cerca o tan lejos como tú decides estarlo. Si estás lejos de Dios, no es culpa de fulano ni mengano ni de las circunstancias adversas. Es tú decisión. Y si estás cerca de Dios, no es gracias a fulano o mengano o gracias a las circunstancias. Es tu decisión. Así que, en este momento tú necesitas decidir qué vas a hacer con Jesús. ¿Dejarás que él te reciba en sus brazos de amor, perdonando todas tus metidas de pata? ¿O seguirás con tu orgullo y arrogancia, creyendo que puedes solo? Tú decides. Si tienes que admitir que te has alejado de Dios, si estás harto de la vida espiritual miserable que llevas, si tomas hoy la decisión de regresar a la comunión con él, admitiendo tu pecado y rindiendo tu vida a Dios, entonces ven aquí al frente a demostrar públicamente tu decisión de caminar con el Señor. Él no sólo te está esperando, sino que él corre hacia ti para darte un abrazo de oso, un beso y susurrarte al oído: “Está todo bien. Toda tu culpa y rebelión quedó cubierta. Bienvenido a casa, hijo/a amado/a.”