viernes, 17 de mayo de 2024

El mensaje a la iglesia de Laodicea

 





                   No sé si a mí no más me pasa esto, pero ha pasado (de hecho, ya varias veces) que afirmo algo con absoluta certeza, solo para darme cuenta más tarde que estuve equivocado; que lo que yo había afirmado tan vehemente no era así. ¡Trágame, tierra! Ese “despertar” no es nada agradable, pero peor sería no darse cuenta de que uno estuvo mal.

                   Esa fue la desgracia de la iglesia de Laodicea: creyó todo lo contrario a la realidad, pero sin darse cuenta de su error. Veamos lo que Cristo tiene para decirle…

 

                   F Ap 3.14-22

 

                   Los comentaristas describen a la ciudad de Laodicea de la siguiente manera: “Laodicea era la ciudad más opulenta de las siete que había en Asia. Se le conocía por su banca industrial, la manufactura de lana y la escuela de medicina que producía un medicamento para los ojos. Pero la ciudad siempre tuvo un problema con el suministro de agua. En cierta oportunidad se construyó un acueducto para transportar agua a la ciudad desde manantiales de agua caliente. Pero cuando el agua llegaba a la ciudad, no estaba ni caliente ni fría, solo tibia. La iglesia había llegado a ser tan insípida como el agua tibia que llegaba a la ciudad” (DV). Ya estamos notando que esta descripción de la ciudad se traspasaba también a la iglesia del lugar.

                   Pero antes de considerar lo que Cristo tiene que decirle, veamos cómo él se presenta a esta iglesia. Él empieza diciendo: “Así dice el Amén, el testigo fiel y verdadero…” (v. 14 – RVC). Esta presentación como el Amén no es algo típico para Jesús como un nombre propio. Sin embargo, Jesús ha usado este término muchas veces en sus enseñanzas. Cada vez que él decía: “De cierto, de cierto os digo…”, o: “En verdad, en verdad les digo…”, en griego él usaba esa palabra “Amén”. En griego, diría así: “Amén, amén les digo…” Es una fórmula para afirmar con absoluta seguridad que lo que va a decir a continuación, verdaderamente es así. Y el hecho que Jesús usa esta fórmula dos veces seguido significa que lo que va a decir es verdad, verdad. Así que, si él dice aquí que es el Amén, no es otra cosa que decir que es el testigo verdadero, el que da informes y declaraciones certeras. Esto es importante especialmente en relación al mensaje que él tiene para la iglesia de Laodicea. Es la única de las 7 iglesias que no recibe ningún elogio sino solo reprensión. Era una iglesia que se había creado con el tiempo su propia verdad; o… mejor dicho al revés, vivía su propia mentira, creyendo que era verdad. Necesitaba de la evaluación de alguien que es el Amén; que es la verdad; cuyo diagnóstico es absolutamente certero, sin margen de error. Ya lo habíamos visto el domingo pasado que Jesús se presentó como el verdadero. Ahora vuelve a decir lo mismo, pero, en otros términos.

                   Después, Jesús se presenta como “el principio de la creación de Dios” (v. 14 – RVC), “que dio inicio a todo lo que Dios creó” (PDT). ¿No les suena esto sospechosamente a lo que el mismo autor del Apocalipsis escribe en otro de sus libros? Juan, en el prólogo a su Evangelio, revela la eternidad de Jesús. Al principio no lo nombra directamente, sino habla de la Palabra o del Verbo. Y escribe: “Dios creó todas las cosas por medio de él [el que es el Verbo], y nada fue creado sin él” (Jn 1.3 – NTV). Lo que Juan describió en su Evangelio, Cristo dice ahora también en su carta a Laodicea. Por eso, una versión traduce su presentación a esa iglesia: “Por medio de mí, Dios creó todas las cosas” (v. 14 – TLA).

                   Si él creó todo, él tiene el control de todo. En consecuencia, él está al tanto de cada detalle. Eso es lo que él revela también a esta iglesia. Jesús conoce todo lo que esta iglesia hace y lo que es. Y lo que ve en ella no es muy alentador. Él la califica como “ni frío ni caliente” (v. 15 – NVI). En Bolivia se diría: “ni chicha ni limonada”, o sea, algo, que no tiene características claras. Es algo aguachento que no sabe ni a esto ni a otro. Podemos entender esta calificación de Jesús de dos maneras: por un lado, indicando dos opuestos. Así, “caliente” se referiría a ardiendo en pasión por el Señor y “frío” como total indiferencia o rebeldía contra Dios. En tal sentido, al decir Jesús que él desea que sea o frío o caliente sería como diciendo: “Definite. ¿Quieres estar conmigo o no? Porque con un pie en la iglesia y un pie en el mundo no vas a llegar a ningún lado. No puedes estar bien tanto con Dios como también con el diablo.”

                   La otra forma de entenderlo es que, tanto frío como caliente, son posiciones deseables. O sea, que ambos términos se refieren a algo positivo. Podríamos describirlo como o tereré helado o mate bien caliente. Ambas cosas, en el ambiente apropiado, es algo muy deseable y positivo. Pero si el mate es tibio, no es atractivo en absoluto. O un tereré con agua natural en un día de mucho calor. Tiene que ser bien marcado, claro al primer sorbo qué es, si es mate o si es tereré. Pero algo en el medio no es agradable. Como cristiano es marcar una postura bien clara. Podemos tener características diferentes, pero bien claros en cuanto a nuestra devoción y obediencia a Cristo. Pero lo tibio, lo indiferente hacia Dios, eso no es atractivo ni para el prójimo ni mucho menos para Dios. Jesús dice que lo vomitará de tanto desagrado que le produce un “cristiano” tibio.

                   Un primo mío, hace muchos años atrás dio testimonio en nuestra iglesia de un campamento de jóvenes del que él había participado. Era un evento internacional de casi una semana entera. El orador venía de otro país. Todos los días se presentó ante los jóvenes, luciendo una tremenda barba. Pero el último día, al subir al escenario, todos los jóvenes se quedaron boquiabiertos. El orador se había afeitado la mitad de su barba. De la mitad para un lado, una vegetación exuberante en su cara, hacia el otro lado la piel pelada. A primera vista estaba marcadamente claro el mensaje: una cosa hecha a medias no sirve de nada. Mejor hubiera sido no hacer nada. Y lo que este orador dijo, me quedó grabado hasta ahora, incluso al solo escuchar posteriormente el testimonio: “Ni mil medio cristianos hacen a un cristiano verdadero.” Quizás a algunos les suena la palabra “Terminator”, el hombre-máquina, proveniente de una serie de películas con Arnold Schwarzenegger. Bueno, escuché una vez el término “cristianator”: mitad cristiano, mitad carnal. “Ojalá fueras frío o caliente” (v. 15 – DHH)!

                   ¿Cómo es un cristiano tibio? El mejor término para describirlo es “indiferente”. Le da igual asistir a la iglesia o no; le da igual hacer su devocional diaria o no; le da igual entablar amistades profundas con el mundo o no; le da igual probar las “ofertas” del mundo y el pecado o no; la santidad perdió su valor y el pecado ganó interés. Si lo conoces por primera vez y quisieras saber si es cristiano o no, llegas a la conclusión: “No lo sé.” No hay señales claras. No es ni chicha ni limonada. No se define. Bueno, déjame decirte que, si no se define, es porque ya se definió. El mundo ganó ya tanto terreno que ya destronó a Cristo. La sal dejó de ser salado, la luz se puso debajo de un recipiente. ¡Qué descripción más deprimente! Imagínense lo que este cuadro provocará en el Dios tres veces santo: “…te vomitaré de mi boca” (v. 16 – DHH). ¿Es un caso perdido? ¡No, en absoluto! Siempre hay posibilidad de arrepentimiento, como veremos también en este caso, pero es un caso en grave peligro y sin victoria.

                   Un pastor fue una vez a visitar a un joven de su iglesia que estaba haciendo el servicio militar. Estaban sentados ahí conversando, con los otros compañeros soldados pasando por ahí cerca. Cuando en la conversación el pastor empezó a hablar de la Biblia y de Dios, el joven le susurró: “Pastor, por favor baja la voz. Aquí nadie sabe todavía que soy creyente.” Este es un creyente tibio.

                   Uno de los problemas mayores de un tibio es que no se da cuenta de su verdadero estado. Cree estar bien. Quizás en el fondo sabe que no es así, pero no le importa. Lo desplaza de su mente para no pensar en eso. Hace callar su conciencia para que no le recuerde de su verdadero estado. Por eso dice Cristo: “Tú dices: ‘Soy rico, tengo lo que deseo, ¡no necesito nada!’ ¡Y no te das cuenta de que eres un infeliz, un miserable, pobre, ciego y desnudo” (v. 17 – NBD)! La ciudad Laodicea era una de las más ricas de la zona. Esto se había traducido también a la iglesia. Esto llegó a apañar la dependencia de Dios, y la iglesia empezó a sentirse autosuficiente. Ya no le necesitaba a Dios porque todo lo resolvía con sus recursos. Pero el diagnóstico de Cristo distaba lejos de lo que esta iglesia creía. La llama infeliz, miserable, pobre, ciego y desnudo. ¡Vaya, qué crudo despertar para la iglesia! Algo parecido fue la iglesia de Sardis que tenía fama de estar viva, pero estaba muerta a los ojos de Cristo (Ap 3.1). Todo lo opuesto era la iglesia de Esmirna que se creía pobre, pero Jesús le dice que en realidad es rica (Ap 2.9).

                   Quizás no tengamos el dinero o nuestras posesiones como fundamento de nuestra autosuficiencia, pero es posible que haya otras cosas en las que confiamos más de la cuenta. Puede ser nuestro empleo, nuestro carácter, nuestras relaciones o contactos, nuestro conocimiento, nuestras habilidades, etc. La lista puede ser larga. Cualquier cosa que nos hace sentir no necesitar a Dios se vuelve nuestro peligro. No estoy hablando de despreciarse a sí mismo y arrastrarse por el suelo. Podemos alegrarnos por nuestros puntos fuertes y alabar a Dios por ellos, pero no confiar en ellos. Si tengo ciertas habilidades resaltantes, puedo dar gracias a Dios por ellas y ponerlas a su disposición: “Muéstrame cómo y dónde puedo servirte a ti y a los demás con estas habilidades y dones que me has dado. Que sea para tu honra y gloria. Todo lo que tengo y lo que soy rindo a tus pies para que sea un sacrificio de alabanza que señala a ti y que trae honra y gloria a tu nombre.” Esta es la actitud correcta y nos protege de sentirnos autosuficientes. Un cristiano tibio jamás va a decir esto con convicción, porque más le importa su propia gloria, su propio deleite o cualquier beneficio que pueda obtener para sí mismo. Todo su mundo gira alrededor de él y sus deseos. ¿En qué se diferencia de una persona del mundo? Muy poca diferencia hay a simple vista. Es un estado sumamente peligroso porque la persona está como anestesiada espiritualmente. Como digo, quizás sepa que algo está mal, pero es incapaz de reaccionar por sí misma. Necesita de un toque fuerte del Espíritu Santo, quizás a través de otro hermano o hermana que se da cuenta de su situación y que le quiere ayudar a encontrar el camino de regreso a la plena comunión con el Padre. Y a veces esa persona también necesita de alguien que camine con ella un trecho para poder afirmarse y, con el tiempo, caminar sola en comunión con el Padre. Si ves que algún hermano o hermana no está actuando bien, cerciórate primero que has evaluado correctamente la situación de él/ella, porque a veces vemos solo una parte y juzgamos de acuerdo a eso, pero no sabemos todo lo que está detrás de lo que vemos. Podemos llegar a causar más daño con nuestro pre-juicio de lo que ayudamos. Pero no le dejes solo/a a esta persona. Acercate a ella y busca cómo poder ayudarla. Quizás Dios te quiera usar justamente a ti para despertar y encender nuevamente a un cristiano tibio.

                   ¿Cuál es la solución que Cristo le prescribe a la iglesia de Laodicea? Ella estaba totalmente enfocada en los recursos físicos a su alrededor. Pero Jesús le sugiere buscar su verdadero tesoro en él. Él lo ilustra con oro de la mejor calidad. Dios no es un negociante de oro, sino lo usa para contrastarlo del oro de este mundo que buscaba la iglesia. Ojo, este texto no habla en contra de ser rico, sino trata de ubicar la riqueza de este mundo en el plano correcto. Para la iglesia de Laodicea, estos recursos físicos ocuparon todo su campo de visión. Cristo la invita a que se enfoque primeramente en los recursos espirituales que provienen de él. Ya en tiempos de andar sobre esta tierra, Jesús había dicho: “No amontonen riquezas aquí en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar. Más bien amontonen riquezas en el cielo … Pues donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón” (Mt 6.19-21 – DHH). Jesús quería que el corazón de los laodicenses estuviera en el cielo. Por lo tanto, les recomendó buscar su riqueza en el cielo.

                   Además, Cristo le recomienda comprar de él “vestiduras blancas, para que te vistas y no se descubra la vergüenza de tu desnudez” (v. 18 – RVC). Ya habíamos visto que él mismo ofreció vestidura blanca a los vencedores, los que se mantienen fiel a él hasta el fin (Ap 3.5). La Biblia usa esta imagen como símbolo de la pureza y santidad. Espiritualmente, estar vestido de blanco significa vivir en santidad; haber sido limpiado de todo pecado. En el que no está vestido de blanco, en el que no vive en santidad, solo se manifestará el verdadero estado de su corazón.

                   Da vergüenza ajena ver lo que algunos publican en sus redes sociales. Algunos posan con su lata de cerveza o su cigarrillo como si fuera lo más cool del mundo. Otros dan rienda suelta a un vocabulario denigrante, creyéndose la gran cosa por poder usar palabr(ot)as de ese tipo. Con cada posteo, con cada imagen o cada “chiste” revelan el estado calamitoso de su corazón. Y lo que muestran de sí mismos da tanta lástima, más todavía porque ellos están ciegos a su realidad. Creen que están en la cima de la fama cuando en realidad están en el fondo del basurero. Son como el mal aliento: todo el mundo se da cuenta, menos el que lo tiene.

                   Precisamente este era el problema de la iglesia de Laodicea. Había perdido la capacidad de ver su verdadero estado. Por eso, Cristo le recomienda, en tercer lugar, comprar de él colirio para sus ojos espirituales. La ciudad era famosa por producir colirio medicinal para los ojos físicos, y Cristo invita a la iglesia a buscar en él lo que puede sanar su vista espiritual.

                   En cierta ocasión los discípulos estaban acongojados porque se habían olvidado de llevar pan. Y Jesús los reprende fuertemente por estar ciegos a lo que sucedía ante sus narices, y de no reconocer quién era él verdaderamente: “¿Tan embotada tienen la mente que no son capaces de entender ni comprender nada? ¡Ustedes tienen ojos [físicos], pero no ven [lo espiritual]; tienen oídos, pero no oyen” (Mc 8.17-18 – BLPH)! Es tan fácil ser encandilados por la perspectiva de este mundo que empaña nuestra vista. Necesitamos dejar una y otra vez que el Señor purifique nuestra vista de nosotros mismos para poder ver correctamente en qué estado estamos. O en palabras de Jesús: “¡Hipócrita!, saca primero el tronco de tu propio ojo, y así podrás ver bien para sacar la astilla que tiene tu hermano en el suyo” (Mt 7.5 – DHH)! ¡Qué mimito lo que el Señor nos está dando hoy…! Pero así somos. No queremos ver nuestra real condición hasta que el Señor nos dé con el palo, y ahí recién reaccionamos. Bueno, a veces creo que el Señor ya nos tiene que dar choques eléctricos en su intento de reanimar a nuestro espíritu.

                   El Señor le está dando un ultimátum a la iglesia de Laodicea: “A los que amo yo los reprendo y corrijo. Sé fervoroso y arrepiéntete” (v. 19 – BNP). No es un caso perdido. Todavía hay tiempo para arrepentirse. ¡Ya es suficiente andar con tanta ceguera! Ya el Señor te mostró tu verdadero estado, ya te indicó cómo resolverlo, así que, ¡reaccioná! Desestimar hasta esta reprensión es muy peligroso. Estás poniendo en riesgo tu espíritu. Dios “no romperá la caña que ya está doblada, ni va a apagar la mecha de la que apenas sale humo” (Mt 12.20 – PDT), pero tú sí lo puedes hacer si no tomas en serio las advertencias del Señor. La llave de la puerta está de tu lado. Tú eres la única persona que puede abrir la puerta de acceso a tu corazón para experimentar la sanidad del Señor. Él te dice: “…estoy a tu puerta, y llamo; si oyes mi voz y me abres, entraré en tu casa y cenaré contigo” (v. 20 –TLA). La invitación de su parte está hecha. Él quiere acceder a tu vida y sanar tu ceguera espiritual. Él quiere restaurar tu corazón. La pelota está en tu cancha. ¿Vas a aceptar su invitación? ¿Vas a abrirle tu puerta para que él te transforme en el hombre o la mujer que él soñó que seas? Al permitir que Jesús obre renovación en tu vida, tú te conviertes en un vencedor, y su promesa para ti es: “Al vencedor lo sentaré junto a mí en mi trono, del mismo modo que yo, después de vencer, me senté junto a mi Padre en su trono” (v. 21 – BLA). ¡Qué promesa! ¿Te puedes imaginar gobernar junto con Jesús por toda la eternidad?

                   Con esto llegamos al final de esta serie acerca de la iglesia. Dios nos ha hablado de diferentes maneras. Quizás de todos los mensajes de Cristo a las iglesias del Apocalipsis, este último ha sido el más serio. ¿Te tocó el mensaje a Laodicea? ¿Qué te está hablando Dios? ¿Cómo vas a reaccionar ante esto? ¿Necesitas confesarle algo a Dios? ¿Te hizo ver cierta ceguera en tu vida? ¿Por qué no haces público tu deseo de la intervención de Dios en tu vida y pasas aquí al frente para que oremos? Y si necesitas una conversación en privado con alguien, puedes acercarte a alguien de tu confianza y pedir una conversación a solas. “Yo estoy a tu puerta, y llamo; si oyes mi voz y me abres, entraré en tu casa y cenaré contigo” (v. 20 –TLA). Si deseas abrirle la puerta, ven aquí al frente.


sábado, 4 de mayo de 2024

El mensaje a la iglesia de Filadelfia


 



                   Pocos metros antes de llegar a nuestra casa hay un lugar en el cual se queda estancada por mucho tiempo el agua de lluvia. En el medio el empedrado ya se ha hundido bastante, formando una zanja honda, pero por estar lleno de agua no se ve nada. La única forma de cruzar es por los costados de esa laguna, pero no por el medio de la calle. Cuántos vehículos ya se han golpeado muy feo en esa parte más honda.

                   Resulta que en estos días pasó por ahí en moto una persona de esta iglesia. Como no conocía ese pozo en cuestión, entró al agua justo en la parte más honda. En pleno pozo se le apagó el motor de la moto, y por nada quiso volver a funcionar. Después de empujar la moto para sacarla de esa laguna, el agua salía a chorros del caño de escape. Para mí estaba claro que el motor se haya llenado de agua, lo que implicaría una reparación bastante cara. Pero de golpe arrancó otra vez el motor, como si nada hubiera pasado. Esta persona pasó un rato bastante malo, pero el Señor estuvo ahí. Él reprendió al devorador que quería descomponer el motor de esa moto e hizo retroceder el agua para que esa moto arrancara nuevamente. La protección de Dios y su bendición aun en medio del susto y de la preocupación por el gasto que implicaría la reparación de esa moto estuvieron presentes.

                   Este episodio ilustra algo de lo que estaremos hablando esta mañana. Nos toca hoy analizar el penúltimo mensaje de Cristo a las iglesias en el Apocalipsis. Se trata de la iglesia de Filadelfia.

 

                   FAp 3.7-13

 

                   En este mensaje Jesús utiliza varias imágenes para presentarse. La primera es que él es el Santo y Verdadero. Ya Isaías había visto a los ángeles exaltando al trino Dios como el tres veces santo. Esto quiere decir que es el superlativo de santo. Si hubiera una graduación en cuanto a santidad, Dios estaría todavía por encima del máximo grado de santidad. Es decir, él es el absolutamente santo, absolutamente perfecto, sin falla ni error ni pecado alguno. Inalcanzable para cualquier defecto. Y entre paréntesis: Este Dios absolutamente santo dice: “Sean ustedes santos, porque yo soy santo” (1 P 1.16 – DHH). Lo dejo picando aquí y cierro el paréntesis.

                   También dice Jesús que él es el Verdadero. Esto se refiere, por un lado, a la veracidad: Jesús es la verdad, dice la verdad y actúa según la verdad. Pilato estaba a punto de lograr el máximo descubrimiento de su vida cuando preguntó: “—¿Y qué es la verdad? … Dicho esto, salió otra vez a ver a los judíos” (Jn 18.38 – NVI). Tenía la Verdad en persona delante de él, el que dijo de sí mismo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14.6 – DHH), pero antes de que Jesús le pudiera contestar, mató la chispa que iba a provocar en él una explosión de revelación celestial y se fue.

                   Pero Jesús es el Verdadero también en el sentido de autenticidad. Es el propio, ningún doble como en las películas, ninguna escultura, ninguna figura de cera que parece auténtica, ninguna falsificación ni ninguna imitación como ya dijimos que es Satanás que quiere rugir como si fuera león. Solo Jesús es el verdadero León de Judá (Ap 5.5). Este es el Jesús que se presenta en este mensaje: santo, veraz y auténtico.

                   Después, Jesús se identifica como el que tiene la llave de David. Tener una llave significa tener el poder de decidir si una puerta estará abierta o cerrada. Precisamente esto es lo que se reflejará en el mensaje que Jesús dirige a esta iglesia. La llave de David se refiere al reino de David en sentido espiritual. Dios le había prometido a David: “…tu trono quedará establecido para siempre” (2 S 7.16 – DHH), “tu trono será estable eternamente” (RV95). En ese sentido oró también su hijo Salomón: “Señor, Dios de Israel, cumple también lo que prometiste a tu siervo David, mi padre: que no le faltaría un descendiente que, con tu favor, subiera al trono de Israel…” (1 R 8.25 – DHH). Por supuesto que esto, en forma literal, no fue así porque ese reino ya no existe. Pero Jesús es descendiente directo de David, y él ha sido coronado Rey y gobierna sobre todo el mundo físico y también el espiritual por toda la eternidad. Así que, esta descripción de tener en su mano la llave de David habla de su autoridad sobre toda la creación. Esa autoridad queda reflejada también en el uso que él dará de esta llave: “Lo que él abre, nadie puede cerrar; y lo que él cierra, nadie puede abrir” (v. 7 – NTV). La decisiones y acciones de Cristo son determinantes y ningún poder del universo podrá cambiarlo. Así que, si el médico, tu jefe, el intendente o el presidente de la república te dicen una cosa, pero Dios dice otra, siempre, invariablemente, se hará lo que Dios dice. Él siempre tendrá la última palabra.

                   Bueno, esta fue la presentación que Cristo hizo de sí mismo. Ahora veremos el mensaje que él tiene para esta iglesia. Como también en las iglesias anteriores, Jesús manifiesta conocer cada detalle de esta iglesia. Era una iglesia con poco poder. No nos dice en qué sentido, pero no tuvo muchos recursos —de cualquier ámbito— que presentar. Pero esto no fue excusa como para darse por vencido. Con la poca fuerza que tuvo había luchado por mantenerse en pie. Por esta actitud, Cristo le abrió ahora una puerta para mayores oportunidades. Y esa puerta, precisamente por la autoridad de Cristo contra la que nadie puede, nunca se cerraría si la iglesia la aprovechaba. ¿Entendemos lo que sucede aquí? Las grandes oportunidades de servicio, de hacer cosas para el Señor, de activar en su reino no dependen de nuestros recursos, sino de nuestra fidelidad. El Señor no mira cuánto tienes, sino cómo eres. Si tu corazón es recto delante de él, él te abrirá acceso a oportunidades insospechadas, sin importar cuántos recursos tienes. Estos recursos sí o sí los tiene que proveer él porque los que creemos poder generar nosotros mismos son solo un estorbo para él. En la parábola de los talentos, no importó la cantidad de recursos que cada siervo tenía a disposición. Uno tenía 5 talentos, el otro 2 y el tercero 1. Solo valió lo que había hecho con lo que tenía. No te compares con otros. No digas: “Si yo tuviera los dones o las oportunidades que tiene fulano o mengano, ¡las cosas que yo haría…!” Bueno, demostrá lo que harías con lo que sí tienes a disposición, porque algún recurso sí Dios te ha dado. Quizás incluso lo que menos piensas que sería un recurso es algo que Dios ha puesto en tus manos para que lo utilices para su honra y gloria. Solo vale la fidelidad. Si Dios encuentra eso en ti, más y más oportunidades él abrirá delante de ti que nadie puede cerrar – nadie, excepto tú. Si no aprovechas esas puertas abiertas, por más que te parezca una puertita para mascotas de tan pequeña que es, puede que esta se cierra otra vez o que alguien más venga y la puerta sea pasado a él o ella que sí la sabrá aprovechar.

                   Cecilia Garay reconoció que ella tiene el recurso del canto, y lo puso a disposición de Dios para alabarlo cada domingo aquí en la iglesia. Le costó mucho adaptarse del estilo de Mati al de mi esposa y las canciones que ella elige. En muchos casos son canciones tan antiguas que resultan nuevas para Cecilia. Pero ahí está, sin titubear, sin echarse para atrás. Anoche tuvo una oportunidad mucho más grande y se presentó para cantar ante 300 personas en el Colegio Príncipe de Paz. Y lo hizo con toda decisión. Es más: ella misma creó esa oportunidad al decir: “Yo voy a participar del programa.” ¿Qué otras oportunidades tendrá Dios para ella en el futuro? Solo Dios lo sabe, pero ella va aprovechando las que se abren ante ella.

                   El que, como ella, aprovecha esas puertas abiertas, grandes cosas Dios hará a través de él o ella. Hasta los adversarios, incluso los demonios, tendrán que reconocer que el favor de Dios está sobre esta persona. Y no hace falta que esta persona se jacte de todo lo que Dios está haciendo. Es más, esa jactancia ya desviaría la atención de Dios hacia la persona, y la gloria que le corresponde a Dios sería robada por esta persona. Pero al que es fiel, cuyo único objetivo es agradar y obedecer a Dios, no le interesa la gloria. Y en tal caso, Dios mismo hará que la oposición se rinda ante él y reconozca el poder de Dios operando en y a través de él. Y esta realidad espiritual vemos en todo sentido. La fidelidad en los diezmos tiene el mismo efecto. Al tan conocido versículo 10 de Malaquías 3 que insta a traer nuestro diezmo al tesoro de la iglesia le sigue el versículo 11 en el cual Dios promete reprender al devorador o alejar las plagas de los cultivos para que no dañen la cosecha. Claro, no lo podemos ver como un negocio en el cual Dios está obligado a brindarnos una buena cosecha económica el día después de que le hayamos dado nuestro diezmo. Esto sería una expresión egoísta e interesada de nuestra parte al dar el diezmo, y no expresión de gratitud y alabanza a Dios. Estas promesas son muestra de su enorme generosidad y misericordia hacia nosotros. Él no nos debe nada. Nosotros, más bien, nos debemos por completo a él. Pero él nos quiere bendecir tanto que tiene en cuenta nuestra fidelidad tan frágil y débil, como lo fue la fuerza de la iglesia de Filadelfia, que nos protege y beneficia en todo sentido si mostramos serle fiel a él.

                   Precisamente esto es lo que Jesús también le dice a la iglesia de Filadelfia en el siguiente versículo: “Has cumplido mi mandamiento de ser constante, y por eso yo te protegeré de la hora de prueba que va a venir sobre el mundo entero para poner a prueba a todos los que viven en la tierra” (v. 10 – DHH). Ser fiel a Dios trae grandes beneficios en muchos sentidos. No significa que jamás se nos tocará ni un pelito. Eso vemos a diario en nuestro derredor que los cristianos también sufrimos. Pero en medio del sufrimiento experimentamos la protección, la fortaleza y el consuelo de Dios, como la persona que se trancó con su moto en el charco de agua frente a mi casa. Jesús mismo había dicho lo que ya varias veces les he citado: “En este mundo van a sufrir, pero anímense, yo he vencido al mundo” (Jn 16.33 – NBV). Vamos a sufrir, sin dudas. Pero este mundo bajo el dominio de Satanás no tendrá la libertad plena de maltratarnos y destruirnos como quisiera tenerla, sino su poder sobre nosotros está limitado y solo llega hasta el punto en que Dios lo considera apropiado para que cumpla los propósitos de él, no los del mundo. Si esto no es protección divina, ¿qué lo sería entonces? ¡Alabado sea Dios!

                   Sobre la base de esta descripción de la iglesia, el Señor le pasa a dar las siguientes recomendaciones. En primer lugar, él le asegura su pronta venida (v. 11). Nos puede parecer una exageración o que Jesús no sabía lo que estaba diciendo. Bueno, él mismo dijo que no sabía el día ni la hora en que él regresaría (Mt 24.36). Pero, por otro lado, para Dios no existe el tiempo. Un día o 1.000 años da lo mismo para él (2 P 3.8). Más que una indicación del tiempo de su regreso, el Señor nos quiere transmitir la urgente necesidad de estar preparado siempre. El momento de su venida no nos debe preocupar porque no nos incumbe. Es asunto netamente de Dios. Lo que sí nos debe preocupar es estar preparado. Por eso, Jesús le anima a la iglesia de Filadelfia: “Retén firmemente lo que tienes, para que nadie te quite tu corona” (v. 11 – NBD). Esto no es aferrarse desesperadamente a sus posesiones para que nadie coma de su pedazo de torta, es decir, proteger egoístamente su propiedad para que nadie le quite ni un pedacito. Más bien se refiere a guardar la fe, retener en su memoria lo aprendido, seguir siendo obediente, etc. En tal sentido lo traduce una versión: “Sigue fiel como hasta ahora y nadie te quitará tu premio” (PDT). ¡No te atrevas a jugar con tu fe! No podés darte el lujo de descuidar tu relación con el Señor, porque estarías jugando con tu vida. Sigue firme en tu fidelidad al Señor. Es la única manera de salir ganando. Todo lo que es menos que eso es pérdida.

                   Pero si logras permanecer firme en tu fe, serás contado entre los vencedores. A ellos, el Señor promete convertirlos en una columna en el templo de Dios. La columna ocupa un lugar muy importante en una construcción. Lleva gran parte del peso de toda la construcción y es clave para la estabilidad del edificio. Esa función de tan grande responsabilidad cumplirá el vencedor en la obra de Dios. El que fue fiel en lo poco, será puesto sobre mucho. Y esto no se le será quitado: “…nunca más saldrá de allí” (v. 12 – NBLH), “…nadie lo sacará” (BLA). Acuérdense que el que promete esto es el que abre y nadie puede cerrar y cierra y nadie puede abrir. Lo que él otorga, nadie puede arrebatarlo de la mano de sus hijos.

                   Además, Cristo promete grabar en esta columna tres nombres: el nombre de Dios, el nombre de la Nueva Jerusalén y el nombre de Cristo. Esto es símbolo de pertenencia a Dios. La nueva identidad que recibiremos es como un sello de nuestra pertenencia a Cristo, y ese sello no se borrará más.

                   ¿Tienes tú ya esa identidad? Si ni siquiera conoces bien a Jesús, será este un momento muy oportuno, sea que estés presente aquí mismo o que estés escuchando la propuesta a través de las redes, pídele a Jesús a que entre ahora mismo a tu vida, que sea tu Salvador personal, que te perdone todo lo malo que has hecho y que te haga un hijo de Dios. Luego, avísanos de tu decisión para que te podamos acompañarte en tu crecimiento espiritual.

                   Y si ya eres un hijo de Dios, ¿qué te llevas de esta prédica? ¿Qué te quedó grabado? ¿Puedes mencionar ahora una, dos o tres cosas que implementarás esta tarde misma para permanecer fiel a Dios y responder a lo que entendiste de esta prédica?


sábado, 27 de abril de 2024

El mensaje a la iglesia de Sardis


 




            En el interior se encuentra muchas veces todavía a personas que no tienen ningún tipo de documento personal. Por diferentes razones jamás fueron inscriptos en el registro civil. O sea, para el estado estas personas no existen. Caminan por el suelo nacional, pero no existen. A más tardar cuando se los quiere inscribir en la escuela, esto se vuelve un tremendo problema.

            Pero mucho mayor se vuelve el problema cuando tampoco figuran en las actas del registro civil celestial. Sí, aunque ustedes no lo crean, hay un registro civil en el cielo. Yo fui inscripto ahí cuando tuve 7 años terrenales. Para el cielo yo sí existo. ¿Y tú? ¿Figura tu nombre también ahí? Al final de la prédica volvemos a esto.

            Hoy nos toca estudiar el mensaje de Cristo a la iglesia de Sardis.

 

            FAp 3.1-6

 

            En este mensaje de Jesús a la iglesia de Sardis, él se presenta como el que tiene a los siete Espíritus de Dios. El número 7 es símbolo de perfección o de totalidad. Esto significa que Jesús opera y se relaciona con la totalidad del Espíritu Santo. El Espíritu Santo no es un poder aparte que lo asiste a Jesús cada tanto, sino Jesús y el Espíritu Santo forman junto con el Padre una sola divinidad indisoluble. Jesús tiene acceso y opera con todo el poder del Espíritu Santo en sus variadas funciones o manifestaciones. En este sentido lo expresa la Nueva Traducción Viviente (NTV): “Éste es el mensaje de aquél que tiene el Espíritu de Dios de siete aspectos…” (v. 1). Es por esta razón que Jesús puede sacar una radiografía espiritual tan exacta de esta iglesia, como estaremos viendo.

            Pero también dice tener las siete estrellas. Ya habíamos visto que las estrellas simbolizan a los mensajeros o los líderes o pastores de las iglesias. En su visión introductoria en el capítulo 1, Juan había visto a Jesús teniendo en su mano derecha las siete estrellas (Ap 1.16). La mano derecha habla de poder, de autoridad. Jesús tiene plena autoridad y poder sobre sus mensajeros. Ellos están completamente en sus manos. Si Jesús emite una evaluación, es totalmente certera y justa.

            Y la evaluación que hace de Sardis no es tan alentadora que digamos. En el caso de las anteriores iglesias que hemos estudiado, con excepción de Esmirna que no recibe reproche alguno, siempre encontramos primero un elogio de los puntos fuertes y luego un llamado de atención por algunas personas de la iglesia que permitían ciertos pecados en su vida. En el caso de Sardis, Jesús empieza reprochándola duramente para luego elogiar a algunos pocos que luchaban por mantenerse puros. Es decir, esta iglesia estaba en graves peligros por el deterioro avanzado en que se encontraba. Era una iglesia que se estaba muriendo y que necesitaba urgentemente una reanimación espiritual para poder levantarse nuevamente.

            Jesús dice de ella que tiene la fama de estar vivo, pero que en realidad está muerta (v. 1). Las demás IEBs de Asia menor hablaban de la iglesia de Sardis y se asombraban de todo lo que sucedía ahí. Era una iglesia que realizaba muchas obras, los cultos eran ruidosos y divertidos, cada domingo trataba de superar al anterior con un espectáculo deslumbrante de luces, sonidos, diversiones, etc. Pero Jesús sacudía tristemente la cabeza: “Ustedes se han degenerado a un club religioso, lejos de ser una iglesia viva con un espíritu apasionado por el Señor. Este pueblo me sirve de palabra y me honra con la boca, pero su corazón está lejos de mí, y el culto que me rinde son cosas inventadas por los hombres y aprendidas de memoria” (Is 29.13 – DHH), como Dios ya había reprochado a su pueblo a través del profeta Isaías. Pura pinta, pero sin esencia. Cuando la pinta no coincide con la realidad, lo llamamos “hipocresía”. La mayoría de los miembros jugaban cada domingo a la iglesita, y esto ya era suficiente como para calmar su conciencia religiosa. Sus muchas obras era mero activismo, sin el amor como motivación principal y sin presencia del Espíritu Santo. Y sin esta motivación aun las reuniones espectaculares que juntaba mucha gente estaban a punto de decaer, porque nada que no tenga sentido se puede sostener por mucho tiempo. ¡Qué triste la descripción que hace Cristo de esta iglesia! Pero no nos atrevamos a señalarle con el dedo, porque si a esta iglesia le pudo pasar esto, le puede pasar a cualquier otra – también a la IEB Parque del Norte. Acuérdense que habíamos dicho que estos mensajes de Cristo estaban dirigidas a 7 iglesias, representando así a la totalidad de las iglesias en el mundo, entre las que estamos nosotros también. Cualquier otra iglesia puede llegar a tener características similares a alguna de estas iglesias del Apocalipsis. Por lo tanto, el peligro en que se encontraba la iglesia de Sardis es el mismo peligro en que nosotros podemos encontrarnos. Cuando empezamos a descansar sobre lo que hemos logrado levantar, por los ministerios que tenemos, por la calidad de programas que pudimos alcanzar, ahí perdemos el enfoque y empezamos a girar alrededor de nosotros mismos como una calesita. Ya no es más Cristo el centro, sino nuestros propios logros y nuestra tradición eclesiástica. Y con esto estamos camino cuesta abajo. Nos puede salvar solo un toque de gracia de nuestro Señor que nos pone su mano en el hombro para que nos volteemos hacia él para escucharle diciéndonos: “Holaaaaa…, aquí estoy… No estoy allá en tu centro. Ahí solo estás tú. Yo estoy aquí afuera. Reconoce tu mal proceder, empezá a desarmar tu calesita de su actual eje egoísta y fijala de nuevo al eje que yo soy para que gires nuevamente alrededor de mí. ‘Despierta, pues, y reaviva lo que aún no ha muerto del todo…’ (v. 2 – BLPH), ‘…lo que aún es rescatable…’ (NVI), ‘pues tus obras me parecen muy mediocres a la luz de Dios’ (BLA); ‘veo que tus acciones no cumplen con los requisitos de mi Dios’” (NTV). Creo que en la pared de la iglesia de Sardis también apareció una mano escribiendo: “…has sido pesado en la balanza y te falta peso” (Dn 5.27 – BLPH), como Dios sentenció a Belsasar a través de Daniel. Si mi balanza en casa me dijera lo mismo, me alegraría, pero la balanza de Dios mide el espíritu, y si éste es “peso pluma”, es de preocuparse. Mientras la iglesia se divertía en sus cultos, su espíritu estaba en terapia intensiva por inanición, una “debilidad extrema por falta de alimento” (https://dle.rae.es/inanici%C3%B3n). Para no llegar a esta situación, tenemos la urgente necesidad de alimentar nuestro espíritu cada día con la Palabra de Dios y la oración. No hay otra. No hay píldoras concentradas de vitaminas espirituales que simplemente tragamos y que alimentan nuestro espíritu. Eso es trabajo de cada día, así como nuestra panza reclama cada día su ración sobremanera grande de alimentos.

            Y el remedio que Jesús le recomienda a la iglesia de Sardis es: “Vuelve a lo que escuchaste y creíste al principio, y retenlo con firmeza. Arrepiéntete y regresa a mí” (v. 3 – NTV). La Biblia es el mapa que nos guía por esta vida hasta la eternidad. Es necesario volver una y otra vez a consultar el mapa, a ver si estamos todavía en el camino correcto. Demasiado fácil es desviarnos; demasiado fácil es convertirnos en el terreno espinoso de la parábola de Jesús que recibe la semilla de la Palabra de Dios, pero donde los asuntos de esta vida lo ahogan nuevamente antes que lleve su fruto que Dios espera. La advertencia de Jesús es seria: “Si no despiertas, vendré a ti de repente, cuando menos lo esperes, como lo hace un ladrón” (v. 3 – NTV). Esta ilustración de un ladrón en la noche que viene inadvertidamente emplea el Apocalipsis frecuentemente para la segunda venida de Cristo, pero en este caso indica más bien alguna calamidad que podría sobrevenir a la iglesia si no se arrepiente de su estado espiritual agonizante.

            Es muy preocupante la situación de esta iglesia, pero… —y este “pero” da esperanza ante este cuadro negro— no todo está perdido. No todos en la iglesia están en esta condición. “…hay algunos en la iglesia de Sardis que no se han manchado la ropa con maldad. Ellos caminarán conmigo vestidos de blanco, porque son dignos” (v. 4 – NTV). ¡Qué testimonio de parte de Jesús mismo! Esta sola frase hace que todo esfuerzo por vencer la tentación y el pecado valga la pena. Aunque creas que ya no te quedan fuerzas para mantenerte a flote, ¡no te rindas ante la tentación! Más bien sal corriendo de lo que te tienta o —en palabras de Jesús— corta tu mano o pie o sácate el ojo si te hace pecar. Solo tomando medidas drásticas podrás vencer al pecado, no quedándote para ver cuánto tiempo lograrás resistir. Con el pecado no se juega a la pulseada o lucha de brazos. Como un hombre que se había ido a un prostíbulo y contó luego que había logrado soportar la tentación hasta las 4:00 de la madrugada, pero entonces no había podido más y había sucumbido ante ella. Eso no es resistir la tentación; esto es suicidio moral y espiritual. Pablo recomienda a Timoteo: “Huye de las pasiones de la juventud, y busca la justicia, la fe, el amor y la paz…” (2 Ti 2.22 – DHH). En este caso, huir no es cobardía, no es ser derrotado, sino todo lo contrario. ¡Es la salvación de tu vida! Esto lo habían hecho algunos de la iglesia de Sardis. No se habían embarrado los vestidos con el pecado. Habían luchado por mantenerse puros. Por eso, Jesús los llama dignos del privilegio de caminar siempre a su lado con ropa blanca: “El que salga vencedor será vestido de blanco” (v. 5 – RVC). El blanco es símbolo de santidad y victoria. Será visible por toda la eternidad que ellos han vencido sobre la tentación y se han mantenido en pie. Claro, en esta vida nunca seremos libres del pecado, pero ya no vivimos en el fango de las transgresiones. Cada vez que fallamos, le pedimos de nuevo al Señor que nos perdone, y él nos restaura otra vez a la plena comunión con él. ¡Vale la pena la lucha por la santidad!

            Pero el vencedor recibe aquí dos promesas más de parte de Jesús. La primera promesa era ser ataviado con el símbolo de la victoria, representado aquí por la ropa blanca. La segunda promesa es: “…nunca borraré su nombre del libro de la vida…” (v. 5 – RVA2015). El capítulo 21 de Apocalipsis describe la Nueva Jerusalén del cielo y dice: “Solamente entrarán los que tienen su nombre escrito en el libro de la vida del Cordero” (Ap 21.27 – DHH). Ese libro es el registro civil celestial en el cual figuran todos los nombres de los que han nacido de nuevo en el reino de Dios. Solo los que han aceptado a Jesús como su Señor y Salvador personal figuran en este libro. No son nuestras buenas acciones o nuestro comportamiento ejemplar los que hacen figurar nuestro nombre allá, sino única y exclusivamente haber abierto nuestra vida para que Jesús se haga cargo de ella, nos perdone y restaure nuestra comunión con el Padre. Solo quien ha experimentado esto personalmente podrá estar en el cielo por toda la eternidad. Jesús promete al que se mantuvo fiel a él hasta la muerte física que su nombre no será borrado jamás del libro de la vida. ¡Vale la pena luchar por la santidad!

            La tercera promesa para el vencedor es que Jesús reconocerá su nombre ante el Padre y sus ángeles. Se va a dar lectura en voz alta al libro del registro civil celestial, y de cada nombre que figura ahí Jesús dirá: “Esta persona me pertenece.” Jesús ya había dicho cuando estuvo aquí sobre la tierra que “todo aquel que me reconozca en público aquí en la tierra también lo reconoceré delante de mi Padre en el cielo” (Mt 10.32 – NTV).

            ¿Está tu nombre ya en el libro de la vida? Si es así, alégrate. Jesús dijo a sus discípulos: “…no se alegren tanto de dominar a los espíritus, sino de que sus nombres están escritos en el cielo” (Lc 10.20 – PDT). Y motivado por esta alegría y esta gloriosa realidad, vive una vida de obediencia a Dios que da honra y gloria al que te salvó. Si no está todavía tu nombre, presentate ahora mismo ante el Juez de paz Jesucristo y pídele que inscriba tu nombre en su libro de la vida que figura en el registro civil celestial. Pídele que te perdone tus pecados y que te haga un hijo de Dios. Con esta sencilla oración se producirá un milagro en las esferas espirituales. Tu pecado te será quitado, y desde ese mismo momento tendrás vida eterna. El cielo es un regalo para quienes reconocen su pecaminosidad y su necesidad de Jesús. Dios te ofrece este regalo. Está en tus manos aceptarlo o no. “Quien tenga oídos, preste atención a lo que el Espíritu dice a las iglesias” (v. 6 – BLPH).

 


lunes, 15 de abril de 2024

El mensaje a la iglesia de Tiatira

 




            A veces sucede que, cuando vamos a comer en algún lugar donde no hay buena ventilación, que todo el olor de la cocina se queda en el ambiente. Cuando después de comer vamos a casa, sigue el olor a comida en nuestra ropa. Aun horas después olemos el ambiente que hubo en ese lugar donde fuimos a comer.

            O también pasa lo mismo cuando estamos en un lugar cerrado en el que hay una persona que tiene una loción o perfume de olor muy penetrante. Aunque ya nos hayamos despedido hace rato, sigue habiendo ese aroma impregnada en nuestra ropa y hasta parece que en la piel.

            ¿Y si estamos en intimidad con el Señor? ¿Estamos tan cerca de él que su “aroma” queda prendido en nuestro espíritu? Algo en esta dirección estaremos hablando esta mañana al estudiar el mensaje de Cristo a la iglesia de Tiatira.

 

            F Ap 2.18-29

 

            La ciudad de Tiatira era un centro laboral, con muchos gremios que se dedicaban a la confección de ropa, tintorería y alfarería. Lidia, la primera convertida de Pablo en Filipos, era una mercader de Tiatira. La ciudad era esencialmente secular, sin preferencia por religión alguna.

            En esta carta, por primera vez Jesús se presenta abiertamente como Hijo de Dios. Siempre había usado alguna imagen para describirse, cosa que también hace aquí a continuación, pero es la primera vez que manifiesta claramente su identidad. Esto le da a este mensaje un peso adicional muy fuerte. Como Hijo de Dios tiene y es la autoridad máxima en todo el universo. Él es quien ve con nitidez hasta lo más oculto y es el juez absolutamente imparcial y justo. De esto testifican también las imágenes que él utiliza para describirse. Dice tener “ojos como llamas de fuego” (v. 18 – BNP). Esto me da la idea de una mirada penetrante que no tiene obstáculo. Puede mirar hasta el último rincón del alma y ver absolutamente todo. Todo lo que quiera frenar su mirada para ocultar algo es quemado por su fuego. Todo lo oculto queda totalmente abierto ante él. No hay secretos para Jesús. Para quien quiere ocultar cosas ante Dios, esto es terrorífico. Si este es tu caso, sácalo tú mismo a la luz de Cristo, confiésalo, arrepiéntete y abandónalo. Él de todos modos lo sabe, pero si él lo tiene que traer a luz, será mucho más doloroso y vergonzoso para ti. Pero, a la vez, es algo muy liberador, porque sabemos que podemos ser absolutamente transparentes y libres ante él. Tener que ocultar algo constantemente para que nadie se entere puede ser muy desgastante. Pero cuando ese temor se va y uno puede respirar hondo con la conciencia tranquila, eso no tiene precio.

            Por otro lado, Cristo dice que sus “pies se asemejan al bronce pulido” (RVC); o: “como bronce al rojo vivo” (NBD). Esta imagen también muestra que Dios es un juez imparcial, preparado para aplastar todo mal con sus pies pesados. En esta carta él anuncia justamente juicio contra los que se le oponen.

            Esta capacidad de ver con claridad hasta el fondo del alma pone al descubierto todas las virtudes de esta iglesia. Y realmente, el elogio que ella recibe es impresionante. Jesús dice que está al tanto de las obras de esta iglesia, de su amor, su fe, servicio y paciencia. Y también que ahora ella está haciendo más y mejores obras que al principio. ¡Qué elogio! Muestra una iglesia que está trabajando incansablemente, buscando crecer en todos los aspectos. Y la evaluación que Cristo hace de esta iglesia sale demasiado bien. Es tan refrescante recibir este tipo de elogios, porque muchas veces estamos tan metidos en nuestros proyectos como iglesia, tan concentrados en seguir lo que creemos que es la guía de Dios, y nos preguntamos si realmente acertamos, si de veras estamos haciendo la voluntad del Señor. O si de repente —como lo expresó una vez un indígena del Chaco— “estamos rascando donde no pica”. Que entonces el mismo Señor Jesús emita semejante aprobación tampoco no tiene precio.

            El hecho de que Cristo dé ese respaldo a la iglesia no significa todavía que era una iglesia perfecta. De hecho, no existe una iglesia perfecta. Así también en la de Tiatira, no todo era maravilla. La iglesia tenía serios problemas con una situación que Cristo pasa a señalar a continuación.

            Al igual que en la iglesia de Pérgamo, había en Tiatira una influencia antibíblica interna. Había una mujer que se atribuía importantes niveles de supuesta espiritualidad, pero que llevó a la gente a caminos totalmente destructivos. En este texto ella recibe el nombre de Jezabel. Si este realmente ha sido su nombre verdadero no lo podemos saber, pero lo que sí sabemos con seguridad es que es un nombre simbólico que alude a la malvada esposa del rey Acab en el Antiguo Testamento. Acab se casó con una extranjera llamada Jezabel, y ella impuso una terrible idolatría en Israel, adorando a Baal y a Aserá. Una de las confrontaciones más fuertes con el profeta Elías fue cuando él convocó a 850 sacerdotes de Baal y de Aserá en el monte Carmelo para definir quién sería el verdadero Dios de Israel. Conocemos la historia que ambos bandos prepararon un altar de sacrificios, pero sin prenderle fuego. El Dios que responda con fuego del cielo sería el Dios de Israel. Cuando el verdadero Dios respondió a una sencilla oración de Elías, el profeta mandó a matar a todos los sacerdotes de los cultos paganos. Esto enfureció de tal manera a Jezabel que juró no descansar hasta haber matado a Elías. Finalmente, ella tuvo una muerte muy horrible que mostró el juicio de Dios sobre ella. Desde entonces hasta hoy en día se conoce al espíritu de Jezabel como un demonio muy poderoso que lleva a la gente a rebelarse contra Dios y contra toda autoridad divina. Esto fue también el caso en la iglesia de Tiatira. Los pecados mencionados, consistiendo en inmoralidad sexual y en comer carne sacrificada a los ídolos, pueden ser literales o simbólicos. Lo más probable es que tengan ambos significados. Pero todo estilo de vida pecaminoso tiene su origen en una desviación y un alejamiento de Dios. En otras palabras, la fornicación o el adulterio en esta iglesia era sí o sí un adulterio espiritual, consistiendo en infidelidad a Dios. Los pecados sexuales, en caso de ser literales, serían una consecuencia o fruto de esa infidelidad a Dios. Por eso, una versión lo traduce así: “Esa mujer anda diciendo que yo la envié, y les ha dicho a mis servidores que pueden comer de lo que se ofrece a dioses falsos, y los anima a serme infieles” (v. 20 – TLA). Es muy poco probable que una persona totalmente enfocada y en comunión con Dios caiga de un momento a otro en una rotunda rebelión contra Dios y, en consecuencia, en todo tipo de pecados. Normalmente es un proceso en el cual uno ha permitido en su vida pensamientos que no debería cultivar; miradas que no debería haber sostenido; haberse concentrado en cosas que ha escuchado y que debería haber rechazado rotundamente; haber descuidado la lectura bíblica diaria y la comunicación continua con Dios, etc. Y estas cosas permitidas en su vida, de manera lenta pero segura han desviado y alejado a esa persona de Dios y, en consecuencia, a todo tipo de pecados. Satanás es demasiado hábil para bajar nuestra guardia de a poquito, sutilmente. Normalmente nos damos cuenta recién después de bastante tiempo que estamos lejos de Dios y en terreno sumamente resbaladizo. Es cuestión no más de oportunidad para que estemos fuera de combate. Revisa tu vida. ¿Puedes descubrir estos mínimos desvíos? No les restes importancia. Justamente eso es lo que Satanás —o Jezabel— quieren: hacerte creer que eres lo suficientemente fuerte como para superar estas situaciones, cuando en realidad son alarmas que el Espíritu Santo está encendiendo en tu vida. Si las apagas, le estás tapando la boca al Espíritu Santo, cosa que es un peligro para toda la eternidad. ¡No lo hagas! Más bien deja que él te guíe de regreso a la plena comunión con el Padre.

            Personas así causan mucho daño a la iglesia, más todavía cuando se los tolera para no ofender a la persona o porque esta sabe camuflarse tan bien que nadie lo nota tan claramente. ¿Y por qué Dios no interviene? ¿Por qué él no elimina ese cáncer del cuerpo de su novia? La respuesta está en el siguiente versículo: “Le he dado tiempo para que se arrepienta…” (v. 21 – RVC). Justo el martes pasado aquí en la reunión de oración hablamos precisamente de esto: que Dios tiene tanta misericordia con nosotros y nos extiende su gracia por tanto tiempo, esperando que nos arrepintamos. ¿Y cómo lo interpretamos nosotros? Si bien hemos cometido algo por lo cual nuestra consciencia nos acusa, pero si no nos parte un rayo creemos que no es tan grave para Dios y que podemos seguir haciéndolo. ¡Todo pecado es grave! No existe ningún grado de mayor o menor gravedad. Sea una mentirita blanca o un asesinato, todo nos separa eternamente de Dios si no nos arrepentimos. Dice la Biblia: “…cualquiera que cumpla toda la ley, pero que falle en un solo mandato, ya es culpable de haber fallado en todos” (Stg 2.10 – RVC). Así que, vuelvo a decir: ¡No minimicemos el pecado! Todo, por más insignificante que nos parezca, contiene el veneno mortal que nos puede llevar a la muerte eterna si no lo confesamos a Dios, pidiéndole que le aplique el antídoto de la sangre de Cristo.

            En el caso de Jezabel, la misericordia de Dios ha sido rechazada. Por más que Cristo le haya dado oportunidades de arrepentirse, ella no las ha aprovechado. La triste declaración de Jesús es: “…ella no quiere abandonar su inmoralidad” (v. 21 – NTV). Este obstinado rechazo de la gracia de Dios trae consecuencias muy drásticas: “…la voy a arrojar en un lecho de intensa aflicción” (v. 22 – NBD). Otra versión incluso dice: “…voy a encadenarla a un lecho de profunda angustia” (BLPH). Ya que continuamente ella rechazó la misericordia de Dios, ahora cae el juicio sobre ella.

            Pero no solamente sobre ella, sino también todos sus amantes que cometieron adulterio con ella serían alcanzados por el juicio de Dios. Pero para ellos sigue abierta todavía la posibilidad de arrepentirse. Jesús anuncia las medidas que él implementará en su contra, pero indica que este castigo puede ser desviado todavía por medio del arrepentimiento: “…a los que cometen adulterio con ella los haré sufrir terriblemente, a menos que se arrepientan de lo que aprendieron de ella” (v. 22 – BAD). “Y a los hijos de esa mujer los heriré de muerte. Así sabrán todas las iglesias que yo escudriño la mente y el corazón y que a cada uno le doy su merecido” (v. 23 – NBD). Acuérdense que Jesús se presentó a esta iglesia como el que tiene ojos de fuego. Por eso él puede escudriñar la mente y el corazón.

            Como dije, el martes estábamos viendo que todos los mensajes de los profetas que anunciaban juicio para el pueblo rebelde eran en el fondo un clamor misericordioso de Dios para que se vuelvan de sus malos caminos antes que él se vea forzado a ejecutar su juicio. La Biblia dice que “el Señor … tiene paciencia con ustedes, pues no quiere que nadie muera, sino que todos se vuelvan a Dios” (2 P 3.9 – DHH). Otra versión dice: “El Señor, … lo que quiere es que nadie se pierda, por lo que está alargando el plazo para que todos se arrepientan” (NBV). Al que no aprovecha este tiempo de gracia, la Biblia lo llama “necio”.

            A estos seguidores de Jezabel, Jesús los exhorta a “que se arrepientan de lo que aprendieron de ella” (v. 22 – BAD). Y lo que aprendieron, ellos querían hacerlo parecer como un conocimiento “de otro nivel”, “‘verdades más profundas’, como ellos las llaman, que en realidad son profundidades de Satanás” (v. 24 – NTV); como algo deseable para obtener y que les daría un poder especial por saber algo que otros no saben. Es la misma táctica con el mismo resultado favorable para Satanás que él empleó ya con Adán y Eva. A ellos les dijo a través de la serpiente: “Dios sabe que cuando ustedes coman de ese árbol, comprenderán todo mejor; serán como dioses porque podrán diferenciar entre el bien y el mal” (Gn 3.5 – PDT). Es una estrategia que resultó sumamente efectivo por la ambición del ser humano y su deseo de poder, porque conocimiento es poder. Si yo sé algo que tú no sabes, puedo ejercer poder sobre ti —puedo manipularte— porque estoy en ventaja en cuanto a la información que manejo. Y todo ser humano anhela poder. Por lo tanto, Satanás vuelve a usar una y otra vez esa misma estrategia y siempre con una alta cuota de resultado favorable para él. Y cuando la persona descubre que es un engaño, ya es tarde; ya cayó en la trampa y ya está presa de este supuesto conocimiento especial. En esa trampa estaban varios de la iglesia de Tiatira y reciben una seria advertencia de parte de Jesús. Pero todavía no era demasiado tarde. El arrepentimiento rompe cualquier lazo del enemigo que nos tiene atrapado, por más fuerte que este sea. Quizás no nos libraremos de las consecuencias de esta trampa, pero siempre serán consecuencias temporales no más ya, de esta vida, y no eternas como son las que nos tocan si nos quedamos en la trampa.

            Pero ese llamado al arrepentimiento era solo para ese grupo que había caído bajo los encantos de las enseñanzas de Jezabel. Al resto de la iglesia que había luchado por mantener la pureza, Jesús dice que no les impondría ninguna otra carga. No los responsabiliza por lo que hicieron otros. Más bien, los anima: “…retengan con firmeza lo que ya tienen, (sigan creyendo firmemente en mí [TLA]) hasta que yo venga” (v. 25 – NVI). Para quien logra mantenerse firme en su fe, aferrado del Señor, en obediencia a él, Jesús tiene una promesa tremenda en esta carta. Esta promesa para el vencedor no empieza con la tradicional fórmula: “¡El que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias!” (v. 29 – DHH), sino termina con ella. Al vencedor, Jesús promete dar autoridad o poder sobre las naciones. Los seguidores de Jezabel creían poseer un poder especial sobre los demás por conocer los secretos de Satanás, pero los que conocen los secretos de Dios tienen verdadero poder sobre naciones enteras. Lo que Satanás ofrece es una imitación de poder, una fantasía; lo que Cristo otorga es verdadera autoridad que transforma el mundo a nuestro alrededor. Jesús es el León de Judá; Satanás anda rugiendo como si fuera león, pero es un león sin dientes, como alguien decía; una pobre imitación del verdadero León. Después de que Jesús haya vencido sobre Satanás, el pecado y la muerte, él dijo al introducir la Gran Comisión: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra” (Mt 28.18 – RVC). Ahora, él comparte esa autoridad con su seguidor que también logra vencer sobre el pecado y la tentación. Jesús prometió: “…les daré autoridad sobre las naciones, así como mi Padre me ha dado autoridad a mí” (vv. 26-27 – DHH). No es un poder humano que depende de un puesto político, de la cantidad de dinero que uno tiene o de lo grandioso que sabe hablar y arrasar a multitudes. Es una autoridad que está lejos por encima de ese tipo de poder. Es una autoridad en el mundo espiritual al que incluso Satanás tiene que rendirse, porque es la autoridad del mismo Rey de reyes. ¿Te llama la atención el poder casi ilimitado de algunas personas? Déjame decirte que su poder es un poroto en comparación a la autoridad que tú tienes en Cristo Jesús. Ningún poder humano, político o económico podrá movilizar el mundo espiritual más allá de la movilización que realiza la iglesia de Jesucristo, unida en un mismo espíritu e intercediendo por su entorno y por la evangelización del mundo. Tú y yo, unidos a Cristo, tenemos autoridad sobre naciones hasta el último rincón del mundo. Nosotros podemos lograr que la Palabra de Dios llegue hasta los rincones más alejados del planeta, y esto ningún supuesto poderoso y ninguna cantidad de dinero ni ningún demonio podrá evitar. Con esa autoridad de Cristo, él dice: “…gobernarán a las naciones con cetro de hierro, y las harán pedazos como a ollas de barro” (v. 27 – DHH). Son imágenes llenas de simbolismo de poder al que nada ni nadie podrá hacer frente. Más bien, el cristiano fiel hará pedazos en el nombre de Jesús a toda oposición del enemigo, como si fuese una olla de barro. Si caminamos lado a lado con el que tiene pies de bronce pulido que aplasta a todo enemigo, su autoridad fluirá a través de nosotros para hacer lo mismo también por extensión nuestra. Si caminamos con él. Si nos alejamos de él, cuando permitimos pequeños engañitos y pecaditos en nuestra vida, nuestra autoridad es debilitada tremendamente porque ya no estamos más unidos a la fuente de autoridad. Nosotros no producimos autoridad sino la recibimos de Cristo, el Vencedor por excelencia. “Esa autoridad es la misma que recibo de mi Padre”, dice él (v. 28 – PDT). Si tú no andas derechito ante el Señor y quieres exhortar a otra persona, esta se te va a reír en tu cara diciendo: “¿Y qué me vas a decir vos si vos hacés esto y esto…?” ¡Y amóntema autoridad! Pero, por el contrario, ¡cuánta autoridad irradia quien está en constante e íntima comunión con el Padre! Vuelvo a decir: no estamos hablando de perfección, porque solo Dios lo es. Estamos hablando de una manifestación de la presencia de Cristo en nosotros. Jesús termina diciendo: “También le daré la estrella de la mañana” (v. 28 – NVI). Al final del libro de Apocalipsis, después de revelar tantas cosas a Juan, Jesús cierra esta revelación diciendo: “Yo, Jesús, he enviado a mi ángel con el fin de darte este mensaje para las iglesias. … Yo soy la estrella brillante de la mañana” (Ap 22.16 – NTV). Es decir, cuando Jesús promete que nos dará la estrella de la mañana, se refiere a sí mismo. Su presencia estará con el vencedor. Es el mismo mensaje con que termina la Gran Comisión: “…yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28.20 – PDT). Si caminamos lado a lado con Jesús, se debe percibir su perfume cuando pasamos por las vidas de las personas, y que digan de nosotros lo que dijeron de los apóstoles en el libro de los Hechos: “…se maravillaron y reconocieron que [los apóstoles] habían estado con Jesús” (Hch 4.13 – NBV). ¿Hueles tú a Cristo?

            ¿Qué te está hablando Dios en esta mañana? ¿Qué vas a hacer al respecto?


sábado, 13 de abril de 2024

El mensaje a la iglesia de Pérgamo





            Para refrescar un poco la memoria: hace dos semanas habíamos estudiado el mensaje de Cristo a la iglesia de Esmirna. Habíamos visto que el que nace solo físicamente, muere física y espiritualmente, lo que significa la separación eterna de Dios y la condenación al infierno. Pero el que nace física y espiritualmente, muere solo físicamente para luego estar por toda la eternidad con Dios, disfrutando la vida plena que él da. Y la decisión acerca de cuál de estos dos es el caso de cada cual la toma cada uno en esta vida. El que acepta consciente y voluntariamente a Jesús como su Señor y Salvador acaba de nacer espiritualmente y llega a tener vida eterna desde ese preciso momento.

            Cuando el famoso Chapulín Colorado se encontró ante una amenaza de gente malvada, le preguntaron si necesitaba un guardaespaldas. Por el miedo que él sentía dijo que no necesitaba solamente de un guardaespaldas, sino también de un guardabarrigas, guardabrazos y guardatodo. Bueno, nuestro texto de hoy no habla de guardaespaldas, pero sí de la necesidad de levantar una protección en toda dirección. Leamos ahora el mensaje de Cristo a la iglesia de Pérgamo…

 

            F Ap 2.12-2.17

 

            Este mensaje de Jesús estaba dirigida a la iglesia de Pérgamo. Un comentarista dice lo siguiente acerca de esta localidad: “La ciudad de Pérgamo estaba construida sobre una colina de unos 330 metros de altura sobre la región circunvecina, creando una fortaleza natural. Era una ciudad moderna, un centro de la cultura griega y la educación, con una biblioteca que contaba con 200,000 volúmenes. Pero también era el centro de cuatro sectas y rivalizaba con Éfeso en su adoración de ídolos. El dios principal de la ciudad estaba simbolizado por una serpiente, y a ese dios se le consideraba el dios de la sanidad. La gente de todas partes iba a Pérgamo en busca de sanidad de parte de ese dios” (Comentarios de la Biblia del Diario Vivir). Esta descripción nos ayuda a entender otros detalles que vienen más adelante en el texto.

            Jesús se presenta a esta iglesia como “el que tiene la espada aguda de doble filo” (v. 12 – BLA). Como las anteriores veces, Jesús toma para su identificación algo que Juan ya había descrito en el primer capítulo de este libro. En el versículo 16 del capítulo 1, Juan había dicho que vio a Jesús, y que “de su boca salía una espada aguda de doble filo” (Ap 1.16 – BLA). ¿Y qué es la espada de doble filo? ¿A qué se refiere? Esta expresión nos remonta directamente a Hebreos 4.12 donde dice que “la palabra de Dios es viva y poderosa. Es más cortante que una espada de dos filos que penetra hasta lo más profundo de nuestro ser, y examina nuestros más íntimos pensamientos y los deseos de nuestro corazón” (He 4.12 – NTV). También la armadura espiritual que Pablo describe en Efesios 6 habla de “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Ef 6.17 – RVC). Así que, de la boca de Cristo sale la Palabra de Dios que discierne hasta lo más íntimo de nuestro ser.

            Por otro lado, el mismo Juan, en otro de sus escritos, el Evangelio que lleva su nombre, presenta en su prólogo a Jesús como el Verbo o la Palabra que estaba con Dios y era Dios. O sea, Jesús no va a inventar nada nuevo, sino habla solo la palabra de Dios. Él dijo: “…el Hijo … solo hace lo que ve que el Padre hace. Todo lo que hace el Padre, también lo hace el Hijo” (Jn 5.19 – NTV). En consecuencia, todo lo que el Padre habla, también habla el Hijo. ¿Nosotros también hablamos solo la Palabra de Dios? Jesús es y habla la Palabra de Dios. Un ejemplo muy claro de eso es cuando Satanás lo tentó y él siempre le respondió: “Escrito está…” (Mt 4.4). En la Palabra de Dios está el poder para vencer toda oposición, pero también la sabiduría para enfrentar la vida de manera adecuada. Jesús ilustra esto con la nitidez con la que él discernía la situación de esta iglesia.

            Lo primero que Jesús ve con claridad es la ubicación de la iglesia: “Sé dónde vives” (v. 13 – BLA). Pero no se trata de una dirección física con nombre de calle y número de casa, sino del entorno espiritual en que se encuentra la iglesia: ella vive “allí donde Satanás tiene su trono” (v. 13 – BLA). ¡Qué tremenda descripción! En el mismo versículo Jesús vuelve a referirse a Pérgamo como a la ciudad “donde vive Satanás” (DHH). Otras versiones hablan muy gráficamente de la “guarida de Satanás” (BLPH) o también de la fortaleza de Satanás (GNEU). Acuérdense de lo que decía el comentarista que la ciudad de Pérgamo se encontraba a 330 metros por encima del territorio a su alrededor y formaba una especie de fortaleza natural. Y también formaba una fortaleza espiritual, la fortaleza de Satanás. Supongo que nadie de nosotros elegiría voluntariamente este ambiente espiritual para establecerse. Si buscáramos a dónde mudarnos, muy probablemente no elegiríamos un lugar con estas características. El “trono” es símbolo de autoridad, de gobierno, de dominio, de control. Ya habíamos leído en el comentario bíblico que Pérgamo y Éfeso competían por quién era la ciudad más idólatra. Dicen los estudiosos que en Pérgamo se edificó el primer templo de adoración al emperador romano. Todo este ambiente anti-Dios estaba totalmente impregnado y controlado por los demonios. Y en medio de esto estaba la iglesia de Cristo. ¿Un ambiente hostil? ¡Sin lugar a dudas! Pero era justo en estas tinieblas espirituales que más urgía que brille la luz de Cristo. ¡Y sí que hubo oposición y amenaza para la iglesia! Llegó a tal punto que Antipas, un fiel seguidor de Jesús, fuera asesinado por esos poderes demoníacos. La Biblia no nos da más detalles acerca de esta persona. Solo da testimonio de su fidelidad a Dios. ¿Acaso Dios no protege a los suyos? ¡Totalmente! El hecho de que esta persona haya muerto no significa en absoluto que Dios haya perdido la batalla por su alma. ¡Todo lo contrario! Su muerte fue una victoria, porque Satanás la perdió por toda la eternidad. Ya habíamos visto que Jesús animó a la iglesia de Esmirna a que siga firme en su fe, incluso si le tocaba morir (Ap 2.10). Así que, la muerte de un cristiano fiel hasta el último minuto es una de las victorias más contundentes, porque venció sobre el pecado y la tentación y pasa a pertenecer a Dios por toda la eternidad. Además, el efecto que tuvo la muerte de Antipas sobre el entorno fue también de testimonio y de victoria. Satanás quería amedrentar a la iglesia y hacerla refugiarse en sus cuatro paredes por miedo a más hostilidad, pero logró justo lo contrario. Jesús da evidencia de eso al decir: “…no renunciaste a tu fe en mí ni siquiera cuando mataron a Antipas, mi fiel testigo” (v. 13 – PDT). ¡Qué tremendo testimonio! Y qué ejemplo e inspiración para nosotros que muchas veces somos borrados del mapa por un pequeño soplito de oposición. Yo desearía ser ese faro inamovible que sigue siendo la luz del mundo en medio de la peor tormenta, pero me temo que me parezco más a apenas un primer diseño de faro en el papel.

            La iglesia fue muy consciente de la amenaza que enfrentaba desde fuera. Si se descuidaba, esa fortaleza de Satanás en medio de la cual se encontraba, le haría tremendo daño. Por lo tanto, toda su artillería pesada estaba apuntando hacia fuera de la iglesia. Por el testimonio de Jesús, esta estrategia espiritual había cumplido su propósito. Sin embargo, dejaron sin cobertura la parte interna. En palabras del Chapulín, tenían un buen guardaespaldas, pero le faltaba el que guardaba su frente y su costado.

            Vi una vez una muy buena representación de esto. Una persona había disfrazado a otro con una armadura simbólica, y llamaba al frente a otras personas para que se coloquen al frente, detrás y a los costados de esta persona para cubrirla por todos lados. Pero estas personas que rodearon la primera, también necesitaban ser cubiertos. Cubrían a la primera persona, pero ellas seguían desprotegidas en varios lados. Por lo tanto, más y más personas pasaron al frente para cubrir todos los lados de los demás que estaban ahí. Finalmente, toda la iglesia estaba al frente, cubriéndose unos a otros. Y eso es necesario que hagamos. Al final de la prédica volveremos a esto.

            En el caso de la iglesia de Pérgamo, algo falló en su estrategia de protección. Hubo áreas que no estaban cubiertos, y Satanás se aprovechó de esto. Si él no podía debilitarla con un ataque desde afuera, lo hacía desde adentro. Jesús tuvo que reprender a la iglesia por no cuidar su salud espiritual interna. Permitía que doctrinas y prácticas antibíblicas permanezcan en su interior, infectándola gravemente. Concretamente se trataba de algunas personas que eran toleradas en la iglesia, pero que promovían enseñanzas de Balaam que en el pasado llevaron a los israelitas a la idolatría y el abandono de Dios (v. 14). Conocemos a Balaam del Antiguo Testamento. Quizás la historia más conocida de él es cuando la burra que él montaba empezó a hablarle, porque de otro modo él no quería escuchar.

            Cuando en el versículo 14 habla de fornicación o prostitución, es muy probable que haya sido así en dos sentidos. Por un lado, físicamente cometían inmoralidades sexuales como lo traducen muchas versiones. Pero también era una prostitución espiritual, abandonando su fidelidad a Dios y yéndose detrás de otros ídolos. En este sentido es que el Apocalipsis y los libros proféticos usan frecuentemente el término de fornicación o adulterio. Según podemos ver en el contexto, se trataba de un grupo relativamente pequeño en la iglesia que seguía estas enseñanzas o prácticas. Pero, como escribe Pablo a los gálatas, “un poco de levadura fermenta toda la masa” (Gl 5.9 – RVC). Un poco de infección en el cuerpo puede amenazar hasta la vida de una persona si no se trata adecuadamente. Aunque sean pocos, pero si no se ocupa del asunto, pueden causar mucho daño.

            Además, había en la iglesia también algunos nicolaítas, al igual que en la iglesia de Éfeso (v. 6). Como ya dijimos, desconocemos mayores detalles acerca de esta gente, pero por lo visto no le agradaron en nada a Dios. Así que, hacia fuera, la iglesia estaba bien sólida, cerrando filas en contra de un ambiente espiritual sumamente hostil. Pero por dentro, era carcomida por la podredumbre de enseñanzas y prácticas antibíblicas.

            Jesús llama a la iglesia a arrepentirse de ese pecado de haber tolerado herejías en su medio, sin hacer nada al respecto. En caso de que la iglesia tampoco reaccione a esta exhortación, Jesús mismo entraría en función. Él está muy interesado en la santidad de su iglesia. Pablo dice que Jesús mismo prepara para él una novia sin manchas ni arrugas, y la presencia de estas personas dentro de la iglesia era definitivamente una mancha muy fea. Con o sin la participación de la iglesia, él velará por su santidad. Obviamente será mucho mejor que la iglesia coopere con él. De otra manera será una experiencia muy dolorosa para todos.

            La forma de intervenir es mediante la espada que sale de su boca, es decir, la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es el estándar y revelará quién está dentro y quién está fuera; quién es parte de su iglesia y quién no. La espada de la Palabra de Dios hace un corte sumamente fino y preciso. Como personas no podemos ver la realidad espiritual de cada uno, pero Dios sí, y lo revelará con claridad en su momento. La verdad de Dios mostrará todas las mentiras de Satanás que se habían anidado en las mentes. Jesús pidió al Padre por sus seguidores diciendo: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Jn 17.17 – RVC). La verdad de la Palabra de Dios tendrá un poder purificador impresionante que expulsará toda putrefacción del interior de su amada iglesia. Esa es la aplicación práctica de lo que habíamos leído ya en Hebreos que dice que la Palabra de Dios “es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón” (He 4.12 – DHH). Cuanto más nos exponemos a la Palabra de Dios y le permitimos hacer su obra en nosotros, tanto más ejercerá su poder purificador en nosotros. Tanto más profundamente se meterá en nuestro ser, revelando y sacando fuera la suciedad que hay en él. Nadie está libre de las mentiras de Satanás. Por eso, la Palabra de Dios es tan liberador, rompiendo estas ataduras del maligno.

            Al que logra superar todos estos obstáculos, el Señor le promete que le dará del maná escondido. El maná era el alimento sobrenatural que Dios le proveyó a su pueblo mientras marchaba por el desierto de Egipto a la tierra prometida. Ahora Dios nuevamente promete proveer todo lo necesario para el que logre mantener la fidelidad a él. No necesitamos buscar qué significaría cada detalle, ya que hay un sinfín de suposiciones acerca de lo que significa esto o aquello. Lo que vemos claramente es que Dios velará por sus hijos y les proveerá de todo lo que necesiten para seguir manteniéndose fiel a él.

            También él promete una piedra blanca con un nombre secreto. El blanco es símbolo de pureza. Será como un trofeo o certificado de victoria con el cual Dios reconocerá al que se ha mantenido firme a pesar de todas las tentaciones, amenazas y adversidades en la vida. El nombre habla de identidad. Así como Jacob cambió a Israel después de haber luchado con el ángel de Jehová, el hijo de Dios obtendrá una nueva identidad secreta tras haber vencido las luchas de esta vida. Esta identidad está oculta a los demás, solo la persona y Dios conocen la de él. Es un secreto entre ambos y habla de una intimidad especial entre Dios y el que salga vencedor. Tanto el maná oculto como la piedra blanca con un nombre secreto hablan de una especial relación de otro nivel entre Dios y el vencedor.

            Realmente nos enfrentamos como cristianos a muchas luchas y amenazas en este mundo. Jesús mismo dijo que en este mundo tendríamos aflicciones (Jn 16.33), porque este mundo está dominado por Satanás y el pecado. Vivir como cristianos en este mundo es ir contramano a la dirección en la que va la mayoría. Muchas veces nos sentiremos estar donde Satanás tiene su trono. ¿Cómo podemos prevalecer? ¿Cómo podemos ser vencedores? La carta a los romanos nos da la respuesta: “…somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Ro 8.37 – RVC). Es decir, solo con Cristo podemos superar todo obstáculo y mantenernos firmes, aunque vivamos donde Satanás tiene su dominio. Si Jesús no es tu Señor y Salvador todavía, ábrele ahora mismo tu vida y pídele que te perdone y que te convierta en hijo de Dios. Esto es fundamental. Sin esto es imposible tener victoria.

            Pero también en lo humano tenemos una tremenda responsabilidad unos por otros. Es urgente que seamos guardaespaldas, guardabarrigas y guardatodo para los demás de nuestros hermanos. Debemos ponernos de espaldas unos contra otros para poder estar en vigilancia contra los ataques del enemigo desde cualquier lado. La mejor forma de hacerlo y la más efectiva es a través de la intercesión unos por otros. Hermanos, la oración no es un punto más entre mis deberes religiosos que puedo marcar cada día como cumplido. Si lo ves como tal, se ha convertido en mera religión, pero para tu relación con Cristo no te sirve de nada. En este mundo estamos donde Satanás tiene su trono. Y no creamos que él mirará pasivamente como procuramos seguir al Señor. Cuanto más nos levantamos en nombre del Señor, más furioso se pondrá él y nos atacará. Estamos en un campo de batalla, pero el vencedor recibirá atenciones especiales de parte de Dios. Haberse mantenido fiel hasta la muerte física es la victoria que retumbará por toda la eternidad en el mundo espiritual. Pero mientras estamos en este mundo, estamos en guerra, y podemos vencer únicamente si luchamos hombro a hombro. Los martes a la noche estamos aquí en la brecha a favor de toda la iglesia. Luchamos en oración para que el enemigo no pueda pasar por encima de nosotros hacia los demás hermanos. Pero necesitamos el apoyo de todos los demás. Cuánto más personas nos cubrimos unas a otras, más victorias podemos obtener. La mayoría quizás no podrá estar aquí físicamente, pero puede unirse espiritualmente para levantar un frente de batalla contra los huestes espirituales de maldad y a favor de nuestra iglesia, nuestras familias, nuestro barrio y nuestro país. Convoco a toda la iglesia a que todos los martes a partir de las 19:00 hs entre a la guerra espiritual, orando en su casa o donde se encuentre a favor de la iglesia y de todo el barrio. Es más: los desafío a declarar todos los martes como día de ayuno. Digo los martes porque es el día en que aquí nos reunimos a la noche para orar y para estudiar la Palabra de Dios, la espada de doble filo. Puede ser también cualquier otro día, si alguien no puede los martes. Pero tomémoslo en serio. No estamos jugando al cristianito. Estamos resistiendo en el nombre de Jesús al mundo de las tinieblas, empujando los límites del reino de Dios cada vez más adelante. Necesitamos estar en alerta en todas las direcciones, porque si el enemigo no puede vencer por un lado, lo intentará por el otro. ¿Quiénes se unen a este ejército de intercesores? Si te quieres comprometer con el Señor de cuidar la retaguardia de los demás, ahí donde estás levantá tu mano y decile: “Señor, tu soldado se reporta al servicio. Me comprometo a luchar juntamente con mis hermanos, lado a lado, por el bien de todos y por el avance de tu reino en este lugar. Juntos queremos levantar en alto tu nombre, para que Parque del Norte sepa que hay un Dios todopoderoso y victorioso. Heme aquí, úsame a mí.”